Mi antiguo trabajo (VIII, el día siguiente a la fiesta)

La feria todavía duró otro día (viernes), en el que noté cómo me miraban más, pero tuve un día muy atareado (y estaba cansada) y no le di más importancia, hasta el lunes en el que me reincorporé al trabajo. Entonces fue cuando me di cuenta que las miradas de admiración y deseo habían pasado a lujuria y hasta me asustaron algunas miradas de lo fuertes que parecían.

Llegué a las nueve, como siempre, y me sorprendió encontrar ya allí a Don José. Yo me quité la chaqueta, encendí el ordenador y chequeé cuatro mails cuando ya me estaba llamando para que pasara. Ese día yo iba con minifalda, francamente, me había pasado el fin de semana durmiendo (y con cremas) y esa mañana había tomado la primera ropa que alcancé. Una minifalda tableada (como las de las colegialas), zapatos de tacón, sin medias, y una camisa amarillo pastel muy cómoda, con un bra sencillo. Tomé mi bloc de notas y entré en su despacho.

El estaba sonriente, me indicó la mesita de reuniones y yo me senté cruzando mis piernas como siempre y el cierre de la falda de colegiala mostró mis caderas hasta bien arriba ;-). El se deleitó con la vista sin perder la sonrisa y se puso a mi lado, pero frente a mi, teníamos la mesa al lado, y ahora mostraba tranquilamente el descarado bulto de su entrepierna y pasaba sus ojos de mi escote a mis piernas. Se le veía una sonrisa de suficiencia que no me satisfizo en absoluto.

Se arrellanó en su silla y con cara de satisfacción me dijo que ya tenía los dos contratos firmados y que me merecía una suculenta gratificación además de lo de la feria. Que estaba encantado con mis… habilidades y realizaciones y que esta había sido la feria más lucrativa para la empresa en décadas.

"Así que… también yo me merezco una gratificación, no?" Me dijo mientras se tocaba el prominente bulto de su entrepierna. "No crees?". Yo lo miré con algo de asco, no porque el me desagradara, ya dije que era bien parecido, sino porque aquello era muy feo por su parte. "Por cierto, cuántos meses te faltan para conseguir la residencia definitiva?" y sonrió con cinismo y malicia. Aquí me había pillado, necesitaba todavía aguantar en el trabajo hasta conseguir la residencia definitiva y cambiar mi nacionalidad (yo no quería dejar de ser Rusa, estoy orgullosa de ello, pero es la manera de dejar definitivamente de tener problemas de papeles cada renovación). Le miré con más asco todavía.

"Venga, el otro día no te lo pasaste tan mal, verdad? Vi como disfrutabas". "Pero eso fue el otro día y hoy estamos en la oficina y no hay un contrato de tal cantidad por medio. Lo hice para que todo fuera bien, y disfruté, sí, pero eso no significa que esté dispuesta a más".

"No? Pues que lástima, porque yo creí que tal vez…" dijo mientras se abría el cinturón y se desabrochaba la cremallera dejando a la vista ese precioso cipote con descaro. "Tal vez te convendría un aumento y que te arregláramos los papeles definitivamente desde la empresa, además, no quiero que lo hagas con más clientes, se correría la voz y nos traería problemas, lo que quiero es que ahora te comportes como la otra noche y celebremos juntos nuestro éxito".

Debo reconocer que el tenerlo así, empalmado a menos de un metro de mi, en la oficina, sólo separados del pasillo por los cristales ahumados, en la mesita de reuniones… me calentó, me excitó e hizo que me empapara y me notara húmeda. Me moví resuelta a no caer. Descrucé y volví a cruzar las piernas, nerviosa, mientras el bloc de notas y el bolígrafo bailaban entre mis manos. "Venga, no me seas ahora estrecha, que el otro día demostraste que eres una diosa del sexo y me volviste loko de sueños húmedos este fin de semana".

Caí, como la zorra que soy caí en la trampa del deseo, del exhibicionismo y de la excitación. "Sí Don José?" dije mientras me levantaba sensualmente y me mostraba ante el con la minifalda tableada de colegiala. "Tuvo sueños húmedos pensando en mi?" Dije sensualmente arrastrando las palabras y poniendo el acento ruso que me vuelve cuando quiero ser mala. Me recosté en la mesa para dejar el bloc y el bolígrafo sacando la grupa y haciendo que el cierre lateral mostrara mis caderas hacia el. "Y se excitó pensando en mi? Tal vez en mi culito?" Le dije mientras le miraba a los ojos y mostraba todavía más mi grupa. "Soñó con las imágenes de Don Julián penetrándome por el kulito tan estrecho que tengo?" Dije maliciosa mientras me lo acariciaba levantando la faldita y mostrando ya mis nalgas.

