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Mi antiguo trabajo (9,5)

en Voyerismo

Mi antiguo trabajo (9,5, la oficina cambia)

Al día siguiente me levanté completamente excitada con la idea de volver a la oficina, mi oficina repleta de machos lujuriosos y viciosos. Me debía haber masturbado una docena de veces pero me levanté excitada y empapada, y con la ducha sólo fue a más. En vez de relajarme, la ducha me llenó de imágenes de sexo, de manos recorriendo mi cuerpo o de sexos y lenguas penetrándome. Estaba enfermando de sexo?

En cualquier caso, al vestirme se reflejó esa excitación. Tomé unos zapatos rojos de tacón afilado y largo, no aptos para caminar por las aceras de Barcelona ;-) (las mujeres que conozcan Barcelona me entenderán), pero por suerte yo soy rusa y puedo correr los cien metros con tacones ;-). Sin medias (hacía buen tiempo, como siempre en Barcelona, todavía me sorprendo de sus climas templados y del sol que te hace sentir tan confortable todo el año). Una minifalda que me llegaba por encima de medio muslo, pero bien puesta un poco por sobre la cintura mostraba mis nalgas al andar o agacharme, de blonda, abierta y suelta. Una blusa con un escote con un par de cordeles que permitía una amplia visión de mis senos si no lo cerraba con un nudo bien cuidado (cosa que no hice, naturalmente). Me cubrí con una chaqueta de hombre que me llegaba a tapar las nalgas y un diminuto bolso en el que puse dos tangas de repuesto, ya que no llevaba ni sujetador ni tanga al salir de casa. Tenía ganas de ser traviesa. No, tenía ganas de ser puta, de sentirme penetrada, aunque no me lo confesara abiertamente.

El metro fue… como siempre que visto así, pero pude sentarme. Creo que el chico que me cedió el asiento quería ver mi escote, así que no le defraudé y cuando, con el movimiento, los cordelitos de mi blusa de un suave amarillo fueron desanudándose hice como que no me daba cuenta y los hombres alrededor pudieron verme los pezones. Yo me hacía la distraída, pero el chico que me había cedido el asiento no se movió de mi lado y a mi alrededor se apiñaban los hombres pese que había espacio al fondo del vagón.

De hecho, se volvían a mirarme y se plantaban allí sin moverse, con sus tiesas pollas abultando el pantalón. Fue un peruano el que apartó sin miramientos al chico y me encastó su sexo en mi hombro, lo que me hizo mirarle y ver su cara color oliva con una amplia sonrisa que no pude evitar devolverle mientras aumentaba el roce con mi hombro, lo que hacía que la blusa se recogiera más y los pezones a punto estuvieran de saltarse del escote. Me gustaría decir que fue a más, pero no ese día. Cuando llegó mi parada del centro de la ciudad me levanté y pude llegar a la puerta entre roces y caricias en mi cuerpo, pero nadie exploró mi desnuda conchita bajo la falda, sólo mis nalgas fueron objeto de alguna caricia y mis pechos (como no!).

Salí del metro y me llegué a la oficina ya excitada pese a todo, pese a tratar de frenarme, pese a tratar de no pensar en sexo, pese a que nadie se había propasado en exceso (o precisamente por eso!). Me dirigí a mi puesto de trabajo y encendí el ordenador, dando paso a una hora de concentración total sin interferencias. En una hora yo hago lo que la mayoría en tres o cuatro, por lo que dispongo de tiempo libre para mis chats o… pero no era ese el día para ello. Al llegar Don José, mientras entraba quitándose el abrigo (no sé porque en Barcelona usan todavía abrigo en abril! Será porque ya que lo tienen han de usarlo) me dijo que pasara para comentar lo del abogado. Yo había colgado la chaqueta del respaldo de mi silla, así que me dirigí con la blusa con un nudito algo abierto y sin tanga al despacho (con mi bloc de notas, la agenda de la semana impresa y un bolígrafo, por supuesto!).

