miprimita.com

Mi boda IV (lista para la boda)

en Voyerismo

Mi boda IV (lista para la boda)

El viernes desperté gracias a la alarma del móvil, que siempre la tengo programada (de lunes a viernes) por si acaso. Era el día que llegaba Javier de viaje, así que, pese a todo, esa mañana amaneció para mí con una gran sonrisa. Tenía tiempo, porque la alarma suena a las seis y media de la mañana, en el nuevo piso quería aprovechar el gimnasio, pero ese día no pensaba ir, ya había hecho ejercicio la noche anterior. Miré la cámara pero estaba apagada. Abrí la terraza para ventilar, todavía olía a sexo. Salí desnuda al frío de la mañana y contemplé Barcelona al amanecer, una postal preciosa, pero entré rápido con los pechos endurecidos por el frío (sí, sólo por el frío, malpensados, era un amanecer fresco de primavera). Fui al baño y me regalé una relajante ducha y unté mi cuerpo de cremas tranquilamente (además de dejarme bien limpia por detrás, ya me entendéis), dedicándome tiempo para estar bien preparada, aunque todavía faltaba mucho para que llegara mi futuro esposo (nos casábamos el sábado por la tarde).

Salí del baño en albornoz para encontrarme con los obreros que ya correteaban por la casa (cocina y terraza). Les saludé con una sonrisa, especialmente cuando vi cómo se ruborizaban y no sabían dónde mirar, qué tiernos… Yo me comporté con naturalidad. Mi ropa seguía tirada por los pasillos, pero no me entretuve en recogerla, fui directa a la Nespresso, mi salvación por las mañanas, y me preparé un fuerte café que tomé en un taburete mientras ellos correteaban a mi alrededor. Ya no tenía que preocuparme por nada, mi desnudez no me encendía y sus miradas tampoco, ya había roto ese tabú (o eso creía, porque la visión de mis piernas en el taburete todavía atraía sus miradas, pero esta vez no me encendí). Limpié la taza y la cucharilla (el agua todavía no la habían cortado por las obras) y volví al dormitorio (curiosamente, ellos también se desentendieron de la cocina y pasaron a trabajar en la terraza aunque ya estaba terminada, limpiaban).

La luz de la cámara volvía a estar encendida, pero no me importó. Javier debía estar aterrizando, o lo haría durante la mañana, y eso era lo único que me importaba. Recogí la ropa tirada del dormitorio y la que había por los pasillos y la puse en la cesta de la ropa sucia. Volví al dormitorio y me despojé del albornoz, quedando desnuda para seleccionar la ropa del día. Sabía que estarían viéndome, pero no le di importancia y me dediqué a lo mío. Dejé la ropa cuidadosamente sobre la cama y me vestí contemplando sus miradas, divertida. El más joven se masturbó en la terraza mirándome, pero los otros dos no. Cuando abrochaba la falda grandes lechazos fueron a parar al suelo de la terraza, yo les sonreí y seguí a lo mío, despidiéndome al salir.

Julián me esperaba abajo y me abrió la puerta al salir. Pude sentir su mirada acariciando mis nalgas mientras salía hacia el metro, y eso también me hizo sonreír ¿Estaría recordando la grabación de ayer? ¿O la tendría todavía pendiente? Me hubiera encantado poder verle por el agujero de la cerradura cuando la visionara. El día pasó volando (literalmente) y cuando se acercaba la hora de salida llamé a Javier, que me dijo que pasara por su oficina para ir juntos a casa, y así lo hice.

Pero antes de salir de la oficina…, después de despedirme de todos por los quince días que me tomaría de fiesta, antes pasé por el baño. Me quité la tanguita y el sujetador, los guardé en el bolsito que llevaba. Me lavé la cara con agua y me retoqué los labios con un rojo encendido. No me maquillo para Javier, sólo los labios, y menos ese día, quería que me comiera entera. Eso sí, me dejé las medias color carne porque sé que le encantan.

