miprimita.com

Blanche (21)

en Grandes Series

Cuando regresó a sus habitaciones y vio a Camana se dio cuenta del atroz castigo a que la había sometido. A pesar de que Derim la había cubierto de emplastos que debían aliviar el sufrimiento, su cuerpo estaba cubierto de verdugones que sangraban en algunos puntos, ni siquiera el rostro se había salvado del castigo y una larga cicatriz la marcaría para siempre una de las mejillas. Pero aunque ya estaba segura de que Camana se había quedado muda el día de la llegada a Viento del Norte el hecho la sirvió para confirmar que así había sido efectivamente, ni un solo grito, ni una sola voz habían salido de su garganta durante el feroz castigo, sólo ruidos guturales e inconexos.

Al día siguiente, temprano, muy temprano bajó a buscar Derim y la ordenó que la siguiera para ir a buscar hierbas a los campos.

La negra sabía que no era esa la intención de su ama pero no dijo nada hasta que se hubieron alejado de la casa.

- Qué es lo que desea de verdad señorita?. Preguntó de pronto.

Blanche no se molestó en disimular, sabía que a la negra no había quien la engañara.

- Cómo podemos hacer que entienda que le quiero para que se decida?

- Le quiere de verdad?.

- Si, le quiero.

- Peor para usted.

Blanche se sintió desconcertada por las palabras de Derim y a punto estuvo de perder la poca calma que había conseguido atesorar durante la noche y abofetear a la insolente negra.

- Por qué dices eso?. preguntó en tono agrio.

- El, tiene miedo por que tiene razones sobradas para tenerlo. Sabe que es un inválido y, que aunque usted esté enamorada de él en estos momentos, tarde o temprano su condición terminará por interponerse entre ambos.

La evidencia de las palabras de Derim y la seriedad con que fueron dichas desarmaron a Blanche.

Se ha dado cuenta señorita? continuó la negra, de que él, por sí solo, no es capaz ni siquiera de satisfacer sus propias necesidades de una manera digna?. Se ha dado cuenta de que cada vez que tiene que aliviar su intestino, tiene que ser alzado de su sillón y puesto sobre un orinal, del que tienen que levantarle una vez ha concluido?. Se da cuenta de que ni siquiera puede limpiarse él solo?. Se da cuenta de que cada vez que quiere orinar tiene que pedir que le acerquen un orinal?.

- Para eso están los negros.

- Sí, para eso están, dijo asumiendo para los de su raza las tareas más desagradables y humillantes. Pero eso supone una interferencia continua en la vida de un matrimonio, de personas extrañas que, muchas veces resultarán molestas tanto para él como para usted.

Como cree que se sentirá cuando se dé cuenta de que no puede hacer el amor con usted más, que en una única y poco viril postura?.

Cuánto cree usted que tardará en pensar, que usted se siente insatisfecha, y desea el consuelo de otros hombres?.

Cuánto cree que tardará en pensar que se casó usted con él, sólo por su dinero?.

La gustará a usted hacer el amor con un hombre de huesos retorcidos y deformes, que no le sirven más que para producir lástima o risa, aparte de tremendos dolores?.

Todavía el amo es joven y se defiende, mal, pero se defiende. Qué pasará cuando, dentro de unos años, todo su cuerpo tienda a acrecentar

su invalidez y no sea más que un objeto que estorbe en cualquier sitio donde se le ponga?.

Por eso la he preguntado que si le quería de verdad.

Para mi sería más fácil comprender todo esto si supiera que lo único que la anima es el interés.

La realidad estalló de pronto ante los ojos de Blanche. Lo que siempre había tomado como una burla por parte de Richard tenía unos fundamentos sólidos, fundamentos que había tenido que ser aquella negra la que los pusiera ante sus ojos.

- Calla negra, me haces daño.

- Ya lo sé, pero un día la prometí fidelidad, y para mi la fidelidad no es solo trabajar y obedecer, si no también hacer daño cuando es necesario, para evitar otro mayor.

- Crees entonces que no seré feliz con él?

- Si, lo será, y él lo será también durante un tiempo.

- Y después?.

- Después no puedo decirla más que, que usted no será desgraciada con él.

- Pero yo le quiero.

