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Blanche (26)

en Grandes Series

Y buena parte de la culpa la tiene ese Trican, es buen macho, tan bueno que ella esta enamorada de él, y le quiere para ella nada más.

- No sabrá Trican que Barza es libre, verdad?.

- No, creo es de lo único que he podido convencerla durante todo este tiempo. Que no se lo diga a nadie.

- Escucha Derim, si algún día llega a saberse que ella es libre me veré obligada a echarla de la plantación. No podría soportar los reproches del amo. Prefiero mil veces que se vaya, se la daría como fugitiva pero te aseguró que no se la buscaría demasiado.

- Espero que no haga jamás esa tontería.

- Bueno, dijo Blanche confortada por la idea de que Barza sabría guardar su secreto, cómo podemos resolver las necesidades de tu hija?.

- No hay nada que resolver ama. Ella recibe unos dólares a la semana por su trabajo, que trabaje más y seguro que usted no se negara a que la den comida en la casa. Para Blanche esta era una solución ideal, una solución ideal además tomada por la madre de la propia interesada pero se preguntaba, por qué Derim, que había llegado incluso a inculparse de un crimen que no había cometido por defender a su hija, se volvía ahora contra ella no apoyando sus peticiones.

Evidentemente el puesto de Lama era mucho más interesante y reconfortante que la vida que Derim deseaba para su hija.

- Por que dices que ella debe dedicarse a tener hijos?.

- Por que es la única misión importante de una hembra.

- Pero tu no tuviste más que a Barza, por que?.

- No ama, yo tuve nueve hijos, cinco de ellos murieron y los otros tres fueron vendidos hace años.

Sin saberlo, Derim había vuelto a poner el dedo en la llaga de Blanche. Parecía que todos, tanto blancos como negros consideraban que la misión más importante de una hembra o de una mujer, quizá la única, era tener hijos, cuantos más mejor y ella al menos hasta ahora no había conseguido quedarse preñada.

Tratando de disimular sus sentimientos Blanche dijo.

Me gustaría que Barza se dedicara con intensidad a preparar perfumes y a enseñar como hacerlo a otra negra, crees que puede?.

Por unos momentos Derim se quedó mirándola en silencio, luego dijo. - Claro que puede hacerlo, pero lo haría yo mejor.

Blanche pudo comprobar, por el tono de sus palabras, que Derim se sentía molesta al creer que su ama deseaba apartarla de lo que ella sabía hacer mejor que nadie.

Para ti tengo una misión más importante.

- Cual ama?.

- Quiero que te dediques sólo a enseñarme a mi.

- Yo la enseño todo lo que me permite el tiempo que usted quiere pasar conmigo.

- Ya lo sé, pero quiero que me dediques cuanto tiempo sea posible y no para enseñarme a preparar perfumes, de eso ya se un poco, ahora quiero que te dediques a enseñarme a preparar medicinas y venenos.

Una sonrisa pícara deformó el viejo rostro de la negra y dijo.

- Podemos empezar cuando usted quiera.

- Si, pero para eso debes ayudarme a convencer a Barza, ella debe dedicarse a los perfumes, no quiero su fabricación se suspenda.

- Déjelo en mis manos. Es tozuda, muy tozuda, pero creo que podré convencerla.

Una vez llegado a un acuerdo con Derim, Blanche no tenía mucho que hacer allí así que se marchó para que la vieja rumiara como debía convencer a su hija.

Dos días después una parte de los cacharros usados por Derim fueron trasladados a la choza de Barza.

Cuando Blanche volvió a hablar con Derim ésta la confirmó que había sido capaz de convencer a Barza para que aceptara la tarea, e incluso se atrevió a sugerir a Blanche que una tal Nancary, fuera la elegida para que Barza la enseñara.

- Por qué Nancary?.

- Nancary es más o menos de la misma edad que Barza y ya desde que era niña demostró tener interés en aprender lo que yo hacía, venía mucho a nuestra choza y se pasaba horas y horas viéndome manejar las hierbas.

Yo diría que tenía más interés que mi propia hija. A menudo me acompañaba al campo y siempre me estaba preguntando algo que interesaba a su cabeza infantil.

- Por qué no la enseñaste también a ella.

