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Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 2)

en Voyerismo

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 2)

Pero resultó que ni el día siguiente ni el otro, ambos me alargué en el trabajo y llegué a casa muy tarde, con lo que ni sobrinito ni nada. Así que no fue hasta el tercer día cuando pude llegar pronto a casa y volvimos a tener contacto.

Llegué a casa, tiré la ropa sobre la cama como siempre y me di una ducha rápida. En la ducha me acordé del sobrinito y… y salí empapada, pero al secarme mi sexo seguía jugosillo, por qué sería? Decidí ponerme sólo un kimono sobre mi desnudo cuerpo y fui a casa de la vecina. El sobrinito respondió a mi llamada y al abrir yo le sonreí y le di dos castos besos en las mejillas (cerca, pero sin rozar sus labios ni nuestros cuerpos). “Cómo va todo? Siento haber llegado tan tarde estos días, pero el trabajo… ya sabes. Quieres bajar para usar el ordenador? Iba a prepararme un té”, le dije.

Se le veía algo incómodo, pero su mirada me comía enterita. El kimono ceñía mis pechos con un largo escote hasta casi el ombligo (lo había anudado algo suelto) y me llegaba hasta cubrir sólo las nalgas. Me dijo que bajaba enseguida y yo bajé mientras él se quedaba mirándome, hasta que no di la vuelta en la escalera para abrir mi puerta no oí cómo se cerraba su puerta.

Al entrar fui a la cocina a preparar el agua caliente. Todavía no estaba lista cuando ya él picaba a mi puerta. Me cuidé que mi kimono no se hubiera abierto demasiado, anudé bien el cinturón (era de seda y a veces se aflojaba) y le hice pasar. Mientras dejaba sus trastos en la mesa y se venía a la cocina yo preparaba las tazas y algo para acompañar el té. Estuvo callado mientras yo sacaba las cosas. Vestía unos shorts y una camiseta, pero sentado yo no podía ver el estado de los shorts. Su mirada rehuía la mía, vergonzoso.

Me senté en la esquina de la mesa, cerca de él, lo suficiente para que pudiera ver bien mis piernas al sentarme, con el kimono cayendo a los lados, insinuando mi entrepierna, pero sin llegar a mostrar. Le acerqué el azúcar, yo lo tomo sin. Su mirada exploró mi amplio escote, pero al ver que yo le miraba retiró la vista.

“Creía que ya no querías verme por lo del otro día” dijo bajito. “Me desagradó”, comenté mientras daba un sorbito, “debes controlarte más. Pero por otro lado… me halagó que todavía sea capaz de excitar a un joven tan apuesto como tú”, no pude contenerme de comentar sonriéndole. “Te gustaron mis fotos?” le pregunté maliciosa. Me miró sorprendido. “Se las envío a algunos amigos especiales que tengo, me encanta saber que se excitan mirándolas y que me desean, sabes?” dije mientras reposaba en la silla con la taza en la mano y me relajaba estirando las piernas con lo que el kimono se alzaba y dejaba ver el inicio de mi entrepierna y mis pechos quedaban mostrados parcialmente. Le miré a los ojos.

Su rostro cambió. “Y qué hacen ellos?”. “Bueno, eso depende, muchos luego ni contestan, pero algunos, algunos hacen lo que les pida ;-). Me gusta saber que les excito y lo que hacen con ellas, se tocan y se corren sobre mis fotos y me mandan esas fotos que me excitan tanto, mi foto con su lechita, o se graban masturbándose para mi” Él estaba que explotaba, conforme yo hablaba con tono quedo, como indiferente, pero con mi mirada clavada en la suya y mis ojos encendidos… su rostro enrojecía y notaba cómo su entrepierna palpitaba.

