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Blanche (17)

en Grandes Series

Al día siguiente, aunque deseaba iniciar el camino de regreso al amanecer prefirió retrasarlo hasta que una vez abierto el banco hubo depositado en él, su oro y el sobrante de las compras ordenadas por Richard.

Ningún incidente turbó el camino de regreso y a la caída de la tarde llegaba a Viento del Norte, donde Richard la esperaba impaciente desde hacia ya horas.

Blanche no tardó en explicarle que el motivo de su retraso era que había esperado hasta la apertura del banco para depositar el oro.

- Ese fue un consejo que yo di a mi padre algunas veces antes de que muriera, pero no me hizo caso y esa fue la causa de su muerte.

Decía que estaba más seguro aquí.

- Pero aquí alguien podría tener la tentación de robarlo.

- Eso le decía yo.

- Y no lo intentó nunca nadie?.

- Si, por dos veces, pero en ambas ocasiones la trampa funcionó.

- Quieres decir que en el pozo, debajo de la losa hay dos cadáveres?. Preguntó alarmada ante la idea de que había estado pisando sobre ellos.

- No. ya sólo son esqueletos podridos, pero estuvieron apestando durante mucho tiempo.

Blanche se quedó sorprendida unos instantes y, cuando reaccionó, fue para entregar a Richard el resguardo del dinero que había depositado en el banco y uno de los revólveres de los dos que había comprado.

- Toma, será mejor que aprendas a usarlo por si algún día lo necesitas.

- Para que lo voy a necesitar estando tu?.

- Yo no estaré aquí eternamente, además en ocasiones tendré que ausentarme y dejarte solo. Nunca se sabe que pueden hacer los negros.

Un velo de tristeza cubrió el rostro de Richard antes de preguntar.

- Deseas marcharte Blanche?.

- No. Richard, no deseo marcharme, aquí estoy muy agusto pero convendrás conmigo que no puedo quedarme aquí siempre.

- Por qué no Blanche?.

- Algún día tendré que irme, pero aunque no fuera así no quiero volver a estar preocupada por ti cuando tenga que ir a Bigstone.

Quiero saber que te quedas protegido y siendo capaz de defenderte a ti mismo en caso de necesidad.

Las ultimas palabras de Blanche devolvieron la alegría al rostro de Richard y dijo.

- Eres magnífica. Gracias a Dios por haberte enviado aquí.

Poco más duró la conversación aquella noche, Blanche cansada por el viaje prefirió acostarse temprano pero no olvidó confirmar ante el espejo como sus huesos antes salientes se habían ido cubriendo de carne hasta casi desaparecer, sus senos se habían afirmado y aumentado de volumen y sus nalgas y muslos habían tomado una forma mucho más femenina que la que tenían antes, La antigua "Larguirucha" se había ido convirtiendo en una bella joven.

Antes de acostarse recordó de nuevo su llegada a Viento del Norte. En aquella noche lluviosa, la casa la ofreció un aspecto de dejadez que se le había quedado grabado, por el contrario ahora al regresar ofrecía el aspecto de limpieza y orden que ella deseaba.

Ni una mota de polvo, la plata reluciente y limpia, las alfombras raídas por el uso, pero de una limpieza impecable.

El suelo brillante por el continuo mantenimiento a que lo sometían las esclavas. Y todo ello conseguido si que ella hubiera tenido que hacer el menor trabajo ni esfuerzo. Definitivamente la gustaba aquel tipo de vida en el que unos trabajaban y otros disfrutaban.

La cocina era un ejemplo de limpieza y orden, la loza siempre en su sitio y dispuesta, la leña ordenada y apilada correctamente, los alimentos almacenados y protegidos.

La habitación de Richard la inspeccionaba regularmente, pocas veces había encontrado algo fuera de su sitio o sucio pero cuando ésto había ocurrido no había dudado en llamar a Lama y poco después la culpable era castigada con el castigo dictado por Blanche.

La verdad es que Blanche tenía que intervenir pocas veces ya que

Lama tenía autoridad para imponer orden por propia iniciativa.

Lama había montado un servicio de lavandería permanente de tal forma que cualquier ropa sucia que pudiera haber era retirada inmediatamente por la esclava encargada y lavada en el momento.

En cuanto a sus dependencias, eran atendidas por Camana, que prácticamente no las abandonaba jamás y Tiara que se había convertido en la sombra de Blanche, la seguía allí donde fuere y siempre estaba a mano para cumplir sus ordenes.

