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Mi antiguo trabajo (7)

en Voyerismo

Mi antiguo trabajo (VII, el club después del parking)

El trayecto en coche no fue largo. Cuando hice ademán de limpiarme Don Julián me detuvo, insertó una mano entre mis piernas y procedió a extender su simiente entre mis muslos y ano. Yo me relamí el semen de mi jefe de la cara y me peiné mientras él no dejaba ni un rincón de mis intimidades sin su cremita. Don José detuvo el coche y aparcó. Rápidamente ellos dos se dispusieron a salir, pero entonces sonó mi voz "No olvidan nada, caballeros? Falta una pequeña comisión, creo que podría cifrarse en doce mil esta vez, no? Creo que los valgo". Don José me miró compungido, pero esta vez fue Don Julián quien sin decir nada sacó su talonario y, sobre el capó del coche, extendió un cheque a mi nombre por el importe que guardé en mi bolsito con una sonrisa.

El club era un local cerca de donde habíamos aparcado, al que nos dirigimos los tres abrazados. Sentía mis nalgas exploradas y mis pechos rozados, y eso que ya habían descargado los dos. Me sentía muy puta, pero a la vez muy excitada con esa exhibición. Mis muslos todavía mostraban la corrida de Don Julián, que empezaba a secarse, pero me hacía sentir tan puta que hasta me gustaba.

Ellos ya conocían el local, un lugar lleno de señoritas que al verlos los saludaron con excitantes sonrisas, que se frenaron en seco al verme a mi. Ellos se dirigieron a la mujer mayor y se pusieron a charlar con ella. "Sírvenos una copa, que ella se limpie y luego iremos a la sala del fondo, ok?" Yo, obediente, busqué los aseos con la mirada, pero la mujer me indicó la sala del fondo y me acompañó, mientras vi cómo se les acercaban las muchachas.

La "sala del fondo" era una oscura habitación con un escenario redondo acolchado y una barra central, rodeado de sillones de un rojo intenso y oliendo a un perfume dulce demasiado intenso para mi gusto. Ella abrió una puerta corredera y me mostró un jacuzzi con todo tipo de jabones y juguetitos eróticos. Encendió las luces (muy fuertes y brillantes) y el jacuzzi empezó a burbujear. "Mira cariño, aquí tienes, disfruta y relájate un rato, que Julián no te dejará luego" rió.

Examiné todo aquello, como mínimo parecía limpio, así que me relajé y me limpié a fondo preparándome para una sesión de sexo completo ;-). Me cubrí de crema hidratante (con un olor demasiado fuerte para mi gusto) y encontré un tanga de plástico negro y unos curiosos sujetadores de piel que dejaban al descubierto mis pezones y me los puse. Cuando terminaba de mirarme al espejo oí cómo abrían la puerta de la "sala del fondo", me pregunté si me habrían estado espiando, pero no, porque entraron charlando con una de las chicas.

Era una negraza de largas piernas y un cuerpo de revista. Sus nalgas sobresalían en un precioso culito brasileño que quedaba al aire al llevar una minifalda que más parecía un cinturón ancho que una faldita. Tenía dos tremendas tetazas que rivalizarían con las mías, pero su piel morena contrastaba con unos carnosos labios rojos y un pelo rizado, negro. Debía medir casi metro noventa, con lo que Don Julián parecía un enanito de Blancanieves a su lado.

Yo salí de la zona del jacuzzi y me acerqué a ellos. Al verme vestida con el tanga de plástico negro encajado en mi vulva, que delineaba los labios de mi sexo, junto con el sujetador de piel que dejaba mis erectos pezones al aire comprendí que les tenía en el bote. Me presentaron a María, que es como se llamaba la negra y me dijeron que pidiera algo en la barra.

Salí a la entrada del local y la mujer que antes me atendiera me miró con aprobación. "El día que quieras te vienes a trabajar aquí, sonrió", sabiendo que me halagaba, pues no soy una profesional. Me llevé mi refresco (nada de alcohol, no quería dormirme ;-)) a la sala, pero me tomaron del brazo y me giré. Un tipo de la barra (claramente un obrero de la construcción) me miraba con ojos de deseo mientras me decía si no le haría compañía. Vi que la mujer se acercaba, pero le sonreí para frenarla: "Cariño, no creo que tu abultada cartera se lo pudiera permitir, estoy en una fiesta privada", le dije mientras le dejaba que paseara sus dedos por el tanga de plástico que no ocultaba su tacto en mi coñito. "Seguro? Por ti estaría dispuesto a pagar doble tarifa". La mujer sonrió conmigo, yo me recosté en la barra , poniendo mis pechos ante su mirada y abriendo las piernas facilitándole el manoseo. "Amor, sólo lo que estás haciendo ahorita mismo ya no lo cubre tu nómina, pero tranquilo, esta vez es regalo de la casa, empieza a ahorrar si algún día me quieres sólo para ti, ella te informará de las tarifas, pero superan los cuatro dígitos, en euros". Le dije muy bajito y sensual en su oreja mientras le apretaba los pechos en su hombro.

