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Mi antiguo trabajo (11)

en Voyerismo

Mi antiguo trabajo (XI, de vuelta a la oficina)

Finalmente, después de ir al gimnasio, pasar por la sauna y relajarme, al día siguiente volví a enfrentar mis obligaciones y de nuevo tuve que volver a pensar en la oficina. Para ello me vestí con una faldita de cuero ajustada que mostraba mis duras nalgas y una camiseta ajustada que marcaba mis pezones. Con unos zapatos de tacón y tapada con una americana de hombre me dirigí de nuevo a la oficina, no quería que me creyeran vencida, quería demostrarles que yo seguía mandando.

No se si fue mi mirada furiosa, mi distante actitud o… pero el caso es que en el metro no recuerdo un día más apacible, donde me respetaron el espacio y nadie se propasó conmigo. Llegué a la oficina a las 08h, fui a mi puesto de trabajo y me concentré en regularizar la situación. Dos días sin actualizar la información no habían producido un caos, pero sí había que comprobar muchas cosas y atender agendas. Los compañeros de la oficina se pasaron uno a uno, cabizbajos, a preguntarme cómo me encontraba y disculparse, sin merecer más que un triste "Ajá" de mi parte sin desviar la atención del ordenador y seguir con mis tareas. Don José llegó a las 11h y me llamó a su despacho. En la mesilla estaba el formulario rellenado para mi solicitud del NIE, sólo faltaba mi firma.

Leí todos los datos y firmé. El tomó los papeles sonriendo, junto con el poder de representación para acabar los trámites en comisaría del abogado y los guardó en la carpeta (el abogado vendría en media hora a recogerlo). Se sentó tras su mesa, en la silla giratoria satisfecho, con las piernas abiertas y me miró con ojos brillantes de deseo. "Y ahora…" dijo. "Y ahora nada, hasta que tenga mi documento, recuerda Don José?". Vi la decepción en su mirada, y me acerqué coqueta, sonriendo. "No, todavía no, tendrá que esperar hasta que disponga del documento" le dije con acento ruso marcado y voz sensual. "Porque no querrá que haya retrasos, verdad? No… seguro que usted quiere estar com-ple-ta-men-te motivado para con el abogado, verdad?" le dije mientras con mi mano masajeaba su entrepierna sobre el pantalón y le mostraba mis pechos a menos de cinco centímetros de su nariz. Mis pezones estaban marcados, erectos, y toda yo olía a sexo (creo que cuanto más tengo más deseo). Estaba agachada sobre el, con la mano sobre el pantalón en su tremenda erección y mis pechos frente a él mientras le miraba y sonreía. Le acariciaba el miembro sobre su fino pantalón, lo apretaba con fuerza y lo movía arriba y abajo mientras le hablaba a la oreja, con mis pechos casi rozándole, pero sin llegar al contacto. El tenía sus manos en los brazos de su silla, inmóvil, notando mis caricias sobre su erección, mi voz, mi aliento, en su oreja. "Pero pronto, muy pronto" dije ronroneando mientras alzaba una de mis piernas sobre el brazo de la silla y le mostraba mi rezumante chochito frente a su cara. "Muy, muy pronto, ve como ya estoy casi dispuesta?" y mis olores lo inundaron mientras notaba su pene estremecerse y soltar su descarga bajo el pantalón. "Ahora tendrá que pedirle al abogado que se apure" dije mientras desmontaba de la silla y salía del despacho. Yo ya sabía que el siempre tenía un traje de repuesto, así que no pasaría nada "grave". Salió enfurismado al lavabo y le vi volver luego, habiendo tratado de limpiarse. Se cambió en el despacho y al salir para encontrarse con el abogado me dejó el traje para llevarlo a la tintorería ;-).

Ya tenía las cosas al día, el jefe fuera hasta última hora de la tarde, así que… decidí ni comprobar mi mail particular, sólo ir al baño y tratar de calmarme. Porque estaba tremendamente excitada. Rabiosa con la situación, con los compañeros, pero tremendamente excitada. La escena con Don José, lejos de dejarme indiferente me había puesto muy muy caliente y mis flujos rezumaban por mis piernas. En el baño me miré al espejo. Tenía las mejillas encendidas, los pezones duros como piedras se saltaban de la camiseta, y mi sexo abultado y rojo. Me limpié con papel del baño negándome el deseado orgasmo, me arreglé la línea de los ojos y los labios (de un rojo ardiente). No llevaba más maquillaje, no lo necesito, mi piel es blanca, pero desde que estoy en Barcelona adquiere rápidamente un tono dorado que, sin ser moreno del todo, me parece muy atractivo y no lo oculto con maquillaje. Por suerte las marcas de la violación casi ni se notaban, aunque en los pechos todavía tenía algunas zonas resentidas y algo más rojas.

