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Mi antiguo trabajo (12)

en Voyerismo

Mi antiguo trabajo (XII, finalmente obtengo mis papeles)

Ahora ya nadie se atrevía a tocarme, todos esperaban que les escogiera para mi placer ;-). De hecho, eso me divertía y me excitaba. Cuando no estaba Don José y venían a mi puesto de trabajo ya no ocultaba mi escote, y alguna vez que venían cuando estaba chateando les hacía esperar mientras seguía tocándome bajo la falda mirando la cámara de mi eventual acompañante. Ellos se quedaban de pie, al lado de mi mesa, viendo cómo la polla en la pantalla soltaba chorros de semen y yo me pellizcaba con fuerza mi botoncito del placer. Una vez conseguido mi placer les atendía tras asear mi mano con un pañuelito de papel que luego les regalaba como premio para que lo olieran y pudieran satisfacerse soñando conmigo.

Fue tres días más tarde, un día que me levanté especialmente… despierta, activa, contenta… no se porqué, pero ese día me desperté con alegría (serían las hormonas? No, eso lo tengo perfectamente regulado con las pastillas antibaby). Me vestí con unas mallas blancas muy muy ajustadas, tanto, que si me las subía bien arriba de la cintura marcaban mi chochito perfectamente y parecía que fuera desnuda totalmente. Una camisa blanca suelta que llegaba a tapar mis nalgas (necesario, con esas mallas escandalosas), un cinturón negro ancho con piedrecitas y un chaleco negro de cuero, muy ligero, abierto, sólo para decorar. La botas de tacón alto, también negras, con sus cintas cruzadas hasta casi las rodillas y tacón de aguja, completaban perfectamente el conjunto y me modelaban las piernas. Y, naturalmente, mi chaqueta de hombre (me encanta vestir con una chaqueta de traje de hombre). Decidí ir con la blusa ligeramente abierta mostrando mi precioso escote sin tanga ni sujetador, pues el sujetador o la tanga se habrían transparentado y se vería feo.

Así, bien ataviada, llegué algo antes de las ocho al trabajo. Por ser tan temprano no hubo roces en el metro, de hecho, llegaba de buen ánimo, pero no caliente ni excitada. Pero cuando acabé de ordenar agendas y mails de trabajo consulté mi mail personal de gmail y… y la situación empezó a ponerse más y más caliente. Algunos de mis amiguitos me habían mandado sus fotos y vídeos corriéndose sobre mis fotos (algo que me encanta) y rápidamente mi temperatura se disparó. Pero decidí no conectarme al chat, sino… ir ha hacer fotocopias ;-). Me encajé las mallas blancas para mostrar perfectamente mis nalgas y mi chochito, de hecho, me quedaban como una segunda piel y era realmente escandaloso ;-) (Me encantaba). Abrí el escote de mi blusa y me la subí un poco sobre el cinturón para que quedara un poco bufada, con lo que conseguía que se viera perfectamente mi almejita y, a la vez, mis pechos mostraban perfectamente las aureolas de mis duros pezones con sólo agacharme un poco o si alguien fuera un poquito más alto que yo ;-) (cosa que, por desgracia, no pasaba en la oficina, ya que yo soy de la estatura de los más altos; pero si me sentaba en la silla seguro que, de pie a mi lado, verían mis preciosos pechos al completo).

Así, tomé algunos papeles que tenía que distribuir entre los compañeros e inicié mi andadura. Con pasos felinos, sobre las botas de altos tacones (que, además de mi estatura, me hacen ser más alta que la mayoría), me dirigí hacia la zona común. De nuevo, al verme entrar se produjo aquel silencio, aquel cese de comentarios y conversaciones que ahora sólo se rompía por algunos bufidos de admiración o soterrados gemidos/silbidos. Ahora sabían que me gustaba excitar, así que mostraban su admiración y lujuria, pero se contenían y no se tomaban libertades, sólo de palabra ;-).

Así que, cuando se pudieron recuperar de la primera impresión ;-), empezaron los comentarios soterrados o los gemidos (juro que oí más de uno sin haber hecho nada… todavía!). Me paseé y mi primer objetivo fue Juan (como no! Con esa tremenda tranca…), ya que está al fondo y me permite dar un primer vistazo a toda la sala y exhibirme para todos ellos. Las palabras "tremendo coño!" o "Vaya mallas" se oyeron a mi paso, y suerte que uso tampax para contener mi humedad, que sino mi mancha se hubiera extendido sólo con ese paseo ;-). Llegué ante Juan, que estaba sonriendo en su mesa, sentado en su silla pero un poco apartado de la mesa y con las piernas abiertas para mostrarme su preciosa herramienta abultando en el pantalón.

