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Excitando 5 – Parte 3

en Voyerismo

Excitando 5 – Parte 3

Aquella semana Javier me llamó todos los días y quedamos un par de veces, pero sólo para tomar algo, ambos estábamos ocupados o cansados. Pero el viernes me vino a recoger para ir a pasar el fin de semana con Don José y su mujer (la bruja se llamaba Natalia), a su casa cerca de Cadaqués, en la Costa Brava.

Aquel viernes salí pronto del trabajo para tener tiempo de prepararlo todo, una enorme maleta con ropa por si hacía frío, por si hacía demasiado calor, por si salíamos de noche, por si tenía que vestirme de cóctel, por si… creo que no me dejé ninguno ;-). Aunque, naturalmente, también hizo falta otra bolsa para los utensilios de la playa, cremas, maquillaje, algunos zapatos que no cabían en la maleta… en fin, lo de siempre.

Javier vino a buscarme cuando todavía no estaba vestida, corría desnuda por el apartamento con Raúl de ayuda de cámara. La cara que puso Javier al escuchar la voz de Raúl abriéndole por el videoteléfono me la perdí, pero no cuando entró por la puerta y Raúl le hizo pasar y me vio con el traje de Eva en el dormitorio sentada encima de la maleta.

Se sobrepuso rápidamente, debo reconocerlo. “Qué haces ahí como un pasmarote! Venga, ayúdame” y lo hizo, sin poder evitar el roce de nuestros cuerpos. Cuando conseguí cerrar la maleta le lancé un beso y le hice una rápida caricia en la entrepierna. “Anda, no te ilusiones que ahora me visto”. Pero antes tuve que recoger lo que había esparcido por la cama (ropa que no me iba a llevar) y meterlo en armarios y cajones, con lo que pudo apreciar bien mis intimidades mientras se tomaba la taza de té que le había traído Raúl (con Dulce en sus brazos, como siempre).

Tuvo que ser Raúl quien le comentara que siempre iba desnuda por casa, que las cortinas eran decorativas para mí o que a él le parecía fantástico poder disfrutarlo. A Javier no le pareció tan bien, pero ya empezaba a darse cuenta que él no tenía ni voz ni voto de cómo yo vivía.

Salí del dormitorio para darle un sorbo al té de Javier mientras llevaba ropa a la lavadora. “Serás tan amable de ponerla cuando salgamos, verdad Raúl?”. Se empezó a quejar que siempre mezclara blanco y color y… pero sabía que podía fiarme de él. Finalmente en la cama sólo quedó una breve y minúscula tanga blanca, una minifalda plisada amarilla, un top y una chaquetilla de punto. Mientras ambos me contemplaban (Javier hacía ver que acariciaba a Dulce, pero en realidad no me perdía de vista, rojo como un tomate todavía), yo me enfundé la tanguita y me la encajé bien en la vulva para marcar mis labios mientras le lanzaba un beso a Javier. Luego me calcé los zapatos de enorme tacón de aguja casi seis centímetros rojo sangre (casi granate) brillante, para proceder a enfundarme la faldita (que apenas cubría mis nalgas) y el top. Entonces revisé que mi microminibolsito tuviera todo lo necesario (móvil, llaves, pintalabios, lima de uñas, polvera –nunca la uso pero si algún día me la dejo seguro que la necesito-, NIE y tarjeta del banco). Naturalmente, nada de efectivo, no lo iba a necesitar. Lo tomé y salí esperando que Javier me siguiera con la maleta y la bolsa: “Donde has aparcado?”. Raúl nos despidió desde la entrada y nos deseó un feliz viaje y mejor fin de semana.

Ya en el coche me acomodé y Javier se atrevió a acariciar mi muslo desnudo y darme un beso al sentarse él en el conductor! Increíble! Se estaba desmelenando! Y partimos.

-       No te parece que eso de ir desnuda por casa te puede traer problemas?

-       Por qué? Las pizzas me salen gratis y Raúl me hace las tareas de casa.

