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Excitando 5 – Parte 8

en Voyerismo

Excitando 5 – Parte 8

[Hola a tod@s,

Perdonad mi retraso en la publicación, pero… pero es el trabajo y sólo ahora que el Mobile está acabado he podido repasar el último relato y releerlo para publicarlo.

Me han criticado que los últimos relatos no estaban a la altura, y sabéis? Creo que tienen razón. Tenía tan poco tiempo que los escribía y publicaba sin releerlos (releerlos implica tiempo para… calmarme, antes de colgarlos). Y no quiero eso, quiero que publicar los relatos sea un placer y un gusto para tod@s, así que tal vez tarde un poco, pero prometo reller el próximo relato tranquilamente antes de colgarlo (este me pilla cerrando el Mobile todavía), a ver si así recupero un poco del respeto de algunos lectores ;-).

Besos perversos a tod@s y gracias por vuestros comentarios o mails.

Sandra]

La semana siguió plácida y normal (qué creéis? Que cada día me suceden cosas? Pues no). Javier me llamaba y llamaba, pero no fue hasta el jueves que volvimos a salir juntos (unos días por mi culpa, otros por su trabajo). El jueves estaba harta del trabajo y le llamé por la tarde, quedamos que ambos nos escaparíamos pronto e iríamos a tomar un helado (sí, ya sé, queda cursi, pero es que me lo pega él, perdonad, pero fue así mismo).

Así que, efectivamente, me quise escapar pronto. Ya recogía cuando se me acercó el jefe con un pedido, era pronto, sobre las cinco, así que puse mi mejor sonrisa, hice una caída de ojos tomando el dosier con un mohín de disgusto y alzando mi pecho mostrando el escote mientras me ponía de pie le dije: “Y no podría esperar a mañana? Hoy quería salir pronto” mientras depositaba la carpeta en el cajón bajo de la mesa inclinándome, de espaldas a él, mostrándole mis marcadas nalgas en el pantalón que llevaba ese día. Cuando volví a ponerme derecha mirándole su sonrisa de felicidad por el espectáculo me dio vía libre a salir inmediatamente. Se lo agradecí con una sonrisa y me aproveché del momento para ir rápida a casa.

Estaba aburrida del trabajo, cansada y algo harta, quería salir al sol y pasear. Fui como sonámbula a casa, casi corriendo, no por ganas de ver a Javier, soy un poco más egoísta que eso, sino por ganas de estar un rato tranquila y relajada. Abrí la puerta de casa, dejé las llaves en la mesilla y me desvestí camino del dormitorio dejando mi ropa tirada, como siempre. Raúl siempre se queja de ello, pero es un cielo que luego lo recoge todo, lo lava, plancha y dobla y lo ordena en mis cajones con un sistema que todavía no he entendido, de manera que siempre tengo que buscarlo todo (pero a cambio de no hacer las tareas de casa, quien se queja?).

Desnuda ya en el dormitorio dejé pendientes, anillos y collar en la repisa de la cómoda y me di una rápida y refrescante ducha. Después, como siempre, me tomé mi tiempo para darme una buena untada de crema por las piernas y pechos (es muy relajante), la del cuello, la de la cara, la de los ojos (qué pasa? Eso es lo normal!). Salí del baño desnuda, de nuevo, una reina preciosa y me fui al armario.

Me encanta mi gran armario del vestidor. Fue una sugerencia de mejora del piso de Raúl, y le estoy muy agradecida. Me lo financió un caballero muy amable que se dedica a la rehabilitación de pisos, pero esa es otra historia. Perder una habitación del apartamento para convertirla en un vestidor (especialmente si es una habitación interior), es toda una inversión de placeres futuros para una mujer como yo.

Ya en mi sacrosanto altar del vestidor me puse a examinar las pulcramente expuestas prendas: vestidos, camisetas, jerséis, faldas, etc., todo menos la ropa interior, no sé por qué ésa Raúl la esconde en el dormitorio.

