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Viaje (3)

en Voyerismo

Viaje III

Mi vuelo fue el 7 al mediodía, con Spanair a Jerez de la Frontera! Como siempre, acabé llevando demasiadas cosas, así que facturé mi maleta y me tomé mi tiempo para poder ir con tranquilidad y sin prisas. El vuelo llegó puntual y, después de la espera para recoger la maleta, me dirigí al baño. Naturalmente quería que la primera impresión fuera perfecta, y venía algo cansada del viaje. Como hacía calor, vestía un short (casi una segunda piel), zapatos de tacón (sí, soy rusa, y aunque vista shorts llevo zapatos de tacón, nadie se me ha quejado –nadie que me importe, se entiende-) y un top ajustado para mostrar bien mis encantos. Pero necesitaba retocar el peinado, la raya de los ojos y ese tipo de cosas. No soy de maquillarme, pero lavarme la cara con agua y marcar la raya de los ojos me devuelve un brillo especial ;-). No sabía exactamente qué iba a encontrar, pero esperaba ver a Osmiel, si no, tomaría un taxi al hotel y nunca más le respondería a sus contactos.

Pero Osmiel no estaba. Lo que sí había era un tipo vestido de traje con un letrero donde se leía mi nombre "Sandra Cracovia". Debía llevar una fotografía mía, porque le vi chequear algo y acercarse decidido. Me saludó muy educadamente ("La señorita Cracovia, verdad?") y tomó mi maleta abriéndome paso hacia el exterior. Tuve que seguirle, claro, pero me enfadó que Osmiel no estuviera allí. Así que le pregunté por él. "Lo lamento, el Sr. Tenía una reunión inaplazable, y por eso me envió a mi sólo a acompañarla al hotel. Estaba realmente desolado por no poder venir". Aunque no me imaginaba a Osmiel con eso del "estoy desolado", supuse que era parte del papel habitual del chófer, disculparlo por incumplir compromisos.

Tenía el coche aparcado en zona prohibida, pero no vi ninguna multa ni nada parecido. Me abrió la puerta trasera del Jaguar S-Type (soy buena para reconocer el valor de las cosas) y, cuando hube entrado, cerró la puerta y puso mi maleta en el maletero, pasando él al asiento del conductor y llevándome al hotel mientras me comentaba lo principal del recorrido y lo que íbamos viendo.

Con sus explicaciones el viaje se me hizo corto, y pronto estaba sacando la maleta y acompañándome a la recepción del hotel (volviendo a dejar el coche enfrente del hotel, en zona prohibida, pero parece que en Cádiz eso no es extraño –o tal vez no para los Jaguar-). Allí, muy solícito, pidió mi habitación y cuando le pidieron una visa para los extras de la habitación alargó la suya frenándome a mi. Sólo cuando el botones tomó mi maleta y yo tenía la llave se despidió de mi deseándome una feliz estancia y que aprovechara ese rato para relajarme un poco del viaje.

Así fue como al poco rato me encontré en una gran habitación doble, sola. Vi que había un ramo de flores en la sala de estar con una nota, pero, enfadada, no la miré y me puse a deshacer la maleta. Al abrir el armario principal me llevé una sorpresa, había ya un vestido colgado, un vestido de mi talla, además, de ante, cortito, con flecos, muy elegante pero a la vez algo especial. Prada, claro, lo tenía que haber adivinado por el corte clásico, elegante, pero algo sofisticado (ventaja de Prada: Empieza sus diseños en talla 32, con lo que sí me puedo poner sus diseños, otros empiezan en 40 y sólo son aptos para señoras mayores). Yo no habría escogido algo así, pero no pude evitar ponérmelo sobre el short i el top, me venía perfecto sobre mi perfecta silueta, aunque con mis pechos… me puse un cinturón de piel (lo saqué de la maleta), anudado a la cintura, y ahora sí quedaba espectacular. La elegancia de sus líneas y ahora que moldeaba mi cintura… los flecos del bajo quedaban poco más allá de mis nalgas, insinuando sin mostrar. Mmm… perfecto. Mi mente rusa no dejó de calcular… unos 800€? No, algo menos, pero por ahí debía estar ;-).