-       Abres desnuda al pizzero? – Yo sólo le sonreí, pícara, que creyera lo que más le gustara. – Y Raúl nunca… nunca se propasa?

-       Me viola continuamente. Pero me encanta cómo lo hace. – Le respondí seria. Se alarmó, me miró casi parando el coche y yo le miré seria. – Pero qué te crees? Si hubiera sido un problema no tendría las llaves de casa ni le aceptaría como lo hago. Tonto! No me gusta la violencia, me encanta la estética del sado, el látex y todo eso, pero no soporto el dolor, ni darlo ni recibirlo. Mi sexualidad es mía y yo soy quien decido donde y cuándo.

-       Perdona, no quería…

-       Sí, sí querías, y yo seguiré haciendo lo que quiera, que te quede claro. – Me recosté en el asiento para ponerme más cómoda (el viaje iba a ser largo, casi todo autopista), me coloqué las gafas de sol sobre el pelo y le miré relajada con una sonrisa mientras se evidenciaba mi tanguita a la vista bajo la minifalda y mis pechos libres bajo el top. Su mirada pasaba de mi entrepierna a los pechos y la carretera. – Lo siento, pero es así. Disfruto de la vida y me encanta hacerlo, eso no lo cambiarás, entiendes? Tal vez deberías disfrutarla tu también un poco más.

Llegamos al peaje de la autopista, algo nuevo para él (no estaba habituado, por no haber residido antes en Cataluña, claro, tierra de peajes obligatorios), sólo se trataba de recoger el ticket inicial, pero vi cómo él se azoró al verme tan “relajada” en el asiento y acercarse a la caseta del peaje.

Debía estar imaginando que había una persona en la caseta del peaje, y lo que vería. Mi faldita subida hasta la cintura, mi blanca tanguita marcando mi vulva, mis pezones marcados en el top, mi ombligo al aire, mis largas piernas estiradas… Así que fui un poco traviesa y me descalcé, reposando mis pies en el frontal de dentro del coche, con lo que mi faldita quedaba recogida completamente y mi tanguita completamente visible desde fuera, junto con mis muslos, ya que abría y cerraba las rodillas dando un buen espectáculo mientras hacía que me concentraba en el móvil.

Vi cómo se relajó al ver que el peaje era automático sin nadie en la caseta (no pude reprimir una sonrisa) y salimos rápidamente a encarar la autopista de la costa al norte. Pero con lo que él no contaba (y yo sí) fue con la ristra de camiones a los que íbamos adelantando y que más de una vez, hicieron sonar sus bocinas a nuestro paso, por qué sería? Pero Javier se tragó sus pensamientos y no dijo nada.

La conversación, por eso, no se alejó de los términos que lo ponían nervioso.

-       Viste cómo me miraba José? – le dije empleando el tuteo de su jefe sabiendo que él siempre lo trataba de Don José.

-       Es el propietario mayoritario, el CEO y mi jefe, así que ves con cuidado que está en juego mi carrera profesional. – me dijo serio.

-       Vale, yo no digo nada, sólo que me comía con la mirada, no te fijaste? Hasta me puso una mano en el muslo ;-) – Él se escandalizó, así que maticé. – Pero sin mala intención, todo muy familiar. Por cierto, qué fue eso que dijo de Boston?

-       Que si cerramos con Boston tenemos una nueva línea de investigación y promoción muy importante para los próximos diez años, como mínimo. Es algo muy serio. Espero poder cerrarlo este verano, pero él tiene que comprometer la inversión y…

Siguió el viaje, tranquilo, relajado y con el GPS conseguimos llegar a la casa de Don José sin perdernos por esos caminitos de las urbanizaciones de lujo. Un amplio portal daba paso a un camino asfaltado que discurría por bosque y jardín hasta la entrada de la casa, de tres pisos. Aparcó Javier frente al porche y salió a abrirme la puerta mientras el calor me daba un bofetón en la cara después del aire condicionado del coche. Bajé cuando José salía de la casa a recibirnos, y pudo ver mis espléndidas piernas saliendo del coche ;-) Así que su sonrisa fue todavía más amplia.