Mi estado de ánimo era alegre, tenía ganas de disfrutar del sol de tarde de verano pese al bochorno de Barcelona! De pasear y sentirme libre y olvidarme del trabajo por un rato. De tener a Javier a mi lado y ponerle la polla erecta (prometo que en ese momento no tenía pensamientos más libidinosos que esos, sólo rozársela y notar cómo se la pongo de dura).

Así que me decanté por una mini amarilla ligera con pliegues que cae sobre mis caderas y poco más allá. Tapa mis nalgas y poco más pero es muy juvenil y es lo que me convenía. Me sentía muy juvenil. Por encima opté por una blusa cruzada que se anuda en el lateral y deja mi ombligo al aire, una blusa que me permite modular el escote, con un color crema que conjuntaba perfectamente. Unos zapatos de tacón de aguja blancos serían el complemento perfecto, con un poco de dorado, conjuntando con los pendientes y mi cuello libre, expuesto, sin otros adornos innecesarios. Tomé las prendas y las estiré sobre la cama.

Elegir la ropa interior es todo un arte, especialmente en mi caso, que tanto me importa exhibirla. Claramente, no quería bra, con esa blusa de amplio escote… tal vez un bra la haría más insinuante, pero se vería mucho y, por suerte, mis grandes pechos todavía son firmes. Además, el escote queda exactamente al límite de los pezones cuando me la pongo bien abierta, con lo que los hombres se derriten con ella. Al inclinarme el escote abierto cuelga y las miradas pueden observar mis aureolas y pezones libremente, lo que permite un gran juego.

La tanguita tenía que ser clara, si no se verían las cintas y triangulito y quedaría demasiado vulgar. Entre blanca y crema escogí blanca, un blanco níveo y brillante, que mostraría claramente la diferencia con la faldita amarilla sin ser descarada ni transparentar.

Me puse la tanga (y sí, esta vez sin humedades ni nada, no estaba caliente, sólo iba a pasear, malpensados, sucios!), faldita y blusa; y me contemplé en el espejo. Fantástica, el escote era muy insinuante, se podían ver mis amplios pechos, pero no más allá (si yo no quería). Los tonos eran lo suficientemente claros para que el dorado de mi piel resplandeciera, y la faldita era lo suficientemente escandalosa pero no demasiado para Barcelona, ciudad de turistas donde a veces se ve cada extranjera que va más desvestida que vestida (sí, ya sé, yo soy extranjera, pero bueno, ya me considero más de aquí que de allí).

Vestida ya, sólo me retoqué un poco los labios con una crema suave que los ponía ligeramente rosados, las pestañas y la raya de ojos negra para destacar la mirada. Sin polvos esta vez, en verano prefiero lucir mi piel, porque con la humedad de Barcelona mejor ir limpia que con maquillajes corridos.

Me observé en el espejo de cuerpo entero y sólo pude sonreír satisfecha. La falda volaba con mis movimientos y mostraba ligeramente mis nalgas, el escote se modulaba con mis inclinaciones y mi cara era una preciosidad de sencillez y pureza. Sólo los zapatos de tacón destacaban rompiendo la imagen de colegiala, pero me hacen unas piernas largas y destacan la dureza de mis pantorrillas, muslos y nalgas, además, como puede ir una rusa por la calle sin zapatos de tacón? Claro que… las rusas que vienen últimamente parecen de los USA con esos cuerpos fofos.

Contenta y alegre bajé en cuanto Javier llamó por el interfono i le di un cálido beso mientras me apretaba contra él y me colgaba de su cuello presionando pechos y vientre contra su cuerpo. Él correspondió abrazándome por la cintura y bajando sus manos hasta llegar a acariciar mis nalgas sobre la faldita. Pero pronto me desenlacé, le tomé de la mano y le arrastré.

-       Venga, que tengo ganas de ver el mar, vamos.

Así que fuimos caminando tomados de la mano hacia la boca del metro que nos llevaría hacia la parte baja de Barcelona. El metro estaba lleno de grupos de turistas y gente de todo tipo moviéndose arriba y abajo. Barcelona en verano, llena de gente con mapas, jóvenes que quedan para practicar deporte, oficinistas resignados, o, simplemente, paseantes que contemplan la fauna variada.

