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Excitando 5 - Parte 7

en Voyerismo

Hola de nuevo a tod@s,

Ante todo, perdonad la incomunicación y el retraso! Casi desde mi cumpleaños (por cierto, gracias por las felicitaciones y los regalos), pero he estado en Rusia hasta las navidades (el 13 de enero para nosotr@s). Bueno, a ver si consigo ponerme al día y ser un poco más activa en el mail, que este silencio os debe haber parecido muy poco respetuoso, perdonad y dadme un poco de margen para leer todos los mails y ver todos vuestros regalos.

Besos perversos, y ahora sí, el relato.

Excitando 5 – Parte 7

Después de asearnos y refrescarnos Natalia y yo, volvimos a salir y, esta vez sí, bajamos con el cuatro por cuatro hasta el pueblo para dar un paseo, ir a la playa… Natalia sería una perfecta sumisa, reconocía el placer recibido, pero estaba muy avergonzada y se notaba en cómo trataba de mimar a José.

Finalmente la había vestido algo provocativa, unos shorts ajustados resaltaban sus nalgas y marcaban su vulva, un sujetador ajustado alzaba sus pechos y les permitía apuntar orgullosos al horizonte, con unas puntas marcadas, parecía Madonna en concierto (salvando las distancias) (“eso no me lo puedo poner!”, “Por qué no? Ya verás”, y vaya si vio, hasta Javier se quedó parado al verla).

José estaba encantado, y sus manos recorrían sus nalgas mientras íbamos hacia el coche y, ya en el coche, acariciaban sus desnudos muslos. Yo me senté detrás con Javier, que tampoco perdió oportunidad de acariciarme los muslos cuando el pareo se abrió. Le dejé hacer, pero lo cierto es que estaba caliente y no me había corrido y… y una no es de piedra! Mientras bajábamos al pueblo yo me ponía adelantada en los asientos para poder conversar con José y Natalia. José, ajeno a mi presencia, seguía acariciando a Natalia, y Javier disfrutaba de la intimidad que le dejaba yo al taparle para meterme mano descaradamente. Y yo sin haberme satisfecho!

Hubo un momento en que no pude reprimir un gemido mientras Javier me metía dos dedos en mi chorreante sexo y yo trataba de impedírselo apretando mis muslos, pero Javier estaba juguetón. Hasta José se giró para verme la cara extrañado, pero Natalia le hizo un gesto con la cabeza indicando a Javier y los dos rieron. El problema fue al bajar, claro, mi chochito húmedo transparentaba hasta el triangulito de la braguita del bikini y mostraba mi vulva completamente.

-       Contento? – le dije mientras bajaba y miraba mi sexo. -José y Natalia se quedaron también mirándome, él excitado, y creo que ella también. – Ahora voy a ir dando el cante todo el rato.

José sólo reía y no paraba de repetir: “Preciosa, preciosa…” mientras su brazo rodeaba mi talle y el de Natalia y se ufanaba de las dos mujeres (tocándonos las nalgas a las dos) y Javier venía detrás con la bolsa de las toallas (poco más llevábamos). Así desfilamos por el paseo en dirección a la playa.

Nos descalzamos (mal hecho, la arena ardía!) y nos instalamos rápidamente, sin sombrilla, sólo las toallas y poco más. Yo rápidamente le dije a Natalia de ir al agua, y ella (también con calentura interior) aceptó. José también se vino, dejando a Javier de plantón, cuidando las cosas. Estábamos muy cerca de la orilla, así que nos veía perfectamente cuando nos internamos en el agua.

Primero nos mojamos hasta las rodillas, tomamos un poco de agua y nos remojamos los brazos, pero yo no esperé y me zambullí de cabeza rápidamente (llevaba una calentura…) y nadé para recuperarme de la impresión. Ellos tardaron en entrar en el agua, así que al volver de mi breve ejercicio, coincidimos en el agua. José estaba juguetón con Natalia, y estuvimos entre aguadas y cosquillas jugando como críos un rato. Bueno… como críos, creo que José aprovechó para darnos un buen repaso a las dos y yo le noté empalmado un par de veces.

