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Viaje (11)

en Voyerismo

Viaje XI

Ya en el coche Osmiel se relajó un poco. "Eres realmente una putita exhibicionista, verdad?" Me dijo mientras me estampaba un beso con fuerza. "Casi la violan en el restaurante, y creo que le hubiera gustado" dijo dirigiéndose a Sancho. "Pero lo cierto es que consigues hacer realidad todas mis fantasías", continuó para mi.

Yo notaba cómo me abrazaba en el coche, cómo buscaba mi contacto y acariciaba mis pechos y mis muslos, vuelto hacia mi. Notaba que realmente le tenía lokito y excitado de nuevo. Mi olor llenaba el coche y ocultaba el cuero para sobreponer el olor a sexo, fuerte, penetrante. Pero el viaje no duró mucho y Sancho nos dejó delante de un club. Osmiel saludó a los gorilas de la puerta y se saltó la cola de entrada de forma natural, ignorando la taquilla desde la que le saludaron como un habitual.

Dentro, los juegos de luces típicos de estos locales, pero sin demasiado humo y el aire acondicionado en el punto justo. Unas mesas rodeaban una pista con luces y láseres. Barras de bebidas en los lados y una terraza. Sonaba una mezcla de hip hop y latino (una porquería de música, pero ideal para una noche de baile). Osmiel me llevó a una de las barras donde se dirigió al encargado por su nombre y ordenó para mi y para él. Yo necesitaba (Y mucho) un Ginger ale con whisky para refrescarme, di un largo trago y le dejé para ir a asearme un poco.

En el lavabo todavía no había cola (era temprano, sobre la medianoche). El pasillo de los lavabos estaba repleto de parejas que sólo se veían al otro y algunos grupos de chicos bebiendo. Pasé directamente a los aseos, donde una chica estaba retocándose los labios, pero fui a los cubículos a buscar papel. Finalmente pude limpiarme y sentirme algo mejor. Desde la puerta, los chicos de fuera podían ver los lavamanos y… algo más. Concretamente, una preciosa rusa limpiándose bajo la falda y tirando el papel a la taza (aunque entonces yo quedaba cortada por la puerta del cubículo). Esta vez no fue premeditado, lo prometo, pero me di cuenta de ello cuando fui hacia los espejos a echarme un poco de agua en la cara y retocarme los labios. Entonces les vi, expectantes, con mirada de deseo, y supe que me habían visto limpiarme y que sabían que iba sin bragas.

Terminé de limpiarme los labios y salí. Ellos estaban justo en el pasillo, por lo que al pasar por su lado era obligado el contacto. Yo miraba al frente, pero tuve que volverme al acercarme y vi como los tres me miraban sonriendo. Pasé de lado, pero noté el roce de sus rodillas y una mano que me acariciaba las nalgas suavemente. Nada obsceno, más bien sensual, mientras mi perfume les envolvía. Sonreí y seguí, aunque debo reconocer que la situación me había excitado.

Volví con Osmiel, que en ese momento ordenaba su segunda copa. Di otro largo trago de la mía y me sirvieron la nueva sin haber acabado la anterior. El me tomó de la cintura y me besó. Nos acomodamos en la barra, de pie, con su mano en mi cadera, mirando la pista de baile. "Quieres sentarte?" chilló en mi oreja para dejarse oír. Negué con la cabeza, dejé la copa en la barra y me acerqué a la pista. Allí, con los ojos cerrados, me puse a bailar para liberar el estrés, la excitación, para relajarme del montón de vivencias en tan corto tiempo. Me sacudía sensual, mi pelo ondulaba en mis giros, mis manos acariciaban mi cuerpo y mis pechos se movían libres bajo la delgada tela.

Abrí los ojos y vi a Osmiel mirándome desde la barra. Yo estaba rodeada de grupos, la mayoría de chicos y hombres, alguno con mujeres también. Claramente estaba siendo acechada, pero mi actitud distante, mis ojos cerrados, mi danza "de liberación" los había mantenido alejados, estudiando el asalto ;-).

Ahora, la combinación del alcohol y el recuerdo de los baños me excitaron. Los roces se sucedían, pues la pista iba llenándose. Los grupos de chicos se acercaban y yo trataba de mantener contacto visual con Osmiel, pero no era fácil. Bailé alzando mis brazos, mis pechos, libres, se bamboleaban dentro de las tiras del vestido, pero mis pezones se alzaban, orgullosos, duros, excitados, marcándose claramente bajo la tela. Ahora sí miraba a mi alrededor, devolvía sonrisas y aceptaba los roces.

