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Las 4 rosas (49)

en Grandes Series

Era fantastico sentirse rodeada de aquella aureola de cariño y respeto.

El banquero dio muestras de una gran alegria al verla.

- Benditos los ojos que te ven de nuevo Blanche. Como has sido capaz de pasar tanto tiempo sin venir a verme ?.

- Lo mismo digo, hace tiempo que esperaba que vinieras a mi casa.

- De verdad esperabas eso? Si lo hubiera sabido puedes estar segura que hace dias que hubiera pasado, tenia muchas ganas de volver a verte y ademas siento una verdadera curiosidad por ver de una vez esa casa. Espero que en ella no te aceche ningun peligro ?.

- Creo que los peligros han pasado ya.

- No puedes imaginarte como me alegro, he estado muy preocupado por tu seguridad pero no me he atrevido a visitarte porque tenia miedo de ser inoportuno.

Por favor cuentame lo que encontraste y como te las arreglaste para resolverlo.

- Al principio pase mi miedo pero felizmente todo ha podido solucionarse. Respondio Blanche evasiva.

Durante unos instantes Maurice guardo silencio como invitandola a continuar pero al ver que Blanche no lo deseaba dijo.

- Supongo que tu visita no solo estara motivada por nuestra amistad, en que puedo servirte ?.

- Me propongo reconstruir unas chabolas que se han hundido con el tiempo y no se a quien debo dirigirme para obtener los materiales necesarios y a quien puedo buscar para que realice la obra.

- Sera mucha cantidad ?.

- No, realmente no, son unas chabolas que estaban dedicadas como almacen de aperos de labranza.

- Piensas dedicarte al cultivo de algo?.

Blanche esbozo una sonrisa y dijo.

- Dios me libre, solo faltaba que ahora me fuera a dedicar a la agricultura, tu sabes muy bien a lo que deseo dedicarme.

- Entonces no entiendo por que quieres reconstruir unos almacenes, claro que mucho mas descabellado me parecia lo de la casa y fijate como ha salido.

Esta claro que de ti se puede esperar cualquier sorpresa.

- No tonto. Bueno ya sabes a que pienso dedicarme, eso incluye a aquellos negros que tengan posibilidades.

Maurice abrio desmesuradamente los ojos, era evidente que no entendia lo que Blanche queria decir.

- Supongo que seran muy pocos, no creo que te interese atender a los negros por lo que ellos pueden pagar.

Blanche solto una carcajada.

- Piensas que seria yo quien los atendiera?.

Maurice parecia cada vez mas perplejo. Realmente no sabia que decir.

- No, naturalmente que yo no quiero saber nada con los negros, serian mis negras y los atenderian en esos barracones.

- Ah!, dijo Maurice visiblemente aliviado, por un momento crei que querias decir que atenderias tu personalmente a los negros.

- No, ni siquiera me parece bien que entren en la casa, por eso quiero reconstruir esos barracones y hacer una pequeña division en la finca de forma que ambas cosas sean independientes.

- Eso me parece mucho mas acertado, supongo que tu, al igual que yo te habras dado cuenta de la enorme cantidad de dinero que mueven los negros hoy en dia. Parece mentira, no se muy bien de donde lo sacan pero lo cierto es que lo tienen.

- Tendran amos muy generosos . Dijo Blanche.

- Si, debe de ser eso porque sino no se explica, aunque yo me inclino mas por pensar que se hacen con ese dinero a base de pequeñas raterias que a sus amos les pasan totalmente desapercibidas.

Realmente ninguno mueve grandes cantidades pero son tantos y tan continuamente que te asustarias si supieras cuanto mueven.

- Por lo que deduzco de tus palabras apruebas mi idea.

- Naturalmente, ojala tuviera yo una forma tan simple de acceder a su dinero. Me gustaria mucho que hubiera una forma legal de hacer que un negro pudiera ingresar su dinero en mi banco. Dijo Maurice riendo.

- No te preocupes, si mi idea tiene exito buena parte de su dinero vendra a tu banco. Dijo Blanche riendose y haciendo reir a Maurice.

- Bueno volviendo a lo que te interesa, creo conocer lo que necesitas, estoy seguro que el señor Heimann podra atenderte correctamente. Yo te dare una tarjeta para el. Dijo Maurice empezando a escribir inmediatamente.

Blanche recibio de manos de Maurice la nota y tras leerla la guardo convenientemente.