Ya relajados, charlamos en el agua. “Has visto qué preciosa se ve a Natalia hoy?” le dije. Sí, lo había percibido. “A ver si te portas, que está hoy muy sexy” le dije mientras mi mano tomaba su sexo sobre el bañador y lo apretaba y masajeaba. Las transparentes y cristalinas aguas no tapaban nada, y Natalia lo vio y se ruborizó, pero no la dejé escapar y también a ella la tomé de la cintura acercándola a los dos. Tomé su manita y la acerqué a la mía que sostenía la endurecida verga de José.

Ahora éramos dos acariciando su sexo, nos miramos y sonreímos. Mi mano se coló por dentro de la cintura del bañador y acarició directamente la verga, sacándola por encima del bañador para que también Natalia la tomara.

-       Estás muy loca, sabes? – me dijo Natalia.

-       Sí, pero te encanta. – dije yo mientras mi mano abandonaba la verga para meterse bajo el bañador de ella en uno de los camales y le acariciaba la vulva.

José se quedó sin habla al verlo, pero ahora los tres estábamos muy juntos y no era muy descarado. Aparté la braguita del bañador de Natalia y dirigí la polla de José para que rozara su vulva mientras José metía dos dedos en mi coñito. Natalia se rozaba la vulva con el capullo de la verga de José y se lo recorría arriba y abajo cerrando los ojos y empezando a gemir. José movía dos dedos en mi sexo y se dejaba hacer, yo, quieta, con las manos enlazando las cinturas de José y Natalia y dejándoles disfrutar del placer mientras sentía a José moviéndose dentro de mí.

Fue Natalia la primera en apretar el sexo de José tan fuerte sobre su vulva que le entró a medias mientras ella apretaba sus muslos y se corría. Un hilillo de semen apareció en el agua al poco rato, mientras ella acababa con sus convulsiones, y ambos pusieron aquella mirada vidriosa de placer mientras yo tomaba uno de los hilillos y, con el dedito, me lo llevaba a la boca sonriente.

Otra vez me había quedado a dos velas, pero los dos salieron tomados de la mano hacia la playa y Javier vino rápidamente a mi lado. “He visto lo que he visto?”; “pues no sé, tu verás”. Y me escapé nadando. Pero él me agarró de los pies y tiró de mí y me agarró de las caderas y me levantó, me plantó un beso y jugó con su lengua en mí mientras una de sus manos acariciaba un pecho y su vientre se restregaba contra el mío. “Eres una verdadera…” “Perra en celo?” le completé yo la frase y traté de zafarme. Pero no lo conseguí, sólo logré que volviera a tomarme de las caderas y su sexo quedara contra mis nalgas. Lo noté duro y fuerte, preparado. Y yo insatisfecha!!!! Pero contra lo que os podáis pensar, sólo me dijo de salir del agua y tomar un poco el sol.

Naturalmente, mi salida del agua fue espectacular, vulva inflamada, transparentándose todo… decidí ir a la ducha para quitarme la sal, y casi se les saltan los ojos al grupo de italianos que estaba junto a la ducha cuando me vieron acariciándome bajo la ducha (para quitarme la sal, por supuesto!). Un grupo de unos diez italianos, discretos ellos como siempre, comentando en voz alta barbaridades sobre mi. Acabé mi ducha y volví a nuestras toallas contoneándome contenta (pero insatisfecha!!!!).

Sobreviví diez minutos al sol. Y digo sobreviví porque era un sol ardiente, y aunque estoy acostumbrada a las estepas, ese brillante mar me llamaba, así que no pude aguantar y volví a zambullirme. Naturalmente, ya lo esperaba, los italianos automáticamente se metieron cerca de mí, junto con una pelota, que, casualidad de las casualidades, fue a parar justo frente donde yo estaba. Y, naturalmente, se la pasé como buena vecina y dos segundos más tarde, volvía a tenerla yo y ellos a pedírmela.

Ellos se disputaban la pelota y se perseguían para quitársela de un grupo a otro, así que la tercera vez, ya más cerca, cuando fue a parar cerca de mí, dos italianos, uno de cada bando se abalanzaron sobre mí tratando de cogerla. Tratando de cogerla… es un decir, porque fui yo quien la tomé y los dos se abalanzaron sobre mi pidiéndomela y yo reteniéndola hasta que los dos trataron de arrebatármela y yo, toda sonrisas, atrapándola más fuerte contra mi cuerpo que ellos no dejaron de explorar con la excusa de buscar la pelota. Otros se nos unieron y así pronto eran un corro de italianos a mi alrededor, todo manos y yo reteniendo la pelota contra mí como podía (me dejaban ellos, claro), entre mis pechos y vientre, lo que ellos aprovechaban para… hasta hacerme saltar uno de los pechos del bra del bikini. Entonces yo dejé la pelota y tomé las tiras para ver si estaban rotas o no, pero no, sólo desanudadas con tanto balanceo.

