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El Partido 5

en Voyerismo

Hola a tod@s! Sí, ya sé que soy algo inconstante y que no reviso suficientemente los textos y que escribo con muchas K y… pero es que no tengo tiempo para escribir!!!! En el trabajo no paro ni un minuto (además, ahora estoy en un espacio abierto y ni chatear puedo!) y al llegar a casa… al llegar a casa no tengo tiempo de nada (además, el buen tiempo invita a otras cosas, no?). De hecho, he visto que sólo puedo consultar el gmail una vez a la semana o así (ya no tengo tiempo para nada!) y lo justo para bajarme los adjuntos que me enviáis en mi memoria para verlo en casa (aunque ni de eso tengo tiempo). Así que perdonad si no contesto todos los mails, perdonad si no envío fotos actualizadas, perdonad si me olvido incluso de algún cumpleaños (perdona Raúl!). Espero que este ritmo de trabajo descienda un poco pronto y pueda dedicarme más a tod@s. Y ahora sí, el relato (besos perversos):

El Partido V

Ya en casa de Luis me cabreé como nunca antes. Me revolví contra ellos, pero que os habéis creído? Pero ellos reaccionaron como perros en celo, sin control. Sus manos recorrían mi magullado cuerpo, sus pellizcos en mis amoratados pezones no atendían a mis lamentos… me estaban haciendo daño! Y, pese a todo, debo reconocer que disfruté de sus abusos y de sus vergas. Me volvieron a follar como a una puta, como la guarra que llevo dentro, y esta vez sí me dejaron rebosante de semen y escocida.

Después me metieron en la bañera, abrieron los grifos de agua templada y se fueron del baño. Yo me aseé como pude, tomé algunas cremas y me unté el cuerpo. Estaba llena de moratones (los pechos, brazos, piernas…) y la crema me alivió el escozor en el ano y el sexo. Quien crea que estas jornadas de sexo son una fiesta… no las ha vivido, las resacas son duras, escocidas y te sientes como una zombie, debilitada y con ganas de dormir. Pero no me dejaron, estaba medio adormilada untándome la crema cuando entraron y me tomaron de las axilas.

Casi desmayada me levantaron en volandas y me sacaron, desnuda! A la calle, me metieron en el coche y me llevaron a casa… desnuda!!!! Me pasearon en el coche por la ciudad desnuda, sólo cubierta por sus caricias, que no dieron tregua a mi sexo, yo parecía drogada de cansancio, sonámbula mientras sus dedos me penetraban, exploraban, por todos mis agujeros.

No vi ni siquiera si me miraban durante el trayecto, imaginaba mil caras fijadas en mi sexo, mil autobuses cruzándose en nuestro camino y sus pasajeros viendo como abusaban de mi, cómo me ofrecían abierta a todas las miradas… mis orgasmos se sucedían en una cadena imposible de sensaciones hasta que sucumbí ante la impotencia, la insensibilidad, ante todo, y no recuerdo más hasta encontrarme en mi piso y despertar.

Desperté dolorida. Lo primero que hice fue salir de la habitación y ver que estaba sola. Entonces fui al baño y llené la bañera con sales y espuma. Mientras se llenaba bebí y bebí zumo de frutas (estaba deshidratada!). Luego me estiré en la bañera y dejé que me envolviera la relajante espuma mientras en el estéreo del salón sonaba Cassandra Wilson y me aislaba de todo. No sé cuanto tiempo estuve, pero me levanté cuando empecé a sentir frío. Me sequé y me unté todo el cuerpo con cremas, especialmente mi sexo y mi ano. Volví a mi cuarto y me puse un kimono cortito de seda natural. Su sensual roce me parecía una caricia y, ya en el salón, me puse a darme crema en los cabellos. El sol entraba por la puerta del ventanal, pero me gustaba sentirlo en mi piel, suave calor que me hacía sentir protegida, algo perezosa, pero necesitaba relajarme, estirarme en el sofá e idiotizarme mirando la tele.

