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Regalo de Navidad (2)

en Voyerismo

Hola a tod@s de nuevo,

Hoy me han enviado un mail donde elogiaban los panties bien apretaditos que muestran cómo los labios se marcan a la vista de tod@s. La idea me ha parecido muy interesante, especialmente porque hoy llevo panties ;-), unos panties que son como pantalones de cintura baja. De hecho, yo prefiero las medias a los panties, pero en Barcelona hoy hace frío, así que he decidido ponérmelos. Cuando he seleccionado la ropa en mi habitación no sé en qué estaría pensando, pero sí sé cómo me he sentido cuando me he mirado al espejo una vez vestida, un estremecimiento me ha recorrido el cuerpo y me he sentido una diosa de la seducción.

Botines de tacón de aguja que se abren como una flor en mis tobillos. Tacón de aguja de seis centímetros, finos, negros, brillantes, con una hebilla dorada al lado. Los panties negros que me cubren como una segunda piel delineando mis largas y preciosas piernas. Como minifalda me he puesto una que más parece una bufanda arrollada a mis caderas, de tiras de lana de colores que cubre sólo las nalgas y tapa la cintura y poco más. Eso, como una bufanda de lana en mis caderas. Por encima un jersey de lana escotado, con un amplio cuello que cae por delante y si me inclino deja al descubierto mis prominentes pechos en un ángulo muy visible. He tenido la perversión de no ponerme sujetador en estas fiestas navideñas para regalarle la vista a quien sea. Por encima un chalequito de cuero que queda abierto, con pedrería y brillantes. Cuando me he mirado al espejo me he visto enfundada en lana, pero sin dejar nada a la imaginación, nadie puede decir que no vaya elegante, pero con un toque de provocación bastante exagerado, si quiero ;-)

Eso sí, para salir de casa he tomado el abrigo largo, azul oscuro, con lo que toda yo voy algo oscura, salvo la bufanda arrollada a las caderas y el chaleco. Una vez en el metro hay poca gente, la mayoría de oficinas cierran, por lo que he podido dejarme el abrigo abierto y sentarme en un asiento cerca de la puerta. Más de uno se ha regalado la vista mirándome al entrar o salir, pero nada más.

Pero cuando salga de la oficina… hoy estoy algo pícara, traviesa. He ido a desayunar a uno de los bares de por aquí cerca. He ido sola porque la oficina está muy vacía y hemos preferido ir por turnos y no dejarla desatendida. Yo me he retrasado leyendo vuestros mails y… y creo que eso ha influido en mi estado de ánimo, de hecho, estaba un poquito más caliente de lo habitual. Así que he tomado el periódico y, en vez de ir a una mesa, me he quedado en un taburete de la barra.

El lado de la barra queda recogido y no entra el viento de la puerta, pese a estar a la vista de todos los que entran o del amplio ventanal de la fachada. He dejado mi abrigo en el taburete de al lado y me he sentado con el periódico, cruzando las piernas. Rápidamente me han tomado el pedido (un café con leche y un croissant). Y me he entretenido mirando los titulares mientras observaba cómo mis piernas atraían una que otra mirada.

Un grupo de oficinistas se ha puesto en una mesa cercana frente a mi y he podido escuchar sus cuchicheos, lo cierto es que me han halagado. Así que cuando me han traído el pedido he descruzado las piernas dejándoles ver mí… anatomía ;-) Soy consciente que la mini no me tapa nada sentada en el taburete, que los panties se me han encajado entre mis piernas, que me he inclinado para tomar el café con leche y el platito con el croissant, con lo que el camarero ha sonreído satisfecho al ver mis pechos abundantes. Todo ello me ha hecho entrar un calorcillo muy agradable, a la vez que oía los comentarios susurrados de los de la mesa.

He desayunado con calma, procurando que no se me despintaran los labios, me he tomado mi tiempo y les he regalado a los de la mesa unas preciosas vistas, compartidas por los que entraban y buscaban sitio en otras mesas que quedaran frente a mi.

Finalmente me he levantado y he buscado al camarero pidiéndole que vigilara el abrigo mientras iba al baño. No sé por qué los baños de los bares siempre están tan sucios y son tan desagradables. Este queda al final del pasillo, al extremo de la barra, y la puerta cierra mal, pero yo sólo iba a retocarme los labios, así que no me importó demasiado. Mirándome al espejo extraje el pintalabios del minibolsito de pedrería y me retoqué labios y peinado mientras veía los hombres admirándome desde sus mesas. No pude contenerme y arreglé también mis pechos dentro de ese amplio jersey de lana y los dejé adecuadamente para que los observadores babearan (murmullos de aceptación en el bar).

Salí y volví a acercarme a la barra. El camarero me ofreció si quería algo más, yo sólo sonreí y le pedí la cuenta. Con mi bolso encima del taburete, me incliné fijando mi atención el él rebuscando unas monedas mientras no se perdía detalle de mi amplio escote. Saqué el precio justo, cuando la moneda de cinco céntimos se deslizó entre mis dedos y cayó al suelo. Naturalmente, tuve que agacharme a recogerla, dando a la concurrencia una perfecta vista de mis nalgas duras y prietas pues la bufanda que llevaba arrollada a las caderas no tapaba nada. Me alcé y pagué, saliendo entre una que otra proposición de invitación para tomar algo u otras más subidas de tono.

