miprimita.com

Mi boda XVI

en Voyerismo

Mi boda XVI

Al día siguiente no fui a hacer ejercicio. Dormí un poco más y fui directa a la oficina. Me crucé con el adonis que subía con cara de decepción en el otro ascensor y, cuando me vio, su cara se iluminó y me saludó. Le sonreí y seguí para abajo, encontrando a Julián esperándome. Me saludó cordialmente, y con cara de decepción me comentó que hoy no había ido a hacer ejercicio.

-          ¿Me controlas Julián?

-          No doña Sandra, era sólo un comentario. Me ha extrañado.

-          Es que ayer estuve hablando con mi marido por el Skype y me fui a dormir muuuuy cansada – le dije sonriendo traviesa -, así que hoy he preferido dormir un poquito más. – Su cara se iluminó de inmediato y yo salí contoneándome hacia el trabajo sabiendo que correría a consultar los vídeos de anoche y que me vería en la sesión de Skype y…

Durante el viaje en metro me imaginaba lo que estaría haciendo Julián y eso me excitó, pero no seáis malpensados, no pasó absolutamente nada. El metro de Barcelona es un metro muy civilizado y casi nunca pasa nada, algún roce, pero la gente acostumbra a ser muy educada. Sólo a veces, cuando hay mucha aglomeración (y no era el caso ese día), suceden… historias. Pero no, no fue ese el caso ese día (aunque reconozco que me hubiera gustado). Además, hubiera tenido que ir todo el día con mi fuerte olor encima. No, la mañana no es buena hora para esos escarceos.

Fue entrar en la oficina y mi mundo cambió. No volví a pensar en otra cosa que no fuera el trabajo y no pude ni bajar a desayunar. Comer rápido y por la tarde reunión para repasar el estado de temas y seguir todavía cuadrando cuentas hasta tarde. Acabé cansada y con ganas de irme a casa, pero mis amigas (que me conocen mejor que yo misma) me llamaron para recordarme que habíamos quedado esa noche, lo que significaba, tan tarde como se me había hecho, a la salida del trabajo.

Fui directa de la oficina, no me daba tiempo de pasar por casa, y lo cierto es que si llego a pasar me hubiera quedado allí (¿estaría haciéndome mayor?). Pero no importaba, sin maquillaje, el traje chaqueta que llevaba con faldita de tubo no quedaba demasiado formal por la camiseta de debajo. Además, me alcé un poco la falda y así estaba más cómoda para poder caminar sin que la falda de tubo (que ahora quedaba por medio muslo) me molestara.

En la terracita (¡benditas terracitas de Barcelona en verano!), con la cervecita helada, desconecté de todo con la charla de las amigas. Pero sus preguntas por la vida de casada me hicieron añorar a Javier. Le escribí un mensajito contándole que estaba con las amigas y me respondió que él seguía en la oficina y tenía para rato, que me divirtiera.

Lo cierto es que no estaba muy animada, pero mis amigas lo notaron y no me dejaron en paz. Al fin y al cabo era viernes y no tenía el marido en casa, era obligatorio, imprescindible y absolutamente necesario que saliera. Cenamos algo de tapeo en un restaurante vasco entre charlas, risas y litros de sidra y chacolís. Naturalmente recibimos muchas invitaciones, pero era una noche de chicas y se trataba de poner verdes a novios y a mi marido y no de estar de ligoteo, así que las agradecimos con una sonrisa pero no invitamos a nadie a acompañarnos.

Se alargó la cena y yo noté que había comido mucho más de lo habitual (los montaditos siempre engañan), pero el vino fresco lo había regado bien. Cuando salimos, la marinada, el aire del mar, hacía que la noche fuera soportable y fuimos a pasear por el puerto. El problema es que el chacolí… bueno, que está muy bueno pero… pero te obliga a ir a vaciarlo dos o tres veces y tuvimos que hacer paradas técnicas por el camino para ir a baños de diferentes restaurantes o locales.

Naturalmente, a un grupo de cinco chicas atractivas nadie le exige consumición, es más, en dos de ellos fueron los mismos camareros quienes, pese a tener el local a reventar, nos ofrecían unas cañas a cuenta de la casa para que nos quedáramos un ratito. Lo cierto es que atraíamos las miradas y más de uno se animó a entrar en el local por nosotras. Cinco chicas sobre los treinta, alegres y riendo, vestidas con faldas cortas o shorts, camisetas ajustadas y zapatos de tacón… bueno, os lo podéis imaginar, ¿verdad?