Nos dio la bienvenida mientras Javier sacaba del coche las maletas y un latinoamericano llamado Ramón (que entendí que era del servicio, porque ni me lo presentaron) le ayudaba a cargarlas. Rápidamente, José nos tomó bajo su protección y nos llevó al interior. A mi tomada de la mano, a José diciéndole que tomara lo imprescindible y le dejara las llaves a Ramón.

Dentro reinaba la benevolencia de un suave aire acondicionado, en una casa con amplias cristaleras que mostraban el jardín y el bosque de encinas. Pasamos a la parte de atrás, donde en una terracita habían mesitas y sillones de mimbre con una preciosa vista des de la montaña de las rocas y el mar a nuestros pies.

Nos indicó el baño para relajarnos y pasamos a tomar algo en la terracita mientras esperábamos que acomodaran los bultos en nuestra habitación. Hizo acto de presencia su mujer, Natalia y uno de los hijos, de 25, acabando todavía la universidad (en masters en los UK). José y su hijo (Manuel) nos acompañarían en el barco, pero Natalia se quedaría en casa, organizando el verano con la servidumbre.

Nos fuimos a cambiar, y en la habitación Javier vio por primera vez el bikini que había llevado. Una minúscula tanguita blanca (con la que destacaba mi dorada piel) y un bra minúsculo de dos triangulitos que tapaban a duras penas mis pezones. Me calcé unas zapatillas deportivas con suelas de goma y me volví a poner la minifaldita y el top encima. Javier llevaba un bañador mucho más clásico, pantaloncillos con ribete azul, camiseta y zapatillas. Se me quedó mirando, mordiéndose la lengua a la vez que encantado con mi indumentaria. Le lancé un piquito y salí en pos de José y su hijo, que muy deportivos nos esperaban ya listos.

Rápidamente, bajamos en el todoterreno de José hacia el embarcadero. No tomamos su barco de 50 metros de eslora (requería tripulación y lo estaban preparando para el verano), sino una embarcación de un amigo suyo más pequeña que podíamos pilotar nosotros solos.

Así que cuando el capitán estuvo preparado, salimos a motor del puerto. Sólo el palo mayor y dos velas recogidas, timón a popa con una pequeña cabina que no sobresalía más de medio metro del casco, con lo que toda la superficie del barco era superficie practicable para atar cabos y tensar velas. Un velero precioso. Saliendo del puerto me deshice del top y la minifalda, quedando sólo en el minúsculo bikini que valió las miradas admirativas de capitán y grumetes (Javier y el hijo). Tomé una pamela que me había dejado Natalia y me estiré cuan larga era sobre la cabina admirando el paisaje, a la vez que daba a la tripulación un motivo más con el que recrear la vista. El pobre chico tuvo que acomodarse la entrepierna después de un rato, yo aproveché para ajustarme bien la tanga y que mis labios quedaran perfectamente marcados.

Javier se vino a mi lado y me dio un protector beso marcando propiedad y me comentó que los tenía alucinados con mi cuerpo, a lo que yo sólo reí mostrándome despreocupada. Fue salir del puerto y el capitán empezó a darles órdenes para izar el spinnaker, sólo con esa vela navegaríamos, pues con ella sola ya había suficiente y así sería más fácil de maniobrar. Mientras Manuel, ya experto navegante, respondía rápido, Javier necesitaba más explicaciones, y cuando le dejaron afianzar algún cabo sudó para tensar bien la cuerda pese a las facilidades de las poleas.

Pese a que el tangó ahora cruzaba la proa, yo me refugié cerca de la popa todavía sobre la cabina y pude estar medio sentada, medio estirada.

