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Ecitando 4 (parte 1)

en Voyerismo

Excitando 4 – El sobrinito de la vecina (parte 1)

Hola bell@s,

La vecina de arriba, con quien alguna vez hemos tomado un te en casa de una o de la otra, me vino a ver un día porque su sobrinito tenía que estarse en la ciudad por dos semanas para la inscripción en una academia. Ella trabaja por las tardes (su marido de sol a sol) y me pedía si podía contar conmigo por si algún día necesitaba algo.

El sobrinito tenía 18 añitos y estaría en una residencia, pero para los pasos previos, inscripción y demás, necesitaba estarse en su casa dos semanas y… naturalmente le dije que no se preocupara, que yo estaría al tanto y que si necesitaba algo podía contar conmigo.

Así fue como cuando llegó me presentó al “sobrinito”, un adolescente de metro ochenta con pinta de no haber salido del pueblo en toda su vida ;-). Bajaron una tarde justo cuando oyeron que yo llegaba. Todavía tenía las llaves en la mano cuando llamaron a la puerta. Les abrí y dejé las llaves en la mesita de la entrada mientras nos presentaba. “Javier, esta es mi querida vecina a la que le puedes pedir lo que necesites cuando no estemos tu tío o yo”, y parece que al chico, cuando me quité el abrigo para colgarlo, aquello le sonó a música celestial, pues pude ver su fiebre adolescente incendiándolo por dentro cuando quedó al descubierto mi figura con los pantalones ajustados y el jersey marcando mis pechos. Sus mejillas se sonrojaron y su mirada se dirigió a las puntas de sus zapatos.

Los hice pasar y les llevé a la cocina, donde tengo una mesita para las comidas informales como esa. Puse el agua a calentar mientras me disculpaba para… ponerme cómoda. Rápidamente la vecina tomó el control y fue preparando las tazas y todo lo necesario (ya sabía donde estaba todo). Mientras, yo fui a mi habitación y me desvestí tirando la ropa por todos lados como siempre. Me enfundé una cómoda camiseta y me puse una bata ligera de estar por casa. Ya en pantuflas me dirigí a la cocina, con una sonrisa traviesa en mis labios (qué dulzura de sobrinito!).

Efectivamente, creo que el chico no separó su mirada de la taza en todo el rato, ruborizado hasta las orejas. Cada vez que alzaba la vista, yo marcaba el perfil de mis pechos o dejaba deslizar una pierna por la abertura de la bata, y él se estremecía y volvía a concentrarse en su te.

La vecina no paraba de agradecerme, de pedirme que le cuidara, que estaría muy solo, que vigilara que merendara, que… En fin, que no se enteró de nada, mientras a él no le oí decir más que cuatro sencillos “sí” o “no”. No tardaron mucho en marcharse, los acompañé a la puerta, me despedí de la vecina con dos besos, como siempre, diciéndole que no sufriera, que seguro que no pasaría nada y que ese hombretón ya era un adulto (con lo que él se sorprendió). Después me fui hacia él y también le di un par de besos (uno cerca de los labios, por error) y aproveché para reposar mis pechos contra él (así seguro que dormiría mejor).

Al día siguiente, cuando volví del trabajo recordé al sobrinito y decidí… decidí ser un poco traviesa. Llegué a casa  y me desnudé, tomé una ducha rápida (me ayuda a relajarme del trabajo) y me puse un poco de body milk en las piernas después de secarme. Después pensé en qué ponerme para el sobrinito ;-). Subió Raúl a verme, y al ver mi mirada brillante supo que algo sucedía. Le conté lo del sobrinito y entendió inmediatamente, ayudándome a seleccionar ropa mientras yo acababa de cepillarme el pelo.

Él dispuso las prendas sobre la cama y yo me acerqué a ver su selección. Una camiseta corta, algo más larga que un top, me permitiría marcar mis pechos. Unos pantalones de ciclista y… medias? No, retiré las medias y las mallas ciclistas y tomé unos holgados shorts y la bata de estar por casa. “No quiero que se corra sólo verme, pervertido!” le dije con una sonrisa. Me puse unas zapatillas y salí de casa enviando a Raúl a su casa mientras yo me dirigía a la de la vecina.