- Quiere que haga algo para conseguir que él se decida.

- Si, haz lo que puedas, pero no le hagas daño. Aclaró Blanche pensando que Derim era muy capaz de molestar a Richard de alguna manera para conseguir su objetivo.

Los días transcurrieron lentos y en una atmósfera asfixiante hasta que empezaron los preparativos para el nuevo viaje a Bigstone.

Blanche había rellenado cuanto recipiente pudiera servir con los perfumes que Derim y Barza habían ido almacenando durante el invierno y había copiado, esta vez ya de su puño y letra, las largas listas que el previsor Peter Benson, había elaborado en los últimos años, incluso fue capaz de modificar las cantidades de algunos artículos y de añadir otros que había echado en falta.

Al igual que la vez anterior, hubo de bajar a la bodega, para sacar el oro necesario para las compras y se preocupó de poner a punto el revolver un tanto abandonado en los últimos tiempos.

No quería tener tropiezos en el viaje.

Esta vez Camana no podría acompañarla a pesar de estar ya en periodo de franca recuperación. En su lugar, Blanche prefirió llevar a Tiara para satisfacer sus apetitos sexuales, tan exacerbados que no estaba segura de que en Bigstone, no se procurara otros medios de consuelo que no fueran los inocentes prodigados por la boca, la lengua y los dedos de una joven negra.

Richard, con el que apenas había intercambiado palabra desde la abrupta conversación mantenida días atrás, se hizo transportar para despedirla.

Enfadada y con estos pensamientos de venganza subió a una de las carretas dispuesta a iniciar el viaje.

Finalmente dio orden de partir y los negros azuzaron las mulas poniéndolas en marcha.

- Te quiero Blanche, te quiero. Dijo de pronto Richard como si ya no pudiera resistir más la presión interior.

En un momento se esfumaron los deseos de venganza y el enfado que Blanche sentía hacia Richard y, saltando de la carreta corrió hacia él abrazándolo mientras lágrimas de felicidad brotaban de sus ojos. Richard la rodeó con sus brazos haciéndola sentir el calor, por primera vez en su vida, de un abrazo deseado.

- Yo también a ti, idiota mío. No te puedes imaginar cuanto he deseado oírte decir eso.

El viaje, apenas iniciado quedó interrumpido allí mismo, las carretas hubieron de dar la vuelta, y los negros, tan desconcertados como las mulas, no supieron hasta más tarde las razones de la suspensión del viaje.

Richard y Blanche, atentos sólo a su felicidad, regresaron a la casa para seguir diciéndose palabras cariñosas, sin la molesta presencia de los esclavos.

Cuando dos días más tarde Blanche subió de nuevo a la carreta camino de Bigstone lo hizo rebosante de felicidad y con un encargo por parte de Richard.

- No regreses sin un ministro que de fe de nuestro matrimonio y los vestidos más bonitos que encuentres. Quiero que seas la novia más guapa del mundo. Dijo como ultimas palabras antes de que la carreta se pusiera en marcha.

Blanche no cabía en sí de gozo, el largo camino pareció acortarse enormemente ya que su pensamiento bullía con infinidad de ideas que se la venían a la cabeza. Tan pronto se sentía profundamente alborozada, pensando en como el destino había dirigido su vida, convirtiéndola primero, en una vulgar prostituta, sometida al capricho y al desprecio de los mismos hombres a los que satisfacía y, al desprecio del resto de la sociedad, para convertirla, después, en la colaboradora del dueño de una inmensa plantación en la que hacía y deshacía a sus anchas. Finalmente parecía empeñado en convertirla en la dueña de aquella rica plantación.

- "Será feliz durante algún tiempo, pero no será desgraciada con él". Había venido a decir Derim con su profecía.

- Que habría querido decir la vieja negra?.

En otros momentos recordaba el oro que, sin duda, debía seguir aguardándola en aquel lejano pozo a las afueras de Natchez.

Cuando llevara los negros al mercado sin duda podría recuperarlo. Pero por lo general, su mente estaba ilusionada por llegar a Bigstone, comprar los tres vestidos más hermosos que pudiera encontrar y en crear proyectos junto a Richard, al que devolvería ciento por ciento toda la felicidad que él había sabido darle.