Así estaba cuando oí abrirse la puerta de mi apartamento. Miré y vi a mi Osito entrando con un gran ramo de flores. Me sonrió, pero yo me levanté muy enfadada, lo eché del apartamento y le tiré las flores por la ventana (no dije ni una palabra, bastaba con verme para entender). Detrás de las flores, mientras las recogía, fue toda su ropa, tal y como la sacaba del armario la lanzaba, con perchas y todo, a la calle. Su maleta gigante, su mierda de PlayStation, sus CDs y todo lo que fuera suyo (tampoco mucho más, cepillo de dientes y ya está). Mi casa limpia de intrusos que me ofrecían para ser violada.

Desconecté los teléfonos, volví al sofá y seguí a base de zumos de fruta helados y tele. Hasta que oscureció y me arrastré a la cama.

Me despertó el sol entrando por la ventana y dándome en la piel. Me levanté y ajusté la persiana y volví a la cama (comprobé que había dormido doce horas, pero volví a dormirme). Estaba física y mentalmente agotada. Acababa de romper con mi relación y no quería pensar en ello. Pero, sobre todo, me horrorizaba pensar en cómo lo había disfrutado! Disfrutado, sí! Me habían forzado múltiples personas, hasta un perro! Y yo lo recordaba con dolor… pero también con placer, qué clase de puta guarra era? Cómo podía encontrar placer en mil manos sobre mi cuerpo tomándome y penetrándome sin mi consentimiento? Eso era lo que más me horrorizaba y no podía quitarme de la cabeza, necesitaba dormir, tomar distancia.

Pero sólo de pensarlo, de recordarlo, un estremecimiento recorría mi cuerpo y se me humedecía el sexo. Pensar en el deseo incontrolado de todos esos hombres, en el haberles excitado tanto como para romper los tabús y haberme agredido salvajemente, en haberlos sacado de sus casillas… eso me excitaba pese a todo. Qué clase de degenerada era? Una degenerada muy guarra y muy puta que disfrutaba al tener mil sexos a su disposición excitados por y para ella.

Pero a la vez estaba furiosa por cómo me habían utilizado. Por haberme usado una y otra vez sin mi consentimiento, sin buscar mi placer, sólo buscando el suyo, hasta tal punto les había excitado.

Pasé el día bebiendo zumo, picando alguna que otra cosa, pero esperando que cayera el sol, que bajara el calor, para relajarme. Tratando de no pensar, pero a la vez excitada recordándolo todo.

Estaba estirada en el sofá, mis largas piernas descansando sobre el extremo, mi pequeño (diminuto) kimono arrollado en mi cintura y abierto en mi escote, cuando me sobresaltó el ruido de la llave en la puerta de entrada. Ni había logrado incorporarme cuando mi Osito y sus amigos entraron en tromba en el salón y me sujetaron firmemente. Me asaltó el olor a alcohol de sus alientos. Chillaban: Puta! Mira qué guarra! Mi Osito los lideraba, el alcohol había despertado su rencor y sus miedos le habían superado y contagiado a todos. “Seguro que esta puta nos estaba esperando” rugían. Cosas sin sentido que no podía entender, pero parece que el alcohol y su hambre de sexo les dominaban.

Mi Osito se había transformado en una pareja distinta, rencoroso creyendo que estaría follando con otros en cuanto había cerrado la puerta, ofreciéndome a todos los vecinos sólo por placer, pero ellos sabían lo que necesitaba y lo que me gustaba y se ocuparían de mi como merecía. El miedo recorrió mi cuerpo, pero no podía hacer nada mientras mi Osito se ponía tras de mi y me amordazaba con sus fuertes manos mientras los otros me arrancaban el kimono y recorrían mi cuerpo con sus manos.

Con rudeza exploraron mi sexo. Para mi vergüenza, el sentir esas manos recorriendo mi cuerpo hizo que me humedeciera, pero ellos ni de eso se dieron cuenta, sólo pensaban en liberar sus sexos y penetrarme por todos los agujeros. Mi Osito se ocupaba de sujetarme mientras el resto me penetraba. Pronto no hizo falta que me sujetase, una polla en mi boca mientras me jalaban de los pelos para que succionara más y más fondo solucionó el hecho y así quedó libre para, de un golpe seco, penetrarme por detrás hasta el fondo. Fue un golpe seco que me rasgó entera, no estaba preparada. La crema evitó que sangrara, pero la penetración fue brutal. Violencia. Eran seis machos usándome sin tregua. Me llenaron y me cubrieron con su leche una y otra vez, al final sus propias secreciones rebosaban en mis agujeros cuando otro me tomaba pero eso no les impedía querer clavarme con furia nuevamente.

