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Mi antiguo trabajo (5)

en Voyerismo

Mi antiguo trabajo (V, la cena de la feria)

La feria acabó tarde, la azafata salió acompañada de un par de comerciales, pero yo me fui corriendo a casa a darme una ducha y descansar un poco (estaba molida). Después de la ducha y dormir una horita me planteé lo que ponerme para la cena. No hacía falta ser muy inteligente para acertar con las intenciones de Don Julián, el seboso quería carne y pensaba utilizar el contrato para presionarnos. Pobrecillo Don José, si supiera como funcionan esos negocios en Rusia…, pero el problema es que aquí Don Julián no se satisfaría sólo con una prostituta, quería algo de mi.

Yo decidí vestirme recatada para no dar pie a malos entendidos, pero cambié cuatro o cinco veces de parecer y al final tomé la misma falda de la feria, un tanga de encaje que se me metía entre los cachetes de las nalgas y casi ni tapaba mi depilada conchita, medias altas zapatos de tacón, una camisa y chaqueta para tener apariencia más formal. Más formal, sí, pero desterré el sostén ;-) Así que al abrir la chaqueta mis pechos quedaban perfectamente delineados bajo la camisa blanca que algo siempre dejaba transparentar. Un minúsculo bolsito completaba mi atuendo.

Así armada me fui hacia el restaurante, llegando los diez minutos tarde que toda señorita que se precie se hace rogar (ya tenía tres llamadas perdidas de mi jefe). Entré en el restaurante y pedí la mesa que teníamos reservada a nombre de Don José, me indicaron un rincón y rápidamente los reconocí. Ambos estaban nerviosos y serios, a Don Julián no le gustaba que le hicieran esperar, pero mi sonrisa rompió aquel ambiente de disgusto. Estaban ellos dos solos, así que me acerqué y saludé a mi jefe, di dos sonoros besos a Don Julián y me senté entre ellos, justo en el rincón.

"Ufff… estaba reventada y he dormido un poco, pero no les he hecho esperar demasiado, verdad? Qué tal en la feria, muchas cosas interesantes?" dirigiéndome a Don Julián. "algunas, algunas…" recorriendo mis pechos con su mirada. "Y el contrato?" le digo mientras me abro la chaqueta y mira directamente mis pechos bajo la camisa, una camisa con un botón de más abierto que deja ver mis dos turgentes bustos libres de ataduras, pero siempre apuntando al frente (además, la situación me estaba calentando). "Pues en eso estamos, verdad Julián?" dice mi jefe.

Pedí un vino blanco mientras ojeábamos la carta, como dándonos una pausa para no forzar las cosas. Pedimos para compartir de primero, algo de jamón, unas croquetas caseras y pulpo (el jamón es mi debilidad). Y ya puestos en la comida volvimos al tema del contrato. La propuesta era buena, mi jefe no había inflado los precios y Don Julián necesitaba la seguridad de nuestro proveedor, pero no se acababa de concretar nada.

Y en eso estábamos mientras yo tomaba las virutas de jamón con mis deditos y las dirigía a mi boca cuando le solté "Ande Don Julián, no se haga el remolón, qué es lo que no le convence?". "No, si… la oferta es interesante, pero… falta algún incentivo". Y noté su mano en mi muslo. Un trocito de jamón se me escapó y fue a parar a mi escote, ante la incomprensión de mi jefe que repetía una y otra vez "incentivo?" y ni se había dado cuenta del trozo de jamón en mi escote. "Uy, qué patosa soy" dije mirando mi escote junto con Don Julián. Mi mano al recoger el jamón abrió otro botón de mi blusa, dejando ahora mis pechos a la vista, y desde donde estaba Don Julián, hasta algún pezón asomaba.