Volví a la sala ante la asustada mirada del "cliente" y la sonrisa socarrona de la mujer, que se le acercó, supongo que a ofrecerle servicios más asequibles para él. Al entrar en la sala les vi a los dos acomodados en los sofás con María en medio. Don José le comía las tetas mientras Don Julián le acariciaba su chochito. Ella tenía las manos en sus respectivos bultos, pero nadie se había quitado nada de ropa. "Anda, pon música y bailad un poco" dijo Don Julián. Mientras yo dejaba mi bebida en una mesita (mostrando mis nalgas a los dos hombres), María se levantó y se dirigió a unos controles al lado del aire condicionado. Empezaron a sonar suaves ritmos brasileños y María empezó a contonearse sobre el escenario.

Yo les miré, y ante su asentimiento también alcé mi pierna y me encaramé sobre el escenario muy sensual. Me apropié de la barra y empecé a bailar con María al lado. Pronto me olvidé de los espectadores para moverme sensualmente con María. Su negra piel café era muy sensual y me excitaba, quería comprobar su tacto, pero ambas nos lo evitábamos, buscándonos y separándonos. Nuestras miradas se clavaron la una en la otra, usábamos la barra como separación, pero nuestras bocas buscaban la piel de la otra, nuestras manos la caricia, nuestros pechos el roce, mientras nos curvábamos y contoneábamos acariciándonos sin tocarnos. Su mirada adquirió el brillo del deseo, como supongo que le pasó a la mía, pero fue ella la que primero cedió y pasó su brazo por mi cintura atrapándome contra ella mientras una de sus largas piernas me enlazaba por detrás. Plantó su cara a escasos milímetros de la mía y nos miramos desafiantes. Entonces me comió la boca con pasión mientras yo trataba de morder sus carnosos y gruesos labios color sangre.

Ahora nos devoramos, había desaparecido el mundo a nuestro alrededor y sólo buscábamos devorarnos la una a la otra, excitar a la otra hasta sacarla de sus casillas. Nos acariciábamos y besábamos como si nos fuera la vida en ello, excitándonos mientras excitábamos a la otra. Me llenó una sensualidad que empezó a crecer por dentro y a desbordar excitación, cuando ella dejó resbalar sus labios por mis pechos tuve que tomar su cabeza entre mis manos y apretarla contra mis pezones para que, con una mordida suave, me diera placer en los pezones. No quería que se notara mi deseo, pero la retuve para incrementar mi placer. Ella, viéndome al borde del orgasmo, continuó deslizándose como una serpiente sin dejar de mantener el contacto entre sus labios y mi piel.

Caí rendida cuando llegó a mi ombligo, caí sobre mis rodillas y ella se movió sobre mi para dejarme parte de su piel a mi alcance. Yo besaba sus piernas y subía con mi lengua sobre ese tacto satinado de su piel morena. La llenaba con mi saliva y la veía brillar mientras ella recorría el contorno interior de mis muslos con su ávida y caliente lengua. Yo llegué a la altura de sus nalgas y besé y mordí y succioné con ansia aquellas duras carnes y fui abriendo sus delicados pliegues hasta topar con su tanga. Mordí, estiré su empapado tanga y éste cedió y (con ayuda de María, que no pudo esperar) se desplazó hasta medio muslo mostrándome ante mi su prieto hoyito (de un tono rosado delicioso) y su babeante vulva.

Mientras ella apartaba mi tanga yo me abalancé sobre su entrepierna y empecé a lamer y tragar sus flujos con deleite. Ella se estremeció ante mi envite y la noté curvarse ante mis caricias, sus piernas se tensaron, pero yo no dejé mi presa y hundí mi lengua en su colorado ano. Ella gritó y se estremeció de placer con un orgasmo salvaje mientras introducía dos dedos en mi conchita, se envaró y luego se relajó sobre mi. Sólo entonces, cuando su cuerpo me aprisionó y noté cómo se relajaba, miré a los sofás para descubrir a Don José y Don Julián con los ojos como platos mirándonos.

Parecería que no habían reaccionado con el espectáculo, pero sus abultadas entrepiernas demostraban lo contrario. Cuánto llevarían con sus copas en la mano mirándonos sin decir palabra? No lo sé, porque aunque hubieran comentado algo no lo habría oído, concentrada como estaba en el placer de María.

Se rompió el encanto del momento, pues María se había relajado y yo estaba mirándoles. Una sonrisa afloró en sus caras después de una profunda exhalación de admiración. "Jodeeerrr…" sólo atinó a decir Don Julián. Ellos esperaban un baile en la barra, pero les habíamos dado un espectáculo lésbico de dos panteras devorándose.

Apartando a María me alcé como pude y me acerqué a ellos. "Mmmmm…, creo que mis amiguitos ya están preparados para una segunda sesión", dije mientras desabrochaba sus cinturones y abría las dos cremalleras y les liberaba las pollas. María nos miraba sonriendo desde el escenario, ya sin tanga, pero todavía con la microfalda. Yo tomé las dos rígidas trancas y procedí a chuparlas alternativamente, mientras ella alzaba una de sus largas piernas y se acariciaba suavemente mientras nos miraba y sonreía (yo la veía por los espejos).