En algunos momentos, la realidad descrita por Derim, parecía querer imponerse creando una sombra de duda en su mente, pero Blanche se sentía capaz de apartarla y de dominarla ahora y en el futuro.

Una vez casados sabría rodear a Richard de las condiciones necesarias para que se sintiera feliz. Por experiencia, sabía que la voluntad de los hombres es frágil y mudable, sabía que la mayoría de ellos eran infieles a sus mujeres, bien con las negras, bien con prostitutas, pero muy pocos de ellos, dejaban por eso de quererlas y, menos si en sus casas encuentran comprensión y cariño.

Sabía de matrimonios en los que ambos tenían sus aventuras sin que ello creara el más mínimo problema.

Protegida del calor del sol bajo la lona de la carreta, Blanche apenas si se percataba de la presencia de Tiara. Si la hubiera prestado un poco más de atención, hubiera visto, que la joven la miraba de una forma reverente y casi de adoración.

Las pocas veces que Blanche la pidió el orinal para aliviar su organismo Tiara reaccionó con una prontitud y una buena voluntad encomiable.

Pero mientras Tiara vaciaba y limpiaba el utensilio Blanche volvía a sus pensamientos casi sin fijarse en ella.

Llegaron a Bigstone aún a tiempo de depositar el oro en el banco y de hacer una primera visita a la tienda de ropas en la que había comprado en el anterior viaje.

La vendedora la reconoció de inmediato y descolgó y mostró a Blanche cuanto esta deseó, sabiendo que tarde o temprano terminaría por hacer una buena venta.

Después, ya casi anochecido fue en busca del pastor que debía acompañarla al regresar a Viento del Norte.

Fue fácil convencerle, cuando Blanche le prometió cien dólares y unos días de buena comida y bebida, por celebrar una boda en la que el novio era un inválido que no podía desplazarse hasta su iglesia. El pastor. Un hombre alto, flaco y desgarbado, parecía más interesado por el dinero, que por el bien de las almas de sus feligreses.

No pareció importarle mucho abandonar su parroquia durante una semana a cambio del oro, que aceptó naturalmente, para destinarlo a obras en la iglesia y a la salvación de las almas.

Por la noche, excitada por todos los acontecimientos del día hizo que Tiara empezara a acariciarla.

Fue todo un descubrimiento. Pensaba que la joven, inexperta, la iba a producir poco o nada de placer. Recordaba los primeros escarceos con Camana y, como poco a poco había tenido que irla enseñando las peculiaridades de sus gustos y los ritmos con que disfrutaba. Pero se equivocó, Tiara parecía tener un don natural y una entrega que minimizaban su inexperiencia. Parecía sencillo, para ella, descubrir y juguetear con los puntos sensibles de su ama, alternaba los delicados roces de su lengua con mínimos mordisqueos, que hacían que a Blanche se la pusiera la carne de gallina por el placer y la excitación. Sus manos, unas veces delicadas y otras vigorosas, la dieron uno de los masajes eróticos más completos que jamás había recibido, incluso en ciertos momentos, tuvo la sensación de que en vez de ser una hembra sometida al capricho de su ama, parecía un joven macho sin pene buscando su propia satisfacción a través de las caricias que daba.

El resultado fue una serie de prolongados orgasmos que la dejaron exhausta de placer llevándola rápidamente al sueño.

Se despertó temprano y, tan pronto como abrieron las tiendas, fue entregando las notas de compras aun antes de que las carretas llegaran a estás y, fue de nuevo hasta la tienda de ropas acompañada de Tiara, a la que había hecho llevar uno de los tarros de perfume con el que ella misma se había perfumado.

La vendedora la recibió con una gran sonrisa y olió intensamente el halo que se desprendía de Blanche.

- Oh !. Que delicia, cuanto hace que no olía una cosa tan deliciosa.

- La gusta?.

- Mucho, Es suave y fresco, muy distinto a cuanto estoy acostumbrada a oler desde hace mucho tiempo.

- No venden nada parecido en Bigstone?.

- No, ese perfume seguramente resultaría demasiado caro para las gentes de aquí.

- Cómo cuanto cree que cuesta?.

