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Viaje (1)

en Voyerismo

Viaje I

Fue en enero de 2009 cuando contactó conmigo por primera vez. Nos intercambiamos algunas fotos y nos pusimos muy calientes. Yo me conectaba al msn desde la oficina, y pese a que no tenía cam, él me dejaba verle mientras se masturbaba con mis fotos. La situación fue acelerándose y cada vez nos volvimos más morbosos. Me encantaba verle correrse sobre mis fotos y llenarme de leche, pero me resistía a darle mi móvil y nunca me vio en directo (por no tener yo cam en la oficina ni conexión en casa).

Además del chat empezamos a escribirnos por mail y cada día nos cruzábamos algunos mensajes, bien sobre los sueños morbosos que habíamos tenido, bien sobre alguna situación que nos había sucedido ese día o en el pasado ;-). La cuestión fue que la intimidad fue abrazándonos, una intimidad basada en el sexo y en nuestras morbosas imaginaciones. Hasta que un día me propuso ir a Cádiz.

Mi sueldo de secretaria me permite vivir bien y tomarme algún capricho, pero no estoy tan loca como para irme a Cádiz a visitar un conocido de Internet (pese a que al recordarlo con los pantalones bajados en su despacho y esa tremenda herramienta dejando escapar litros de leche sobre mis fotos… me humedecía y a todo hubiera dicho que sí). Pero siempre he sido muy consciente y eso de tomar un avión (o tren) y buscar hacer realidad las fantasías no va conmigo, por suerte puedo hacerlas realidad con otros amigos cercanos, así que me reí en su cara y le dije que reservara billetes a mi nombre.

El lunes siguiente recibí en mi correo las reservas. Me conecté y allí estaba él esperándome. Le dije que lo anulara, que no iría, pero él me dijo que sólo yo podía anularlo. Así lo hice, y le reembolsaron los billetes (ya que eran para fechas bastante más allá). Pero el seguía insistiéndome, y lo cierto es que al ver su polla en mi pantalla se me hacía la boca agua ;-). Se veía a la legua que el dinero no era problema para él, y tirándole de la lengua supe que estaba en buenos negocios (nada de construcción). Además, se conectaba desde su despacho, y alguna vez había podido ver alguna pintura famosa en las paredes, lucía un Rólex y siempre se le veía bien vestido (al inicio de la charla, claro).

Pese a todo, por suerte no estoy necesitada de sexo, y le fui dando largas, y él insistiendo más y más. Al final me llegó a ofrecer el viaje, hotel y dinero por mi tiempo y molestias. Pero quedaba entendido que si cualquier cosa me molestaba podía volver a mi hotel y no habría ningún tipo de problema. A finales de febrero reservó para la semana del nueve de marzo el vuelo y el hotel. Como no quería que conociera mis datos ni mi cuenta bancaria, tuve que pedirle a Eduard (un amigo mío casado con una rusa) que se prestara a que mi "amigo" le ingresara en su cuenta 10.000€ y que el me los hiciera llegar a mi.

Con Eduard tengo una extraña (aunque placentera) relación. El está casado con una buena amiga mía, es el perfecto marido y padre, y precisamente por eso no he podido evitar el beneficiármelo alguna vez, aunque sólo haya sido sexo. Tuve que quedar con él para pedirle lo de la transferencia, así que quedamos un día por la tarde en el centro de Barcelona. Por suerte hacía sol, así que nos encontramos en una terracita. El venía del trabajo, con su eterno traje y corbata (que le sientan muy bien, especialmente ahora que ha perdido algunos quilillos). Yo también salía de mi trabajo, e iba con minifalda, blusa y jersey, además del abrigo (todavía refrescaba en Barcelona).

Estaba esperándome en Rambla Cataluña, ya sentado en la terraza con su cerveza y leyendo un periódico cuando yo me acerqué por detrás y le di un beso en la mejilla sorprendiéndolo. Me miró de arriba a bajo como siempre hace (y me halaga que lo haga) y ordené mi cerveza mientras cruzaba mis piernas y mostraba mis muslos a toda la rambla ;-). Naturalmente, Eduard no pudo evitar una mirada a mis piernas (por mucho que quiera a su mujer…) y aprovechamos para ponernos al día de todo un poco. Le conté lo de mi "amigo" de Cádiz, y tuve que soportar todas sus advertencias sobre los conocidos de Internet, sobre las precauciones a tomar, sobre el sexo seguro, sobre… mil cosas. Le dejé claro que el no tenía ni mi móvil, y que no pensaba darle mi cuenta bancaria pero sí la suya (la de Eduard) ;-). El me miró calculadoramente, haciéndosele la boca agua sólo con imaginar las contraprestaciones ;-).