No sé cuánto duró esa terrible violación, pero finalmente el cansancio les venció. Imaginad mi estado, incapaz de tragar más semen mi boca rebosaba de leche y saliva, mi cuerpo empapado en su crema, tirada en el suelo.

-          Ves esto mi puta? Todavía tengo las llaves y voy a hacer de ti lo que me de la gana. Gritó aquel ser que había sido mi Osito hacía una eternidad.

De nuevo me llevaron en volandas al baño donde no dejaron de acariciarme mientras me limpiaban. No sé qué fue más terrible, si la violación o la vejación de toquetearme allí, delante de todos, mientras entraban y salían del baño con botellas de alcohol. Entraban, les apetecía mi coño y me metían tres dedos directamente para “limpiar”, el cuello de la botella para dar “gusto” a la bebida, o me pellizcaban mis pezones.

Finalmente me sacaron de la bañera y mi “Osito” me tendió una minifalda y un top. Me ordenaron peinarme y vestirme, mientras ellos miraban y reían. Hablaban de mi como si fuera un objeto, diciendo lo que harían o cómo me usarían.

A la salida me dieron unos zapatos de tacón de aguja y me sacaron a rastras del apartamento. Una sonora cachetada para que no intentara revolverme ni chillar me hizo comportarme sumisa, pero sobre todo, el brillo de la hoja de una navaja. Les creía capaces de todo en ese estado.

Me arrastraron a la primera boca de metro y bajamos al andén a esperar el tren. Me rodeaban y no paraban de meter sus manos bajo mi minifalda, hasta el cuello de alguna botella, tapándose entre unos y otros y riéndose de sus ocurrencias. Subimos al vagón y siguieron con las suyas, descaradamente, tratando de tapar, pero sin conseguirlo. Me arrastraron al fondo del vagón, donde uno descubrió su verga y me obligaron a mamársela bajo las miradas de otros viajeros que observaban entre el grupo. Rápidamente otro se colocó detrás de mí y me penetró por detrás.

Yo me sentía como ausente, mi mirada se fijó en los pasajeros que me observaban, a través de las piernas de ellos veía un ejecutivo con su maletín del ordenador tocándose por encima del pantalón mientras miraba a mis ojos y estiraba el cuello para ver mejor la escena. Una mujer ofendida se levantó para escapar de la escena, pero otros se movían para acercarse y cerciorarse que era cierto lo que les había parecido.

Se derramaron en mi y me obligaron a limpiarles las pollas mientras mi ano escurría los flujos por el interior de mis piernas. Me enderezaron y salimos otra vez al andén. El túnel de transbordo fue toda una odisea mientras ellos no dejaban de acariciarme a la vez que me tapaban ante las cámaras de vigilancia del metro de Barcelona. Corrimos para alcanzar el tren que llegaba, con lo que mis pechos saltaban bajo el mínimo top amenazando con salirse y mi faldita ya no cubría ni mi sexo ni mis nalgas. Entramos en tropel al último vagón, donde siguieron con sus risas y sus chanzas, descubriendo mis pechos y mostrando mi sexo penetrado por sus manos al resto de viajeros.

De pie, en medio del vagón, rodeados de pasajeros, siguieron manoseándome descaradamente. Un grupo de adolescentes sentados a mi lado se quedaron embobados mirando cómo mi ano era penetrado por dos dedos justo a la altura de sus ojos. No se lo podían creer. Volteé hacia ellos mi mirada y les vi con su atención fijada en mi ano. Me estremecí en un tremendo orgasmo al contemplar sus sexos taladrando sus pantalones. Me giré para que no pudieran contemplar mi ano, por la respuesta fue peor, porque la penetración por detrás se incrementó echándome sobre ellos. Mi sexo quedó en la cara de uno de ellos mientras caía con los brazos extendidos entre los otros tres.

-          Será guarra que no puede ni contenerse ante estos niñatos… Oí que decían los del grupo que me llevaban.

Ni cortos ni perezosos, los adolescentes no dejaron escapar la oportunidad. Agarrándome por la cintura el que me tenía en su cara empezó a succionar mi empapado sexo mientras continuaban penetrando mi ano con cuatro dedos. Los otros tres aprovecharon que mis pechos habían escapado del top para tomarlos y acariciarlos.

