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Viaje (6)

en Voyerismo

Viaje VI

En el salón se oían los ruidos de una fiesta. Un cuarteto de cuerda, ruido de vasos, conversaciones suaves, algunas risas… voces masculinas y femeninas. Sancho se quedó en lo alto de la escalera y yo bajé por ella. Parece que la sala me estaba esperando, pues las miradas se giraron hacia mi. Todos ellos llevaban algún tipo de máscara, desde unos con máscaras que les cubrían toda la cara hasta antifaces venecianos que no ocultaban nada. Osmiel me saludó ruidosamente y se acercó al pie de la escalera. Llevaba un antifaz de seda blanca y esmoquin del mismo color. Su morena piel resaltaba, atractiva, sobre el perfectamente entallado esmoquin blanco, pajarita negra.

Alargó una mano para acompañarme en los últimos escalones. Mi falda se abría con cada escalón y seguro que mi vulva podía ser admirada por todos, pero Osmiel mantenía su mirada fija en mis ojos y sonreía, y nada más importaba. "Al fin llega la reina de la fiesta". Me acercaron una copa de vino y me refresqué mi seca boca (seca de excitación, seca de un poco de nerviosismo, seca de no saber qué esperar). Todos se habían vuelto a mirarme, todos elegantemente vestidos, y yo con los pechos al aire y casi mostrando mi vulva.

"Preciosa", "Exquisita", "Deliciosa", decían mientras las manos rozaban mis hombros o recorrían mi silueta. Osmiel asentía complacido, pero no hacía nada para parar esas caricias que iban subiendo de tono. Un gordo con el traje más exquisitamente cortado que haya visto nunca, se acercó a mi silencioso. Era tal su gordura que se paró a casi un metro de mi y su barriga me rozaba la cadera. Me miró de arriba a bajo y extendió su mano repleta de regordetes dedos (con un sello en uno de los dedos y un anillo de diamantes en otro) y acarició mi barbilla, haciéndome alzar la vista. "Sí, sencillamente, exquisita" dijo con aprobación como si admirara la dentadura de un equino. Deslizó su mano por mi cuello y miré a Osmiel, que sonreía y me retaba con su quietud. La mano siguió deslizándose hacia mis pechos y tomó mi pezón, ante lo que yo le desvié su mano con la mía como si se tratara de un juego, "y usted muy travieso". Rió, también Osmiel, y continuó la ronda de bebidas.

El vino entraba suave y la cabeza me empezó a volar un poco. Busqué algo para picar y comí algunos canapés, pero esa somnolencia empezó a extenderse por mi cuerpo y busqué a Osmiel para decirle que tenía que irme a descansar. Pero, contra lo que esperaba, en vez de quejarse, sonrió ampliamente y me dijo que se me pasaría en unos minutos, y, tomándome del brazo, me acompañó a la habitación de al lado, otra gran sala diáfana donde en el centro había una tarima como si de un escenario se tratase, con una guillotina de madera. Me acomodó mi cuello en una de las oquedades, las muñecas en las otras dos y cerró la guillotina, dejándome así aprisionada, doblada sobre mi cintura.

"Te he dado un suave sedante con el vino, enseguida pasarán los efectos, era sólo para sujetarte sin problemas, pero estoy seguro que no era necesario, porque lo disfrutarás mucho", dijo. Efectivamente, la nube parecía despejarse, me dio agua para aliviar mi reseca boca y pude observar cómo el resto de los invitados iban entrando con sus copas en la sala. En las esquinas había mesas de bebidas y parecía como si la fiesta se trasladara a la nueva sala. Osmiel hizo una seña, y la plataforma empezó a girar suavemente, lentamente, mientras él sonreía y me decía que lo iba a disfrutar mucho.

Yo estaba inclinada, sobre mis rodillas, con mi cuello y muñecas sujetas en la presa de madera (se veía antigua, una reliquia de los tiempos de Sade? Luego supe que sí, que era auténtica y fechada y catalogada como antigüedad). Mis tetas asomaban al aire, y el giro de la plataforma me exhibía a todos los comensales. No pude evitar excitarme, y alcé mi grupa para cambiar de posición, con lo que mi falda mostraba todo mi muslo por un lado y más de media nalga.

