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Mi boda XX

en Voyerismo

Mi boda XX

-          Sigue masturbándote. – Me decía Javier. Yo miré cómo habían enyesado en ese corto espacio de tiempo y el chico bajaba de la escalera disparado sin perder su visión de mí. – Date la vuelta, gírate y míralos. – Yo no podía, no quería hacerlo, pero era Javier quien me lo pedía y, en el fondo, estaba deseándolo.

-          ¡Javier! Me violarán si lo hago. – Dije mientras lo hacía y ellos podían ver cómo al darme la vuelta se abría el batín y quedaba toda expuesta, con mi mano transparentada bajo la tanguita y mi dedo dentro de mi rajita y el pulgar pulsando el ano. Me dolían los pezones.

-          Pero si eso es lo que estás deseando. – Me respondió Javier.

-          Sí pero… no sin ti. – Conseguí articular entre jadeos mientras mi mirada se centraba en la de los obreros y veía cómo les brillaban los ojos y cómo les temblaban las manos y cómo me deseaban…

-          Pues que sea conmigo. – Pero la voz sonaba con eco, ya no sólo venía de los cascos, también de la puerta, me giré y vi a Javier en la puerta del dormitorio.

Se estaba desvistiendo mientras entraba, venía sin zapatos ya, y dejó el iPhone en la cómoda mientras sus pantalones caían y él se deshacía de ellos con dos patadas. La camisa siguió el mismo camino y quedó sólo con unos calzoncillos shorts y calcetines. Sin detenerse ni mirar a los obreros quedó ante mí, acercando su tremendo bulto a mi cara.

Me incorporé un poco para poder llegar mientras él retiraba iPad y cascos y lo dejaba más allá, no sabía dónde ni me importó. Sólo me importó acariciar con mis labios ese bulto sobre los shorts, tratar de acariciar y morder lo más sensualmente posible, yo estaba empapada y quería sacarle también a él y a todos ellos de sus casillas. Con mi mano seguí acariciándome, pero eso me obligaba a forzar la postura, así que dejé de hacerlo y mis manos tomaron las nalgas de mi cuarentón y apreté mi cara contra su sexo sin que me importara el resto.

Mi boca tomó el extremo del calzoncillo y tiró intentando bajarlo, pero yo misma estaba tan impaciente que se lo arranqué con las manos y corrí a introducirme su sexo en mi boca. Él se limitaba a estar de pie frente a mí dejándome hacer mientras acariciaba mi cabeza como si yo fuera un perrito y con la otra mano se bajaba sus calzoncillos hasta los tobillos. Yo engullí y tragué hasta que su polla me llenó la garganta en una comida profunda que me hacía salivar como una guarra. Le quería tan adentro que me dieran arcadas, quería que me llenara entera.

Me apartó con delicadeza, yo me resistí, pero él insistió, así que me tuve que desprender de su sexo. Entonces vi que el resto de hombres también se había despojado de sus ropas y estaban todos en fila como guardia armada a mi lado, preparados para revista.

-          Pobrecilla, ¿has sufrido mucho? Estás empapada cerda, y encima calentando a estos pobres trabajadores que no tenían culpa de nada. A ver. Cuéntame. ¿Qué te han dicho que te harían? – Entendí su juego y bajé mi mirada, sumisa, dejando que el batín resbalara por mi espalda y quedara a mi cintura sobre la cama.

-          No cariño, han sido muy respetuosos, en ningún momento han insinuado nada.

-          O sea, yo los invito a casa y ni siquiera les pides qué desean. ¿Qué anfitriona es esa? Se lo vas a pedir ahora mismo.

