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Mi antiguo trabajo (1, el inicio)

en Voyerismo

Mi antiguo trabajo (I, el inicio)

Hoy te escribo para contarte lo que me ocurrió en el antiguo trabajo. Yo llevaba poco tiempo en Barcelona, hablo idiomas, conozco de ordenadores y programas, pero no tenía ningún título oficial reconocido en España, así que cuando me propuse buscar trabajo, lo tenía difícil. Además, al acabar de llegar, mi acento era muy deficiente, se notaba que venía de Rusia, hablo bien el español, pero el acento… me delataba.

Me ofrecieron dedicarme a limpiar oficinas, a cuidar ancianos,… pero nada mínimamente para alguien preparado. Bueno, por supuesto, también me hicieron un montón de proposiciones deshonestas (y eso que procuraba ir siempre vestida muy recatada), pero a eso ya estoy acostumbrada.

Así que empecé a buscar yo sola en anuncios en la prensa o en revistas especializadas. Buscaba algo en una oficina y me harté de enviar curriculums a los que nadie me respondía. Después empecé a adjuntar la foto al currículum, y aumentó el número de entrevistas ;-). Pero siempre me pedían alguna titulación oficial de la que no disponía.

Entonces empecé a ponerme minifalda para las entrevistas y la cosa cambió. Soy una buena profesional, pero nadie me permitía demostrarlo! Al fin alguien me puso un ordenador delante y me pidió que hiciera una carta, que la archivara o enviara por mail,… en fin, alguna tarea mínima donde poder demostrar que podía ser útil en una oficina. Por supuesto no podía trabajar en una gran empresa, porque allí tienen procedimientos y exigen títulos oficiales, tenía que moverme entre empresas medianas y pequeñas donde era el mismo superior el que me entrevistaba y quería conocer si le solventaría problemas o le crearía problemas.

Pese a todo, no era fácil, más aún cuando debían ayudarme a conseguir los papeles oficiales de residencia (tenía sólo un permiso temporal de trabajo que me había conseguido un conocido previo pago, pero ahora necesitaba una empresa donde trabajar y que me permitieran convertirlo en permiso de residencia permanente).

Total, que por una u otra no había manera. Hasta que me llegó la llamada de una empresa tecnológica que importaba y exportaba equipos. Allí necesitaban inglés, ruso y español, que son mis idiomas, y que pudiera hablar por teléfono en cualquiera de ellos y entenderme con clientes y proveedores. Les dije que yo podía y me citaron para la entrevista.

Cuando fui, recuerdo que era un miércoles a media mañana, llegué a una oficina en una calle del ensanche de Barcelona, una oficina muy normal. Al llamar me contestan por el telefonillo y me abren, subo al tercero y allí llamo a la puerta y un chico de unos treinta años muy bien puestos ;-) me abre y me hace pasar. Era un caos, la oficina era un caos de poca gente, pero hablando continuamente por teléfono, impresoras y ruidos de conversaciones. Me llevó a una zona un poco más tranquila para que esperara al jefe mientras acababa con una llamada.

Me senté y crucé las piernas. Iba sexy pero nada descarado, quería que se fijaran en mi, pero con una apariencia mínimamente profesional, así que aunque vestía falda, me llegaba a medio muslo (aunque marcaba mi perfecto culito) y calzaba zapatos de tacón (que me hacen esas piernas tan preciosas ;-)). Blusa y chaqueta completaban el atuendo. Llevaba un portafolios con mi currículum y algunas hojas con anotaciones de otras empresas que me puse a ojear para matar el tiempo, aunque pronto lo dejé para examinar los catálogos de la mesita baja que había en esa especie de sala de espera. Me puse en pie a ojearlas, con lo que mi posición era un tanto… con el culito parado y yo con las piernas rectas ojeando los catálogos de productos técnicos. De repente oí un suave carraspeo detrás de mi.