Todavía con el vestido puesto fui a ver la nota de las flores (tal vez estaba más dispuesta ahora a perdonarle?). "Te recojo a las 20h, tienes la ropa en el armario". Bien, disponía de un par de horas todavía. Así que deshice mi equipaje y me tomé un baño relajante.

Salí del baño con tres cuartos de hora para vestirme (sí, ya se, algo justo de tiempo, pero…). Me había untado con crema y mi piel estaba… simplemente perfecta ;-) Así que me concentré en vestirme. El vestido me quedaba perfecto después de romper un poco la línea demasiado clásica con el cinturón. No tenía escote, pero con mis pechos y vistiendo ante 100%... moldeaba perfectamente mi figura y quedaba más elegante. No me puse sujetador ni tanga, quería alguna sorpresa para Osmiel (si se portaba bien). Pero definitivamente se había equivocado con los zapatos, por muy elegantes que fueran no emparejaban con la línea clásica del vestido, y me puse unos zapatos míos de tacón de aguja que imitaban el ante (pero que podían limpiarse con facilidad).

Me recogí el pelo para poder mostrar los hombros desnudos (el vestido tenía tirantes amplios, pero dejaba los brazos al descubierto). Así mi cara se veía mejor, y me decidí por un maquillaje muy suave, casi sin maquillaje. Un pequeño bolso para llevar algunos pañuelitos de papel y cuatro cosas más y lista.

Esta vez sí fue puntual y las 20h me llamaban de recepción. Bajé y al abrirse el ascensor contuve el aliento, estaba nerviosa! Yo! Cuando son los chicos los que siempre lo están en mi presencia. Pero en esa ocasión, con toda la puesta en escena… Le distinguí contra el mostrador. Me sonrió y nuestras miradas se encontraron. Me tomó por los hombros y me dio dos suaves besos en las mejillas mientras me saludaba. Olía a perfume masculino mezclado con tabaco, un olor acre, muy masculino, muy suave, pero que permanecía en la memoria. Iba vestido con camisa pero sin corbata, pantalones casual (tres pinzas), zapatos de piel (Martinelli?). Se le veía seguro, masculino y altamente dominante ;-) Me gustó. Pese a haberlo visto desnudo, con los pantalones bajados y su herramienta en la mano, pese a ser el mismo, era tremendamente excitante verlo ahora vestido. Mucho más que corriéndose por mi, por saber que era él, mi morboso compañero de charlas.

Con un gesto me tomó del brazo y me llevó a la puerta, donde nos esperaba el Jaguar con el mismo chófer de nuevo. Osmiel hablaba con su voz grave, serena, de frases directas, voz de mando. "Iremos a cenar y luego, dependiendo de lo cansada que estés, ya veremos, ok?". Pero siempre añadía ese "ok?" al final que te hacía partícipe de la decisión y no quedaba como una orden.

Me dejé llevar, le comenté que el viaje había ido bien, que había aprovechado el tiempo para relajarme, que el vestido me encantaba… (y entonces fue cuando vi a través del retrovisor la sonrisa del chófer, o sea, que había sido él quien lo había conseguido y no Osmiel). Así que adelantándome en el asiento me dirigí al chófer al decirle que los zapatos no hacían conjunto, pero que el vestido era muy elegante y precioso.

Osmiel captó la indirecta, pero consiguió salir del paso con una confesión sincera. Me dijo que era Sancho (el chófer) quien se ocupaba de eso porque él no tenía tiempo ni el gusto para elegir. Y, además, porque Sancho siempre acertaba, a la vista estaban los resultados ;-) (aquí me pilló). Sancho apuntó que mis mejoras eran muy oportunas, y que el cinturón convertía la elegancia clásica en algo más seductor ;-) Aquí Osmiel frunció el cejo, tantas familiaridades ya no le gustaban, pero al fin y al cabo, lo que estaba haciendo era informar a su jefe que yo tenía gustos propios y que no me había limitado a vestirme con lo que me habían dado.

Osmiel me miró y acabó por sonreír, tomó mi mano y me gustó su tacto. Me dio un beso en la mejilla y me dijo que me llevaba a un sitio muy típico, pero que había preferido un reservado para no ser interrumpido por sus conocidos todo el rato.