Pese a todo, Eduard sabe que no lo haría sólo por dinero, así que me pidió detalles de nuestra "relación". Y allí, en medio de la rambla, sentados en la terracita, le expliqué nuestras sesiones de sexo virtual, cómo lo excitaba que yo me masturbara en la oficina mientras el se corría, lo exhibicionistas y morbosos que éramos imaginando situaciones y… y debo reconocer que mis pezones se pusieron duros con la calentura ;-). Y qué decir de Eduard, que no sabía cómo escondérsela bajo los pantalones y se le marcaba entera como un gran bulto que seguía el bolsillo hasta perderse casi en el cinturón.

"Te has puesto caliente, verdad?" Le dije mientras me acercaba a él y dejaba reposar una mano sobre su muslo (casualmente sobre ese gran bulto). "Mmmmm… veo que sí, no hace falta que respondas" y le acaricié su gran miembro por encima del pantalón a la vista de todos. Volví a recostarme sobre mi silla, echándome atrás y mostrando todavía más mis muslos, ya que la faldita se había subido un poco. Le sonreí mientras él no podía evitar mirar mis piernas (aunque intentaba resistirse), así que crucé una encima de otra para que viera mi tanga empapada (yo también me había excitado relatándole algunos de nuestros encuentros virtuales).

"Lo cierto es que me muero por probar su polla, la tiene gorda, larga y curva, y me muero de ganas por saborearla y sentirla dentro de mi". Dije mientras veía cómo también el camarero escuchaba con atención y se ponía ligeramente nervioso ;-). Apuré mi cerveza, ya que Eduard se había acabado la suya y pedí la cuenta mientras Eduard y yo nos mirábamos con ese brillo en la mirada queriendo ser malos. Lo cierto es que Eduard es un sol, si no estuviera casado con mi amiga creo que sería un compañero perfecto para mi. Cariñoso, tierno, amable, tolerante y con un punto de perversa morbosidad que me encanta. Nunca dice que no a nada, y sabe disfrutar del juego del sexo en toda su amplitud ;-) Pero claro, está mi amiga.

Pagó y nos levantamos para ir a dar una vuelta. Me tomó del talle, dejando resbalar su mano por mis nalgas. Yo me apreté un poco más contra él, y lo tomé por la cintura, dejando a mi vez resbalar mi mano hasta su prieto kulito (qué pasa! A mi también me gusta acariciarles el kulito a los hombres). Nos miramos y sonreímos con picardía, nos paramos a besarnos apasionadamente, con deseo, mientras los camareros nos miraban con deseo de ser ellos quienes estuvieran allí. Y proseguimos tranquilamente acariciándonos mientras yo me recostaba sobre él dejándole notar el calor de mis pechos.

Bajamos la rambla hasta Plaza Cataluña, donde él, perverso, me guió hasta el McDonalds. "Es esa tu idea de una merienda romántica?" Le dije. El me miró sonriente y me hizo entrar en el local. Estaba lleno a rebosar entre turistas, latinoamericanos, gente mirando, gente haciendo cola… nos pusimos a la cola, él detrás de mí. Y entonces pude entender sus intenciones. Rápidamente sus manos me alzaron la minifalda y exploraron mis nalgas a conciencia, mientras nos apretábamos en la cola. Tanto apretó que mis pechos casi chocan contra el americano panzudo de delante. Uno de sus dedos exploró bajo mi tanga, empapándose de mis flujos y untando mi ano con mis líquidos. Yo me estremecía con su pulgar, que acabó por forzar mi kulito y penetrarme mientras otro dedo acariciaba deliciosamente mi sexo. Estaba siendo penetrada en la cola del McDonalds como si fuera una adolescente!!! Cuando su pulgar penetró mi ano no pude evitar un estremecimiento de placer, y finalmente mis pechos chocaron contra el grasiento y enorme americano de delante, que se giró contrariado, pero al ver esa hermosura de mujer sonrió y volvió a su puesto, eso sí, arrimándose más a mi.