Roces y algún apretón, pero no era hora punta. Ocasión para apretarme contra Javier, ser un poco traviesa con su entrepierna, besitos dulces y podernos susurrar al oído tonterías. Él me comentaba que tenía mucho trabajo ahora que encaminaba el nuevo rumbo de la compañía, que pronto tendría que ir a los USA, que esto y aquello, y yo le escuchaba a medias mientras procuraba rozarme contra él o acercar mi mano a su entrepierna para romperle la concentración.

-       Pero quieres parar? No descansas nunca tu? – y bajito a mi oreja – No he podido dejar de masturbarme dos y tres veces al día pensando en ti.

Mmmm… eso me encantaba, y le premié con un discreto pellizco en su entrepierna. Vino el metro y subimos para quedarnos en la plataforma entre asientos, todavía tomados de la mano, con el anverso de la mía rozando su entrepierna todo el rato y notando cómo tomaba rigidez por mis caricias y roces. Me apreté contra él y le susurré a la oreja:

-       Y qué imagen te ponía más caliente?

-       Taladrarte tu precioso culito – dijo mientras su mano libre se insinuaba bajo mi falda y me acariciaba una nalga.

-       Serás malo? – le dije mientras mi mano ya tomaba su semierecta tranca a través del pantalón.

-       Para, que nos pueden ver – me dijo bajito a la oreja mientras yo notaba cómo su miembro decía lo contrario.

-       No quieres que sepan lo puta que soy? No te gusta que sepan que estoy deseando notarla en mi sexo? Creo que sí te gusta, y creo que te está encantando subir mi faldita y mostrar mis nalgas al resto del vagón. – su mano rápidamente se retiró y alisó mi falda por detrás. – Por qué paras? Soy tu hembra, ellos me desearán y te envidiarán, muéstrales mis nalgas, pon un dedito entre los cachetes y busca mi agujerito que tanto has deseado perforar esta semana…

No sé si fue mi voz susurrante o la excitación acumulada de la semana, pero siguió mis indicaciones al pie de la letra mientras yo veía las miradas de todo el vagón, reflejadas en el espejo, centradas en su mano. Él cerró los ojos, recostado contra la ventana, yo le abrazaba con una mano entre nuestros sexos, mientras le acariciaba suave y discretamente y notaba su rigidez ya. Pero él se dejaba llevar y su mano había alzado mi faldita y uno de sus dedos se introducía entre mis nalgas buscando mi agujerito. Yo hice una mirada como de escandalizada poniéndome un poco rígida mientras le susurraba a la oreja: “Así lo has soñado? O más duro?”. Su dedo perforó mi ano y yo saqué la grupa para facilitarle que entrara más, mi culo expuesto a todo el vagón y yo, con los ojos entrecerrados, observando las miradas de todos centradas en mis expuestas nalgas.

-       Sigue, hay dos que ya se están acariciando, y la mujer del fondo se está mordiendo el labio, creo que querría estar en mi lugar. Estás exhibiendo a tu puta, me estoy mojando notando tu dedo dentro de mí. Humedécete un dedo limpio en mi chochito y luego metérmelo en el ano, así, sí, ves? Ahora sí entra y sale suave. Así me gusta más. Muéstrales mi ano penetrado, muestra cómo te pertenezco y cómo juegas con tu puta sumisa cuando y donde quieres.

Su polla estaba a reventar y yo estaba empapada notando las miradas clavadas en mí. De repente, me di cuenta que esa era nuestra estación! Así que le estiré hacia las puertas que ya se abrían sacándole del vagón a rastras con una erección monumental. En el andén le di un fogoso beso mientras veía pasar al vagón con todas las miradas centradas en nosotros.

-       Serás puta! - Me dijo a bocajarro mientras trataba de disimular su erección poniéndose la tranca hacia arriba. – Mira lo que me has hecho hacer!

-       Si te ha encantado, he podido notar cómo disfrutabas de la escena. Y cuando te contaba lo de la mujer te ha crecido más deprisa todavía la polla. – Le decía yo mientras él se acomodaba su miembro tapado por mí.

