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Excitando 5 - parte 6

en Voyerismo

Excitando 5 – Parte 6

A la mañana siguiente me despertó Javier con besitos en mi cuello, hombro, bajan por el brazo, se cuelan en mi pecho, lame mi pezón, lo chupa y succiona…

-       Pero no has tenido suficiente? Quieres recuperar el tiempo perdido o qué?

Javier calla, sólo sigue concentrado en mi pezón, pero pronto sigue y mete su cabeza entre las sábanas y mi vientre, yo me giro para darle más margen bajo las sábanas, ahora estoy boca arriba en la cama, notando los rayos del sol que entran desde el balcón. Y él sigue su excursión por mi cuerpo jugando con su lengua en mi ombligo. Me sacudo, me hace cosquillas! Y él sigue más abajo jugueteando en mi vello con su lengua. Mi sexo va inflamándose, deseo que me coma entera.

Miro por el balcón, Ramón nos está viendo, le miro, me ve, pero ya sabe que me gusta exhibirme y sigue mirando, con mirada encendida, y yo le miro a él, sintiendo el placer entre mis piernas. Javier lame mi sexo, lame la vulva y se recrea en sus formas. Ramón se recrea en su entrepierna, entre los matorrales se oculta, pero procura mostrarme su sexo a mí, se masturba sabiendo que me gusta mirar y ser admirada.

Javier desflora mi sexo y su lengua recorre mi interior. Yo descubro la sábana y la aparto, tomo a Javier del pelo y lo estiro (haciéndole daño) para que se alce y me bese con esos labios húmedos de mí. Le saboreo mientras me saboreo a mí misma. Noto su sexo contra mi muslo, está totalmente empalmado. Me levanto y voy al balcón, pongo una mano en cada uno de los ventanales exponiendo mi cuerpo desnudo mientras saco mis nalgas ofreciéndoselas a Javier.

No tarda en tomarme por la cintura y llenar mi cuello de besos mientras noto su sexo en mis nalgas. Pero ahora yo no quiero ternura, ahora soy yo la que he despertado el deseo en mí y quiero que me partan. Una de mis manos se escurre entre nuestros cuerpos y toma su sexo y lo encara a mi ano. Giro la cabeza para decirle una sola palabra: “Fuerte” y le apunto y vuelvo a agarrarme a los ventanales, abrir mis muslos y mirar a Ramón esperando la estocada. Javier también ve a Ramón, pero ya deja de preocuparse de esas nimiedades, sólo tiene pensamientos para mí, para pensar que va a desvirgarme mi ano por primera vez. Me toma rudo de las caderas, y con impulso y sin preparación me empala de una sola estocada.

Noto como a él también le duele, no estaba lubrificada y su polla también ha forzado el prepucio sin estar preparada, pero él continúa con la violencia (no ha pedido fuerte? Pues fuerte será) y empieza a penetrarme con un rápido ritmo. Mis ojos se abren con desmesura, no estaba lubrificada ni preparada, mi boca también se ha abierto como respuesta a la estocada y ahora mis ojos giran en blanco y la babilla me resbala por la boca y gotea mientras me balanceo al ritmo de las embestidas y mis pechos se sacuden. Aguanto firme agarrada a los ventanales y trato de fijar mi mirada en Ramón que se masturba ferozmente mirándome y gime escupiendo su leche entre los matorrales. Puedo ver hasta cómo se sacude su tremenda tranca, tan fuertes son los lechazos que suelta mientras me mira, lechazos que saltan potentes de la tranca y trazan una parábola hasta estrellarse contra un árbol.

Me sacudo y mientras Ramón sigue con la polla al aire observándonos nosotros seguimos a lo nuestro. Le miro, le miro y me mira a los ojos, sabiendo que deseo esa tremenda tranca, pero estoy siendo penetrada por detrás por Javier que parece una máquina de taladrar. Cada embestida llega hasta el fondo, cada embestida es fuerte y sale hasta casi la punta para volverse a meter con fuerza y recular. Sigue así y yo me aposento y abro todavía un poco más mis piernas, mis muslos. Dejo ir los ventanales y me inclino tomándome por las nalgas y abriéndolas para Javier, que me tiene agarrada de las caderas y presiona con fuerza hasta que, con un gemido profundo, me llena de su leche todo el estómago.