- Si quieres puedo hacer que alguien te acompañe hasta la fabrica del señor Heimann.

- Te lo agradeceria porque no me apetece la idea de comenzar a buscar ese hombre sin saber donde encontrarle.

- No te preocupes yo hare que alguien te acompañe pero, antes de irte quiero que sepas una cosa Blanche ... dijo Maurice poniendose intensamente colorado.

Blanche intuyo que Maurice queria decir algo personal pero que no se atrevia.

- Tu diras ?.

- Le he dado muchas vueltas pero no encuentro ninguna forma de decirtelo sin correr el riesgo de ofenderte.

- Pues si ahora no lo dices puedes estar seguro de que me sentire ofendida.

- Te deseo desde que te conoci, me gustaria mucho que pudieramos pasar un rato juntos.

- Ya te he dicho que mi casa esta a tu disposicion, puedes venir cuando quieras.

- Te parece bien esta tarde?.

- Por que no te vienes ahora conmigo, podemos hacer una visita al señor Heimann y despues pasamos por mi casa.

Maurice reflexiono un momento y dijo.

- Por que no? lo que tengo que hacer puede esperar.

En ese caso a que esperamos, mi carruaje esta ahi fuera.

Maurice agito la campanilla y un empleado penetro en el despacho.

- He de salir un rato con la señora Benson. Seguramente no regresare esta mañana, si alguien me necesita que sepa que estare a su disposicion esta tarde.

- Bien señor Rednes, puede marchar tranquilo. Yo me hare cargo de todo.

Señora. Dijo finalmente el hombre haciendo una señal de saludo hacia Blanche.

Esta hubo de contener la risa ante la excesiva ceremonia del hombre. Seguro que si supiera lo que iban a hacer su jefe y ell no se hubiera sentido tan servicial.

Momentos despues Blanche y Maurice acomodados en la cabina del confortable carruaje recorrian la ciudad dirigiendose hacia la fabrica del señor Heimann con las cortinas de las ventanillas corridas para evitar que la gente pudiera ver lo que ocurria en el interior del carruaje.

Casi desde el primer momento Maurice deslizo una de sus manos entre los muslos de Blanche mientras con la otra la acariciaba los senos.

A pesar de todo se notaba que Maurice no deseaba dedicarse a fondo, sin duda pensaba que seria mucho mejor si se reservaba para cuando estuvieran en casa de Blanche.

No tardaron mucho en llegar y Blanche se hubo de arreglar precipitadamente las ropas antes de que Drum viniera a abrirles la portezuela.

Blanche estuvo segura de que el inteligente esclavo se habia dado cuenta de lo que habia pasado en el trayecto pero como es logico permanecio con la mirada baja tratando de no molestar a los blancos.

El señor Heimann era un hombre extremadamente joven, posiblemente no pasara de los veinte años, pero parecia eficiente y conocedor de su oficio, en muy poco tiempo se puso de acuerdo con Blanche en los materiales que podia necesitar en la obra asi como de proporcionarle las cuadrillas de albañiles que fueran necesarios.

Pero lo mas halagador para Blanche fue darse cuenta que su fama la habia precedido al comprobar el respeto y la deferencia con que el joven la trataba despues de que Maurice la hubo presentado como la dueña de Las Cuatro Rosas.

- Que tal marchan las cosas señor Heimann? Pregunto Maurice una vez hubieron concluido el trato.

- Marchan bien señor Rednes pero me temo que no va a ser posible salir a flote.

- Dificil lo tiene, pero siempre se puede producir un milagro.

- Yo no creo en esas cosas pero ...

A Blanche no la interesaba demasiado la conversacion de los hombres pero si se sentia atraida por las maquinas que engullian enormes cantidades de tierra llevada hasta sus bocas por una fila interminable de esclavos.

Otros negros desplazaban con una habilidad pasmosa los ladrillos a traves de una cadena de esclavos antes de que quedaran apilados en grandes montones desde donde serian cargados en las carretas.

Blanche no pudo evitar fijarse en las durisimas condiciones de vida de aquellos negros, desconocia el trabajo de las minas pero aquel trabajo debia ser muy parecido.

Los negros eran ejemplares inmensos, dotados de una fuerza descomunal pero aun asi se notaba en sus cuerpos la fatiga y desgaste producido por el enorme trabajo diario.