Regularmente Blanche hacía una inspección a toda la casa, incluso de las dependencias que no se usaban comprobando que todo estaba limpio y ordenado.

El mismo orden que exigía en todo, lo exigía también en las dependencias de las esclavas y, cuando pasaba revista la interesada debía estar presente y arrodillada ante su jergón para responder en caso de falta.

En poco tiempo Blanche había diseñado un perfecto engranaje que funcionaba continuamente sin tener que ocuparse de él.

Richard por su parte, cuando consideraba que algún cambio debía producirse se lo comentaba y veía inmediatamente cumplido su deseo.

Por ejemplo Blanche recordaba que con motivo de la inauguración del transportín Richard había rechazado una de las hembras elegida por Blanche argumentando que era más débil que las otras y temía que su debilidad fuera a producir un accidente.

Blanche sustituyo a la negra por otra más fuerte y, la interesada la destinó a transportar el agua que la casa necesitaba continuamente. Por cierto que desde que Richard la había regalado la bañera la cantidad de agua que se necesitaba había aumentado considerablemente.

En la cocina siempre había un enorme caldero de agua caliente que cubría ampliamente las necesidades de la casa.

Cuando se necesitaba uno o varios machos para realizar algún trabajo pesado en la casa, Lama avisaba a Drum y éste se encargaba de proporcionárselos pero su permanencia en la casa estaba estrictamente limitada al tiempo que eran necesarios para efectuar el trabajo. Al finalizar la jornada una parte de las hembras de la casa eran autorizadas por Lama a regresar a sus cabañas y, pasar la noche con sus negros o con sus familias.

De esta manera Lama tenía un control más sobre las hembras y su comportamiento, ya que si ella no lo autorizaba no podría salir de la casa.

Blanche, ni se metía, ni la importaba que las negras se apareasen con los machos cuando no estaban de servicio en la casa e, incluso cuando alguna se quedaba preñada y su comportamiento lo merecía era autorizada a dejar de prestar sus servicios en la casa.

De esta forma fomentaba dos cosas, un servicio excelente y que la producción de los vientres de las negras no bajara. Al fin y al cabo eran los negros lo que se cultivaba en aquella plantación y había que dar facilidades para la siembra y la fructificación de la semilla.

Sin embargo no la gustaba mucho la idea de que las negras y los negros planificaran entre ellos algo de tan vital importancia. Recordaba como la sorprendió la primera vez que una negra vino a plantearla que deseaba su autorización para formar pareja con un macho y, para construir una nueva cabaña en el barrio de los negros. Tan sorprendida se quedó que hubo de recurrir a los consejos de Richard para solucionar el problema sin alterar las viejas costumbres de la plantación.

Durmió de un tirón aquella noche por la fatiga del viaje pero en sus pensamientos antes de dormir se mezclaban continuamente las escenas del castigo de la negra en la herrería de Bigstone.

Al día siguiente, después de la clase, Richard,transportado por las negras, y Blanche se alejaron de la casa en busca de un lugar apropiado para realizar las prácticas de tiro.

Llenaron el aire de estampidos y olor a pólvora quemada llevando la inquietud al espíritu de las negras y los negros que se acercaron a ver que pasaba con tanto estruendo pero no fueron capaces de hacer un solo blanco en aquel primer día.

Sólo después de tres días de prácticas comenzaron a ver los resultados alcanzando los primeros blancos que no se debían a la casualidad.

Unos días después Blanche hubo de realizar el segundo y último viaje de la temporada a Bigstone llevando consigo una segunda olla de oro que deposito en el banco por consejo de Richard.

Volvió, además de con todos los encargos, con una impresionante cantidad de munición ya que la que había traído en el anterior viaje se había consumido casi en su totalidad.

Practicaron durante unos días más, hasta tener la seguridad de que si no eran unos perfectos tiradores, si eran suficientemente buenos como para salir de un apuro en caso necesario.

Una semana después, Blanche puso en marcha una de las ideas que se la habían ocurrido en Bigstone.

Hizo llamar a Derim, la vieja que había preparado para ella el perfume que guardaba como oro en paño y, la ordenó que la dijera lo que necesitaba para empezar la fabricación de un nuevo frasco de perfume.

Al principio la vieja pareció reacia pero cuando Blanche la dijo que durante el tiempo que durara la fabricación podía vivir en la casa y comer de las sobras de la cocina, la vieja cambio de actitud volviéndose mucho más comunicativa.