Manuel sacó la neverita con cervezas y entonces empezó la navegación relajante. Se iban pasando el timón de uno a otro para poder jugar todos a capitán y conversábamos mientras nos dejábamos llevar en paralelo a la costa, viendo rocas y desfiladeros con pinares preciosos. Pero el calor arreciaba, así que decidimos darnos un baño. Frenamos la embarcación dejándola libre pero lenta, y así pude zambullirme la primera de un salto de cabeza desde la borda.

Javier no tardó en seguirme y nadamos un poco hasta que me atrapó y nuestros cuerpos se entrecruzaron y anudaron intentando hundir al contrario. Naturalmente fui yo quien venció, no porque a él le faltaran agarraderas, sino porque soy buena nadadora y le vencí con mi agilidad. Pero Manuel me tomó por sorpresa por detrás y, tomándome por los hombros, me hundió por sorpresa.

Salí furiosa con ganas de vencerlo yo ahora a él. Nadé rápido y salté sobre él sin piedad para someterlo. Se defendió como pudo, pero finalmente mis manos pudieron sobre sus hombros y se vino a bajo mientras su cuerpo se deslizaba contra el mío. Noté cómo sus manos recorrían todo mi cuerpo, deslizándose por mis caderas y piernas, su cara recorría mis pechos y bajaba hasta mi vientre, le vencí y enlacé con mis piernas por su cuello (era buen nadador, así que no corría peligro ni le apretaba), pero al subir él quedé yo estirada boca arriba y él con la cara entre mis piernas y mi sexo en su boca. Javier no paraba de reír y me tomaba de la cabeza no dejándome salir de aquella incómoda situación de la que él ni se había dado cuenta. Aunque Manuel y José sí, y no paraban de reír. Manuel rápidamente se zafó y volvimos al barco.

Subió Manuel y, detrás de él, Javier. Yo me quedé al pie de la escalera y, cuando ambos estaban ya arriba secándose, subí yo. Manuel y José con su mirada fija en mi, y Javier diciendo no-sé-qué mientras se secaba el cabello con la toalla. Javier se dio cuenta del repentino silencio y se apartó la toalla de la cara, entonces lo vio.

Mi precioso bikini blanco transparentaba al estar mojado, con lo que yo aparecía desnuda completamente ante todos. Mis labios vaginales completamente marcados tras el breve triangulito, mi poco bello transparentándose y mis dos pezones claramente duros y marcados sin dejar nada a la imaginación. Yo sólo tomé la toalla para secarme un poco los cabellos mientras les permitía, inocentemente, admirar mi cuerpo, y volví a tumbarme, consciente de mis transparencias, panza abajo con las piernas ligeramente separadas hacia el capitán. Javier se sentó a mi lado y me susurró que se me transparentaba todo, y yo sólo sonreí, sin más.

Don José estaba en el cielo al timón, y ya no lo pasaba a los otros, con una perfecta vista de mi culito expuesto ante él sólo con una mínima tira de la tanguita entre los dos cachetes, a la vista mi chochito húmedo. Manuel fue con la excusa de tomar una cerveza y se quedó. Pronto los tres estaban allí, a mis espaldas, mientras yo me limitaba a tomar el sol y dejarles charlar tranquilamente.

-       Joder, vaya pedazo de hembra te has levantado! – Dijo el nada discreto Don José a Javier. Yo no pude dejar de girarme y sonreír al capitán y darle las gracias. – Bueno, tu ya me entiendes, joder!

Me giré y me senté mirándoles ahora. Mis brazos alrededor de las rodillas, dejando mi prieta vulva expuesta a los tres. Le pedí yo también una cerveza a Javier y di un largo trago, segura que todos miraban mi vulva y mis pechos. Me recosté para atrás dejando mis piernas abiertas para su contemplación.

-       Pero bueno, seguro que en este barquito has llevado a más de una y mejor que yo, verdad? No es la primera vez que lo tomas para deslumbrar a alguna chiquilla, verdad? Y por lo que veo, os entendéis tan bien tu y Manuel que creo que debe ser una de vuestras travesuras habituales.