Me alcé y les puse en pie, con lo que sus pantalones se deslizaros hasta los tobillos y procedieron a sacárselos (realmente tenían una pinta muy cómica, con corbata y sin pantalones). La gruesa barriga de Don Julián se mostraba en toda plenitud, pero su dura estaca emergía bajo ella desafiante. Les agarré de las vergas y les llevé hacia el escenario. No les hizo gracia, pero me siguieron, les hice subir pero les tumbé sobre el escenario con María en medio de los dos. Entonces me tumbé transversal sobre ellos y empecé a mamar a Don Julián mientras encajaba la de Don José entre mis nalgas dándole un sobeteo sin llegar a la penetración. Cuando los dos volvieron a estar bien calientes, pero sin llegar a correrse (no quería que luego no pudieran cumplir). Entonces me alcé y alcé a María.

"Os gusta lo que veis?" dije mientras acariciaba a María y con el pie les acariciaba sus pollas duras a punto de explotar. "O preferís mi prieto kulito?" dije mientras les mostraba mi grupa y abría mis cachetes para darles un primer plano de lo que seguro habían deseado desde hace tanto. "María, prepara mi kulito para Don Julián" le ordené mientras le bajaba la cabeza y la ensartaba entre mis piernas abriendo el ojete para que me lamiera. Ellos dos, en el suelo, tenían un perfecto primer plano de la lengua de María entrando en mi ano y succionando. La lengua fue sustituida por dos de sus largos y delicados dedos. Por suerte ella sabía manejarlos para que sus uñas no me rasgaran y mi ojete fue dilatándose. Vi cómo Don José acariciaba la grupa de María sin dejar de vigilar sus operaciones sobre mi ano.

Rápidamente fueron tres los dedos que ya forzaban mi kulito y noté como ya estaba preparada para la penetración, así que me retiré y me puse de cuclillas sobre la prominente barriga de Don Julián. Apunté su gruesa verga en mi ano y me dediqué a morderle las tetillas ante su mirada alucinada y su respiración acelerada. Fui empalándome poco a poco y al llegar al fondo empecé a besarle la oreja y meterle la lengua en ella para proceder a cabalgarlo salvajemente.

Don José estaba ensartando a María, pero su mirada estaba clavada en mi ojete y la verga de Don Julián entrando y saliendo de mi ano, sentí que también el me estaba poseyendo en ese momento.

Don Julián aceleró todavía más su respiración (hasta llegué a pensar que tal vez le estaba exigiendo demasiado, pese a que el ni tenía que moverse), y yo seguí acariciándole, pellizcando sus tetillas, frotando mis pechos contra él, cabalgándolo y metiéndole la lengua en la oreja. Don José dejó a María y se vino hacia mi, con lo que tomé su polla en mi mano y la tragué frente a Don Julián. En ese momento la vista de uno era mi boca tragándome su verga mientras le acariciaba los huevos y la del otro era mis tetas bamboleándose frente a el mientras hacía una mamada y sentía cómo lo cabalgaba.

La cosa no podía durar mucho, y no lo hizo, Don Julián empezó a estremecerse y noté cómo su polla se inflaba al derramarse dentro de mi, noté sus poderosas descargas y cómo me llenaba hasta el estómago con su leche mientras yo me estremecía y mi ano empezaba a contraerse en espasmos de placer que, a su vez, ayudaban a exprimir su polla. No pude más, me estremecí en un tremendo orgasmo anal y grité como una posesa, liberando las ganas de placer que tenía acumuladas dentro. Pero mis gritos fueron ahogados por la descarga de Don José que me acertó con dos chorros en la boca y el resto se perdieron en mi cara y mi pelo. Rápidamente le tomé la polla con la mano y la comí para limpiársela, succionando cada gota de su simiente.

Entonces, todavía con la polla de Don Julián en mi culito, procedí a tomar la simiente del otro entre mis dedos y a ir degustándola con vicio. María se apropió de mis pechos y sorbió la leche que allí me goteaba, con lo que Don Julián tenía un primer plano de la negrita sorbiéndome los pechos. Pero su pollita, lejos de volver a endurecerse, fue quedando fláccida hasta que, solita, resbaló de mi interior. Por su parte, Don José se derrumbó en el escenario y… y sólo me supo mal por María, que debía quedarse excitada y sin su orgasmo, porque yo también me relajé y me tumbé.

Pero entonces vino la sorpresa de la noche. María, lejos de parar y tumbarse, siguió recorriendo mi anatomía con sus labios hasta llegar a mi ano y succionar el semen de Don Julián. Yo alcé una de mis piernas para darle mejor acceso y ella orientó su coñito a mi boca, con lo que tanto Don Julián como Don José tuvieron un nuevo espectáculo de la negrita sorbiendo la leche de mi ano ante sus caras hasta que se estremeció también ella en un gran orgasmo debido a mis caricias y penetraciones en su chochito.

Ahora sí, los cuatro relajados, pudimos darnos una limpieza general en el jacuzzi y acabar una memorable noche.

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