Los chicos del baño estaban a mi alrededor y trataban de cercarme, pero yo no paraba quieta. Una mano empezó a rozar mis nalgas y yo seguí sacudiendo mi colita como si nada. La pista seguía engullendo gente y obligando a arrimarnos, ahora los roces ya eran constantes. Dos manos me acariciaban las nalgas, y una de ellas se insinuó bajo la falda. Yo seguía libre, sudaba, me sacudía y movía sin parar, dificultando la tarea de los sobones, pero a la vez excitándoles más. Bajé mis manos, que ahora se movían a la altura de mis caderas rozándoles a ellos y apartando aquellos que me querían tocar ;-)

El cansancio, el alcohol, mi ritmo… fue decreciendo, relajándome, languideciendo. Ahora ya no me sacudía tanto, me dejaba mecer por la música como nadando en ella. Apretados casi en la multitud, dos manos se insinuaron bajo mi vestido. Mis pechos eran rozados ahora por una mano, ahora por otra que sostenía un vaso con bebida, frío. Cerré los ojos y me dejé mecer. Manos extrañas recorrieron mis curvas, exploraron y se insinuaron. Abrí los ojos y el chico de delante de mí avanzó su mano entre mis piernas descubriendo mi vello púbico expuesto, abierta a él. Mi mano buscó su entrepierna mientras mi izquierda encontraba otro prominente sexo bajo unos pantalones ligeros. Mis nalgas eran sobadas y las manos extrañas se encontraban entre mis piernas, una provenía del chico de delante, otra del hombre maduro de detrás. Dedos en mi sexo, sexos en mis manos, mis pechos atrapados en manos sin rostro.

Me sacudí de allí y me forcé a ir hasta la barra buscando a Osmiel. Lo hallé donde lo había dejado, le anudé mis brazos al cuello y, apretándome fuertemente contra su cuerpo, lo besé. "Soy una perra caliente en celo permanente. Me han sobado y penetrado en la pista y estoy deseando que seas tu quien me haga llegar" le chillé a la oreja sin importarme si me oían otros.

"Baila un poco más y nos vamos, ok?" me dijo mientras con la cabeza señalaba un hombre a su lado, algo mayor. Lo odié por dejarme así caliente por negocios (supuse). Pero el otro, ni corto ni perezoso, se me acercó a presentarse él mismo (pues Osmiel no lo había hecho). "Hola preciosa, soy Juan" me dijo con una amplia sonrisa mientras me daba un par de besos en la mejilla tomándome suavemente por el hombro. Su aroma de Yves Saint Laurent me envolvió, pero también su aroma a hombre y su calor.

Me despedí de ellos y me volví a la pista, pero realmente no quería ahora acabar en una orgía allí. Estaba enfadada con Osmiel, pero a la vez lo deseaba. Tenía que darle una lección, pero no quería abandonarme a esa exploración de extraños. Así que me quedé en el límite de la pista, con mi bebida a medias, con la mirada vacía. Se me acercaron chicos ofreciéndome bebidas, preguntando, acechando presa, pero no les atendí y me deshice de ellos.

Me volví. Tanto Osmiel como Juan me miraban mientras charlaban de sus cosas. Miradas de deseo. Mi piel brillaba por el sudor, mis piernas lucían largas bajo la corta falda que ahora transparentaba y ahora no, dependiendo de las luces. Mis pechos se alzaban grandes, esferas de placer con los pezones duros, marcados, firmes. Osmiel captó mi mirada de recriminación y se arrepintió de su decisión, pero era tarde. Vi que uno de los grandes altavoces no tenía nadie bailando encima, así que dejé mi bebida al pie y me subí a él.

Ya sobre el altavoz empecé a bailar sintiéndome gogó, sintiéndome la reina de la pista con todos los machos a mis pies. Sus miradas perdidas entre mis piernas debían descubrir mi desnudez cuando mis movimientos así lo permitían. Pero mi mirada iba para Osmiel y Juan, allí, en la barra, viendo, ahora sí, mi figura transparentada por las luces. Mi figura, como si fuera desnuda, se delineaba perfectamente en mi baile. Las luces estroboscópicas me iluminaban por detrás y no dejaban lugar a la imaginación, delineando mis curvas, mis sensuales nalgas, largas piernas y grandes pechos.