Ahora los dos se miraron y rieron. Javier alucinaba que pudiera tratar así a su jefe, pero todavía más que fuera verdad lo que yo estaba dejando entrever.

-       Pareces el típico hombre que lleva su chico al prostíbulo a los dieciséis para enseñarle lo que es la vida, me equivoco?

-       Y el muy cerdo hasta después no me confesó que había dejado de ser virgen a los catorce. – dijo dándole un orgulloso puñetazo de broma al hombro de su hijo. – Y además con una amiga de Natalia!

-       Bueno, eso no se si dice mucho de su gusto… - dije yo atreviéndome a ser muy incorrecta.

-       Si vieras a Marga no decías eso, tiene sólo cinco años menos que Natalia, pero no creo que le quede nada original, tiene un polvazo… - me aclaró el padre.

-       Bueno, siendo así… Y Natalia qué dice de lo de traer chicas a pasear en el barco?

-       Si lo supiera… - contestó Manuel. – Claro que no son tan preciosas como tú. – dijo galante.

-       Muchas gracias, pero lo dudo, seguro que son más jóvenes. Ya me gustaría a mi disponer de un barquito así y poder salir a pasear por estas costas cuando quisiera… Si os hubiera pillado hace unos años… quien sabe? Jajajajaja… - reí mientras mis piernas se abrían y cerraban captando toda su atención.

-       Jodeeerrr… donde la encontraste macho? Esta chica es fuego puro!

-       Digamos que le encontré yo, en el metro, que pude notar su…. Hombría inmediatamente – respondí rápido – y no me dejó indiferente. De hecho, creo recordar que le dije que me halagó el ver cómo se ponía firme para saludarme.

Aquí se miraron pidiéndole detalles a Javier, que rojo como un tomate sólo miraba su cerveza sin atreverse a más. Me tumbé de espaldas, con las piernas hacia ellos, rodillas dobladas, exponiendo mi chochito directamente mientras yo miraba al cielo.

-       Esto sí es placer – dije yo relajándome con mis manos bajo la cabeza y mis pezones duros apuntando al cielo. – Quien pudiera. Y tu, José, cómo no te dedicas a esto todo el tiempo?

-       Todavía ando liado, pero si sale bien lo de Boston… - Aquí Javier alzó la cabeza y le salió la vena de los negocios, volvía a ser el ejecutivo agresivo, ahora ya nada de mejillas arreboladas ni timidez. Pero no dijo nada. Y yo vi que el momento pasaba.

-       Si sale bien? Javier está encantado y dice que es un gran proyecto, no? Si sale bien qué? – le pinché yo.

-       Entonces sí lo dejo, eso de la biotecnología ya me supera y estoy empezando a no entender la mitad de lo que Javier me explica. Creo que mi tiempo está pasando.

-       O toca disfrutar de otras cosas – añadí yo pícara. – A ver si se concreta ya, pues, y me lo mandas a Boston y podemos salir a navegar nosotros. Jajajajjaaa…

-       Pues mira, no es mala idea, cuando tu vayas ahora a Boston yo cierro con los abogados lo de la financiación y, si lo consigues cerrar, al volver te conviertes en CEO y te apañas tu con el negocio, que yo creo que voy a tener motivos para salir a navegar más frecuentemente. – Javier no salía de su asombro.

-       Lo dices en serio? Venga Javier, a preparar las maletas, pero antes tendré que casarme contigo para asegurar el 50% de los bienes gananciales, no? – Y ahora le vi asombrarse de mi comentario, no sabía si tomárselo en serio o no y estaba estupefacto.

-       Va Javier, pídeselo ahora. Dijo Don José.

-       Ni se te ocurra o te llevarás un fiasco, el día que quiera hacer de mi vida un Gran Hermano me aseguraré antes un contrato millonario. Estoy segura que si sale bien lo de Boston los gananciales seguirán estando ahí si quiero. – Sonreí. Hay cosas serias y no pensaba discutir lo del matrimonio ni mucho menos entonces ni mucho menos allí ni muchos menos ante ellos. Se me había ido de las manos, pero estaba segura que Don José lo apreciaría. – Ahora vamos a disfrutar de la vida, que todavía queda mucho. – dije mientras miraba a Don José a los ojos y mis piernas volvían a abrirse y cerrarse pícaramente.