Me ajusté la camiseta mostrando todavía más mis erectos pezones y ajusté la minifalda de cuero para que al caminar se me vieran las nalgas y abrí el cierre lateral para mostrar bien mis muslos. Así, guerrera, salí del baño y me fui hacia la zona de la fotocopiadora (no me podía quedar encerrada en mi puesto, eso sería admitir el miedo!).

Todos me vieron entrar en la zona común, altiva, con paso seguro, mirándoles a los ojos mientras ellos bajaban la mirada (pero buscando mis piernas, no podían dejar de desearme). El verlos sumisos, avergonzados, me dio valor y me crecí. Llegué al centro de la sala, la fotocopiadora, y me giré para retarlos con la mirada. Crucé los brazos alzando todavía más mis pechos y mostrando mis orgullosos pezones (si ese día no agujerearon la camiseta…). De hecho, la camiseta se alzó mostrando mi ombligo. Los miré desafiante uno a uno, y ellos bajaron la mirada uno a uno.

"Qué! Cómo están hoy los violadores?" Les dije en voz alta y clara. "Orgullosos de someter a una mujer indefensa? Es eso lo que sois? Violadores? No, lo que sois es estúpidos". Ahora ellos ya no entendían nada, se sentían culpables y no sabían de qué les hablaba, cuáles eran mis intenciones. Todos ellos fueron alzando la mirada (menos Juan) y me vieron allí, delante suyo, con los brazos cruzados (lo que resaltaba mis pechos), mirada furiosa, minifalda escandalosa casi abierta por el lateral, con las piernas separadas y mostrando mis muslos, enfundada en zapatos de tacón de aguja. Bella, lujuriosa, con mis labios brillantes.

"Pues las cosas van a cambiar, ahora seré yo quien decida. Jaime, Juan, acercaos". Juan alzó la vista sin comprender, Jaime hizo intención de alzarse de la silla, pero al ver que nadie más se movía quedó como congelado. "Venga, acercaos he dicho!", casi grité. Los dos se acercaron a mi, mientras el resto seguían en sus puestos de trabajo sentados (los pocos que habían estado de pie se sentaron como para pasar más desapercibidos). Un teléfono empezó a sonar, pero nadie contestó. Jaime y Juan se acercaban lentamente como corderos al matadero, cabizbajos, paso a paso.

Así que tu eres el que no se puede controlar, verdad? –dije dirigiéndome a Juan- el que no conoce los límites, verdad? Bájate los pantalones! –lo espeté como una orden, y antes que se pudiera dar cuenta sus manos estaban en el cinturón, luego se lo pensó un poco, pero su reacción fue de sumisión, hasta que pensó en que lo estaban observando. –Venga! Bájatelos! – le dije mientras ponía mis manos en mis caderas y lo afrentaba. De repente sonó un bofetón, me dejé llevar por la furia y le solté un bofetón a Juan, quien rápidamente se desciñó el cinturón y la cremallera y dejó resbalar sus pantalones hasta el suelo. Su polla estaba erecta, excitado pese a todo ;-).

Así que te excita esto, eh? Te excita estar casi desnudo frente a todos. – y le tomé su erecta polla en la mano pero no para acariciarla, sino para estirarla sin piedad y sacudirla mientras hablaba. – Te excita violar a las mujeres y que te maltraten verdad? Y tu?- dirigiéndome a Jaime- de qué te ríes? – le tomé su también erecta polla por encima del pantalón. –También cachondo? Venga, desnúdate!- Y Jaime, que sí adivinaba lo que vendría, se bajó pantalón y calzoncillo en un solo movimiento.

Ahora era yo la que dominaba la situación, no hay hombre más indefenso que aquél con los pantalones en los tobillos y el sexo al aire. Me puse frente a Juan, con mi nariz a pocos centímetros de la suya, mirándole a los ojos (yo soy más alta, tuve que bajar la cabeza, lo que todavía me dio más sentimiento de superioridad), tomando su polla en la mano. "Pues ahora vas a ver lo que te perdiste ayer por no buscar mi consentimiento. Te prohíbo que te toques.". Y dicho esto me puse de espaldas a el y empecé a sobar el miembro de Jaime. De espaldas a Juan, pero con mi kulo a menos de dos centímetros de la punta de su polla.

Empecé a masajear a Jaime mientras mi cuerpo oscilaba como el de una serpiente a su alrededor. Mi cintura se movía en vaivén sin llegar a tomar contacto con Jaime, sólo mis pechos y mi vientre se acercaban y alejaban de su cuerpo. Pero mi mano le sostenía la verga con fuerza, rígida, procurando no moverse sobre ella, en vez de retenerlo por el cuello lo hacía por su polla. "Todos soñasteis con este cuerpo, verdad? Con estos pechos. – y me los acaricié con mi mano libre – Con este kulo. – Y alcé la minifalda mostrándoles mis desnudas nalgas mientras giraba alrededor de Jaime, obligándole a girar sobre si mismo. – O tal vez con estos labios rojos engullendo vuestras vergas? – y con la lengua recorrí mis labios. Ahora miré a los sentados desafiante, uno a uno y pude leer de nuevo el deseo en ellos.

