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Blanche (22)

en Grandes Series

- Habrá muchos invitados?. Preguntó el Pastor Allen.

- No, no habrá ninguno. Mi futuro marido no tiene familia y la mía vive demasiado lejos para que pueda venir. Dijo Blanche un tanto acomplejada por la falta de invitados.

- Pero eso no puede ser.

- Por qué?.

- Necesito al menos dos testigos para que el matrimonio sea válido. Blanche se dio cuenta de que se enfrentaba a un problema insoluble a menos que, Richard pudiera conseguir los testigos que el Pastor necesitaba.

- No tendría usted manera de resolver el problema?.

- Sí, naturalmente que sí, pero de haberlo sabido hubiera venido ya esta mañana con los testigos. Conozco a varias personas que estarían dispuestas a ser testigos de un agradable acontecimiento, sobre todo si se les pagan las molestias del desplazamiento.

- Cuánto pueden costar los servicios de esos testigos?.

- No sé, quizá se conformaran con diez dólares ...

A Blanche le pareció un precio justo ya que eran dos días de viaje, uno de ida y otro de vuelta, pero sintió ganas de molestar un poco al Pastor.

También podríamos pedir a cualquier viajero que nos encontremos cerca de Viento del Norte, que nos sirva de testigo. Estoy segura que nadie se negaría. De esa forma nos podríamos ahorrar los desplazamientos. No cree?.

El pastor Allen pareció sentirse molesto un momento y después añadió.

- Estoy seguro de poder convencer a dos amigos para que lo hagan por siete.

- Si les dice usted que podrán disfrutar de buena comida, buena cama y buena compañía durante unos días a lo mejor llegan a hacerlo por cinco.

- No sé, pero puedo intentarlo. Dijo finalmente el Pastor encaminando presuroso su famélico caballo hacia el pueblo. No quería discutir más con Blanche por miedo a que terminara por pedirle que lo hicieran gratis. Sabía que, naturalmente, cualquiera lo haría gratis sabiendo, que podría gozar durante unos días, de comida buena y abundante además, de los privilegios de ser huésped de una plantación donde había muchos esclavos.

- ¡Espéreme, regresaré lo antes posible, me temo que ninguno de los testigos tendrá caballo para poder darle alcance! Gritó desde lejos, volviendo al pueblo del que apenas habían terminado de salir.

Blanche le despidió con una sonrisa y mandó detener las carretas.

Aprobechó la parada para enviar a Tiara a comprar un abanico, la negra regresó con el encargo antes de que regresara el pastor Allen con los testigos.

No hubo de esperar mucho. Poco después el Pastor Allen regresaba con dos hombres. Un joven y un viejo, cuyo aspecto desharrapado no inspiraron ninguna confianza a Blanche, pero a los que autorizó a acomodarse en la otra carreta llena de bártulos.

Reiniciaron el camino y de nuevo el Pastor Allen puso su montura al paso de la carreta para seguir hablando con Blanche.

- Son de fiar esos hombres Pastor Allen?.

- Oh sí, son un poco borrachines pero no harían daño ni a una mosca. Su aspecto no la ofrece confianza, verdad señorita?

- Si quiere que le sea sincera, no, más parecen expresidiarios que testigos de una boda.

- Puede que su aspecto no sea muy agradable y, que les guste la bebida más de lo que sería de desear, pero son buenas personas, siempre dispuestas a hacer cualquier servicio. Aseguró el Pastor Allen.

De pronto Blanche se dio cuenta que estaba emitiendo juicios de unos hombres, a los que hacía un año hubiera atendido en la taberna de Moisés sin desconfiar para nada de ellos. Al fin y al cabo, la mayoría de sus clientes de aquella época no tenían mucho mejor aspecto que ellos.

- Señorita Blanche, Ha hablado usted de Viento del Norte?.

Preguntó el Pastor interrumpiendo sus pensamientos.

- Si, así se llama la plantación de mi prometido.

- No es allí donde vivía el viejo Benson?.

- Si, allí es donde vivía.