- Verá, ni yo ni mi hija tuvimos nunca buena fama entre los negros. Saben que tenemos poder de hacer el bien y el mal y la única forma que tienen de defenderse contra el mal es alejarse de nosotras, así que los padres de Nancary la prohibieron venir a mi choza. La niña insistió hasta que su madre la dio una paliza tan grande que casi la mata.

- Nunca has usado tus conocimientos para sanar?.

- Si, muchas veces, son muchos los negros y negras que han recurrido a mi para que les curara, pero lo han hecho en secreto y cuando ya no les quedaba más remedio. Algunos de ellos viven todavía gracias a mis remedios, otros murieron a pesar de ellos.

- Has matado a muchos.

- Si, también a muchos.

- Y lo dices tan tranquila?.

Por unos momentos Derim pareció sorprendida por las palabras de Blanche, parecía como si se sintiera ofendida por su cortedad de miras.

Luego hizo un gesto como disculpándola y dijo.

- Se me olvidaba que usted debe tener poco más de veinte años y que a esa edad, por muy inteligente que se sea hay ciertas cosas que necesitan explicación.

- Explícate. Dijo Blanche molesta también por las últimas palabras de Derim.

- A visto usted morir a mucha gente?. A vivido con ellos sus últimos tiempos antes de morir?. A vivido sus últimas horas?.

- No, no mucha.

- Y negros. A visto morir a muchos negros?.

- Si, a unos cuantos.

- Cuántos de ellos cree usted que hubieran preferido una muerte rápida y sin dolor a morir en la forma en que lo hicieron?.

- La mayoría, contestó pensando un momento en la larga y terrorífica agonía que había tenido Bare cuando ella llegó a la plantación y en otros casos de negros a los que sus amos habían sometido a terribles torturas antes de que murieran.

- La muerte, por desgracia, no suele ser ni rápida ni placentera para nadie, ni blancos ni negros se libran del dolor, del sufrimiento o del miedo, por eso, muchas veces durante mi vida he tenido que administrar pócimas que o bien matan directamente, o acortan la vida a cambio de disminuir el dolor.

- Confías en esas pócimas para ti misma si fuera necesario.

- Claro. - Quieres decir que si algún día fuera necesario pedirías que te las administraran a ti misma?.

- No, preferiría administrármelas yo.

- Por qué?.

- Por que es difícil obligar a otro, y más cuando ese otro te quiere, a matarte.

- Pero puede llegar un momento en el que no puedas valerte por ti misma o no tengas fuerzas para preparar la pócima deseada.

- O que no tenga la lucidez necesaria como para saber como actuar. Remachó Derim.

- Eso.

- En ese caso espero que alguien se apiade de esta pobre vieja.

- Luego, al igual que los demás, tienes miedo a la muerte.

- Si, contestó Derim, con una leve sonrisa deformándola el rostro.

- Luego me mentiste, negra.

- Cuándo?.

- Cuando me dijiste que ni tu ni tu hija teníais miedo al dolor o la muerte.

- Si, la mentí, pero la ocasión merecía la pena, verdad?. Contestó acentuando la sonrisa y haciendo una mueca de complicidad. Blanche se quedó profundamente intrigada y decepcionada a la vez preguntándose cuando había mentido la negra. Si cuándo aseguró no tener miedo a la muerte o ahora.

- Jugaste fuerte negra.

- Jugué muy fuerte ama, pero la vida de mi hija estaba amenazada y ... yo creo que mereció la pena.

- Yo creo que también. Término diciendo Blanche con una sonrisa que diluyó la tensión acumulada.

- Ve a buscar a Nancary, quiero conocerla.

No tardó mucho Derim en encontrar a Nancary y llevarla a la presencia de su ama.

Era una joven espigada de una mirada vivaz que parecía querer escrutar cuanto la rodeaba a la primera ojeada. A pesar de su aspecto tímido, era la primera vez que entraba en la casa y se veía en presencia de su ama, Blanche se dio cuenta que la muchacha debía tener su genio y una despierta inteligencia que bien usada podía serla de gran utilidad.

- Me han informado de que cuando eras pequeña tenías interés en aprender las artes de Derim. Es cierto?.

- Si, ama.