Dejé que tuviera un momento para observarme y me recliné sobre la mesa para pasarle los contratos firmados por Don José que tenía pendientes recibir, con lo que tuvo una preciosa y magnífica vista de mis pechos al abombarse la blusa. Su sonrisa creció al mirar mi escote (ahora ya no enrojecía, sabía que me gustaba y que me gustaba comprobar la reacción). Hasta llegó a ponerse bien "el paquete" antes de tomar los documentos y pude ver que casi le llegaba su tremendo sexo hasta el cinturón del pantalón de grande como se le había puesto. Antes de irme le di un rápido sopetón y me giré a por mi nuevo objetivo.

Un par de mesas más allá estaba el otro compañero para quien tenía contratos firmados, este todavía no estaba tan relajado como Juan y se metía contra la mesa para que no se le viera su reacción. Así que me acerqué a su mesa, me acerqué tanto que dejé reposar mi coñito contra la esquina de la mesa, lo que no pasó desapercibido a su mirada. De hecho, me entretuve buscando sus dos contratos mientras el no apartaba la mirada de mi perfectamente perfilado coñito bajo las mallas restregándose contra la esquina de la mesa. Porque eso es lo que yo hacía mientras rebuscaba entre los papeles, refregar mi coño a la vista de todos contra la esquina, incluso subí y bajé un poco para abrir mis labios y notar bien la mesa contra mis labios menores. Le alargué los documentos y el los tomó con la izquierda, mientras ponía su derecha en aquella esquina ahora libre para sentir mi calor. Yo, al verlo, volvía acercar mi coño a dicha esquina, refregándome contra su mano a la vista de todos, mientras me recostaba sobre él para señalarle uno de los contratos, donde en vez de firmar Don José había modificado algunas cifras. Así, con esa excusa, me di un fuerte repaso sobre su mano y le mostré mi gran escote a menos de cinco centímetros de sus ojos.

Para, seguidamente, separarme y volver a mi puesto de trabajo en medio de un silencio total (ni bufidos, ni gemidos, ni comentarios, NADA!), hasta me hizo sentir mal, no les había gustado?. Pero al salir de la zona común e ir a mi puesto pude oír más de un "Uffff!!!", "Joderrrrr…" y otras cosas que me mostraron claramente que el silencio, lejos de ser por no haberles gustado, era porque esta vez se habían quedado sin palabras de lo excitados que estaban ;-).

A las diez y media se presentó Don José (sí, sólo eran las diez y media de la mañana!!!!), con una gran sonrisa y cara de satisfacción. Le saludé y le dejé entrar en el despacho mientras yo seguía actualizando la lista de contratos (pasando la responsabilidad de firma al comercial).

Tardó diez minutos en llamarme para que acudiera, y cuando lo hice, al entrar, lo primero que vi fue mi NIE (documento de identidad para extranjeros), plastificado, con mi foto, encima de la mesa redonda del despacho. No pude evitar sonreír y, dejando la libreta de notas y agenda en la mesa, tomarlo y leer todos los campos para verificar que era correcto. El, sonriendo, vino a sentarse en la mesa también, con las piernas abiertas y una sonrisa de satisfacción (yo todavía de pie). Ese día no tenía reuniones importantes, así que en vez de sentarme me acerqué a su mesa de despacho, tomé el teléfono e hice dos llamadas interiores a los comerciales que tenía citados para decirles que se anulaba la reunión y ya se reprogramaría. El me miraba sonriente desde la mesa de reuniones, satisfecho, pero sin saber qué venía a continuación. Así, con la agenda limpia, me acerqué a… su chaqueta, la tomé y me dirigí a él para que se alzara y se la pusiera. Así lo hizo (mientras yo veía cómo su mirada trataba de decidir si ir a mi coñito o a mi escote).. Le tomé de la mano y salimos del despacho. Rápidamente me recosté sobre mi mesa, cerré el ordenador y tomé mi chaqueta y mi bolso (donde guardé mi preciado NIE).

