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Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (y parte 5

en Voyerismo

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (y parte 5)

Él sólo supo asentir mientras yo le comía el lóbulo de la oreja y seguía con mi juego. “Y no te excita eso? No te gustaría penetrarme aquí delante de todos? No te gustaría que me colgara de verdad de tu cuello, te rodeara la cintura con mis piernas y me ensartara en ti y empezara a gemir y gritar delante de todos? No quieres poseerme aquí y ahora? Estoy chorreando y muriéndome por tenerte, no me he corrido y necesito tu sexo ya…” dije mientras mi lengua entraba en su oreja.

Se asustó, se asustó tanto que me apartó. Su mirada era cómica, deseo pero miedo, miedo de mis instintos y deseos. Oh, qué dulce! Mi risa rompió el momento. “Tonto!” le dije mientras le besaba la mejilla y me apretaba contra él con mi mano escondida entre los dos atrapando aquella tranca que volvía estar a punto de estallar. Bendita juventud! Coincidió con la entrada del tren en la estación, así que nos acercamos para buscar la puerta más próxima.

Una pequeña aglomeración seguía a las puertas hasta que se pararon. Nos acercamos y hubo roces. El sobrinito me tomaba de la cintura y me ayudaba a pasar entre la aglomeración, pero eso no evitaba alguna mano curiosa, así que yo me retrasé y le tomé por detrás de la cintura, quedando bien expuesta mientras se abría la puerta del vagón.

Noté el dorso de una mano en mi nalga derecha, mientras alguien se apretaba contra la otra. Yo me apreté contra el sobrinito, pero cuando empezó a pasar quedé un poco retrasada y nos separaron. Los que salían hicieron presión y nos distanciamos un poco más, pero finalmente cupimos todos dentro. Yo traté de acercarme a él, pero finalmente hice un gesto de impotencia y me quedé rezagada justo ante la fila de asientos, todavía en la plataforma de entrada, mientras él se situaba en la otra plataforma central del vagón. Nos veíamos, pero estábamos separados.

Yo le saqué la lengua y reí, él rio. Mi sonrisa se congeló al notar una mano en mi cadera. Se quedó allí reposando, yo me quedé quieta, congelada, pero sonreí buscando a su propietario en el reflejo del cristal del vagón. La mano se deslizó un poco hacia abajo, acariciando mi nalga. Lo localicé en el cristal, también él miraba mi reflejo. Le sonreí y él a mi. Era un cuarentón largo, afeitado y con traje, no estaba mal. Su mano entró en contacto con la piel de mis muslos. Yo aparté mi mirada sonriente, otro hombre nos miraba sonriente. Su mirada huyó de mi y se debió centrar en mi cadera o en la mano que se infiltraba bajo la falda, porque me volvió a mirar sorprendido.

Yo le repuse con una sonrisa y abriendo mucho los ojos, como sorprendida y cohibida. Estaba justo a mi lado y podía ver cómo la mano subía dentro de mi corta falda, hasta veía cómo se alzaba la falda a su paso y cómo yo me giraba para darle perfecto alcance entre mis nalgas. Giro que me hizo llevar mi mano cerca de la de nuestro observador. Solté un pequeño “Oh” cuando dos dedos me alcanzaron por detrás mi rezumante sexo y me eché para adelante sacando más mi pompis, lo que me hizo apoyarme en el observador. Gemí suavemente en su pecho, sonido que sólo él podría oír. Su mano tomó la mía y la llevó a su entrepierna. Encontré su bulto y lo delineé con mis dedos. Busqué la cremallera y la deslicé hacia abajo mientras le miraba (des de abajo) a los ojos con mi boquita formando una sorprendida y deliciosa “Oh!”.

Mi mano no tardó en liberar esa tranca y proceder a recorrerla arriba y abajo mientras por detrás seguían explorando mis intimidades. En esos momentos otros hombres estaban percatándose de lo que sucedía y formaron un prieto círculo a mi alrededor. Me giré un poco, dificultando ligeramente al que me estaba penetrando por detrás, pero facilitándole a un nuevo extraño el acceder a mis grandes pechos.