- Te gustaría aprenderlas ahora?.

Blanche no hizo la pregunta para saber si la negra daba su conformidad al nuevo destino en que deseaba emplearla, pero estaba convencida de que si contaba con su asentimiento su aprendizaje sería más rápido y su trabajo más productivo.

Por unos instantes la negra levantó la vista, como sorprendida de la pregunta que se la hacía.

- Si ama, me gustaría, contestó con entusiasmo.

- Desde mañana irás a vivir a la choza de Barza, ella te enseñará cuanto debas saber y la ayudarás en todo lo que sea necesario.

De esta forma tan simple decidió quien había de ser la heredera real de los conocimientos de Derim. Barza sólo sería un instrumento temporal para que no decreciera el ritmo de producción durante el tiempo que pensaba robarle a Derim.

A partir de ese día Blanche permitió que Barza y Nancary recibieran la comida que se les daba a las demás negras de la casa.

Mientras los trabajos del jardín continuaban a buen ritmo y, Richard se encargaba de supervisarlos haciendo sonar insistentemente su armónica, Blanche dedicó todo cuanto tiempo quiso a aprender de la vieja Derim sus más complejos y oscuros secretos. Durante muchas semanas salían temprano al campo para recoger las hierbas y el resto del día lo pasaban macerándolas, hirviéndolas, filtrándolas, exprimiéndolas para finalmente obtener unas gotas de un licor que tenían que destruir ya que no podían experimentar sin levantar sospechas.

Las relaciones entre Richard y ella eran alegres y fructíferas, pocas veces estaban en desacuerdo pero cuando lo estaban Richard terminaba por ceder, implícitamente reconocía la supremacía intelectual de Blanche y además le estaba profundamente agradecido por los largos meses de felicidad que ella había sabido proporcionarle.

Aunque hacía tiempo que habían dejado de dar clase por que Blanche había aprendido ya cuanto Richard podía enseñarle. Blanche dedicaba todos los días un rato a escribir en su libreta de notas, cuanto Derim la había enseñado el día anterior. Era una forma de agilizar y mantener el nivel alcanzado, además de fijar conocimientos que algún día podían serla de utilidad.

De vez en cuando se ocupaba de recordar a Richard que debían salir al campo a practicar con los revólveres.

Cuando llegó el invierno la infraestructura del jardín estaba prácticamente acabada y tan sólo había que esperar a la primavera para comenzar a plantar.

Drum había hecho frecuentes viajes durante el verano y el otoño a Bigstone, para abastecer de los materiales necesarios para la construcción de las acequias de regadío y, en uno de ellos Blanche había ido con él para llevar a la tienda de ropas la nueva remesa de perfumes que había prometido, así como para comprar un rifle que según ella faltaba para dar más seguridad a la casa.

Durante el largo invierno la vieja Derim comenzó a sugerir a Blanche, cada vez con más frecuencia, que fuera ella misma la que comenzara a hacer los preparados. En ocasiones Blanche sorprendía a la vieja mirándola como ensimismada antes de dar su aprobación a alguna manipulación de las que Blanche estaba haciendo.

Blanche se sentía cada vez más segura, al principio había tenido que soportar las frecuentes rectificaciones de Derim, pero ahora se sentía cada vez satisfecha de los avances realizados.

Pero el principal tesoro que recibió de Derim durante aquellos meses no fue, a pesar de ser mucho, el largo aprendizaje de como escoger y manipular las plantas, sino el cómo dosificar y utilizar las pócimas preparadas para obtener los resultados apetecidos. Blanche estaba privada de la experimentación que le hubiera dado las pautas de como utilizar aquellos brebajes, así que anotaba cuidadosamente cada uno de los comentarios que Derim hacía sobre los efectos y la forma de comportarse de cada uno de ellos.

Finalmente Blanche llegó a descubrir que Derim no había mentido aquel día ya lejano, cuando con mirada desafiante la había dicho que si ella o su hija querían no saldría viva de aquella habitación. Un día, al entrar Blanche en el cuartucho de Derim descubrió una jaula con dos asquerosas y repugnantes ratas de las que recorrían a cientos el basurero y también las chozas de los esclavos. Nada más verlas a Blanche se le erizo el vello, tal era el asco y el miedo que la infundían aquellos animales.