Le tomé de la mano y le limpié los deditos en mi boca mirándole a los ojos, pero no pasé de ahí, lo dejé muy muy caliente, como me gusta. Fuimos hacia la escalera mecánica, donde, naturalmente, me situé delante y él en el escalón inferior, aprovechando para acariciar mis nalgas con su mano y yo riendo y sacando la grupa para jugar con él (nada indecente, sólo juegos en la corta escalera de salida).

Una vez en la calle, enlazados por la cintura, recorrimos el corto trayecto hacia el mar mientras el retomaba el tema de explicarme sus preparativos en el trabajo para el nuevo proyecto, sus intenciones y planes. Yo le escuchaba a medias mientras me dejaba llevar y me relajaba. Notaba mi molesta humedad y quería limpiarme antes de seguir, pero claro, no en medio de la calle. Lo pude hacer más discretamente en el paseo marítimo, en un lugar más discreto y rápidamente con un pañuelito de papel ante unos arbustos sin que fuera muy descarado. Él sólo miraba de reojo tratando de disimular, pero fue todo muy rápido.

-       Es que esa humedad es muy molesta. – Le dije – Me da una sensación de suciedad cuando va secándose entre mis muslos y provoca el roce en la parte interior. Pero espero que el olor no te moleste. – Vi cómo se iba poniendo rojo y volvía a excitarse con mis explicaciones.

-       No, tu olor me encanta, pero me excita un montón.

Vaya con el muy guarrillo, pensé. Le pregunté por lo que se imaginaba al masturbarse, qué le gustaba más de mí, etc. Le costó, pero creo que se iba encendiendo y me lo contó. Su mirada fue perdiéndose conforme avanzaba en la explicación, como si fuera concentrándose en los recuerdos. Su mano en mi grupa y enlazados por el talle, caminando por el paseo al lado de la playa.

“No sé, escenas de sexo como de peli porno. Pero es mucho más excitante al ser tu la protagonista, al saberte real. Me encanta la imagen de tus redondas y prietas nalgas abiertas mostrando tus agujeritos y perforarte y sentir tu prieto anillo sobre mi polla. Aprieto mis dedos para simularlo cuando me masturbo. Pero además recuerdo tu imagen con la cara llena de leche, con esa sonrisa de pícara viciosa, chorreando leche y tu tragando, disfrutando de tu cuerpo. Sólo son imaginaciones, pero saberte real, saber que eres de verdad y que te encanta y lo disfrutas… es lo máximo. Pensar que te enculo fuerte mientras tu se la mamas a otro, o verte empalada por todos tus agujeros… Eres la perfecta estrella porno de mis fantasías, pero a la vez… a la vez eres real, y eso me excita mucho.

Me encantan tus largas piernas en esas escenas, o tus delicadas manos cuando tomas los miembros o tu boca al hacer una mamada… pero lo más es cuando me miras al chuparla. Tienes una mirada de vicio y puro sexo, de deseo de placer, que hace que tenga que correrme de inmediato al sentir tu lengua en la punta y ver tu mirada centrada en mis ojos…”

No cabía disimulo posible, su sexo estaba tremendamente duro y mezclaba una escena con la siguiente mientras me lo contaba entre susurros con todo detalle sin parar de caminar. Creo que se hubiera corrido allí mismo si no le paro y le planto un beso comiéndole la boca mientras mis manitas arreglan esa tranca poniéndola vertical para disimular la erección.

Me separo, me separo para no tener sexo en el paseo (en Barcelona multan por eso). Pero lo cierto es que los dos estamos muy calientes y tengo una sensación electrizante por dentro (si hoy sólo íbamos a tomar un helado, a qué viene esto?). Así que decido ser una buena chica y despegármelo y volver a tomarlo de la manita inocentemente. Su cara de decepción me obliga a sonreír mientras vuelvo a caminar y él lo acepta como un caballero (si es que lo tengo dominado ;-)).

Caminamos un rato en silencio, pero luego le pregunto por el helado y paramos ante un quiosco de helados con múltiples sabores. Él escoge uno de menta con trocitos de chocolate, yo dulce de leche con chocolate (suerte que no engordo! Pero bueno, espero hacer ejercicio pronto y quemar las calorías). Así que seguimos cada uno con su cucurucho paseando un rato.