Apareció Don José, un hombre maduro, con algo de barriga y bigote. No llevaba chaqueta y venía algo acelerado. Se le escapaba una sonrisa bajo el bigote, supongo que por la vista disfrutada ;-) "Eres Sandra?", "Sí" repuse mientras tomaba mi portafolios y me disponía a seguirle. Me llevó a su despacho, un despacho acristalado pero con vidrio ahumado que respetaba su intimidad. A la entrada había una mesa vacía con ordenador y papeles encima, supuse que sería para la secretaria, pero no parecía ocupada, sino sólo con papeles esparcidos. Entró en el despacho y dejó los papeles que llevaba encima de una mesa redonda para reuniones (pequeña, sólo cuatro sillas alrededor). Se acercó a su puesto mientras comprobaba algo en su ordenador sin sentarse (el disponía de una mesa de trabajo repleta de papeles esparcidos). Finalmente se volvió hacia mi y me indicó la mesa, donde vi que tenía una carpeta abierta con mi currículum encima de otros. Me senté y practiqué mi sonrisa en tales circunstancias (soy toda tuya, profesional, bella pero inalcanzable,…).

El, muy sonriente, me miró interesado y me preguntó de qué parte de Rusia era, le conté que de Volgogrado (antiguo Stalingrado), sobre mi educación (soy maestra de primaria, pero aquí no se me reconoce el título universitario), sobre mis estancias en países de Latinoamérica (donde aprendí el Español) y mi venida a España (con permiso de trabajo pero sin trabajo real) y mi interés por establecerme aquí.

Mientras el iba sonriendo y haciendo algunas preguntas. Estaba familiarizado con el proceso de regularización de extranjeros porque un chico que trabajaba era brasileño (Joao), lo cual fue una suerte para mi, porque al llegara este punto era cuando todas las empresas cortaban al entrevista ;-(. Sabía que necesitaba un contrato para mantener mi residencia. Me dijo que no tenía un trabajo cualificado para mi, pero que si no me importaba podía hacer de secretaria. Para ello me llevó a la mesa de la entrada de su despacho y me pidió que entrara en el mail, archivara un documento adjunto de un mail antiguo, creara un documento, lo anexara y lo enviara a su dirección. Mientras, el estaba más pendiente de mi reducido escote (iba a una entrevista!) y de mis piernas que de nada más. Pero yo realicé las tareas eficientemente y desconecté.

""Bueno, es más de lo que las otras han conseguido hacer", así que pasamos ha hablar de las condiciones económicas y horarios. Dejó claro que cuando tocaba asistir a una convención los horarios se los pasaba por… y que teníamos que estar on-line para atender a las demandas de los comerciales o suyas las 24 horas del día. Para eso me daban un portátil con conexión celular (3G) en esos períodos, para que fuera yo quien controlaba que se enviaban los catálogos y listas de precios correctas a cada contacto que me daban. Esa era la tarea crítica para lo que les hacía falta alguien con "criterio" y no títulos y mil masters pero sin sentido común (luego me enteré que habían entrevistado muchas chicas jóvenes a quienes lo de los horarios no les hacía gracia, mujeres mayores experimentadas pero a las que el sueldo no les satisfacía, y poco a poco se les hacía cada vez más urgente disponer de alguien).

Nos separamos todavía sin ningún compromiso por su parte, pero el viernes ya me llamaban para incorporarme el lunes. Yo acepté encantada, y ellos me dieron facilidades para arreglar los papeles y obtener la residencia permanente (me hicieron contrato fijo con seis meses de prueba).