-          Sí cariño. – Dije yo con la mirada brillante de deseo dejándome llevar por su juego. Girándome hacia ellos dejé que el batín se deslizara completamente fuera de mi cuerpo y, como una gata, avancé con brazos y piernas, a cuatro, hasta el más próximo, el encargado. – Señor encargado, muchas gracias por venir en domingo – dije con voz zalamera y sensual mirándole a los ojos. – Han sido muy gentiles en venir a servirnos, a cumplir nuestros deseos, y mi marido me pide conocer lo que les gustaría a cambio, ¿qué podría yo ofrecerle? – Le dije situándome ante él, mirándole de frente, a cuatro patas, con mi cabeza a la altura de su ombligo y mirándole desde abajo a los ojos. Su polla casi rozaba con la punta mi barbilla, y mi aliento iba directo a su panza. Me quedé estática, mirándole, no reaccionaba. Y entonces me relamí y gemí. – Dígame, todo, todo lo que quiera, me lo ha dicho mi marido y tengo que servirle en todo, porque… porque es mi marido… mi señor… y usted… ¿Qué desearía? Dígame…

-          Chupa… - Sólo pudo articular esa palabra, y casi se le atraganta, la dijo entre ronca y susurrada.

-          Muy bien, al siguiente. – Me ordenó Javier. Así que obedecí y me moví, lánguida, lentamente, hasta quedar enfrente de Julián está vez. Mi cabecita sí quedaba justo encima de la tiesa verga y dejé que mi mandíbula reposara sobre ella mientras volvía a lanzarle el aliento a la barriguita y le repetía con voz sensual la petición anterior.

-          Julián, usted nos ha servido extraordinariamente… extraordinariamente… - repetí mientras mi mandíbula hacía que su polla notara mi contacto. – Mi marido me pide que le pregunte cómo le gustaría que le sirviera… ¿puedo servirle de alguna manera? ¿Cómo podría complacerle?... Lo que sea… lo que desee…

-          Follarla. – No se atragantó por poco. Pero sabía que no diría nada más. Quería follarme, ese era su sueño. Me lo dijo sólo con esa palabra, mirándome a los ojos. Y yo volví a moverme hacia el siguiente que ahora ya me esperaba armado y con deseo. El chico era el que la tenía mayor y yo me acerqué a él y dejé ir mi aliento en su polla y ésta se estremeció, aparté la cara y empezó a salpicar grandes chorros de semen que vi cómo saltaban e iban a parar encima de las sábanas. Uno, dos, tres chorros y después goteó sobre la polla y el chico cerró los ojos avergonzado. Pasé al último, el circuncidado, que no me dejó decir nada.

-          El culo… el culo…

Volví a girar, hacia mi marido, pero él estaba retirando la sábana y dejando la cama limpia. Rodeó la cama y se me acercó por detrás.

-          Estos caballeros tienen derecho a desfogarse después de lo que les has hecho, guarra calientapollas. Ahora van a poder realizar todos tus sueños como tanto te gusta. Porque yo sé que te gusta ¿verdad? – Me dijo mientras se me acercaba por detrás.

-          Sí cariño, lo estoy deseando, estoy empapada y preparada para que hagan conmigo lo que quieran… lo estoy deseando… fóllenme… empálenme… ábranme el culito y córranse en mi boca, por favor…

-          Espera perra, todavía no. – Y tiró de mí atrás hasta llevarme al extremo del lecho, donde él estaba de pie en el suelo. Me encaró a ellos tomándome de las caderas y ellos se acercaron a mí.- Ahora. – Dijo mientras me tomaba de las caderas y orientaba su falo a mi ano. – Primero yo, pero ahora dales placer mi putita… mi cerdita… - Y me empaló hasta el fondo en un solo golpe y se quedó dentro de mi llenándome, dilatándome. Había sido brusco, pero lo estaba deseando y me corrí sólo con esa embestida, me corrí por el ano. Mi esfínter empezó a palpitar y a apretar su verga y supo que me estaba corriendo apretándole y él se resistió a moverse. Yo caí sobre mis codos pero mi boca y mis manos corrieron a recomponerme, mientras jadeaba de placer y tomar esas pollas en mis manos y boca. Los dos del centro se acercaron para que mi boca las tomara a las dos y mis manos tomaron las de los extremos. Noté cómo Javier gemía de dolor y placer, porque con mi esfínter palpitando se corrió sin haberse movido de dentro de mí.

