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Mi antiguo trabajo (10)

en Voyerismo

Mi antiguo trabajo (X, ya en casa)

Debí estar cerca de una hora allí, porque cuando me levanté tenía frío hasta en los huesos. Me puse el albornoz y salí al salón (estaba hambrienta). Ellos habían ido a comprar y en la mesa del salón había un surtido de ibéricos y quesos, una tortilla de patatas junto con pan con tomate y un par de botellas de Cabernet del Penedés. Ellos estaban sentados en el sofá y se levantaron cuando me vieron entrar. "Hola, hemos creído que estarías hambrienta y te hemos preparado algo de comer" dijo Jaime. "Sí, estoy hambrienta" dije secamente. Me senté a la mesa y empecé a comer.

"Qué hacéis aquí?", pregunté con la boca llena.

"Bueno, es que… nos sentíamos algo culpables y…"

"Por qué? Por haberme violado y sodomizado sin mi consentimiento?" Respondí sarcástica mientras daba un trago de vino (por cierto, delicioso todo, necesitaba comer y aquello me venía de perlas, tenía la nevera vacía).

"Mujer… no te pongas así..", Jaime. "Sí, tienes razón, no sé qué me pasó, pero mi vista se nubló y no fui capaz de contenerme, nunca me había pasado, fue algo…", Juan.

Me levanté, todavía con la copa en la mano y me puse frente a ellos, con el albornoz casi abierto, desafiante. Estaba furiosa, pero aquel descanso, la comida, habían hecho renacer en mi la furia, la frustración, el genio… "Así que con un LO SIENTO todo se arregla, verdad?" les espeté. Ambos me miraban embobados, yo estaba descalza, pero en medio de mi salón, en mi terreno, donde me sentía segura y fuerte. El cinturón de mi albornoz empezó a abrirse y yo no sólo no hice nada por cubrirme sino que alcé la copa y di un largo trago de vino mientras el albornoz se abría y descubría mis pechos y mi vientre y dejaba al aire mi rasurado sexo. No me cubrí, bajé la copa y dejé que un hilo de vino resbalara por mis labios hasta la barbilla mientras los miraba furiosa. Me giré y volví a la mesa, rellené de nuevo la copa y tomé un nuevo sorbo. Volví frente a ellos, en esos dos o tres pasos el albornoz se abrió, revelando completamente mis pechos, mis caderas, mi vientre.

Los volví a mirar con descaro, sin importarme mi desnudez, es más, me gustaba, me hacía sentirme poderosa. "Y mi placer?" Les dije. "Eso no era importante, verdad? Era igual si yo también quería tener algo de placer? Era igual si yo hubiera participado también con sólo un poco de consideración? No hubierais preferido mi participación activa?" Les dije mientras levantaba una pierna y apoyaba el pie sobre el sofá entre ellos, con lo que mi cuerpo quedó expuesto, desnudo, ante ellos con el albornoz arremolinado en mi espalda, mi sexo expuesto entre ellos, mis pechos alzándose entre ellos, y tomé un nuevo sorbo de la copa de vino. "Yo no tengo derecho a mi placer? Si lo hubierais sabido pedir hubierais gozado de mi completa colaboración y os aseguro, OS ASEGURO, que hubierais disfrutado mucho más".

De nuevo fue Juan quien no pudo contenerse y se puso a besar mi pierna, subir con sus labios por mi tobillo dejando la húmeda sensación en su recorrido por mis muslos hasta llegar a la rodilla y seguir comiéndome, lamiéndome, acariciándome y adorándome hasta mi monte Venus, cuando yo abría mis piernas para dejarle encajar su boca en mi sexo. "Así, suave, muy suave que estoy irritada". Su boca se movió con ternura, su lengua con calidez. Me acariciaba mis pelitos suavemente, y se tomó tiempo a que mi flor fuera abriéndose por si misma antes de penetrarla con su lengua. Conforme aparecieron de nuevo mis jugos, mi sexo inflamado y enrojecido aceptó la caricia y mis manos le guiaron hacia mi abertura con suavidad. Siguiendo mis indicaciones su lengua empezó a deshojar la flor, abriéndose paso entre mis pliegues lentamente, dejando que yo misma me abriera. Y finalmente pudo penetrar con su lengua en mi.