Por eso llegamos un poco achispadas al puerto pese a que justamente habíamos ido paseando para que nos diera el aire. Lo cierto es que el ambiente del puerto esa noche no nos convenció, lleno hasta los topes de extranjeros y chiquillos, muy ruidoso y sin poder hablar, así que nos dirigimos más al fondo, a la zona de restaurantes, donde aprovechamos las ahora tranquilas terracitas con los que acababan de cenar para sentarnos y tomar algo tranquilamente.

Pau al fin se había comprometido con Júlia, que estaba extasiada con los preparativos de lo que tenía que ser una relación permanente. Laura, mi amiga mulata, me miraba con una mirada de deseo. Me di cuenta que estaba pidiendo continuar con nuestra especial experiencia de dómina y esclava, pero no era el momento. María, la más joven y sin compromiso, se las daba de cabeza loca, pero en realidad aquello de cambiar de chico cada noche ya le pesaba y, sin saberlo, buscaba algo más. La que estaba realmente satisfecha con su vida y sin ningún tipo de anclaje con ningún hombre era Mar, sólo un año mayor que María, pero hacía año y medio o dos años que había salido de una relación y había aprendido a valorar su independencia, su espacio y su libertad. Se la notaba totalmente feliz con su vida y trabajo (sí, todas trabajamos) y disfrutando de la vida, y eso se transmite y la hacía más atractiva para los hombres, que se le acercaban a cientos, y no sólo por sus descomunales pechos o su preciosa y brillante sonrisa, sino porque después de pasar una noche con ella, ninguno quería apartarse.

Por eso estábamos enfrascadas en nuestra conversación, riéndonos de nuestras respectivas parejas o de los hombres en general, de anécdotas de cómo se nos habían acercado o de sus ridículas técnicas para llevarte a la cama… bueno, en fin, charlas de chicas. Estábamos así cuando el camarero trajo una nueva ronda de bebidas que no habíamos pedido y nos comunicó que era gentileza de un grupo de hombres de unas mesas más allá. Sin duda alguna cena de compañeros de empresa o negocios, pues todos iban con traje pero, a esas horas y con las copas, tenían la corbata floja o se la habían quitado. No eran críos, eran maduritos y uno francamente mayor ya, pero les aceptamos la ronda e hicimos el gesto de brindar con ellos (aunque sin invitarles ni acercarnos). Continuamos con nuestra charla en esa calurosa noche de verano en Barcelona. Fue más tarde cuando se acercaron. El mayor ya se había ido y quedaban los maduritos, tres, pese a que nosotras éramos cinco.

-          ¿Otra ronda? – propusieron.

-          ¿Por qué no? – dije yo. Al fin y al cabo nuestras copas o estaban casi vacías o se habían calentado. – Pero antes… voy al baño. – Les dije a mis amigas y me levanté de la cómoda silla y me adentré en el local buscando el lavabo. Sí, sola, no siempre tenemos que ir por parejas, ¿sabéis?

En el baño aproveché para vaciar un poco de bebida y arreglarme, pasarme un poquito de agua por la cara para refrescarme, la faldita alta y el pelo bien colocado, sólo eso. Al volver los maduritos estaban sentados con las chicas, pero habían respetado mi silla vacía. Uno de ellos estaba encandilado con Laura, se le iban los ojos a sus pechos y María no dejaba de hacer broma con eso de “de vez en cuando, estaría bien que la miraras a los ojos, también los tiene preciosos, ¿sabes?”. El otro estaba encerrado en una conversación con Mar, ya posaba su mano sobre el brazo de ella y los dos estaban bastante cercanos (signo de: Do not disturb). El tercero charlaba con Julia y Laura, eso cuando Laura (que es muy parlanchina) le dejaba decir algo.

Me senté y traté de acomodarme a la charla de Julia y Laura con el tercer madurito, que Laura me dijo que se llamaba Manuel. Nos saludamos, pero rápidamente su mirada se desvió a mis piernas, que le quedaban a su lado, cruzadas, con la faldita de tubo subida hasta más allá de medio muslo. Comprobé que no había nada indecente y tomé un sorbo de mi bebida dejándoles charlar.

-          Si sois la mar de simples – está diciendo Laura -, mira si no a tus compañeros.

