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Blanche (23)

en Grandes Series

Con palabras entrecortadas por los sollozos, la negra vino a decir que aquella misma mañana, había sido violada por tres hombres cerca de las cabañas de los negros.

A Blanche la pareció normal que la negra quisiera informar del incidente, pero no la gustó el tono reivindicativo de sus palabras así que una vez se hubo marchado, ordenó a Lama que aquella negra, junto con otras dos hembras jóvenes, debían atender a los hombres durante los días y noches que permanecieran en la plantación.

Cuando se encontró con el reverendo Allen y sus compinches, a la hora de comer les notó preocupados. Sin duda se habían enterado de la presencia de la negra en la casa y temían su reacción pero, se fueron relajando a medida que transcurría la comida y veían que no pasaba nada.

Por fin llegó la hora de la ceremonia. Hubo un gran contraste entre las ropas elegantes de Blanche y Richard y la desharrapada presencia de los testigos, que presentaban incluso, peor aspecto que algunos de los negros y negras que observaban la ceremonia desde fuera de la estancia, a través de la puerta abierta y las ventanas.

Sea como fuere, Richard y Blanche quedaron casados a media tarde y, la alegría y la fiesta se extendieron por la casa primero y, por la plantación después.

Las viandas preparadas en la cocina, fueron servidas por las negras vestidas para la ocasión, con ropas nuevas que más se parecían a los uniformes de servicio, que a los pardos sayones que usaban habitualmente.

Los testigos, una vez firmados los documentos, parecieron sentirse más libres de impedimentos convencionales y decidieron, no hacer caso a las repetidas señas que el reverendo Allen les destinó al ver que se sobrepasaban en la bebida. El resultado es que antes de la cena estaban borrachos y, sus voces estentóreas alteraban el ya precario orden de la casa.

La fiesta y la alegría, se había extendido fuera de la casa gracias a la abundante comida y bebida que generosamente se repartía a cuantos negros querían unirse a la celebración. A pesar del calor, fuera habían comenzado a sonar los tambores, mientras negros y negras se movían en un interminable y frenético baile que se prolongaría durante varios días.

Por fin Richard y Blanche se despidieron de sus invitados y se retiraron a sus nuevas habitaciones que englobaban buena parte de la zona frontal de la casa en el primer piso.

Discretamente Blanche esperó en una habitación contigua a que las esclavas que manejaban el transportín Richard le hubieran colocado en la cama para despedirlas.

Cuando entró en la estancia vio a su marido visiblemente preocupado, sin duda se sentía humillado y ansioso por el desagradable aspecto que su invalidez pudiera producir en su mujer.

Blanche entendió que ésta era la mejor manera de hacer que a él le pasara inadvertida su falta de virginidad.

Cubierta por un amplio camisón adornado con infinidad de puntillas se fue acercando a la cama fingiendo un temor que no sentía. Sabía que al alcance de la mano tendría el corcho que en los días anteriores se había fabricado.

Clavados en el corcho varios alfileres dejaban asomar una minúscula parte de sus puntas.

Se echó en el lecho al lado de Richard y esperó fingiendo un recato y un temor que estaba lejos de sentir.

Lentamente Richard se fue enardeciendo comenzando a prodigarla caricias que reavivaban cada una de sus fibras durante mucho tiempo ansiosas de las caricias del joven.

Las manos de Richard recorrieron sus pechos, su vientre, sus muslos. Lenta y metódicamente, el joven pasaba y repasaba su piel, arrancándola escalofríos de placer y excitación. Durante un buen rato ella se dejó hacer, tratando de ocultar sus deseos vehementes de ser ya de una vez penetrada por aquel a quien quería, pero luego, lentamente comenzó a participar en el intercambio de caricias con Richard.

Echándose sobre él fue acercando su rostro al del joven para permitirle que la besara. Pronto sus labios se fundieron y apretaron en lo que era el primer beso de casada. Un beso anhelado desde hacía mucho tiempo.

Aparentando timidez pidió a Richard permiso para apagar la palmatoria, que iluminaba tenuemente la estancia y, volvió junto al joven cuyo rígido sexo evidenciaba a las claras su estado de excitación. Las caricias preliminares aún se prolongaron un buen rato.

Poco a poco fue colocándose sobre él sintiendo, el contacto duro de su sexo a través del delicado camisón.