Sin decir nada sus manos dejaron lo que tenían y se dirigieron a sus shorts. Abrió el cierre y bajó la cremallera, revelando un verdadero pollón, rojo, con una roja seta palpitante en la punta. “Muchos me proponen verdaderas bestialidades, pero los más se limitan a correrse en mis fotos y devolverme las imágenes de sus corridas. Me encanta saber que se han excitado por y para mí. De hecho, me encanta y me excita excitarles, me pone muuuuy caliente” dije mientras abría las piernas mostrándole mi inflado sexo. Su mano derecha agarró su pene y empezó a recorrerlo arriba y abajo. Mi mirada se centró en su pene, viendo cómo descubría y cubría aquel prepucio. Pronto surgió humedad en su punta, humedad que se fue transformando en líquido blanquecino e incluso en un poco de espumita.

No me pude resistir y me alcé, dejando la taza en la mesa, sin quitar la mirada de él. Al inclinarme el kimono se me abrió más y pudo ver mis pechos y cómo mis aureolas se oscurecían y mis pezones se contraían. Cuando me alcé el cinturón resbaló y lo dejé caer al suelo, la seda del kimono resbaló acariciando mi cuerpo y dejándolo expuesto ante él. Mi mirada clavada en la suya, en cómo acariciaba mi cuerpo y no se decidía en pararla en ninguno de mis atributos. Mi pechos se alzaban y notaba la tensión de mis pezones, mis brazos estaban relajados en mis costados, sólo me exhibía.

Él continuaba sacudiéndose cada vez más rápido y con largos movimientos. Sus piernas abiertas, encarado hacia mí, con ese largo y grueso sexo en plenitud. Sacudí mis hombros y el kimono se deslizó cayendo y dejándome completamente desnuda ante él. Me puse de espaldas a él y me agaché sin flexionar las rodillas para tomar el kimono y el cinturón del suelo, con lo que mis nalgas abiertas quedaron muy cerca de él. Mi sexo expuesto, abierto, palpitante, mi ano rosado en primer plano. Oí sus gemidos y noté cómo largos chorros de esperma saltaban y me alcanzaban por la espalda, cayendo y goteando sobre mis nalgas, yo esperaba inclinada, uno, dos, tres y hasta cuatro chorros mientras él gemía y se relajaba. Oí cómo se alzaba y su sexo se apretaba sobre mi nalga derecha para dejar su ofrenda en mí.

Entonces, cuando hubo acabado y se hubo limpiado contra mi nalga, me alcé y le dije que tenía el ordenador preparado, que yo necesitaba una duchita. Y me dirigía al lavabo dejándole de nuevo en la silla, con las piernas abiertas y una mirada vidriosa de placer en su cara, todavía boqueando y sorprendido de su misma actuación.

En el baño no pude evitar tomar algo de sus restos en mis dedos y llevármelo a la boca. Su sabor era fuerte y delicioso, pero me duché rápido y volví a salir con el kimono puesto. Rápidamente, al oírme, vino a buscarme, rojo como la grana. “Perdona, no sé qué me ha pasado, pero es que no pude contenerme” se disculpaba mientras yo iba con la toalla para tenderla en el balcón. “Tontito, pero no ves cómo me gustó? Yo también disfruté excitándote, no lo notaste?” le dije sin mirarlo mientras, ya en el balcón, colgaba con dos pinzas la toalla en las cuerdas que tenía ya instaladas para eso. Me giré y le miré a los ojos. “No te he dicho que me encanta excitar? Pues me ha encantado ver cómo te masturbabas para mí y cómo me ofrecías tu leche. De hecho, siempre cuelgo mi ropa en el balcón porque tengo un par de vecinos a los que les encanta verme mientras lo hago, los ves ahora?”. Su mirada recorrió las ventanas y me dijo que había dos hombres que se habían recostado en sus correspondientes ventanas y miraban hacia nosotros. Yo estaba de espaldas a ellos, mirando al sobrinito.

“Así que tenemos público, verdad? Mmmm… eso me encanta, pero siempre hago como que no los veo, eso me excita más. En realidad, ves esos espejitos de la pared?”. Él se giró para ver tres pequeños espejos que tenía en diversos puntos de la pared del balcón. “Son para poderlos ver con disimulo y hacer ver que no me doy cuenta que están ahí. De hecho, ya sé que me miran y ellos deben saber que los veo, pero me encanta este juego”, le dije mientras me acercaba a él y mis brazos rodeaban su cuello. “Ves? Ahora seguro que se me alza el kimono por detrás y deben tener una perfecta vista de mis nalgas, y eso me encanta.”. Él no sabía qué hacer ni donde poner sus manos. Mis pechos contra su cuerpo, mi calor sobre él, mi olor envolviéndonos.