Yo no me he venido, me he quedado con las ganas, pero comprendo que él, cuarentón, lo ha dado todo de sí tratando de domarme y debo esperarme (eso si aguanta mi ritmo), así que me retiro lanzándole un beso a Ramón y me dirijo al baño. Cuando me giro observo una sombra, alguien más nos veía, quien debe ser?

En el baño tomo una ducha y me vacío (después del sexo anal siempre… bueno, ya sabéis), me limpio bien limpita de sudor y todo y vuelvo a salir hecha una diosa de la belleza de nuevo. Me aplico cremas mientras Javier me contempla y acaba de vestirse (se le ve orgulloso y macho, si supiera que yo me he quedado con ganas de sexo! Pero no le voy a estropear el día de buena mañana, verdad?). Y luego busco qué ponerme. Como iremos a la playa o tomar un baño y hace un día radiante (no se puede estar al sol mucho rato!), me pongo directamente el bikini blanco y me anudo el pareo al cuello simulando un vestido de falda larga (lo ato al cuello con dos tiras anchas que cubren mis pechos y dan la vuelta dejando mi tripita al aire para cubrir las caderas y caer como una falda larga). Claro que… al trasluz, parece que sólo lleve tres breves triangulitos, uno en el vientre, y dos pequeños parches en los pezoncitos.

Mi problema es que cuando tengo ganas de sexo, se nota que tengo ganas de sexo! Y me había quedado con ganas, especialmente viendo lo que Ramón podía ofrecerme. Aunque Javier estuviera tan orgullosos, al fin y al cabo, se había corrido y yo no! Y eso siempre me pone algo… susceptible. Pero como él no se entera de nada, pues tan feliz con su polvo mañanero habiendo tenido mi culito (le había dado mucha crema porque me había escocido aquella penetración sin preparación).

Bajamos sonriendo con su mano en mi cintura y la mía apretándole su fláccida polla en una broma interna. Él se lo tomaba como una felicitación, y yo como un “pobrecilla que se ha corrido tan rápido”. El desayuno estaba listo y yo me harté de fruta y yogurt (además de ser nutritivo, te deja llena y satisfecha y fresca después de una buena noche de sexo). Después de dos tazones de fruta y yogurt tomé un par de rebanadas de pan con tomate y un delicioso embutido de la zona y un café con leche. Todos me miraban y preguntaron: “Donde lo metes”, yo, riendo pícara y maliciosa, sólo respondí: “Hago muuuuucho ejercicio”.

Natalia estaba como ausente, su mirada tenía el brillo de la alegría, pero estaba como ausente. Así que, después de desayunar y mientras los hombres iban a preparar la salida, yo me la llevé al jardín y le pregunté: “Y esa mirada?”. Resultó que esa mañana, temprano, por primera vez en mucho tiempo, José había querido… jugar a despertarla. Y habían jugado de verdad! Hacía tiempo que no despertaba así, me dijo, aunque admitió que debía ser mi presencia la que le ponía tan encendido (cachondo, se dice, no?), pero en cualquier caso me lo agradeció.

Pero había más. Yo veía que en el jardín su mirada no paraba quieta, y rápidamente interpreté el qué.

-       Y Ramón?

-       Por Dios, qué dices? Baja la voz.

-       Mmmmm… veo que te gustó cómo te miraba las nalgas, eh? – y ella simplemente se ruborizó como una adolescente impúber y bajó la mirada. – O es que esta mañana has visto algo más?

-       Tu eres bruja o qué?

-       Bueno, tal vez un poco hada.

-       No, te aseguro que las hadas no hacen la mitad de lo que tú.

-       Así que eras tu quien miraba escondida, no te vi bien; pero creo que tú sí te fijaste en Ramón, no? Viste qué tremendo cacharro se maneja? Es impresionante!

-       Mujer, qué dices! Eres bruta…

-       Pero si es lo que estabas pensando, por eso se te hace hoy la boca agua. Tanto tiempo en ayunas y hoy que tu marido te satisface estás chorreando pro el jardinero!

-       Mujer!

Y ese grito coincidió con la aparición de Ramón, que, muy cortés, dejó la carretilla llena de herramientas que llevaba y nos saludó descubriéndose la cabeza del sombrero de paja que llevaba por el sol.