Tomé asiento en la mesita de reuniones mientras el encendía su ordenador y venía a mi lado. Su mirada me evitaba cuidadosamente, la mía le buscaba los ojos, pero yo permanecía seria (le necesitaba culpable). Me dijo que el abogado tenía amigos en el Gobierno Civil y que podrían acelerar los trámites (al fin y al cabo, mi situación no era irregular, era sólo acelerar los trámites sin esperas de procedimiento, no hacer nada irregular) y que en una o dos semanas dispondría de los papeles completos para el NIE (el documento de extranjeros que permite residir y trabajar). Entonces, y sólo entonces, me permití relajarme, cerrar los ojos y lanzar un profundo suspiro. Mirándole, le sonreí y le di las gracias.

Pero ese suspiro, esa caída de ojos, ese momento de relajación, ese cruce de piernas para ponerme cómoda le había permitido mirarme, desearme de nuevo, la lujuria renació en él. Yo jugué mis cartas. Me levanté y le abracé y di un beso de agradecimiento en la mejilla, todo muy casto, pero dejándole mi escote frente a la cara.

Muchas gracias Don José. Smuack, y me retiré castamente de él.

Le pasé su agenda, con reuniones fuera de la oficina todo el día que empezaban en media hora, le comenté cuatro temas de contratos inminentes y me retiré sin darle opción a más. Me ponía en pie cuando el tosió llamándome la atención y me giré para mirarlo.

Y sobre lo del otro día… bueno, perdona, no sé que me pasó, yo no soy así, pero es que…

No, y no volverá a pasar… (y aquí se me cayó el bolígrafo). Hasta que consiga mis papeles (y me agaché sin flexionar las piernas dándole una perfecta visión de mi kulito y mi babeante chochito frente a su sudorosa cara).

Salí del despacho sin más y me senté en mi silla. En su oficina pude oír los sonidos de succión y cómo gemía, pero no me giré para verlo y le dejé a solas con sus trabajos manuales. Pero como soy mala, a los cinco minutos le llamé por el teléfono, el me tomó la llamada y con voz muy sensual, le dije que debía ir rápido porque tenía una reunión fuera de la oficina, que se imaginara el día que me traía el NIE, que lo dejaba en la mesita de reuniones y que yo le demostraba mi… "agradecimiento", que se imaginara mis rojos y ardientes labios en vez de sus manos alrededor de su tremenda verga, que me imaginara jadeando como ya me había visto mientras me penetraba por cualquiera de mis agujeros, que imaginara mis duros pechos acariciando su verga mientras le daba lametones,… y todo ello con una voz suave con acento ruso marcado, insinuante, caliente, muy muy puta. No tardó en correrse, no tardó ni tres minutos, y salió del despacho con una mirada brillante y sonriendo pidiéndome que le pasara al abogado al móvil mientras salía. Yo así lo hice y pude oír mientras entraba en el ascensor cómo le urgía a tener los papeles en una semana y no en dos ;-).

Mi problema es que yo no sólo excito, yo también me excito! Esas miradas, esas tremendas erecciones, esos colores de congestión, me afectan! Fue salir el jefe y empezar a aparecer los colegas de la oficina con tonterías sólo para verme. Yo ya había desanudado los cordoncillos de la blusa, y cada uno traía unos urgentísimos papeles a chequear que ya estaban siendo procesados, pero… que requerían mi atención mientras ellos, de pie a mi lado, contemplaban mi escote o los muslos cuando me movía en la silla para orientarme hacia ellos.

Cada uno venía más excitado, cada vez los bultos de los pantalones eran más prominentes y descarados, cada vez me estaba poniendo yo más enferma y olía más a sexo, mis pezones estaban más duros y mi blusa más abierta. Así que… decidí ir ha hacer fotocopias. Tomé algunos papeles (realmente no se cuáles) y me puse en pie. Primero fui al lavabo de mi zona, donde me aseguré que mi blusa estaba correctamente abierta mostrando mis pechos (y casi mis erguidos pezones, que pugnaban por saltar del escote pero se mantenían medio tapados, sólo medio ;-))). Alcé mi faldita hasta que mis nalgas se insinuaban sólo al caminar, comprobé que mis largas piernas se veían perfectas con esos zapatos de tacón de aguja y salí hacia la zona de la copiadora.