El sentirlo dentro me estremeció, con una pierna en el sofá y la otra de puntitas también en el suelo casi caigo. Pero unas manos me ayudaron a acomodarme sobre el sofá, desnuda. Me ayudaron a dejar caer el albornoz por la espalda y tumbarme, relajada, sin que la lengua dejara de estar en contacto con mi interior. Me depositaron dulcemente sobre el sofá y esa maravillosa lengua se concentró en mi penetración evitando, voluntariamente, mi irritado botoncito del placer. Mientras Jaime se dedicó a darme una suave caricia sobre mis pechos con sus labios, acariciaba más que besaba, masajeaba, rozaba… sus labios recorrían mis aureolas, mi cuello, mis lóbulos de las orejas… Yo me relajaba y me dejaba hacer. La lengua de Juan rodeó mi botón una y otra vez hasta atacarlo con suavidad, con pequeños roces que fueron creando oleadas de deseo en mi. Sentí humedad en mis pechos y vi que Jaime los había mojado con vino mientras me los masajeaba a dos manos con suavidad, como dándoles crema, mientras pellizcaba con suavidad los pezones. Mi sexo crecía, se abultaba y mi botón se ponía erecto por el deseo, momento que Juan aprovechó para encajar sus labios en él y empezar a sorberlo, chuparlo con sus labios. Eso desencadenó mis orgasmos, orgasmos retenidos, orgasmos que llevaban rato deseando explotar, terribles oleadas de orgasmos uno detrás de otro que fueron en crescendo, explotando uno detrás de otro creciendo en intensidad y fuerza. Mi cuerpo pasó de empezar a convulsionarse a arquearse con una sacudida de gemidos de éxtasis uno detrás de otro, mi cuerpo se retorcía de placer y esas bocas no dejaban soltarse su presa. El sexo me dolía (junto con el ano), pero ellos no soltaban su presa y seguían elevándome a cotas más y más altas de placer. Yo sólo podía gritar entre orgasmo y orgasmo, pues al llegar al límite sólo contraía la mandíbula en un grito ahogado que contenía hasta, al fin, exhalar el aire en un solo y profundo gemido de placer mientras notaba entrar la siguiente oleada de placer que crecía, se hacía un nudo en mi estómago hasta deslizarse por todas mis extremidades y obligarme a recoger los dedos de los pies, a apretar los puños, a contener el aire de nuevo, hasta poder volver a exhalar el correspondiente gemido de placer, más profundo todavía, más placer todavía, más éxtasis todavía… El conjunto se repitió sin aparente fin seis, siete veces, hasta que ya no pude soportar más y desalojé a Juan de ese beso de éxtasis, esa succión de placer. Jaime a su vez, viéndome relajarme al fin, sacó su lengua de mi oreja y redujo sus caricias a un simple suave masaje de mi piel. Ahora ambos me acariciaban como se hace con los niños, con ternura, con tranquilidad, sólo para sentir mi calidez.

Así me relajé y me quedé dormida. Despertando unas horas más tarde en el mismo sofá, cubierta con mantas y viendo recogida la mesa y todo limpio. Creí que se habían ido, pero no, todavía estaban allí mis machos, cuidándome. Tal vez iba siendo hora que yo les cuidara un poco (debían estar aterrados con lo de la denuncia por violación). De hecho, ya entraba por la ventana el sol, así que debía ser el día siguiente, pero daba igual, en aquel momento ni pensé en ir a trabajar a la oficina.

Me estiré como una gata en el sofá, apartando mantas y despertando lentamente. Al oírme moverme y gemir quedamente los dos se acercaron de nuevo. Esta vez venían con una sonrisa en la cara. "Ya despertó nuestra gatita? Son más de las once, quieres un café?" Me dijo Jaime. "Mmmmm… no se, sólo quiero sentir ese sol en piel". Me levanté, desnuda completamente, y me acerqué al balcón, por donde entraba el sol de Barcelona (uno de los principales motivos por los que había elegido ese apartamento). Abrí las puertas acristaladas del balcón y, descalza, desnuda, me asomé y me dejé bañar por esa luz, ese calor, la tibieza del nuevo día.

Ellos no se atrevían a salir al balcón, pero podían verme a contraluz, desnuda, contra la baranda del patio interior, exhibiendo mi desnudez ante los vecinos que pudieran verme. Me encantaba estar así, expuesta ante cualquier curioso, ante cualquier pervertido. "Hemos llamado al trabajo y te hemos disculpado". "Ajá, venid" les respondí. Ellos se acercaron todavía recelosos. Los tomé de la cintura mientras alzaba la cabeza y cerraba los ojos sintiendo el sol en mi piel, en mis pechos, en mi vientre.

Jaime: "Nos están viendo". Yo, sin abrir los ojos, "Dos plantas más arriba? O tal vez el de al lado?". "Un viejo, dos plantas más arriba, y un adolescente encima suyo". "Al viejo ya lo tengo calado, siempre me mira cuando salgo y más de una vez se ha pajeado delante de mí" dije sonriendo pero sin abrir los ojos todavía. "Pues hoy debe estar comiéndote con los ojos" dijo Juan. "Mmmmm… tal vez, todavía nunca me había visto así, completamente desnuda" digo mientras abro los ojos y busco a nuestros mirones. Efectivamente el viejo está allí, con su eterna bata sentado en una silla metálica en su minúsculo balcón, zapatillas de felpa y pantalón de pijama. Le veo observándonos, con la boca abierta mirándome. Encima suyo, sin que el viejo0 se percate, está un adolescente fumando. Cuando miro nuestras miradas se cruzan, acaba de divisarnos y no acaba de creerse lo que ve, una chica desnuda con dos hombres a su lado.

