miprimita.com

Mi boda II (Preparativos)

en Voyerismo

Mi boda II (preparativos)

Francamente, no entiendo por qué la gente necesita un año para preparar la boda, nosotros no necesitamos tanto. Y mejor así, porque tuvimos menos nervios y su familia tuvo que conformarse con lo que había sin meterse en medio (bueno, su madre, que es una delicia, sí lo hizo, pero sólo para aprobar lo que yo había decidido).

Lo primero fue el sitio, Barcelona, por supuesto, pero para el convite fuimos a un restaurante de las afueras, un buen hotel restaurante donde los invitados podrían pasar la noche y así no tendrían que ir vigilando con el alcohol para conducir después. Hasta contratamos un autocar para los invitados, que luego los devolvería el día siguiente a diferentes horas a Barcelona.

Pero… me estoy adelantando, porque aunque no tardamos un año sí tuve que correr preparándolo todo y corriendo a la salida del trabajo a las citas con floristas, trajes, restaurantes, amigas…

Por suerte pude mantener la calma. A mí la boda me importaba poco, al fin y al cabo es un contrato, así que lo enfoqué de esa manera, fiesta y contrato, tratando de relajarme (no soy de esas que desde niñas sueñan con su boda). Pero claro, había que cumplir con su familia, aunque ya le dejé claro a su madre que no sería un bodorrio. Quería una ceremonia sencilla (sí, habría iglesia) y un restaurante con fiesta sin protocolos. De hecho, me importaba muchísimo más el nuevo apartamento donde viviríamos que no los preparativos de boda. Lo quería listo para irnos a vivir en él después de la boda.

Pero lo que yo no sabía era el montón de cosas a decidir en la ceremonia o el restaurante. Por suerte, en eso su madre fue muy práctica y contrató una amiga suya para asesorarnos que me entendió perfectamente desde el principio. Me daba tres o cuatro opciones, yo definía y pasábamos a la siguiente decisión. Sólo hubo una decisión que casi me vuelve loca: El vestido. Me sentía ridícula en ellos. Teóricamente eso del blanco (casto, puro y prístino) no iba mucho conmigo, pero ellas lo dieron por sentado (y al final fue blanco). Desde luego, tenía que lucir mis pechos en un buen escote (eso también fueron ellas quienes lo sugirieron), y aprovechar para marcar la cintura y los glúteos (así que la cola tenía que empezar bien abajo), y abierto por delante para poder caminar y lucir esas benditas piernas (palabras de ellas). Así que me lo tomé como un disfraz, y así lo lucí.

Pero el piso… eso sí que fue toda una odisea. Naturalmente, fuimos a través de agencia, pero estuve quince días que a la salida del trabajo y fines de semana no paraba de visitar pisos con el agente inmobiliario, Mario, un elegante italiano engominado que siempre me tomaba de la cintura (con la madre de Javier al lado, a la que también tomaba de la cintura, nos llamaba “sus ragazzas”).

La zona la teníamos más o menos clara, en Barcelona ciudad (lo siento, nada de chalecitos en urbanizaciones, esto no es la sierra madrileña, aquí no va así). Edificio con jardín interior y piscina comunitaria, gimnasio, párquing, balcón,… apartamento grande, soleado y con varios baños. Y a partir de aquí, visitas, visitas y visitas. No, no esperéis la descripción de ninguna escena de sexo con Mario, iba yo tan absolutamente loca de un lado para otro que no hubo nada de eso. Aunque una vez que quedamos en el apartamento directamente, encontré a la madre de Javier algo acalorada y despeinada esperándome con Mario. Bueno, al fin y al cabo se conserva muy bien y va al gimnasio regularmente, así que… hice como que no me había dado cuenta de nada.

Finalmente, su madre y yo seleccionamos tres propuestas y fuimos a verlas con Javier (debíamos aparentar que también era decisión suya) y se decidió por el que preferíamos nosotras (por supuesto). Pero, lejos de acabar, eso fue sólo otro comienzo de obras, selección de muebles, cortinas, electrodomésticos, alguna obra de acondicionamiento de baños, etc.