-          No hace falta ir tan lejos – digo yo -, tú mismo, Manuel, puedo adivinar lo que estás pensando. Estás mirándome las piernas y acariciándolas con la vista y pensando si llevaré bragas debajo de la falda. – Manuel se ruboriza y me mira sorprendido. Pero su mirada se desvía de mi cara. – Si ni puedes mantenerme la mirada, se te va a mis pechos y te imaginas tomándolas en tus manos y estrujando mis pezones ¿no es así?

-          Mujer…

-          Ni mujer ni ostias, estás pensando en follar, como tus compañeros – digo en voz muy normal sin atraer la atención del resto de las mesas, hablo con el mismo tono con el que comentaría el tiempo. – En cuanto os rodean algunas chicas mínimamente atractivas os ponéis como machos en celo y la sangre ya no os llega al cerebro.

-          Yo no diría tanto, pero es que no sois sólo mínimamente atractivas, eso tendrás que reconocérmelo. Estáis escandalosamente buenas. – Sonríe y nosotras reímos con ganas.

-          Bueno, eso te lo reconozco, pero no por eso debes acariciarme enterita con tu mirada, que puedo hasta notarla en mi piel. Un poco más de discreción, por favor. – Pero su mirada no para de recorrerme. Hace un esfuerzo por mirarme a la cara, pero no puede detenerse mucho tiempo allí. Se me acerca un poco para no… “distraerse”.

-          Es que… estás para mojar pan.

-          ¿Con eso quieres decir que estás deseando clavármela? – digo sonriéndole mientras descruzo las piernas y me enderezo en el asiento haciendo que mi faldita se enfile un poco más, mostrando mis muslos y casi mi conejito. Su mirada no puede escapar de mis muslos. Río.- Traducción. – Digo mirando a Laura y a Julia. – “¿Llevará bragas la muy puta?”, o, mejor todavía – digo abriendo un poquito más mis piernas con lo que muestro el transparente triangulito de mi minúscula tanguita. – “Esa tanga te la arranco y te clavo aquí mismo”. – Y cierro las piernas y él alza la mirada azorado. – No has escuchado nada, ¿verdad?

-          Perdona, ¿dices?

-          Nada, que sois muy simples. – Y me levanto y, delante de él, mostrando toda mi figura, dejo que me admire sin contemplaciones (hasta tiene la boquita abierta el pobrecillo). Me aliso el pecho y me ajusto la faldita de tubo mientras él mira embobado. Me giro y, marcando el paso con las caderas, vuelvo a ir al baño escoltada por las risas de Laura y Julia que están desternillándose.

Al salir del baño lo tengo esperándome.

-          ¿Qué te parece si nos vamos los dos juntos a mi piso?

-          ¿Y tú mujercita?

-          ¿O al tuyo? No me importa. Te llevo donde quieras. – Dice acercándose más y poniéndome una mano en la cintura.

-          ¿Seguro que podrás aguantar mi ritmo, león? – Digo mientras mi mano se posa en su pecho y le sonrío.

-          Eso sólo podremos tratar de comprobarlo probándolo.

-          ¿Sabes? Acabo de quitarme la tanga para que tengas todavía más ganas. – Y una de mis manos se adentra en mi minibolso y le entrega, hecho un ovillo, mi minúsculo tanga en su mano. Él se lo lleva a la nariz y lo huele con fruición.

-          Esto huele a gloria.

-          No, Sandra, esto huele a Sandra. – Río. – Pero tendrás que devolvérmelo luego, no gano para tangas.

-          ¿Cuánto me costaría quedármelo? Tenerte seguro que vale su peso en oro, pero si me permites pasar antes por un cajero está noche la pasamos juntos enterita.

-          Acabas de cagarla Manuel. – Le digo retirándole el tanga de su mano y volviendo a guardarlo en mi bolsito. – Yo soy bastante pragmática y no me encabronaré por ello, pero como se te ocurra insinuarle algo parecido a mis amigas te van a llover un montón de ostias y os echan del local. Así que venga, volvamos a las mesas. – Y desfilo, majestuosa, divina, hacia mi silla de nuevo. Me siento y esta vez dejo que la falda quede exactamente en el límite de la indecencia para volver loquito al tal Manuel que esta noche tendrá que aliviarse con alguna profesional o con su manita, imaginándome en sus sueños.