-       Buenos días – dijo él.

-       Muy buenos, hace una mañana deliciosa, no crees Ramón? Esplendorosa, diría yo, para gozar del paisaje y de las vistas.

-       Sí, ciertamente unas vistas preciosas – añadió él siguiéndome el juego.

-       Se ven unos árboles de tronco grueso y firme, alzándose orgullosos en el horizonte que seguro que son la envidia del resto de jardineros, verdad?

-       Sí, son unos árboles preciosos, pero yo no diría… - y entonces se dio cuenta del juego – es usted muy amable señorita.

-       Seguro que a la señora también le encantan, verdad Natalia?

-       Cómo? Qué? Uffff… qué calor hace, no?

-       Porque esta mañana la he visto admirándolos, como yo, cuando me he asomado al balcón para verlos mejor. Claro que con el bamboleo de los ejercicios matutinos que hago para mantenerme en forma, los he visto un poco borrosos, los has visto tu mejor, Natalia?

-       Grfff, mmmm… no se, yo…

-       Me agrada que le gusten señora, pues suyos son – añadió Ramón mirando incluso indecentemente, diría yo, los pechos de Natalia, que esa mañana estaban como los había puesto yo el día antes, orgullosos y puntiagudos, tal vez incluso más puntiagudos.

-       Buen día tenga, Ramón.

-       Buen día tengan, señoras – dijo él mirando lascivamente las nalgas de Natalia al pasar nosotras.

-       Has visto cómo te miraba los pechos? Y al pasar su mirada ha seguido tus nalgas y no las mías! Creo que aquí hay tema…

Natalia estaba roja como un tomate, respirando aceleradamente y toda sofocada. Al doblar el recodo no pude resistirme y tomándola con una mano por el hombro, le introduje la otra en la entrepierna sobre el short, notándola mullida.

Natalia se revolvió hecha una furia y casi gritándome, pero bajito para que nadie se enterara. Pero yo persistí, dejé que se revolviera y metí la mano por el camal del short llegando a su entrepierna que, efectivamente, estaba empapada. Furiosa trataba de desalojar mi mano de su sexo, pero yo soy más fuerte y la retuve, la retuve y dejé que dos dedos se internaran en aquella húmeda caverna de pliegues empapados y subieran rozando esa pepita inflamada que estaba pidiendo a voces que la calmaran. Cuando mi pulgar se unió a los dos dedos tomando la pepita entre ellos Natalia se derrumbó en mis brazos tratando de aspirar un aire que no le llegaba a los pulmones para apagar su fuego interior. No me anduve con remilgos, le aplasté el clítoris y luego, ya rendida a mis caricias, empecé a rodearlo con ellos y acariciarlo y masajearlo suavemente. Se colgó de mi cuello abandonándose al placer, y vaya si sintió placer, parecía estar meándose en mi mano. Debió expulsar los flujos retenidos durante sesenta años, porque me dejó empapada hasta empezar a temblar y fallarle las piernas. Por suerte el escándalo (discreto, pero escándalo) había llegado hasta Ramón, que volvía a ver qué pasaba y nos pillo con mi mano en su bajo vientre y ella colgada de mi cuello sin que sus pies la sostuvieran.

Rápidamente yo le hice una seña de silencio mientras dejaba que Natalia se recuperara de su estallido. Le di un beso en los labios y le dije: “Ves tonta? Ahora sí puedes relajarte, si te quedas así, llena de deseo, no puedes ir por el mundo tranquila”. La dejé reposar y se sentó en el suelo. Fue entonces cuando le hice señas a Ramón que se acercara, y lo hizo discretamente por detrás de Natalia.

-       Oh! Ramón, suerte que has venido, a la señora le ha dado un bajón de presión, puedes abanicarla con tu sombrero por favor?

Natalia estaba horrorizada, pero por suerte, en el suelo, así que no podía caer por la impresión. Pensó que Ramón no habría visto lo que había pasado, así que siguió con la simulación de la bajada de presión y se acabó estirando en el suelo, con Ramón de pie, cerca de ella, abanicándola con el sombrero. Naturalmente, yo me acuclillé al lado de Natalia sosteniéndole la cabeza, con lo que mi pareo se abrió y colgaron las dos tiras delanteras mostrando claramente mis redondos y plenos pechos y mi vagina (empapada) que transparentaba por el minúsculo triangulito de la braga del bikini.