Y, así fue como me vi envuelta de hombres que me desnudaban con la mirada. ¿Qué esperabais? Tenía que controlar la cuadrilla y seleccionarlo todo. Lo primero fue la obra. Teníamos que tirar uno de los tabiques para agrandar el salón, acondicionar luego los suelos (parquet) y rehacer baños. Así que tuve mi primer contacto con el portero del edificio.

Julián es el portero del edificio, ya le había visto al visitar el piso con Mario. Nos acompañaba al ascensor y abría las puertas para dejarnos pasar al entrar y salir. No perdía ocasión para mirarnos desde abajo cuando subía el transparente ascensor a los pisos altos (el nuestro es el ático dúplex) y se regodeaba mirando mis piernas y lo que podía ver bajo mi falda (o la de la madre de Javier, que también tiene buenas piernas). Así que me recibió con una gran sonrisa cuando supo que sería la propietaria (bueno, junto con Javier) del ático en venta. Una sonrisa algo lasciva y una mirada brillante que acariciaba mi cuerpo de arriba abajo.

Cuando le dije que teníamos pensadas algunas reformas se mostró muy complacido de ofrecernos todo tipo de ayuda y, naturalmente, acepté. En estos edificios es bueno que el portero sea quien te guíe, seguro que él se debe llevar su comisión, pero así te aseguras que todo está controlado y que lo harán bien. Naturalmente, le pedimos que contactara con tres firmas advirtiéndole que una de ellas la impondríamos nosotros (para tener una referencia externa de precios) y nos quedamos con el presupuesto medio, que casi igualaba el más barato, pero era uno de sus “recomendados” (en una obra de esa cantidad, mejor pagar unos pocos euros más pero asegurarte que son de confianza y así Julián salía reforzado como avalador, a la vez que comprometido con que todo quedara perfecto).

Naturalmente, al salir del trabajo me iba directa al nuevo piso a controlarlo todo, y Julián me esperaba con ojos brillantes y me acompañaba gentilmente. Yo venía cansada del trabajo, pero procuraba darle algún regalo visual que sé que él agradecía (y sigo haciéndolo). Los primeros días la cosa fue rápida. Primero quedamos una tarde con Julián y el encargado de la obra para explicarle lo que quería, seleccionar el parquet y materiales para los baños. El encargado era un tipo gordo con una eterna colilla de puro en la boca (por suerte, apagada), era bajo, con lo que sus ojos quedaban exactamente a la altura de mis pechos. Con su aparatejo de rayos láser midió todo en cinco minutos, aprovechando cuando lo dejaba en el suelo para recorrer mis piernas con su mirada. Tomó notas en una sucia libreta y ya quedó con Julián para la semana siguiente. Así que ese primer día fue todo bastante rápido, pero me volví a mi pisito (que ahora me parece muy pequeñito) algo caliente de tanto sentir sus miradas acariciándome todo el cuerpo.

La siguiente visita, sin premeditarlo, fui a controlar las obras vestida con leggins y una blusa. Botas altas de tacón de aguja, cinturón de pedrería y el abrigo al brazo (venía del metro y no hacía tanto frío). Cuando vi la mirada de Julián me di cuenta de lo inapropiado del atuendo que, pese a no mostrar nada, marcaba mi figura a la perfección. Al fin y al cabo venía del trabajo, no llevaba nada especial, pero sí cómodo para pasar horas frente al ordenador. Como ya era costumbre, al llegar al edificio Julián me abrió la puerta y le pedí poder ir a su baño a lavarme las manos, como hacía casi siempre (como en el piso nuevo no podía todavía… Julián me permitía ir a su baño). La mirada de Julián fue la que me demostró que, pese a no mostrar nada, mis leggins y la blusa despertaban un gran interés en él. Eso me calentó un poco y pensé que sería un aliciente extra para él y para tratar de complacerme, así que… en el baño me preocupé de que la blusa tuviera un botón de más abierto para mostrar justo el inicio del sujetador de blonda y el canalillo, y que mis leggins marcaran bien la rajita del culo y hasta un poquito mis labios. Naturalmente, la tanga se adivinaba, porque mis glúteos no mostraban ninguna braguita. Me retoqué los labios y salí pidiéndole dejar el abrigo en su oficina para poder ir más cómoda y no mancharlo. Naturalmente, me lo permitió y cerró con llave cuando me acompañó a ver las obras.