Ya me venía a buscar Juan (justamente Juan!) mientras yo iba hacia allí, así que le tomé los papeles mientras seguíamos ambos hacia la fotocopiadora. Eso me permitía hacer mi gran entrada acompañada y tener una excusa para entretenerme más rato todavía en el centro de la sala (donde la fotocopiadora).

Dejé mis papeles sobre la fotocopiadora mientras tomaba los suyos y los leía (o lo hacía ver, porque lo que quería era ver la sala). En mi… concentración, aprovechaba para meterme el bolígrafo entre los labios, darle como besitos, lamerlo, mientras mis ojos (siempre bajos) miraban los papeles y la sala. Veía crecer el bulto en el pantalón enfrente de mí, oía el silencio de la sala y sentía las miradas acariciándome. Una sala repleta de hombres, calurosa, tensa de deseo de sexo. Y notaba cómo se me empezaban a formar gotitas en mi entrepierna. Yo movía mis caderas rozando mis piernas en un movimiento muy mío, como acariciándome yo misma, mientras pasaba los papeles, y asentía o decía cosas bajito. Levanté la mirada para mirar a Juan. "Todo parece normal, aunque tendré que chequear los pedidos, claro. Toma, un momento" y le pasé los papeles mientras me giraba para hacer "mis fotocopias".

Me giré examinando la fotocopiadora mientras él trataba de tomar los papeles, que le cayeron, por supuesto, yo le dirigí un "perdón" mientras me ponía contra la fotocopiadora sacando mi kulito en pompa y abría la tapa para meter mi primer original. El se agachó para recogerlo, con lo que olió mi… perfume y pudo tener una completa visión de mis piernas y… y bajo mi faldita. Yo aproveché el momento en que recogía los papeles para abrir traviesamente las piernas mientras le daba a la primera copia y así permitirle que viera mi brillante sexo, húmedo, caliente, rezumando flujo. Se entretuvo más de lo necesario bajo mí, pero no le di importancia. Coloqué el segundo original y me recliné un poco más de lo necesario sobre la fotocopiadora mientras tomaba la primera copia y mostraba mis pechos a toda la sala frente a mi.

Me incorporaba cuando noté un airecillo en mis partes bajas, Juan se había alzado ya y había alzado algo con él, el dobladillo de mi minifalda, dejando mis nalgas expuestas a toda la parte de atrás de la sala. Me recliné más, a sabiendas que ahora se mostraría mi húmedo y brillante sexo además de las nalgas, leyendo la copia y valorando si era o no demasiado oscura mientras exponía mis tremendos pechos a la vista de la otra media sala. La situación me estaba convirtiendo en una puta y mi olor delataba mis flujos.

El airecillo fue sustituido por un contacto. Me sorprendí y abrí los ojos sin girarme. La sala frente a mi reaccionó de igual manera, vi a los chicos igual de sorprendidos que yo, pero con brillantes miradas de deseo. Traté de girar mi cabeza, pero una mano cubrió mi boca y forzó mi cuello arriba. Tuve que agarrarme a la copiadora mientras el contacto se iba definiendo. Un tremendo miembro me estaba penetrando.

La embestida fue lenta, larga, fue abriendo mi flor, separando cada pétalo hasta llenarme completamente y chocar contra mi útero. Mi lubricación ayudó ha acoger la embestida suavemente, que fue lenta, larga, como saboreando cada milímetro mientras yo sólo trataba de gemir pero esa fuerte mano me lo impedía y me mantenía en un eterno desequilibrio que sólo me permitía hacer fuerza para no caer, empalándome todavía más.

"Puta, excitándonos siempre, verdad? Pues ahora vas a saber lo que es bueno". Era la voz de Juan, pero no la de "mi" Juan, era un Juan enloquecido, un Juan desconocido, un Juan que estaba realizando el sueño eterno de sus pajas. Después de perforarme el útero me tomó por las caderas y empezó una salvaje penetración de rítmicas sacudidas frenéticas. Yo desparramé todas las hojas por el suelo en un intento sólo de mantenerme contra la copiadora y no caer. Me quejaba, me quejaba de ser usada sin mi consentimiento, pero mis quejidos eran vacíos, vacíos de contenidos y de ganas, estaba disfrutando de la tremenda polla de Juan!

