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Viaje (y 12)

en Voyerismo

Viaje XII

Les dejo con sus morcillotas pollitas colgando y me dirijo al aseo cuando noto una mano en mi brazo que me retiene. Me giro, pero el contacto es suave y no fuerte. Osmiel se me acerca y me besa, desliza sus labios por mi boca y me limpia la barbilla mientras me toma la cara con su mano. Su beso se alarga, caricia dulce de sus labios, deseo satisfecho, pero a la vez algo nuevo creciendo en él. Sus manos bajan de mi barbilla al cuello, se deslizan por mi torso sudado y abarcan mi pecho, acarician la suave curva de su redondez y toma mi pezón entre sus dedos mientras nuestras bocas siguen comiéndose una a otra.

Me acaricia con dulzura, pero ahora la presión sobre mi pezón aumenta en un pellizco con un punto de obsceno. Su otra mano se desliza por mis nalgas y me aprieta contra él. Yo me dejo abrazar y le cuelgo los brazos al cuello mientras aprieto mi cuerpo contra el suyo. Reaccionamos volviendo a excitarnos los dos. Nuestras cabezas giran una alrededor de la otra comiendo bocas, orejas, cuello, piel… Entreabro los ojos y veo a Juan con su circuncidado pene en la mano pajeándose. Noto el de Osmiel sobre mi vientre, duro de nuevo, lo aprieto contra mis carnes y me muevo aprisionándolo entre los dos, acariciándolo con mi vientre, notando cómo recupera su dureza.

Juan se me acerca por detrás, noto su calor a mi espalda. Osmiel retira su mano de mis nalgas y la acerca por delante. Sus dedos se impregnan de la simiente de mi vientre, simiente mezclada con mis nuevos flujos, que él mezcla y acaricia en mi interior. Noto cómo Juan abre una de las nalgas por detrás mientras avanza con su sexo hacia mi rosadita flor posterior. Siento las caricias de Osmiel delante, penetrándome con sus dedos, abriéndome y jugando con mi clítoris suavemente para no causar rechazo. La cabeza de Osmiel baja y sus labios se cierran en mi pezón, que está erecto y sensible, inflamado y presto a recibir las sensaciones de las lamidas de él.

Me abandono a sus caricias, las de Osmiel por delante y las de Juan por detrás. Noto humedad en mi ano y cómo Juan fuerza un dedo en mi interior. Noto cómo se abre, poco a poco, y el dedo penetra suavemente, lo retira antes de llegar a un centímetro, lo lubrica de nuevo en mi vagina, donde entra en contacto con los dedos de Osmiel, se retira y vuelve a mi ano, donde ahora penetra un poco más y repite la operación.

Así, penetrada por delante y por detrás, siento cómo me van llenando esas familiares sensaciones de oleadas crecientes de deseo y placer en mi cuerpo. Reacciono cerrando los deditos de mis pies y abandonándome a las sensaciones. Osmiel me penetra con ritmo regular, con furia renovada, cada vez más dentro de mi, pulsando mi clítoris en cada embestida. Juan ya se ha abierto camino y me penetra con su polla por detrás, con lo que me noto abierta 100%.

Oigo ruidos y veo cómo tres camareros entran en la sala. Leo su estupor en las miradas, asombro, que varía a excitación y deseo. Me ven con Osmiel colgando de mis pechos, tomándolos con la boca y una mano, mientras la otra se pierde entre mis piernas. Luego se fijan en Juan, agarrándome por las caderas y penetrándome por detrás con furia. Juan les gruñe que cierren la puerta, y así lo hacen, quedándose dentro y procediendo a liberar los cierres de sus pantalones. Los tres son buenos machos, uno del tipo musculoso, pero los otros más jóvenes.

Les miro mientras me inundo de las sensaciones que me proveen mis amantes. Les miro a los ojos viendo su deseo, su excitación. Me siento una puta exhibida mientras se la cogen, y eso me excita. Me tomo el pezón libre con una mano y con la otra busco el sexo de Osmiel y se lo acaricio. Juan parece haber tomado un ritmo loko y no para de gemir mientras me empala por detrás, jadeando del esfuerzo y del placer.

Mientras miro a los chicos acerco la polla de Osmiel a mi vagina, con lo que él separa su mano y busca la penetración. Alzo una de las piernas y la apoyo en el cristal que da a la sala de baile quedando expuesta a la penetración de él. Lo intenta, pero las sacudidas de Juan no atienden a razones y Osmiel debe afianzarme bien para penetrarme. Ahora tengo dos pollas taladrándome mientras trato de aguantarme sobre un pie y me apoyo en Osmiel, que empieza su mete y saca de manera descoordinada con Juan. Cada uno batalla por tomar por la fuerza lo que yo les ofrezco por placer, pero realmente batallan entre ellos por penetrarme más a fondo, por dirigir y liderar los movimientos.