Osmiel sonrió al verme sacar mi grupa y ponerme en pie, doblada, sumisa, percibió la excitación en mi mirada y se enorgulleció de mi. "Hoy tenemos una nueva y preciosa esclava para nuestra sesión, se llama Sandra y estoy seguro que nos complacerá a todos". Dicho esto sacó unas tijeras y procedió a seccionar mi falda para dejar mi grupa a la vista (y acceso) de todos. Sólo quedó aquel extravagante calzado, con sus tacones finos y estilizados, el apretado corsé a mi cintura, el top que dejaba mis tetas al aire y la máscara de gatita. Seguidamente se apartó, para permitir que los invitados, todos exquisitamente vestidos, se acercaran y contemplaran mi expuesta grupa, con el sexo rezumando (lo que provocó admirativos comentarios), mis altivas y expuestas tetas con los duros pezones y fina tez con los rojos, ardientes y brillantes labios rojos bajo la máscara negra.

Miraban y asentían, contemplaban y admiraban como si fuera un animal en exhibición. Ellos de esmoquin, ellas con trajes de noche y costosas joyas, danzando a mi alrededor y disfrutando del material expuesto como si se tratara de una obra de arte. Yo estaba excitada, deseaba que se acercaran más, que me tocaran, que me penetraran, deseaba que todo el deseo que palpaba se transformara en desenfreno, ser usada y ser llenada con sus fluidos. La situación, terriblemente morbosa, me estaba volviendo loka. No podía ni masturbarme, solamente mantenerme en mi posición, allí expuesta.

Restregué mis muslos uno contra otro buscando la caricia sobre mi sexo, mis flujos rezumaron más y un hilo denso, espeso, de mi segregación empezó a resbalar por el interior de mi pierna derecha. Un dedo, sólo un dedo, tomó contacto con esa gota que se desplazaba por mi carne y recogió mi semilla sin tocarme. Cuando la plataforma dio la vuelta vi que el gordo de antes tenía en la punta de su dedo mi flujo, lo olía y se lo metía en su boca. "Pura miel", dijo. La plataforma siguió girando, y finalmente oí una risa de mujer y una mano pequeña, fina, acarició mi empapado sexo y se retiró impregnada de su humedad.

La plataforma siguió girando, y pude ver una anoréxica treinteañera con una figura sin curvas de casi metro ochenta de altura, la que reía estrepitosamente, con una máscara veneciana, se relamía mientras exhibía ante todos su empapada mano. Varios hombres se lanzaron a lamérsela, y ella se la restregó contra sus planos pechos bajo el inmenso escote para que ellos le lamieran mi humedad.

El deseo, la excitación, el olor a sexo parecían haber ido creciendo hasta hacer estallar la crisis, pero se empezaron a besar entre ellos, a repartirse mi flujo y humedad sin reparar para nada más en mi. Me sentía frustrada, excitada y empapada, pero ellos y ellas sólo me buscaban para aderezar sus cócteles con mi gusto o como excusa para besarse y acariciarse. Yo allí, expuesta, girando, sacando mi grupa y buscando el contacto de las manos extrañas que sólo querían tomar mi humedad. Cada vez que me tocaban buscaba con mis movimientos acercar mi sexo a sus manos, incluso a las copas que acercaban a mi entrepierna, pero ell@s rehuían el contacto, mortificándome, ultrajándome, ignorándome.

Empezaron a desanudarse las pajaritas, a caer los escotes y alzarse impúdicamente las faldas. Vislumbré los primeros pechos. La anoréxica se acercó a mi y puso sus inexistentes tetas en mi cara mientras reía y los hombres le desnudaban la grupa y la penetraban con sus dedos. Pese a tener sólo unos minúsculos pechos de adolescente, le lamí los pezones con deseo, mientras ella no dejaba de sostener su copa entre risas y mofarse se mi deseo con los otros, que la penetraban con sus manos después de retirar su falda sobre la cintura.

Unas manos finalmente acariciaron mi grupa. No podía moverme ni ver quien era. Giraba tras de mi en la plataforma. Acariciaron mis nalgas suavemente, se regodearon en la curva de la nalga con la pierna, acariciando y sintiendo su suavidad, su ternura. Avanzaron hacia la entrepierna y recorrieron el exterior de mi depilado monte. Yo no podía oír nada con los ruidos de la fiesta y las risas de la anoréxica, pero ella miraba con atención esas caricias (se diría que las hubiera querido para ella).