Juan se volvió completamente loko. Sin dejar de embestirme, tomándome fuertemente de las caderas, me arrastró fuera de la copiadora y empezamos a dar vueltas por la sala. Yo me agarraba donde podía, tirando papeles y pantallas al suelo mientras él sólo pensaba en sus embestidas. Sentía su polla hasta en mi cuello y gritaba de placer y dolor ante sus furiosas embestidas. Porque era furia, era frustración, era el deseo más extremo lo que en aquel momento me estaba poseyendo. Los compañeros a duras penas habían conseguido reaccionar, se alzaban de sus puestos, hacían ademán de acercarse, pero la escena los paralizaba. Juan estaba completamente ido. Su fuerza y deseo podían con todo. Jaime lo intentó tomar del hombro para frenarlo, pero Juan se lo sacó de encima y me lanzó sobre Jaime sin dejar de penetrarme, con lo que mi cara impactó contra la entrepierna de Jaime y caímos hechos un montón de brazos y piernas mientras Juan no dejaba de traspasarme una y otra vez.

La situación rozó ya la lokura cuando Juan me encastó contra Jaime y, teniéndome así retenida contra él, procedió a follarme con fuerza y sin contemplaciones. Mis pechos se bamboleaban fuera de la blusa, mi mejilla se aplastaba contra la entrepierna de Jaime y a cada sacudida notaba cómo dicha entrepierna crecía y crecía. Alcé la vista y percibí más que vi a los compañeros que se acercaban. Yo no paraba de decir una sola palabra "Para!" la repetía una y otra vez, pero me costaba hasta articularla contra la entrepierna de Jaime, donde me veía catapultada a cada embestida de Juan. Ahora su tremenda estaca me penetraba hasta el cuello, notaba cómo presionaba mi sexo, mi útero, mi estómago y mi cuello, mientras mis dientes arañaban la cremallera de Jaime y le presionaban el sexo.

Juan se corrió con tremendos lechazos dentro de mi. Hizo una pausa brusca y empezó a descargar su semen en mi interior, llenándome a rebosar. Se produjeron hasta cinco profundas embestidas mientras marcaba mis caderas con sus garras, cada embestida seguida de un tremendo chorro en mi interior. Chorros de tremenda cantidad de leche que me desbordó mi interior y rezumó por mis piernas, tanta retenía Juan. Y entonces, de repente, después de la quinta embestida, del quinto litro de leche, se derrumbó dejando libres, al fin, mis caderas.

Yo caí con el, noté cómo su gran sexo resbalaba de mi interior y cómo su semen empezaba a sobresalir como un río de mi interior, dejándome dilatada. Tenía los ojos llenos de lágrimas (lágrimas de agradecimiento), había tenido como cuatro orgasmos seguidos antes de su venida. Mis caderas todavía notaban las marcas de sus garras, de su posesión, mi blusa recogida bajo mis pechos ya no tapaba nada. Entonces noté las manos de Jaime en mi cara, creí que me iba a consolar, pero al alzar la mirada vi su brillante y lujuriosa mirada.

Miré en derredor y pude observar la misma mirada en todos los que formaban el círculo a nuestro alrededor (salvo Juan, que yacía exhausto en el suelo, con la polla todavía dejando manar hilos de semen). Y entonces vi que varios de ellos tenían la polla en la mano. Se habían desabrochado los pantalones y los tenían caídos en los tobillos o los aguantaban con la mano mientras tenían en la otra su sexo completamente empalmado.

Entonces me di cuenta que Jaime lo que estaba haciendo era liberar su sexo y al mirarlo el me tomó bruscamente la cabeza con una de sus manos mientras trataba de meter su polla en mi boca. Me resistí, pero eso pareció excitarlo más, ver su polla restregarse contra mis labios y mejillas parece que fue el detonante del resto. Me alzaron de nuevo mis caderas, pero esta vez fue mi hoyito trasero el que notó una polla restregándose contra él. Mis ojos y boca se abrieron con sorpresa, momento en que Jaime aprovechó para engullirme su sexo hasta la garganta y empezar a forzar mi cabeza con sus dos manos arriba y abajo sin dejarme opción a nada.