Rápidamente se acercaron los dos jóvenes iniciales a disculparse y pedirme perdón y ver si se había roto. Yo aguantaba las tiras del bikini sin anudarlo examinándolas por cuarta o quinta vez y sin ninguna prisa por cubrirme mientras les agradecía su preocupación y les aseguraba que no era nada. Uno de ellos aprovechó para tomar las cintas y probar de rehacer el nudo, pero con tan poca gracia que quedó todo apretado y me molestaba, así que fue el otro quien lo apartó y las tomó y anudó, para luego hacer el control de calidad pasando sus dedos bajo el minúsculo triangulito de tela que apenas cubría mi inflamado y duro pezón y colocarlo todo en su sitio. Yo sólo reí de sus ocurrencias y caricias, dejando que me sobaran a gusto cuando se acercaban para anudarme o colocar correctamente cada hilito y notando sus abultados bañadores apretándose contra mis muslos o nalgas.

Finalmente ya no daba para más, y me invitaron a salir y tomar una copa, pero yo les dije que estaba con mi marido y no podía. El más osado se atrevió a asegurarse que también la braguita del bikini estaba bien puesta y me acarició la vulva. Yo le pregunté si por detrás las tiras estaban bien, con lo que me sobó las nalgas e introdujo sus dedos bajo las tiras marcándome la vulva y acariciando mi ano.

Se lo agradecí y salí del agua con la vulva completamente marcada y las tiras completamente metidas entre mis cachetes, Y más caliente que lo que estaba cuando entré en el agua. De nuevo, caminé hasta la ducha para gran regocijo de muchos hombres a mi paso, me duché y volví a las toallas donde me sequé mientras Natalia, José y Javier, contemplaban mi vulva libremente, como media playa. Me quedé de pie acabando de secarme, porque ellos ya recogían. Querían ir a tomar un suquet de peix en un restaurante allí cerca. Fuimos al coche y allí lo dejamos todo, yo me puse el pareo de nuevo anudado al cuello. Ahora, con el bikini húmedo, abriéndose el pareo por los lados con cualquier brisa mínima, iba peor que desnuda, pues mis intimidades se mostraban mucho más incitantes que yendo directamente desnuda.

Si le sumamos mi calentura de todo el día… pues sí, iba salida como una perra y se me notaba. Ellos tampoco se cambiaron, José y Javier conservaron bañadores y se pusieron una camiseta y un polo, mientras que Natalia se puso los shorts y una camiseta. En el restaurante ya nos esperaban y habían reservado una mesa en la terracita del patio interior, con sombra fresca y paredes de piedra y una fuente que conformaban un espacio realmente exquisito. Sólo un par de mesas más, vacías de momento.

Cruzamos el comedor hasta la terracita y debo decir que varias fueron las miradas que nos desnudaron, tanto a mí como a Natalia. Lo primero que llegó fue el Viña Esmeralda bien frío en un cubo lleno de hielo, eso me hizo revivir después del calor (interior y exterior). Y con unos entrantes que nos trajeron (unos pimientitos, almendras y unas almejas al vapor), fuimos conversando.

Natalia exigió que les contara lo de los italianos, así que procedí a narrarles con pelos y señales cada caricia que me habían hecho y cada reacción que yo había tenido para incitarles más. Todo con una voz normal, como si me pasara a cada rato y como si me encantara excitarles (lo que es cierto al ciento por ciento). Al final, acabé mi relato y se hizo un denso silencio, todos me miraban como alucinados.

-       Eres una zorra perversa. – Dijo Natalia.

-       Sí, ya, pero es que me encanta excitar – dije yo con una sonrisa. Javier me miró moviendo la cabeza como tratándose de creer una gran mentira, pero él lo había visto!

-       Pero cómo la dejas hacer esto? – preguntó Natalia a Javier.