Todavía estaban allí la brigada entera, así que procuramos distraer lo mínimo (como si eso fuera posible, ¡Ja!). El encargado vino rápidamente a recibirnos y nos enseñó que ya habían tirado el tabique y que estaban igualando el suelo para instalar el parquet. Dos tipos trabajaban en ello en esos momentos, casi acabada ya la tarea del suelo. Mis botas de tacón no eran el calzado más adecuado con un suelo en obras y todo lleno de polvo, pero cuando me planté en medio del salón se hizo un silencio sepulcral. Los dos operarios se quedaron quietos en las posiciones en que estaban al entrar yo. Sus miradas fijas en mis curvas y la boca abierta. El encargado no tardó en chillarles para que siguieran, pero se les veía nerviosos y siguieron lanzándome miraditas todo el rato.

Yo miré por todos lados, hasta que el tacón me hizo una mala jugada se me dobló el tobillo. Suerte que Julián estaba allí y pudo evitar mi caída tomándome en sus brazos. Mis pechos quedaron aplastados en el suyo y nuestras caras una frente a otra. Yo sonreí y me enderecé disculpándome, pero parecía él el aturdido y no yo. Sus manos pudieron recorrer mi cuerpo a gusto, de los hombros, bajando por mis laterales (notando el redondeo de mis pechos), hasta la cintura para asegurarse que ya me tenía en pie y, entonces, al ponerse de lado a mí, una de sus manos pudo acariciar el redondeo de mis glúteos hasta perderse el contacto. Todo fue rápido, pero a la vista de los dos peones y el encargado, que no perdían detalle. El silencio que siguió fue un poco más largo del natural, momento en que os puedo asegurar que vi cómo crecían sus bultos en la entrepierna.

Hasta yo me ruboricé un poco (enseguida se me colorean las mejillas), pero me gustó. Duró tanto el silencio que los dos operarios que estaban en los baños quitando las baldosas y preparándolos para las modificaciones se acercaron al notarlo y… se repitió la escena de las bocas abiertas y la sorpresa de los que no me habían visto hasta entonces. Y entonces empezó el espectáculo.

Yo ya me había dado cuenta que la “casi caída” me había dejado la blusa más abierta y casi se podía ver transparentar uno de mis pezones a través del fino sujetador, pero no hice nada por tapármelo. Con todo sucio, no dudaba en hincarme de cuclillas en las esquinas para mirarme cómo iba quedando todo, con lo que todos podían admirar mi abierto coñito bajo los leggins o mis endurecidos pitones a través del sujetador. Me agachaba con las piernas siempre bien rectas dejándoles mi culito expuesto o les regalaba posiciones con mi escote bien a la vista, con lo que pronto los seis (Julián, encargado y cuatro operarios) me seguían de habitación en habitación sin perderse detalle de mis poses. No sé si oyeron nada de lo que les dije, por eso, al acabar el recorrido, me recompuse la blusa delante de todos ellos, les hice una gran sonrisa (seis inmensos bultos delante de mí) y miré a los ojos atrayendo la atención de cada uno a mí y no a mis partes más prominentes. Cuando tuve la atención de todos centrada en lo que les iba a decir (fue tan descarado que hasta se tapaban sus partes tres de los operarios), miré a los de los baños: “Mañana quiero instaladas tuberías, jacuzzi y uno de los baños con las baldosas puestas y bien limpio”, mirando a los del salón: “El parquet puesto y listo para pulir”, y mirando a Julián y al encargado: “Los muebles del salón empezarán a llegar al siguiente día, así que asegúrense que todo está listo, una vez pulido el parquet no querré ninguna marca ni rallada en él, sé que puedo confiar en ustedes”. Sonrisa, vuelta, y Julián me acompañó a recoger mi abrigo y a la salida hasta el día siguiente.

Para la siguiente visita sí me preocupé de ir bien “arreglada”. Por suerte en Barcelona nunca hace mucho frío, así que pude lucir una minifalda de vuelos a medio muslo, con medias oscuras semitransparentes bien aseguradas gracias a un elástico en lo alto del muslo, zapatos negros brillantes de tacón de aguja bien alto y una chaquetilla sin otra prenda debajo que el sostén negro con transparencias. Naturalmente, el abrigo al brazo.