Ahora, empalada entre los dos y siendo penetrada por Eduard (que se había dado cuenta de todo), empecé a estremecerme de verdad. Eduard no paraba de moverse en mi interior, aprovechando la cobertura del enorme americano por delante y él mismo por detrás, aceleró los movimientos en aquella eterna cola penetrándome repetidamente muy rápido. Yo no paraba de generar más y más flujo, lo notaba correr por mis piernas y no podía evitar (aunque lo intentaba) lanzar gemidos quedos cuando él llegaba a mis puntos sensibles. Finalmente, Eduard, el delicioso Eduard, me remató con una serie de caricias dedicadas a mi clítoris que me hicieron derrumbar sobre la barra de los pedidos. El americano ya salía con su bandeja, pero Eduard, ni corto ni perezoso, no se contuvo y, presionándome contra la barra, me taladró intensamente mientras me miraba el dependiente (un adolescente lleno de granos). Yo sólo atiné a pedir una coca coooooooolaaaa mientras me derretía por dentro. Eduard aceleró el ritmo y pellizcó mi clítoris, con lo que mis rodillas cedieron y casi caigo si Eduard no me aguanta con sus brazos (para lo que tuvo que sacar su mano de cueva. Mi olor se mezcló con el de las hamburguesas. Eduard pagó mientras yo trataba de recuperarme y me tomó del brazo para salir. Entre codazos y apretones volvimos al aire fresco y allí nos miramos sonrientes, el se chupó los dedos con mis restos y murmuró un: "Deliciosa, como siempre", tirando la coca cola a la primera papelera que encontramos.

El muy cerdo me había robado un par de orgasmos sabiendo que me encantaría hacerlo en un lugar público, y sabiendo que ahora mi deuda era doble, pues necesitaba un favor suyo. Pero creo que él había disfrutado tanto o más que yo, aunque su tranca estaba a reventar, se había contenido para no correrse, pues el es tan o más caliente que yo. Fuimos a buscar el Portal del Ángel para pasear mientras aprovechábamos cualquier escusa para manosearnos como adolescentes, tratando de excitar al otro y hacerle salir de sus casillas. Estaba atiborrado de gente (en Barcelona ya hay turistas todo el año) y fuimos a buscar lugares más despejados para… nuestro juego. De repente él tiró de mi y en vez de llegar a portal del Ángel me hizo entrar en un centro comercial (El Corte Inglés). El aire de la entrada heló mis pringosas piernas y mi coñito empapado, pero el me arrastró hasta las escaleras mecánicas, donde, con la mano bajo mi falda, mostró mis nalgas a todos los que venían detrás.

Sus "despistadas" caricias mostraban mi cuerpo a la concurrencia, y un grupo de adolescentes nos siguió por las escaleras mecánicas sin perderse nada del espectáculo. Oíamos sus voces detrás nuestro, pero no les hacíamos caso, y Eduard continuaba jugando a levantar mi faldita por detrás como si no se diera cuenta que mostraba mis prietas nalgas con el hilo del tanga encastado entre ellas. Llegamos a su destino, la planta de lencería femenina, donde dejamos la escalera para explorar las prendas. Los adolescentes nos seguían a distancia, pero allí destacaban descaradamente, mientras que Eduard y yo parecíamos una pareja de casados buscando poner algo de alegría a la situación.

Me entretuve mirando conjuntos de ligas mientras Eduard me besaba el cuello y alzaba mi faldita apartando el hilo de la tanga para mostrar a nuestros amigos mis prietas carnes. Eduard es la maravilla del descaro tras su carita inocente. Es capaz de hacer las mayores barbaridades como la cosa más natural del mundo, como si no se diera cuenta de nada, y acariciaba mi vulva de manera disimulada a la vez que la mostraba a los adolescentes sin que nadie pudiera suponer que lo hacía disfrutando y plenamente consciente de la situación. Me estaba poniendo perdida de calentura con sus toqueteos y exhibición. El muy cerdo sabe que eso me excita tremendamente y estaba jugando mi juego y derrotándome. Estaba a punto de suplicarle que me penetrara allí mismo, de arrodillarme y sacarle la tranca y comérsela entera, de bajarme yo misma la tanga y masturbarme ante los chicos cuando tomó cuatro prendas y me arrastró hacia los probadores.