Él se zampa el helado en tres minutos, pero yo lo lamo suavemente y lo hago durar. Le miro mientras mi lengua recorre el helado, recoge pequeñas porciones y lo meto entre los labios dejando que algo rezume, lo atrapo con la lengua y lo engullo tragando con una sonrisa al ver que él se excita. Me río con una gran carcajada y pienso en derramar un poco por el escote, pero eso mancharía mi blusa y con las manchas de helado no juego.

El resultado es que, aunque tratemos de evitarlo, volvemos a estar los dos muy calientes y excitados. Nos besamos en la calle y noto cómo sus manos recorren mis nalgas y cintura mientras, provocadoramente, estrujo mis pechos contra el suyo. Levanto mi pierna por atrás, no sé por qué pero siempre tiendo a levantarla doblando la rodilla cuando me abrazo o beso a alguien. Y cuando lo hago con él siento un escalofrío interior y se destapan mis bajos instintos queriendo que note mi cuerpo contra el suyo y deseando excitarlo.

De perdidos al río, le como la boca sin importarme más y también él responde con intensidad y pasión. Pero estamos en medio del paseo y rodeados de gente. Le abrazo y acercando mi boca a su oreja le susurro: “Quiero que me hagas tuya, quiero que me perfores por todos mis agujeros y que me bañes con tu leche, y lo quiero ya!”. Un poco más y me viola allí mismo al oír mi dulce vocecilla susurrándole obscenidades a la oreja. Me separo y le miro. Tiene los ojos vidriosos de deseo pero es demasiado civilizado para ceder a sus instintos (y yo lo sé y por eso juego al límite con él).

-       Vamos - me dice, me orden, me tira de la mano y avanza hacia vía donde pasan los coches.

Su mirada desesperada busca un taxi libre, pero nunca hay uno cuando lo necesitas. Estamos tirados en medio del paseo sin taxi y con unas ganas locas de… así que vuelve a arrastrarme paseo allá tratando de ir a algún sitio donde haya más tráfico y algún taxi. Ahora ya no piensa ni habla, sólo busca un taxi para poder arrancarme la ropa a mordiscos. Su mal humor va en aumento y empiezo a darme cuenta que pierdo el control de la situación. Ahora ya no seré capaz de dominarlo, lo sé, y me dejo llevar arrastrada por él.

A un lado la playa, al otro la ronda y en medio un jardincillo, me arrastra inspeccionando el jardincillo pero allí no hay recodos reservados, sólo pequeñas matas que no tapan nada. Avanza, veo un McDonald’s más adelante, pero allí tampoco se puede! (o eso espero yo!). Pero no, callado y serio (creo que está muy rabioso por dentro), seguimos avanzando sin encontrar un maldito taxi hasta el parking al lado de una gasolinera. Me arrastra (literalmente) a cruzar la calle y entrar al parking. Hay bastantes coches aparcados y me empuja entre ellos hasta llevarme a un rincón no muy visible. El parking es descubierto, no hay muros, sólo algunos coches de los aparcados nos ocultan de los viandantes o la calle, por suerte una camioneta nos oculta algo más, pero veo que él no está para juegos.

Sin miramientos me empuja contra uno de los coches y se pone ante mí. Toma mis manos y me fuerza a abrir mis brazos y ponerlos contra el coche bruscamente. Estoy con los brazos y piernas abiertas y noto su cuerpo contra el mío mientras apoyo todo mi peso contra el coche. Nuestros cuerpos entran en contacto con un latigazo eléctrico y me come la boca mordiendo mis labios. Estoy completamente indefensa porque me sujeta los brazos abiertos y no puedo moverme, su sexo presiona el mío y su cuerpo está estrujándome contra el coche.