Fingiendo inexperiencia comenzó a frotar el sexo de su marido contra el suyo, como si intentara encontrar un camino hasta ahora oculto, incluso para ella misma.

Richard enardecido, parecía más y más fuera de sí, pero incapaz de dirigir por su inmovilidad, sus embestidas al punto adecuado.

Aprovechando un momento de quietud, Blanche cogió el corcho y lo dirigió rápidamente hacia su sexo ya altamente abierto y lubrificado. La bastó colocarlo en la entrada de sus grandes labios y presionar un poco para sentir, casi sin dolor, como las puntas penetraban en sus carnes abriendo minúsculas heridas destinadas a confundir con su sangre al joven.

Tras esta maniobra, se colocó de nuevo sobre Richard y, poco después dejó que su sexo entrara en ella una mínima parte, forzándole a presionar contra el hueso pubiano. Finalmente cambio bruscamente de posición y, dejándose caer con todo su peso sobre aquel ariete que trataba de abrirse un camino en su interior, sintió como el sexo de Richard se clavaba de golpe en su vagina.

Un fingido grito de dolor salió de su garganta, quedándose quieta y rígida durante unos segundos.

- Quieta cariño. Dijo Richard. No tengas prisa espera a que pase un poco.

Luego, lentamente Blanche comenzó a moverse, haciendo que el sexo de Richard entrara y saliera de ella reavivando, en su interior, sensaciones que casi creía olvidadas después de los meses transcurridos. Se dio cuenta de que a pesar de haber sido penetrada cientos, posiblemente miles de veces en su vida, ésta era una de las pocas que realmente había deseado.

Las manos de Richard seguían recorriendo su cuerpo centrándose reitiradamente en los pechos y en los pezones antes de recorrer de nuevo su vientre y sus nalgas.

Los minutos pasaron rápidos pero deliciosos. Blanche cambiaba a menudo de postura para regular el frotamiento del clítoris con el rígido sexo de Richard, porque sin ello hubiera llegado al orgasmo mucho antes que él. Tal era la fuerza de su deseo contenido.

Finalmente le sintió agitarse bajo ella, al tiempo que se sentía regada por los cremosos fluidos de su cuerpo de hombre, desencadenando el mecanismo de su propio placer.

Poco después, tras un prolobgado intercambio de besos, caricias, susurros y ternuras, ambos se quedaron dormidos. Richard abrazaba a Blanche desde atrás, como en un intento de protegerla de todo peligro.

Ella por su parte se había introducido la parte delantera del camisón entre los muslos bien apretado contra el sexo con el fin de que la sangre que estaba segura que todavía manaba de las minúsculas heridas lo fuera empapando durante la noche.

Despertaron tarde, muy tarde, mucho más de lo habitual pero antes de levantarse hicieron el amor de nuevo.

Sólo cuando Tiara, que había pasado la noche durmiendo ante la puerta de la habitación de sus amos, corrió las cortinas dejando penetrar la luz del día, Blanche fingió sorpresa y un cierto temor, ante la intensa mancha roja que adornaba el blanco camisón justo a la altura de su sexo.

Richard la contempló con una sonrisa de entre comprensión y jubilo, expresando con amables palabras la naturalidad de lo sucedido, en un tono que demostraba su amor por Blanche y, su deseo casi imperceptible de disculparse, por el daño que la noche anterior pudiera haberla hecho.

Blanche abandonó su fingido mohín de disgusto tan pronto como la negra la hubo cambiado de camisón, y entregado el sucio para que lo lavaran inmediatamente. Sabía que aquella pequeña mancha de sangre, sería la comidilla de las negras de la plantación durante varios días y, que llegaría a oídos de los testigos y del reverendo Allen, por ellos se sabría también en Bigstone.

Blanche dio orden a Tiara de ir a buscar a Camana, que por primera vez desde que era de su propiedad, había pasado la noche sola, durmiendo como solía hacerlo tumbada en el suelo, al lado de la cama de su ama. Era la mejor manera de tenerla a mano para satisfacer cualquier necesidad que se pudiera presentar durante la noche. Cuando ambas muchachas se presentaron ante ella, ésta se dio cuenta de lo fea que había quedado Camana, a raíz de la cicatriz que se había formado en su rostro como consecuencia del arrebato de furia que blanche había tenido hacia un tiempo.