"Voy sin bragas, sí, pero aún así no podéis tocarme. Voy sin sujetador, sí, pero no podéis acariciarme. Sin mi consentimiento no podéis hacer nada, porque un NO es un NO. Pero con mi consentimiento… con mi consentimiento este cuerpo lascivo puede ser vuestro." Y ahora sí hubo contacto entre mi cuerpo y Jaime. Me rocé, me restregué contra él. Mis pechos se deformaron contra su espalda, mis nalgas se apretaron contra su vientre, mi lengua recorrió su oreja. "Pero sin mi consentimiento… NUNCA… NADA DE NADA… sólo la violación y la cárcel."

Me separé de Jaime y empecé mi paseo por la sala mirando a los ojos de todos los presentes. Puse mi mano en la cadera y con un solo gesto liberé la minifalda, que cayó a mis pies y la dejé tras de mi al seguir unos pasos más. "NADA sin mi consentimiento… TODO con él, esa es la lección de hoy." Alcé los brazos quitándome la camiseta y mis pechos saltaron, dejé caer la camiseta a la moqueta y proseguí por la sala con mis zapatos de tacón solamente. "Hoy podréis ver, lo que el otro día os perdisteis. Os perdisteis un coñito húmedo como este." Y me subí a la mesa y me puse en cuclillas mostrándoles mi húmedo sexo, con un único dedo me acaricié abriendo mis labios menores y sacando un hilo de flujo de mi sexo, lo alargué, lo mostré, hasta que el hilo se desgajó y dejó la humedad en mi dedo y un hilo colgando de mi sexo que fue a mojar la mesa. Bajé de esa incómoda postura y seguí con mi "vuelta al ruedo" mientras ponía ese dedo húmedo bajo las narices de los compañeros de oficina sentados al frente y los marcaba con mi olor. "Esto os perdisteis, un sexo rezumante de ganas de ser poseído." Volvía a estar frente a Jaime y también a Juan y ál les dejé mi marca bajo la nariz.

Me encaré, desnuda, con Jaime. "Os perdisteis una viciosa queriendo disfrutar de sexo salvaje, una zorra muy zorra con la que hubierais disfrutado mucho más que con una simple muñeca muerta". Y aquí empecé a volver a contonearme contra Jaime, pero ahora estaba desnuda, ahora mis manos acariciaban su sexo, ahora mis tetas lo rozaban directamente y mis nalgas apretaban su sexo entre mis glúteos. "Pero para tener eso hay que preguntar, hay que obtener una complacencia, hay que… desear y ser deseada. Claro que… yo soy muy golosa" Y aproveché el momento, en cuclillas ante Jaime, para abrir mi brillante boca enmarcada por ardientes rojos labios y engullir el sexo de Jaime. "Me encanta chupar" conseguí decir después de una corta felación. "Ser penetrada" mientras me alzaba, pasaba mis brazos alrededor del cuello de Jaime y, alzando una pierna impúdicamente les mostraba a todos cómo la tranca de Jaime era engullida por mi húmedo sexo. "Y también, debo reconocerlo, ser enkulada" y dicho esto me descabalgué y agachando la cintura me empalé con la polla de Jaime y di unas sacudidas usando mis prietos glúteos.

Jaime estaba sudando, rojo, llevábamos ya un buen rato entre toqueteos y exhibición, y lo de los glúteos ya fue demasiado para él. Noté cómo se contraía y su polla vibraba en mi ano y me salí, dejando que se derramara sobre mis caderas, dejando correr hilos de semen sobre mis nalgas. Debo reconocer que me admiró que se corriera sin tocarse, le miré mientras los chorros de su leche saltaban para encontrar mis expuestas nalgas, mis caderas, hasta mi espalda llegó a pringar. Entonces yo tomé con un dedo un poco de su semen y me puse de nuevo derecha. Me acerqué a Juan mientras me lamía, viciosa, el dedo con el semen de Jaime. "Ves? Así sí, bajo mis reglas, con mi consentimiento" y tomé más semen de Jaime de mi cuerpo con la punta del dedo y se lo acerqué a los labios de Juan, que me explotó en mi vientre y barriguita con tremendos chorros sin tocarse al sentir el contacto de mi sucio dedo en sus labios. Dejé que salieran sus cuatro lechadas, que pese a ser él más bajo, saltaron hasta mi ombligo y me dejaron la barriga y mi arreglado sexo pringado de su leche. Vi cómo su polla se estremecía al escupir su corrida, pero ni el ni yo la tocamos. "así, tal vez, algún día, seas tu el escogido para correrte dentro de mi". Y salí recogiendo mi minifalda y mi camiseta mientras me dirigía al baño de mi zona a limpiarme, dejándoles a todos con tremendas erecciones (aunque creo que alguno, a parte de Jaime y Juan, se había corrido dentro de los pantalones).

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