miprimita.com

Mi boba IX (Cadaqués VI)

en Voyerismo

Mi boda IX (CadaquésVI)

Una vez en la habitación Javier me atrajo hacia él y me besó no como marido, sino como hombre en celo. Yo sólo reí y me lo quité de encima desvistiéndome (es un decir, pero me quité el biquini y me di una rápida ducha para quitarme el cloro, limpiarme la mano y poco más, todo en dos minutos). Salí y, desnuda, me cepillé el pelo para estar presentable mientras Javier ya estaba vestido para la cena. Sí, en esa ocasión, con invitados, había que vestirse para la cena.

Desnuda ante el armario, decidí primero ponerme las joyas. Un collar muy fino que sostenía una lágrima plateada (de oro blanco) con piedras minúsculas engarzadas que despedían mil brillos y quedaba encajada perfectamente entre mis pechos. Pendientes y pulsera a juego. Después los zapatos de tacón, un fino y estilizado tacón de aguja para unos zapatos negros brillantes con hebilla dorada. Abrí diversos cajones de la cómoda hasta encontrar donde habían depositado la ropa interior y cuando saqué la tanguita Javier lanzó un suspiro de admiración o desesperación. Esa tanguita era un triángulo de tela negra casi transparente y me la ponía cuando quería darle un mensaje muy sugerente a Javier: “Hoy vas a follarte a una diosa”. La encajé bien en mis nalgas y abrí el armario donde alguien (quizás Ramón mismo) había colgado los vestidos.

Elegí uno ligero y vaporoso, negro, largo (tenía que ser largo en una cena así), abierto en los laterales hasta más arriba del muslo, con un espectacular escote delante y detrás, con finas tiras por los hombros. Era muy descarado, pero a la vez elegante, suficientemente informal para una cena en casa, pero a la vez de buen corte y línea. Naturalmente, con él no podía ponerme sostenes, así que no lo hice, simplemente tomé a Javier de la mano y bajamos. Él meneaba la cabeza, sabiéndose rendido de antemano. Pero ya lo habíamos discutido y debía dejarse llevar.

Nuestra entrada fue de cine, ya todos estaban allí (y eso que yo no me había demorado demasiado), vestidos con traje pero sin corbata. Natalia avisó al servicio y rápidamente nos encontramos sentados a la mesa, yo en un extremo y Natalia en el otro, únicas mujeres del grupo. A un lado dos americanos y José, al otro Javier, Mr. Clifford y el mejicano. Lo habían hecho así para que, como mínimo, Natalia pudiera hablar en castellano con el mejicano, ya que su inglés era bastante pobre.

El día anterior habían ido a un fantástico restaurante de pescado en Cadaqués, y al día siguiente saldríamos en barco temprano, de ahí la cena en casa esa noche, para ir a dormir pronto (o eso creíamos). Así que no me extrañó que esa noche fuera una cena en base a entrantes con embutidos y pan con tomate, con carne de segundo. Todo exquisito y bañado con caldos catalanes. ¡Y vaya vinos! Suaves, cálidos, aromáticos, añejos,… que pasaban suave y hacían que charlaras y rieras con facilidad.

La conversación, en inglés, fue sobre cualquier tema menos negocios, descubrí que a uno de los americanos le gustaba la pintura y le recomendé ir a Figueras, que estaba cerca, a ver el museo Dalí y estuvimos hablando del museo Picasso y hasta de Gaudí. Mientras que el otro, por viajar tanto, era más de novelas y best sellers, así que nos reímos de los tópicos de los espías y le expliqué que en la Unión Soviética también teníamos nuestras novelas de espías, pero claro, allí no eran James Bond, allí todo tenía que ser trabajo de equipo del KGB y no singularidades de un solo protagonista.

Llegaron los postres, tabla de quesos y fruta y helado, así que la sobremesa se alargó todavía más. Natalia nos dejó y se fue a dormir, ya que la charla en inglés la aburría. Fue entonces cuando José se levantó y nos dijo de pasar a la sala de la biblioteca, donde distribuyó puros para todos y sacó el coñac y el wiski. Yo continué con la copa de vino, de hecho, Javier trajo la botella de la mesa para mí (estaba acabada de empezar), porque ya sabía que prefiero vino a los licores fuertes.

