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Viaje (10)

en Voyerismo

Viaje X

Salimos del despacho de Osmiel algo ruborizados, por el ejercicio pero también por saber que nos habían escuchado. Pero un sonriente Sancho nos guió por el ascensor de nuevo hacia el coche y no hizo comentario alguno al escándalo de minutos atrás. Entramos en el coche acaramelados y Osmiel posó su mano en mis muslos durante todo el trayecto. Notaba cómo había hecho realidad uno de sus sueños, en su despacho, y el hecho de que su atractiva secretaria hubiera escuchado sus gemidos y mis gritos no parecía desagradarle en absoluto.

Osmiel me preguntó qué había hecho ese día, y le estuve contando que fuimos con Sancho a comprar ropa a casa de María, la modista. Que María había aprovechado la ocasión para lamerme el sexo y me había dejado muy muy excitada. Los ojos de Osmiel y los de Sancho se agrandaron al oírlo, sorprendidos de mi franqueza, pero a la vez excitados por saber hasta donde llegaría, especialmente Sancho.

Le relaté detalladamente la escena de María lamiendo mi sexo mientras veía a Sancho acariciarse en el reflejo del espejo y la temperatura en el Jaguar subió considerablemente. Le conté como, no contenta con eso, cuando me mostró la lencería, habíamos detectado un hilito en la parte baja de la prenda. Cómo las manos de María y las de Sancho habían sobado mi sexo, cómo mis flujos las cubrieron, cómo María me había comido el ano ante Sancho y cómo yo me había quedado a explotar de deseo cuando salimos de esa tienda, incapaz de ir a otra.

Osmiel escuchaba silencioso, pero su respiración se había acelerado y tenía un potente bulto entre las piernas. Yo charlaba relajada en el asiento de cuero, pero notaba cómo mis flujos delataban mi excitación creciente mientras relataba lo ocurrido explicando mis sentimientos, mis sensaciones al notar la lengua de María en mi ano. Posé una de mis manitas en su entrepierna y él procedió a desabrochar su pantalón, ajeno a Sancho.

"Pero no te quedaste así, verdad?". No por mucho rato, le expliqué. Tuvimos que bajar la calentura yendo a tomar algo y luego a un restaurante magnífico que escogió Sancho. A todo esto, mi manita ya acariciaba el sexo de Osmiel y descubría y cubría su brillante prepucio mientras él avanzaba su mano por mis muslos. Yo me alcé un poco y aparté la faldita, depositando mis nalgas sobre el cuero del asiento directamente. Abrí las piernas (procurando a Sancho una buena vista de todo) y seguí con la explicación.

"Sancho había estado tan absorto con todo que ni siquiera había catado mi sabor, así que en el restaurante, excitada como estaba, le introduje su mano en mi sexo para que conociera mis flujos. Fuimos muy discretos y ningún camarero se dio cuenta, pero el notar sus dedos en mi sexo casi me hace explotar. Pero él, siempre tan formal, sólo tomó mis flujos y se los llevó a la boca. Si hubiera querido me hubiera podido follar allí en el restaurante, encima de la mesa, pero él sólo probó mis flujos y me dijo que eran embriagadores ;-)".

Ahora Osmiel no se pudo contener, y sacó los tres dedos que tenía en mi sexo y los lamió, para volver a encajarlos de nuevo dentro de mi, que me abrí bien para dejarle penetrarme, a la vez que permitía a Sancho ver cómo mi sexo los engullía a través del retrovisor interior.

Seguí relatando cómo fuimos a pasear, yo tremendamente excitada y necesitando desesperadamente que me penetraran. Yo explicaba todo esto recostada en el asiento, con las piernas abiertas en el centro del auto, con Osmiel penetrándome y Sancho mirándonos mientras conducía muy lento. Alcé mis rodillas notando todavía más a Osmiel en mi y masturbándolo con furia.

Estaba tan excitada… con el vino, el calor… fuimos a pasear por el campo y yo notaba cómo mis flujos goteaban por mis piernas… estaba tan caliente que salió la puta que llevo dentro, casi desnuda y con unas ganas tremendas de sexo.- Yo gemía mientras hablaba, soltaba grititos cuando era penetrada y notaba palpitar la polla de Osmiel entre mis manos.