Tenía otro cuarentón alto delante sobándome discretamente los pechos bajo el top, el de detrás, al de al lado le tenía yo la tranca en la mano y en el lado opuesto… miré y vi al sobrinito sorprendido cerrando el círculo. Rápidamente le besé y liberé su pene por encima de los shorts sin ni siquiera desabrochárselos. Sacudía dos trancas mientras me penetraban forzadamente por detrás. Liberé mi culo incorporándome ligeramente y tomé la tranca del sobrinito encajándola en mi sexo. No le dejé penetrarme, le sacudía la tranca por mi raja arriba y abajo, empapándolo con mis fluidos. Le forzaba el sexo tratando de doblarlo para acariciarme y obtener mi placer, no le dejaba penetrar, sólo acariciarme arriba y abajo, mientras mi otra mano sacudía con fuerza al otro y el de detrás se contentaba con estrujar mis nalgas.

El de delante empezó a comerme los pechos, lo que lo hizo demasiado descarado y le rechacé. Lo aceptó y continuó disimulado tratando de que le cogiera la verga, pero no podía. El de al lado explotó cuando lo hizo también el sobrinito, pero por suerte esta vez no fueron ríos de leche, sino sólo dos potentes chorros que se estrellaron en mi vientre y contra mi muslo.

Aproveché que ya llegábamos a nuestra parada para dejarlos con la verga fuera y dirigirme a la puerta de salida. El sobrinito me siguió y salió del vagón todavía alzándose la cremallera ;-) Ni le miré, tomé las escaleras mecánicas y me preocupé de saber que estaba detrás de mi antes de inclinarme y mostrarle mi sexo rezumante y mi rosado y abierto ano por las manipulaciones del vagón. Me alcé al final de la escalera y me dirigí rápida hacia la salida. Él me seguía y me llamaba, pero no quería esperarlo, quería que me siguiera a paso vivo. Alcancé el portal, abrí y entré, él detrás de mi, casi corriendo a mi alcance. Reí mientras subía los escalones de dos en dos. Él también rio tratando de alcanzarme con la mirada puesta en mis expuestas nalgas, supongo. Me alcanzó cuando trataba de abrir la puerta, me tomó por las caderas y me atrajo hacia él sin miramientos, mis nalgas entraron en contacto con su duro sexo, pero ahí se congeló todo.

“Hola” dijo Raúl en el rellano. Os he oído venir. Le sonreí y acabé de abrir la puerta. El pobre jovencito congelado de vergüenza. “Pasad”, les dije a los dos “Estábamos viniendo de matricularle en la academia” dije mientras dejaba las llaves en la mesita junto con el bolsito. Oí cómo pasaban detrás de mí mientras yo dejaba el móvil en la mesa del salón. Allí me giré, atrapé al sobrinito de la mano y le atraje hacia mí mientras le comía la boca y le acariciaba la entrepierna.

De un rápido gesto me saqué el top liberando mis pechos. “Este es Raúl, un vecino” dije entre besos mientras me deshacía de la falda y desabrochaba sus shorts. Su peen erecto estaba rígido como un palo, pero él era incapaz de articular palabra. “Tómame” le requerí mientras me apoyaba sentaba sobre la mesa y mis piernas se cerraban sobre su cintura encajándome en él. Raúl se sentó confortablemente en el sofá mientras yo le miraba sonriente con ojos vacíos, sólo atenta a mi placer. Empecé a sacudirme como una serpiente sobre él, que no pudo evitar reaccionar y clavarme una y otra vez con furia, como castigándome por todo el sufrimiento que le estaba obligando a vivir. Nos olvidamos de todo mientras follábamos como animales sobre la mesa del salón desparramando las cuatro cosas que habían encima. Yo chillaba como una posesa librándome del placer retenido durante toda la tarde. Me sacudía sintiendo ese sexo penetrándome una y otra vez.

Me dejé llevar, mi espalda cayó sobre la mesa y mis brazos se abrieron sacudiéndose de un lado a otro bajo la fuerza de las embestidas del adolescente. Me clavaba duro, castigándome, retirándose una y otra vez hasta la punta y clavándome de nuevo hasta el fondo, yo no tenía que hacer nada, él me manejaba como una muñeca, y cómo me manejaba. Hasta me alzaba de la mesa y me sacudía sobre ella sin bajar el ritmo. Mis espasmos empezaron por los pies anudados en su cintura, mis pantorrillas se sacudieron, mis muslos temblaron y mis caderas se contrajeron presionando ese sexo en el mío, mi abdomen se arqueó en una secuencia de sacudidas abdominales y él consiguió aferrar mis pechos en el momento preciso para notar mi calambre y cómo se sacudían mis hombros hasta que la sensación me llegó a la raíz de mis cabellos.