Yo empecé como pude (mientras desfallecía en mi orgasmo y sintiendo cómo mi marido me llenaba) a chupar y masturbar a mis admiradores, que a su vez gemían y no dejaban de decir obscenidades. “Oh, sí, que puta es”. “Coño con la rusa”. Gemidos, les oía gemir mientras les daba placer sólo con la boca y mis dos manos. Pero entonces noté cómo Javier se retiraba y un hilo de su simiente resbalaba por entre mis nalgas y surcaba mi empapado sexo y resbalaba por mis muslos. Javier me dejaba libre, pero yo sabía que no duraría mucho.

Agarré las vergas a mi disposición e hice que el circuncidado se tumbara en la cama, situé a Julián y al encargado a mis lados, con mis manos tomando todavía sus pollas y el joven corrió a ponerse ante mí. Javier me contemplaba apoyándose en la pared. Le miré a los ojos y alcé mis posaderas poniéndome sobre el circuncidado que tanto había deseado mi culo. Derramé semen sobre su panza cuando me abrí para situarme sobre él. Dejé ir las dos pollas y con una mano, mirando a Javier a los ojos, dirigí la circuncidada a mi ano y la apuntalé en él. Todos me miraban, di un rápido repaso a sus miradas de deseo y me fui dejando caer lentamente para que todos pudieran ver cómo engullía aquella tranca en mí. Era más fina que la de Javier y entró hasta el fondo suavemente lubrificada con la simiente de mi maridito. Le oí bufar y gemir mientras me sentía, mientras mi cuerpo lo acogía.

Sentada sobre el obrero miré al jovencito, que se acercó a mí y me hizo tumbar sobre el otro, volvía a estar preparado para mí, bendita juventud (o bendito morbo). Pese a que estaba empapada, pude notar cómo entraba en mí lentamente, sintiendo cómo me abría y dos pollas me llenaban completamente, las notaba una contra otra, sólo las separaba una delgada tira de mi piel, hasta que el joven quedó completamente dentro de mí. Mis manos sobre el lecho aguantaban mi peso y ahora empecé a mover las caderas sobre ellos dos. El joven me tomó de las caderas y empezó a imprimirme un furioso ritmo. Yo opté por abandonarme a él y aguantarme con una sola mano, mientras la otra buscaba una de las dos pollas libres y mi boca la cuarta restante. Y entonces empezaron las sacudidas. El circuncidado no se contentaba con estar estirado y también empezó a mover sus caderas, con lo que ya tuve que dejarme llevar por esos dos sexos que me balanceaban a su ritmo no siempre sincronizado, lo que me llenaba de sacudidas y estiradas y embistes por recuperar el terreno perdido que me movían como una muñeca entre los dos.

Pero mi mano y mi boca trataban de mantener el control de los dos pobres que tenía a los lados (no consiguiéndolo siempre) y lo que siguió fue una loca danza donde cada uno trataba de imponerse al otro mientras anónimas manos recorrían mis pechos o empujaban mi cabeza a mamarla más a fondo o me quitaban de una polla para ir a por otra. Y Javier, apoyado en la pared, miraba ese baile de cuerpos sudorosos tratando de tomar el control unos sobre otros. Mi coño pronto se estremeció y mi ano no se quedó atrás. Palpitaban apretando las pollas mientras mi cuerpo se estremecía y daba latigazos de placer. Noté cómo me llenaban y el joven se retiró de mí para ser prontamente sustituido por Julián. Cuando el circuncidado me llenó el culo y el estómago de leche reptó fuera de mí y el encargado me cargó en brazos, retirándome completamente de Julián y me tumbó a cuatro en la cama poniéndose tras de mí. Julián volvía a quedarse huérfano, pero mi boca le tomó la polla con ganas y mientras el encargado me tomaba por detrás, su polla resbaló en mi empapado sexo para ser engullida en mi rezumante ano y empezó a sacudirme con toda su panza mientras su polla llegaba a casi salirse en cada embestida. Miré a Julián y le vi mirándome sin creerse lo que le estaba haciendo, me miraba como hipnotizado. Miré tras de él y vi a Javier sonriendo mientras se sobaba su rabo que estaba volviendo a ponerse tieso.