Libera una de sus manos y yo le abrazo por el cuello para conseguir asirme a algo y no resbalar. Pero su mano es una serpiente que salta a mi entrepierna y sus dedos apartan el diminuto triangulito frontal de mi tanga y se estampan contra mi húmedo sexo. No sé si son dos o tres, pero me siento recorrida por un ramalazo eléctrico y mis rodillas flojean. Mis piernas se doblan y mi cintura cae un poco ofreciéndome todavía más a su completa penetración, violación debería decir, mientras nuestras bocas continúan comiéndose sin parar. Tengo problemas para respirar pero a él no le importa.

Su mano (empapada por mis flujos) se aparta bruscamente de mi y me estira del pelo tirándome hacia abajo. Yo me dejo caer sobre mis rodillas y tiro con ansia de su cinturón entendiendo lo que quiere. Mis manos están torpes, toda yo estoy todavía estremeciéndome por el intenso orgasmo y me cuesta desabrocharle el pantalón y liberar su sexo. Pantalón y calzoncillos resbalan piernas abajo pero yo no estoy para contemplaciones y rápidamente le trago a fondo, o eso intento, porque es él quien dirige tomándome de la cabeza y follándome con rudeza.

Su polla me entra hasta la garganta y me provoca arcadas la primera penetración, pero luego me sujeta mejor y empieza un vaivén que sólo le da placer a él porque yo tengo dificultades para respirar y la saliva empapa mi barbilla y gotea. Pero no quiere correrse en mi boca (bueno, mi esófago, debiera decir). Con brusquedad aparta mi cabeza y tira de mis pelos para alzarme, empujándome de cara al coche. Casi caigo, pero consigo poner las manos para parar el golpe y sustentarme contra el coche (por suerte no salta la alarma). Entonces noto cómo me arranca la tanga de un tirón, pero la tanga no cede (no se rompen tan fácil, si lo habéis probado lo sabréis), así que todavía se cabrea más y la tira para abajo con fuerza.

Entonces los veo, dos tipos nos están mirando y disfrutando del espectáculo. Están frente a mí, sólo nos separa el espacio entre dos coches aparcados y me ven estirada contra el coche con Javier detrás. Deben llevar un rato, porque ya las tienen en sus manos y se están masturbando de espaldas al tráfico. Yo me hago la víctima, pero ellos no acuden precisamente en mi rescate, les gusta lo que ven y están disfrutando de cómo me trata Javier.

Les miro a los ojos, y ese es el momento escogido por Javier para penetrarme brutalmente por el ano. Mi boca se abre en un mudo gesto de dolor, mis ojos se desorbitan al notar como la lubricada polla me penetra de una única estocada hasta el fondo. Javier la retiene así, hasta el fondo, permitiendo a mi ano adaptarse a la penetración. Nos miramos, no lo veo pero seguro que también Javier los está mirando, y ellos a nosotros. Escupen su leche los dos a la vez mientras Javier empieza a taladrarme con rápidas embestidas, con furiosas y rápidas embestidas que me alzan y me dejan caer sin que yo tenga el control de nada. Es él quien me toma de la cintura y me trata como una muñeca, preocupándose sólo del placer y de someterme.

Los dos tipos se acercan, pasan por el lado y abren la parte trasera de la furgoneta en una clara invitación. Javier me levanta de las caderas y me echa sobre la parte interior de la furgoneta, estoy a cuatro dentro de la furgoneta sin que él se haya despegado y, de rodillas, me taladra a gusto de nuevo hasta que explota. Yo estoy terriblemente excitada, pero no he llegado cuando se retira y deja mi dilatado ano escurriendo su leche sobre el piso de la furgoneta. Yo, sumisa pero perra, abro mis rodillas y con una mano tomo parte de la leche de entre mis nalgas y me la llevo a la boca mientras miro atrás y me recreo para que los tres vean la leche de Javier en mi boca antes de tragar. Entonces repito la operación y luego me chupo bien los dedos para limpiarlos con una sonrisa de pervertida.