Decididamente, a Blanche no la gustaba el nuevo aspecto de su esclava, y comienzo a pensar en sustituirla por otra hembra de aspecto más agradable.

No obstante, mandó a las dos muchachas a la cocina a buscar el desayuno que deseaba que les fuera servido en la cama.

Mientras las muchachas cumplían sus ordenes, dos de las hembras de Richard, se encargaron de sentarle en el transportín, ya que para él era más cómodo desayunar así que no sentado en la cama.

Mientras las hembras maniobraban moviendo a Richard, Blanche tuvo buen cuidado de fijarse en ellas, no quería ver en su actitud nada que la pudiera recordar que ellas, anteriormente habían acompañado a su marido durante muchas noches.

Por fortuna para todos, ni Richard, ni las hembras mostraron ninguna otra actitud que no fuera la rutinaria de las tareas que realizaban.

Poco después Tiara, arrodillada ante Blanche y Camana ante Richard, sujetaban las bandejas mientras sus amos degustaban los deliciosos manjares preparados por la cocinera de la casa para la ocasión.

Al terminar, Blanche dio orden a Camana de que acarreara el agua necesaria para tomar un baño.

Cuando esta avisó de que estaba listo se hizo acompañar por Tiara para que la atendiera debidamente.

No fue necesario que la diera demasiadas instrucciones, al igual que en el juego erótico, la muchacha parecía tener una intuición y una buena voluntad que satisfacía los deseos de Blanche mejor que Camana tras los muchos meses de aprendizaje.

Después del baño, Blanche comenzó a organizar de nuevo la vida de la casa momentáneamente alterada por los acontecimientos.

Mandó llamar a Lama y la dio las ordenes oportunas para que tanto la bañera, como aquellos muebles que consideró necesarios, fueran trasladados a las nuevas habitaciones y dispuestos según sus deseos.

Después se interesó en como habían pasado la noche los invitados.

Lama la informó que el hombre joven se había acostado borracho como una cuba y aún no se había levantado.

En hombre viejo, menos borracho que el joven se había pasado la noche trtando de montar a la hembra que el día anterior habían violado entre los tres, por su parte el reverendo se había conformado con una rápida cabalgada sobre una hembra, a la que Lama había ordenado hacerle compañía, antes de despedirla para dormirse.

Finalmente Blanche se reunió de nuevo con Richard y ambos fueron a dar un largo paseo por entre los frondosos arboles no lejos de la casa.

Hablaron poco debido a la presencia de las esclavas que manejaban el transportín, su presencia era poco apropiada para expresar los más íntimos sentimientos que bullían en el corazón de los jóvenes pero, finalmente Richard, intuyendo lo que pasaba ordenó a las esclavas que le depositaran en un lugar fresco y se alejaran hasta que él las llamara de nuevo.

Tanto él como Blanche sabían que las esclavas permanecerían cerca observándoles, pero ya el hecho de que no pudieran oírles era en si una liberación.

Pronto los dos recién casados comenzaron a hablar comunicándose la dicha que llenaba sus corazones y, dibujando ante sí un futuro de lo más halagüeño.

Pero de tarde en tarde, el semblante de Blanche se ensombrecía cuando Richard mencionaba el deseo de tener hijos.

Para Blanche, el hecho de no haberse quedado nunca embarazada hasta ahora a pesar de la vida que había llevado, la había parecido siempre una fortuna inmensa, pero ahora que el futuro se la presentaba de forma más halagüeña, y sobre todo sabiendo que Richard deseaba un hijo de ella que heredara toda su inmensa fortuna la hacia dudar de su capacidad reproductora.

Tan solo cuando este pensamiento la asalto se ensombreció un poco su semblante, pero se dijo que poniendo los medios adecuados, ella no tenía por que ser distinta de tantas y tantas mujeres que había conocido.

Llenos de felicidad reiniciaron el camino de regreso a la casa para reunirse con los invitados para comer.

El reverendo Allen y los dos testigos permanecieron en ¯iento del Norte durante cuatro días durante los cuales, todos los habitantes de la plantación celebraron el fausto acontecimiento del enlace matrimonial de Richard y Blanche.

