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Mi antiguo trabajo (y 13)

en Voyerismo

Mi antiguo trabajo (XIII, fin del relato)

Después de quedarnos satisfechos, ya más relajados, nos levantamos y fui a la nevera a sacar algo de embutido y una botella de Cabernet. Desnudos, tomamos unos sorbos y fuimos hacia la ducha. Nos limpiamos (estábamos sudorosos) entre caricias y sobeteos. Don José no paraba de penetrarme con sus dedos para "dejarme bien limpita", y hasta trató de meterme un bote de champú por mi coñito, pero lo refrené, no quería quedarme chorreante de nuevo ;-). Yo por mi parte le dejé la pollita morcillota, pero no lo excité demasiado, todavía tenía algunos planes para él.

Salimos y nos secamos a conciencia, para volver al salón vestidos sólo con albornoces. Picamos algo y bebimos vino con mi nuevo NIE presidiendo la mesa ante nosotros ;-). El me miraba con ojos brillantes de deseo satisfecho, todavía no se creía tener una mujer como yo ante él y… sin pagar! Yo aprovechaba para cruzar y descruzar las piernas, para dejar que se entreabriera mi albornoz al tomar de la mesa y mostrar mis pechos, y veía cómo su deseo volvía a crecer. No paraba de decirme barbaridades, pese a estar satisfecho sexualmente, no podía dejar de desear, aunque yo ya sabía que no lograría exprimirle otra gota de leche ;-). Pero dejé que se fuera encendiendo tranquilamente, dándole tiempo para que volviera a desearme.

Finalmente me levanté con la copa en la mano y me senté en su regazo mientras le sonreía. "Contento Don José?" (el trato de usted se mantenía, me daba morbo). El puso su mano en mi muslo y sonrió "Mejor no podría estar", y era cierto, notaba su tranca presionándome bajo el albornoz. "Cumplí ya con mi compromiso de regularización?" "Con creces" y nos besamos mientras sus manos volvían a explorar mis pechos y pellizcaban mis duros pezones (yo también me estaba excitando de nuevo). Tomé su corbata de la silla y se la pasé por el cuello acercándolo a mi y mordiéndole los labios. El lo entendió como una invitación a marcharse, y pude ver la decepción en su cara ;-).

Pero no, me levanté y, pasándole la corbata por la cintura, balanceándome como si bailara, lo fui arrastrando hacia el dormitorio. Una vez allí le saqué el albornoz, dejando mi cincuentón con algo de barriguita completamente desnudo sobre la cama. Yo tenía el albornoz abierto, y jugaba a contonearme y mostrar mientras el trataba de agarrarme y someterme. "Nooo…, todavía no…" le decía yo con voz sensual que volvía a sacar el acento ruso de nuevo (será mi excitación lo que lo hace salir? O sólo porque se les ponen unas caras de deseo loko cuando lo uso?). Tumbado sobre la cama le tomé los brazos y se los anudé con la corbata al cabezal de la cama. El me miraba sonriente y me dejaba hacer, pero cuando se vio con los brazos inmovilizados algo de espanto afloró en su mirada "Qué pretendes?". "Tranquilo, mi adorable jefe, ya sabe que yo nunca le haría nada malo, Don José". Mientras tomaba dos pañuelos y le afianzaba también los tobillos a los pies de la cama.

Una vez bien sujeto me paré a su lado con los brazos en jarras, mostrando mi vello de la entrepierna, mis dos grandes pechos, sonriéndole, y él incapaz de alcanzarme. Trató de todos los modos de desatarse para poderme tomar, pero no pudo (eso es lo que yo quería, comprobar que estaba bien atado).

Sonreí, fui a buscar mi copa en el salón y volví con el móvil. Me senté a su lado en la cama y mientras miraba hice mi llamada. "Hola, soy Sandra, qué haces?… (…) Sí? Y por qué no te vienes? Tengo un regalito para ti. (…) No, ya lo verás cuando vengas, te acuerdas de Don José? Pues está aquí en casa (…). Venga, te esperamos". La mirada de Don José era de espanto. Él sólo me había escuchado a mi, y no sabía a quien había llamado. "Tranquilo, seguro que te gustará Paco" le dije con malicia mientras me subía a la cama y le pasaba mi chochito (que ya empezaba a generar mis flujos) por la cara. "El es muy tierno, tiene que serlo, porque su tranca cuadriplica la de cualquier hombre que he conocido y para estrenar tu kulito deberá ser muy muy delicado". Su mirada se abrió con pavor, pero sus gritos quedaron ahogados por mi sexo, que le presionaba la boca y no le dejaba hablar. "Ya verás… te encantará ser la señorita de Paco" le torturé mientras le acariciaba el miembro echándome atrás.