Sin ropa interior, tomé el metro para ir a su oficina, sólo dos paradas, así que sería rápido. Lo que no esperaba es que ese día el metro fuera tan lleno. Viernes, hora de salida de oficinas, gente yendo al centro a tomar unas copas antes de la cena. Resignada, aunque molesta porque eso significaba tal vez llegar sudorosa a la oficina de Javier, entré en el primer vagón con la mirada perdida en mis pensamientos. Me quedé cerca de la salida, en el hueco central, ya que el viaje iba a ser corto, pero eso significó quedar apretujada, de pie, entre mucha gente que se balanceaba tratando de asirse como podían a una de las barras.

Estiré el brazo tratando yo también de tomar una de las barras, pero entonces uno de mis pechos quedó sobre el hombro de un señor, al que no pareció molestarle el absoluto. Yo trataba de no incomodarlo, apartándome cuanto podía, pero él se giró para tener un contacto más firme con mis dos grandes bubas e iba rozando su hombro contra ellas (yo era más alta, y todavía más con los botines de tacón que llevaba, por cierto, unos botines burdeos con hebillas doradas preciosos). Mi otra mano colgaba asiendo el bolsito, pero no podía ir muy firme, entre el traqueteo del vagón y que no iba demasiado firme para no aplastar mis pechos contra el “caballero”, no paraba de balancearme. Y fue por eso, seguro, que el señor de mi derecha, donde llevaba el bolso, malinterpretó mi balanceo sobre su entrepierna, o tal vez el que estaba detrás se envalentonó al notar mi inestabilidad. El caso es que a la siguiente parada tenía una mano que subía por mi cadera bajo la falda, una entrepierna abultada contra el anverso de mi mano con el bolso, y un hombro juguetón que acariciaba mis empitonados senos sin sujetador. Aquello, el calor y el sofoco, tiñeron mis mejillas con un calorcillo especial.

La mano bajo mi falda se aventuró entre mis piernas y notó que no había nada debajo. Un curioso dedo sintió la humedad de mi rajita y tuve que abrir un poco las piernas para no caer por la electrizante sensación de sentirme explorada. Mi mano libre se crispó por el susto, tomando junto al bolso una buena ración de carne y mis pechos ahora se bambolearon y apretaron sobre un hombro que rápidamente desapareció, para dejar acceso al “caballero”, frente a mí, que pasó a recorrer con su puño cerrado (para disimular) mi anatomía pectoral.

Por suerte la frenada nos descolocó a todos. Mi segundo asidero apretó aquella barra de carne exprimiéndola, mientras el dedito se escurría de mis intimidades (ya húmedas, maldita sea, ¿por qué me caliento tan rápido?) y mis pechos se aplastaban contra la mano del tipo de delante. Pero fui rápida y salí del maldito vagón antes de que cerraran las puertas (para gran decepción de mis amigos). Arreglé mi blusa y faldita y fui hacia la oficina de Javier, justo a la salida del metro.

En recepción le dieron aviso y en tres minutos lo tenía ante mí preparado para ir al párquing y hacia nuestra nueva casa (formalmente, lo sería después de la boda de ese fin de semana). En el ascensor del párquing nos besamos con pasión y me recorrió todo el cuerpo con sus manos mientras nos fundíamos en un abrazo de deseo. Sus manos descendieron por el lateral de mis pechos y me tomaron de las nalgas apretándome contra él. El sonido de la planta nos despertó a los dos y nos separamos arreglándonos mínimamente (adiós a mi pintalabios rojo). Me preguntó si quería que fuéramos a cenar antes de ir al piso o después y le dije que fuéramos a casa directamente, sin decir nada de “después”, mi mente no tenía ningún espacio para ningún “después”. En el Jaguar dejé que mi faldita se subiera lo suficiente para que contemplara el final de mis medias y adivinara mi empapado chochito palpitante (olerlo ya se olía en ese compartimento cerrado).

Pese al tráfico, no tardamos en llegar a nuestra nueva casa y aparcar el coche en nuestra nueva plaza de párquing. Allí salí corriendo del coche hacia el ascensor para no tener… distracciones, pero me alcanzó rápido y mientras bajaba el ascensor ya me había introducido dos dedos en el sexo y me masturbaba furioso mientras uno de mis pezones era suavemente mordido por él.

