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Excitando 2

en Voyerismo

Llevo mucho tiempo sin escribir, el trabajo y todo eso… pero bueno, parece que ahora, al fin! En julio se ha relajado un poco el trabajo, y aunque tenemos el cierre antes de agosto (como si en verano se acabara el mundo!), al fin puedo dedicar un pokito de tiempo a esto.

Lo cierto es que debo robar ratos al día para poder escribir, y ahora que en Barcelona hace tan buen tiempo, ahora que las noches son el momento para salir a tomar algo y relajarse.. Francamente, tengo otras cosas en la cabeza. Pero también quiero tener un momento para mi y para todos aquellos que me leen acariciándose y dándome el fruto de su excitación ;-)

Me encanta cuando me escriben diciendo que les ha gustado mi relato o… hasta cosas más explícitas ;-) Que han regado con su lechita mis fotos o que sólo de leerme se les ha puesto gorda, dura y han tenido que masturbarse. También alguna chica, pero la mayoría sois hombres.

Como os decía, ahora es época de mucho calor en Barcelona, las horas de oficina mejor estar con el aire acondicionado ;-) Pero las tardes y noches son espectaculares. Terracitas, playita… Personalmente prefiero las playas de la Costa Brava, con arena de piedrecitas pequeñas que se limpia fácilmente y donde poder nadar, pero no le hago ascos a la playa urbana de Barcelona, donde poder ir después de la oficina, en metro, con toalla y poco más y darte un refrescante baño ;-) Naturalmente, ya estoy doradita por el sol (yo no consigo un moreno negro, mi piel queda dorada y preciosa, pero no negra) y eso resalta todavía más la belleza de mis largas piernas.

Por suerte, además, estos días se relajan todos y la vestimenta no tiene que ser formal, con el calor voy con minifaldas o shorts pequeñitos, blusas holgadas o camisetas ligeras, pero eso sí, no me gustan las zapatillas (por cómodas que sean) y prefiero los zapatos de tacón o las plataformas estilizadas (no esas tan bastas).

Así que… no puedo negarlo, soy la alegría de la oficina ;-). Tenemos un vigilante jurado en la puerta de la oficina ("segurata", los llaman aquí despectivamente), que es muy desagradable, gordito seboso y con una mirada de loko que da un poko de miedo, pero que me da unas repasadas cuando me ve que noto cómo me desnuda con la mirada, hasta podría jurar que noto cómo sus ojos acarician mis nalgas o chochito.

Mi mesa queda enfrente de la entrada, así que él tiene una visión directa de mi puesto de trabajo si no cierro la puerta de comunicación, que normalmente no se cierra, pues da a la sala de comerciales y al despacho de mi jefe. Así que… más de una vez le he podido ver cómo centraba su atención en mi en vez de sobre la puerta de entrada ;-) Y alguna que otra he cruzado las piernas en mi mesa o agachado a recoger algo del suelo o… dándole una buena vista de mis atributos ;-) El pobre se acaricia sobre los pantalones de uniforme y suda como un cerdo ;-) Mostrándome cómo se incrementa la presión en su entrepierna y el tamaño que le alcanza. Yo sólo sonrío y hago que sigo mi trabajo, me gusta sentirme deseada, pero ese cerdo seboso nunca me tendrá ;-).

También los comerciales me acosan invitándome a comer… y algo más también, pero después de mis experiencias en el antiguo trabajo, no les doy pie a más. Sólo alguna visión de mi escote, de mis prietas nalgas, sonrisas y poco más.

No, es cuando estoy fuera de la oficina cuando dejo salir mi sexualidad y mis instintos más… traviesos. Y ahora, con el calor, la sensualidad y la sexualidad están a flor de piel. Ya no es sólo haber ganado el mundial (aunque aquí, muchos catalanes dicen que ellos no jugaban el mundial), es la sensación electrizante de ver cuerpos casi descubiertos, las redondeces a la vista, los sexos envarados de los hombres bajo sus finos pantalones, los roces casuales (o no tan casuales)…

Ayer, martes, después del trabajo, salí como cada día a tomar el metro. Sobre las seis de la tarde, el centro lleno de turistas y algunos de las oficinas. El ambiente está más relajado, porque hay miles de turistas que van sólo paseando, de una visita a la siguiente, sin prisas o haciendo tiempo para cenar. Yo voy con mi bolsito, unos shorts de tela fina muy ligera de un amarillo pálido que resalta mi piel dorada. Una camiseta fina y zapatos de tacón (sólo cuatro centímetros). Voy pensando en llegar a casa y darme una ducha, tomar un refresco, relajarme… Es martes y no pienso en nada más (de verdad, qué os pensáis!). Después de tantas horas en el ordenador y al teléfono, sólo quiero llegar a casa y descansar. Pero hace calor y el metro tarda un poko. Llega y dejamos salir antes de entrar (esto no es Japón). Hay gente, pero tampoco es hora punta, aunque no hay más que un asiento libre al fondo. Me quedo de pie, sujetándome en una de las barras para sostenerme. No hay aglomeración, pero sí noto algún que otro roce.

