Viaje IV

De la playa vamos hacia el coche, por el camino los observadores nos dicen burradas que me ponen muy caliente, lo han visto todo y con salados comentarios consiguen que me abrace más a ti y me sienta muy muy puta. Rodeamos la manzana para ir directos al coche, estacionado ante el local, con Sancho ya preparado al lado. Nos ve venir, sonríe al verme desaseada, habrá sido uno de los mirones? No da muestras de reconocer nada, sólo su pícara sonrisa al abrirnos las puertas. Nos sentamos y arranca mientras tu me vuelves a besar y acaricias mis piernas. El trayecto es breve, sólo hemos llegado al puerto y entra para aparcar frente a un velero.

Tu abres la puerta y me tomas de la mano para salir. Te sigo mientras subes al barco y entramos en la zona de las cabinas. Una vez allí entramos en un gran salón, con sofás y bar. Te acercas a la barra y me sirves un ginger-ale mientras te preparas un whisky. Me acercas mi bebida y yo me veo reflejada en un espejo, estoy horrible! Despeinada, el vestido arrugado, con marcas de tus manos y boca en mi piel…

Me besas, dejas la copa y tomas la mía para dejarla también. Me tomas de la cintura y, por un estrecho pasillo, pasamos a otro cuarto donde hay una amplia ducha. Escucho un motor, nos ponemos en marcha a un destino desconocido. El barco empieza a mecerse. Tu me desvistes y el Prada cae al suelo en el pasillo, sólo llevo mis zapatos, de los que me deshago quedando completamente desnuda. Tu te has quitado la camisa y tus pantalones bo tardan en desaparecer. Los dos desnudos entramos en la ducha y nos relajamos bajo el agua tibia mientras nos masajeamos y enjabonamos.

La ducha es amplia pese a ser la de un barco, lo suficiente para acariciarnos y llenarnos de espuma. Mis pechos se yerguen y mis pezones se vuelves rígidos bajo tus pellizcos, tu polla crece mientras te la enjabono. Te masturbo suavemente, preparándote, incitándote. Tu me tienes a tu disposición y aprovechas para pasarme la esponja por mis pechos. Retiro mi mano mientras me enjabono el pelo quitándome la arena, tu me iras y acaricias mis nalgas mientras alguno de tus dedos se pierde en mi ano, en mi chochito, yo te dejo jugar con mi cuerpo.

Cuando tus penetraciones empiezan a excitarme te unto tu cabeza con el champú y procedo a darte un masaje en la cabeza, traviesa, tapándote la cara con espuma para que tengas que retirar tus dedos de mis orificios y limpiarte. Reímos, nos buscamos y nos rehuimos, jugamos y nos acariciamos para dejar que el agua se lleve el jabón y el cansancio de nuestros cuerpos.

La tienes tiesa, apunta hacia mi como una espada, la tomo entre mis manos y le limpio bien el jabón, acaricio tu vello, tu tranca, me agacho y juego con ella ante mis ojos mientras te miro con picardía. Tu mirada me suplica que lo haga, y saco mi lengüita y te acaricio. Cierras el agua, el vapor nos rodea y a veces no te deja verme bien, pero notas cuando mi boca te engulle. Notas el calor de mi aliento en tu vello y cómo mi suave caricia rodea tu polla, notas cómo mi lengua se entretiene en tu prepucio, la saco y vuelvo a introducirla, esta vez la trago lentamente, hasta que mis labios chocan contra el vello de tu cuerpo y mis manos acarician tus grandes pelotas. Gimes, La saco de mi boca, la tomo en la mano y te arrastro fuera de la ducha. Tomamos unas toallas y nos secamos rápidamente, yo me enrollo una en mi pelo. Tu me acercas un albornoz y te pones otro.

Me guías fuera de la ducha, por el estrecho pasillo, hasta una cabina con una gran cama. El techo, parcialmente acristalado muestra una noche serena llena de estrellas, pero ahora no estoy para fijarme en eso, todavía tengo tu polla en mi mano y ni siquiera me he puesto el albornoz, lo llevaba del brazo. Lo tiro al lado de la cama y te arrastro por tu mango hasta la cama. Caigo de espaldas en ella y tu te arrodillas sobre la cama acercando tu sexo a mi cara, deseas que te la coma de nuevo, y no te privo del placer, noto cómo todavía crece un poco más, cómo se contraen los huevos en mis manos, cómo tu ano se cierra sobre mi dedo, pero no quiero que te corras, no todavía. Te dejo y tu me miras frustrado, pero me incorporo a cuatro patas en la cama, mostrándote mis nalgas y sonríes.

Tu lengua explora mi ano mientras ves mis flujos derramarse sobre mi coño. Dos de tus dedos abren mi flor mientras otros dos fuerzan mi ano a abrirse. Con tiempo, con suavidad, con dulzura me vas dilatando, tus dos dedos en mi ano pasan a ser tres, los suficientes para simular una polla grande como la tuya. Me ensalivas bien y los retiras, noto como te incorporas tras de mi, el contacto de tu prepucio en mi cueva trasera y cómo fuerza la entrada, yo hago también fuerza abriendo mi esfínter y tu polla encuentra el camino expedito para empalarme, entras y sales poco a poco, cada vez un poco más adentro, hasta que tus huevos chocan contra mi sexo, y entonces inicias tu vaivén con ritmo, acelerando, empalándome con fuerza por mi duro kulito mientras tus manos palmean mis nalgas.

La suavidad de la dilatación ya se ha perdido, ahora me cabalgas de nuevo con furia. Ves tu tranca entrar y salir de mi ano ante ti, y yo noto tus embestidas entrando hasta mi estómago. Subes el ritmo y la fuerza, caigo sobre mis codos y luego sobre mi cara. Muerdo el cojín, pero doy rienda suelta a mis gritos y chillidos pidiendo que sigas, que me folles como a una puta, que me empales hasta la garganta. Me pierdo, grito, chillo, gimo como una desesperada disfrutando de cada penetración y mostrando mi goce.

Noto cómo tu polla me penetra hasta notar que me llena el estómago, llegas a tocar los restos de mi cena con tu polla, me siento guarra, guarra y sucia, pero eso parece que te pone todavía más cachondo y tu también empiezas a gritar y gemir. Me llamas tu puta, me llamas guarra y me recuerdas nuestras sesiones por la red, me dices que esto es lo que buscaba, y tienes razón. Me cabalgas arreándome en las nalgas, tomándome de la cintura para penetrarme más hondo y consigues que llegue mi placer. Sin poderme contener aprieto mi kulo sobre tu polla y tu gimes de dolor y placer al verte así apresado, corriéndote en mi kulo y llenándolo con tu leche. Me llenas, rebosa y noto la necesidad de vaciarme, la imperiosa y urgente necesidad de vaciarme. Alzo la vista y busco desesperada, y tu, con tu polla todavía en mi me indicas una puerta, pero no podemos separarnos, mi kulo se ha contraído y te aprisiona con fuerza. Reímos ante la desesperación, pero yo voy a vaciarme de un momento a otro. Sales con fuerza de mi (y casi me desgarras, bruto!) y yo corro al lavabo a asearme.

Por suerte, dentro hay un bidet también, con lo que puedo vaciarme y asearme antes de volver a la habitación. Aprovecho para secarme el pelo y, cuando entro, te encuentro tumbado sobre la cama, desnudo, y completamente dormido. Me estiro a tu lado, te abrazo, y yo también me quedo dormida, satisfecha, con tu miembro desinflado y sucio en mi mano.