- Era un buen hombre que bajaba muy pocas veces al pueblo. Desde que murió su mujer, solo venía a Bigstone dos veces al año, cuando tenía necesidad de suministros. Pero no crea que viviendo ella venían mucho más, al principio sí, cuentan que cuando eran jóvenes venían con frecuencia al pueblo pero, después del accidente de su hijo dejaron de hacerlo, incluso cuando alguien se acercaba a la plantación, para hacerles una visita, venía diciendo que notaba en el comportamiento de los Benson cierta frialdad, frialdad que les hacia entender que no eran bien recibidos. De esta forma fueron perdiendo las amistades, pero cuando murió la mujer de Benson la cosa se acrecentó y, el viejo se volvió huraño, dicen que sólo vivía para su hijo, hasta que le mataron en Natchez. No sabía nada de su hijo hasta ahora que ha venido usted.

Cómo dice que se llama el joven?.

- Richard.

- Es verdad que está muy inválido?.

Blanche comenzó a sentirse molesta con las preguntas de Pastor.

- No cree que si tiene un poco de paciencia podrá usted verlo con sus propios ojos?.

- Si, claro, pero perdone que la moleste, se siente uno tan impresionado cuando ha oído hablar de ese joven como un niño y, de pronto le llega alguien con la noticia de que se casa.

- Es buena persona?, señorita Blanche.

- Creo que es la mejor persona que he conocido?.

- Ya, supongo que una vez casada con él, le hará usted volver al redil de la Iglesia. Verdad?.

- Tenga por seguro que haré cuanto esté en mi mano. Contestó Blanche divertida por que el Pastor pudiera pensar en ella como una aliada.

- Reconozco que para él debe ser difícil hacer este largo recorrido, para asistir a los oficios dominicales pero, estoy seguro de que si lo desea, podremos ponernos de acuerdo para que yo venga de vez en cuando a hacerles una visita y ocuparme de sus almas.

- Los caminos del señor son inexcrutables, nadie sabe cómo va evolucionar el alma humana, yo que usted no desesperaría de conseguirlo. Contestó Blanche divertida.

- Perdone mi indiscreción, señorita Blanche, Por qué se casa usted con él?.

- Pastor Allen, dijo Blanche dispuesta a acabar de una vez con un diálogo que cada vez le resultaba más molesto. Es usted un hombre de iglesia y me sorprende esa pregunta en sus labios. Que otra cosa me puede guiar hacia él que el amor?.

- Claro, claro, señorita. No era mi intención importunarla, pero cuando uno a vivido y visto tanto, a veces se pregunta uno las razones que los demás tienen para hacer lo que hacen. La voy a decir una cosa, ninguna de las muchachas casaderas de por aquí hubiera tomado en consideración al joven ... Cómo dice que se llama?.

- Richard

- Eso. Ninguna hubiera tomado en consideración al joven Richard, no al menos mientras pudiera elegir otro hombre.

- Pastor Allen. Por que no deja usted de molestarme ya respecto a mi prometido? No es suficiente con saber que le quiero?.

Perdone que sea brusca con usted pero es que esta noche he dormido mal y me duele mucho la cabeza.

- Claro, es natural, seguramente la emoción no la habrá dejado dormir.

- Es posible que sea eso. Si no le importa bajaré la lona a ver si puedo descansar un rato.

- Si, claro, es conveniente descansar, para una novia eso es importante, así estará más guapa el día de la boda. Dijo el pastor Allen, comenzando a alejarse de la carreta de Blanche.

Blanche ordenó a Tiara que bajara la lona pero no hizo nada por descansar. En lugar de ello prefirió espiar durante un rato por entre las rendijas de ésta, para ver si descubría algo anormal en el comportamiento de los testigos de Pastor Allen mientras Tiara la abanicaba tratando de aliviar el agobiante calor.

Quizá se alarmaba inútilmente, pero la idea de llevar a unos desconocidos a Viento del Norte, donde se encontraba el mayor tesoro que ella jamás había visto, y que nunca en su vida se había podido imaginar la ponía nerviosa.

Solamente la idea de que Richard y ella, eran los únicos que conocían su existencia y la forma de obtener el oro la tranquilizaba en parte.

Sin embargo sabía que el robo se había intentado ya dos veces y, aunque las trampas habían funcionado, nada impedía que éstas fallaran o que alguien con imaginación, fuera capaz de descubrir su funcionamiento.

Se sorprendió a si misma pensando en defender aquel oro que todavía no la pertenecía. De que distinta forma hubiera pensado de haber conocido su existencia hacia un año.

Recordaba como había llegado a la plantación para obtener los tres mil dólares, que según ella el viejo Benson la había escamoteado, y como poco a poco, la forma de ser tratada por Richard, la habían ido cambiando los sentimientos hasta llegar a quererle y a desear casarse con él, no sólo por su dinero.