Llamé a la puerta y tuve que esperar a que me abriera el sobrinito, qué debía estar haciendo? Oí cómo miraba antes por la mirilla, después pasos rápidos, de vuelta y el cierre que se abría. Sonreí y le dije que acababa de llegar y me pasaba a ver si todo estaba bien. Podía haber continuado con la charla, pero lo dejé ahí, porque hubiera sido un monólogo muy largo, ni siquiera sé si me estaba escuchando, sus ojos se habían centrado en mis pezoncitos marcados en la camiseta corta, que mi bata abierta dejaba apreciar tranquilamente pues sólo se anudaba suelta a la cintura, rodeando la curva de mis pechos marcados en la camiseta.

Sonreí sin esperar su respuesta, cuando se dio cuenta del silencio balbuceó algo y yo me acerqué para darle un par de besos. “Bueno, necesitas algo?”, “No, no, todo bien, estaba estudiando, pero tendré que ir a la biblioteca porque no hay internet en casa de mis tíos, sabes si hay alguna cerca?”. Y allí se hizo la luz. “Si quieres puedes venir a casa, yo tengo Internet, pero deja que recoja antes, está todo desordenado, dame diez minutos, OK? Hasta ahora”. Y bajé sin dejarle replicar (aunque creo que por su mirada… no tenía precisamente objeciones).

Noté cómo la puerta no se cerraba hasta no perderme yo en la escalera, debía estar aprovechando para mirarme bien ;-). Ya en mi apartamento aproveché para dejar mi ropa sobre la cama en vez de en el suelo, pero con la tanga a la vista (sobresalía bajo la faldita) y dejar conectado el ordenador (o la PC, como dicen los latinoamericanos) conectada a Internet en mi habitación en vez de en el salón.

Cuando bajó el sobrinito le abrí y le indiqué que pasara a mi habitación, donde tengo un escritorio para poder trabajar (aunque yo normalmente me instalo en el salón). Luego le dije que tenía que salir un momento a comprar, que dispusiera de todo, que había zumos en la nevera. Mientras él se sentaba en el escritorio y ponía sus papeles en orden yo aprovechaba para, de espaldas a él, quitarme la corta camisetita y ponerme una camiseta para salir a la calle. Des de donde estaba él sentado podía verme claramente por el reflejo en el espejo de cuerpo entero que tengo en la habitación, así que supongo que debió ver mi espalda desnuda (pues iba sin sujetador) y enfundarme la nueva camiseta (con un escote pronunciado pero no escandaloso). Me dejé los shorts holgados, me calcé unas cómodas sandalias y tomé el bolsito con las llaves y dinero.

Me alcé y me despedí de él con dos besos (una cerca de los labios, como siempre, por descuido) sin que se levantase (así tenía una mejor visión de mi escote). Salí rápida a buscar pan, comprar una pizza, aceite y cuatro cosas más.

Volví a los quince minutos o así, haciendo ruido con las llaves para no tomarlo desprevenido. Entré diciéndole “Hola, ya estoy de vuelta!” en voz alta para alertarlo, pero no se escuchaba nada. Rápidamente me contestó mientras sonaba el teclado del ordenador. Yo pasé a la cocina y dejé las cosas, para luego ir a saludarlo a la habitación.

El ordenador mostraba una página convencional de Google con una búsqueda de su temario, sus apuntes sobre la mesa del escritorio y él muy formal. Le dije hola y que hiciera como si yo no estuviera, preparándome para cambiarme.

La tanguita seguía bajo la falda, pero no estaba exactamente como yo la había dejado (aquello me excitó, debo reconocerlo), volví a cambiarme la camiseta dejándome ver de espaldas al espejo y recogí la ropa de la cama para guardarla en la cómoda y armario (que habían sido inspeccionados por él). Después fui al baño, y comprobé en el espejo cómo me ajustaba y marcaba perfectamente los pezones la corta camisetita, ombligo al aire, shorts bien holgados que si me ponía en cuclillas eran un regalo para la vista ;-) y piernas descubiertas hasta las zapatillas de estar por casa (nada sexys, pero cómodas).