Miro a Juan y a Jaime, les brilla la mirada y me sonríen. "Te gusta esto, verdad? Como cuando me excitabas en la oficina" dice Juan. "Me encanta, me encanta saberme deseada, me encanta sentir el poder de ponerles calientes y notar cómo sus sexos crecen y apuntan al cielo en mi honor. Me encanta sacarles de quicio y que se tengan que masturbar soñando con tenerme, me encanta ser el objeto de sus deseos más impuros, me encanta saberme una puta calientapollas" y mientras lo digo les voy acariciando sus empalmados sexos y ronroneo como una gatita. "me encanta que se masturben y lancen la leche en mi honor, que griten mi nombre cuando les llega el orgasmo o convertirme en sus sueños más húmedos". Les hablo en la oreja, ahora de uno, ahora del otro, sin dejar de sobar sus sexos, sin dejar de rozarles con mis pechos, sin dejar de contonear mi cuerpo contra los suyos. Tomo las dos cremalleras y las bajo al unísono mientras ellos colaboran en quitarse los cinturones y los pantalones. Mientras se quitan los zapatos con sus pies yo meto mis manos dentro de sus calzoncillos y palpo sus herramientas. Les miro a los ojos con dureza, les sonrío y amago con besarles pero no lo hago, son ellos los que buscan mi cuello, mis pechos, mientras yo les aprieto sus sexos con fuerza.

Jaime lanza un gemido ahogado, mi presión debe haber sido demasiado fuerte, paso a acariciarle los testículos mientras saco la de Juan, la tremenda polla de Juan y el se baja los calzoncillos. Me agacho y aparto la ropa lanzándola dentro de la habitación. Entonces encaro el sexo de Juan y empiezo a besarlo y acariciarlo mientras Jaime me orienta la pompa hacia el y me lame el ano. Miro hacia arriba, veo al adolescente y al viejo con sus manos perdidas en la entrepierna y les sonrío. Veo una nueva jugadora, una mujer con una bata, la limpiadora de las oficinas, también nos está mirando, es mayor, sobre los cincuenta, pero no pierde detalle del espectáculo. Las oficinas dedican ese minúsculo cuarto del patio interior, sin luz en su zona, a guardar los trastos de limpieza, y ella nos observa todavía con el palo de la escoba en la mano.

Les sonrío a todos mientras engullo la polla de Juan. El adolescente y el viejo, viendo que me va el juego, se han sacado sus trancas y están mostrándome cómo se masturban, sonrío, cuando Jaime empieza a penetrarme el ano. Yo acomodo mi esfínter y facilito la penetración, mientras me desentiendo de los espectadores y me dedico a darle placer a Juan. Siento las miradas sobre mi cuerpo, sobre mi ano mientras Jaime me empala, sobre mis labios mientras la polla de Juan se desliza en mi boca, sobre mis pechos manoseados por Juan o Jaime, no se.

Ahora sí Juan y Jaime se coordinan en las embestidas y noto cómo soy de nuevo penetrada mientras los espectadores disfrutan de la visión de nuestro sexo. Pero ahora participo, yo también engullo con fuerza por el ano o por la boca, cuando noto que Jaime va a llegar aprieto mi esfínter y casi le corto la polla con la fuerza de mis glúteos, retrasando su corrida pero enfureciéndolo. Me toma las nalgas a manos llenas y me cabalga de nuevo para resarcirse. Sonrío como puedo mientras trago carne y más carne hasta la garganta. Retiro mi boca mientras aguanto el miembro de Juan con la diestra, dejo que un hilo de saliva cuelgue entre ella y mi boca mientras le como los huevos y hasta el ano mientras el gime de placer al masturbarlo rápido, fuerte, a la vez que chupo sus huevos con fuerza. Jaime me hace llegar y vuelvo a tragarme la polla de Juan, que no deberá tardar mucho, para tragarme todo su semen. Pero Jaime está furioso por haberle cortado antes y no frena un ápice al notar cómo mi cuerpo es recorrido por espasmos, al contrario, endurece su vaivén y lo profundiza más, dándome una cadena de orgasmos que me obligan a clavar un poco los dientes en la polla de Juan quien, sobresaltado, se corre en mi boca con grandes lechadas. Juan se envara y dispara dentro de mi una, dos, tres veces antes de relajarse y quedar de nuevo apoyado en la barandilla con su polla relajándose dentro de mi. Jaime aguanta un poco más con su demencial ritmo, pero finalmente también el se corre en mi ano, llenándome el estómago de leche.

Yo también me relajo, ahora sí, y miro arriba. El adolescente ha dejado un reguero de semen en la pared, que gotea ante el viejo, que no se ha dado cuenta de nada. Y la limpiadora ya no está.

Recogemos la ropa y volvemos adentro, pero eso sí, yo, mientras cierro el balcón, aprovecho para saludar a mis dos admiradores y lanzarles un besito bien perverso. Ahora tendré el resto del día para dedicarlo a darme cremas y dormir ;-).

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