Las manos ascendieron de nuevo, acariciaron mi espalda y el tejido del corsé para volver a mis nalgas y mi interior. Yo pugnaba por alzar mi grupa y dirigir el contacto a mi sexo, me abría de piernas, pero parecía que sólo desearan acariciarme y no darme placer, me estaban volviendo loka de deseo! Pero entonces las manos, ya mojadas por mi humedad, se abrieron paso entre mis labios y deshojaron la flor. Evitaron mi clítoris, pero abrieron mis labios y dejaron expuesto mi sexo. Podía intuir que eran varios los que, subidos en la plataforma, me observaban de cerca, sentía sus alientos en mis piernas, roces fugaces con sus mejillas, pero sólo miraban mi expuesto y depilado sexo. Supongo que verían mi inflamado clítoris llorando por un contacto más directo, por la necesidad de satisfacer sus ansias de placer, pero no oía sus comentarios.

La anoréxica se había retirado, y ahora una gorda se había enrollado su falda en la cintura y restregaba su sexo contra mi cara. Loka por conseguir algo, saqué mi lengua y succioné, lamí y penetré ese sexo abierto, grande, peludo que se me ofrecía hasta arrancarle las contracciones del orgasmo y tragar su humedad. El orgasmo de la gorda (que también era manoseada por atrás), coincidió con el final de las caricias y contactos en mi parte trasera.

Grité de frustración y la sala se sumió en un terrible silencio. Empecé a derramar lágrimas de frustración mientras contenía mis gemidos. Todos me miraban, pero bailaban en mis empañados ojos. Oí risas y mi impotencia creó un deseo de furia dentro de mi. Pero entonces se desanudaron cinturones, cayeron pantalones y me vi rodeada de ardientes y erectas pollas. Después supe que fue el gordo el primero en penetrarme, que era el de máximo rango (y dinero y influencia) en el grupo y que había tenido que ser contenido en tres ocasiones para no lanzarse a tomarme y que lo habían programado todo para hacerme llegar al paroxismo del deseo. Pero ahora, después de mi grito, de mis lágrimas, se abrió la veda y todos me tomaron a la vez.

Noté cómo me empalaban por detrás, en mi abierto coño y en mi prieto ano. Por delante me metieron una pija en la boca sin dejarme respirar, mientras mis manos entraban en contacto con dos gruesos sexos más. Así, plenamente okupada, llegué a mi primero orgasmo al sentir cómo me penetraban, cómo finalmente me ultrajaban y me usaban, y me sentí llena y plena mientras un estremecimiento recorría todo mi cuerpo hasta los dedos de los pies. Mi ano se estremeció con la brutal penetración, pero acogí con gusto el dolor mientras sentía cómo mi kulo se iba abriendo y admitiendo más de aquella carne a la vez que, con una sola embestida, me perforaban el útero un poco más abajo. Me estremecí y apreté todas las pollas a mi disposición mientras un tremendo orgasmo me recorría, provocando que también la de mi ano (que todavía no me había penetrado del todo) y la de mi coñito se derramaran en mi. Luego supe que el gordo había sido el del ano, y que no había tardado ni un minuto en correrse en mi de tan caliente como iba.

Rápidamente otro sexo ocupó mi ano mientras una maravillosa boca tomaba mi sexo y me recorría entera y me penetraba con la lengua. Yo empecé mi tarea de succión y pajeo con fuerza, con placer. Noté cómo abrían la guillotina de madera, pero seguí tumbada y abierta a mis amantes usando la nueva facilidad para pajear mejor con mis manos.

Descargaron sobre mi espalda y pude notar el semen sobre mis ancas y sobre el vestido. Después, unos labios recorriendo mi piel y el tejido succionando cada gota. Pude ver la anoréxica alrededor de mi cuerpo limpiándome con una larga y rosada lengua. Curiosamente, esa imagen me excitó más que las pollas de que disfrutaba en ese momento. Y cuando las corridas me llegaron la cara sus labios no dudaron en precipitarse sobre mi y limpiarme el pelo y las mejillas mientras yo seguía chupando otra polla.

Nuestras caras chocaban y empezó la batalla por el sexo que queríamos para cada una. Como ateniéndonos a un acuerdo mutuo, ninguna de las dos usaba sus manos para apartar la otra (entre otras cosas, porque yo las tenía ocupadas) y batallábamos a base de lengüetazos y presiones. Sentir su lengua sobre la mía, sus mejillas y su respiración acelerada contra mi me excitó, y no sólo a mi, porque la polla escupió rápidamente leche sobre las dos, que nos dedicamos a lamernos y tragar y besarnos y explorar cada recoveco de la boca de la otra hasta dejarnos limpias.