De repente, sin comprender cómo o porqué, mis manos buscaron sus entrepiernas, liberé uno de los sexos de su pantalón y me encontré con tres sexos ante mi que empecé a succionar y acariciar mientras mis caderas eran aguantadas por los que me estaban penetrando. Me sostenían en vilo dejándome libertad para tomar aquellos sexos largos y duros que rápidamente explotaron en sustanciosos derrames sobre mi cara, pelo y manos.

-          Será cerda! Explotaron y me sacaron de ahí a la fuerza alzándome y sacándome goteando lefa hacia el andén y arrastrándome al exterior.

Mis manos trataban de limpiar la leche de mi cara pero ellos querían verme bien guarra y sucia, querían humillarme, pero todavía no era capaz de imaginar lo que faltaba.

Dando la vuelta a una calle entramos en un callejón lleno de bolsas de basura y deshechos. Allí me enfrentaron a un vagabundo roñoso con su carro de la compra lleno de porquería a su lado. El tipo enmudeció cuando se vio rodeado de jóvenes atléticos pensando lo peor. Pero entonces ellos me pusieron ante él y no sólo me ofrecieron, sino que me ordenaron tomarle la polla. Mi mano se acercó temblorosa a ese pantalón harapiento y encostado de mil meadas sin limpiarse. Noté el tacto acartonado de su textura e introduje mi mano por él mientras veía la alucinada mirada del tipo sin afeitar y con la barba sucia de restos de no quieras saber qué.

Mi mano se deslizó bajo el pantalón y jaló su miembro afuera. Estaba medio erecto y tomándome de la cintura me obligaron a bajar mi cabeza mientras mi culo expuesto tentaba al grupo entero. Rápidamente me cubrieron por el orto mientras mis labios se acercaban a aquel oloroso y sucio miembro. El asco me hizo tener arcadas, pero la mano en mi nuca me obligó a tragar. El miembro fue endureciéndose en mi boca mientras mi ano era perforado por un segundo tipo. Retrocedí para poder tragar, lo que me valió un cachete y una penetrada más profunda. Un error, porque entonces percibí el sabor a suciedad en mi boca. Volví a tragar el duro miembro que no paraba de crecer en mi boca. Era largo y se tornaba más grueso por momentos. Pronto sus dimensiones desbordaron mi boca y me vi obligada a babear para poder contenerlo.

Me penetraban por detrás mientras aquél miembro no dejaba de crecer en mi boca, parecía que crecería sin fin hasta que el grupo se percató de su tamaño. Entonces, tras una corrida en mi ano, me separaron para observar tal enormidad. Todo fueron suspiros y admiraciones ante tal tremenda cosa, sin circuncidar, el glande escapaba casi tres centímetros del extremo, mostrando una tremenda seta de al menos siete centímetros de diámetro y tremendamente larga. Saltaron los móviles y los flash mientras se olvidaban de mi, pero no por mucho rato. Me obligaron a girarme y a darle mi dilatado ano, pero eso era enorme incluso para mi ya taladrado culo. El mendigo me tomó por las caderas y trató de penetrarme pero su tremenda herramienta no cabía pese a que mi ano rezumaba flujos de anteriores penetraciones. No desistió (no debía tener muchas oportunidades como esa) y fue dando golpear y obligándome a abrirme más y más hasta que entró la cabeza. Mis ojos y mi boca estaban abiertos por la sorpresa, el dolor había dejado paso al espasmo, y yo trataba que la tremenda sacudida de orgasmos que estaba sintiendo me ayudara al empalamiento.

Porque era yo la que trataba de empalarse a aquella tremenda enormidad. Quería sentir dentro ese pedazo de carne. Desaparecieron el resto de observadores y mi mundo se centró en aquella inmensa vara de carne que trataba de abrirse entre mis piernas. Mi cara debía reflejar mi sufrimiento y mi deseo, yo misma tomaba mis nalgas y las abría para facilitar la operación mientras engullía más y más de aquel mísil que rompía mis entrañas.