Yo me abandono y tomo mis pechos con las manos mientras miro a los tres chicos. Caigo sobre Juan, quien me sustenta con una mano mientras la otra pugna por mantenerse en mi cadera y vencer a Osmiel. Mi cuerpo es zarandeado, empalado y sacudido mientras noto las dos pollas dentro mío chocando y enfureciéndose más y más una con otra. Siento cómo una y otra penetran en mi en ritmos diferentes, cómo sólo las separa una fina tira de piel, sus choques y cómo fuerzan mis cavidades, cómo las riego con mis flujos, cómo Osmiel resbala bajo la simiente de Juan.

Y entonces fijo mi mirada en los tres chicos, no se han acercado, temen demasiado la reacción del jefe, supongo, pero sus miradas clavadas en mi no dejan lugar a dudas a su deseo, ni sus manos en sus enhiestos sexos, uno largo y delgado, otro tremendo por gordo y largo, y el tercero más normal. Les miro y me acaricio mientras les sonrío tratando de mostrarme lo más viciosa y lasciva posible. Disfruto al sentirme tan puta siendo penetrada por delante y detrás y todavía deseando excitar a los tres chicos. Y lo consigo, los tres están masturbándose furiosamente ajenos a todo salvo a mi. Sus miradas están centradas en la mía mientras gimo, me sacudo y me relamo para sacarlos de quicio.

Ellos no dicen nada, sólo se oyen los jadeos de Osmiel y Juan, que deben sostenerme además de empalarme luchando con el otro. Yo me dejo llevar y empiezo a gemir, mis gemidos suben de tono y hacen que los chicos abran todavía más los ojos. Mis gemidos pasan a chillidos y aullidos de placer conforme me sacudo o me sacuden, ya no se. Oleadas crecientes se inician en mi vientre y crecen en mi estómago y boto sobre sus pollas. Llega un gran orgasmo mientras me aprieto, furiosa, mis pezones. Me sacudo entera como una serpiente entre los dos cuerpos que tratan de sujetarme, pero mis espasmos pueden más y resbalo hasta el suelo. Ambos hombres se han quedado sin su caramelo, pero les tomo las pollas con las manos y las sacudo con fuerza, con rabia, quiero su leche y las aprieto y ordeño con furia. La presión hace que Juan gima de dolor, pero el dolor se mezcla con placer al ver mi lengua ávida de tomar sus puntas, acariciarlas, tragarlas, comerlas, besarlas. Mi cabeza no para quieta y les estimulo con la cara y las manos, chupo sus huevos, saco la lengua y trago sus puntas mientras las sacudo con brusquedad. Ambos chillan y Juan se derrama en mi, sobre mi mano y cara. Le apunto a mi boca y parte cae en la boca y parte en la mejilla y los ojos. El espectáculo vuelve ha hacer que Osmiel le siga con tres chorretadas de leche que cruzan mi cara y me llenan el pelo de semen.

Con sus pollas todavía en la mano, acabando de ordeñarles, me arrastro hacia los tres camareros que me apuntan con sus sexos. Les miro lasciva mientras con la lengua recojo los restos de semen de mi cara. Los tres explotan uno tras otro y me inundan la cara con sus terribles corridas. Sabiendo que Osmiel lo disfrutará, acerco su polla a mi cara y también él se baña de la leche de los chicos. Aprovecho para meterme su polla en la boca y limpiarlo pero todavía lo lleno más de leche. Ahora derramo las corridas de mi pelo y cara sobre el vientre de Osmiel, que vuelve a endurecerse en mi boca. Yo estoy saciada, llena y rebosante, pero quiero que Osmiel se quede con el deseo y no le doy tiempo a derramarse de nuevo. Le excito y cuando tiene la polla erecta de nuevo le dejo y me dirijo al aseo con una sonrisa cómplice y la promesa de más.

Ahora sí, ya en el baño me limpio y lavo con tranquilidad. Mientras estoy con la cara empapada oigo la puerta pero no me giro, alguien ha dejado mi ropa y zapatos en la entrada y se ha retirado silenciosamente. Yo prosigo y aprovecho que tengo el bolso allí para retocarme y salir lo más presentable posible, pese a que llevo el pelo mojado y todavía estoy enrojecida por… el ejercicio ;-). Pero curiosamente salgo de nuevo dispuesta a todo, alegre y saciada.

Me esperan Juan y Osmiel, de nuevo a solas. Juan me sirve una copa y ahora me puedo sentar y relajarme un rato. Conversamos, Juan parece todavía en éxtasis. No dudo de que en su posición, dueño del local, habrá disfrutado de sesiones parecidas en otras ocasiones, pero se le ve extrañamente fascinado conmigo.

Y lo cierto es que yo también me siento bien, deseada y cargada de una sensación interior de deseo y excitación. Estaré transformándome en una adicta? No sé, pero estoy terriblemente excitada y con ganas de excitar, de saber que me desean y de querer que se corran dentro de sus pantalones sólo con rozarme. Me siento relajada y sensual en una de las butacas, vestida pero más sensual si cabe que desnuda y noto cómo sus miradas me acarician y cómo sus palabras destilan deseo. Ambos me han poseído como han querido, ambos me saben dispuesta y han saboreado mis mieles, pero ahora, sentados y vestidos, puedo volver a sentir su deseo, puedo volver a notar sus erecciones bajo los pantalones en un deseo más de su imaginación que real de físico (no creo que Juan se recupere tan rápido).

