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Viaje (2)

en Voyerismo

Viaje II

Le envié los datos a mi "amigo" de Cádiz, todavía no muy convencida. Qué imbécil haría una transferencia a una cuenta con nombre de hombre sin haber hablado nunca en directo conmigo? Durante tres días estuvimos muy morbosos imaginando situaciones cuando nos encontráramos, si lo haríamos al bajar del avión, en medio de la sala de llegadas del aeropuerto, si yo ya vendría preparada sin bragas, si… Pero en realidad no esperaba que la transferencia fuera real.

Me subestimé (a mi o a mi morbosidad), porque a los tres días me llamaba Eduard para decirme que tenía ingresada en la cuenta una transferencia de 10.000€ a cargo del nombre de una empresa impronunciable. Casi me corro al oírlo!!! Os lo podéis creer, de repente todo era real, de repente los sueños se tornaban realidad! Aquél día ya había salido de la oficina, por una vez deseé tener Internet en casa para conectarme, pero lo que hice fue ir a la cabina de un locutorio y llamar desde ahí a Osmiel (sí, ese es su nombre, qué pasa! Uno no elige su nombre!). Lo hice desde un locutorio, desde una cabina cerrada, para que no tuviera ningún número mío de contacto, pero quería que oyera mi voz y me supiera real. Le llamé al móvil.

Contestó tras una espera bastante larga, le dije que era Sandra, la del chat (yo siempre llevo mi agenda por si acaso, y él me había dado su móvil). El tenía una voz grave, habló serio. Me dijo que si me podía llamar en cinco minutos, le dije que no, entonces me pidió que le llamara en cinco minutos.

O sea, yo al fin lo llamo y me hace esperar!!!! Y volver a llamarlo!!!! El negrito latinoamericano del locutorio seguro que se lo agradeció, porque dejé la puerta abierta mientras esperaba y no paraba de mirarme las piernas. Yo estaba furiosa con Osmiel, así que coqueteé un poco con el chico del locutorio cruzando las piernas. Luego me alcé y paseé mostrándole mi kulito, estirando la espalda y mostrándole mis pechos… hasta que pasaron los cinco minutos y volví a mi cabina.

Osmiel, soy Sandra.

Sí, perdona, es que antes estaba en una conversación de negocios y no podía atenderte, ahora ya he salido. Dime, cómo es que te has decidido a llamarme?

Hoy he recibido la transferencia y… casi me corro cuando Eduard me lo ha dicho…

Guarra, me encanta, no te lo esperabas, verdad?

Pues… no, lo cierto es que no creía que fueras tan loko.

Es que tu me sacas de mis casillas, mi putita. Desde donde llamas?

Desde un lokutorio, para que no puedas tener mi número. Estoy encerrada en una cabina mientras meto una de mis manitas bajo la falda y me acaricio pensando en ti, en Cádiz y en todas las guarradas que haremos ;-)

Mmmm… y no tienes Webcam?

No, sólo he pedido teléfono, además, en una semana me tienes ahí, qué más quieres? Te hartarás de tu deliciosa putita rusa… ya has pensado lo que haremos?

Lo tengo todo planeado, tu sólo tienes que venir, no hace falta que traigas ni ropa.

No me vas a encerrar, verdad?

No me hará falta, serás tu quien pedirá más y más, si eres la mitad de guarra de lo que me imagino ahora ya debes estar empapada.

Ya sabes que sí, siempre tengo este maldito flujo que me delata y que huele tan fuerte… El siguiente cliente de la cabina seguro que se corre sólo del olor al entrar ;-) Dime, qué haremos?

De eso nada, debo sorprenderte ;-) Pero te aseguro que te encantará.

Me tienes empapada, me vas a dejar así?- Dije casi gimiendo, y era cierto, su voz grave, el oírlo por primera vez, el saberlo real… me ponía terriblemente caliente!!! – Estoy tocándome y tengo el clítoris inflamado! Necesito una polla!!!! –grité sin darme cuenta que se me escucharía desde fuera.

Abre la puerta y muéstrate a todo el lokutorio.

Estás loko? Me violarán! Esto está lleno de latinoamericanos que nunca han tenido una chica como yo con la falda arremangada y mojada delante suyo!- pero aún así entorné la puerta y vi al encargado que miraba hacia mi, así que la dejé abierta. – He abierto la puerta, el encargado es morocho y está encandilado con mis piernas. No puedo contenerme, necesito tocarme, me ha excitado mucho al saber que todo se hará realidad!!!