-       Ah, no, eso sí que no. A mi Javier no me deja o deja de dejarme hacer esto o aquello. Que ya somos mayorcitos y no estamos en la edad media! A mi me gusta el sexo y excitar a los hombres – y tomé la mano de José y la puse en mi muslo – Y me gusta Javier y disfruto estando con él. – Y tomé su mano y me la puse en la entrepierna bajo el pareo. – Pero si encuentro una situación excitante – y en ese momento entró el camarero con el suquet y lo depositó en la mesita de servir contigua a la nuestra. – Pues me encanta provocar reacciones y sentir sensaciones excitantes. Seguí sin más recostándome en la silla pero obligando a ambos a mantener sus manos en mi mientras el camarero servía mirando mis piernas. Yo, naturalmente, sólo sonreía, pero fue Natalia la que se rio con ganas, y la que contagió a José con sus risas y a Javier y, por qué no, a mi también.

Así que continuamos la comida tranquilamente disfrutando del pescado en su salsa. Pero Natalia seguía dándole vueltas al tema. “Javier, y a ti no te molesta que soben a tu mujer? O que la besen o que la miren tanto?”. “Qué va a molestarle, mujer! Si se pone bizco con el deseo de los otros sabiendo que luego será él quien me tendrá, verdad José que tu pensarías igual?”.

-       Pues no chiquilla, ves? Aquí te equivocas. Natalia es mi mujer, y otros pueden mirarla y desearla, pero yo soy de la vieja escuela y aquí sólo toco yo.

-       Y yo podría? – le dije insinuante… naturalmente le planteé un dilema, pero para mi sorpresa fue Natalia la que lo resolvió, mirando a su plato y poniéndose roja como un tomate.

-       A ti no sabría decirte que no, ni yo ni José, seguro. – Dijo mientras acariciaba el muslo de su marido, que la miró sorprendido con unos ojos como platos.

La comida iba avanzando, el vino por la tercera botella (cabe remarcar que las raciones eran muy abundantes, y nos servíamos de la cazuela repetidamente). Panzas llenas y regadas con buen vino no nos ayudaron a abandonar el tema del sexo y me pidieron más aventuras o encuentros. Total que la comida fue un monólogo de mis experiencias interrumpido de vez en cuando por sus comentarios o preguntas. Creo que todos nos excitamos, hasta yo reviviendo alguna experiencia. Naturalmente, les conté sobre el metro, y aquí Javier se puso rojo como un tomate!

El resultado fue que me vieron como una zorra exhibicionista a la que le encanta excitar a los hombres (y a algunas mujeres), es decir, la pura realidad. Y Natalia no podía dejar de ponerse roja como un tomate y agitársele la respiración con cada una de mis historias.

-       Por favor, José, haz el favor de meterle dos deditos al chochito de tu mujer, que está rozándose tanto los muslos que acabará prendiendo fuego a los manteles.

-       Cómo dices?

-       Sí, por el lado de los shorts – le indiqué estirándome para hacerle mover la mano hacia ella. – Y ahora, por favor, ya le has metido dos deditos? Bien, pues ahora con el pulgar, suavemente, le rozas el clítoris en círculos aplastándoselo ligeramente, no muy fuerte. Como? Oh, perdón. Natalia, serías tan amable de indicarle dónde tienes el clítoris, por favor?

Todo dicho con un tono de voz perfectamente normal que no se diferenciaba de una charla habitual de comida para los que se sentaban una mesa más allá. Natalia estaba roja como un tomate, pero tomaba la mano de José indicándole y éste no acababa de creerse que estuviera tocándole el sexo a su mujer en un restaurante, pero lo cierto fue que las exclamaciones contenidas de Natalia, su apretón de muslos y cómo se mordía el labio inferior y sacaba la puntita de la lengua, me demostraron que ya había llegado y se relajaba.

-       No, no saques la mano todavía, deja estar el clítoris, pero ahora acaríciala suavemente por dentro y sácalos suave y lentamente, como si la acariciaras con una pluma, deja que sienta y se relaje, nada de brusquedades, ves? Así lo disfruta más.

Le tomé su mano empapada y los dos dedos que habían estado dentro de Natalia y, mirándola a ella a los ojos, me los introduje en la boca y los lamí ávidamente. Natalia se sonrojó todavía más, pero esta vez con una sonrisa pícara en la boca. José se estremecía, demasiadas sensaciones a la vez. Y Javier…, Javier alucinaba. Había visto cómo su jefe masturbaba su mujer! Y estaba empalmado y duro como nunca con esa sesión de terapia que había hecho nada más y nada menos que su novia!