Ella ocupó el lugar libre con su boca, pero al habernos tragado todo el semen se alzó y puso su coño frente a mi, atrayendo mi cabeza hacia su sexo. Ahora sí usó sus manos para tirar de mi y encajarme, tirando de los pelos, en su entrepierna. Su coño rezumaba de sus jugos, pero también de semen, y su kulo estaba dilatado por anteriores penetraciones. Mi lengua no bastaba, y cuando mi mano derecha quedó libre, empapada en semen pero libre, me dediqué a penetrarla por coño y ano con ella mientras mi boca succionaba su pequeño pene. Su corrida fue espectacular, se retorció y chilló como posesa mientras yo la forzaba a mantenerse a mi lado y seguía torturándola con mi succión y penetración hasta que se derrumbó en el suelo.

A nuestro alrededor muchas pijas escupieron sus descargas sobre ella que, tumbada, trataba de recobrarse. Pero no pude ver mucho más porque me alzaron y tumbaron en el suelo de la plataforma. Tenía un cuerpo bajo el mío, un cuerpo que alzó mis caderas y me empaló de una única y fuerte sacudida. Ya me habían penetrado por el ano, pero esa polla era muy gruesa y me forzó mi tierno kulito abriéndolo todavía más. Chillé de dolor y placer mientras otra polla me penetraba por delante y otras dos buscaban mi boca.

Llena mi boca con las dos pollas empezó un cruel balanceo del que yo no podía dominar los ritmos ni el equilibrio. Creía que caía cuando alguien me volvía a afianzar. Las dos pollas me follaban la boca con furia, y mi ano y mi coñito eran brutalmente usados. Durante unos minutos parecieron acompasarse y noté cómo en mi interior se turnaban los dos sexos ahora uno y ahora el otro, mientras forzaban mi cabeza a comer las dos pollas en las pausas. En ese momento me sentí totalmente llena y extasiada. Me corrí por el ano y el coño a la vez (eso nunca me había pasado antes) y mis temblores casi me hacen descabalgar. Pero aquello sólo sirvió para hacer renacer la furia de mis amos, que, perdiendo todo ritmo, pasaron a acelerar sus embestidas. Ahora notaba cómo ambas pollas entraban en mis agujeros a la vez, forzando esfínter y coño a dilatarse más todavía y chocando en mi interior.

Una mano se unió a las acometidas en mi sexo y tomó mi clítoris entre sus dedos. No era ninguno de los que me estaba follando, había de ser un quinto, porque localizó y empezó a apretar sin ritmo ni control. Pero yo estaba ya tan encendida, dilatada y mojada que esa presión directa en mi clítoris me supo a gloria y descargué de nuevo mientras trataba de retener la saliva de mi boca, que me caía por las comisuras derramándose por la cara, cuello y cuerpo.

Mis sacudidas se sucedían una tras otra, el ritmo de mis orgasmos mezclaba las penetraciones y se sucedía sin orden ni control. Aquellos sementales parecía que nunca iban a terminar y mis orgasmos eran un tren continuo de sacudidas que parecían ponerlos más furiosos y entregarlos aún más a la tarea de no perder ninguno de mis agujeros. Hasta que empezó la inundación. Primero se corrieron las dos pollas de mi boca, derramando semen en la boca, cara, pelo y pechos. La imagen de tanta leche sobre mi cuerpo (me acertaron en los ojos y me quedé ciega) debió excitar al resto, porque rápidamente se sucedieron las descargas en mi estómago (tan larga era la de detrás) como en mi sexo.

Se retiraron todos a la vez y entonces pude notar mi vacío. Tragué el semen de mi boca y quedé abierta de manos y piernas en el suelo, todavía sacudida de mis últimos orgasmos. A mi alrededor podía notar figuras, de pie, masturbándose con aquel cuadro. No tardaron a bañarme en leche. Múltiples corridas empezaron a cubrirme de gruesos grumos, líquidas lechadas y hasta algún chorro caliente de orín. Todo iba a parar sobre mi y dejaba mi cuerpo embarrado, goteante, viscoso, como si estuviera cubierto de una capa de crema espesa. Yo abría mi boca, abierta a recibir sus ofrendas, abierta a todos sus placeres, abierta a lo que fuera, incapaz de decir no a nada, llena de placer.