Pero se abstuvo de hacer comentarios ya que sabía que Derim no era partidaria de hacer experimentación con animales, por lo tanto si estaban allí era por alguna razón muy especial.

Efectivamente la negra estaba dando los últimos toques a unas bolas de polvo blanco ligeramente inferiores al tamaño de las que usan los niños para jugar a las canicas.

Una vez terminadas las manipulaciones Derim puso las dos bolas en la palma de la mano y pidió a Blanche que cogiera una y se la tomara. Blanche hubo de hacer un acto de fe, sabía muy bien que en aquella bola podía ir una muerte espantosa, pero al ver la tranquilidad de Derim, y sobre todo el saber que la negra no debía tener nada contra ella, la animó a tomarla sin demasiada preocupación.

Por otro lado sabía que, si la negra hubiera querido, hacía tiempo que hubiera podido matarla sin tener que contar con su participación. Al principio no sintió nada pero transcurridos unos minutos comenzó a sentir que se mareaba. Miró hacia Derim y notó que a ella debía de pasarla lo mismo ya que su mirada no era tan fija como siempre. - No se pierda nada de lo que va a pasar. Dijo la esclava tomando de encima de la mesa lo que parecía una simple piedra de color oscuro.

- Mire, mire a las ratas.

Blanche fijó su vista en los animales que en la jaula daban muestras de vitalidad y desconfianza moviéndose incansablemente tratando de encontrar la forma de salir de su encierro.

La mano de Derim introdujo la piedra en un recipiente que había encima de la mesa. En unos instantes un intenso burbujeo se produjo al entrar en contacto la piedra con el líquido del recipiente mientras las ratas caían fulminadas patas arriba. Derim mantuvo un instante más la piedra en contacto con el líquido y después lo sacó.

De pronto vio a Derim ponerse tensa mirando hacia la cortina que cerraba el acceso al cuartucho, los pasos de un negrito, seguramente de pocos años corrían hacia ella como si tuviera intención de entrar.

Derim completamente concentrada en aquella cortina movió negativamente la cabeza, como si quisiera comunicar al inoportuno visitante que no debía entrar.

Como recibiendo el mensaje, los precipitados pasos se cortaron en seco durante unos instantes, antes de que comenzaran a alejarse tan precipitadamente como se habían acercado.

Todavía el mareo duró unos minutos más, pero no era un mareo desagradable como aquellos otros que Blanche había sentido en algunas ocasiones durante su vida. Era un mareo en el que el cuerpo parecía haber perdido peso y que flotaba libremente en el aire.

Cuando miraba a Derim la veía plácidamente sentada con una expresión de felicidad y relajación que la infundía tranquilidad. Lentamente su cuerpo fue ganando de nuevo peso hasta darse cuenta que al igual que Derim ella también estaba sentada en uno de los míseros taburetes que había en el cuartucho y no tardó en sentirse con fuerzas suficientes como para ponerse en pie.

Derim se la adelantó y vino a darla la mano para ayudarla a levantarse.

- Que a pasado, Derim?.

- Nada, ya ha desaparecido el espíritu.

- Qué espíritu?.

- El espíritu de la muerte.

- Ha estado aquí?

- No lo ha visto?.

- No.

- No ha visto morir a las ratas?.

- Si.

- Eso a ocurrido por que yo he liberado el espíritu de la muerte.

- Está en la piedra?.

- No lo sé. No sé si en la piedra o en el líquido, pero cuando se juntan, el espíritu se libera y mata a todo lo que toca a menos que se esté convenientemente protegido.

- La bola.

- La bola es el protector.

- Que hubiera pasado si el negrito hubiera entrado?.

- Hubiera muerto al igual que las ratas.

Blanche no salía de su asombro, la parecía mentira haber estado tan cerca de la muerte y no haber notado más que un ligero mareo mientras a su alrededor moría cuanto había tenido vida. Un escalofrío recorrio su cuerpo.

Continurá...

Datos del autor/a:

    Nombre: Adela.

    E-mail: aadelaa@yahoo.com

    Fuente: Historia originalmente publicada en la lista de correo "morbo".

    Relato protegido e inscrito en el registro de propiedad intelectual.