A partir de aquí la noche se complica para el pobre Manuel. Sus amigos y nuestras amigas proponen movernos, ir a bailar un poco y todos nos alzamos. Laura y Julia parece que se han quedado con la copla de que Manuel y yo estamos juntos, así que discretamente nos dejan solos. Manuel me toma del brazo y pasamos hacia la zona de bares con música. Yo se lo permito mientras murmura disculpas. Pobrecillo, se le ve compungido y solicita, rastrero, una nueva oportunidad mientras me toma del brazo y por la cintura atrayéndome a él. Yo río desafiante dejando que mi cadera le roce la entrepierna y notando su deseo.

-          Estás loco por follarme, ¿verdad? – Le digo acercando mi boquita a su oreja. – Estás loco por tenerme, por empalarme y por hacerme de todo ¿verdad?

-          Sí, lo cierto es que sí – se atreve a admitir en un susurro.

-          ¿Y me tomarías por mi chochito o por el culo? Te aviso que lo tengo muy prieto y tendrías que lubricarlo antes. – Si estaba erecto, ahora creo que está a punto de explotar. Sus ojos se han abierto de sorpresa y me mira (a los ojos, ¡sí! Esta vez a los ojos) sin poder articular palabra. – Bueno, si no te gusta… yo sólo lo comentaba porque a muchos sí os gusta. A mi marido le encanta que me ponga en la baranda del balcón, que eche mis nalguitas afuera – le digo mientras con mi mano acompaño la suya a mi baja espalda no sólo dándole permiso sino posándola en mis glúteos. – Entonces él alza mi faldita (eso si llevo) y corre la tanguita a un lado y me toma de las caderas y me la mete por detrás de una estocada… - digo con voz suave y sensual en su oreja mientras me muerdo el labio inferior y lo miro. Me aparto un poco para que pueda ver mi cara de viciosa y parpadeo. – Me penetra duro y fuerte hasta el fondo de un solo golpe. Duele, pero yo abro las piernas mientras se me escapa algún gritito a la noche. A veces hay algún vecino curioso, no siempre. Pero mi maridito no se queda ahí. – Digo coqueta con una sonrisa sensual mientras abro la boquita y le sigo contando. – Entonces él se porta muy mal conmigo y empieza ese mete y saca que me deja tan adolorida… tan adolorida… tan adolorida… hasta que estalla dentro de mí y me llena toda la pancita con su lechita y yo me corro con grandes gritos de placer. Porque soy muy muy escandalosa ¿sabes? – Su mano ahora está detenida entre mis glúteos, creo que ya no piensa ni siente. De hecho, nos hemos quedado parados en medio del paseo con toda la gente alrededor. Su mirada, vidriosa, contemplándome sin verme. Sólo imaginando la escena en su mente y con una terrible erección (y, supongo, dolor de huevos). Es Laura la que se acerca y me arranca de allí para llevarme a la pista. Música latina. Me uno a las chicas y nos divertimos, los maduritos nos hacen círculo, marcando territorio y tratando que los chiquillos no nos asalten. Manuel se nos une, tiene una mirada zombi increíble.

Nosotras bailamos libres contoneando nuestros cuerpos. Nos rozamos las unas a las otras y hasta hacemos algún movimiento lésbico y piquito que hace que los hombres babeen. Los pobres maduritos sólo se contonean a nuestro alrededor. Manuel está detrás de mí y yo saco la grupa y él rápidamente me sujeta por las caderas riendo. Yo le miro por encima del hombro y le sonrío, vuelvo mi vista adelante, pero mi cuerpo se aproxima más a él. Mis brazos se alzan por encima de mi cabeza y buscan, por detrás, la cabeza de Manuel, le atraigo y besa mi cuello, ahora mi cuerpo está totalmente pegado al suyo y mis caderas refriegan su pelvis notando su erección y acariciándola a derecha e izquierda y arriba y abajo al compás del ritmo. Mis pechos se marcan descaradamente y una de sus manos se aventura alzándose por mi cintura y tomando uno de ellos a manos llenas, sus dedos rodean mi pezón y lo aprietan, está totalmente fuera de control.