-       Con ese espectáculo, yo ya estoy disfrutando, verdad Manuel?

El hijo posó su mano en su abultada entrepierna (todos estaban erectos) y asintió. Mi mirada fue de José a Manuel, y de Manuel a Javier. Javier también estaba empalmado, ya ninguno de los tres lo podía disimular. Pellizqué mi labio inferior con los dientes y me relamí de gusto mirando sus entrepiernas.

-       Eso lo he provocado yo? – dije con inocencia mientras bajaba las pestañas modosita. – Claro que creo que si hubiera una llamada pidiendo los papeles para firmar el financiamiento tal vez… - Javier se quedó estupefacto, pero en la mirada de José vi que entendía.

Se acercó a la cabina y salió con el móvil. Yo creí que no habría cobertura, pero estábamos cerca de la costa y pude oír que sí daba línea y contestaba. Rápidamente ordenó al abogado prepararlo todo y mandárselo por mail, que lo revisaría a la noche y lo firmaría el domingo y haría las transferencias desde casa. Colgó abrupto, sobreentendiendo que todo se haría así (fue la primera vez que le vi en su faceta de jefe y… no me gustó demasiado). Tiró el móvil a la cabina y volvió a su puesto de capitán acariciándose su entrepierna.

Yo me tumbé boca arriba, con las rodillas dobladas y mis piernas frente a ellos, la humedad de mi tanguita ya no era sólo por el agua de mar. Me relajé y friccioné un muslo contra otro. Cuando alcé mi cabeza pude ver cómo los tres habían liberado sus trancas y se acariciaban moviendo arriba y abajo. La de Manuel era recta y fina, pero larga, mientras que la de José era gordota.

Volví a mi posición, mirando el cielo mientras una de mis manos se insinuaba sobre la tanga y uno de mis dedos se insinuaba entre mis inflamados labios lentamente. Recorrí mi rajita de arriba a bajo. Arqueé la espalda y con un gesto rápido desabroché la parte superior del bikini, lanzándolo a un lado sin preocuparme.

Ahora los chicos tenían perfecta visión de mi rajita mojada, cubierta por la tela transparente de la tanga y mis pechos libres, mientras yo empezaba a disfrutar de saberlos excitados con mi cuerpo. Volví a acariciarme sobre la tanga recorriendo mi rajita desde el ano hasta el clítoris. Ahora mis labios estaban inflamados, seguro que podían apreciar cómo crecían y envolvían mi dedito con las rojas uñas sangre perfectamente pintadas delineándolo todo. Mi otra mano tomó uno de mis erectos pezones y lo pellizcó estirándolo arrancándome un gemido.

Sonó alboroto alrededor. Un yate nos adelantó y pude ver toda la tripulación en nuestro lado mirándonos y riendo. Yo también les sonreí, miré a mis chicos y les vi con una sonrisa, mirad, nosotros la tenemos en primer plano, con sus trancas en la mano y sacudiéndose fuerte. Los tres concentrados en mi y sin importarles (o excitándoles) el espectáculo.

Miré a Javier, estaba con ojos vidriosos de excitación, cascándosela mientras me miraba. Captó mi mirada y nuestros ojos se encontraron, le lancé un beso pero le hice señas para que se acercara. Mi dedo se internó por debajo de la tanga y ahora se oía la succión de la humedad cuando me penetraba. Recorrí mi conchita dejando que los fluidos rebosaran y con el pulgar acaricié mi ano. Allí la tira de la tanguita ya no tapaba nada y Manuel y José podían ver cómo el pulgar acariciaba el esfínter y éste se dilataba poco a poco hasta entreabrirse y aceptar y engullir mi uña roja sangre.