Os prometo que no pensaba en nada! Pero roce va, roce viene, y por el reflejo de la ventana veo un tipo algo mayor detrás de mí que es el causante ;-) Calor, incomodidad… pero también un estremecimiento que me recorre por dentro. El roce se convierte en un contacto permanente, debe ser el dorso de su mano sobre mi nalga, justo en el límite del short en la nalga, que deja al descubierto el fin de la redondez de mi nalga. Ahí noto su mano posada sobre mis carnes, ya no es un roce, es el contacto. En la siguiente parada se mantiene el contacto (yo no me giro, no me muevo) y el aprovecha para repegarse un poco más, como si lo necesitara! Apenas han subido dos personas! Ahora el contacto ya es mayor, yo no me muevo, no hago ningún gesto de aceptación ni de negación, pero el sí aprovecha para rozar su mano en mi nalga, la acaricia con el dorso notando la dureza de mis redondeces. Sigo sin moverme, claro signo de aceptación? Lo cierto es que la situación me está excitando. Venga, atrévete! Me digo. Giro un poko mi kulito, sólo para mantener las apariencias, pese a lo que su mano queda (casualmente) entre mis cachetes. Estamos llegando a mi parada ya (han pasado unas cuantas), su mano está caliente y le veo apurado por la ventana. Desea mi kulito, lo nota caliente y duro y seguro desearía partírmelo. Su mano ya ha explorado bien las nalgas y mi raja. Así que me giro y aprovecho para, accidentalmente, repegar las nalgas y notar la dureza de su vientre justo antes de bajarme y desaparecer para siempre de su vida.

El tipo consiguió calentarme. Llego a casa y es cerrar la puerta y quitarme zapatos, blusa, short y tanga. Desnuda, dejando la ropa en la mesa voy a la ducha. Pongo el agua suavemente templada (fría del todo no me gusta) y me acuesto en la bañera mientras abro las piernas y me acaricio con ternura. Mis labios se abren deseosos y noto mis densos flujos al abrir los labios mayores. Suavemente me acaricio y los inflamados labios mayores revelan los menores que besan mis dedos. Pese al agua mis flujos, densos, calientes, atrapan mis dedos y los lubrifican para penetrar en mi. Ahora el deseo ya no es suave, ahora es violento, exigente, tres dedos inundan mi cavidad, me penetro con violencia y algo de dureza, ahora quiero sentirme llena. Tomo un botecito de champú de tapón redondo y me lo inserto mientras mis dedos recorren mis nalgas abriéndolas, recorriendo el arito de mi ano para intensificar el placer. Inserto un dedo en mi ano mientras con la otra mano me penetro con el champú fuerte y rápido hasta explotar. Mi coñito se estremece sobre el champú y mi ano atrapa mi dedito en su interior. Entonces me relajo y disfruto del agua que me cae por el cuerpo. La furia y la necesidad de deseo me ha dejado sin satisfacer mis pechos y todavía noto el deseo de algo más, pero sólo me permito una ducha rápida para asearme y me seco rápidamente.

No tengo ganas de encerrarme en casa, así que tomo una minifalda tipo pareo, de tela fina y ligera que es casi como andar sin nada (por lo fresca, pero también por la apariencia). Una camiseta ligera (que se adhiere a mi piel por la humedad restante de la ducha) y sólo con unas cómodas plataformas salgo a la calle con el bolso a buscar un lugar freskito donde tomar una cervecita.

Suena mi móvil al bajar las escaleras, es Lucía (será telépata?) y le digo que voy saliendo para tomar algo. Nos reunimos en una plaza céntrica buscando un rincón sombreado donde corra el aire. Allí nos pusimos al día (no nos veíamos desde hacía dos semanas, como mínimo). Me contó lo que había encontrado de rebajas (la blusa entallada que llevaba, entre otro millón de cosas), repasamos moda y, como no, chicos. Mis últimos fines de semana habían sido de sol, playa y sexo ;-) Pero con amigos no comunes por ambas. Le conté que Carlos me había hecho varios regalitos y me llamaba regularmente, pero a mi no acaba de interesarme, creo que pronto me lo quitaré de encima (pero no su collar de brillantes o los Gucci ;-)).

Ella siempre ha admirado mi facilidad por no pedir nada pero para que los hombres me complazcan y traten de agasajarme ;-) Es cierto, yo no pido nada, y nada de lo que me den me hará decidirme a esto o lo otro, pero si quieren regalarme cosas, cómo puedo negarme?