Por unos momentos reparó en la similitud de pensamientos expresados por el Pastor Allen y la vieja Derim.

Los dos la habían preguntado por que deseaba casarse con él inválido Richard Benson?

- ¡Quizá las mentes de todos los brujos piensan igual!, se dijo, con una sonrisa en los labios.

El resto del día discurrió tranquilo. Hicieron una corta parada para comer y Blanche se disculpó de nuevo pretextando un agudo dolor de cabeza que la impedía reunirse con sus acompañantes. Desde la carreta les vio comer y beber, quizá un poco más de la cuenta, pero nada en su comportamiento indicaba que los temores de Blanche fueran fundados. Richard la esperaba impaciente y después de recibir al Pastor y a los que iban a ser los testigos de la boda, expresó su alegría ofreciéndoles a todos, una magnífica cena que las esclavas de la cocina habían preparado en su ausencia.

Aquella noche, la última que Blanche esperaba pasar de soltera, ordenó a Tiara ir a dormir ante la puerta que conducía a la bodega, con la orden de alborotar toda la casa, si alguno de los hombres recién llegados intentaba descender a ella.

Sin embargo en ningún momento la asalto la duda que a cualquier otra joven en sus circunstancias la hubiera asaltado?

Cómo sería su primera noche de casada? cómo se las apañaría para que Richard no descubriera, que su virginidad, se había perdido hacía ya muchos años.

Era un problema resuelto, al menos en parte, por la experiencia de otras mujeres que como ella se habían dedicado largos años a la más antigua profesión del mundo. Blanche sabía lo que tenía que hacer cuando llegara el momento. Estaba segura que Richard no la sometería a reconocimientos o palpaciones como las que sufrían las negras y negros antes de ser comprados.

Despertó temprano, casi al amanecer, se sentía inquieta y alborozada. Las esclavas bajo las ordenes de Lama hacía ya rato que habían empezado las tareas domésticas de preparación para la ceremonia y se sintió reconfortada ante la idea de no tener que ocuparse de nada, sabía por referencias, lo ajetreados que resultan para una novia, los días anteriores a la ceremonia y agradeció no tener que ocuparse de nada, ni siquiera de atender a los invitados ya que no los había. Estaba el reverendo Allen y los testigos pero, a esa hora estaba segura, que dormirían todavía plácidamente.

Sin nada que hacer, decidió dar un largo paseo por los campos cercanos a la casa. Fue en busca de Tiara y la encontró durmiendo atravesada en la puerta de la bodega, tal y como ella la había ordenado la noche anterior.

Blanche esbozó una sonrisa de satisfacción al ver a la muchachita cumpliendo tan a rajatabla sus ordenes.

Cautelosamente se acercó a ella y poniendo un pie bajo su barbilla la movió el rostro.

Tiara se despertó sobresaltada, pero al darse cuenta de que quien la despertaba era su ama, se apresuró a besar repetidamente el calzado de Blanche.

- Ven, Vamos a dar un paseo.

La joven negra se levantó presurosa y, restregándose los ojos, siguió a su ama.

A aquella hora de la mañana, los campos despertaban frescos y acogedores, antes de ser recalentados por el sol y daba gusto caminar por entre los frondosos árboles que rodeaban la casa.

Lentamente se fue alejando en dirección a los barracones de los negros. También para ellos era fiesta y no dudaba que se preparaban para celebrarlo a su manera ruidosa y poco entendible para los blancos.

A medida que se fue acercando comenzó a molestarla el olor que emanaba aquel lugar. El estercolero próximo no tardaría en apestar bajo los rayos del sol.

Tratando de escapar del olor subió por una suave colina cubierta de árboles, desde donde se divisaba completamente los barracones de los negros. Allí sentada al fresco, permaneció un buen rato observando los movimientos habituales de los negros, que a esas horas salían de sus chozas, para aliviar sus vejigas llenas de toda la noche.

Ni ella ni Tiara perdían detalle de como los machos, sacaban sus miembros erectos al aire antes de impulsar su fuerte chorro delante mismo de los barracones. Blanche observo de reojo a Tiara para ver si aquellas visiones alteraban el estado de animo de una hembra jóven.

Pero Tiara no parecia mostrar el menor interes en ver a los negros orinando.

Las hembras por el contrario se alejaban de las chozas y buscaban un lugar más o menos recóndito para satisfacer sus necesidades.