Salí de encima suyo (no le quería ahogar!) y se desató su furia. Pero tenerme entre sus piernas con su sexo en la mano rápidamente lo hizo ser… "más razonable". Cuando su tono de voz se alzaba demasiado, una simple presión le recordaba que debía ser cortés. "Crees que soy mala? Crees que no debería hacerlo? Acaso no te he satisfecho y agradecido mi NIE?" le decía yo melosa. "Ahora te haré descubrir nuevos placeres". Me levanté y fui al tocador, de donde saqué mis… "juguetes" y una crema de manos (lo siento, no tengo lubricante, yo uso cremas normales).

Al verme esparcir por la cama un par de vibradores y la crema se asustó, pero mi sonrisa lo tranquilizó… un poco. Tomé uno de los vibradores y, ante él, muy cerca de su mirada, me lo fui metiendo lentamente. Sólo hasta la mitad, lo suficiente para tomar un caramelito, un bocado para pasar el tiempo mientras esperaba a quien había llamado. "Ah, te gusta? Has visto masturbarse a una mujer delante de ti antes? Has notado cómo se dilata y se humedece?" Mientras lo decía me introducía y sacaba el consolador y él, a menos de un palmo de su cara, veía mi sexo expulsar y absorber esa tranca de plástico. Paré, dejando el vibrador medio insertado en mi sexo y tomé la crema, unté dos de mis deditos y se la pasé por su escroto. Su reacción fue cómica, replegó cuanto pudo sus piernas mientras yo reía a carcajadas y, mediante la lubricación de la crema, conseguía meter un dedito en su ano pese a su oposición.

Pese a su malestar, noté cómo su polla se erguía excitada. Pero en ese momento sonó el timbre de la puerta y tuve que ir a abrir. Me vio salir, con un beso de despedida, sonriente, y tuvo que esperar sólo. Oyó abrir la puerta, pero nada más, porque yo avisé a nuestro visitante que no hablara. Esperó y esperó, oyendo sólo susurros de mi voz que explicaban al invitado que estaba con Don José, mi jefe, que me había regularizado y que se lo había agradecido con creces, y que ahora lo tenía atado a la cama dispuesto para descubrir nuevos placeres. También pudo escuchar cómo nos servíamos vino y nuestras copas al entrechocar.

Silencio.

Y ruido de pisadas, pies descalzos acercándose a la habitación. Me asomé yo primera, para ver su cara de espanto, pero cuando me siguió Lucía su cara se convirtió en sorpresa y admiración. Yo la tomaba de la mano, y la arrastré dentro de la habitación. Reía con la copa de vino mirando a Don José atado a la cama. Nos acercamos las dos y nos sentamos una a cada lado suyo. "Siento decepcionarle, Don José, pero Paco no ha podido venir, así que he invitado a mi amiga Lucía" dije mientras me levantaba y me acercaba a Lucía. Ahora el sexo de Don José estaba erguido y palpitante.

Me acerqué a Lucía y la rodeé, mientras le acariciaba los hombros con mis manitas y le sacaba su chaqueta, que quedó en la silla de al lado. Ella me miró por sobre su espalda, y nos fundimos en un cálido y ardiente beso. Mientras le desabrochaba la blusa nuestras lenguas se entrelazaron, libinidosas, viciosas, mientras yo la iba desnudando poco a poco, descubriendo su cuerpo ante el atado Don José. Mostrando su sujetador de encaje que retiene sus grandes pechos, acariciando su vientre liso y terso, bajando mis manos para desanudar su falda (una especie de pareo) y dejarla sólo en medias, tanga y sujetador.

El cuerpo de Lucía es espectacular así, largas piernas enfundadas en brillante nylon, una tanga con blonda y un sujetador a juego que transparentaba sus oscuros pezones. Nos acariciamos las dos, ella retiró mi albornoz dejándome completamente desnuda. Nuestras manos se acariciaban, nuestras lenguas se buscaban, nuestras piernas se entrelazaban… todo a escasos centímetros del impotente Don José que, atado, sólo podía disfrutar a medias de la escena ;-).

Desaté el sostén de Lucía y me agaché para, con mi boca, retirarle las braguitas. Las bajé hasta medio muslo y le acaricié su entrepierna con suavidad. Hice que se moviera acercándonos a la cabecera de la cama y así quedó más cerca de la visión de Don José, que pudo ver perfectamente cómo abría su sexo y se formaban hilos de su humedad entre mis dedos y sus labios. Se podía oír el ruido de mis dedos entrando y saliendo de su sexo y oler nuestros flujos de tan cerca como estaba Don José.

Fue la misma Lucía la que se quitó la tanga y se acomodó en la cama, estirada sobre sus codos, con la cabeza en los pies de Don José, las piernas abiertas para facilitarme mis manipulaciones, relajada, dejándose llevar por el placer. La estiré para dejar su sexo al lado de la cabeza de Don José, pero cuando éste quiso acercar su boca lo aparté bruscamente y acerqué la mía, eso sí, cuidando que él pudiera ver claramente todo lo que hacía. Saqué mi rosadita lengua y exploré alrededor del sexo de Lucía, limpié sus flujos y los tragué con deleite (me encanta el sabor de Lucía, es más suave que el mío y con un perfume más dulce).