Los capataces armados de largos latigos no dudaban en usarlos contra aquellos negros que se rezagaban en el manejo de los pesados ladrillos o de los grandes cuevanos cargados de tierra o materiales.

Sus cuerpos cubiertos de marcas y llagas reflejaban claramente la dureza del trabajo que realizaban.

Cuando Maurice y el señor Heimann terminaron de hablar regresaron al carruaje y volvieron hacia la ciudad.

- Pobre hombre. Dijo Maurice.

- Pobre por que?. Pregunto Blanche intrigada por la frase.

- Porque ahi donde le ves, es un gran trabajador, merecedor de mejor destino del que le espera.

- Por que?

- Podia ser un hombre rico, estaba destinado a heredar una gran fortuna y no heredo mas que una inmensa deuda.

Por unos instantes Blanche se sintio molesta de que el caso del señor Heimann se interpusiera entre Maurice y ella.

Durante el tiempo de espera, Blanche habia supuesto que cuando regresaran al carruaje Maurice reiniciara el juego donde lo habia dejado para llegar a casa justo en el momento en que sus cuerpos estuvieran mas a punto para el juego erotico. En lugar de ello tenia que aguantar el rollo de un joven que la traia completamente sin cuidado. La abundante humedad que mojaba su braga la recordaba el jeugo interumpido.

- Como es eso? Pregunto Blanche tratando de no desairar a Maurice.

- El señor Heimann padre, era un hombre todavia joven, un hombre jovial y lleno de vida. El y su hijo formaban una pareja fenomenal, mientras el hijo se ocupaba de la fabrica el se hacia cargo de la comercializacion de los productos, y ultimamente habian terminado por comerse a todos sus competidores. Nueva Orleans es una ciudad grande en la que se esta construyendo continuamente pero ellos solos llegaron a copar practicamente todo el mercado.

Hace dos años el señor Heimann decidio que seria bueno ampliar y renovar toda su maquinaria en el convencimiento de que entre el y su hijo serian capaces de pagar los cuantiosos gastos que la operacion requeria pero al poco tiempo el señor Heimann padre murio dando al traste con todas sus ilusiones.

El hijo trato de sustituir al padre y estoy seguro de que lo habria conseguido si hubiera tenido tiempo, pero los acreedores se le van a echar encima.

Hace un año tuvo que hipotecar la fabrica para hacer frente a los pagos y dentro de un mes vence el plazo.

Hay tienes una inversion hecha para que fructifique durante cuarenta o cincuenta años pero que el no disfrutara, se lo quitaran todo.

Quiza en otro momento Blanche se hubiera sentido atraida por la historia del joven señor Heimann pero en esta ocasion se limito a extender su mano comenzando a frotar la entrepierna de Maurice hasta que sintio que bajo su mano el sexo del hombre comenzaba a ponerse rigido recordando aquellos tiempos en que los clientes la pedian que lo hiciera, o lo hacia por propia iniciativa, para hacer mas corto el encuentro.

Este se olvido rapidamente del señor Heimann y comenzo a prestar a Blanche la atencion que se merecia.

Pronto notaron como las ruedas del carruaje botaban sobre las calles empedradas y despues fue apenas un momento el necesario para que este se detuviera en el interior de Las Cuatro Rosas.

Esta vez Blanche ni siquiera se molesto en arreglarse las ropas cuando Drum vino a abrirles la portezuela.

Precipitadamente subieron al cuarto de Blanche y ante la sorpresa de Tiara se amaron con intensidad y pasion largamente.

Blanche tuvo la sensacion de que recuperaba el tiempo perdido.

Los potentes y ritmicos embates del banquero despertaron el deseo dormido. No se sintio puta, se sintio hembra, hembra deseosa de provocar pasion, hembra desosa de gozar del fuego del sexo.

Sus muslos se abrian acogedores, como si con aquella actitud comunicara a su amigo el deseo de que profundizara en ella mas de lo que permitia la misma naturaleza.

A veces sus piernas se cerraban alredor de la cintura del hombre, acariciaban sus nalgas, rodeaban sus piernas mientras las manos acariciaban la espalda, los costados, el pecho.

Sabia que gemia, sabia que suspiraba, notaba que con cada penetracion las palabras se escapaban de su boca. Palabras sin sentido, murmullos de placer que deseaba compartir con su amante.