Lucía, con sus grandes pechos aprisionados en esa ligera blusa cruzada está más morena que yo con un dulce color tostado. Lleva unos shorts preciosos con pedrería plateada y su estrecha cintura la hace parecer todavía más sensual. La conversación se centra en los hombres y en lo que hemos hecho últimamente. Yo pasé un fin de semana en Sitges y el otro en Barcelona, en la zona de bares del Port Olímpic. Ella ha estado yendo a Lloret y parece que lo suyo con Pau está convirtiéndose casi en una relación (me extraña que él le pueda seguir el ritmo, aunque si no es así seguro que a Lucía no le faltarán ofertas para complementar a Pau, espero que él lo entienda).

Mientras, a nuestro alrededor se ha hecho un círculo de miradas ansiosas. Somos el centro de atención en la zona, por supuesto. Y con lo traviesas que somos… no nos hemos cruzado ni una palabra al respecto, pero nuestros endurecidos pezones ya nos indican que las dos nos hemos dado cuenta. Me sale a flor de piel la frustración de mi insatisfacción en la ducha, quiero más, y creo que ella está también con ganas de alguna locura, porque no para de ajustarse la blusa para mostrar mejor sus pechos. Yo debo ir con cuidado, pues no llevo ropa interior y esas sillas de mimbre de la terraza muestran mis largas piernas y la corta faldita no cubre demasiado (y no quiero causar un tumulto). Pese a todo, el ambiente ya ha secado mi camiseta, aunque la humedad de Barcelona hace que se pegue a mi cuerpo como una doble piel y muestre mis pechos y el contorno de mis pezones a todos.

Ella lanza una mirada alrededor y parece que nos sincronicemos las dos, pues yo me siento un poco más de lateral a la mesa y cruzo las piernas revelando mis muslos hasta casi las nalgas. Ella se ríe ladeando la cabeza y mostrando su dulce cuello y la mitad de sus pechos, tensando la blusa hasta casi revelar los pezones. Dos preciosas mujeres divirtiéndose en la terraza.

Nos hemos bebido las cervezas sin notarlo durante la conversación, y le pregunto si quiere otra. Justo en ese momento llega el camarero con dos jarras heladas y dos nuevas cervezas que todavía no habíamos pedido. Detrás suyo dos ejecutivos nos sonríen esperando si aceptamos su invitación. No llegan a los cuarenta, llevan el traje y la corbata floja. Uno de ellos de Antoni Miró, el otro de Boss, pero el de Boss no tiene clase, lleva zapatos rozados, mientras que Miró lleva unos impecables Martinelli (siempre he tenido debilidad por los Martinelli). Eso en una simple ojeada de dos segundos, ante lo que mi mirada se dirige a Lucía, sonreímos y asentimos. El camarero todavía no ha servido la segunda cerveza en la jarra helada y ellos ya se están sentando en nuestra mesa. Se presentan y rápidamente nos dicen que trabajan en una firma multinacional y que hoy han cerrado un trato importante y estaban tomando una cerveza para comentar la jugada y, ante tan espléndida vista, no han podido dejar de caer en la tentación e invitarnos.

Se lo agradecemos, pero no damos demasiadas explicaciones de nosotras. Siempre pasa lo mismo, y debo explicar que soy rusa y que ya llevo tiempo en Barcelona ("parlo català") y que de aquí no me mueven. Ellos son de Girona y Murcia, pero trabajan en la división del Noreste de España y bla, bla, bla… qué importantes, pero nosotras dos podemos con ellos (especialmente el escote de Lucía).

Ordenan algo para picar y todavía otra ronda de cervezas (si esperan emborracharme con cervezas van listos). Hablan de los locales y zonas de moda en Barcelona, de donde ir y si está bien o no y a qué hora. Pero Barcelona en martes… bueno, ahora con los turistas sí. Boss sólo tiene ojos para el escote de Lucía, que la muy traviesa no deja de mostrarle en todo su esplendor. Yo me acerco al Miró y le quito la corbata, la doblo sin arrugas y se la meto en el bolsillo de la chaqueta, él se deja hacer, complacido. Durante todo el proceso no puede quitar su mirada de mis erectos pezones o de la curva de mis pechos, aunque la camiseta no deja demasiado escote a la vista (ni falta que hace, pues deja claramente a la vista el resto).

Los dos están sentados con unos buenos bultos en sus pantalones y tratan de aparentar más importancia de la que tienen (como si importara!). Así que me entran ganas de ser traviesa y demostrarles que no son nada a nuestro lado. Me levanto para ir al baño y Lucía me sigue. Naturalmente, tengo buen cuidado de mostrar mis nalguitas al agacharme a recoger el bolso de la silla sin doblar las rodillas ;-) Lucía prefiere lucir de escote ;-) Per mi fuerte son las largas y doradas piernas rematadas en dos preciosas y duritas nalgas y estoy segura que eso es lo que siguen sus miradas cuando vamos hacia el baño.