Nos arrastramos como pudimos al ascensor y pulsamos el ático sin parar de besarnos. Al superar la planta baja quedamos al descubierto, y saludé a Julián con la mano mientras Javier seguía con ella bajo mi falda masturbándome. Naturalmente, transparente como era y ascendiendo, me bastó abrir un poquito mis piernas para que no sólo se diera cuenta, sino que tuviera una perfecta visión de la mano de Javier hurgando en mi sexo. Nuestras miradas cómplices se cruzaron, mientras yo cuidaba que Javier no pudiera vernos.

Llegamos al apartamento y saludé a los obreros mientras tiraba de la mano de Javier hacia el dormitorio, pero en ese momento se me encendió la lucecita de alerta y le dejé ir subiendo mientras yo me acercaba a la cocina y tomaba un botellín de agua del frigorífico, regalándoles una visión de mi encharcado sexo por detrás, supongo que más cercana que la que tuvieron luego mientras seguían con la mirada mi subida por la escalera hacia el piso de arriba. Desde arriba, al final de la escalera, me paré con las piernas ligeramente abiertas y, saludándoles con la mano, procedí a levantarme de un rápido voleo la faldita mostrándoles mi sexo abierto en una fugaz visión antes de irme al dormitorio.

Allí me esperaba Javier, de pie en la entrada admirando el dormitorio. Yo fui a la mesita y saqué una pastillita azul que le acerqué con el botellín. “Te aseguro que no me hace falta” dijo él. “Te aseguro que te hará falta”, le respondí yo. Y se la tomó rápidamente mientras yo, por detrás, le abrazaba dándole un sensual sobeteo. Sin música, me puse a bailar tras él, acariciándole pectorales y refregando mi sexo a sus nalgas, él de pie, quieto, dejándome hacer divertido. Pasé delante de él y fueron mis nalgas las que acariciaron su entrepierna inflamada al ritmo de la bachata que sonaba en mi mente. Sus manos tomaron mis caderas y centraron mi masaje a su entrepierna, yo apreté con fuerza, pero no le permití empalarme, no quería todavía, quería sacarlo de sus casillas, iba a ser una velada larga. Seguí refregándome contra su cuerpo, me giré y me puse de cara, pasando una de mis piernas entre las suyas y tomándole de las caderas mientras mis pezones rozaban su pecho sensualmente y mi sexo acariciaba su muslo derecho arriba y abajo (le estaba mojando con mis jugos).

Trató de forzar mis caderas, pero un cachete mío le hizo entender que él no tenía ni voz ni voto, ese día iba a violarlo yo. No detuve mi baile en un buen rato, hasta que mis rodillas empezaron a sufrir del ejercicio. Su sexo, rozado continuamente por mi muslo, estaba a punto de estallar. Yo llevaba las manos a mi pelo y movía la cabeza a los lados, sintiendo nuestros cuerpos no por las manos, sino por los roces constantes de pechos y muslos. No pudo aguantar y me apretó contra sí, pero yo llevé las manos a su corbata para tranquilizarlo y empecé a desanudarla lentamente. Eso me permitió separarlo un poco de mí, pero nuestras caderas continuaban jugando entre roces de muslos y sexos.

Tiré la corbata al suelo y procedí a desatar los botones de la camisa con mis dientes, arrancando cada uno de ellos con tirones y mordidas. Primero el del cuello (casi lo ahogo), luego los del pecho. Tiré arriba de la camisa para acceder a todos los botones, pero los inferiores los desaté con las manos mientras mi boca recorría su ahora desnudo pecho. Él se deshizo de la camisa y la lanzó lejos (con dificultad, estirando para sacarse los puños).