Me comporto como una gata, me arrellano en la butaca mostrando mis piernas y un poco de las nalgas, nada más, pero veo cómo su deseo crece. Veo cómo sus miradas me recorren el cuerpo. Siento su deseo crecer y me encanta ser admirada así. Les sonrío a uno y a otro.

  • Realmente excepcional, - concluye Juan. No es sólo la sensualidad, es el saber que eres capaz de todo y seguir deseándote más y más.
  • Sabes? Estaba muy excitada allí, bailando, sabiendo que todos me mirabais y me deseabais ;-) Sintiéndome una puta exhibiéndome para vosotros. En la pista, rodeada de gente, me excitó que mil manos me rozaran y me penetraran –dije mientras estiraba mis piernas por los brazos del asiento abriéndolas.- Estuve a punto de abandonarme y dejar que me violaran en medio de la pista. – Mi mano libre, la que no sostenía la bebida, resbaló por el vestido acariciando mis pechos hasta la abierta entrepierna, donde acarició suavemente mis labios.- Pero fui a buscarte –dije mirando a Osmiel-, porque quería sentirte dentro de mi. – Uno de mis deditos se insinuó en mi sexo y abrió suavemente la flor.- Así que me fui rabiosa a bailar, pero entonces toda la excitación y frustración se convirtió en… no sé, algo más. Suerte que al fin me habéis calmado. – Les dije consciente de que ahora estaban todavía más excitados ante mi desinhibición. Entonces, dejé la copa sobre la mesa y me alcé. Puse el dedo húmedo impregnado de mis flujos en la boquita de Juan y les dije: "Y ahora? Vamos a bailar?".

Osmiel me tomó de la cintura bruscamente y me besó con fuerza como respuesta, encajando su erecta protuberancia entre mis muslos. Yo estaba excitada, pero no pensaba dejarle seguir así, ahora tenía que imponer yo mis normas (aunque estaba tan excitada que otra parte de mi quería arrodillarse y exprimirle y ser su perra). Le besé yo también, bajé una mano y le estrujé el sexo con fuerza mientras le metía la lengua en la oreja y tomaba con la otra mano el sexo de Juan.

Les arrastré del sexo hacia la puerta, abrí y salí sin mirar si me seguían o no, bajando a la pista de baile deslumbrada por las luces. No veía rostros, no veía cuerpos, sólo notaba roces y apretones que no sabía de quien ni de donde procedían. Me dirigí directa a la pista y me puse a moverme con los ojos cerrados. Rápidamente los contactos se multiplicaron y yo me hice la desentendida. Roces, insinuaciones, bocas que decían cosas en mi oreja… pero yo cerraba mis ojos y sólo me dejaba llenar por la sensualidad del baile. Estuve moviéndome, felina, salvaje, sin mirar, sin responder, sólo notando los roces y las caricias sin dar pie a más, sólo imaginando las caras de deseo que seguro me rodeaban.

La música cesó y dio paso a una suave y lenta melodía, preludio del cierre del local. Me deshice de los que me invitaban a… a de todo ;-) y fui hasta la mesa donde Juan y Osmiel me esperaban (sí, ahora sí los sabía esperándome). Me sirvieron una copa mientras el local se vaciaba, pero ellos no se movían de sus asientos y sólo esperaban a que se fuera la gente. Finalmente el local quedó vacío.

Sentados, ahora en el silencio del local con luces bajas, seguimos tomando nuestras copas. Me notaba sudada, con la piel húmeda y fresca, sentada en mi butaca con ellos mirándome y deseándome mientras una troupe de empleados se esmeraba en limpiar el local y dejarlo todo ordenado para el día siguiente. Se acercaron dos o tres personas a Juan, le alargaron albaranes que firmó después de rápidas ojeadas y se retiraron. Finalmente hasta las máquinas de la limpieza se silenciaron, parecía que todo había sido una ordenada coreografía que en poco tiempo había repasado hasta el último rincón y ventilado el local. Ahora salía el cansancio, la modorra.

Me recosté en la butaca y entrecerré los ojos. Podía ver las miradas de Juan y Osmiel mientras charlaban de negocios y… otras cosas ;-) De hecho, sentía sus caricias en mi piel. Osmiel se levantó y me tomó de la mano, dejé mi copa en la mesita y me alcé para seguirle.

 

Y hasta aquí el viaje ;-) Naturalmente hubo más, logré explorar todavía más perversiones que Osmiel deseaba (y yo también disfruté), pero las dejo para otras ocasiones. Por cierto, respecto lo de fantasioso o real… dejadme sólo decir que tiene una base real, pero que lo "decoro" para hacerlo más excitante. Pero bueno, más de uno de los lectores ya sabe que se basa en situaciones reales ;-)

Gracias a todos vosotros por vuestros mails, pero espero que votéis mis relatos y además de mails me califiquéis como autora ;-)

Últimamente, entre los que me escribís y el trabajo tengo poco tiempo para escribir más relatos, pero espero ir añadiendo alguno de vez en cuando, míos o de vuestras sugerencias ;-)

Besos perversos,

Sandra

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