Blanche tuvo la deferencia de dejarla escoger un cuartucho, con lumbre, donde se trasladaron ella y su hija Barza, junto a las perolas, los cacharros y las hierbas que usaban en la fabricación de los potinges.

Dejó que la vieja comenzara a organizar su "laboratorio" y tomó la precaución de visitarla frecuentemente, permaneciendo en silencio viéndola actuar. Estaba interesada en ir aprendiendo los rudimentos de aquella "ciencia" de la que había oído hablar.

Poco a poco se fue ganando la confianza de Derim, cada cosa que la vieja pedía para ella, para su hija o para el laboratorio le era proporcionado inmediatamente y Blanche se encargaba personalmente de que así sucediera.

En silencio, observaba los trabajos de Derim y de Barza, las veía hacer los preparados, moler las plantas, hervirlas durante horas y horas, tamizarlas y finalmente obtener pequeñísimas cantidades de licores todos ellos de penetrante olor agradable.

Un mes más tarde, después de que Derim retrasó cuanto pudo la obtención del preparado, tuvo en sus manos un nuevo frasco de perfume.

Como obsequio por su trabajo, Blanche entregó a cada una de las mujeres un dólar y las preguntó si deseaban continuar fabricando perfume para ella?

La vieja Derim, que esperaba ser devuelta a su mísera cabaña recibió la noticia con alegría pero objetó que ya no podrían fabricar el mismo perfume hasta el próximo verano, ya que en primavera deberían recoger algunas de las plantas que se les habían acabado. Blanche preguntó si podían hacer otro tipo de perfume o alguna otra cosa.

Derim pareció ver el cielo abierto al darse cuenta que mientras continuara satisfaciendo los deseos de su ama, tenía la comida, que no siempre eran sobras, y la seguridad de la casa para ella y para su hija.

Ya sin tanta parsimonia, las dos mujeres se pusieron manos a la obra y en poco más de quince días Blanche tuvo el tercer frasco en sus manos. No era igual que los dos primeros, pero no los desmerecía en nada. Mientras tanto la rutina de la casa continuaba, Richard continuaba enseñándola y de vez en cuando ambos salían para hacer largos recorridos, Blanche montada a caballo y Richard transportado por las esclavas. El transportín se había convertido ya en una pieza irremplazable en la vida de Richard y, en el paisaje, tanto externo como interno de la casa.

De vez en cuando, aprovechaban las salidas al campo para llevar con ellos los revólveres y, practicar lo suficiente como para no perder ni agilidad ni puntería, pero Blanche se sentía cada vez más desazonada.

Su cuerpo, que al principio de llegar a Viento del Norte, parecía haberse aliviado de tener que someterse continuamente a los caprichos de los hombres, empezaba a resentirse de la larga abstinencia a que se veía sometido, máxime cuando por delante de ella circulaban continuamente hembras preñadas que bamboleaban orgullosas sus abultados vientres.

No tenía más que pasear por los barracones de los esclavos para que esta visión se hiciera casi permanente.

Era lógico, los machos casi sin ningún trabajo que hacer, se dedicaban a fornicar tanto como les venia en gana, siempre que encontraran una hembra dispuesta, y estas no parecían poner muy alto el listón de su virtud, además los negros, sobre todo algunos negros, no parecían aceptar fácilmente una negativa de la negra a la que deseaban.

Era raro el día, en que entrando en las cabañas, o paseando por los alrededores de éstas, no sorprendía a alguna pareja fornicando.

Los resultados eran fáciles de apreciar, y no sólo por los hinchados vientres de las hembras, también porque se producían continuos partos que aumentaban el numero de animales de la plantación.

Partos que no planteaban ningún problema ni a ella ni a Richard, las negras se atendían unas a otras y criaban sus mamones lejos de la casa, allí donde no podían molestarles con sus continuos berridos.

De vez en cuando una hembra, un mamón o un negro moría, pero eran los mismos negros los que se encargaban de enterrarlos y Blanche sólo se enteraba cuando Drum venía a decírselo para que Richard lo borrara de la larga lista de negros vivos.

Tenía razón Richard cuando decía que los negros necesitaban muy poco para vivir, la mayoría lo hacían de la producción de sus huertos y de los animales que criaban.