Volví a tomarlo de la mano y me lo llevé hacia el ascensor. Su mano rozaba mi cadera (de hecho, yo le hacía rozar mi cadera al llevarlo de la mano), y mientras esperábamos que se abrieran las puertas le encajé el anverso de la mano en mi sexo. El me miró sorprendido (y si subía alguien? Debía pensar), pero… era excitante, no? Por suerte el ascensor subió vacío y al cerrarse las puertas no se pudo contener y se lanzó sobre mi, me comió la boca y bajó sus labios a mis pechos mientras con una mano tomaba mis duros glúteos y con la otra me acariciaba mi conchita. Fue un ataque en toda regla al que colaboré abriendo un poco las piernas y acariciando su miembro, que ya estaba en formación de revista ;-).

El ascensor paró en un piso intermedio, y tuvimos que parar nuestro escarceo quedándonos con ganas de más (sí, porque yo también estaba muy excitada). Entraron dos oficinistas y Don José se situó al fondo y yo frente a el, con mis nalgas bien prietas contra su herramienta para mantenerlo calentito. Los dos oficinistas iban hablando de fútbol, pero rápidamente sus miradas se desviaron a mi escote, que dejaba ver casi los pezones erector y duros apuntando orgullosos al frente.

Volvió a parar el ascensor y subió una viejecita, con lo que me apreté más a Don José sacando mi kulito para ampliar el contacto mientras el aprovechaba para darme un manoseo completo a mis nalgas e introducir un dedito por la raja que fue descendiendo siguiendo mis nalgas hasta introducirse entre las piernas y buscar mi sexo por detrás. Los dos oficinistas se percataron del movimiento (al fin y al cabo, es difícil disimular la mano baja por detrás buscando el sexo de una mujer!!!!), pero, ante mi sonrisa cómplice, sólo nos miramos y callamos con mirada divertida.

Al fin el ascensor llegó a la planta baja, donde todos lo abandonamos. Uno de los oficinistas iba a decir algo (supongo que a invitarnos a… desayunar con ellos) pero un mohín mío le hizo desistir, así que le lancé un beso y, tomando de la mano a Don José, le apresuré a la salida. El buscaba las llaves del coche, pero yo le dirigí hacia la entrada de metro próxima y bajamos las escaleras. Con mi tarjeta pagué las dos entradas y bajamos al andén.

Ya en el andén, a media mañana, sin demasiada gente, nos tomamos de la cintura, con lo que mi sexo y mis nalgas atrajeron las miradas de los pocos que había allí. Nos besamos con pasión mientras entraba el metro en la estación. Esperamos a que se abriera la puerta (él con su mano en mis nalgas, acariciándome) y, sin decir una palabra, lo arrastré hacia el fondo del vagón. Sólo había tres o cuatro personas dentro, pero yo lo llevé al fondo y no lo dejé sentarse, lo abracé y nos besamos mientras yo lo apretaba contra la ventana de separación entre vagones. Mi kulito debía mostrarse muy rico a los ocupantes, mientras mis pechos se aplastaban contra él y mi sexo se apoyaba contra su vientre. Don José reaccionó tomando mis nalgas y alzándome mientras sus labios succionaban mis pechos, apartaban la blusa y comían mis inflamados pezones con avidez.

Me giré y, mirando a los ocupantes del vagón, apreté mis nalgas contra su sexo mientras el tomaba a manos llenas mis pechos desde atrás. Los que estaban de espaldas a mi se volvieron, para ver cómo las manos de Don José abrían mi blusa para tomar mis duros pechos y masajearlos a gusto. Con mis glúteos presionaba su sexo, que ahora notaba totalmente duro y exaltado, así que con mis manitas, de espaldas y sin perturbar sus movimientos, le desabroché el cinturón y abrí los pantalones. Me aparté lo justo para sacarle la polla y encajarla entre mis muslos.

Ahora, ya con las manos libres, me afirmé con ellas en los asientos que tenía alrededor y, abierta, me dediqué a gozar de cómo apretaba mis pezones, de cómo me tomaba a manos llenas, del contacto de su barra de carne entre mis muslos. Me entretenía en apretar mis duros glúteos contra su tranca, en moverme adentro y afuera y me sentía como follándole, ya que las mallas me hacían sentir su polla desnuda contra mis carnes.