En los sofás, procedieron a abrirse todavía más los cuellos de las camisas y se desanudaron los puños, fuera chaquetas. Abrimos el portón que daba al jardín y así el humo no dejaba el ambiente cargado. De hecho, la noche era cálida pero no bochornosa y podríamos haber salido a la terraza, pero prefirieron sofás y tranquilidad con suave música de jazz y rock clásico de fondo (una mezcla extraña, de Cassandra Wilson a Big Mama, mezcla de canciones en inglés y catalán, algo que José se había hecho para él, supongo).

José se acercó a mí y me hizo una reverencia para sacarme a bailar.

-          No sé si me aguantaré en pie, - le dije en inglés con voz cargada – he bebido demasiado.

-          Buen vino no da resaca, tranquila.

Y tomó mi mano y me alzó del sofá. Su brazo rodeó mi cintura y dimos unos cuantos pasos para quedar en medio de la sala meciéndonos el uno sobre el otro. Pero no mucho rato, ya que al poco Javier vino alegre e impuso sus derechos de esposo. Ahora mis brazos anudaron su cuello y nuestros cuerpos se fundieron el uno contra el otro. Sus manos acariciaron mis caderas y no tardaron en reposar en mis descubiertos muslos debido a que el vestido era abierto de los lados.

Los inversores soltaban chabacanos comentarios desde sus sofás, mirándonos. Les escuchábamos y reíamos tanto Javier como yo. El mejicano hizo uno especialmente gracioso y me giré hacia él, con lo que la mano de Javier se perdió bajo el vestido con mi giro y quedó posada en mi nalga.

-          Javier, no seas malo. ¿Qué van a pensar?

-          Que tengo una mujer preciosa y que no puedo detenerme. – Respondió él. A lo que todos rieron.

El mejicano se alzó y reclamó el derecho de invitado a bailar con la única mujer de la noche (y de su corazón, añadió zalamero). Así que ahora fue con él con quien me tocó bailar suave. Este sí que era un buen bailarín y me dio más de una y de dos vueltas, momento en que mi vestido giraba para gran placer de los observadores, descubriendo muslos, nalgas y mi transparente tanga. En más de una ocasión tuve que cubrirme un pezón con la vuelta, pero todo fue sonrisas y nada más.

Los dos americanos siguientes fueron los peores. Sin sentido del ritmo ni gracia para el baile, solamente posaban sus manos en mi cintura y se movían como si fuera un pasodoble, pero ya procuré yo que se alegraran con la vista de mi gran escote o los encuentros fortuitos de mi pelvis o caderas, con lo que el resultado fue vaciar un par de botellas de licor y muchas risas.

Al acabar la canción del segundo americano miré a Mr. Clifford, que se negaba a bailar. Así que ahora fui yo la que le dije que sólo faltaba él, que tenía que hacer el ridículo como el resto, que no iba a ser menos. Pero él seguía negándose. Así que yo apuré mi copa de vino tinto y la entregué a Javier y me acerqué a él.

Sentado al sofá me vio venir y no estaba dispuesto a levantarse (creo que era el que más había bebido). Llegué a su frente y abrí mis piernas para quedar derecha justo frente al sofá con sus pies entre los míos. Me agaché hacia él, con lo que mi amplio escote quedó totalmente abombado y mis dos pechos desnudos quedaron a su vista, colgando ante él, bamboleándose. Mientras yo le miraba a los ojos, decía con voz exageradamente pastosa: “Tienes que bailar conmigo, eres el único que falta, no me harás ese feo, ¿verdad?”. Me acerqué todavía más y le di un beso en la frente, con lo que mi aroma y mis pechos casi le rozan la cara. Mientras me alzaba de nuevo tomé su copa y se la acerqué a José para que la sostuviera, tomé la mano de Mr. Clifford y lo alcé del sofá yendo hacia el centro de la estancia con su mano bien sujeta a mis nalgas, estirándole. Una vez en el centro yo sonreí con una sonrisa boba de bebida y le agradecí que hubiera venido a bailar, rodeé su cuello con mis manos y me estampé contra su cuerpo cuidando que mis pechos estuvieran correctamente aplastados contra él.