Sólo las negras que trabajaban en la casa y, los negros que acudían a ella para hacer algún trabajo, obtenían de vez en cuando alimento suplementario, bien del que para ellos se cocinaba en la cocina de los negros, bien de las sobras de los blancos.

Llegó el invierno y con él los largos días de aburrimiento y monotonía, las salidas y entradas de la casa se reducían al mínimo imprescindible y, las tareas casi nulas, no llevaban a Blanche más tiempo del que quisiera dedicarles.

Cada hembra, conocía su labor y su responsabilidad y, Lama apoyada siempre por Blanche gobernaba eficientemente.

Los días trascurrían lentos, entre las largas charlas con Richard y la supervisión de los trabajos de Derim y su hija, que deseosas de agradecerla el cálido cobijo, al que nunca le faltaba leña, que les había proporcionado, parecían poseídas de febril actividad fabricando perfumes que finalmente, habían decidido guardar en una gran garrafa a falta de los pequeños recipientes adecuados al contenido.

Richard, al principio se había extrañado al ver a la vieja Derim deambulando por la casa pero cuando Blanche le explicó su propósito de fabricar perfume para posteriormente venderlo, la alentó en su iniciativa aclarándola que no deseaba participar en los beneficios que de ellos se pudieran obtener.

Durante este periodo Blanche fue enterándose de los dimes y diretes de las hembras de las casa y, de los negros con quien se relacionaban.

Bastaba para ello, escuchar sin intervenir en las conversaciones de las negras más que cuando deseaba dar una orden que era cumplida al instante.

De esta forma se enteró que Barza, la hija de Derim tenía un macho que la visitaba cada noche. Consciente de que no estaba autorizado a permanecer en la casa y, que si era sorprendido en ella sería severamente castigado, entraba por la ventana del cuarto de Barza y tras permanecer con ella toda la noche, salía por el mismo sitio al amanecer, mucho antes de que en la casa nadie empezara a dar señales de vida.

Y supo que como Barza había otras hembras, sobre todo aquellas que por su trabajo no estaban autorizadas a salir de la casa al llegar la noche.

Sentada al calor de la lumbre, con los pies apoyados sobre el vientre o los pechos de una negra para tenerlos calientes, permanecía horas y horas viendo el variable movimiento de las llamas y, escuchando discretamente lo que las hembras comentaban cuando consideraban que no eran oídas o que su dueña dormitaba sin reparar en sus conversaciones.

Por el mismo procedimiento se fue enterando de las costumbres amatorias de Richard.

Imposibilitado como estaba de usar las piernas, se echaba boca arriba en el lecho y dejaba que fuera la hembra elegida, la que se empalara en su miembro erecto. A partir de ahí, era la hembra, la encargada de realizar todo el trabajo hasta que el joven la regaba con su semilla.

Pero el joven no permanecía totalmente inactivo. Sus manos acariciaban, apretaban o pellizcaban los cuerpos de las negras, sus tetas y nalgas parecían ser blanco frecuente de sus apetencias y caricias. Incluso alguna se quejaba, de vez en cuando, de un pellizco o un mordisco aplicado demasiado ardientemente por su amo en los pezones o en cualquier otra parte del cuerpo.

Y tambien descubrió que Richard no se privaba de usar a su capricho cualquiera de los tres agujeros que el cuerpo de cualquier negra ponía a su disposicion. Incluso que el joven solía usar sucesivamente los tres orificios en una misma sesion y por el orden qe mas le apetecía.

Pero la sexualidad de Richard no era fácil de satisfacer, privado de otros ejercicios parecía que en éste, demostraba su vitalidad contenida.

Era rara la noche que no se hacia montar por una hembra de la forma descrita, pero cuando esto no ocurría era por que se había hecho masturbar o chupar por alguna negra previamente.

Todas estas informaciones iban conformando en Blanche un estado de insatisfacción y celos que apenas si se veía compensado por el uso cotidiano y cada vez más prolongado que hacía de la boca, la lengua y los dedos de Camana, que por cierto no había vuelto a decir palabra desde la celebre noche de su llegada a Viento del Norte.

En una ocasión que estaba particularmente nerviosa, se levantó a media noche, con la intención de comprobar con sus propios ojos si lo que se contaba de las visitas de los machos a la casa era cierto y, sorprendió a cinco hembras que dormían acompañadas por machos y otras cuatro que dormían juntas formando dos parejas.

Pero lo que más la extrañó fue comprobar que Barza,la hija de Derim, permanecía despierta y con una vela encendida.

Continuara...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

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