Alcé la vista, la alcé y pude ver las miradas excitadas de los pasajeros (y las dos pasajeras) del vagón, y eso todavía me calentó más. Con las manos a los lados para aguantarme bien en los asientos me debían ver abierta, manoseada y tomada por detrás por Don José, gozando, con mis mejillas encendidas, mis pechos al aire, mis piernas presionando su sexo mientras notaba sus labios en mi cuello y espalda.

Me volví loka, con la derecha me bajé la malla por atrás y obligué con una sacudida a su polla a salir y volver a encajarse entre mis piernas. No vi su cara de sorpresa, pero me habría encantado porque seguro que puso unos ojos como platos al notar como era yo quien lo empalaba en aquel vagón de metro, cómo era yo quien lo follaba delante de los espectadores, cómo era yo quien estaba abusando de él en público. Porque, afianzándome con mis brazos, procedí a follármelo con bruscas sacudidas mientras el trataba de retenerme los pechos. Me alzaba y bajaba, embestía adelante y atrás, le apretaba con los glúteos y jugaba con su sexo en el mío. Noté que estaba a punto de acabar y me solté bruscamente. Quedé en medio de la fila de asientos con las mallas en mis muslos, mostrando mi sexo, mis pechos. Todos me miraban y yo les sonreía mientras, con un rápido gesto, me subí las mallas encajándolas de nuevo en mi sexo y me cubrí los pechos cruzándome de nuevo la blusa. Todavía me entretuve un momento mirando esas excitadas miradas de hombres y mujeres que no se creían lo que veían, pero no podían apartar los ojos de mi. Se les veían las miradas encendidas, las bocas secas, las manos tensas, las piernas débiles… me excitaron muchísimo, y más dejarlos así. Me giré a ver mi frustrado amante, Don José no había llegado (yo no quería que llegara todavía), rápidamente se había recompuesto los pantalones

Le tomé de la mano y salimos del metro hacia mi casa. Por la calle yo iba con mis mallas empapadas en la entrepierna, lo que las hacía todavía más transparentes y se marcaban mis pelitos (recortados) con todo detalle, aunque la chaqueta de hombre me tapaba un poco. Yo tiraba de él, con prisa, con ansia, y él, tras de mi, no se acababa de creer lo que había pasado, todavía empalmado me seguí con su mano libre en mis glúteos, acariciando y tratando de seguir mi paso como podía. Estaba algo furioso por no poder controlar la situación, por no poder pararme y follarme allí mismo, pero Don José era demasiado bueno para eso, así que me siguió, dócil pese a sus manoseos, hasta que paramos frente a mi portal y saqué las llaves.

Mientras sacaba las llaves el aprovechó para manosearme a conciencia de nuevo mientras yo trataba de abrir la puerta de la calle (yo también estaba nerviosa y excitada y no acertaba con la llave!). Finalmente, antes que Don José me desnudara en medio de la calle, conseguí abrir la puerta y casi caímos dentro, entre risas (sí, me daba risa su deseo, sus prisas, su tremenda erección).

Recuperamos el paso y llamé el ascensor como pude entre sus caricias (una no es de piedra, y sus caricias me estremecían toda!). Mientras el ascensor bajaba le tomé la cabeza entre las manos y le comí la boca entera, metiéndole mi lengua bien adentro y mordiéndole los labios. Aquello lo paralizó. Restregué mi cuerpo contra el suyo notando su barriguita y su tremenda polla contra mi.

Bastó para tenerlo a raya hasta que llegó el ascensor, momento en que aproveché su estupefacción para abrir la puerta y meterlo dentro. Lo empujé y casi cae dentro del ascensor, pero se consiguió aguantar (lo que me dio tiempo para pulsar el botón del piso y, poniéndome de rodillas, liberar su cinturón. De una sacudida le saqué su húmeda polla de los pantalones y se la sacudí un poco. Olía a mis flujos, a hombre, todo mezclado y fuerte, me encantó ;-).

La tragué mientras la aguantaba fuerte con la mano, le presionaba con fuerza porque no quería dejarlo correrse, no todavía, aunque sabía que estaba a punto, pobrecillo! Pero por suerte mi apartamento no estaba muy arriba y sólo le di a catar la calidez de mi boca, el suave tacto de seda de mi boca tomándole el sexo, envolviéndolo con dulzura pero con fuerza, mientras con la mano le presionaba fuerte con el pulgar la base de su polla para que no se corriera.