“Pon mis manos bajo la falda del kimono, aprieta mis muslos y álzalas levantando el kimono, No llevo nada debajo, deben estar admirando mi culito, verdad? Así me gusta, recorre mis nalgas, apriétalas, ábrelas y recorre con tus dedos la rajita de mis nalgas. Así, sí… los ves? Están mirando? Mmmm… así, me encanta. Abre con una mano y con la otra me recorres. Pon un dedito en mi ano, así, no, no tan fuerte. Chúpatelo, lámelo y suavízalo, que lo vean bien. Así, ahora acaricia mi ano con él. Empápalo de saliva, sí, más, así, ves? Ahora sí entrará. Muéstrales cómo estás metiendo tu dedito, están mirando? Sí? Fantástico. Ahora baja otro dedo y recorre la rajita de mi coñito. Sí. Notas mi humedad? Mmmm… lámela, chúpala y muéstrales mi abierto culito. Así, deja que me coloque bien y abra un poco más mis piernas, así verán mejor. Mírales y muéstrales bien cómo me penetras.”.

Así, un poco inclinada y con él sobre mi espalda, mis piernas desnudas y mis nalgas al aire dejaban ver perfectamente a los observadores mi húmedo sexo o cómo él lo exploraba con sus dedos. Yo, por otro lado, tenía su sexo sobre mi cara y aproveché para desabrochar sus shorts y liberar esa tranca. Sus movimientos en mi sexo estaban a punto de hacerme llegar, notaba ya cómo mis piernas estaban tensas, por la posición, pero también por ese escalofrío que se me estaba formando en el estómago.

Decidí parar, bajé mi culo ante su gran decepción, pero entonces agarré su polla y la dirigí a mi boca. Nos giramos lo justo para mostrar bien lo que estaba haciendo. Él se incorporó dejando ver su perfil, yo le miré a los ojos cuando mi lengua acarició por primera vez ese prepucio, traviesa, juguetona. Pude ver cómo su intensa mirada brillaba de excitación y deseo. Ahora ya no le importaba quien pudiera vernos, sólo mi lengua juguetona que entraba en contacto con esa húmeda punta que empezaba a segregar transparentes gotitas de dulce néctar.

Mis labios se acercaron a esa punta, mi boca se curvó formando una “O” y pudo notar mi aliento en su sexo. Cuando mis rojos labios entraron en contacto con su sexo todo él se estremeció de deseo. Notó cómo iba avanzando, el calor cubriendo su sexo centímetro a centímetro hasta encajar mi lengua en la punta y seguir avanzando con ese guante de terciopelo hasta que mis labios rodearon su carne hasta llegar a su tenso abdomen. Empecé a retirarme lentamente, tan lentamente como había entrado sin dejar de mirarle. Cerraba los ojos tratando de contenerse, así que aproveché para ver que dos de los vecinos estaban masturbándose con nuestro show.

Al llegar a la punta pude tragar de nuevo, le lamí rápidamente un par de veces, lengua y besos, y entonces empecé a tragar y salir con rapidez mientras le sacudía con fuerza y firmeza. No soportó el cambio de ritmo, que le pilló desprevenido y el placer pudo con él, que me agarró al cabeza y explotó en mi boca con fuerza mientras gemía y gemía. Sus caderas se adelantaron con sus manos agarrando mi cabeza, podría haberme retirado, pero no quería. Mi boca recibió chorro tras chorro y tras chorro hasta que no pude contener más y, pese a tratar de tragarlo todo, algo se derramó por la comisura de mis labios, pero no le dejé salir, seguía reteniéndolo con mi boca y tragando, notando cómo se relajaba en mi boca.