Entonces caí de rodillas y mis manos se pusieron a quitarle el cinturón sin aceptar que él me ayudara. Yo le miraba desde abajo, sonriéndole y relamiéndome los labios con lujuria. Él parecía hipnotizado con mi mirada, incapaz de despegarla de la suya, me tomaba la cabeza con las manos sin saber si estrujármela o atraerme a su sexo. Liberé pantalones y los dejé caer hasta el suelo mientras él trataba de deshacerse de ellos, pero los zapatos se lo ponían difícil. Mientras forcejeaba un zapato contra el otro para descalzarse yo, en vez de ayudarle, hundía mi cara en sus bóxers mordiéndole el palpitante sexo, hoy más duro que nunca. Finalmente consiguió retirar los zapatos y, de fuertes tirones, los pantalones, pero yo no le permitía más. Mis manos en sus nalgas no le dejaban apartar mi cara de su sexo y no podía bajarse los bóxers. Renunció y se dejó hacer, como yo quería.

Entonces me alcé recorriendo con mi cuerpo cada centímetro de su piel, pegándome a él, hasta alcanzar su boca y devorarla con la mía. Nuestras lenguas como serpientes batallando en la boca del otro. Sus manos en mi nuca, las mías en sus nalgas, apretándolo a mí. Estuvimos así un rato, hasta que yo dejé caer sus bóxers a sus tobillos y le empujé con fuerza para que cayera de espaldas sobre la cama. Quedé entre sus piernas y él tumbado boca arriba. Rápidamente le despojé de sus calcetines (y los bóxers) y me subí de pie a la cama poniéndome a bailar con un pie a cada lado de él. Sus manos subían por mis tobillos hasta las pantorrillas, pero cuando trataban de ir más allá yo las apartaba. Bailaba al son de una música que sólo yo escuchaba despeinándome y recorriendo mi cuerpo con mis manos.

Desde abajo él podía ver mi húmedo sexo goteando, mis muslos abiertos bajo la falda, y mis manos recorriendo caderas, alzando falda, recorriendo pechos y pelo. Entonces paré un poco y, mirándole fijamente con lujuria, tiré de mi blusa abriendo a la fuerza los botones, algunos saltaron fuera de la cama, pero no me quité la blusa, la dejé abierta, mostrando mis orgullosos y duros pechos erguidos. Todavía con mis botines de tacón alto puestos, con las medias, la faldita arrollada a la cintura y la blusa abierta, despeinada, me dejé caer sobre él, de rodillas, con mis piernas alrededor de su pecho, para pasar a tomarle la cabeza con fuerza y encajarla entre mis empapados muslos. Le obligué a lamer hasta perder el aliento. Notaba su lengua en mi sexo, sus labios tratando de alcanzar mi clítoris. Pero entonces se quedó sin aire, sus manos batallaron contra mí por separarse y respirar, pero todavía lo forcé un poco más hasta dejarle aspirar una bocanada. Noté el flujo de aire fresco en mi sexo y volví a forzarlo contra él para que siguiera con la lamida. Esta vez buscó mi sexo y trató de darme mordisquitos en mi clítoris (lo que me vuelve loca), pero no le dejé llevarme al éxtasis, aparté su cabeza y le comí la boca notando mi sabor en él.

No le dejé atraparme, como una gata di media vuelta y le puse mi ano en la boca mientras tomaba posesión de su sexo. Lo tomé en una mano, mientras con la ora apartaba mi pelo para poderlo engullir en toda su majestuosidad. Tragué hasta la garganta y me separé dejando un hilo de saliva entre mi boca y su falo, para volver a engullir como una boa hasta el fondo. No le hacía una lamida, lo follaba con mi garganta. Pero él no se estuvo quieto, y mientras su lengua desfloraba mi rosa flor de atrás, sus dedos jugueteaban con mi sexo, pellizcaban los labios mayores, muy inflamados, y pronto se pusieron a buscar mi muy prominente botoncito. Pero yo no quería llegar todavía, así que lo descabalgué, alejando mi sexo de él, y me puse a cuatro a su lado para, esta vez sí, hacerle la mamada de su vida.

Tomé su capullito colorado entre mis labios y le miré a los ojos. Él alzaba su cabeza para verme, y yo no lo decepcionaba. Esta vez me tomé mi tiempo, lamí toda la longitud de su verga des de la punta hasta sus huevos, donde mis labios y mi boca los engulleron totalmente para volver a subir por el tronco con los labios calientes chupando y mi lengua, en el interior, jugueteando con cada centímetro de su piel hasta llegar otra vez a la punta y limpiársela bien, dejándola totalmente reluciente.