No sé qué vio Ramón o si era por lo que ya había visto, pero entre sus piernas empezó a crecer aquella tercera pierna y el camal de su pantalón empezó a delinear claramente su sexo. Tan claramente que no hizo falta ni que yo apuntara la cara de Natalia a ello para que lo viera a tres centímetros de su cara. Cuando Ramón lo vio también, ya no podía cubrirse, pese a que su cara se tornó toda roja sobre su morena piel.

-       Ramón, creo que le iría bien beber algo, tendrías una botellita de agua?

-       No señorita, pero ahora voy a buscar…

Naturalmente, no le dejé ir a buscar nada. “Pero si la veo en tu bolsillo” dije tomando en mi mano aquella tranca y acariciándola, “pero esta debe ser una botella de litro, con esto ya bastará” dije agarrándola y recorriéndola sobre el pantalón arriba y abajo y marcándola bien. La “botella” creció considerablemente en grosura y largura, debía ser el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.

Dejando reposar la cabeza de Natalia en mi regazo procedí a desabrochar el botón del pantalón de Ramón, mientras la cremallera se abría por si sola, y dejarlos caer y dejar en libertad esa tremenda herramienta, iba sin calzones! La tomé en mi mano y la descapullé llevándola a mi boca. Mmmm…

-       Ves, esta lechita seguro que la reanima. – Y tomando la cabeza de Natalia uní boca con glande sin atender a protestas de uno ni de otro.

La unión hizo estallar la chispa de corriente que los sacudió a ambos, y pese a que Natalia era incapaz de tragar aquella tremenda tranca (no le cabía en la boca), creo que fue una comunión total entre ambos.

-       Toma Natalia, esto te repondrá. – decía yo mientras la obligaba a tragar otro poquito de glande, pues no cabía más en aquella boquita. Pero veo que la leche tarda un poquito, tal vez debamos ser más drásticos y darle una inyección, no Ramón?

-       Lo que usted… usted diga… seño… señorita…

Hice levantar a Natalia (que era como una zombi) y le bajé short y braguitas de un tirón poniéndola a cuatro para que Ramón le diera la tan deseada inyección. Cabe decir que la penetración no fue fácil, Natalia no estaba habituada a tan tremendas inyecciones y tardó un poco en poder admitir la cabezota, tras lo que se deslizó la mitad de la inyección en su interior y, después de un hábil movimiento de Ramón, acabó entrando hasta el fondo entre gemidos de Natalia que se sentía partida en dos por aquella estaca.

Para contener sus gemidos, que no paraban de crecer de volumen y placer, yo me puse delante de Natalia y le encajé mi sexo en su boca, con lo que no pudo sino tragar mis flujos y explorarlo completamente con su lengua mientras trataba de respirar. Ramón se demostró un cabalgador nato y le daba una largas y completas embestidas mientras acariciaba aquellas deseadas nalgas. Su ritmo fue aumentando y aparté el triangulito de tela para que Natalia pudiera acceder bien a mi rebosante sexo, pero pobrecilla era torpe y poco placer obtuve hasta que Ramón se derramó en ella y ella me clavó los dientes en mi clítoris, lo que me hizo gritar, y no de placer.

Los dos cayeron extenuados, ella rebosante de leche, él tratando de cubrirse como podía. Yo le hice señas para que marchara y, muy diligentemente, se fue sin decir nada mientras yo veía aquella simiente desbordando la vagina y goteando por las nalgas dejando espesos y densos hilos fruto del placer. Con un pañuelito de papel que saqué de uno de los bolsillos de Natalia, la sequé y ella misma se volvió a vestir rápidamente muy avergonzada.

-       Eres el mismo demonio!

-       Tienes toda la razón del mundo, - dije mientras la alcanzaba ya casi en la puerta de la casa. Y las dos rompimos a reír como colegialas.

-       Vamos? – dijeron José y Javier que justo en ese momento venían a buscarnos.

-       Tendréis que esperar un ratito, cosas de mujeres – dije mientras empujaba a Natalia adentro (o la sostenía, porque estaba derrotada) y las dos nos dirigíamos al baño de su habitación riendo.

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