Sus brazos perdieron firmeza y sus caderas se relajaron mientras yo le miraba la cara, ojos cerrados, expresión de felicidad. Su polla se desinflaba en mi boca, pero mantenía todavía su rigidez (bendita juventud!). Todavía con mis labios apretando su sexo le exprimí y limpié con la lengua. Chupé y sorbí para dejarlo limpio mientras él se tomaba de la baranda para mantenerse en pie. Sólo entonces me retiré y pude ver cómo se percataba de donde estaba, con los shorts en los tobillos. Me alcé, le di un casto beso en los labios y le tomé la mano llevándolo hacia dentro. Tres charcos de semen adornaban tres ventanas, y él me seguía como podía, todavía con los shorts en los tobillos.

Una vez dentro le dejé caer sobre un sofá, con su relajada polla sobre los muslos. Me quité el kimono y alcé mi pierna para apoyarla sobre el brazo del sofá. Mi sexo a la altura de su cara, olía fuerte y rezumaba de fluidos. Con mis manos abrí mis labios y le mostré, brillante, su interior. “Así es una mujer excitada, te gusta?”. Pese a que no se movió ni respondió, su polla sufrió algunas convulsiones y empezó a ponerse otra vez erecta, se curvaba como una serpiente y parecía empezar a desenrollarse mientras cobraba rigidez.

Deslicé un dedito entre mis labios, abriendo los labios interiores y mostrando mi inflamada pepita, con la uña justo señalándola le dije: “Y aquí está mi fuente de placer”. No le dejé mirarla demasiado rato, porque avancé mis caderas hasta que mi abierta flor entró en contacto con su cara. La aplasté contra su frente y la hice deslizar por la cara hasta que su nariz sustituyó mi dedo abriendo mis labios. Bajé más, resbalando por su cara, empapándolo con mis fluidos hasta que mi sexo entró en contacto con su barbilla.

Tuvo que apartarse para respirar, con lo que su boca encajó en mi sexo. Yo le atrapé su cabeza entre mis brazos y le obligué a encajarse en mí. “Chupa, lame, explora, cómeme”. Rápidamente su boca entró en acción y empezó a besar, lamer, succionar, mientras sus manos se alzaban hacia mis caderas. Sentía mi sexo recorrido, besado y hasta mordido a la vez que sus dedos presionaban mis nalgas y las abrían buscando mis orificios. Sólo mi recto estaba a su alcance, pero eso no lo detuvo y trató de abrirlo y explorarlo mientras su lengua me penetraba hasta el fondo.

No le dejaba respirar, le mantenía apretado contra mi entrepierna, lo que nos hacía forcejear continuamente. Cuando le notaba al límite le separaba y él aprovechaba para aspirar fuerte, para llenarse de mi olor. Sin dejarlo saciarse volvía a empujarlo dentro de mí. Movía mis caderas arriba y abajo procurando la máxima sensación hasta que él tomó mi clítoris directamente entre sus labios y succionó con fuerza. Me sentí desfallecer. Él lo notó y aprovechó para hundir un segundo dedo en mi ano y presionar a fondo. Ahora era él quien me retenía con fuerza y yo relajé mis brazos y me dejé llevar, mis manos subieron a mis pezones. Mi cuerpo se sacudió, mis rodillas flaquearon. Un estremecimiento me recorrió las piernas, caderas y mis dedos apretaron los endurecidos pezones mientras temblaba hasta la raíz de los cabellos.

Algo me salpicó entre las piernas, pero yo me concentré en gozar de su beso. Mi clítoris explotó y mi flujo aumentó y le bañó barbilla y pecho, goteando sobre él. Se aflojó mi tensión después de varias sacudidas fuertes y lo aparté de mi sensible pepita y le miré con lujuria. Uní mis labios a los suyos con pasión y mi lengua exploró el interior de su boca recuperando mi sabor. Me separé mientras veía cómo su polla volvía a relajarse, se había corrido sin tocarse, sólo al tenerme, y vi sus largos charcos de semen desde el centro de la habitación hasta el sofá.

Bendita juventud!

Besos perversos a tod@s,

Sandra

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