Efectivamente, llegamos al restaurante y le saludaron tanto el metre como algún cliente, aunque se limitaron a mover sus cabezas en un asentimiento mutuo, alzar la copa con un mudo saludo, cosas muy discretas. El restaurante tenía aparcacoches, pero no se veía realmente su alto nivel hasta que no se entraba dentro, allí sí se respiraba calidad en el servicio y la comida.

Nos sentamos en un rincón apartado, recogido sin ser un reservado, discreto y alejado del ruido de las salas anexas. El me ofreció la silla y yo me senté, después el ocupó su puesto a mi lado, en vez de frente a mi, con lo que tuvieron que mover su cubierto ;-). Bebimos un buen vino de la zona y comimos marisco y pescado frescos. Todo delicioso, suave, en pequeños platillos para degustar más que comer. El vino entraba suave y me mareó un poco, por lo que lo tuve que combinar con el agua. La conversación de Osmiel era fluida y me preguntaba muchas cosas de mi, pero todo fue cordial y muy educado, muy diferente a nuestras anteriores charlas. Se interesó por Volgogrado (la antigua Stalingrado, mi ciudad), mi venida a Barcelona, mi trabajo (aunque no le di datos para que supiera la empresa), etc. Y yo averigüé que el venía de una familia adinerada de Guinea (el es mestizo, con un tono canela acentuado por el sol de Cádiz precioso), con múltiples negocios/inversiones en muchos sectores (pero sin entrar en la construcción, aunque antes sí había estado), sobre todo import/export de productos de lujo y búsqueda de socios para negocios.

El tiempo pasó volando, y casi eran las once cuando pasamos a los postres. Nos sirvieron bandejas de dulces y nuevos vinos para acompañarlos. Sólo los probé (me encanta catar vinos), pero bebí poco porque ya era el cuarto tipo de vino de la noche ;-). Trajeron cava, pero yo preferí seguir con los vinos de Cádiz (el cava, y los espumosos en general, me dan acidez) y nos miramos con picardía, ya habíamos conversado lo suficiente para que la confianza mediara entre los dos y… y llegaba el momento de la picardía.

Sabes, me encantan nuestras charlas subidas de tono de estas últimas semanas, me vuelves loko. – me dijo relajándose en la silla con la copa en la mano mientras traían los cafés y licores (los camareros eran muy discretos).

A mi también, a veces creo que debería haber nacido hombre por mis gustos.

Nunca, por Dios! Es muy excitante una mujer tan morbosa y con ese delicioso cuerpo. Sabes? Todavía no me creo que seas real y que tengas esos tremendos pechos, esas duras nalgas y esas piernas increíbles…

Cómo sabes que mis nalgas son duras? – dije con una mirada perversa mientras tomaba un sorbo de vino.

Mmmmm… tienes razón, tendré que comprobarlo.

Dejé el vino, me alcé y me recosté sobre la mesa para alcanzar el azúcar que estaba en la otra punta. En cuanto me vio, un camarero corrió hacia nuestra mesa, pero al ver que la mano de Osmiel se acercaba a mis expuestas nalgas y yo le sonreía (al camarero) mientras negaba con la cabeza… frenó, sonrió, y volvió a sus tareas mientras echaba una u otra ojeada hacia nosotros de vez en cuando.

Yo me entretuve tomando el azúcar. Saqué bien mi grupa mientras Osmiel acariciaba mis nalgas. Dejó resbalar su mano por el vestido hasta los flecos y volvió a subir por dentro acariciando ahora mi piel desnuda. Yo me serví, de pie, el azúcar en mi café, permitiendo que alargara su caricia y descubriera mi secreto. Noté cuando se dio cuenta de mi desnudez por el temblor de su mano, y no me hizo falta mirarlo para notar cómo se abrían sus ojos con la sorpresa y se quedaba congelado, pero a la vez halagado.