Y entonces me giro y le miro seria, le palmeo la mano y me voy, ofendida. Él me sigue lamentándose sin saber de qué. Ya fuera, se me enfrenta disculpándose. Pero yo le vuelvo todavía más loquito al acercarme y quedar mi cara justo frente a la suya, muy cerca, mi aliento en su cara, mis pechos casi rozando al suyo, él todavía murmurando disculpas o tratando de hacerlo, porque no sabe muy bien qué hacer. Hasta hace un momento me notaba entregada y cachonda, luego me enfado y ahora querría besarme pero no se atreve.

Mi mano se cuela entre nuestros cuerpos y, discretamente, arremete contra su polla y la toma por encima del pantalón con fuerza. Aprieto sin miramientos mientras veo su expresión de asombro e incredulidad. Con fuerte acento ruso le susurro a la cara: “Córrete” y mi mano, sin dejar de apretar con fuerza, menea esa dura verga fuera de control a la que se le escapa su descarga sin poder contenerse. Él exhala un suspiro y su expresión se relaja sin dejar de mirarme espantado, extasiado, incrédulo. Le exprimo y noto su humedad esparciéndose por el interior de los pantalones. Mi mano deja de exprimir y le emplasta los pantalones en su entrepierna y refriego la tela contra la mancha que sé que está ahí expandiéndola y untándola para dejar una marca bien visible. Mi aliento todavía contra su cara. Le sonrío, le doy un piquito y vuelvo dentro, me despido de mis amigas y salgo, tomaré un taxi y me iré a casa. Manuel necesitaba una lección y se la he dado, yo sólo soy la puta de mi maridito.

Espero vuestros comentarios, que últimamente sólo tengo tres comentarios por relato, ¿ya no os gustan?

Besos perversos a tod@s,

Sandra

Mas de sandrahotbcn

En el autobús

Regalo para mis lectores

Por qué no quedo con mis admiradores de Internet 2

Por qué no quedo con mis admiradores de Internet

En un bar

Barcelona en verano

Lunes, huelga de metro en Barcelona

Mi marido me ofrece a un vagabundo

Laura (Capítulo de Vida de Casada)

Mi Boda XIX

Mi boda XX

Mi boda XVIII

Mi boda XIX

Mi boda XVIII

Mi Boda XVII

Mi boda XV

Mi boda XIV

Mi Boda XIII

Mi boda XI

Mi boda X

Mi boda IX (CadaquésVIII)

Mi boda IX (Cadaqués VII)

Mi boba IX (Cadaqués VI)

Mi boda IX (CadaquésV)

Mi boda IX (CadaquésIV)

Mi boda IX (CadaquésIII) 1ª parte

Mi boda IX (CadaquésIII)_2ª parte

Mi boda IX (CadaquésII)

Mi boda IX (Cadaqués)

Mi boda VIII (el baile)

Mi boda VII (antes del baile)

Mi boda VI (el banquete)

Mi boda V (la boda)

Mi boda IV (lista para la boda)

Mi boda III (casi lista)

Mi boda II (Preparativos)

Mi boda I (preliminares)

Caliente_1

Excitando 5 – Parte 8

Excitando 5 - Parte 7

Excitando 5 - parte 6

Excitando 5 - Parte 5

Excitando 5 - Parte 4

Excitando 5 – Parte 3

Excitando 5 (parte 2)

Excitando 5 (primera parte)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (y parte 5

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 4)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 3)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 2)

Ecitando 4 (parte 1)

Excitando 3

Regalo de Navidad 3 (o de fin de año)

Regalo de Navidad

Regalo de Navidad (2)

Shorts

En el tren

El Partido 5

El Partido 3

El Partido 4

El partido 2

El Partido 1

Excitando 2

Núria

Viaje (11)

Viaje (y 12)

Viaje (10)

Viaje (9)

Viaje (8)

Viaje (7)

Viaje (6)

Viaje (4)

Viaje (5)

Viaje (3)

Viaje (2)

Viaje (1)

Metro 2

Mi antiguo trabajo (y 13)

Mi antiguo trabajo (12)

Mi antiguo trabajo (11)

Mi antiguo trabajo (9,5)

Mi antiguo trabajo (10)

Mi antiguo trabajo (8)

Mi antiguo trabajo (9)

Mi antiguo trabajo (7)

Para Raúl

Mi antiguo trabajo (6)

Mi antiguo trabajo (5)

Mi antiguo trabajo (3)

Mi antiguo trabajo (4)

Mi antiguo trabajo (2)

Mi antiguo trabajo (1, el inicio)

Metro1

Excitando