Pero el encargado no duró mucho, hizo el trabajo a buen ritmo y empalando tan profundo como su herramienta le daba, pero con un bufido se derrumbó contra mi culo arrastrándome bajo él. Rodó a un lado y entonces miré a Julián, con su mirada perdida en mi cara. Le sonreí con mi mirada más puta y me acerqué a él mientras le tomaba la tranca con la derecha. Me alcé de rodillas sobre la cama y acerqué mi cara a la suya. “Follarla, decías, ¿verdad? Voy a ser yo quien te folle Julián”. Estiré de mi mano y le hice caer en la cama. Mis manos lo empujaron para que rodara y lo dejé estirado boca arriba. Yo estaba toda sudada, piel brillante, me aparté el pelo para poder mirarle, a él y a Javier. De rodillas avancé sobre sus piernas y le puse las manos en los hombros aguantándole tumbado. Sus manos fueron a mis pechos, pero yo sólo me preocupaba de buscar la posición para montarlo. Subí sobre él y, mirándole a los ojos, le recordé: “Follármela”, lo dije sonriente (de nuevo me salió el acento ruso, ¿por qué será?) mientras me empalaba y lo notaba entrar dentro de mí, abriéndome de nuevo después de estar desocupada por un rato.

Lo que vi en su mirada es difícil de describir. ¿Un sueño hecho realidad? ¿La suave caricia de un prieto y lubricado sexo abriéndose para acogerlo? ¿Adoración al ver mis pechos al fin sobre él? Sus ojos se abrieron todavía más y su mirada se incendió cuando empecé a cabalgarlo. No me quedaban muchas fuerzas, pero su mirada de adoración alimentó mi ego lo suficiente para cabalgarlo con furia mientras sentía sus manos en mis pechos y me encorvaba yo atrás. Mi sexo palpitaba con la llegada de otro orgasmo y notaba al suyo también cerca del clímax. Lo cabalgué saltando una y otra vez mientras notaba cómo el joven y el circuncidado me rodeaban. Entonces miré a Javier y le vi disfrutando de su putita rusa y me corrí con su mirada de placer. Estaba estremeciéndome cuando capté otra mirada, la de Julián explotando en mí, cerrando sus ojos y alzando las caderas mientras mi sexo, en sus espasmos, le exprimía. Julián soltó un profundo y largo gemido desinflándose dentro de mí y yo noté también cómo el placer me vencía. No noté los chorros de semen de los otros dos obreros que me cruzaron como latigazos los pechos, me dejé caer sobre Julián que me abrazó, y entonces otros retazos de semen cruzaron mi espalda y gotearon por ella.

Cuando alcé mi cara sólo pude distinguir la de Julián frente a mí, que me abrazó y besó introduciendo su lengua ávidamente en mi boca. Como si despertara de un sueño, se separó de mí y yo no pude menos que sonreírle, en ese momento se le notaba en el séptimo cielo, derramándose en su diosa.

Me alcé, rebozada de sudor y semen. Extendí el semen por mis pechos y lamí mis dedos mirando a todos los hombres y caminé, desnuda, hacia la ducha.

Cuando salí Javier y yo volvíamos a estar solos en el apartamento. Esa noche me cubrió de cremas y dormimos abrazados muchas horas.

Espero vuestros comentarios.

Besos perversos a tod@s,

Sandra

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