Pero ese no era el final, suaves manos cubrieron mi cuerpo, y suaves labios recorrieron mi piel. Me limpié los ojos con dos deditos y mientras me los relamía vi a tres mujeres recorriendo toda mi anatomía con sus labios. Suaves, dulces, calientes, se dedicaban a lamer, limpiar, tragar mientras nuestros espectadores miraban cómo embarraban sus pintadas bocas con la leche derramada sobre mi.

Yo estaba harta de sexo, saciada y derrumbada, pero no se cómo, salieron de mi renovadas fuerzas para tomar el coñito que caía más cerca de mi cara y ponerme a chupar esa limpia humedad que segregaba. Encajé mi cara entre sus piernas y ella trató de cerrarlas, pero mis brazos las abrieron y encajé mi lengua, con lo que su resistencia no sólo acabó, sino que sus piernas se abrieron solícitas, como derritiéndose por el placer de mi caricia.

Mi cuerpo no fue limpiado del todo, pero sí lo bastante para notar sobre mi piel su cálida saliva y sobre mi cara los flujos femeninos como agua fresca. También ellas se centraron en mis agujeros, sorbieron los restos de las corridas y sus dulces lenguas limpiaron cada recoveco, cada pliegue del interior de mi sexo y ano. Dos lenguas coincidieron en mi sexo, y una de ellas fue sustuida por dos gruesos labios que atraparon mi clítoris y empezaron a sorberlo mientras yo no paraba de derramar más y más flujos.

No se cuántas mujeres fuimos en aquella última bacanal, pero a base de suaves y tiernas caricias, de dedos amorosamente dirigidos, de sensualidad más que de penetración, conseguimos dar punto y final mediante relajados y postreres orgasmos a una sesión desenfrenada. Fue un dulce postre, relajado, sensual, femenino. Que acabó con la miel de todos nuestros sexos y la última gran lechada de todos los machos alrededor. Esta vez nos regaron a todas, un cúmulo de brazos y piernas, un revuelto de labios y sexos. Nos quedamos tumbadas, relajadas, en aquella plataforma que, finalmente, paró de dar vueltas y nos permitió alzarnos para buscar el camino de la piscina donde asearnos.

La piscina quedó cubierta de leche, la que nos sacamos de nuestros agujeros y pieles antes de pasar a las duchas. A unas pocas todavía les quedaron fuerzas para acariciarse en las duchas, y algún hombre todavía penetró a alguna fémina (u otro hombre), pero la mayoría sólo nos aseamos y buscamos un sofá donde derrumbarnos mientras bebíamos algo. Yo desnuda, con una copa de Cabernet Sauvignon, caliente, espeso, parecía limpiarme por dentro.

Osmiel, vestido con un albornoz y zapatillas a juego, me encontró tumbada en la butaca, con la copa en las manos y los ojos cerrados, saboreando el vino con un poco de chocolate. "Ven querida, los invitados ya se marchan y debemos despedirlos". Me ofreció su mano y le acompañé a la puerta de la casa. Allí, yo desnuda y él con albornoz, fuimos despidiendo al conjunto de visitantes que, de nuevo perfectamente engalanados con sus esmóquines y trajes de noche, nos iban dando las manos o castos besos y se dirigían a sus coches conducidos por uniformados chóferes en su mayoría.

Desnuda ante tantos trajes y joyas me sentí extrañamente morbosa mientras los uniformados chóferes no dejaban de dedicarme admirativas miradas. Uno tras otro se sucedían los invitados, y me agradecían "tan placentera velada". En una pausa entre unos y otros no pude evitar un comentario con Osmiel, yo también estaba encantada con la velada ;-) Y creo que él disfrutaba tanto como yo de mi exhibición desnuda en la puerta. Le acaricié su fláccido miembro bajo el albornoz y me correspondió con una divertida mirada. Así que, ni corta ni perezosa, me arrodillé ante él, abrí la parte baja del albornoz y me puse a darle una tremenda mamada mientras el alargaba la mano para despedir a los últimos invitados. Se corrió en mi boca al cerrarse definitivamente la puerta y me tomó de los hombros alzándome, complacido "Realmente eres insaciable".

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