Así, esta vez sin bata, me dirigí a la cocina y puse agua a calentar para hacer té. Entonces volví al dormitorio y me acerqué a él por detrás. “Qué estás haciendo?”, en el ordenador se veía una búsqueda de su temario, yo me recosté sobre su hombro, mis pechos rozando su espalda mientras miraba la pantalla, que pasó a un error de conexión. “Vaya, otra vez, dije mientras me situaba detrás de él y tomaba el ratón apretándome ligeramente para que notara mis pechos sobre su hombro claramente y reiniciaba la conexión. “Ves? Cuando se pierde la conexión debes reiniciar, desconectas aquí…” y desde detrás suyo alcancé el router y le di al botoncillo, claro que al hacerlo tenía que rodearlo con mis brazos y mis pechos quedaban aplastados sobre su espalda. Me reincorporé, cerré la ventana del explorador y volví a abrir cuando las luces ya no parpadeaban. “Ya está. A veces hay que desenchufarlo y esperar un minuto y volver a encender, mira, aquí está el enchufe” con lo que tuve que agacharme y mostrarle bajo el escritorio el enchufe del router, yo, de cuclillas a su lado, sentado en la silla, quedé justo a la altura de su abultada entrepierna bajo el pantalón de chándal que llevaba.

Para alzarme tuve que apoyar mi mano en el asiento de la silla, justo entre sus abiertas piernas, que él abrió más para no rozarme, con lo que esa tienda de campaña quedó completamente a la vista. Yo la miré, y sonreí mientras alzaba la vista a sus mirada y le veía enrojecer (qué dulce!). Me incorporé como si nada. “Quieres un té? Estoy preparando en la cocina, anda, ven a merendar”.

Pasé hacia la cocina y él me siguió. Ya en la cocina observé cómo se había acomodado la tranca en el cinturón del chándal para evitar la tienda de campaña. Sólo pensar cómo la tenía me relamí de gusto (reconozco que la situación me estaba humedeciendo). Mis marcados pezones (endurecidos, debo reconocerlo) atraían su mirada vergonzosa, así que decidí que se fijara también en otras cosas poniéndome de espaldas a él y buscando las tazas más ocultas en el armario bajo o estirándome para tomar los platitos que estaban en el armario más alto. Mi culito también empezó a atraer sus miradas. Pero cuando serví el agua caliente su mirada volvió a mis pechos. Nos sentamos y puse unas galletas en la mesa.

Se perdía su mirada en el té, no atreviéndose a alzarla ni a mirar mis pechos mientras yo trataba de darle conversación. Estábamos sentados en una esquina, con lo que yo me senté un poco de lado dejándole admirar mis piernas casi rozándole. Rápidamente centré la conversación en él, sus gustos o novias (aquí enrojeció y dijo que no tenía). “Pero bueno, con ese cuerpazo no te faltarán oportunidades, verdad?”. Aquí el grana subido de sus mejillas casi explota, su mirada se fijó en mi pie balanceando la zapatilla mientras respondía que no se podía quejar.

Acabamos el té y yo le dije que tenía que poner la lavadora y le dejaba tranquilo en el dormitorio para que trabajara. Yo procuraba hacer ruido para que se supiera seguro de donde me encontraba y así pudiera… trabajar. Pero claro, antes de poner la lavadora tuve que ir al dormitorio para recoger ropa sucia, entre ella los shorts que llevaba puestos, que tuve que quitarme de espaldas a él y sustituir por una faldita corta de estar por casa. Noté en todo el proceso sus ojos clavados en mí, especialmente cuando me agaché, sin nada debajo, para sacarme los shorts detrás de él y alzarme y ponerme la faldita. Mi reflejo en el espejo debía ser perfectamente visible para él. Así que concluí y salí a completar la colada.

Puse la lavadora en marcha y volví a la cocina a limpiar las tazas. Mi humedad goteaba entre las piernas de cachonda que estaba. Haberme desnudado ante el adolescente me había excitado mucho, pero no quería ir más allá ese día, así que me quedé en la sala leyendo y le dejé sólo (con la puerta del dormitorio cerrada). Pasó una hora hasta que él salió ya preparado para irse. Le acompañé a la puerta y le dije que subiría a acompañarlo para saludar a su tía. Pasé ante él en las escaleras, con lo que supongo que tuvo una perfecta vista de mis desnudas nalgas durante el corto tramo de escaleras. Antes de que él sacara las llaves yo ya había llamado, pero no hubo respuesta. “No ha llegado todavía, te apetece pizza?” le propuse.