- Una verdadera fortuna. Tan sólo una vez en mi vida compré algo parecido, fue para el día de mi boda, hace ya diez años y todavía conservo el frasco, el perfume se agotó hace ya tiempo, pero el frasco sigue todavía conservando su fragancia.

- Recuerda cuánto le costó?.

- Claro, cómo no he de recordarlo, me costó cincuenta dólares. - Si pudiera comprar otro tarro por diez dólares estaría dispuesta a comprarlo?.

- Por diez dólares, no me haga ilusiones, no se puede comprar algo así por diez dólares.

Blanche extendió la mano y Tiara depositó el frasco en ella. Con verdadera parsimonia Blanche destapó el frasco, tomó la mano de la vendedora y dejó caer en ella una gota.

Con ansiedad, la mujer se extendió la gota por el dorso y la acercó a la nariz, aspiro fuertemente e hizo un gesto de profundo deleite.

Blanche volvió a tapar el frasco y lo dejó en la rústica madera que servía de mostrador.

- Por diez dólares el perfume es suyo.

Antes de que Blanche tuviera tiempo de decir una nueva palabra la mujer había sacado los diez dólares y los había depositado en su mano.

Después de cerrado el trato Blanche pidió de nuevo a la vendedora que le mostrara los tres trajes que más le habían gustado la tarde anterior y, después de probárselos de nuevo para asegurarse de que la quedaban bien los compró.

Una vez empaquetados y en manos de Tiara, Blanche se despidió de la vendedora como si nada más la retuviera en su establecimiento. Estaba a punto de alcanzar la puerta cuando oyó decir a la mujer.

- No tendrá más, verdad señorita?.

- Más que?. Preguntó ella a su vez haciéndose la despistada.

- Más perfumes?.

- Si, claro que tengo más, la interesan?.

- Si, siempre que sean de la misma calidad.

- No, son mejores y más caros.

- Cuánto más caros?.

- No los vendería por menos de quince.

- Cuántos frascos tiene.

- No sé, alrededor de cincuenta.

Vio a la mujer echar cálculos rápidamente hasta que finalmente dijo.

- Se los compro todos a once cada uno.

- No, valen lo que he dicho.

- Estoy segura de que lo valen pero, yo no puedo pagar más de doce. - Blanche hizo un gesto como resignándose a tener que ceder su mercancía por el precio estipulado por la compradora y dijo.

- Voy a dejar los tajes y vuelvo con los frascos.

Aunque Blanche ardía en deseos de regresar con la mercancía para cerrar el negocio, se demoró cuanto pudo paseando por el pueblo tratando de provocar la impaciencia de la mujer. De esa manera sería más fácil cerrar la venta ya acordada.

Regresó a última hora de la mañana, en una arqueta de madera cuidadosamente alineados y protegidos Tiara transportaba los frascos bajo la atenta mirada de Blanche.

En pocos minutos la mujer se cercioró de que lo que contenían los frascos era efectivamente perfume y, dando muestras de alegría por el buen negocio que estaba haciendo pagó a Blanche el dinero convenido.

De regreso a la posada, Blanche no hacia más que pensar que sólo con el esfuerzo de dos hembras, durante unos cuantos meses, había obtenido lo suficiente para comprar otras dos hembras en el mercado de Natchez.

No es que tuviera intención de comprar más negras, en Viento del Norte había de sobra, pero si lo hubiera necesitado, lo hubiera podido hacer.

Al amanecer del día siguiente, cuando Blanche inicio el camino de regreso, el Pastor, la esperaba en el lugar convenido, montado en viejo caballo tan escuálido como su amo.

- Buenos días señorita Blanche.

- Muy buenos pastor Allen, hace mucho que espera?.

- No mucho, además todavía no hace calor pero tendremos un día caluroso.

- Eso parece, menos mal que dentro de la carreta estaré a la sombra.

- Claro, y además si lo necesita puede hacerse abanicar por la negra, apostilló el Pastor.

- Claro, contestó Blanche, cayendo inmediatamente en la cuenta de lo tonta que había sido no trayendo ningún abanico y, no haberse dado cuenta de comprar uno en el pueblo.

Continuará...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

    Relato protegido e inscrito en el registro de propiedad intelectual.