Hasta que noté cómo algo chocaba contra mis muslos, sus duras bolsas golpearon la parte baja de mis nalgas, se retiraron rompiéndome y volvieron a avanzar. Repitió la operación hasta cinco veces, cada vez más y más suave, hasta que pudo deslizarse completamente en mi dilatado ano. Si hasta entonces creía haber sufrido, en ese momento empecé a experimentar el más dulce dolor del mundo que fue in crescendo hasta alcanzar el límite del placer cuando esa interminable vara gruesa y enorme me llenaba plenamente hasta el estómago. Era incapaz de incorporarme porque notaba esa barra dentro de mi forzándome a quedarme inclinada para proporcionarle un recorrido recto dentro de mi. Su ritmo fue acelerándose y me agarré a dos pollas que tenía ante mi para soportar las tremendas embestidas. Ya ni pajeaba ni nada, sólo el movimiento que imprimía en mi el mendigo bastaba para sacudirles mientras trataba de agarrarme. Conforme se corrían mi mano resbalaba y tenía que tomar nuevos soportes para continuar en posición.

Cuando un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo, empezando por los dedos de los pies noté cómo me recorría un espasmo completo, mis dedos se contrajeron, mis pantorrillas se endurecieron, mis muslos quedaron duros como agarrotados, mi ano se contrajo exprimiéndolo a la vez que notaba cómo aquella increíble pene vibraba dentro de mi, mi coño chorreó en una corrida sin igual, pero el espasmo continuó haciéndome vibrar, mi estómago, las abdominales, los pechos endurecidos hasta dolerme los pezones, mis hombros, los bíceps y antebrazos, el cuello y la cara hasta la raíz de los cabellos, todo se inflamó hasta el clímax y entonces empezaron los espasmos. Me sacudí entera una, dos y tres veces mientras mi coño soltaba un chorro que no era de pis y apretaba tan fuerte aquel sexo que oía cómo el mendigo gemía mientras me llenaba de una interminable corrida que rezumaba en los pocos espacios disponibles entre su sexo y mi ano.

Fue una explosión increíble que me dejó rendida a sus pies, con el culo alzado todavía atravesado por él mientras notaba cómo se iba desinflando y resbalando poco a poco de mi interior. Cerré los ojos y me rendí a la inconsciencia mientras mi culo trataba de resbalar y posarse en el suelo.

Pero no hubo final, me alzaron y creo que me desmayé en sus brazos para despertarme en una sala oscura, una sala de proyección, un cine! Me habían llevado a un cine donde se proyectaba una película X. A mi alrededor un montón de hombres observándome, mi faldita se había convertido en un cinturón alrededor de mi cintura, mi top en el cuello y tenía dos pollas en mi ano (totalmente dilatado), otra en mi coñito y mi garganta perforada por otro sexo.

Un flash, estoy dentro de un coche.

Me despierto en el suelo del salón de mi casa. Estoy desnuda de ropa, pero visto un traje de restos de semen y sudor. Me arrastro hasta el baño y me limpio como puedo. Llamo a Juan, el vecino sesentón y le suplico ayuda. En tres minutos lo tengo en casa, le digo que llame a un cerrajero mientras voy al centro de asistencia sanitaria. Insiste en acompañarme, pero le digo que primero se asegure de que cambian la cerradura y luego venga.

Me voy.

No os aburriré con el reconocimiento médico, las extracciones de sangre o las curas de mi desgarrado orto. Podría mentiros diciendo que me follé al enfermero o la enfermera, pero no. Casi caí rendida durante el examen, tuve que soportar el interrogatorio de la policía al despertar y hasta dos días después no pude volver a casa. Por suerte, Juan contactó con la oficina y todo se arregló (no podía perder mi trabajo con una hipoteca!).

Salí con recetas de cremas, instrucciones de cuidarme, de abstenerme de sexo en una temporada y con la obligación de visitar al psicólogo mínimo una vez por semana los tres primeros meses. Me ofrecieron casas de acogida y todo eso, pero preferí mi pisito.

Mi sorpresa fue, al volver, encontrar mi correo saturado con todo lo que habían grabado! La sesión completa! Horas y horas de filmación conmigo como protagonista de… de la más increíble película porno nunca filmada. Nunca volví a contactar con ellos, pero ver aquellas imágenes y vídeos… me excitó tanto que, pese al escozor y los dolores, no pude evitar humedecerme y tocarme compulsivamente!

Besos perversos,

Sandra

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