-       Bueno Javier – le dije atrayéndolo y besándole – todavía somos novios? – a lo que asintió complacido – y qué te parece el sabor de Natalia, rico verdad? – y me miró quedándose de piedra. Miró a Natalia, que volvió a reruborizarse (cuántas veces era capaz de hacerlo?) a José, a mi, y sólo pudimos reír.

-       - Deliciosa, ciertamente. – A lo que Natalia, respondió como siempre, bajando la mirada, sonrisa pícara y las orejas encendidas.

Pero no pudimos alargar la sobremesa, debíamos volver a Barcelona, así que pronto nos encontramos solos en el coche, de vuelta, Javier y yo.

Para la vuelta seguía con el pareo, pero me había puesto un conjunto interior de blonda, blanco y virginal, aunque diminuto, se transparentaba con el pareo (hacía mucho calor!).

-       Bueno, qué te ha parecido el fin de semana? – le interrogué yo.

-       Mmmm…. Diferente, eres una bruja consumada, pero me has conseguido el futuro por cinco años como mínimo. Y me has descubierto un presente fascinante. – Dijo posando su mano en mi muslo.

-       Me alegro que te haya gustado. – Dije yo consciente de mi insatisfacción, no me había corrido y estaba muy muy caliente, su mano no hizo más que profundizar en mi insatisfacción sexual. – Porque tienes que ser consciente que estoy muy cachonda (se dice así?) – asintió con la cabeza – y necesito correrme ya, así que no te despistes del volante.

Rápidamente aproveché la comodidad del Jaguar. Me deshice rápidamente de mi tanga y me desabroché el bra, con lo que el pareo, abierto de los laterales, no cubría nada de mi cuerpo. Alcé las piernas y las hice reposar en el tablero enfrente de mí, con lo que mis muslos y rodillas quedaban a la vista de los coches que pasábamos. Tomé mi bolsito y saqué un juguetito que me había metido, era rosa fluorescente, y al encenderlo rodaba sobre sí mismo. Cuando Javier lo vio casi le da un soponcio.

-       Cariño, lo siento pero lo necesito y lo necesito ahora! – dije procediendo a acariciar mi desnuda e inflamada vulva abriendo todavía más el pareo para no mojarlo. Moví mi pelvis adelante, para estar más cómoda, con mis pechos al aire mientras los pellizcaba y con la otra mano masajeaba mi vulva sosteniendo el juguetito entre mis dedos.

Cuando mis jugos ya rebosaban la vulva y bajaban hacia el ano aproximé mi juguete a mi abierto y deseoso sexo. A mi lado Javier no sabía donde mirar, si a mi cara viendo cómo cerraba mis ojos y me relamía de placer, a mis pechos, ofrecidos libremente y mis deditos pellizcando los duros pezones que no paraban de agrandarse por momentos o a mi vulva penetrada por el juguetito.

Yo me concentraba en mi placer, necesitaba un largo y prolongado orgasmo e iba a proporcionármelo. Teníamos por delante un largo viaje y pensaba disfrutarlo, notaba cómo me abría a cada acometida de mi juguetito, me iba penetrando con la puntita, sin prisas, notando cómo cada vez entraba medio centímetro más y recreándome en cada penetración, poco a poco, regodeándome en la sensación, sin prisas, gozándola. Oí bocinas, estábamos desfilando superando un grupo de camiones, miré con los ojos entrecerrados y vi cómo me miraban al pasar los camioneros, debían ser un grupo de la misma compañía, pues todos lucían el mismo emblema y pasamos como dos o tres desde que yo los vi, sin hacer nada por cubrirme, sabiendo que me veían y me deseaban desde arriba.

Javier aceleró y los dos últimos quedaron atrás como una flecha, yo cerré mis ojos y seguí a lo mío. Ahora mi juguete ya penetraba totalmente y yo me entretenía notando sus movimientos dentro de mí. Evitaba el clítoris, quería sentirme llena un rato más antes de llegar. Empezaba a sudar pese al aire condicionado cuando Javier paró el motor, el coche se había detenido. Miré sorprendida a mi alrededor, estábamos en un área de descanso de picnic, de esas con césped y mesitas, pero sin área de asistencia. Javier se me quedó mirando mientras desabrochaba sus pantalones y sacaba su herramienta.

-       Mierda! Mira que eres cerda, si seguía nos matábamos, suerte que he encontrado esta área.