Al quinto día, el vino y las abundantes comidas, dejaron de fluir desde la casa a los negros y todo comenzó a volver a la normalidad cotidiana cesando, también el ruido de los tambores, que los negros habían hecho sonar insistentemente todas las noches desde que los jóvenes se casaron.

Durante el día Blanche estaba ocupada en las mil pequeñas nimiedades que formaban la rutina de la casa, y seguía de cerca los trabajos de Derim, de la que iba aprendiendo infinidad de secretos todos relacionados con las plantas y, de los productos que de ellas se podían obtener, pero cada vez que tenía un momento libre se apresuraba a reunirse con Richard al que contaba los más mínimos detalles del acontecer diario de la plantación y sus proyectos inmediatos.

Alentada por éste, había decidido hacer un amplio jardín que ocupara toda la zona frontal de la casa, entre Richard y ella habían comenzado a trazar sobre papeles infinidad de dibujos de como querían que quedase el trabajo.

Pronto se dieron cuenta que sus ideas se complementaban, Richard tenía una gran capacidad para dibujar las líneas maestras de la obra, para trazar las grandes avenidas y situar los grandes árboles, que junto con las plazoletas, formarían la agradable estructura del jardín.

Blanche diseñaba los macizos de flores, combinaba los colores de las plantas y diseñaba un meticuloso sistema de regadío que permitiera que el jardín estuviera abundantemente irrigado.

Pronto comprendieron que una cosa imprescindible era abrir nuevos pozos, estratégicamente situados, para la obtención del agua necesaria y que éste era un trabajo que se podía empezar cuanto antes, sin tener en cuenta la época del año en que se encontraban.

Un día llamaron a Drum y le ordenaron que tomara los negros necesarios para empezar el primer pozo y le marcaron el sitio donde debía estar situado.

Fue una gozada para Blanche ver aquellos fornidos cuerpos brillantes por el sudor, empezar a arañar la tierra en busca del preciado líquido, bajo su atenta mirada y las ordenes oportunas de Drum.

Era delicioso ver como los grandes carretones de tierra removida se alejaban mientras el incipiente agujero iba profundizando más y más.

Una semana después, cuando el pozo alcanzaba la profundidad de ocho metros el agua manó abundante, y fue necesario que tres negros sacaran continuamente agua, para que otros dos, embarrados hasta las rodillas, pudieran seguir profundizando hasta llegar a los once metros. Allí hubo que suspender la obra por que la cantidad de agua que manaba era tal, que no se podía terminar de sacar cuanta salía.

Satisfechos y entusiasmados marcaron el emplazamiento del segundo pozo y comenzaron las tareas de excavación.

- No olvides Blanche, que hay que llevar los negros a Natchez, dijo un día Richard al verla tan entusiasmada, parecía haber olvidado que en aquellas fechas, era necesario partir para un largo viaje en el que materializaba en oro buena parte de las ganancias de la plantación. Blanche no había olvidado en absoluto que tenía que ir Natchez, es más, deseaba hacer aquel viaje no sólo para vender los negros, sino también para recuperar el oro que había dejado en el pozo, hacía ya un año. Lo que pasaba es que entusiasmada por el éxito inicial de las nuevas obras deseaba retrasarlo lo que fuera posible.

En tres días escogieron los treinta negros que habían de ser vendidos y prepararon las provisiones necesarias para el largo viaje.

Nuevamente Blanche hubo de enfrentarse a algo que siempre la había sorprendido, ver el temor de los negros elegidos reflejado en sus rostros, y oír los lamentos y los lloros de las hembras que eran sus madres, compañeras o amantes, ante la inminente separación.

¿Dónde estaba el fallo del sistema que permitía a aquellos animales tener sentimientos casi humanos?.

Finalmente Blanche hubo de separarse de Richard con verdadera desgana, e iniciar una auténtica aventura de resultados tan inciertos como lo habían sido para Peter Benson, el padre de Richard.

El día de la partida Blanche recordó a su marido que no se separara ni un instante del revolver, no quería tener que volver a ser su salvadora, suponiendo que llegara a tiempo.

Richard con una amplia y franca sonrisa la aseguró que no tenía por que preocuparse. También él en un año había aprendido muchas cosas, y la primera era el valorar su vida y la segunda el imponer su voluntad a aquel hatajo de negros.

Continuará...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

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