Entonces me senté. Ante mi movimiento el retiró su mano, y yo me volví a acomodar en mi silla, crucé las piernas mostrándole mis muslos. "Y bien, son duras?". "Como piedras, no me has decepcionado en absoluto, veo que realmente eres la diosa del sexo que me había imaginado, pero estoy realmente sorprendido de ver mi sueño hecho realidad". "Bueno… todavía falta para hacer nuestras fantasías realidad, no? Debo reconocer que no pensaba venir cuando me lo propusiste, pero tu insistencia… me desarmó. Cómo eres tan loco como para enviar dinero a la cuenta de un hombre para mi?". "Bueno, arriesgué, y me salió bien".

Tomamos el café mientras cada uno estudiaba al otro, ahora ya con deseo, porque debo reconocer que Osmiel me ponía. Me gustaba su olor, su seguridad, su firmeza, su clase. Y yo le gustaba a él, eso estaba claro, nos habíamos sentado el uno al lado del otro, pero ahora, relajados, estábamos vueltos el uno frente al otro con la mesa al lado. El miraba mis piernas, con la faldita subida yo le provocaba, pero no habíamos vuelto a tener contacto desde sus caricias en mis nalgas. Él me sabía desnuda bajo el vestido, pero parecía recrearse con la idea, deleitarse con la creciente excitación, y no caer en la provocación. Alargamos el café, el con una copa de whisky de malta, yo con un orujo de hierbas seco (mejor buen orujo que mal vodka, y lo siento, pero en España no saben servir bien la vodka).

Su mirada lanzaba chispas de deseo, sabía que le tenía ardiendo por dentro, así que yo, simplemente, me limitaba a esperar para sacarlo de sus casillas. Finalmente se incorporó y dijo: "Movámonos, si no…". Yo también me alcé, estiré mi cuerpo como una gata provocativamente y le dije: "Si no…? Te estás quedando dormido, quizás?". Me miró con malicia. "No exactamente". Me acarició con la mirada todo mi cuerpo de arriba abajo y de abajo arriba, hasta volver a encontrar mi mirada (noté cómo me acariciaba con la mirada y casi me estremezco, pero lo oculté). Le sonreí, me acerqué a él y tomé su cuello con mi mano mientras acercaba mi cara a la suya sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos, él no se movió. Le hablé muy suave, muy quedo (me volvió a salir el acento ruso) "No debemos dejar que nuestro chico se duerma, verdad". Esperaba que lo besara, pero no lo hice, en su lugar, rocé su entrepierna con el anverso de mi mano con un movimiento casual, mientras me giraba para salir tomando mi bolsito de la silla. Noté cómo se estremecía de cabeza a los pies y me miraba entre confundido, irritado y muy muy excitado.

Salimos del restaurante saludando a los camareros y metre. Sancho nos esperaba abriendo la puerta del coche para que yo entrara, pero Osmiel lo apartó para ser él quien cerrara mi puerta, así que al sentarme le di una perfecta visión de mis piernas y luego me senté de frente permitiendo que cerrara la puerta. Vino a mi lado por la otra puerta y nos pusimos en marcha. Entonces una mano se posó en mis desnudos muslos. Le miré y le sonreí. Su mirada desbordaba deseo, a la vez que un poco de rencor por haber tenido que ser él quien hiciera ese contacto, debía estar acostumbrado a que las mujeres se derritieran por él y se le lanzaran a los brazos, pero yo no lo había hecho. Lo que sí hice ahora fue abrir un poco los muslos, en muda invitación, que el aprovechó a la vez que se me acercaba y me besaba con pasión. Su mano se perdió entre mis muslos y descubrió mi húmedo sexo mientras su lengua exploraba mi boca. Me tomó de la nuca y alargó beso y exploración con mi consentimiento (yo lo estaba deseando, eso y más), finalmente claudicaba y era él quien se rendía a mis pies.

Lo que yo había supuesto una rápida exploración siguió durante un buen rato, sus dedos no sólo acariciaron mi sexo, sino que lo penetraron y llenaron de deseo mientras su boca me comía entera y me hacía recostarme contra la ventanilla. Mis manos buscaron su sexo y lo encontraron henchido, duro, palpitante, bajo esos ligeros pantalones. Eso pareció volverlo loco y recorrió mi cuello con sus labios mientras yo le acariciaba y el me penetraba repetidamente arrancándome algún jadeo. Yo no estaba dispuesta a llegar al orgasmo, pero era cierto lo que me había dicho, y sus dedos me acariciaban y me excitaban y… y hubiera llegado al orgasmo si no llego a separarlo de mi cuando Sancho frenó el coche.