Procedí a meter dos dedos mientras mi lengua jugaba con su vagina y abrí su flor para dejarle ver a Don José el interior, húmedo, pringoso, de un rosado fuerte… y entonces sumergí mi boca en busca de su clítoris. La reacción de Lucía fue arquearse y sus manos buscaron mi cabeza para apretarme más a ella. Sus medias acariciaban mi piel y llegaban a golpear a Don José. Sus mulos se apretaron contra mi cabeza conforme su excitación crecía, y ya la notaba palpitar cerca del orgasmo cuando me retiré (sí, lo se, soy mala, pero me gusta alargar el placer y a veces, crear un poco de frustración para que luego sea mejor el éxtasis). Entonces tomé uno de los consoladores y lo introduje en la boca de Don José, que lo humedeció y lamió con deleite.

Me lo pasé por mi chorreante coñito y se lo volví a dar a lamer, y ahora ya fue no sólo deleite, sino éxtasis al sentir mi fuerte olor y mi denso flujo (que tragó como un poseso). No le dejé demasiado tiempo para limpiarlo (tampoco hacía falta, lo tragó todo en un abrir y cerrar de ojos), y entonces se lo introduje a Lucía. Era un consolador doble, largo, y una vez bien introducido procedí a humedecerlo con mi boca en la otra punta y a alzarme y empalarme en él (ya estaba tan húmeda que lo tragué casi entero).

Ahora, frente a Don José, a pocos centímetros de su cara, tenía dos coños empalados por un tremendo consolador de plástico (lila claro, para más datos) chorreantes de placer! El trataba de alcanzarnos con su boca, por lo que me apoyé en su cara para cabalgar todavía más fuerte y el pobre se vio apretado contra la almohada a dos centímetros de su objeto de deseo. De hecho, mis flujos le salpicaban de vez en cuando ;-). Lucía lanzó un gran gemido y juntó sus muslos disfrutando de un merecido orgasmo, mientras yo saltaba de la cama y metía mi empapado coño en la boca de Don José, que con cuatro lamidas tipo perro y tomando mi clítoris entre sus labios y succionando me regaló mi orgasmo. Casi se atraganta con el flujo que dejé ir, pero lo tragó todo y se relamió los labios.

Así, una vez satisfechas las dos, nos fundimos en un apasionado beso frente a Don José, que nos miraba embobado deseando participar. Las dos lo miramos al tiempo y nos reímos, pero luego volvimos a besarnos entrelazando nuestras lenguas para darle más morbo. Mi mano buscó el pobre sexo de Don José, que debía estar dolorido de tanta erección durante tanto tiempo, y tanto Lucía como yo, como si lo hubiéramos pensado a la vez, nos agachamos a lamerlo y besarlo.

Don José podía ver perfectamente nuestros rojos labios alrededor de su tranca, nuestras lenguas entrelazándose entre ellas y con su sexo. Veía nuestras ávidas bocas alrededor de su tranca y sentía nuestro calor, nuestra saliva, mientras nos rozábamos con él. Tuve una súbita inspiración y acerqué mis pechos a su verga tomándola entre ellos. La sujetaba fuerte con mis duros pechos mientras subía y bajaba y dejaba que mi lengua lo acariciara. Mientras, Lucía se retiró a lamer su ano, y empezó a jugar con la crema y un consolador pequeñito de los de encima de la cama. Noté cuándo lo penetró porque su erección creció todavía más, y entonces Lucía se limitó a jugar con el consolador con una mano y vino a compartir conmigo el delicioso caramelo. Pero la visión de su tranca entre mis pechos y dos lenguas debatiéndose para tragar su sexo… fue demasiado, añadido a los roces y caricias. Se derramó con grandes chorros sobre nosotras, embadurnándonos el pelo, las caras, las bocas y mis pechos, por lo que procedimos a lamernos y tragar hasta quedar limpitas, lo que le excitó, pero no le llegó a producir ninguna erección más (pobrecito! Si esa corrida ya fue toda una heroicidad para Don José).

Y así acabó mi historia en esa oficina, la de mi antiguo trabajo, a las dos semanas me seleccionaban en un nuevo trabajo (claro, qué os creíais? Con ese ambiente en el trabajo estaba claro que todo iba a ir de mal en peor, y yo ya había estado mandando CVs a otras ofertas). Ahora soy la perfecta secretaria, eficiente, eficaz, sexy pero distante, en una oficina mixta, con hombres y mujeres (aunque sigo siendo la más bella, claro). No he tenido ningún lío con ningún compañer@ de la oficina y espero que siga así (aunque no han dejado de intentarlo).

Mi problema es que… de nuevo he vuelto a chatear, y ahora con los relatos… estoy excitada todo el tiempo y mi puesto vuelve a oler a sexo… aguantaré?

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