La sacudida del ascensor casi hace que se corra, pero rápidamente me levanté y, tomándolo de la polla desnuda, lo arrastré fuera. Sus pantalones, caídos hasta los tobillos, casi lo hacen tropezar, pero se las arregló bastante bien para alzárselos hasta medio muslo. Yo no me giré a verlo, pero debía estar bastante ridículo, el cincuentón de traje arrastrado por la polla por la chica seductora con los pechos fuera de la blusa y esas mallas empapadas ;-). Pude abrir la puerta del apartamento rápidamente (todavía tenía las llaves en la mano), antes de que apareciera ningún vecino, y lo arrastré hasta el sofá mientras cerraba la puerta con el tacón.

Cayó tumbado en el sofá con cara de asombro todavía. Tiré las llaves encima de la mesa y me quité la chaqueta y la colgué en una silla. Me puse frente a él y ahora una sonrisa sustituyó su suspicacia. Yo también sonreí, sabía lo que él imaginaba, pero él no sabía realmente lo que iba a pasar ;-).

Ahora sí decidí que se merecía su primera corrida (llevaba como media hora empalmado con mis sobeteos, habiéndome penetrado y sentido mi boca sin que yo le dejara acabar). Así que, sacándome la blusa de un tirón, sólo con las mallas y las botas, procedía a ponerme de rodillas ante el sofá, entre sus piernas, y liberarle de los malditos pantalones y calzoncillos. Él sonreía, se creía dominando la situación al fin, pero nada más lejos de la realidad ;-). Le tomé la polla entre las manos, le miré a los ojos y vi cómo me pedía con mirada suplicante lo que quería. Sonreí, se lo merecía, al fin y al cabo ya no era un adolescente, y no podría aguantar mucho más. Mirándole a los ojos con mirada brillante saqué la lengua y, guiada por el tacto de mi lengua en su polla, procedí a irla introduciendo entre mis rojos labios carnosos. Mi calidez lo envolvió, noté cada pliegue de su espada, cada vena, y él sintió mi calor en ella, entrando, comiéndolo, acariciándolo, mientras mi lengua se entretenía en su glande. Cuando entró hasta el fondo de mi garganta ya no pude mirarlo, tenía sólo su ombligo ante mi, y entonces noté sus sacudidas y cómo su lechita inundaba directamente mi estómago. Me retiré para notar su sabor, para mirarle mientras cerraba los ojos y se abandonaba al placer acariciando mi cabecita.

Esperé hasta que cesaron sus estremecimientos, hasta que escupió todo su contenido y hasta que empezó a desinflarse en mi boca. Su sexo fue perdiendo tamaño dentro de mi, mientras yo seguía, suavemente, acariciándolo con mis labios y limpiándolo para dejarlo reposar entre sus piernas bien limpito y dormidito. El se relajaba acariciando mi pelo, estirado más que sentado en el sofá, completamente feliz.

Yo aproveché para levantarme, sabía que el tardaría en volver a estar en forma (no era un jovencito), así que aproveché para, dulcemente, delicadamente, ir desanudando su corbata, desabrochando su camisa, como una buena geisha. Lo desnudé completamente, colgué su ropa en la silla para que no se arrugara demasiado, abrí el balcón para refrescar un poco el ambiente (aunque el sol lo que haría sería sofocarnos más, pero prefería un poco de aire). Volví al medio del salón, él me miraba, debía ver mi torso desnudo, con mis orgullosos pechos erectos, mis pezones duros apuntando al frente, mi pelo, algo sudado, apretado contra la frente, y mi cuerpo perfectamente delineado en esas mallas empapadas en la entrepierna que transparentaban mi sexo.

Me senté en una silla en medio del salón y procedí a alzar una pierna dándole un primer plano de mi sexo mientras desanudaba los cordones de la bota derecha. Los solté y alargué la pierna, con lo que él tomó la bota y procedió a sacarla de mi pie. Repetimos la operación con la segunda bota, y esta vez mi pie, desnudo, acarició su sexo, que estaba morcillón por tenerme allí, casi desnuda frente a él, oliendo fuertemente a sexo. Le acaricié el sexo con mi pie mientras sonreía al verlo moverse a mi contacto, creció algo, pero no estaba rígido.