Una vez allí fuimos al fondo y me tendió los cuatro conjuntos de lencería mientras él se escondía en el probador de enfrente y descorría un poco la cortina para poder verme. Yo, entendiendo sus intenciones, colgué mi abrigo y las prendas del probador y procedí a correr la cortina descuidadamente para que tanto él (en el probador de enfrente a la derecha) como desde la entrada, en el lado contrario, quedara una abertura que permitiera ver mis movimientos.

Seguidamente, y de espaldas a la cortina (pero viéndolo todo por el espejo), procedí a sacarme el jersey y la blusa, que colgué ordenadamente también en la pared, mientras veía que los adolescentes ya me habían ubicado y me veían desde el pasillo. Claro, tres adolescentes en el pasillo del probador de lencería femenina… llamaron algo la atención, así que una dependienta se acercó a ver, y mientras dos de ellos se escondían en el probador de al lado de Eduard, el otro tuvo que salir para que no hubiera problemas. Ahora sí, ya todos ubicados y con buenas vistas, procedí a sacarme la minifalda y colgarla, con lo que me quedé con la empapada tanga y mi sujetador (sí, a veces también me lo pongo, no quiero tener las tetas caídas de mayor, y ese día no esperaba que fuera a pasar nada!).

Mi mirada no perdía detalle, y podía ver a un lado Eduard, acariciándose su precioso bulto y los adolescentes, escondidos para que no los viera (lo que los hacía todavía más ostensibles). Procedí a desabrocharme el sujetador, deslizarlo por mis brazos y dejarlo junto a mi ropa. Después deslicé mi tanga por las piernas, quedó enganchado por la humedad a mi vulva, y de un tirón lo solté (mientras dejaba a la vista mi precioso coñito con sólo una fina hilera de pelo rasurado coronándolo). Me agaché para deslizarlo de mis piernas, alzando los zapatos de tacón, ahora uno, ahora el otro, mientras mostraba las nalgas a los adolescentes. Colgué con cuidado la tanga también, con lo que me había quedado vestida solamente con los zapatos de tacón.

Entonces miré mi vulva, la abrí y noté la humedad en mis piernas. Procedí a tomar un pañuelito de papel del bolso y me limpié bien las piernas y la vulva, generando todavía más flujo. Me senté en la banqueta del fondo del probador, con las piernas en alto, mientras trataba de limpiarme mi entrepierna mostrándome a Eduard, que ya se estaba masturbando, y a los adolescentes (que tenían unos ojos como platos). Me levanté para tomar una de las prendas cuando noté que Eduard entraba en el probador. Su polla enhiesta, brillante de su flujo preseminal, su mirada brillante de deseo ardiente.

No se ando con preliminares, me sabía y se sabía dispuesto, y me forzó a agacharme casi tirándome sobre la banqueta, con lo que tuve que sostenerme con los brazos (pero no flexioné las piernas). "Pero que hace caballero? Por favor!!!!" Dije con voz queda para nuestro público. El me abrió las nalgas y procedió a empalarme con brutalidad, de un golpe seco me entró por mi coñito hasta que sus huevos chocaron contra mis nalgas y procedió a reventarme con su frenético ritmo entrando y saliendo de mi.

El estaba tanto o más caliente que yo, si yo me corrí con su primera empalada, el no tardó más de seis o siete embestidas (el sexo excitante no tarda en derramarse). Yo me corrí otra vez con él, me giré rápidamente y la tomé en mis labios, mientras saboreaba sus flujos mezclados con los míos.

No pude evitar mirar con una sonrisa pícara en mis ojos hacia los adolescentes, que estaban masturbándose el uno al otro mientras nos miraban. Limpié a Eduard hasta dejarlo reluciente y nos recompusimos ante la estupefacta mirada de los adolescentes que no se atrevían a moverse, cada uno con la polla en la mano del otro. Al salir, yo les descorrí la cortina y me agaché para tomárselas en mis labios, cuando las dos pollitas se acomodaron en mi boca se derramaron a borbotones y pude deleitarme con sus jóvenes simientes, sabrosas, calientes y cremosas.

No les limpié sus pollitas, simplemente me alcé, con dos deditos me limpié la crema que me rebosaba por los labios, tragué y, dándoles dos rápidos besos con lengua, fui al encuentro de Eduard y salimos del centro comercial mientras me dictaba sus datos bancarios.

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