Pero no era el único que la había encontrado, detrás nuestro cuatro camiones estaban aparcando llenando y obstruyendo la entrada a la zona de descanso, como vi por el retrovisor. Javier se alteró y volvió a poner en marcha el motor, pero uno de los camiones ya se cruzaba ante nosotros, siendo bloqueados por delante y por detrás.

Yo seguía en mi posición, con las piernas en alto y mi juguetito entre ellas, mis pechos al aire, cuando vi una sombra en mi ventana. Los camioneros se acercaban cuando oí el cierre automático de las puertas.

-       No se asusten, sólo hemos venido a saludarles y a contemplar tanta hermosura, nos han alegrado el viaje, verdad chicos? – Y oí risas y comentarios algo más subidos de tono y menos corteses, pero ninguno de ellos rozó el coche ni hizo ademán de intentar abrir las puertas.

De hecho, los cuatro respetuosos camioneros, lo que hicieron fue desenvainar cuatro tremendos espadones y aposentarse alrededor del coche contemplándome. Javier tenía también su herramienta al aire, con lo que no desentonaba, pero fláccida y reducida a su mínima expresión, en contraste con ellos. Yo sólo sonreí, y con eso la tensión se relajó un poco.

-       Mmmmm… - me relamí mirándoles – con esa guardia de honor creo que estaré más que dispuesta a darles un espectáculo que no olvidarán. – Fue lo único que dije.

Pero ahora mis ojos ya no se cerraban, estaban bien atentos a ese espectáculo a mi alrededor. Se dispusieron dos en el frontal y uno en cada ventanilla y yo me despojé del pareo para mostrarme enterita ante mis admiradores. Javier no hacía ningún movimiento para no romper la escena, pero vi cómo se le empezaba a parar la pija sin tocársela.

Ya desnuda volví a darme placer, pero esta vez mirándolos uno a uno, acariciándome los pechos y pellizcándome mientras gemía y les sonreía haciendo, cuando me apetecía muecas con los labios o lanzándoles besos alternativamente a las puntitas de sus miembros si los descapullaban y los apuntaban hacia mí. Estaba protegida por los cristales y el coche, me sentía completamente segura frente a ellos, que en ningún momento habían hecho ningún gesto violento, sólo se acariciaban mirándome, mientras los coches pasaban a pocos metros por la autopista.

Cuando recuperé la temperatura interior volví a poner las piernas en el tablero y les ofrecí mi vulva, abriéndola bien con los dedos para mostrarles mi intimidad. Ellos ya se masturbaban con fuerza y les veía sudar con sus miradas concentradas en mí. Sus pollas duras por y para mí, como me encanta. Alcé el pubis para que lo vieran bien, hasta les mostré el ano. Me subí a cuatro en el asiento enfocando mis nalgas a la ventanilla con lo que tres de los cuatro fueron hacia ella viendo cómo mis dedos les mostraban mis dos orificios. Noté sus gemidos cuando mis uñas rojo sangre se abrieron camino por ano y sexo a la vez, metiendo un dedito en cada uno.

Estando a cuatro en mi asiento y con la ventanilla detrás, la polla de Javier me quedaba justo en mi cara, ocasión que no desperdicié, dando al cuarto camionero una lección de cómo se hace una mamada de película en vivo y en directo. Mientras mi manita trasera entretenía mis dos agujeros suave y lentamente, la del frente tomaba la polla del silencioso Javier y mi lengua lamía su prepucio limpiándola de sus fluidos preseminales. Procuraba hacerlo despacio y bien para que lo pudieran ver desde fuera, mostrando mi lengua cómo repasaba ese caramelo, estirando la piel y limpiando perfectamente el contorno. Tragando el líquido y, luego, recubriéndolo de mi saliva. Cuando estuvo bien brillante acerqué mis pintados labios a la puntita y estuve dándole cariñosos besitos mientras Javier ya jadeaba de placer y su respiración se aceleraba.