La primera sorpresa fue la mirada de Julián, parecía un lobo acechando la presa, casi podía verle babear la saliva. Eso me hizo tener dudas, normalmente notaba su deseo, pero aquel día era especial. Tal vez fue por eso, pero el caso es que al ir al baño fui más cuidadosa que de costumbre y al lavarme las manos pude ver a través del espejo cómo había un puntito de luz roja que asomaba en la esquina detrás de mí. Alargué mi aseo de manos frotándome con jabón un poco más hasta que pude distinguir en el reflejo del espejo lo que era. Efectivamente, había una pequeña cámara en una de las esquinas, habían tapado el piloto rojo de grabación con un esparadrapo, pero algo de luz era lo que me había sorprendido. Traté de no mostrar mi sorpresa mientras pensaba y alargaba todavía más mi aseo. No me sentí furiosa, contrariamente a la mayoría de mujeres (creo), me pareció una picardía muy interesante y pensé en cómo beneficiarme de ello. Salir gritando y escandalizada tal vez reforzaría la imagen de mujer decente, pero no aportaría nada, así que… tal vez dejarle continuar con ello, total, las obras no iban a durar mucho, ¿qué debía pensar hacer?

Pero, como no, salió mi parte traviesa, así que ese día me acicalé un poco más que de costumbre. Con las manos bien limpias, pasé a mirarme al espejo. Desabroché la chaquetilla y la doblé y dejé con cuidado sobre el inodoro mientras ajustaba bien mi transparente sujetador y me acomodaba mis pechos en él. Menudo espectáculo debía estar grabándose, no sé si se podrían apreciar mis duros pezones, pero cuando me volví a poner la chaquetilla quedó claro que ahora mis pechos estaban bien enhiestos y abultaban algo más, dejando una visión muy interesante en el canalillo.

Levantando una de las piernas y posando el pie en la tapa del inodoro me ajusté bien las medias, una y otra (asegurándome que la cámara podía tomar bien el triangulito delantero de la tanga cuando me la ajustaba). Ningún movimiento sexual, simplemente una mujer acomodándose la ropa después de un viaje en metro. Finalmente el pelo y retocarme los labios para salir y encontrarme con un nervioso Julián, pero mi amplia sonrisa pareció tranquilizarlo (supongo que estaba intranquilo por si encontraba la cámara). Vi que metía una mano en el bolsillo (seguramente estaría deteniendo la grabación con el mando a distancia) y seguía hasta el ascensor.

Cuando ya se abría la puerta le recordé que no había cerrado con llave su oficina, donde yo había dejado el bolso, así que le sugerí que yo iría subiendo y que él fuera a cerrarlo y nos encontraríamos arriba. Se quedó sorprendido, pero cuando el ascensor empezó a subir conmigo dentro, su mirada me siguió y pudo disfrutar de la amplia vista bajo mi minifalda, las medias y… mucho más, ya que yo ocupé de estar parada con las piernas algo abiertas para que pudiera admirar cómo el hilo de la tanga se perdía entre mis cachetes. Al salir del ascensor le esperé, y no tardó nada en estar a mi lado de nuevo, así que fuimos juntos al apartamento. La puerta estaba abierta, con cartones para proteger los marcos y ruido de obreros dentro. Pero no se escuchaba ruido de picar la pared ni nada así, estaban recogiendo las herramientas y barriendo. Nuestra entrada fue triunfal, nos esperaban para la revista. Pero no eran cuatro peones y el encargado, ese día ya eran seis los peones. Habían aumentado la brigada para tenerlo todo a tiempo (como íbamos con presupuesto cerrado, a mí no me importaba).