Antes de salir del baño Lucía me dice que se están poniendo como burros (en referencia a sus erecciones) y que esos nos invitan a lo que queramos, y que tiene ganas de exprimir a su Boss y que vea que no es ni la mitad de hombre de lo que se piensa (será mala?). Pero lo cierto es que a mi el Miró no me cae mal, es simpático y no tan prepotente como el Boss.

Volvemos refrescadas hacia ellos y el Miró se levanta para acercarme la silla y que me siente (el Boss sólo se mueve cuando entiende lo que el otro hace y llega tarde y mal). Cuando miro hacia el local veo que han encendido las luces y que seguro que mi faldita transparentaba y deben saber que no llevo nada debajo (a veces odio ser tan descarada, pero bueno, qué se le va ha hacer?). Lo cierto es que el Miró sólo parecía tener ojos para mi desde la vuelta, tal vez ellos se habían "repartido el ganado". Se me acercaba, hablaba cerca de mi orejita, me adulaba y entonces… posó una mano en uno de mis muslos. Yo reí de manera natural, le tomé la mano suavemente y se la retiré poniéndola en su propia entrepierna. "Mejor que tapes eso y no que inicies nuevos fuegos, puedes quemarte, sabes?". Mientras me decía que le encantaría yo mantuve mi mano sobre la suya en la entrepierna, notando su grueso bulto. "Todo esto es tuyo?" le susurré en su oreja echándole el aliento en su cuello, permitiéndole oler mi cabello todavía algo húmedo, envolviéndole con mi presencia sin llegar al contacto. El se acercó un poco más, propiciando el contacto con mi pecho y susurrando con sus labios en mi cuello como dándome besitos, mientras retiraba sin violencia su mano de la entrepierna como invitándome a aprisionar su sexo (de hecho, propiciando el contacto). Lucía ya se estaba fundiendo en un beso con el Boss, y yo, lángudamente, dejé reposar mi mano en su entrepierna palpando, sintiendo, midiendo su erección.

Tanto rato de roces inocentes, insinuaciones, de… estaba excitada, ansiosa por sentir esa polla, pero a la vez quería hacerlo desearme como un adolescente. Así que mantuve el contacto, un contacto cálido, sensual, dejando reposar mi mano, que notara mi aceptación, que llenara su mente con imágenes soñadas, pero sin ser demasiado explícita. Sólo dejaba reposar mi mano, pero mis labios todavía rehuían los suyos y sólo le permitía besarme el cuello y rozarme suavemente con sus manos mientras yo reposaba en mi asiento. Sus manos alcanzaron mis muslos, sintieron la suavidad de mi piel, yo pasiva, sólo dejando sentir el calor de mi mano en su entrepierna en una terraza expuesta a todos. Lucía, descarada, se dejaba sobar por el Boss mientras correspondía a sus caricias. Yo relajaba mi cabeza sobre él aceptando sus labios en mi cuello mientras me seguía diciendo lindezas, mi mano sobre su paquete, que seguía palpitando y creciendo y sus manos subían hacia mi faldita.

Una de sus manos tomó mi talle y me recosté contra él. La otra ascendió y pasó debajo de mi faldita y descubrió mi sexo expuesto, sin tanga, sin nada, libre y rebosante de fluidos abierto a sus dedos. Noté la humedad en mi mano, se había corrido al descubrirme expuesta. Sentí su incomodidad y reí a gusto con una gran carcajada. Se turbó y no supo como responder, hasta ver cómo me llevaba mi mano y olía su lechita que había traspasado el pantalón y mirándole a los ojos, me la llevaba a la boca y la relamía. Eso le volvió a poner a cien y también el se lamió los dedos degustándome mientras se iba al baño.

Lucía casi desnuda al Boss allí en la terraza. Las miradas se centraban en nuestra mesa con incredulidad y deseo. Hasta que Lucía, sin cortarse un pelo, exclamó: "Eso es todo?" con la mano en el paquete de Boss. Rojo de ira y vergüenza el Boss salió hacia el baño mientras mi Miró volvía y se sentaba sin entender la escena. Lucía, enfadada, comentaba que además de tenerla pequeña se había corrido y yo sólo reía ante la incomodidad de mi Miró.

Pese a todo, antes de que volviera el Boss, me dio su tarjeta y yo le di un beso de despedida, saliendo Lucía y yo hacia casa dejándolos en la terraza algo más desanimados que unos minutos antes.

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