Notaba las manos de Maurice recorrer erraticas su cuerpo, apretar sus pechos, acariciar los pezones, a veces se introducian bajo las nalgas apretandolas para hacer el contacto mas intimo. Y la presencia ritmica y enloquecedora de aquel delicioso intruso que llenaba y vaciaba su cuerpo. Que removia las fibras mas sensibles e intimas haciendola sentir toda clase de placidos escalofrios.

Por momentos perdia el control de lo que pasaba, aquellos besos profundos donde los labios y las lenguas tenian un papel importante la hacian sentirse transportada a paraisos de sensaciones infinitas, intensas, deliciosas. Aquellos labios y aquella lengua que jugaba con los pezones como si de un bebe grande se tratara. Aquellos dientes que sabian rozarla con la intensidad justa para que fueran una intensa caricia.

Habia dejado de ser la puta indiferente, habia dejado de ser el ama egoista ocupada tan solo de su propio placer, se habia convertido en la hembra deseosa de compartir, de entregarse, de devolver cien veces mas placer del que recibia, de entregar su cuerpo al disfrute de su amante. Se imaginaba los labios de su sexo rodeando aquel ariete como si los de una planta carnivora se trataran, unos labios deseosos de engullirlo, de aspirarlo en toda su longitud y dureza.

Deseosos de compartir con el las infinitas sensaciones de placer y pasion.

Sintio los labios de Maurice recorriendole el cuello despertando gozosos escalofrios, sintio sus dientes jugando con el lobulo de las orejas, sintio su boca rodeando la oreja entera, percibio su agitado aliento como un murmullo de pasion, sintio la lengua acariciar y recorrer todos los reconditos pliegues.

Aquellos labios y aquella lengua recorrieron las axilas, el interior de los brazos, los costados obligandolos a tomar posturas inverosimiles para no perder el contacto de los sexos y el ritmo de los movimientos.

Oyo aquel indiscreto sonido de chapoteo que a veces producia su sexo cuando se encontraba muy excitada y lubricada. Aquel sonido a veces molesto por que demostraba la complicidad de su cuerpo en un juego que a veces no deseaba. Esta vez lo oyo con alegria, con agradecimiento, como un motivo mas de gozosa excitacion. Un chapoteo con el que su cuerpo de hembra comunicaba a su amante el deseo.

El leguaje de los cuerpos, un leguaje mas preciso que las palabras completaba sus acciones.

Un halo de olores conocidos, olor a hembra excitada, a cuerpos calientes, a saliva secandose sobre la piel agradecida, a pasion desatada, los rodeaba como si quisieran dar testimonio del deseo desenfrenado.

Finalmente el extasis estallo pillandola por sorpresa. El cuerpo parecio convertirse en el recipiente de la carne palpitante de gozo. Sus musculos latieron sin control como si una voluntad propia los impulsara, como si el placer hubiera ocupado el cuerpo sometiendolo a su maravilloso capricho.

Solo cuando sus cuerpos y espiritus se sosegaron Maurice pregunto.

- Cuanto te debo por tus servicios.

Blanche esperaba la pregunta, sabia que en algun momento volveria a reencontrarse con su antiguo oficio pero respondio haciendose la ofendida.

- Por favor Maurice sera mejor que dejemos ese tema, no me gustaria que nuestra amistad se empañara por cuestiones de dinero.

- Perdona si te he ofendido, pero creo que haces mal, cada servicio tiene un precio y no es conveniente mezclar los sentimientos con los negocios.

- Crees que me he acostado contigo por dinero?

- Una vez mas Maurice la miro desconcertado antes de responder.

- Suponia que si.

- Pues te equivocas, me he acostado contigo porque me apetecia y por que me ha dado la gana.

- No se puede decir que no seas clara.

- No, no se puede decir y para que tampoco tengas miedo de posibles implicaciones sentimentales he de aclararte que me acostare con todos aquellos que crea conveniente, unas veces cobrando y otras sin cobrar.

- Me maravillas Blanche. Dijo Maurice riendo.

- Tambien yo me sorprendo a mi misma a veces. Quieres comer conmigo?

- Me gustaria pero no puedo, ya sabes lo ocupado que estoy dijo Maurice tratando de incorporarse.

Espera no te precipites. Dijo Blanche haciendo una seña a Tiara, seña que esta entendio rapidamente.

Continuara...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

    Relato protegido e inscrito en el registro de propiedad intelectual.