De nuevo, visita de inspección recorriendo el salón, con parquet instalado, barrido y pulido y todo, brillante. Tan brillante que hasta se veía nuestro reflejo en él. Yo lo examiné de cerca, agachándome con las piernas bien estiradas y dándoles un verdadero espectáculo de mis piernas. Por el reflejo del suelo pude ver cómo los peones se agachaban para ver más y, pese a que no dijeron nada ni hicieron ningún ruido, casi logré oír sus sonrisas satisfechas y más de una exclamación. Estuve examinando perfectamente el suelo, dando tiempo a que también Julián y el encargado pudieran agacharse y tener sus vistas. Me enderecé, recorrí las esquinas para comprobar el perfecto pulido de todo el salón y, en una de ellas, me agaché en cuclillas para pasar la mano por la suave madera y notar su confort y calidez. Naturalmente, todos se quedaron con la boca abierta admirando cómo la tanguita delineaba y casi transparentaba mis labios mientras mi mirada se centraba en la madera (comenzaba a humedecerme).

Seguidamente le tocó a los baños. Empezamos por los de abajo. Noté cómo se daban de codazos en la misma puerta para tener buena vista, ya que no cabíamos todos dentro. Embaldosado, brillante, amplio… examiné cuidadosamente pica, inodoro i bidet, comprobando que ya había agua y funcionaban correcta y silenciosamente. Procuraba inclinarme dándoles buenas vistas de mis nalguitas o mi escote, pues la chaquetilla se abombaba y mostraba mis encantadores sujetadores negros de blonda casi transparentes. Mis pezones se estaban endureciendo y mis labios se inflamaban por momentos comenzando a humedecerse.

Claro, tenía que comprobar que el resto del dúplex estaba en condiciones, así que fuimos a los baños del piso de arriba, que es donde están los dormitorios. La subida por las escaleras fue espectacular, parecía que no querían seguirme y les tuve que llamar desde arriba, momento en que Julián y el encargado se animaron mientras yo les esperaba arriba y los peones podían disfrutar de la visión de mi empapado sexo. Efectivamente, todo estaba bien, uno de los baños ya estaba completamente terminado, con jacuzzi, mueble de maquillaje, ducha, inodoro y bidet, todo reluciente, reluciente, reluciente. Tanto que al oír la exclamación de sorpresa me di cuenta que el suelo reflejaba totalmente casi como un espejo, las imágenes de los que caminábamos dentro con un tono azulado. No pude dejar escapar la ocasión, así que procuré que todos pudieran ver reflejadas mis intimidades en el suelo separando un poco las piernas. Ahora sí estaba humedeciéndome del todo. Cuando me agaché para mirar bajo la pica del baño (para ver que todo estaba correcto), mi tanguita empapada ya estaba completamente encajada en mis labios vaginales y transparentaba mi sexo a todos mis admiradores. Yo me hice la inocente, pero escuché bufidos y sus respiraciones se agitaron mucho.

El otro baño todavía necesitaba una jornada más, pero la terraza aún no había sido tocada, y se tenía que rebozar la pared y embaldosar. Así que, en la terraza, con el sol de la tarde a mi espalda, pasé a determinar los objetivos de la siguiente jornada: Finalizar baños, preparar terraza para acabarla en dos días.

Salí rápida, porque sus miradas espantaban un poco, estaban todos muy muy excitados y eran muchos. Pero al salir le pedí poder volver a ir al baño a Julián, que naturalmente me lo permitió metiéndose de nuevo la mano en el bolsillo para accionar la cámara. Pasé al baño y me lavé las manos (comprobando que la cámara, efectivamente, estaba grabando), me quité la chaquetilla y refresqué con agua en cuello. Limpié bien la taza antes de sentarme (mostrando mi culito desnudo a la cámara, con la tanga en los tobillos) me senté en la taza para hacer un pipí cuidándome que al limpiarme con el papel la cámara recogiera bien el momento en que el papel recorría mi sexo (todo muy funcional, pero mostrándolo bien y conteniéndome para no masturbarme). Volví a ponerme la empapada tanga y la chaquetilla y salí para encontrarme un sonriente Julián con un bulto tremendo en la entrepierna que, al tropezar yo, pude sentir contra el anverso de mi mano (torpe que soy). Me disculpé ruborizada, tomé mi abrigo y salí para dirigirme a casa.