No paró de taladrarme y la secuencia se repitió una, dos y tres veces. Ahora ya no me tomaba de las caderas, ahora aferraba mis pechos y pellizcaba mis pezones mientras yo me sacudía por cuarta y quinta vez hasta que me dejé caer, relajada, saciada, pero satisfecha de seguir notando ese constante, rítmico y profundo bombeo que acabó con una tremenda embestida y el correspondiente derrame de su ofrenda que me llenó por completo.

Con un profundo quejido su cadera me presionó alcanzando ese dulce momento de quietud y relajándose posteriormente. Mis músculos vaginales le exprimieron de placer mientras resbalábamos el uno sobre el otro. Me cubrió de besos mientras normalizábamos nuestras respiraciones. Esperamos un momento, dulce momento de satisfacción tras el (o los) orgasmos, tras lo que me incorporé y sonreí a Raúl: “Perdona, era una urgencia” sus dos deditos ya habían limpiado con papel su pollita y me devolvió la sonrisa: “Ya veo”.

Me deshice de mi amante y fui al baño a por una ducha. Al salir el sobrinito estaba callado en un rincón de la habitación y Raúl seguía en el sofá. Yo terminé de secarme con la toalla, desnuda, mientras le contaba a Raúl mis travesuras de la tarde. Estaba en el trozo de los viejitos cuando acabé del cabello y me dirigí a la terraza a colgar la toalla. Seguí des de allí contándole, mientras el sobrinito venía a la terraza y se alarmaba de mi desnudez, interrumpiéndome. “Tonto, si no pasa nada, déjame darles una alegría” dije mientras miraba si había alguien que me viera. Por desgracia no había nadie, así que volví a entrar y seguí con mi relato.

Le seguí relatando cómo los viejitos me penetraban con sus dedotes y yo me dejaba y la expresión de alarma del jovencito cuando se dio cuenta. Yo, de pie ante Raúl, sentado, dejaba deslizar un dedo por mi sexo abriendo los labios menores mientras recordaba la experiencia. “Si hubieses visto tu cara” le dije mientras me giraba para reírme de él. “Creo que no te creías lo que estabas viendo, verdad?” le dije mientras me acercaba a él y le acariciaba la polla por sobre los shorts. “Uy, esto está empapado, como lo vea tu tía te mata, déjamelo” dije mientras se los desabrochaba y se los quitaba. Su polla morcillona se marcaba bajo los calzoncillos y él trataba de mostrarse natural pese a que la situación lo incomodaba mucho.

Vacié los bolsillos y retiré el cinturón dejándolo todo sobre la mesa y continué conversando des de el lavabo mientras lavaba los shorts en la pica. “Pero en conjunto te ha gustado, no?”. Se hizo un silencio de circunstancias. “Bueno, como mínimo, tu pollita dice que sí, y te has corrido a gusto unas cuantas veces, no?”. Esta vez se oyó un tímido “Sí” de respuesta. Yo estrujé los shorts secándolos y tomé el secador de pelo. El sobrinito se acercó a mi y me acariciaba mientras yo trataba de secar los shorts. Sus manos recorrían mis nalgas y pechos mientras me besaba el cuello, yo notaba el bulto de sus calzoncillos creciendo contra mis nalgas.

Acabé y paré el ruidoso secador con lo que retomé mi relato a Raúl con la experiencia del metro de vuelta mientras colgaba los shorts en el tendedero. El sobrinito no se despegaba de mí, así que, una vez los shorts colgados, le besé tiernamente mientras me restregaba contra él. Le tomé el sexo, lo saqué de sus calzoncillos y lo usé como agarradera para que me siguiera hacia el salón.

“15 añitos deliciosos, no crees?” le dije a Raúl mientras le mostraba el otra vez enhiesto sexo. “No me denunciarás, verdad?” les dije a ambos. Sacudía el joven miembro pero éste no recuperaba su rigidez. Continué la conversación mientras me ponía a cuclillas y restregaba el sexo sobre mis pechos, aureolas, pezones, le daba besitos y lo acariciaba arriba y abajo. Miré a los ojos al sobrinito, traviesa, sabiendo que estaba ya exprimido muchas veces, pero deseosa de acabar de agotarlo. Él me miraba con ojos vidriosos, yo le chupaba el glande y le hacía recorrer mis pechos, lo ponía en medio y lo masturbaba con ellos chupando la puntita cuando quedaba a mi alcance hasta que empezó a palpitar y derramó sólo unas gotas en mi boca. Lo limpié con satisfacción y me fui a estirar al lado de Raúl dejando al sobrinito en pie, con los calzoncillos en los tobillos y la camiseta puesta en medio del salón.