El se iba a levantar con un sí en sus labios cuando yo me adelanté y me puse detrás de él. Tomándolo por los hombros le hice mantenerse sentado. "O tal vez soñó con mis lindos pechos? Con cómo se me endurecen los pezones cuando me excito?" Dije mientras le clavaba mis pechos a su espalda. Volví a su frente contoneándome. "O tal vez me soñó con una minifalda como esta, de colegiala, y sin braguitas debajo?" Dije mientras me levantaba lentamente la falda mostrando mi diminuto tanga (húmedo y brillante) y procedía a deshacerme de él y dejarlo resbalar hasta mis tobillos. "Me soñó como una sucia y viciosa colegiala sin braguitas?" Dije mientras una de las piernas se liberaba del tanga y la ponía pisando encima de la mesa.

Ahora Don José tenía ante el la visión de mis largas piernas abiertas. Una sobre la mesa, la otra en el suelo, y,en medio, mi chorreante chochito que se dejaba adivinar bajo la minifalda. "Me soñó así tal vez? En su oficina, sin ropa interior, mostrándole mi sexo a menso de un metro de distancia?" Dije sensual pero ya más allá de pícara, con voz de viciosa, mientras sin bajar la pierna de la mesa me doblaba sobre el poniendo mis dos brazos en sus hombros y dejando un amplio escote delante de su cara.

"Fueron estos sus sueños húmedos, Don José?" Le dije mientras le miraba a los ojos y le veía incapaz de asumir todo aquello, mis grandes pechos ante el, con los pezones erectos de excitación, mis largas piernas, mi goteante chochito y mi olor, mi olor que ya envolvía toda la oficina y nos envolvía con un ambiente espeso, cargado de sexo y lujuria. El no se pudo contener y sus brazos se alzaron en mi busca. Me alcanzó a besar con fuerza, como un animal me quería devorar y bajó a mis pechos abriendo el escote forzándolo mientras inmovilizaba mis brazos a los costados. Me tumbó sobre la mesa, dándole la espalda y procedió a clavarme su espada con fuerza en mi sexo desde atrás. La embestida fue brusca, animal, brutal. Mi chochito estaba empapado, pero así y todo su clavada quedó detenida antes de llegar al final. Furioso se retiró y embistió todavía más fuerte mientras retenía mis brazos a la espalda y yo me tenía que apoyar con la mejilla sobre la mesa.

Esta vez sentí sus huevos sobre mi sexo, como queriendo penetrar todavía más en mi y mi mejilla se deslizó sobre la mesa hasta no poder moverme más allá. Entonces empezó con sus embestidas mientras gemía del esfuerzo. Me sujetaba con una mano mis muñecas, con la otra apretaba mi cuello contra la mesa, y con su cuerpo no paraba de retroceder y volver a embestir con la fuerza de todo su peso sobre mi. Fue una penetración animal, dura, sin contemplaciones, pero no duró demasiado, Don José estaba demasiado excitado después de un fin de semana soñándome y se vació en mi con un gran gemido y se derrumbó sobre mi espalda aplastándome. Le dejé tomar un par o tres de bocanadas de aire y me aparté. Su polla se desinfló enseguida, resbalando de mi sexo y dejando un hilo de semen entre los dos. Yo no había llegado, pero me notaba llena con su tremendo deseo, así que me arrodillé mientras el quedaba sobre la mesa y procedí a limpiarlo con mi boquita saboreando su lechita.

El sólo me miró con mirada culpable. "Lo siento…, no se qué me ha pasado…" decía mientras se incorporaba y se subía los pantalones y se abrochaba. Pobrecillo Don José, ahora todo colorado por el "ejercicio" y el azoramiento, la vergüenza. Yo me saqué el tanga del tobillo donde todavía estaba preso y aparté mi mirada del suelo y la dirigí hacia el seria, muy seria. Tomé el tanga y luego el bloc y, finalmente, el bolígrafo. Entonces le miré. "Espero que acelere el proceso de mi nacionalidad española, llame ahora mismo al abogado". Y salí hacia mi puesto de trabajo.

Por dentro había disfrutado del sexo y de sacar de sus casillas a Don José, pero sabía que debía generar en él un sentimiento de culpabilidad para que acelerara mis papeles y, además, si le decía que en realidad me había encantado lo querría repetir a cada momento y no podía ser. No, mejor así, mejor hacerle sentir como un cerdo vicioso y que se sintiera culpable. Y yo disfrutar de un sexo salvaje lleno de deseo y pasión.