Javier se había acercado, su polla brillante y húmeda ante mí. Saqué la lengua y procedí a lamer su punta, a dejarla brillante de mi saliva y pude saborear sus jugos. Pero mi mirada se centró en Manuel y Javier, que seguían cada una de mis evoluciones, sin poderse concentrar en mi ano, vulva o boca. Les sonreí y mantuve mi mirada en ellos, en sus pollas, cuando mis labios se cerraron en el prepucio de Javier, tomando sólo la puntita de su capullo, mientras mi lengua le acariciaba rápido la puntita.

Mis dos dedos no dejaban de penetrarme el ano y el sexo, y lo hacía procurando que se viera bien cómo me dilataba y mis jugos lo llenaban todo, olorosos, fuertes, seguro que les llegaba mi olor hasta ellos. Se acercaron a ver mejor, pero con sus manos apartadas, centradas en sacudir sus miembros.

Oí cómo Manuel gemía y lanzaba chorros de su semen en mis piernas, pero no paré, le sonreí mientras miraba cómo su ofrenda se esparcía entre mis muslos y rodilla, tres largos chorros espesos de crema que quedaron goteando en mi piel. José tampoco tardó en descargar, y lo hizo acercándose y escampando su descarga en mis muslos, acariciando la punta de su miembro sobre ellos para dejar su simiente en mi. Se quedaron los dos de pie, relajados, recuperando su respiración y yo me concentré en Javier, quería hacerlo durar porque yo todavía no había llegado.

Mi mano entre los muslos se concentró en mi rajita. Limpié mi dedo gordo en la boca y pude notar mi sabor, con mis deditos en la boca, relamiéndolos, los miré retadora a los ojos. Frenándolos de cualquier locura, con la polla de Javier junto a mi mejilla., prometiéndoles más placer si se quedaban donde estaban.

Mi mano volvió a descender entre mis muslos, me apoyé en el codo para estar un poco más alzada y, con la mirada fija en ellos, volví a tomar la polla de Javier entre mis labios, lentamente, suavemente, degustándola. Aparté mi tanguita a un lado para acariciar mejor mi vulva, la tomaba entre los dedos y la apretaba, obligándola a abrirse y a dejar hilos de mi flujo entre sus labios, goteando densos y espesos hilos olorosos de mí, brillantes. Mi boca fue engullendo la tranca de Javier lentamente, notando cómo entraba, fresca, suave, y tomaba mi calor y humedad. Sin la ayuda de mis manos, sólo mi boca iba tragando la tranca hasta que llegó bien adentro, entonces pudieron notar cómo hice un gesto un poco brusco para forzarla todavía más adentro, por mi garganta, hasta que mis labios llegaron hasta la velluda entrepierna de Javier. Miré a José y Manuel, que podían ver cómo la tranca de Javier se colaba por mi cuello mientras volvían a acariciarse sus miembros, que de nuevo ganaban rigidez.

Ahora estaban tan cerca de mí que podía notar su calor y oír la succión de sus movimientos. Abrí más mis piernas y pasé a concentrar mis dedos en el clítoris, haciéndolo emerger de su capuchón y mostrándoselo. Me moría por pellizcarlo y presionarlo, pero me contuve. Notaba cómo la sangre fluía a mi sexo, inflamándolo más allá de lo posible, vulva roja y de grandes labios, clítoris excitado y crecido saliendo de su extremo. Ellos lo miraban excitados, sacudiéndose de nuevo con fuerza, mientras mis labios retrocedían sobre el sexo de Javier (que no sé cómo aguantaba) y lo recorrían lentamente, sabiendo que esa era su tortura.

Finalmente yo tampoco pude más y mis dedos de uñas sangrantes tomaron mi clítoris y apretaron sin piedad, me estaba dejando llevar y ellos lo notaron. Ahora mi boca y no pude reprimir un gemido mientras comía de nuevo la tranca de Javier y subía y bajaba sin dejar de mirar cómo José y Manuel se masturbaban a mi lado. Veía cómo las boquitas de sus glandes palpitaban y se abrían y cerraban y pronto sus movimientos tomaban tal velocidad que no podía distinguir ni sus venosas trancas tras las manos.