Cuando empecé en la oficina, mi primer día, creo que me pasé sonrojada todo el día. Cuando Don José me fue presentando a cada uno de los compañeros todos me acariciaban con una mirada cargada de deseo, me sentía acariciada y desnudada por ellos. La mayoría eran comerciales, de verbo fácil y simpáticos, por lo que rápidamente querían llevarme a tomar un café y… hacerme el amor en el ascensor! Pero bueno, el primer día no podía aceptar, tenía demasiadas cosas por aprender todavía, debía situarme y… pero no paraban de rondar por mi puesto de trabajo (pese a que estaba en una de las puntas de la oficina) y ofrecerse a "ayudarme" mientras perdían su mirada en mi escote (y eso que no era nada espectacular!). En fin, que mi figura "ayudó" a que todos me ofrecieran ayuda y me aceptaran sin reparos. Además de ser la única mujer de la oficina, una figura como la mía no pasa desapercibida ;-).

La incorporación al trabajo fue sencilla, más que nada conocer el catálogo de productos y las listas de precios para no confundirme y enviar una cosa por otra. Atender al teléfono y manejar la agenda de comerciales. Pronto tuve que empezar a ser yo quien se impusiera a ello y acabar con aquello de los post-it en mi mesa y que me enviaran las peticiones por mail (aunque Don José todavía seguía con los post-it), pero eso fue sencillo en cuanto empecé a manejar… la minifalda! Para cada uno de ellos lo más importante eran sus contratos/contactos/citas, y eso debía pasar por encima de las de sus compañeros, así que tuve que empezar a poner orden e incluir procesos de trabajo. Conseguí que los informáticos me dieran acceso a todas las agendas y así poder chequear citas e incluirlas en sus agendas electrónicas automáticamente.

Eso provocó más de una queja, porque no querían que yo viera sus "visitas a casa de masajes con fulanito" o que les impusiera citas entre su planificación, pero ahí entro en juego la minifalda. Al lunes siguiente necesitaba captar su atención y que me dijeran que sí a todo, así que me vestí con minifalda, un jersey ajustado, zapatos de tacón y una chaqueta y me fui al trabajo. Desde el momento en que entré no paré de sonreír a todos, claro que fue fácil, pues todos ellos se quedaban con la boca abierta embobados mirándome. Mis pechos se marcaban en el jersey ajustado (sin mangas) y mis piernas se veían perfectas y largas gracias a los tacones. Tenía que ir con cuidado al sentarme o al alcanzar algo de los cajones o recoger algo del suelo, ya que entonces mis nalgas quedaban al aire, pero… bueno, eso lo reservaba por si acaso (no quería que les diera un ataque al corazón cuando sólo llevaba unas tres semanas allí ;-)).

Mientras encendía el ordenador e iniciaba mi inspección del mail empezó el desfile de compañeros por mi mesa. Me imaginé que se avisaban entre ellos de que hoy estaba tremenda y me venían a ver, y no creo que me equivocara. Había despachado lo más urgente cuando llegó Don José hacia las nueve y media. Yo ya le había chequeado la agenda, sabiendo que sus citas empezaban a las once, así que le dejé comprobar su mail y hacer alguna llamada y a las diez le interrumpí.

Llamé a su puerta suavemente y entreabrí mientras metía mi cabecita con una dulce sonrisa entre el resquicio. El estaba acabando una llamada (le escuchaba desde mi mesa), y me hizo gesto de que entrara. Cerraba la puerta cuando el colgó. Me giré y le sonreí, entonces le dije que quería empezar a poner orden y usar la agenda electrónica y los emails para coordinarnos un poco. Me acerqué a su mesa y, de su lado, le indiqué lo de las citas del Outlook y cómo usar lo básico para no tener que funcionar con post-its. Le tomé el Mouse de su mesa y me acomodé sobre ella para irle explicando mientras su mirada saltaba de la pantalla a mis pechos. Eso me excitó, su olor y proximidad no me resultaban desagradables (a su cincuentena se conservaba bien, pese a la barriguilla incipiente ;-). Bajo el jersey (sin sujetador), mis pezones se marcaron y vi que se percataba, pero no me importó, hasta me agradó la idea ;-). Por su parte, el se apartó un poco para dejarme espacio y vi que en su entrepierna se empezaba a insinuar un poderoso bulto ;-).