Creo que ya hemos llegado. Le dije mientras sonreía. El sólo lanzó una furibunda mirada a Sancho, que debería haber dado la vuelta a la manzana, supongo, de acuerdo con los deseos de Osmiel, pero no lo había hecho ;-) Me empezaba a gustar ese Sancho ;-).

Bajaron él y Sancho, mientras yo arreglaba el vestido (arrugar así un Prada! Estos españoles…), y me retocaba un poco. Osmiel abrió mi puerta y descendí de mi carroza mostrándole, invitadora, una gran sonrisa y mis muslos al aire. Estábamos en una especie de club, el portero nos abrió y descendimos a una zona algo más oscura con mesas donde tocaban música suave en directo. La sala se abría a una gran terraza que desembocaba en la playa, con lo que las mesas estaban resguardadas pero se notaba la brisa del mar. "Luego, si quieres, iremos a bailar, pero es pronto todavía, qué quieres tomar?" Pedí un Ginger ale, ahora, tan excitada, mejor no sobrepasar los límites. Me arrellané en uno de los sofás de la mesa y aproveché para dar un vistazo al local y ver el ambiente. Eran cincuentones en su mayoría, se veía un ambiente de club de negocios, me extrañaba que me hubiera llevado ahí, pero debo reconocer que era agradable para hacer tiempo en tanto no íbamos a… bailar? Volvió con las bebidas y se sentó frente a mi, disfrutando de las vistas ;-) Yo tenía cruzadas las piernas, me mostraba elegante y sensual, pero no provocativa porque no era ese el ambiente.

Le dije a Sancho que nos llevara a otro sitio, pero él siempre hace lo que le da la gana. Si no te gusta me lo dices y cambiamos.

Tranquilo, creo que Sancho ha elegido el mejor sitio para relajarnos un poco después de la cena.

Y lo era. Supongo que Osmiel me hubiera llevado a cualquier sitio a lucir su nueva putita, pero Sancho lo había llevado a un lugar mínimamente elegante, me gustaba. Seguimos charlando, ambos excitados, no iba a permitir que decayera el deseo, pero eso sí, muy formales en ese entorno. Me encanta estar hablando de guarradas muy educadamente ;-).

Cruzando y descruzando las piernas le dije que en el coche casi me había hecho llegar de lo caliente que estaba, y le pregunté, muy educadamente, si le gustaba mi olor. El, sorprendido, miró alrededor por si alguien había escuchado, pero no había nadie al alcance de mi voz, y entonces entendió mi juego de seducción/excitación. Se llevó la mano a su nariz y olió con fuerza (hasta yo creí olerme a través suyo). Me sonrió encantado con el olor.

Ya te dije, es mi problema, segrego mucho flujo cuando me excito y huele mucho, pero no te desagrada, verdad?

En absoluto.

Así sabrás cuando estoy como una perra salida, empapada, cuando me has calentado tanto que ya no soy capaz de responder de mis actos. –Lo decía con voz relajada, suave, sensual, como si tal cosa, y seguí.- Porque sentir tus dedos acariciándome, jugando dentro de mi… me puso a mil, sabes?- Y, consciente de mi corta faldita subida por estar sentada en el sofá, descrucé mis piernas lo justo para que el, frente a mi, tuviera una visión de mi sexo. Nadie más podía ver nada, pero sí el, frente a mi, con la mirada baja, directa entre mis piernas. – De hecho, sólo de recordarlo vuelvo a humedecerme, espero que no se manche el ante del vestido – dije mientras daba un sorbo a mi bebida, a la pajita, juntando mucho mis labios con mucho vicio y sorbiendo. – Sabes lo que ahora me gustaría? Despojarte de tus pantalones y violarte aquí mismo.

Eso casi lo saca de sus casillas. El, tan serio, tan acostumbrado a tener el control de todo, estaba a punto de explotar. Y eso me encantaba.