Miré y, efectivamente, tras la puerta acristalada de la terraza, que era la totalidad de la pared del dormitorio, estaban los tres (el encargado debía haber llegado entonces, porque cuando entramos no estaba). Encargado y dos operarios nos miraban alucinados mientras se masturbaban con sus pollas bien tiesas, el joven con dos dedos, los otros con toda la mano. Les miré sin dejar el sexo de Javier, que también los miró pero no dijo nada.

Yo me puse de pie y caminé hacia la puerta acristalada, orgullosa, viendo la ofrenda que me estaban dando, la excitación en sus miradas. Puse mis dos manos abiertas en el cristal y me recosté dejando mis pechos aplastados contra la pared transparente, sacando mi grupa, ofreciéndosela a Javier, que rápidamente estuvo detrás de mí.

-          ¡Por el culo, te quiero por el culo! – grité.

Y noté su embestida, brutal, sin contemplaciones (le había torturado sin piedad y ahora se desahogaba). Me la clavó sin miramientos de una embestida por mi ensalivado ano y me aplasté todavía más contra la transparente pared mirando a los tres trabajadores. Javier empezó con un frenético ritmo de embestidas sin cuartel, notaba cómo me taladraba ensañándose, cubriéndome totalmente con cada embestida hasta el mismísimo estómago, y yo no podía parar de gemir, gritaba y gritaba de placer al notarlo tan dentro de mí, tan furiosamente dentro de mí. Ya no pensaba en ningún espectáculo, aquello era mejor que cualquier espectáculo porque era real. Toda la fuerza de Javier, todo el peso de su cuerpo, me vencía con cada embestida y me aplastaba contra el cristal.

El joven fue el primero en regalarme su simiente, la lanzó exactamente donde mi boca se aplastaba al cristal y de ahí fue escurriéndose hacia donde se aplastaban mis pechos, parecía que estuviera lamiéndolo, y yo sacaba la lengua lamiendo el cristal por mi lado. Aquello pareció enardecer todavía más a Javier, que incrementó si cabe su ritmo loco. No tardaron en sumarse a la primera corrida dos más, dejando el cristal con lechadas que goteaban por él como si lo hicieran sobre mi cuerpo.

Entonces, Javier, con furia, me tomó de las caderas y levantó una de mis piernas para que les mostrara cómo su tranca entraba y salía de mi ano. Ahora estábamos de lado, mostrando mi sexo abierto y brillante, mis labios inflamados, mi perfecto depilado chochito y mi ano dilatado sometido a una brutal embestida ante sus ojos. Vi cómo pese a haber acabado de correrse, los tres seguían masturbándose con sus pollas inflamándose. Pero ahora fue Javier el que descargó en mi estómago llenándome de leche. Lanzó un grito gutural y me apretó de las caderas contra él clavándome las uñas mientras el mundo se escurría dentro de mí. Me alzó en vilo descargándose en mi interior y, finalmente, me dejó caer. Mis piernas temblaban y me sacudía con orgasmos encadenados que me impedían mantenerme en pie, así que quedé, sudorosa y temblorosa, a sus pies.

Contra lo habitual, mi mirada vio, al fijarme en Javier, ante mí, que su polla continuaba empalmada, aunque goteante. Yo me arrastré, de rodillas, hasta su cintura y la besé y limpié sacando mi lengüecita, sorbiendo con mis labios. Mientras notaba mi ano palpitar. Los tres obreros tenían una perfecta visión de él, palpitando y rebosando leche que iba a caer al suelo, con la falda arrollada a mi cintura y los restos de la blusa sobre mi espalda, les di una visión perfecta de mi ano goteante, mi sexo inflamado, mis largas piernas enfundadas en medias color carne con pegotes goteantes en ellas, y mis preciosos y brillantes botines de tacón de aguja…

Javier me estiró del pelo y me tumbó en el suelo boca arriba, tomó mis tobillos y se los puso en los hombros mientras apuntaba la punta de su falo a mi brillante chochito inflamado. Sin pausa, pasó a taladrarme esta vez por delante mientras mis grandes pechos se bamboleaban por las arremetidas. Me tomó de las caderas para alzarme un poco y poder acelerar el ritmo y ya no lo bajó en lo que fue una eternidad, para mí, de embestidas y orgasmos. Porque después de los orgasmos anales empecé a notar explosiones en mi sexo, explosiones una detrás de otra, explosiones que me hacían saltar las caderas arriba y abajo pese a que Javier trataba de mantenerme firme. Ahora era una batalla sin control, él trataba de dominarme, pero mis caderas saltaban solas fruto de la cadena de orgasmos que me sacudían.