Sus manos en mi cintura y yo empecé a contonearme. Me rocé contra él y él continuaba sujetándome de las caderas. Le pedí que se relajara mientras mis movimientos se hacían más voluptuosos (pero torpes como si hubiera bebido demasiado) y procuré que en vez de agarrarme acariciara mis caderas. Así, cuando yo giraba, su mano se introducía bajo el vestido y alcanzaba a acariciar mis nalgas y, en algún momento incluso, llegó a rozar mi entrepierna.

Yo lo miré traviesa. “Ai, pillín, pillín. ¿Has visto lo que me hace?” dije dirigiéndome a Javier, que estaba riendo en el sofá con el puro y la copa. Tomé la barbilla de Mr. Clifford y se la sacudí un poquito. Pero con la otra mano le tomé la suya y fui yo quien la forzó bajo el vestido hacia mi prieta nalga y mientras le decía: “Eso no se toca, que tiene propietario”. Todos rieron, incluso Mr. Clifford, que estaba más rojo que un tomate. José se acercó (creo que temía que me pudiera exceder) y nos pusimos con el baile a tres. Lo que animó al resto e hicimos un corro todos juntos bailando con los brazos alrededor de los hombros de los de al lado.

Naturalmente mis pechos bailaban descontrolados y ya no los tapaba ningún vestido, pero sólo reíamos y rodábamos. Las manos de José y Mr. Clifford bajaron de los hombros a la cintura y de la cintura a las nalgas. El corro se rompió y Javier vino directo a mí y me besó.

-          Pero mira cómo estás… - me dijo mientras me abría todavía más el vestido dejando mis pechos completamente al aire. Pero no se detuvo allí, separó la parte alta del vestido y lo dejó deslizar sobre mi cuerpo, quedando a mis pies.

Yo sólo sonreí y di un pasito, quedando únicamente con la tanguita negra ahora mojada y marcando totalmente mis labios, los zapatos de tacón y las joyas.

-          Uy… qué van a pensar estos señores. – Dije yo, en inglés, mirándoles mientras cruzaba los brazos ante mis pechos.

-          Que sois una diosa. – Dijo el mejicano acercándome mi copa de vino nuevamente rellenada. Yo la tomé con una sonrisa, ya sin taparme.

-          Eso dicen todos antes de caer extenuados al pie de mi cama. – Y sonreí mientras daba un sorbo.

José se acercó a mí y me tomó de nuevo de la cintura, bailando pegados al ritmo del soul que sonaba en ese momento. El mejicano y un americano completaron el trío y pude sentir sus cuerpos contra el mío y múltiples roces mientras girábamos bailando. El resto se nos unieron, conmigo ahora en el centro del círculo, y ahora eran mis manos las que reseguían sus pechos y entrepiernas acariciándolos o, cuando se giraban, dándoles algunos azotes en las nalgas. Ellos lo celebraban con tiernos azotes en las mías, y yo mantenía mi copa e iba dando sorbos mientras me rozaba contra ellos o aplastaba mis pechos contra alguno.

La mano de Mr. Clifford se insinuó entre mis nalgas pero yo me zafé, no quería que eso acabara en una orgía. Los quería imaginando cómo sería estar conmigo, no tomándome entre todos. Así que me dirigí a Javier y le abracé y besé mientras le decía para que todos lo oyeran: “¿Vamos ya, cariño?”. Un rugido de quejas se alzó como protesta, pero entonces fui uno por uno, empezando por los dos americanos dándoles un piquito y apretando con mi manita libre su erguida polla bajo los pantalones deseándoles good night. Al mejicano le di también un piquito, pero luego mi lengua recorrió con un largo lametón su mejilla y se introdujo en su oreja. “divino sos vós”. Pasé a Mr. Clifford, a quien también di un piquito mientras le agarraba la tranca (pequeñita pero dura), pero al retirarme de él le miré a los ojos sin rastro de alcohol y le dije bajito al oído que fuera bueno, que se tenía que contener para que mañana fuera mejor: “Te prohíbo tocarte, ¿entendido?”. Pude ver la sorpresa en su mirada, pero también su asentimiento y excitación.