Venga, tócate y muéstrale lo que será mío la semana que viene, yo también me estoy masturbando, pero tengo que entrar a la reunión ya!

Me está mirando, ve mi mano bajo la falda y…

Súbete la falda y muéstrale tu coño abierto. – Su voz era imperiosa, tenía algo en el tono que me espantó, pero no pude dejar de obedecerle.

Está viendo cómo me masturbo mientras hablo contigo, Gmmm… me voy a correr y verá cómo meee… coooorrroooooo… - Pude oír cómo su respiración se agitaba y me lo imaginé ante mi estremeciéndose y corriéndose como lo había visto tantas veces en vídeos y en directo. Soltó un gemido final y ambos nos relajamos.

Tienes el billete?

Sí, ya lo imprimí y lo tengo en casa.

Bien. Hasta pronto. – Seco, cortante, colgó.

Lo cierto es que estaba tremendamente sorprendida de mi misma, había seguido sus instrucciones sin ni meditar en ellas. Al salir, el chico del locutorio no me cobró, le di un besito en la frente y le pasé mis húmedos dedos con todo mi olor por sus mejillas, dejándole mi marca. Salí sonriendo.

Efectivamente, en casa tenía impreso el billete de Spanair a mi nombre, con el localizador y la reserva del hotel a mi nombre ;-) Todo preparado. No fue hasta el día siguiente que pedí a mi jefe una semana de vacaciones, la semana del 9 al 15 de marzo. Avisaba con poco tiempo, pero le dije que había encontrado una oferta de viaje en Internet y… y con algunos mohines y mimos (nada serio, malpensados!!!!) conseguí que accediera.

A partir de ahí… empezó la furia consumista!!! Naturalmente debía comprar algo de ropa y… con quien iría a comprarla? Pues con Eduard, naturalmente, que me tenía que dar el dinero ;-) Así que quedamos para ese mismo día. Primero fuimos a su banco a retirar el dinero, yo ingresé parte en mi cuenta, pero me reservé un poquito para festejarlo en compras.

Como conocía las fantasías de Osmiel, lo primero que hicimos fue ir a una zapatería a buscar unas botas de cuero con tacón alto ;-) Yo ya le tenía echado el ojo a unas de una tiendecita cerca y arrastré (literalmente) a Eduard hasta mi objetivo para que me diera su opinión (bueno, debo reconocerlo, para calentarlo!).

La tienda estaba vacía (bendita crisis), así que en seguida se me acercó el chico a preguntar qué quería, le pedí dos modelos de botas de mi número, ambos altos, con tacón de aguja uno, con tacón de cowboy la otra. Me quité el abrigo y se lo pasé a Eduard, que suspiraba en uno de los sofás, contando con una aburrida espera. El chico tomó nota del pedido, no pudo dejar de mirar mis piernas, enfundadas en medias de nylon y con unos preciosos botines claros, al ir hacia el almacén, la jefa de la tienda y única otra aparte de nosotros, le dijo que salía un momento a casa. Supuse que era su madre, pues se parecían y por edad cuadraba. Así que miré a Eduard tumbado en el sofá, esperando, y con un gesto rápido me quité la tanga y se la tiré a la cara.

Rápidamente sus ojos se animaron, no había llegado a ver mi desnudez (había sido muy rápido), pero sólo saber que iba sin nada bajo la minifalda ya empezó a excitarse. Yo me senté frente a él, en otro sofá, y procedí a sacarme un botín mientras le mostraba mis piernas, enfundadas en el nylon, el final de la media y mi carne desnuda… pero no fui más allá. Dejé el botín en el suelo y crucé la otra pierna sobre la primera para desabrochar el otro botín. Así, con las piernas una sobre la otra podía adivinar mi desnudez, pero realmente poco podía ver. La faldita se había subido y mostraba el final de las medias, la banda elástica y parte de mis carnes ;-) Adiviné su excitación por estar así, en un lugar público, pese a que yo estaba de espaldas a la entrada y no me podían ver.