La tomé en la punta de mi boquita y moví la lengua en su punta cuidando que tocara mis mejillas para que vieran bien lo que hacía desde fuera, pues ya eran dos los camioneros que preferían ver mi dulce carita de viciosa en vez de mi sexo y ano perforados por mis deditos. Estuve unos largos momentitos así antes de empezar a tragar, poco a poco, mientras trataba de mantener mientras pude mi lengua en la puntita de la polla. Pero cuando mi boca llegó más o menos a la mitad tuve que retirar mi lengua para seguir tragando. Mi saliva desbordaba un poco de mi boca y supongo que pudieron ver cómo llegaba a mi garganta por el bulto que se formó en mi cuello cuando mi boca tomó contacto con su barriga. Con la tranca entera en mi boca miré a los camioneros, uno de ellos ya la tenía fláccida, me había perdido su corrida, y el otro se empezó a derramar en su mano cuando lo miré, pude ver sus chorros saltando y cómo cubrían sus dedos.

Separé mi boca justo cuando Javier esparcía sus chorretones, pero conseguí atraparlos y que no ensuciara casi nada, me giré para mostrarles mi boca abierta llena de semen, sonriente, y la cerré tragándomelo para mostrarles de nuevo la boca abierta, vacía. Me relamí sonriente y vi cómo se les volvían a parar a dos de ellos mientras los otros dos estaban todavía como derrumbados observándome. Era el sueño de una peli porno en directo. Mi mano seguía en la pollita de Javier, masajeándole los huevos para que se le volviera a parar, y, lentamente, lo hacía. Me tumbé y alcé mi pierna derecha, mostrando mi almejita mientras seguía penetrándome ahora con dos dedos la vulva, que pronto fueron tres, exhibiéndome ante los camioneros que veían mi sexo brillar por los flujos y escuchaban mis ruidos internos, mientras el coche ya estaba repleto de mi olor.

En cuanto la pollita de Javier empezó a despertar de nuevo les hice un gesto para que se estuvieran en su sitio quietecitos y procedí a abrir la puerta de Javier por encima suyo, le hice salir, él lo hizo, desprendiéndose de sus pantalones y calzoncillos. Una oleada de calor penetró en el coche. Yo le seguí y salí tras él por su puerta, los camioneros nos respetaron y se quedaron donde estaban. Ya fuera me puse contra el coche y alcé una pierna sobre el asiento, mi coñito quedaba babeante y abierto para Javier y yo miraba a los camioneros, que volvían a estar preparados para mi.

Los miraba con lascivia, me relamía y les sonreía para excitarlos más, y daba resultado. Noté cómo Javier se preparaba y me embestía por detrás, y procuré ser bien expresiva cuando me clavó (qué ganas tenía!) y eché la cabeza atrás con un profundo jadeo mientras la notaba entrar y dilatarme toda, con mis pechos en primer plano para los invitados.

Esa penetración fue gloria para mis sentidos, tenía tantas ganas… necesitaba ser penetrada, la quería en todos mis agujeros, en la boca, sentirme regada de leche y rebosante de sexo. Eso quería y más. Pero, de momento, me concentré en esa embestida que me iba abriendo con brusquedad y que me dejó bien llenita. Javier paró después del primer estoque, y se lo agradecí de corazón, porque pude degustarla dentro de mí. Noté cómo se encajaba dentro de mí y mis paredes la acogían con guante de seda, cómo mis líquidos rebosaban por los lados y goteaban por el interior de mis muslos. Yo miraba los camioneros que se acercaban pero sin tocarnos, sin ensuciar tampoco el coche (considerados que eran). Nos rodearon masturbándose y oyendo los sonidos de succión húmeda de Javier cuando empezó el bamboleo.

Porque después de la primera pausa me empieza a jalonar fuerte y rápido mientras susurra un “Toma puta”. Los camioneros rápidamente se desatan y también empiezan a decirme puta y lo guarra que soy exhibiéndome así, además de lo buena que estoy y que debo ser una puta muy cara para hacer todo eso con mi cliente (es por eso por lo que no se entrometen, creen que soy una puta cara con un cliente especial y que si se propasan puede tener consecuencias para ellos).

Así que me siento segura y aumento mis movimientos y les muestro bien los pechos mientras me pellizco los pezones. Me sujeto sólo con una mano en el coche, inclinada, para que puedan ver bien cómo me pellizco y cómo mis pezones están a punto de reventar. Noto cómo mis flujos no paran de chorrear y Javier me sujeta fuerte por las caderas clavándome con fuerza y saliendo hasta la punta, ahora aunque se le sale del todo no tiene problemas en volverme a meter.