Con Don José fue diferente. Le abracé mientras le besaba y me restregué contra él, mi vientre contra el suyo mientras sus manos exploraban con ganas mis nalgas a la vista de todos. Tomé su abultado bajo vientre en mi mano y, mirando a los otros, muy seria, les dije: “Es que es el jefe de mi marido y, claro, debo tenerlo muuuy contento para que no le despida. ¿Querrán ser ustedes también sus jefes?”. Y, sin esperar respuesta, me giré y tomé de la mano a Javier para llevármelo. Me agaché a recoger la punta del vestido, momento en que Javier, travieso, posó su mano entre mis nalgas e introdujo dos dedos en la parte baja.

Y así desfilamos él y yo hacia la salida del salón. Con las miradas de los inversores puestas en la mano de Javier incrustándose por detrás en mi empapado sexo y yo arrastrando con descaro mi traje por el suelo. Sabiendo que esa noche soñarían con una rusita descarada y traviesa.

Quiero que me comentéis que parte os ha excitado más (si alguna lo ha hecho) o qué habríais hecho vosotr@s, a ver si me ayudáis a mejorar. A cambio prometo encontrar el tiempo para responder a los correos, lo tengo pendiente, pero prometo pronto…

Besos perversos a tod@s,

Sandra

Mas de sandrahotbcn

En el autobús

Regalo para mis lectores

Por qué no quedo con mis admiradores de Internet 2

Por qué no quedo con mis admiradores de Internet

En un bar

Barcelona en verano

Lunes, huelga de metro en Barcelona

Mi marido me ofrece a un vagabundo

Laura (Capítulo de Vida de Casada)

Mi Boda XIX

Mi boda XX

Mi boda XVIII

Mi boda XIX

Mi boda XVIII

Mi Boda XVII

Mi boda XVI

Mi boda XV

Mi boda XIV

Mi Boda XIII

Mi boda XI

Mi boda X

Mi boda IX (CadaquésVIII)

Mi boda IX (Cadaqués VII)

Mi boda IX (CadaquésV)

Mi boda IX (CadaquésIV)

Mi boda IX (CadaquésIII) 1ª parte

Mi boda IX (CadaquésIII)_2ª parte

Mi boda IX (CadaquésII)

Mi boda IX (Cadaqués)

Mi boda VIII (el baile)

Mi boda VII (antes del baile)

Mi boda VI (el banquete)

Mi boda V (la boda)

Mi boda IV (lista para la boda)

Mi boda III (casi lista)

Mi boda II (Preparativos)

Mi boda I (preliminares)

Caliente_1

Excitando 5 – Parte 8

Excitando 5 - Parte 7

Excitando 5 - parte 6

Excitando 5 - Parte 5

Excitando 5 - Parte 4

Excitando 5 – Parte 3

Excitando 5 (parte 2)

Excitando 5 (primera parte)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (y parte 5

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 4)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 3)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 2)

Ecitando 4 (parte 1)

Excitando 3

Regalo de Navidad 3 (o de fin de año)

Regalo de Navidad

Regalo de Navidad (2)

Shorts

En el tren

El Partido 5

El Partido 3

El Partido 4

El partido 2

El Partido 1

Excitando 2

Núria

Viaje (11)

Viaje (y 12)

Viaje (10)

Viaje (9)

Viaje (8)

Viaje (7)

Viaje (6)

Viaje (4)

Viaje (5)

Viaje (3)

Viaje (2)

Viaje (1)

Metro 2

Mi antiguo trabajo (y 13)

Mi antiguo trabajo (12)

Mi antiguo trabajo (11)

Mi antiguo trabajo (9,5)

Mi antiguo trabajo (10)

Mi antiguo trabajo (8)

Mi antiguo trabajo (9)

Mi antiguo trabajo (7)

Para Raúl

Mi antiguo trabajo (6)

Mi antiguo trabajo (5)

Mi antiguo trabajo (3)

Mi antiguo trabajo (4)

Mi antiguo trabajo (2)

Mi antiguo trabajo (1, el inicio)

Metro1

Excitando