El chico volvió pronto con los dos pares de botas (supongo que para no dejar la tienda vacía). Abrió las cajas y me acercó una de las botas de tacón de aguja. Con tranquilidad y parsimonia, me tomé mi tiempo para enfundarme la bota, notar la caricia de la piel, su suave y tentador tacto alrededor de mis pantorrillas, su presión alrededor de mi piel. Eran muy altas y me llegaban por encima de la rodilla, así que para atarla bien tuve que levantar un poquito más la falda, dejando al descubierto el final de la media y casi todo mi muslo. El chico de la tienda no dejaba de mirarme mientras sacaba la otra bota, y Eduard, con la mirada baja, parecía distraído, pero yo sabía que sus entrecerrados ojillos no perdían de vista ni mis piernas, ni mi entrepierna, ni al chico ;-)

Una vez puesta la primera me giré hacia el chico pidiéndole la otra bota. Él se acercó y me la tendió, mientras podía observar mis largas piernas y la faldita subida. Abrí un poco las piernas para introducir el pie en la segunda bota, con lo que Eduard sonrió (el estaba en frente mío) y el chico se puso un poquito más nervioso.

Entonces me alcé y paseé por la tienda notando cómo la piel se adaptaba a mis formas. Con los zapatos me pasa una cosa curiosa, o me encajan perfectamente desde el principio o me duelen para siempre. Esas botas llevaban mi nombre escrito, me acariciaban mientras caminaba, sujetaban con suavidad mis pies y me excitaba el tacto del suave forro interior sobre mis gemelos, mis muslos… Eran perfectas, pero me bailaban a la altura de los muslos.

El dependiente vio mi contrariedad, y se me acercó solícito: "Hay que ajustar las tiras de los muslos". Efectivamente era eso, así que volví a mi butaca y él se arrodillo ante mi. Las finas tiras de cordón trenzado recorrían la parte externa de las piernas en un recorrido zigzagueante desde los tobillos hasta arriba de los muslos. El dependiente desabrochó el flojo lazo de la parte superior con nerviosismo, mientras sus manos acariciaban un poco mis carnes descubiertas, muy cerca del final de mi falda y procedió a tensar los cordones empezando por los tobillos. Estiró fuerte, con lo que la suave caricia se transformó en un fuerte apretón alrededor de mis piernas, como si unas manos estuvieran acariciando y presionando. Conforme el recorría las botas la presión subía, hasta que llegó a tirar de la parte superior y noté mis piernas presas de un fuerte abrazo, un contacto total, con el forro interior de piel de las botas. Se desplazó hacia la otra bota y yo, algo perversa, abrí un poco las piernas para obligarle a ampliar su contacto conmigo.

Procedió entonces a anudar correctamente la otra bota, con mis rodillas abiertas ante él, con mi olor en su cara, con mi calor sensual abrazándole. No pudo evitar perder su mirada entre mis piernas, dentro de la falda, y ver el final de mis medias y mis abiertos muslos desnudos ante él. Uno de los cordones se le escapó y tuvo que recuperarlo y volver a tensar, algo apurado (por qué sería?). Se retiró precipitadamente, algo congestionado, mientras Eduard sonreía ante mi.

Volví a alzarme, ahora enfundada en aquellas magníficas botas de un rojo oscuro, granate, y me sentí tremendamente poderosa. Añadían casi cinco centímetros a mi ya alta estatura y delineaban mis largas piernas a la perfección. El suave guante se había convertido en puro cuero que me abrazaba hasta medio muslo. Era la encarnación de una dominadora, bella, sexual, una pantera. "Veamos las otras" dije mientras me volvía a sentar y, con las piernas bien abiertas, desabrochaba una de ellas dejando mi faldita recogida en el asiento. Al alargar la pierna para sacar la bota la falda todavía se alzó más, dejando media nalga al desnudo. Lo mismo sucedió en el lado opuesto al sacar la segunda, y cuando el dependiente se arrodillo ante mi para colocarme la primera del segundo par ya no le cupo ninguna duda de mi desnudez y mi húmedo sexo ante él.

Su reacción fue nerviosa, se puso colorado, pero yo no cerré las piernas. Tras él, Eduard se masajeaba su entrepierna con descaro, dejándome ver su poderoso bulto. Estaba disfrutando de la función. De nuevo me alcé, mi falda cayó y tapó el extremo de las medias. Paseé con el segundo par, pero me dolían en las punteras y no me sentía cómoda, así que rápidamente volví a mi asiento. Me senté bien al fondo, con lo que para quitarme las botas tuve que adelantarme y mi corta faldita se arremangó sobre mis muslos volviendo a mostrar media nalga. Me calcé con mis zapatos de tacón y dejé las botas entre mis abiertas piernas.