Los dos tipos se han quedado de piedra, ahora la sumisa se ha convertido en una perra en celo que necesita polla. Me giro, todavía a cuatro y voy hacia el extremo de la furgoneta, dejo colgando mis piernas bien abiertas mientras me acaricio mis labios y los abro bien para darles un espectáculo de mi abierto sexo y mi ano todavía escupiendo fluidos. Javier vuelve a tenerla dura, con los pantalones en los tobillos quedaría ridículo, si no fuera porque los tiene ahí porque acaba de follarse a una tremenda perra y es la envidia de los otros dos.

-       Creo que todavía quiere polla. – dice Javier.

Los dos tipos tienen todavía sus herramientas al aire, pero no están precisamente fláccidas. Yo les indico con el dedo que se acerquen y lo hacen sin sonreír, todavía no se creen lo que está pasando. Les tomo las pollas en mis manos y se las sacudo mientras les miro seria, con una media sonrisa pícara. Uno de ellos, el más joven (35 0 40, le calculo), delgado, trata de besarme y le evito girando el cuello y alejándome, pero le retengo su polla. Les dejo ir para desabrochar el pantalón del joven. Le desnudo de cintura para abajo y le digo que se lo quite por los pies mientras me giro hacia el otro. Es más gordito y de unos 50, pero ya ha corrido y tira los pantalones dentro del furgón. Así que le tomo de los hombros, lo pongo de espaldas al furgón abierto y lo empujo para que caiga de espaldas.

Me olvido de él y vuelvo al joven. Me lo acerco de cara y le muerdo el labio hasta hacérselo sangrar. Saboreo su sangre mientras mi mano entre nuestros cuerpos sacude su verga. Entonces me subo de espaldas a la furgoneta abriendo bien las piernas para tener al vejete entre ellas. De cuclillas  sobre el extremo del furgón bajo poco a poco hasta notar la polla del vejete enfilando mi dilatado ano. Él me toma de abajo por la cintura con una mano y con la otra apunta su verga mientras yo atraigo a su compañero y le encajo en mi coño tirando de él, que debe inclinarse para que queden los tres sexos a la misma altura.

Nos movemos más al extremo del furgón para que podamos encajar bien y entonces me dejo caer sobre el vejete y atraigo por la cintura al joven quedando llena por los dos. Los movimientos no son precisamente rítmicos y más que penetrarme me sacuden uno y otro como pueden. Me siento zarandeada y sacudida, pero eso da más sensación a la penetración. Son imprevisibles y un par de veces están a punto de salirse, pero entonces nos agarramos mutuamente y nos apretamos con fuerza hasta que el encaje es total. Siento dos pollas dentro de mí, chocando dentro de mí, separadas por una fina tela y espero que ellos se sientan el uno al otro.

Mi dilatado ano está muy sensible, y mi chocho está rebosante de jugos. El pobre vejete trata de cabalgarme sacudiendo las caderas arriba y abajo, sólo unos pocos centímetros, pero suficiente para proporcionarme una sensación de movimiento en todo el recorrido de mi ano desde el escroto hasta muy dentro de mí. Mientras el más joven batalla con mis caderas para atraerme y no descolgarse, rozando completamente mi clítoris a cada embestida por estar en una posición ligeramente más alta y tener que flexionar las rodillas.

No es como en una peli porno. Parezco más una potrilla desbocada que da saltos sin ritmo o sufre descargas eléctricas, pero eso es mejor porque me hace sentir todavía más cada uno de mis agujeros y todo su recorrido. Empieza en mis pies, mis martirizados pies alzados sobre los zapatos de tacón se estremecen y recojo los deditos. Ya sé lo que viene a continuación, pero no por esperado es menos deseado o placentero. Una descarga recorre mis largas piernas hasta encontrar mis dos orificios. Mi ano se comprime atrapando la polla del vejete que grita de dolor y placer mientras se corre cuando mis espasmos le ordeñan. El joven sigue bombeando, pero mis chorros de flujo también provocan que vuelva a correrse. Mis sensaciones no se paran allí, mi coño y ano siguen contrayéndose espasmódicamente mientras el rayo eléctrico me recorre el cuerpo, mis pezones explotan o siento cómo se erizan las raíces de mis cabellos. Sólo cuando empiezan a calmarse los espasmos me puedo relajar un poco y las pollas también se relajan y van escurriéndose de mi.

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