Te arrancaría los pantalones sin desabrochártelos y me lanzaría a comerte tu sexo.

Dije mientras pasaba la lengua entre mis labios sensualmente. Me levanté: "Pero ahora perdona, debo ir al baño a secarme, porque ya noto cómo mis flujos gotean entre mis piernas y es una sensación muy desagradable…" Dije mientras me agachaba sobre él y le daba un beso en la frente. El aprovecho para acariciarme las piernas, una de sus manos subió por entre mis muslos y, a la altura de los flecos del vestido, puedo notar mi humedad. Su boca buscó la mía, pero yo sólo le di un casto beso en los labios. "Tsk, eso no estaría bien, recuerda donde estamos". Y me escabullí hacia el baño, donde, efectivamente, me sequé y recuperé mi disfraz de elegante señorita sensual ;-).

Al salir me esperaba en la salida del baño, me atrajo hacia el y me besó con pasión. Pude notar el sabor del whisky mezclado con el suyo, y me abandoné entre sus brazos (curiosamente, contra su vientre, donde noté su sexo erguido y preparado para la batalla), pero no lo toqué, dejando que sólo notara la presión de mi vientre contra el suyo. Agarró con furia mis nalgas y alzó sus manos por debajo del vestido para sentirlas completamente. Me sentí completamente cubierta por su abrazo, como poseída entre su tremenda herramienta y sus manos en mis nalgas y su lengua en mi boca.

Pero nos separamos, me tomó del brazo y salimos a la playa a través de la terraza del local a dar un paseo. El tiempo era agradable, y también agradable sentirme entre sus brazos (él llevaba mi bolsito) y arroparme contra su pecho. Me saqué los zapatos en la arena y los tomé de la mano para seguir avanzando hacia el mar.

La playa estaba llena de paseantes, pero nos acercamos al mar, dejando atrás el ruido y centrándonos en la música de las olas. Se notaba la humedad, pero no estaba frío, cerca del mar, cuando nuestra vista ya sólo abarcaba el horizonte, paró y me abrazó, me miró a los ojos (con una mirada casi animal de deseo) y me besó mientras mis pechos presionaban el suyo. Yo le puse los brazos al cuello, con mis zapatos colgando de la mano, y me apreté contra él para notar el calor de su vientre en el mío. Me rocé lasciva y su reacción no se hizo esperar, siguiendo con su beso arrastró sus labios por mis mejillas hasta mi cuello y una de sus manos tomó mi pecho derecho y lo estrujó sin contemplaciones arrancándome un gemido de placer.

Yo me desasí de él y lo empujé para que se sentara en la arena, casi cayó y se quedó con las piernas abiertas, mirándome. Yo dejé caer los zapatos al lado y me moví sensualmente, acaricié mi pelo y abrí ligeramente las piernas, poniendo mi sexo al alcance de su cara. El quiso tomarme por la cintura, pero le esquivé con un movimiento y volví hacia él, que se quedó quieto ante mi, mirándome con esa caliente mirada fruto del deseo. Entonces, ya sin que él se moviera, empecé a mover mis caderas ante su cara, rozándole con ese vestido de ante, con los flecos, mientras mis movimientos me iban acercando a él.

Finalmente ya no pudo contenerse, fuera mi olor, mi proximidad o su calentura, me agarró de las caderas y me hizo descender hacia él. Yo planté firmes mis pies a sus lados y no me dejé caer, sino que bajé alzando las rodillas y quedando sentada con mis piernas a su alrededor y la falda arremangada en mi cintura. Ahora, sentada en su regazo de cara a él, fui yo quien lo besó. Mis jugos empaparon su entrepierna mientras yo recorría con mi sexo su tremenda erección. Me movía como una serpiente sobre él, rozándolo con mis pechos y mi abierto sexo mientras tenía mis brazos en su cuello. El no pudo aguantar más y se desabrochó el ligero pantalón y liberó su serpiente, rápidamente la encaró hacia mi sexo, pero, poniéndole las manos en sus hombros, lo frené y tumbé en la arena. Sería yo quien lo follara.