Yo sentía su grasosa mano quemando mi media, no había movido mi pierna ni el su mano, ambos nos observábamos buscando la reacción del otro. "Don José, creo que estamos siendo demasiado agresivos con Don Julián" dije. "Llámame Julián, mujer" dijo mientras su mano avanzaba un poco más en mi media y alcanzaba el borde de esta y tocaba mi carne desnuda. "Creo que por el precio que ofrecemos no podemos añadir incentivos, claro que si el margen fuera mayor… Qué tal el mismo pedido por tres millones cien mil? Don Julián?" Mantuve yo el Don para marcar que nada estaba hecho. Don José me miró alarmado. Don Julián iba a retirar la mano pero yo se la retuve "Entonces tal vez habría incentivo, pero el pedido tendría que ser de la nueva versión de marzo y no de la actual, con el conveniente contrato de migración y mantenimiento y formación, calculo que tres quinientos, no?, y ya que estamos,, Don José, no me podrá negar un incentivo de seis mil euros, verdad?". Don José percibió mi mano bajo la mesa sujetando a Don Julián, la cara roja de éste y entonces se le aclaró la mente. "Creo que, si lo consigues, diez sería lo adecuado". Yo todavía retenía la mano de Don Julián en la mía, y los dos lo miramos a los ojos esperando su respuesta mientras yo abría las piernas y le acercaba la mano a mi húmedo (empapado ya!) tanga.

Asintió, y yo le dejé libre la mano que en contra de lo que esperaba, se retiró. "José, prepara los papeles y nos los traes al restaurante" dijo sin alzar la vista. Don José se alarmó y me miró con ojos como platos, yo tomé mi bolsito y le alargué las llaves de la oficina asintiendo.

Seguimos Don Julián y yo en la mesa, y ahora sí estaban las cartas encima de la mesa. Durante un tenso silencio no supe qué pensar, pero el lo rompió "Llámame Julián". "No, Don Julián, me excita más Don Julián" y le tomé la mano para mostrarle lo encharcado de mi chochito. El me miró sorprendido, pero rápidamente apareció una sonrisa en su cara. "Toda la situación me tiene empapada y muy, muy excitada, esto es demasiado nuevo para mi y me ha puesto muy muy caliente". Dejando su mano en mi empapado tanga alargué la mía hasta su entrepierna y le acaricié sobre el pantalón. "Nota mi coñito empapado, Don Julián?" dije con voz sensual mientras mi mano buscaba su cremallera del pantalón y trataba de luchar con su grasa para bajar el cierre.

Mis piernas abiertas notaron cómo el apartaba mi tanga y metía sus regordetes dedos y acariciaba mi sexo, notaba mis pelitos perfectamente rasurados y exploraba mi interior con cuidada suavidad (me sorprendió, me esperaba un asalto bruto, pero fue deshojando la flor con cuidado, sensualmente). Yo mientras batallaba para encontrar su sexo bajo los pliegues de grasa, encontré el extremo de sus calzoncillos y dejé resbalar mi mano dentro de ellos buscando… encontrando su duro pene! No lo tenía ni tremendo ni pequeño, pero en ese momento estaba durísimo, muy rígido y no tardó en saltar sobre mi mano y retorcerse ante mis caricias, creí que iba a correrse, pero aguantó mi caricia y pude tomarlo entero en mi mano.

Mientras el no perdía el tiempo, sus regordetes dedos actuaban con habilidad y había conseguido ir apartando mis labios hasta introducir un dedo, que ahora entraba y salía de mi bien lubricado sexo que no dejaba de generar más y más flujos. Decidí que tenía que poner orden, así que le dejé su polla (tiré de ella para sacarla y la dejé libre) mientras me incorporaba ante sus asustados ojos, creía que me iba a ir. Pero lejos de eso, lo que hice fue incorporarme un poco para, de un tirón, sacarme el tanga y alzarme la falda, con lo que mis desnudas nalgas quedaron sobre la silla. El comprendió de inmediato que no quería manchar la falda y volvió a su exploración. Ahora, libre de tanga, fueron dos los dedos que me insertó. El usaba su derecha, mientras con la izquierda continuaba comiendo. Yo usaba mi izquierda para masturbarlo suavemente, mientras con mi derecha trataba de disimular tomando algo de comida.