Ahora bailaba con una mezcla de rabia y furia, con los ojos cerrados, sabiendo que todos me miraban. Un halo animal me rodeaba, un halo de sexo, de deseo primitivo. Me sacudía y movía dejando ver mi cuerpo, exhibiéndome, sintiéndome acariciada por sus miradas. Abrí los ojos para verlos, para ver el deseo en sus miradas, para sentir la tirantez de sus sexos embutidos en los pantalones, para sentir cómo crecía su excitación. Me sabían una exhibicionista, sin bragas, allí luciendo su cuerpo para todos. Alrededor de los altavoces se había apiñado un nutrido grupo de machos de todas las edades que no me quitaban la mirada de encima. Yo acariciaba mi cuerpo con el baile. Acariciaba mis pechos, acariciaba mis caderas haciendo subirse el vestido por ellas hasta casi descubrir mi sexo, acariciaba mi liso vientre y hasta metía una mano por en medio de mis prietas nalgas. Hacía lo que ellos estarían deseando hacer y no podían. Y ellos veían mi piel brillante de sudor, mis muslos brillantes por el flujo que ya goteaba, mi mirada brillante, perdida de deseo, cada vez que abría los ojos.

Ahora todos en el local me miraban, me deseaban. Estaba segura de ser la fantasía de múltiples pajas esa noche, y eso me excitaba muchísimo. Estaba excitándome yo tanto como ellos. Llevé mi mano a la entrepierna aplastando la faldita entre mis muslos, arqueé la grupa simulando un orgasmo (que no estaba tan lejos) y saqué el vientre mientras la mano se alzaba de mi sexo hacia el vientre llevándose con ella la faldita, subiendo al ombligo. Mi sexo quedó al descubierto mientras mi boca lanzaba un gemido que no se escuchó por la música. Mi mano siguió subiendo por mi cuerpo y la falda volvió a su sitio dejando el recuerdo o la duda de mi sexo depilado ante ellos. Mis dos manos acariciaban mi cuerpo, mientras yo me encorvaba, buscando mis pechos, acariciándolos y estrujándolos. Tomé mis pezones uno en cada mano y los pellizqué mientras miraba a Osmiel a los ojos. Seguí con mi recorrido hasta mi cuello e introduje un dedo de cada mano en mi boca mientras chupaba con vicio sin apartar mi mirada de la de él.

Bajé del altavoz todavía sintiendo la vibración de los bajos, mil voces a mi paso a las que no presté atención, mi cuerpo rozado por mil contactos hasta llegar a él. Me planté ante Osmiel y entonces fue cuando ambos reaccionaron, pues también Juan estaba en estado de shock. De hecho, fue Juan quien soltó una fuerte carcajada y me tomó del brazo arrastrándome hacia una puerta marcada con el letrero de privado a la que un gorila inmenso le franqueó el paso.

Claramente daba a una zona VIP privada, subía unas escaleras para dar a un salón insonorizado donde sólo llegaban los rumores de la música. Varias pequeñas mesas redondas y amplios y mullidos sofás con una pequeña barra. Una pared estaba compuesta por un amplio cristal en una de sus paredes inclinadas permitía ver la pista. En ese momento sólo había una pareja en la sala, que se retiró cuando entramos nosotros, Juan, yo y, detrás, Osmiel.

"Vaya un espectáculo que nos has dado, un poco más y reviento. Avísame cuando vayas a volver que reforzaré la seguridad." Me dijo Juan al entrar con una amplia sonrisa de admiración. "De donde la sacaste Osmiel? Esta chica es puro fuego". Osmiel sólo sonrió, así que fui yo quien contesté mientras Juan se metía tras la barra y el barman se retiraba discretamente.

  • No me sacó de ningún sitio, vine yo a visitarle desde Barcelona para podernos conocer.

Me sirvió otro whisky con Ginger ale que bebí con sed mientras ellos me miraban. La música sonaba atenuada, como sorda, pero yo todavía me mecía con ella. Juan y Osmiel, con sendas copas, se acercaron y se movieron contra mi. Nuestros cuerpos se rozaron, mis caderas acariciaban sus abultadas entrepiernas con descaro, sin pudor. Estaba tremendamente excitada y quería sacarlos de sus casillas, castigar a Osmiel sometiéndolo de nuevo, pero también cautivar a Juan. Ya no reían, sus caras estaban serias, sólo reflejaban deseo mientras sus manos exploraban mi cuerpo y yo me dedicaba a zafarme de ellos y seguir contoneándome contra sus cuerpos.