No sé cuánto duró. Sólo recuerdo como flashes. Hubo un momento en que escupieron de nuevo su leche en la puerta acristalada, o fueron dos o tres, no sé. Lo que sí sé es que yo no paraba de gritar, gritar de placer, y Javier también, creo que incluso los oí gritar a ellos, pero cuando Javier me llevó al baño y me introdujo en el jacuzzi ya era de noche fuera y me dejé acariciar y recorrer con la esponja como una niña pequeña. Me llevó en brazos a la cama y me untó de cremas (ya le tengo enseñado). Sólo entonces vi la hora, no era tarde, pero debíamos haber estado follando como cuatro horas seguidas. Y mañana la boda, benditas pastillitas azules…

 Besos perversos a tod@s,

Sandra

Mas de sandrahotbcn

En el autobús

Regalo para mis lectores

Por qué no quedo con mis admiradores de Internet 2

Por qué no quedo con mis admiradores de Internet

En un bar

Barcelona en verano

Lunes, huelga de metro en Barcelona

Mi marido me ofrece a un vagabundo

Laura (Capítulo de Vida de Casada)

Mi Boda XIX

Mi boda XX

Mi boda XVIII

Mi boda XIX

Mi boda XVIII

Mi Boda XVII

Mi boda XVI

Mi boda XV

Mi boda XIV

Mi Boda XIII

Mi boda XI

Mi boda X

Mi boda IX (CadaquésVIII)

Mi boda IX (Cadaqués VII)

Mi boba IX (Cadaqués VI)

Mi boda IX (CadaquésV)

Mi boda IX (CadaquésIV)

Mi boda IX (CadaquésIII)_2ª parte

Mi boda IX (CadaquésIII) 1ª parte

Mi boda IX (CadaquésII)

Mi boda IX (Cadaqués)

Mi boda VIII (el baile)

Mi boda VII (antes del baile)

Mi boda VI (el banquete)

Mi boda V (la boda)

Mi boda III (casi lista)

Mi boda II (Preparativos)

Mi boda I (preliminares)

Caliente_1

Excitando 5 – Parte 8

Excitando 5 - Parte 7

Excitando 5 - parte 6

Excitando 5 - Parte 5

Excitando 5 - Parte 4

Excitando 5 – Parte 3

Excitando 5 (parte 2)

Excitando 5 (primera parte)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (y parte 5

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 4)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 3)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 2)

Ecitando 4 (parte 1)

Excitando 3

Regalo de Navidad 3 (o de fin de año)

Regalo de Navidad

Regalo de Navidad (2)

Shorts

En el tren

El Partido 5

El Partido 3

El Partido 4

El partido 2

El Partido 1

Excitando 2

Núria

Viaje (11)

Viaje (y 12)

Viaje (10)

Viaje (9)

Viaje (8)

Viaje (7)

Viaje (6)

Viaje (4)

Viaje (5)

Viaje (3)

Viaje (2)

Viaje (1)

Metro 2

Mi antiguo trabajo (y 13)

Mi antiguo trabajo (12)

Mi antiguo trabajo (11)

Mi antiguo trabajo (9,5)

Mi antiguo trabajo (10)

Mi antiguo trabajo (8)

Mi antiguo trabajo (9)

Mi antiguo trabajo (7)

Para Raúl

Mi antiguo trabajo (6)

Mi antiguo trabajo (5)

Mi antiguo trabajo (3)

Mi antiguo trabajo (4)

Mi antiguo trabajo (2)

Mi antiguo trabajo (1, el inicio)

Metro1

Excitando