Mis movimientos con la izquierda eran torpes, y eso todavía lo excitaba más. Se recostó, tapado con el mantel de la mesa, para disfrutar de mi masturbación con toda su mano bajo mis nalgas. Ahora me penetraba más rápido, había alcanzado mi botón y, mientras lo estrujaba con dos dedos apretaba con el pulgar mi ano, que no tardó en abrirse y engullir el pulgar.

No pude reprimirme y solté un contenido gemido mientras me corría y el notaba la contracción de mi sexo, que se extendió por las piernas y me hizo temblar entera mientras me mordía los labios para no gritar. El sonrió satisfecho ante mi primer orgasmo y se relajó todavía más en su silla abriendo las piernas.

Yo estaba relajada, muy excitada, pero había sido un orgasmo potente, largo, y relajante. Necesitaba más, pero antes… antes entendía que también ese gordo seboso con dedos rechonchos pero maestro en el arte de la masturbación, merecía algo más. Me recosté en mi silla y me oculté bajo el tapete mientras tomaba sus huevos en una mano y la polla en la otra. Me acerqué a su sexo y pude notar su olor agrio, sudado después de todo el día en la feria arriba y abajo, pero aquello todavía me excitó más, era tan guarro! Esperé para dejarle sentir mi aliento sobre su sexo, notar mi cabello sobre el, su mano no tardó en reclamar que lo tomara, pero me resistí y me limité a sacar mi lengua y acariciarlo. Lo lamí de arriba a bajo, echándole el aliento fuerte para que notara la proximidad de mis labios, le lamí también los huevos, y entonces me los metí en la boca, pude notar sus grandes y peludos huevos en mi boca y los chupé y lamí a gusto mientras el todavía se relajaba más en la silla y me empujaba para que me comiera su falo. Pero yo me entretenía haciendo crecer su deseo, pero tampoco lo alargué mucho por miedo a que se corriera. Finalmente levanté un poco la cabeza y le miré a los ojos, había desaparecido su arrogancia, ahora se leía súplica en ellos, y yo procedía a acercar mi boca a la punta de su rígida polla sin dejar de mirarle a los ojos y sonriendo viciosa. Cuando mis labios entraron en contacto con la punta el suspiró y al notar la calidez de mi abrazo, mi lengua retenida en su punta, pero mi boca bajando hasta chocar mis labios con su estómago, explotó con ríos de caliente y espesa leche que me inundaron la boca y el estómago directamente. Me quedé así, como una boa abrazando su presa, mientras le ordeñaba y exprimía toda su simiente. Finalmente su sexo dejó de palpitar, exprimido, succionado y vacío ya de sus esencias. Entonces y sólo entonces, retiré un poco mi boca y dejé su polla desinflarse todavía dentro de mi, contra mi mejilla.

De repente, oí un carraspeo. "Y la señorita?" Miré hacia arriba y vi al camarero, rojo de vergüenza, tomando nota. El muy cabrón estaba recostado en la silla, respirando todavía agitadamente, se había venido mientras pedía el segundo plato. Dejé que su ahora fláccida pollita resbalara de mi boca y, con todavía alguna gotita de semen en mis labios le respondí: "Un entrecot muy poco hecho, sangrante" y lancé una lamida final a la pollita mientras me incorporaba mirando a Don Julián a los ojos mientras con dos deditos recogía el semen que me había quedado en las comisuras de los labios y lo lamía viciosamente mientras sonreía.

"Más relajado ya, Don Julián?". "Sí, mucho más", dijo mientras cerraba su cremallera. "Pues entonces voy a asearme un poco mientras traen la carne", y me levanté para ir al baño dejando caer mi empapado tanga sobre la panza de Don Julián mientras los camareros me miraban con esas miradas de deseo contenido…

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