Le enseñé que ya había programado las reuniones periódicas de dirección (con todos los comerciales unos días, sólo con los responsables de cuentas otras, etc.). Movía el Mouse y le mostraba las impresiones que había hecho de su agenda y le mostraba que estaba sincronizado con su Blackberry cuando se me cayeron los papeles. Allí fue cuando, llevada de mi calentura, cometí mi primer error, pues me agaché sin flexionar las piernas dándole un precioso primer plano de mi adorable y prieto culito con la tanga entre los cachetes que no tapaba nada, supongo que debió poder ver hasta el abultamiento de mi vulva, sólo cubierto por una mínima tela transparente (y algo húmeda por aquel entonces). Pero el gran problema, mi gran problema de siempre, es que genero mucho flujo cuando me excito, y que entonces huelo a sexo! Así que, pese a que recogí rápidamente los papeles y me volví a incorporar, yo misma noté cómo mi olor se extendía (y eso que no estaba demasiado excitada ni húmeda). Reprendí la explicación acostándome de medio cuerpo sobre su mesa (quería alejar mi grupa) pero eso sólo hizo que mi figura destacara con esas largas y esbeltas piernas, con mis pezones marcándose sobre el jersey y mi aroma a sexo entre los dos… No pude evitar mirar su bulto y reprimir una sonrisa que el percibió, aunque rápidamente giré la vista a la pantalla y seguí.

"Le parece?" Pese a estar en España, yo prefería mantener con el la distancia del trato del usted. "Sí, bien, así empezamos a organizarnos de una vez por todas" (eso es lo que yo deseaba oír). Después el me pidió que me sentara (en la mesa redonda de las reuniones y me preguntó que como me iba, sobre mi incorporación a la oficina, si estaba a gusto… en fin, las cosas típicas. Yo cruzaba las piernas y dejaba que la minifalda se subiera algo más de lo normal (no podía evitarlo, era de vueltas y al cruzar las piernas mostraba completamente mis muslos) y veía cómo el trataba de no mirarme a los pechos ni los muslos, pero el evitarlo lo hacía todavía más gracioso y deseable ;-).

Finalmente, hablando de cómo nos organizaríamos y… decidí ser traviesa y descruzar las piernas. Estábamos el uno al lado del otro, no del todo de frente, con lo que la situación podía ser casual y no era descarada ;-) Me acerqué a la mesa para dibujar en un papel las cajitas de los grupos de comerciales y cómo pensaba establecer las interacciones entre todos y… claro, sin mover la silla me tuve que recostar un poco, con lo que mis pechos quedaban todavía más prietos y mis pezones se destacaban (noté la presión del jersey y me gustó), y la falda se alzó otro poco más. Total, cuando volví a mi posición, vi que su mirada pasaba de mis pezones a mi entrepierna (ahora sí, ya húmeda) y yo no hice nada por cubrirme explicando todavía sobre mi dibujo. Pero de reojo conseguí ver cómo ocultaba su ahora sí ya crecido bulto en los pantalones ;-).

Finalmente me puse en pie y volvía a mi puesto, el no lo hizo, creo que esperó para que yo no viera su escandalosa erección. Me excitaba pensar que lo había puesto caliente y en aquel momento debía estar deseándome ;-) Y lo cierto es que también yo me humedecía y estaba con bastante flujo y tuve que tomar algún pañuelito de papel y secarme (lo que me excitó más, pero decidí no masturbarme). Discretamente, sentada en mi mesa, me sequé (pese a que el tanga seguía empapado y con olor a sexo) y proseguí con mi táctica. Una vez el jefe me había dado carta blanca, tocaba convencer a los comerciales más reticentes, así que me encaminé hacia la mesa de Juan.

Juan estaba en la otra punta de la oficina, así que disfruté de mi paseo mientras todas las miradas me recorrían de pies a cabeza en mi paseo ;-) Hasta llegar a la mesa de Juan, donde me paré y esperé (modosita) hasta que acabó la llamada que tenía entre manos (bueno, usaba un sin manos, pero eso da igual ahora). Tenía un par de sillas ante su mesa, así que tomé asiento y cruce las piernas mientras hacía que ojeaba mis papeles y, en realidad, aguardaba su reacción mientras por el rabillo del ojo le veía explorar mis piernas.