El chico, todo tembloroso, se agachó para recogerlas mientras mi mano, a pocos centímetros de su cara, se perdía en la falda y veía cómo uno de mis dedos abría mis labios para empaparse con mis flujos. Se alzó bruscamente y procedió a guardar las botas en la caja. "Me quedo el primer par" dije displicente mientras sacaba los casi 250 eurazos que costaban (pero lo valían).

Al pagar acaricié su mano con la mía, empapándole con mis flujos y dejándole un poderoso recuerdo de nuestra compra. Eduard y yo salimos y todavía fuimos a buscar una falda, un bikini y una blusa. Tras ello (y con Eduard muy caliente pero algo molesto por estar tanto tiempo para sólo tan pocas cosas), fuimos a buscar su coche para que me acompañara a casa. Bajamos al parking donde tenía su coche y abrió el maletero, donde yo puse todas las bolsas. Pero al intentar alzarme noté cómo me presionaba desde atrás y su mano acarició mi cuello. No pude evitar sonreír.

Su otra mano alzó mi falda y acarició los contornos de mis desnudas nalgas. Noté su aliento en mi nuca y, seguidamente, suaves besos que caminaron por mi piel hasta mi oreja. Una vez allí la mano en mi cuello me presionó para alzarme mientras su lengua se internaba en mi oreja (él sabe que eso me produce descargas eléctricas en todo el cuerpo), y su otra mano exploró entre mis nalgas accediendo a mi húmedo chochito y abriendo mi ano. Yo, dejando las bolsas, dirigí mis manos a su entrepierna tras de mi y noté que ya estaba desabrochado, con lo que entré en contacto con su slip, que no fue barrera para mis ardientes manos, que liberaron rápidamente esa gran polla de Eduard.

Excitada yo también después de tantos paseos, insinuaciones, caricias y tocamientos, pasé a la acción y me giré para tomar su sexo entre mis manos y comerle la boca. Una de sus manos seguía en mi cuello, pero la otra acarició mis pechos y pellizcó suavemente un pezón (el muy cerdo sabe cómo excitarme). Me recosté en el abierto portamaletas y me subí la falda para que mi desnudo sexo entrara en contacto con su dura herramienta. La tomaba con las dos manos y me acariciaba mi sexo con ella, pese a sus intentos de penetrarme era yo quien lo dominaba y sólo le permitía acariciar mi sexo con el suyo.

Nos miramos retadores, a ver quién aguantaba más y acababa cediendo, mientras él pellizcaba mis pezones yo le torturaba con la punta de su sexo en la puerta de mi cueva, acariciándome de arriba a bajo sin dejarle penetrarme. Pero mi dulce Eduard no pudo más y tomándome de la cintura me giró y metió casi medio de mi cuerpo en el portamaletas alzando mi grupa y forzando mi ano con su sexo. A esas alturas mi ano estaba empapado, y yo acepté su penetración con placer (poco más podía hacer, ya que no tenía control sobre ello). Afiancé mis pies en el suelo y alcé un poco más mi grupa para facilitarle sus embestidas. Se notaba su acumulación de tanto tiempo erecto, de tanta excitación, de las dos horas de compras, de caricias y no tuvo ningún tipo de consideración. Me folló fuerte, con rápidas y profundas embestidas en mi ano, gimiendo mientras yo trataba de aguantar mis chillidos de placer.

Acerqué una mano a mi sexo cuando tenía el primer orgasmo anal y empecé a acariciarme, pero el no bajó su ritmo, lo incrementó si cabe, ahora no pensaba en nada, sólo en poseer esa puta caliente que lo había estado excitando todo el tiempo, y eso me encantaba. Sus embestidas me hacían perder pie, llegó a introducir tres cuartas partes de mi cuerpo en el portamaletas, caída mientras él gobernaba la sesión agarrándome de las caderas y manteniéndome casi en vilo mientras arremetía una y otra vez dentro de mi. Volví a llegar y hasta una tercera vez esperando su venida, que se produjo como una explosión. Inundó mi kulito con su leche y la pude notar llegar hasta mi estómago, me alzó hasta que mis pies no tocaron el suelo y entonces paró, se exprimió en mi, y me dejó caer.

Ese fue mi día de compras preparatorio del viaje ;-)

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