Mi ano fue traspasado ayudado de la humedad del semen de Juan. Y debo reconocer que yo ayudé a dar cabida a esa pollita forzando mi esfínter. Mi cabeza era forzada (con complacencia ahora), mi ano estaba sintiendo la primera penetración (esta vez fue cuidadosa, supongo que el que así me usaba trataba de tener cuidado) y noté un movimiento bajo de mi, cuando un tercero me levantó mientras se arrastraba hacia mis pechos desde abajo. Empezó a masajearlos, lamerlos, comerlos succionarlos, mientras sus manos se ocupaban de ayudar a su sexo a penetrar el mío.

Se coordinaron para ralentizar el ritmo mientras mi ano encavía aquella polla, mi sexo era bien apuntado y mi boca dejaba ir ríos de saliva al ser penetrada hasta la garganta. Al fin pude respirar un poco, con lo que pude succionar mejor el sexo de Jaime. Pero rápidamente volvieron a la carga todos juntos. Notaba las dos pollas en mi sexo y ano debatiéndose por la primacía, entrando ahora una y ahora la otra, sin orden ni concierto. Las sentía impactar contra la parte interior de mi sexo, encontrándose una contra otra, ahora retirándose una y ahora empujando las dos. El movimiento no era rítmico ni orquestado, cada uno exigía su placer con furia y deseo, sin importarle el resto. Pero gracias al hombre que tenía bajo de mi y que me sujetaba y comía los pechos podía incorporarme un poco. Entonces Jaime dejó de ser quien llevara la voz cantante y pude ser yo la que le comiera la polla. Pero no por mucho tiempo, mis manos fueron retiradas del sexo de Jaime para acercarlas a otros dos sexos, con lo que ya no fui dueña de ninguna parte de mi cuerpo. Pajeaba como podía las dos pollas, una con cada mano, mientras Jaime me follaba la boca y dos trancas me perforaban el sexo y el ano, todo a la vez. Me sentía totalmente llena y traspasada, follada con todo el alma, porque sus almas estaban concentradas en follarme, en poseerme, en denigrarme y llenarme de su leche.

Nada les importaba mi placer, nada les importaba mantener ninguna cadencia ni ningún ritmo, sólo el sentir sus pollas poseyéndome de forma brutal. Querían, necesitaban, follarme y hacerlo por todos mis agujeros y de todas las maneras posibles. Las descargas no fueron todas a la vez, eso no sucede en realidad. Jaime se corrió el primero en mi boca mientras me alzaba la cabeza para hacerlo mirándome a los ojos y viendo cómo me tragaba su simiente. Rápidamente fue sustituido por el que estaba masturbando con mi izquierda. Los siguientes fueron los del ano y el sexo (todavía hoy no se quienes eran). Dejaron escapar sus tremendos chorros de lefa dentro de mi y se apartaron para que otros me poseyeran. Mis pechos quedaron libres, pero pronto otra boca tomó posesión de ellos.

Y entonces empezó la sucesión de orgasmos, lechadas, gritos y corridas. Se corrían encima de mi, dentro de mi, en mi boca, en mi ano y en mi sexo. Me tomaron en el suelo, luego me llevaron encima de una mesa, contra la copiadora y hasta en los pasillos. Fue una cadena de orgasmos continua de la que sólo desperté entrada la tarde, tirada en el suelo cerca de mi mesa, cuando Juan y Jaime vinieron a recogerme para llevarme a casa. Estaba completamente desnuda, destrozada, con marcas en todo el cuerpo y llena de semen por todos lados. Me alzaron y me ayudaron a ir al baño, donde comprobé mi patético estado después de una orgía de casi ocho horas seguidas. Mi pelo estaba todo pringoso y con manchas secas de semen. Mis pechos empezaban a reflejar los moratones que tendría al día siguiente. Mi sexo y ano irritados… Me aseé en lo que pude y salí. Juan me acercó mi blusa (curiosamente arrugada pero limpia). Pero alguien había usado mi minifalda para masturbarse y estaba llena de crostas de lefa. Igualmente me la enfundé. Recuperamos mis zapatos en la vacía oficina y fuimos al garaje, donde Juan tenía el coche. Juan condujo hasta mi casa y, entre él y Jaime me subieron a mi apartamento, tomaron las llaves de mi bolso y me metieron en mi bañera con agua caliente y jabones perfumados.

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