Sus manos buscaban mis caderas, mis nalgas, atraparme y apretarme contra ellos, pero yo me desasía y seguía provocándoles en lo que cada vez se asemejaba más a una lucha sin cuartel en el salón VIP. Finalmente fue Juan, quien harto de perseguirme me tomó por la cintura con sus dos manos y me retuvo contra él. Yo podía notar su duro sexo contra mis nalgas, cómo me retenía con furia mientras Osmiel se ponía delante de mí. Así, mirando a los ojos de Osmiel, esta vez no me zafé, sino que seguí con mi ritmo, moviendo las caderas mientras mis nalgas acariciaban el erecto sexo de Juan. Dejé mi copa en una mesita y besé a Osmiel mientras sacaba mi grupa presionando todavía más el enhiesto sexo entre mis nalgas.

Colgué mis brazos de su cuello y me abandoné a la lujuria de ese sándwich entre dos tremendos sexos, uno en mi vulva y otro entre mis nalgas. Dejé el cuello de Osmiel para sentir en mis manos sus pollas. Cuando Juan vio mi mano bajar por la espalda se apartó un poco para dejarme sospesar esa tremenda tranca entre mis dedos, recorrerla bien de arriba abajo. Por delante ya estaba desabrochando el pantalón de Osmiel, y le liberé su sexo. Juan no se quedó corto y también abrió su pantalón, con lo que mis manso se llenaron de dos tremendos sexos duros y deseosos de mi.

Los dos pugnaron por liberarse de los caídos pantalones y yo me dejé llenar por la sensación de tener dos sexos en mis manos, los acariciaba y subía y bajaba. Noté cómo Juan pugnaba por penetrarme desde atrás, pero yo se lo retiraba y jugaba con él una y otra vez, torturándole. Hasta que pudo más su desesperación y me tomó con brusquedad, llevándome hacia el cristal. Me empotró contra el cristal (que por el otro lado era espejo) y presionó mi cara contra él mientras apuntaba su sexo en mi coñito por atrás.

El muy bruto ha perdido los papeles y me aprieta la cara contra el cristal, mi mejilla pegada al frío cristal, mis pechos aplastados, mi kulito en pompa, veo la gente bailando abajo, ausentes, y yo siendo empalada por ese bruto, que me mete y saca su sexo con fuerza, con lujuria, con desenfreno. Sólo piensa en mi cuerpo, en penetrarme, en poseerme, en empalarme. Mete y saca con fuerza, hasta el fondo y retirándola bruscamente para volverla a meter hasta mi útero. Se está una eternidad así, Osmiel se acerca por delante, le aparta la mano y acerca su sexo a mi boca. Yo lo tomo y succiono, pero es el quien se mueve, quien folla mi boca, porque yo no puedo moverme con las empaladas de Juan.

Hasta que se produce una explosión y Juan gime como un cerdo, luego suelta chillidos quedos y me inunda con su simiente mientras Osmiel mira cómo me sigue penetrando. Juan se retira y acerca su ahora morcillota y chorreante pija a mi boca, yo tomo las dos pollas en mi boca y las acaricio con la lengua mientras trago y mi saliva gotea. Con esa imagen Osmiel se corre y nos inunda a los dos, a mi en la boca, pero a Juan lo baña con su leche. No puedo tragarlo todo, y saliva y semen gotean por mi barbilla. Trago como puedo y lamo ambas pollas y las limpio de restos con ganas. Me han usado, me han empalado, pero me han hecho gozar como una cerda.

Les miro, ambos con ojos brillantes de placer, lujuria, al ver a esa zorra disfrutando con la limpieza. Sus sexos entrechocan y se inflaman con las caricias de mi lengua, se vuelven morcillonas sin llegar a erectas. Juan circuncidado, Osmiel gruesa. Me acomodo como puedo mientras les acabo de limpiar y me retiro, quiero ir al baño a asearme, si no esos dos lokos me volverán a follar y ahora quiero limpiarme porque mi sexo todavía gotea leche y mi barbilla está brillante con manchas de las corridas.

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