Él no quería molestar, pero aceptó llevado por la lujuria, supongo. La preparación de la pizza fue todo un espectáculo de roces y miradas, especialmente cuando yo tenía que alcanzar algo alto y mi faldita se subía hasta mostrar mis intimidades. Naturalmente, para cortar la pizza me puse muy cerca de él y mis brazos bien juntos resaltaban claramente mis pechos que rebosaban por la abertura de la corta camisetita, aunque creo que se volvió bizco cuando tuve que alcanzar algo sobre su cabeza y mis pechos se balancearon ante su vista bajo la camisetita.

La conversación fluyó caliente sobre su vida en el pueblo y sus experiencias con chicas. “Uy, perdona, ni se me había ocurrido que… allí van vestidas como yo?” “De ninguna manera, claro”, ”Perdona, te he ofendido? No te gusta? No se me había ocurrido que tal vez… es que en casa normalmente ando desnuda y ni pensaba que…”. Él no sabía como ponerse sin parar de asegurarme que no lo había molestado en absoluto que estaba preciosa y… “Tu crees? Ya me estoy haciendo mayor y me han salido dos estrías aquí en los muslos, ves?” Mostrándole los muslos y hasta tomando su mano y poniéndola en ellos para que notara. “Ves? Esto no estaba hace cinco años” dije sonriendo muy cerca de él. Le retiré la mano, pero no sin que ésta recorriera muy de cerca mi pubis y hasta se humedeciera un poco de mí, dejándola tan cerca de su entrepierna que fue mi mano la que rozó su sexo por descuido (rígido a más no poder).

Me recosté en la silla cruzando las piernas para recordarle que no llevaba nada debajo, tomando la copa de vino (ya casi nos habíamos ventilado una botella entre los dos). Sus ojos estaban brillantes y fijos en mi figura todo el rato. Pero finalmente el vino se acabó y ya era hora de que se fuera (si no, creo que lo hubiera violado). Así que nos despedimos a la puerta del apartamento con dos cálidos besos mientras nuestros cuerpos se apretaban el uno contra el otro. Mis pechos se aplastaron contra su costado mientras mi sexo se restregaba sobre su brazo al unir mis labios a la comisura de los suyos. “Espero que mañana me cuentes con todo detalle lo que has hecho esta noche” le dije mientras mi mano derecha tomaba su rígido sexo entre mis dedos y apretaba fuerte “No seas muy malo, eh? Mañana me lo cuentas”, y le dejé esperando a ver qué hacía. Él saltó hacia mí y me aferró con fuerza mientras sus labios buscaban mi boca. Una de sus manos me tomaba por la cintura apretándome contra él, mientras la otra se escurría bajo mi falda y buscaba mi sexo húmedo. Pronto se olvidó de mi boca y sus labios buscaron mi pezón derecho. “Qué haces?! Déjame!” trataba de apartarlo de mí, pero él era muy fuerte. Sus dedos recorrían mi rajita bruscamente y sus dientes aferraban con fuerza mi pezón. “Ay!” chillé con fuerza. “Suéltame o se lo diré a tu tía, cerdo!” aquello lo hizo reaccionar y me liberó como despertando de un sueño. “Perdona, no sé qué me ha pasado yo…”. Pero yo le dejé con la palabra en la boca y me volví a mi piso cerrando la puerta. Le oía fuera, suplicándome, mientras yo me masturbaba al otro lado de la puerta, hasta que alguien más bajó por la escalera y él se retiró a su casa.

Yo volví adentro y fui hacia el ordenador, donde pude ver que había estado mirando mi carpeta de fotos y vídeos y había repasado TODAS mis fotos, incluso aquellas más… privadas. En el explorador pude ver el historial, inicialmente muy académico, luego puro porno, pero se cortaba cuando la lavadora, porque había estado viendo mis fotos y vídeos hasta acabar. Me encantó que mis fotos hubieran desplazado al porno, pero claro, teniendo mis fotos e incluso mis fotos más calientes… quien necesita porno?

Besos perversos,

Sandra

NOTA: Este relato es ficticio, porque en casa no tengo Internet ;-) aunque sí tengo una vecinita y vino un sobrinito… pero lo cierto es que no hicieron falta escusas ni invenciones, el diablo del sobrinito fue mucho más directo masturbándose frente a mi ventana y no daría para un relato, así que… decidí ser más creativa ;-) Espero que no os importe.

Muchos besos perversos a tod@s, a ver si me pongo al día con el email pronto.

Sandra

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