Estaba a punto de levantarse para regresar a la casa, cuando vio que por el camino que conducía a los barracones de los esclavos caminaban, con precauciones, el reverendo Allen y los dos hombres. Alarmada ante la idea de que intentaran alguna fechoría, se llevó precipitadamente la mano al lugar donde debía haber estado el revolver, quedando momentáneamente desconcertada al no hallarlo.

- Que se propondrán?. Pensó Blanche viéndolos progresar por el camino.

Llegaron a la desviación que subía a la colina donde se encontraba y pasaron adelante dejándola a un lado.

Blanche se tranquilizó un poco. O no la buscaban a ella o habían perdido su pista.

De pronto, los tres hombres corrieron a esconderse detrás de unos matorrales, al oír que alguien se acercaba por el camino.

Efectivamente un negro pasó poco después muy cerca de ellos sin percatarse de su presencia.

Una vez que el negro se hubo alejado, Blanche los vio moverse de nuevo detrás de los matorrales, pero no salieron otra vez al camino. Poco después una joven hembra avanzaba hacia ellos sin saber que estaba siendo observada.

Llegó a la altura de los matorrales y Blanche vio como el reverendo Allen salía interceptándola el paso.

No pudo saber que hablaba el reverendo con la negra, pero vio a ésta como intentaba retroceder alejándose de él, negando con la cabeza.

Antes de que la negra tuviera tiempo de nada los otros dos hombres la asaltaron por detrás, sujetándola por los brazos. Rápidamente la sacaron del camino y atravesando los matorrales y arboles que lo bordeaban la llevaron hasta un claro relativamente cerca al observatorio de Blanche.

Allí la arrancaron la harapienta saya que cubría su desnudo cuerpo y después de forcejear un rato con ella la tumbaron sobre la reseca tierra.

Fue necesario que cada uno de los hombres la sujetara una pierna para que el reverendo atinara por fin, a introducir su miembro en las entrañas de la negra.

El reverendo fue rápido, en pocos minutos debió regar a la hembra con su semen, ya que no tardó en ponerse en pie cediendo su lugar al más viejo de los hombres.

Este por el contrario, fue excesivamente lento y Blanche desde su observatorio, vio como se hundía y salía del sexo de la negra cientos de veces antes de que diera por concluida su faena.

El joven optó por hacer que la negra se arrodillara ante él y le chupara el sexo durante un buen rato antes de descargar la semilla en su boca.

Concluido el incidente los tres hombres salieron de nuevo al camino olvidándose de la negra.

Blanche los vio encaminarse de nuevo a la casa, mientras la negra apoyada contra un árbol, vomitaba como si deseara arrojar de su cuerpo por este método, cuanto aquellos hombres habían introducido en él. Al principio Blanche se sintió perpleja, había quedado claro que aquellos hombres no tenían ninguna gana de hacer daño a nadie, tan solo de divertirse un poco con alguna negra. Esto era lógico, pero el hecho de que la esclava no perteneciera a ninguno de los tres, hacía que su acción no fuera tan honorable como parecía.

Finalmente se sintió divertida, posiblemente ella había sido la causante, en parte, de su acción, ella debía haber previsto la noche anterior, que aquellos hombres necesitaban compañía y, haber destinado una hembra a cada uno de ellos, en lugar de obligarles a usar los tres la misma. Seguramente distraída por sus propios pensamientos no había respetado las más elementales normas de hospitalidad.

Ya de regreso a casa, tras los pasos de los hombres, se preguntó si no habrían pedido permiso a Richard para montar a la negra?.

Estas cosas se resuelven mejor entre hombres pensó, pero se dio cuenta de que ésto no podía ser, ya que Richard les hubiera atendido como debió hacerlo ella, nunca les mandaría a buscar una negra por los caminos. En la casa había suficientes como para poder atenderles convenientemente.

Durante el desayuno, ni Blanche ni ninguno de los tres hombres hicieron la menor mención del incidente. Todos comieron en abundancia y los testigos bebieron hasta que el reverendo les hizo una seña enérgica de que no debían beber más.

El resto de la mañana Blanche lo pasó supervisando las labores de las esclavas y dando los últimos toques a su atuendo ya que la ceremonia estaba prevista para media tarde.

Poco antes de comer, Lama vino acompañada de una negra a la que Blanche no conocía, pero que por sus modales asustadizos parecía tener algo importante que decir.

Continuará...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

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