Me alcé y me puse de espaldas a él. Agaché mi cintura sin doblar las rodillas mientras procedía a bajarme las mallas (que más parecían una segunda piel) y él podía apreciar mi desnudez, mi humedad, mi fuerte olor a hembra insatisfecha. Tomé mi ropa y me ausenté unos minutos mientras la dejaba en el cesto para lavarla luego, y volví a la sala completamente desnuda. Le tomé de las manos y lo alcé mientras le mordía ligeramente los labios y lo dirigía al balcón. El sol entraba muy vertical, pero en la parte interior del apartamento, con el balcón abierto, entraba una lengua cálida dorada que nos envolvió en su fuego y nos relajó mientras nos acariciábamos. Mientras le metía la lengua en la oreja (yo era algo más alta, con lo que lo dominaba), el me succionaba los pezones y nuestras manos exploraban el cuerpo ajeno. Su polla volvía a estar erecta y yo la iba masturbando suavemente, con delicadeza, mientras crecía entre mis manos. Ahora era mi momento de placer. Lo tumbé en el suelo, bajo la luz del sol, y empecé a deslizar mis labios recorriendo su cuerpo. Bajé de su oreja a sus labios, los succioné y los mordí mientras el me acariciaba las nalgas. Mordí su barbilla y bajé por su cuello con pequeños mordiscos que lo estremecían.

Seguí bajando, con lo que sus manos dejaron mis nalgas para acariciar mi espalda. Seguí por su torso, acariciando con boca y manos su vello. Bajé hasta el ombligo y noté cómo se estremecía entre placer y cosquillas, reía. Entrelacé su vello en mi lengua y tiré de él rodeando su sexo. Acaricié sus huevos y los sospesé. Grandes, duros, volvía a estar a punto para el sexo. Sólo le besé el sexo (no quería que se corriera de nuevo, no todavía), noté su humedad en la punta, su gusto. De espaldas a él, procedía a acuclillarme sobre su sexo mientras con la mano lo guiaba a mi interior. Él sólo veía mi espalda, pero yo tenía la ciudad ante mi, el patio interior del edificio como mínimo. Cerré los ojos, ahora buscaba mi placer, no los espectadores, ellos me daban igual.

Sentí esa barra de carne, deseada, anhelada, penetrando en cada uno de mis pliegues, abriéndome y empalándome. Don José tal vez no era un jovencito, pero estaba bien dotado y lo aproveché para notarlo completamente mientras me abría y me llenaba. Cuando encajamos del todo puse las manos a los lados y, alzando mi vientre, procedí a satisfacerme cabalgándolo. Ahora no me preocupaba su placer, sólo el mío. Me tiré algo atrás para notar mejor su penetración sobre la parte de delante de mi sexo, sobre mi botoncito. Mi humedad me desbordaba y caía y se derramaba dejando nuestros sexos empapados. Yo lo cabalgaba arriba y abajo sin dejarle ningún tipo de control sobre nada. El trataba de tomarme la cintura y levantar las caderas, pero mi ritmo era rápido y no podía seguirme. Me concentré en mi placer y fui notando las olas de estremecimientos que se acumulaban en mi interior, el preludio del placer. Empezamos a sudar, los dos, yo no paraba de subir y bajar encajándome contra su sexo y notando cómo se deslizaba dentro de mi presionando mi interior, presionando mi botón del placer, y eso me iba calentando, preparando para el placer, deseándolo y a la vez negándomelo para que fuera más fuerte, más salvaje, más brutal.

Estaba usando a Don José, que por suerte, gracias a la edad, no podía correrse dos veces rápidamente ;-). Además, yo ya estaba muy caliente, muy húmeda y muy excitada, así que no tardé en venirme, en estremecerme toda y chillar como una loka sin parar de cabalgar a mi macho, pese al orgasmo, seguía arriba y abajo para encadenarlo con los siguientes, todavía más fuertes y más brutales. Mi vagina se estremecía apretando fuertemente el sexo de Don José, apretándolo y soltándolo, succionándolo, lo que fue demasiado para el, que se corrió dentro de mi de nuevo, pero con poca leche esta vez. Pero sólo me enteré cuando su sexo empezó a desinflarse y dio punto final a mi cadena de orgasmos. Entonces me derrumbé en el suelo a su lado y me besó con pasión como agradecimiento a su placer.

Nos tumbamos, sudados, satisfechos, y vimos en el balcón al viejo limpiándose tras masturbarse ;-).

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