Y Sancho allí al lado, con su tremenda verga marcándose en los pantalones… Pero tuvo que ser un perro que pasaba por ahí quien me empalara y saciara mientras yo le hacía una mamada a Sancho.

Fue decir estas palabra y Osmiel explotó con torrentes de leche que corrí a atrapar en mi boca para no manchar su ropa ni el coche. Se le había puesto más dura de lo normal y al oír lo del perro explotó con tremendas tralladas de leche que no pude tragar enteras. Mis manos trataban de frenar la leche que me corría por las comisuras de la boca y engullirla toda, pero algo todavía cayó sobre el vientre de Osmiel. En el silencio del coche tragué y tragué mientras Osmiel gemía. Finalmente sus lechadas se frenaron y pude acabar de limpiarlo, tragarlo todo y reposar (también yo me había corrido en su mano).

Te molesta que te hiciera un salto con un perro? Era un pastor alemán precioso.

Realmente, eres una guarra tremenda! Eso del perro quiero verlo!

Bueno, pero no hoy, que estoy hambrienta de algo más que de leche y espero que Sancho nos lleve pronto al restaurante.

Ahora Sancho aceleró, relajado que no hubiera explicado el cómo me limpió el semen del perro, pero supongo que también deseoso de llegar y hacerse una buena paja a nuestra salud (o a la mía, exactamente). Nos arreglamos como pudimos en el poco tiempo que tardamos en llegar al restaurante.

Esta vez no era un restaurante tan exclusivo, Sancho nos dejó en la entrada y Osmiel abrió mi puerta caballerosamente, pero me acompañó dentro con una mano no tan caballerosa en mi nalga ;-) Nos ubicaron en un discreto rincón y ordenamos para picar desde jamón a pulpo y alguna fritada, regado con un suave vino blanco de la zona (esta vez seco).

Osmiel no estaba enfadado por mis… aventuras de ese día, yo ya sabía que le excitarían y le harían desear haber participado o realizar nuevas locuras conmigo ;-). Pese a los dos polvos consecutivos en la oficina y el coche, todavía le veía esa mirada brillante de deseo y excitación. Nuestros cuerpos se buscaban instintivamente, sus manos buscaban rozarme y yo aceptaba gustosa sus mimos. Me pidió más detalles de mis correrías y le expliqué más sobre cómo había ido con el pastor alemán (sin contarle que Sancho había lamido la corrida). Su tranca volvió a ponerse tremendamente dura imaginando al pastor alemán cabalgándome y cuando yo le detallaba cómo aquella larga verga me golpeaba el útero y luego se quedaba encajada dentro hasta desinflarse y escurrirse de mi.

La imagen le excitaba terriblemente y sus manos no podían parar quietas tratando de sobar mis grandes pechos o mis muslos. Estaba hambriento de mi, y a mi me encantaba saberlo tan entregado ;-).

En nuestro rinconcito en el restaurante ya nos observaban varios comensales, y los camareros no nos quitaban el ojo de encima. Osmiel aprovechaba cualquier roce para excitarme, y lo cierto es que el hecho de estar allí, rodeados de gente, y tocándonos como adolescentes me volvía a excitar. Tenía mis piernas con una mezcla de flujos secos y nuevos flujos húmedos que me hacían sentir una guarra, pero a él parecía excitarle eso de tenerme completamente mojada todo el rato y ser capaz de seguir excitada.

Yo descansaba cuando podía una mano en su entrepierna (que era lo que más se veía, pues yo estaba en el rincón) y comprobaba cómo él seguía erecto. Cada vez que le rozaba su polla palpitaba y su mirada brillaba más y más de deseo, de lujuria, de locura contenida.

Yo observaba al resto del restaurante, camareros y comensales, cuando él me rodeaba con su brazo por detrás y, descuidadamente, acariciaba el lateral de mis pechos que dejaba libre el vestido. Todos veían cómo sus dedos acariciaban el lateral de mis pechos y mi sonrisa complacida al notarlo. O veían cómo mi manita descansaba en ese tremendo bulto de su entrepierna y cómo lo estrujaba para notarlo bien duro en mi palma mientras él sonreía y abría las piernas.