Al día siguiente ya empezaban a traer los muebles, pero todavía me quedaba una cosa por elegir, la cama. Aquél día iría sola para acabar de decidirme entre dos de ellas. Esta vez llevaba un vestido corto con escote en uve de ante, muy parecido a un Prada que tengo, pero de otra firma más sencilla, un cinturón decorativo con una gran hebilla y zapatos de tacón de aguja a juego y medias negras. El vestido dejaba gran parte de la espalda al aire, por lo que lo llevaba sin sujetador (por suerte, puedo permitírmelo, pero tengo que ir con cuidado, porque si no mis grandes pechos podrían sufrir o, peor, tomar forma caída). Después tenía que ir a cenar con unas amigas, y por eso iba vestida así.

Cuando llegué a la tienda de muebles ya sabía los modelos que quería ver, era la tercera vez que pasaba por allí, así que cuando el dependiente me vio en la puerta se me acercó con una radiante sonrisa a saludarme. La tienda era muy grande, y los modelos que me interesaban estaban en la planta superior. No sólo el dependiente me vio, también el encargado, que se nos unió todo sonrisas. Me invitaron a una copa de vino blanco (para alguien que se deja una cifra de cuatro ceros en muebles y que todavía tiene que decidir la cama, se lo pueden permitir), con ella nos dirigimos a las escaleras. Subí y les vi reflejados en el espejo de la pared con su mirada fija en mis piernas, así que procuré darles una buena visión de mis muslos por delante de ellos y les esperé arriba a que me indicaran, pues estaba todo oscuro. El dependiente corrió a encender las luces y todo el techo se llenó de fluorescentes palpitando hasta inundar la planta luz.

Me guiaron entre miles de camas hasta una de las que había escogido, canapé que permitía guardar la ropa de cama en la misma cama, con ruedas para facilitar la limpieza bajo ella y una cabecera a juego con el resto de madera clara. El colchón ya sabía que lo quería bien duro y de muelles, pero les pedí estirarme para hacerme a la idea. Tomaron mi copa y bolsito y yo procedí a sentarme en la cama procurando que la falda mostrara el final de mis medias, los dos embobados mirándome. Me estiré para ver cómo me adaptaba a la cama, que era enorme y me permitía perderme en ella. Pese a ser alta, Javier lo es más, tenía que ser amplia.

-          Bueno, creo que será esta, pero tenemos que hablar del conjunto claro, ¿cuánto llevamos ya? - El dependiente no tardó en dar la cifra. – Mmm… ¿y con esta cama y el colchón? – la cifra se incrementó convenientemente. Yo aproveché para flexionar una de las piernas alzando la rodilla, con lo que la falda se me subió más y pudieron admirar la media entera, con la banda de goma en mi muslo. Cerré los ojos y les dejé admirar la anatomía de esa rusita de largas piernas. – Y… ¿Cuál es el descuento que me ofrecéis? – Y miré a los ojos del encargado que los tenía fijos en mis piernas. Balbuceó y dijo que con el monto al que habíamos llegado, podía ajustarlo en un cinco por ciento, pero entonces lo que hizo fue despedir al dependiente para que fuera preparando la factura con un descuento abajo mientras nosotros lo cerrábamos.