Yo, de cara a la ciudad, veía las parejas paseando, veía las luces de los locales, veía la gente alrededor (negras siluetas contra la luz, pequeñas figuras), pero en ese momento nada de eso importaba, sólo sentir el sexo tan deseado en mi interior. Llevé mis manos a mis pechos, a mi pelo, y le cabalgué sólo con las piernas. Serpenteaba sobre él, me alzaba y me dejaba caer con violencia, me sacudía y vibraba. Le tomaba el sexo con mis labios vaginales y lo exprimía mientras me alzaba, para bajar y engullirlo de nuevo en la caída. Me movía sobre él, lo poseía y lo tomaba cómo y cuando quería, dejándole pocas opciones para tomar el control. Sus manso buscaron mis pechos, yo le rehuí, pero bajé las tiras de los hombros y dejé resbalar el vestido hasta mi cintura.

Desnuda, mostrando mi silueta al mundo contra las luces, le cabalgué de nuevo mientras él trataba de aferrarme y yo le rehuía una y otra vez mientras le cabalgaba y le exprimía. Sólo nuestros vientres estaban en contacto, sólo su sexo dentro de mi. Pero entonces se reveló con violencia, sus manos tomaron mis caderas y salió la bestia que tiene dentro. Me inmovilizó las caderas y, desde debajo, empezó a cabalgarme él. Con fuerza, con la fuerza del deseo contenido tanto tiempo, con la fuerza del deseo de nuestras calientes charlas pasadas, con la fuerza del deseo de esa noche, con esa fuerza y la necesidad animal de poseerme, me cabalgó una y otra vez haciendo que no pudiera controlar mis espasmos. Mis pechos subían y bajaban al ritmo que él me marcaba, mi cabeza se sacudía con sus violentas penetraciones, mi sexo se abrió engullendo su gran polla que salía hasta casi la punta y me empalaba de nuevo una y otra vez con un ritmo frenético que mostraba su desesperación, su lokura. No sólo no decayó su ritmo con mi orgasmo sino que mis espasmos y la presión de mi vagina, la secreción de mis flujos parece que lo excitaron más y bombeó con más fuerza si cabe. Yo, imposibilitada de relajarme, seguí sometida a su empalamiento y cabalgaba a su ritmo en una cadena de orgasmos que me obligaron a anudar mis piernas a su cintura para no caer mientras mis manos me sostenían en sus hombros con dificultad. En una de sus cabalgadas una de mis manos resbaló y caí sobre él con todo mi peso en lo que coincidió con una profunda penetración que llegó hasta sus huevos. Descargó en ese momento, alzando sus caderas y alargando el momento de la penetración, profundizando más si cabe, mientras su leche me llenaba completamente y yo sólo atinaba a caer sobre él.

Gimió, casi aulló, mientras yo me abría un poco más a su penetración, a la inundación que procedía de sus entrañas. Caída sobre él, sólo tratando de recuperarme de mi cadena de orgasmos, ni me di cuenta de cuando me abrazó o él mismo cayó sobre la arena. Sólo se que, al rato, volví a ser consciente de mi cuerpo y noté sus besos y su abrazo contra mi, tierno, dulce, suave, después del salvaje polvo. Su polla se escurría de mi, ahora ya vuelta a sus dimensiones normales, la sentí deslizarse de mi sexo, sintiéndome vacía y triste después de notarla tan dentro mío. Alcé la vista, teníamos algunos observadores, pero no les hice caso. Lánguidamente, rodamos el uno de encima del otro y reposamos sobre la arena.

El se levantó y me ayudó a levantarme, desnuda, sólo con el vestido como cinturón. Un Prada arrugado y lleno de arena en mi cintura (vaya pecado!). Traté de arreglarme un poco, sacudirme la arena y volver a vestirme, cuando me di cuenta que nos estaban grabando o sacando fotos con el móvil, sólo sonreí, tomé a Osmiel del brazo (él había recogido mi bolso y zapatos) y fuimos hacia el coche abrazados, satisfechos.

Por cierto, si alguien localiza el vídeo o las fotos de la playa en la red, que me lo diga, sólo de recordarlo, aquí en la oficina, ya me humedezco, si tuviera el vídeo no podría evitar masturbarme recordándolo, aunque debe ser muy oscuro ;-)

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