Con el café ya no pudo frenarse y una de sus manos se introdujo en mis piernas. Avanzó por la rodilla mientras nos mirábamos a los ojos sin decirnos nada. Yo tenía la mía sobre su polla y notaba cómo él iba ascendiendo por mis muslos. La dejó resbalar entre ellos y pude notar su contacto en el interior de mis carnes, acarició mis vellos notando cómo se humedecía por mi secreción y abrió mis labios penetrando con su largo dedo medio. En el momento de la penetración no pude evitar un suave gemido cuando pasó acariciando mi inflamado clítoris y pude ver cómo su sonrisa se ensanchaba.

Tuve que desviar mi mirada, para encontrarme con los hombres alrededor mirándome, sonrojados, excitados. Abrí un poco mis piernas para facilitarle la penetración a Osmiel, y así también ellos, por debajo del mantel, pudieron percatarse claramente de la posición de la mano (que apartaba el mantel con su movimiento) y ver mi abierta cueva en la que chapoteaban ya dos dedos. Su ritmo de penetración hizo que el mantel volviera a su posición, con lo que los excitados admiradores tuvieron que imaginarse el resto por el color de mis enrojecidas mejillas, mis gemidos o el ritmo del brazo de Osmiel.

Yo no pude contenerme y abrí la cremallera a Osmiel sacando (con dificultad) su rígido miembro de los pantalones. Mi mano recorría su gruesa polla arriba y abajo a la vista de los comensales que parecían congelados, estáticos. Se acercaba mi segundo orgasmo y estaba como una loka ardiendo por dentro. Me agaché sin importarme nada y engullí ese miembro mientras la mesa me ocultaba sólo parcialmente. De hecho, todo el restaurante podía ver mi boca abrazando ese sexo, subiendo y bajando mientras dejaba hilos de saliva en mi recorrido. Yo estaba ausente de todo, en ese momento sólo podía sentir los dedos de Osmiel en mi sexo y su polla en mi boca. Sentir cómo las oleadas de placer crecían en mi y él palpitaba en mi boca. Oía su acelerada respiración crecer en ritmo y profundidad.

Hasta que las oleadas se convirtieron en un maremoto y me sacudí violentamente atrapando y hasta mordiendo ligeramente la polla de él. El sentir mis dientes le hizo explotar con un brinco, explotar mientras saltaba y me la metía hasta la garganta, inundando directamente mi estómago con su leche. Fue una explosión seguida de una relajación que aproveché para tragar y degustar mi postre. Él guardó su sexo mientras yo me alzaba y me veía el centro de miradas lujuriosas. Con un dedito recogí los restos de semen de mis labios y tragué mientras sonreía a esas miradas cargadas de deseo. Luego, con la servilleta, me limpié la barbilla de saliva y humedad. Yo sonreía a la concurrencia mientras Osmiel me tomaba del brazo para salir tras dejar el dinero de la cuenta (cuándo la habían traído?).

Me alcé siguiéndole, salimos de detrás de la mesa. Podían ver ahora mis muslos brillantes en su interior, oler mi aroma a sexo o desear mis duras nalgas. Me agaché para tomar mi pequeño bolso del rincón, con lo que tuvieron una perfecta vista de mis largas piernas y del inicio de mis nalgas. Volví a enderezarme y entonces vi la mirada de preocupación de Osmiel, que se me acercó y me dijo muy bajito: "Si no nos vamos ya te violarán". Yo miré la concurrencia y me di cuenta de que tenía razón. Una provocación más y saltaban sobre mi, así que procedimos hacia la puerta. Osmiel pasó delante buscando a Sancho, justo cuando yo dejé caer "por descuido" mi bolsito y tuve que agacharme a recogerlo. Lo hice sin flexionar las rodillas, en la misma puerta de salida, regalándoles la visión de mis piernas, nalgas y mi abultado sexo húmedo al lado de mi redondito botoncito rojo, pues no llevaba nada bajo la cortita falda. Sancho aparcó justo ante la puerta en ese momento, y antes de que nadie pudiera reaccionar yo ya estaba entrando en el coche, si no…

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