Pero yo, lejos de cerrarlo, abrí un poco más la pierna, con lo que ahora ya podía ver toda la pierna y hasta un poco de la tanga. “¿Sólo un cinco?” dije decepcionada y con voz de cría mimada. “Yo esperaba… algo más”, y entonces me incorporé sobre los codos dejándole que admirara bien todo mi cuerpo. “No puedo pasar del diez” dijo azorado y rojo como un tomate. Entonces yo fui hacia él al extremo de la cama, arrastrándome un poquito, con lo que mi falda quedó arrollada en mi cintura y puse una pierna a cada lado de las suyas. Él, de pie, yo sentada en la cama, mi cabeza a la altura de su barriguita, mis manos posadas en la cama, le miré des de abajo sonriendo y con picardía. “¿Sólo un quince? Yo pensaba en un veinte”. Mis manos subieron por sus caderas mientras mis piernas se cerraban alrededor de las suyas y mi mejilla pasaba a reposar sobre su entrepierna. “Porque seguro que un veinte sí podrás, ¿verdad? Un tipo importante como tú…” dije mientras mi mirada buscaba la suya y mi barbilla se clavaba en su entrepierna (completamente abultada) y la recorría arriba y abajo. Estaba más rojo que un tomate, sudaba y sus manos temblaban. Una de mis manos tomó una de las suyas y la acerqué a mi cabeza, para que me tomara y apretara contra él. No tuve que decir nada más, rápidamente su mano me apretó la cabeza contra su entrepierna y las mías se cerraron en sus nalgas atrayéndolo. Mi boca, mis dientes, buscaron sobre el pantalón y clavaron una suave dentellada a esa inflada y dura barra que empezó a vibrar dejando escapar su humedad dentro de los calzoncillos del señor encargado mientras yo seguía exprimiéndole sobre los pantalones hasta que se relajó y noté cómo iba a caer, momento en que me aparté para que se sujetara contra el mueble y recuperara el aliento. Momentos después yo me arreglaba el vestido y bajaba con él del brazo mientras él chillaba al dependiente que lo preparara todo con un veinte por ciento de descuento. Me acompañó a la salida diciéndome que cualquier nueva compra me dirigiera a él en persona, que seguro que tendría ese descuento si lo acordábamos. Lo dejé con ojos vidriosos fijos en mi figura mientras yo marchaba hacia el nuevo piso, todavía con la nota de la dirección a la que enviarlo todo.

Besos perversos a tod@s,

Sandra

Mas de sandrahotbcn

En el autobús

Regalo para mis lectores

Por qué no quedo con mis admiradores de Internet 2

Por qué no quedo con mis admiradores de Internet

En un bar

Barcelona en verano

Lunes, huelga de metro en Barcelona

Mi marido me ofrece a un vagabundo

Laura (Capítulo de Vida de Casada)

Mi Boda XIX

Mi boda XX

Mi boda XVIII

Mi boda XIX

Mi boda XVIII

Mi Boda XVII

Mi boda XVI

Mi boda XV

Mi boda XIV

Mi Boda XIII

Mi boda XI

Mi boda X

Mi boda IX (CadaquésVIII)

Mi boda IX (Cadaqués VII)

Mi boba IX (Cadaqués VI)

Mi boda IX (CadaquésV)

Mi boda IX (CadaquésIV)

Mi boda IX (CadaquésIII)_2ª parte

Mi boda IX (CadaquésIII) 1ª parte

Mi boda IX (CadaquésII)

Mi boda IX (Cadaqués)

Mi boda VIII (el baile)

Mi boda VII (antes del baile)

Mi boda VI (el banquete)

Mi boda V (la boda)

Mi boda IV (lista para la boda)

Mi boda III (casi lista)

Mi boda I (preliminares)

Caliente_1

Excitando 5 – Parte 8

Excitando 5 - Parte 7

Excitando 5 - parte 6

Excitando 5 - Parte 5

Excitando 5 - Parte 4

Excitando 5 – Parte 3

Excitando 5 (parte 2)

Excitando 5 (primera parte)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (y parte 5

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 4)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 3)

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 2)

Ecitando 4 (parte 1)

Excitando 3

Regalo de Navidad 3 (o de fin de año)

Regalo de Navidad

Regalo de Navidad (2)

Shorts

En el tren

El Partido 5

El Partido 3

El Partido 4

El partido 2

El Partido 1

Excitando 2

Núria

Viaje (11)

Viaje (y 12)

Viaje (10)

Viaje (9)

Viaje (8)

Viaje (7)

Viaje (6)

Viaje (4)

Viaje (5)

Viaje (3)

Viaje (2)

Viaje (1)

Metro 2

Mi antiguo trabajo (y 13)

Mi antiguo trabajo (12)

Mi antiguo trabajo (11)

Mi antiguo trabajo (9,5)

Mi antiguo trabajo (10)

Mi antiguo trabajo (8)

Mi antiguo trabajo (9)

Mi antiguo trabajo (7)

Para Raúl

Mi antiguo trabajo (6)

Mi antiguo trabajo (5)

Mi antiguo trabajo (3)

Mi antiguo trabajo (4)

Mi antiguo trabajo (2)

Mi antiguo trabajo (1, el inicio)

Metro1

Excitando