“Venga, desnúdate, haznos un striptease”, le sugerí mientras mi mano acariciaba la entrepierna de Raúl. También a él le liberé el sexo y le di besos. Me puse a cuatro patas sobre el sofá mostrando mis nalgas abiertas al joven mientras mi cabeza se perdía entre las piernas de Raúl que cerraba los ojos y se relajaba dejándome hacer. Sabía que no valía de nada resistirse.

Entonces el sobrinito empezó a llorar y a llamarme puta, primero bajito, quedo, suave, pero luego fue tomando fuerza y lo repitió cada vez más alto. Yo le ignoraba intencionadamente. Raúl ya había derramado sus dos gotitas de costumbre en la segunda paja pero yo seguí lamiéndolo y limpiándolo con las nalgas en alto ignorando los insultos, que pasaron a perra, puta, cerda…

Pero no tardé en notar algo rígido contra mis nalgas, cómo me forzaba el ano con violencia, su sexo se doblaba, pero no tardó en tomar rigidez. Yo no me moví de sobre Raúl, sin aplastarlo, afiancé mis brazos sobre el reposabrazos del sofá y apoyé mi cabeza en él, sometiéndome al castigo del frustrado joven. Un duro castigo, debo decir, suerte que me había preparado en la ducha y todavía estaba algo dilatada y húmeda, porque no hubo compasión por su parte. En cuanto consiguió pasar la cabezota de su miembro por mi escroto empezó una rápida y tremenda taladrada mientras su miembro seguía creciendo dentro de mí.

Mordí el brazo del sillón para no gritar, no gritar de placer. El ritmo era bárbaro, y noté cómo me penetraba hasta el fondo de todo en sólo tres embestidas. Retiraba el miembro completamente, obligando en cada embestida a dilatar mi ano con el paso de su cabezota y volviendo a forzar su entrada una y otra vez. Mi culo se abría más y más con las embestidas y me parecía que me forzaba hasta mi matriz una y otra vez. Estuvo así una eternidad, le costaba llegar, pero su frustración y sus ganas de castigarme podían más y alargaba esa perfecta tortura mezclada de deseo. Raúl, impertérrito, trataba de apartarme los cabellos mientras mis pechos lo rozaban arriba y abajo al ritmo de las embestidas.

Acomodó su entrepierna a mis pechos y creo que le hice una tercera paja con ellos sin darme cuenta, pero ya llevaba un rato relajado cuando me sobrevino mi primer orgasmo anal. Me flaquearon las piernas y se me contrajo el esfínter aprisionando al nene en mí, lo que le cabreó y retomó con renovadas fuerzas el castigo. La contracción sobre su polla le hizo alcanzar un nuevo nivel de excitación y deseo y noté cómo aumentaba su rigidez y dureza. La sacaba y metía con más violencia, forzando expresamente mis contracciones con su cabezota, buscando precisamente las contracciones para violarme y someterme.

No sé cuánto duró eso, pero a partir de ese momento no pude pararlo y los espasmos anales se repitieron hasta que al fin una de sus embestidas fue la postrera, me clavó con nueva fuerza y me encajó manteniéndome fuertemente agarrada por las caderas vaciándose dentro de mí. Esta vez poco esperma hubo, no sentí mi estómago lleno, pero al relajarse mi ano presionó robándole toda la simiente.

Los tres estábamos sudorosos, agotados físicamente, pero con una profunda relajación interior. Oí cómo el niño se retiraba, llorando, se vestía y salía de mi casa para no volver.

Espero que os haya gustado, ya me contaréis por mail. Besos perversos a tod@s,

Sandra

PD: Perdonad el retraso, pero de nuevo me ha venido un aluvión de trabajo y no tengo tiempo para nada (y el buen tiempo me lleva ha hacer otras cosas que chequear el mail o escribir). Besos perversos a tod@s, y os prometo que pronto me pondré al día con los mails.

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