Finalmente colgó y me pidió disculpas por la espera. Entonces repetí mi operación, me levanté, le entregué la impresión de su agenda de la semana y me recosté en su mesa mientras le enseñaba cómo chequear su agenda compartida y cómo aceptar y rechazar citas y cómo aparecía en el PC y en su Blackberry.

Claro, así recostada sobre su mesa mi paradita cola estaba expuesta al resto de la oficina, aunque creo que a Juan le bastaba la visión de mis pezones marcados bajo el jersey, a menos de cinco centímetros de su cara, para incrementar su temperatura interna hasta niveles exagerados. Yo notaba cómo el se encogía en la silla, mientras veía crecer su sexo por momentos y el trataba de taparlo con sus manos ;-) Qué dulce! El, que era el que se había opuesto con toda rotundidad a que yo les fijara citas, y ahora parecía un corderillo y decía a todo que sí. Lo cierto es que mis argumentos eran de peso, pero parecía que los argumentos de verdad eran los dos pechos frente a su cara ;-).

En eso me percaté del silencio en toda la oficina, no me había dado cuenta hasta entonces. Miré a mi alrededor y los vi a todos expectantes, babeando con mis posaderas. Habían dejado de hablar por teléfono, no se oían los teclados, no había actividad, sólo miraban mis nalgas apoyada sobre la mesa de Juan. Rápidamente disimularon, pero entonces me di cuenta de que les estaba dando un espectáculo de lujo con mis nalgas al aire y el hilo de la tanga perdido entre mis cachetes. Me incorporé, reaccionando automáticamente, y Juan tomó una carpeta de la mesa, la tomó para cubrirse, pero lo ví una tremenda tienda de campaña en su entrepierna mientras la tomaba (todo eso oculta Juan? Pensé relamiéndome).

La situación me había acelerado. Yo ya estaba caliente de excitar a Don José, y ahora tenía los quince de la oficina excitados, y al pobre Juan sin aliento ante mi. Y allí llegó mi perdición, porque cuando me caliento no me controlo y me encanta excitar. Volví a recostarme sobre la mesa, frente a Juan, mirándole a los ojos, apoyándome en mi brazo derecho mientras le miraba y me pasaba la lengua por los labios (lo cierto es que tanto hablar me había secado la boca, o sería la excitación?). El se quedó mirando mis labios de un rojo ardiente mientras yo concentraba mi mirada en sus ojos. Moví un poco las piernas rozándolas una contra otra en lo que debía producir que mi vagina se mostrara todavía más. Mi húmeda vagina, con un pequeñísimo trocito de tela pegado (que ahora debía verse transparente por la humedad) debía estar exhibiéndose como un diablillo entre mis piernas a toda la oficina. Noté cómo mis flujos aumentaban con el roce, las piernas bien altas gracias a los tacones, creí notar alguna gotita de flujo recorriendo la parte interior de mis muslos, noté el aire contenido de la oficina, las respiraciones agitadas… "te parece?" Le dije a Juan. Él sólo pudo asentir, mientras yo fijaba la vista en su… "carpeta" entre las piernas y me imaginaba lo que había debajo. Se ruborizó y yo me volví a alzar.

Recorrí con la mirada la oficina, parándome en cada uno de ellos, con una sonrisa desafiante en la boca, una sonrisa de viciosa, y desfilé de nuevo hacia mi puesto, mientras oía, detrás de mí, cómo Juan se levantaba (supongo que con la carpeta) y se dirigía hacia los aseos de esa parte de la oficina. No pude evitar sonreír mientras pasaba a mi puesto y las conversaciones se iban reanudando tras mi paso (expresiones susurradas más que conversaciones).

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