Javier también gimió y noté cómo su polla palpitaba en mi boca preparándose para escupir su simiente, mi calor se multiplicó y empecé a notar esa electrizante sensación que te recorre todo el cuerpo desde los pies hasta la raíz de los cabellos. Empezó por los pies y arqueé mis deditos impulsando la sensación por mis piernas hasta mis muslos, el calor invadió mi vientre y mis dedos presionaron con fuerza el clítoris mezclando dolor y placer mientras mi cuerpo se arqueaba y Javier inundaba mi boca, me retiré todavía arqueándome y su lefa me cubrió cara y pelo con fuertes chorros, pero yo sólo me sacudía al ritmo de mi propio placer. Noté otros chorros cubriéndome el cuerpo, el vientre, mi mano, mis tetas. Yo me sacudía ajena a todo, pero a la vez sintiendo aquellos calientes y densos flujos sobre mi piel. Mis arcadas se intensificaron al abrir los ojos y verles goteando sobre mi, al verme cubierta de leche y, poco a poco, fueron sucediéndose con menor intensidad hasta relajarme, con las piernas abiertas, tres dedos en mi sexo, rodeada por sus miembros fláccidos entre sus dedos, goteantes. Los tres los refregaron en mis mejillas, tetas, o vientre, dejándolos secos sobre mi.

Sólo atiné a alzar un poco la cabeza para limpiar la punta de Javier, mientras los otros veían cómo tragaba la leche que todavía tenía en los labios y dejaba el ahora colgante miembro de Javier brillante y limpio. Con la lengua recorrí mis labios dejándolos de nuevo del sangrante color del pintalabios (con protector para el agua). Les sonreí y pasé mis deditos por los restos que ahora surcaban mi piel. José estaba extenuado y Manuel todavía me miraba, toda manchada, con ojos de deseo. Reí, me salió una risa clara y fuerte, que acompañé de mis manos exprimiéndoles sus sexos y recuperando todavía alguna gotita en mis dedos que procedí a chupar con cara de viciosa mientras me alzaba y me desprendía de mi tanguita. Ahora, de pie en el centro sobre la cabina, algo más alta que ellos, mi sexo a la altura de sus ojos, goteando semen de mi piel. Reí con ganas mirando sus caras de admiración y pasé entre ellos dirigiéndome a la barandilla, desde la que salté al mar de cabeza, desnuda.

El mar me limpió, de sudor y semen, me froté y me quité aquella pegajosa sensación sustituyéndola por frescura y limpieza natural. Javier También se desprendió del bañador y camiseta, pero antes de que saltara le pedí mi bikini para lavarlo en el mar. Poco después se unió a mi, junto con Manuel, todos desnudos, jugando a perseguirnos, yo refregando sus pollas para dejarlas bien limpias, ellos aprovechando para fregarme los pechos y acariciarme la sensible vulva, yo huyendo (estoy sensible tras un orgasmo prolongado como ese). Pronto, volví a subir por la escalerilla con el bikini en la mano.

José se había adecentado y con un trapo húmedo estaba acabando de retirar los restos de las corridas. Dejé tendido mi bikini y desnuda, tomé el trapo de sus manos para acabar de limpiarlo todo. Él se quedó mirándome extasiado, pero corrigió el rumbo para ir un poco más mar adentro mientras subían Manuel y Javier. Dirigiéndose a Javier, dijo: “Chico, no la dejes escapar, con una mujer así yo en vez de diez años habría tardado sólo tres en hacer mi fortuna. No sé si podría resistir estar casado con ella o necesitaría un marcapasos, pero como la dejes escapar es que estás chalado”.

Y prosiguió el paseo en barco, yo desnuda, ellos con bañador y camiseta.

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