Yo me concentro en mis sensaciones, en esa penetración fuerte y dura que sé que no durará mucho (pobrecillo, lo agoto), pero estoy tan caliente que espero que dure lo suficiente para correrme. Pero también miro a los camioneros y esas rígidas y venosas vergas. Unas gruesas y otras no, más largas y más cortas, pero todas ellas ofrendas para mí. Les miro a los ojos tratando de excitarles más, les miro y sonrío, gimo, me relamo, concentrándome en mi placer, en sentir a Javier dentro de mí y en notar el calor que me empieza a subir, noto cómo se va concentrando, cómo los dedos de mis pies se curvan en una reacción automática y se inicia el espasmo en los pies y sube por las piernas hasta llegar a los muslos y presionar la verga de Javier y apretarla con fuerza y notar cómo él lo nota, y seguir hacia mi estómago y culebrear por todo mi tronco mientras me sacudo y convulsiono y aprieto mis pezones con fuerza para notar cómo allí se concentra también el placer y lo pellizco, y sigue subiendo y me llena, y mi mandíbula tiembla mientras les miro, extraños que gozan con mi orgasmo hasta la raíz de los cabellos y me estremezco y me doblo y me venzo por el placer mientras Javier sigue tratando de partirme y provoca oleadas de orgasmos que me recorren cada vez con olas más relajantes y él se corre sobre mis nalgas y los camioneros se acercan y me ofrecen su simiente, uno, dos, tres y cuatro pollas fláccidas, babeantes por mi, ofrendas a su diosa del placer. Les sonrío y bajo mi pierna del asiento mientras me pongo en pie, desnuda, me sé fuerte frente a ellos, no se atreverán a tocarme, me miran como a una diosa, me acaricio los pechos con los últimos recodos de placer, mis pechos puntiagudos…

Les miro mientras Javier me entrega un pañuelito de papel. Él ya está vestido, yo me limpio la vagina con el papel, pero le pido otro. Los camioneros ahora ya se han guardado sus herramientas, yo sigo desnuda. Me acerco al césped entre la autopista y nosotros. Mirándolos, de espaldas a la autopista, me pongo en cuclillas y suelto un chorro de semen seguido de un largo y relajante pis que tengo cuidado que no me moje. Me miran y les miro, les sigo la mirada clavando mis ojos y sonrisa en cada uno de ellos. Me alzo sin dejar de mirarlos y abro bien mi chochito limpiándome con el segundo pañuelito, que dejo pulcramente en una papelera del área de descanso. Desnuda, de puntillas para que no me duelan tanto los pies, vuelvo al coche y me siento en el asiento del copiloto y me cubro con el pareo a modo de manta. El pareo no cubre nada, transparenta mi cuerpo desnudo, pero me da igual, yo hecho una cabezadita al notar que Javier arranca en medio del ruido del camión del que nos bloqueaba saliendo, y dejándome mecer por el suave ronroneo del motor del Jaguar duermo hasta Barcelona.

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Mi boda I (preliminares)

Caliente_1

Excitando 5 – Parte 8

Excitando 5 - parte 6

Excitando 5 - Parte 5

Excitando 5 - Parte 4

Excitando 5 – Parte 3

Excitando 5 (parte 2)

Excitando 5 (primera parte)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (y parte 5

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 4)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 3)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 2)

Ecitando 4 (parte 1)

Excitando 3

Regalo de Navidad 3 (o de fin de año)

Regalo de Navidad

Regalo de Navidad (2)

Shorts

En el tren

El Partido 5

El Partido 4

El Partido 3

El partido 2

El Partido 1

Excitando 2

Núria

Viaje (11)

Viaje (y 12)

Viaje (10)

Viaje (9)

Viaje (8)

Viaje (7)

Viaje (6)

Viaje (4)

Viaje (5)

Viaje (3)

Viaje (2)

Viaje (1)

Metro 2

Mi antiguo trabajo (y 13)

Mi antiguo trabajo (12)

Mi antiguo trabajo (11)

Mi antiguo trabajo (9,5)

Mi antiguo trabajo (10)

Mi antiguo trabajo (9)

Mi antiguo trabajo (8)

Mi antiguo trabajo (7)

Para Raúl

Mi antiguo trabajo (4)

Mi antiguo trabajo (3)

Mi antiguo trabajo (6)

Mi antiguo trabajo (5)

Mi antiguo trabajo (2)

Mi antiguo trabajo (1, el inicio)

Metro1

Excitando