Así, algo caliente, volví a la oficina donde acabo de revisar los mails y contestar un par de nuevos amigos que me dicen que mis últimos relatos les han… gustado mucho. Espero que el que hoy he enviado o este mismo les causen el mismo… placer. Me encanta saberles excitados por mi y que me regalan sus ofrendas líquidas. Les imagino sentados en su butaca leyendo mis relatos y acariciándose. Si es en su casa supongo que se aliviarán allí sentados, si es en la oficina tal vez vayan al lavabo mientras me imaginan agachándome a recoger la monedita que me ha caído. Quien sabe? Ya me lo contarán.

Ahora tomaré un taxi y me iré al centro, he quedado con Eduard, para felicitarle las fiestas y… quien sabe? En el taxi me sentaré bien a la vista del taxista, para que pueda deleitarse con mis piernas y mi entrepierna, porque ya he ajustado los panties para que marquen mi preciosa flor y se arremetan entre mis nalgas, de ahí no se moverán. Seguro que cuando le pague tendrá una vista perfecta de mis pechos, al fin y al cabo, ya que están trabajando conduciendo todo el día, bueno es hacerles un regalo de vez en cuando, no?

Pero Eduard seguro que me sorprende con alguna de sus proposiciones. No sé cómo se lo monta, pero siempre acaba consiguiendo que me corra varias veces antes que él se venga. Me excita quedar con él porque sé que es un pervertido y siempre consigue calentarme. Con su voz serena, un tono bajo, deja ir las mayores barbaridades en cualquier sitio y nadie realmente se da cuenta de las locuras que me está proponiendo.

Seguro que es capaz de tomarme de las nalgas al pasear sin como si fuera lo más normal del mundo y sin alterar a nadie más que a los paseantes más avispados que se dan cuenta de sus dedos acariciando el final de mis nalgas, regodeándose en ese punto tan especial que sabe que me hace sentir tan puta a la vez que me pone a mil. Pero eso sí, el siempre con esa mirada seria y tan normal, como si fuera un angelito.

Cuando nos sentamos a tomar algo sus manos siempre se pierden bajo la mesa sin que nadie se entere y me masturba frenéticamente para luego llevarse los dedos empapados de mis flujos a su boca y saborearlo como si se hubiera manchado levemente de chocolate sin que nadie se dé cuenta de nada. Pero a mi se me suben los colores, y soy yo la que debe aguantarse los gemidos y apretar las piernas tratando de disimular mis espasmos.

Me lleva a caros restaurantes donde con voz queda se dedica a describirme con pelos y señales cómo me desvestirá, me acariciará y me besará todo mi cuerpo antes de deslizar sus labios a mis pechos. Cómo su lengua acariciará mis prietos y duros pezones hasta notarlos preparados para succionarlos con sus labios con pasión mientras sus dedos se insinúan en mi sexo y acarician mi prieto ano. Y todo ello con el tono de voz más normal del mundo sin que nadie se entere de nada, como si estuviera hablando del tiempo, y mi calentura no deja de crecer. Entonces describe muy vívidamente cómo sus labios se deslizarán por la curva de mis pechos y bajarán hacia mi vientre dejando una estela de humedad sobre mi cuerpo.

Se entretendrá con la lengua en mi ombligo desesperándome y notando cómo yo tiro de sus pelos para que baje más, pero el se detendrá para hacerme rabiar y aumentar mi deseo. Después, cuando yo ya empiece a alterarme tanto que me enfade, continuará con su húmedo viaje por mi piel hasta mi vello público, donde se entretendrá a trenzarlo con su lengua ignorando mi sexo. Sus manos en mis caderas ignorarán mis súplicas por sentirme penetrada y le mantendrán sobre mi vello deslizándose lentamente, lánguidamente, hacia mi inflamado y ardiente sexo. A esa altura mis súplicas ya son gemidos de deseo, imploraciones y súplicas, y entonces, sólo entonces, cuando me sabe al límite de mi resistencia, su boca explorará mi sexo y al fin su lengua recorrerá mis labios. Pero incluso entonces sus labios, su boca, su lengua, ignorarán mi inflamado botón del amor.

Volverá a llevarme a nuevos estados límite de deseo recorriendo con suaves dentelladas mis labios mayores y menores hasta recorrer con su lengua todo mi sexo de abajo arriba, ahora sí, llegando hasta mi descubierto clítoris que aparecerá bajo los pliegues abiertos por su lengua. Entonces será cuando, ya descubierto y notando mis primeros espasmos, lo rodeará con sus labios y succionará convirtiendo esas oleadas de placer en intensos golpes de cadera que no conseguirán desmontar su cabeza de mis caderas y me torturará dulcemente, tragando mis flujos y sorbiendo más y más hasta que me derrumbe atrapándolo entre mis muslos con un postrero gemido de placer.

Y el muy cerdo es capaz de describirme con detalle todo eso y más en medio de un restaurante de postín sin inmutarse y sin que nadie se dé cuenta de las guarradas tan fantásticas que me describe más que por mis acaloradas mejillas y el fuerte olor a sexo que inunda toda nuestra zona, desde mis muslos hasta toda la sala.

El camarero, solícito, llenará nuestras copas, sin saber que Eduard me está sodomizando, penetrando, forzando o dándome placer sin un solo roce. Espero que hoy me lleve a cenar a un buen restaurante.

Espero que os haya gustado, besos perversos, feliz Navidad y un lujurioso año nuevo.

Sandra

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