Mi antiguo trabajo (VI, el parking después de la cena)

Volvía yo del aseo, bien peinada y arreglada (aunque sin tanga y con la falda muy abierta del costado, mostrando el final de mis medias), de nuevo con los labios brillantes y la sonrisa puesta cuando vi en la mesa que ya había llegado Don José con los documentos del contrato.

Ambos alzaron la mirada y yo me recreé en el paseo hasta la mesa, mostrándoles cómo se abría mi falda, las curvas de mis pechos sueltos bajo la camisa y mi sensual caminar hasta ellos. Don José se levantó y me dejó pasar a mi rincón, lo que hice apretando mis nalgas contra él. Don Julián continuó leyendo los documentos mientras posaba una mano en mi muslo izquierdo y me acariciaba. Ya teníamos nuestros platos frente a nosotros, pero Don José pidió entonces (suerte que la oficina no estaba lejos).

Yo me limité a ir comiendo la sangrante carne a pequeños pedacitos mientras Don Julián, distraído, exploraba mi húmedo coñito bajo la mesa y volvía los papeles mientras leía. Su lenguado se enfrió, pero al fin llegó a la última página y dejó los documentos sobre la mesa. "Pluma", dijo secamente. Don José le alargó la suya y procedió a firmar una copia. "Mañana me mandas mi copia por mensajero" dijo al acabar. Y entonces abandonó mi cueva para zamparse el lenguado de dos bocados. Don José había ya acabado también su pescado, y pasamos al café y los licores, acompañados del aroma de los puros, un cigarrillo para mi (no fumo mucho, pero sí tras una buena comilona (como la que le había hecho a Don Julián) ;-).

Don José no salía de su gozo, había cerrado un contrato magnífico y con el café pasó a hacerme un cheque nominal por 10.000€ al que estampó su firma y me guardé en mi bolsito. "Pero ahora te vienes con nosotros al club" dijo secamente Don Julián. Yo le sonreí pícaramente, "El contrato está firmado, Don Julián, claro que si modificáramos el mantenimiento de tres años a cinco y aumentáramos la cobertura a Gold… tal vez me decidiría a acompañarlos al club esta noche". Mi descaro no tenía límites, acababa de proponer otros setecientos cincuenta mil euros a nuestra cuenta y lo miraba con una sonrisa inocente y pícara mientras me recostaba hacia él mostrándole mis pechos y le acercaba mi cigarrillo a la punta de su puro. Mi mano, bajo la mesa, le acariciaba la entrepierna mientras leía su deseo en la mirada. Supe que lo tenía firmado ante sin que mediara palabra. "Tranquilo, Don José, creo que este contrato puede esperar a mañana, ahora tenemos otras cosas que atender" dije mientras le propinaba un apretón a la entrepierna de Don Julián que creo que le dolió en el alma, pero no le desagradó en absoluto, porque por primera vez le vi sonreír ciego de deseo.

Don José se ocupó de la cuenta y salimos al club. De hecho, yo no sabía a que se referían con eso del club, pero pronto lo descubriría. Con el brazo de Don Julián en mi cintura, y su mano en mis nalgas procedimos a desfilar hacia el parking donde teníamos el coche. Cuando llegamos al parking me di cuenta que Don Julián no esperaría, había conseguido meterme en su cabecita y el deseo le embargaba. Me dirigió contra la puerta y se puso a besarme los pechos y succionar mis pezones mientras Don José contemplaba atónico el directo ataque. Yo sonreía y le mesaba los cabellos mientras el devoraba mis pechos con pasión y una de sus manos se perdía bajo mi falda.

Vi el bulto de la erección de Don José y no pude dejar de soltar una carcajada, lo que sorprendió a Don Julián, que me miró contrariado, pero vio mi mirada y también el rió y le dijo a mi jefe que se acercara. "Esta puta tiene para todos, está soltando ríos de flujos y más dispuesta que yo qué se". "Mmmm… es que me ha dejado usted con ganas de más, Don Julián, mire lo empapado que tengo mi chochito" dije alzando mi falda y mostrándole a Don José la mano de Don Julián dentro de mi sexo, brillante por mis flujos. "Qué puta, dios mío" dijo mientras volvía a volcarse sobre mis pechos. Yo le hice señas a Don José, que ya había liberado su polla y se la tomé con mi derecha mientras notaba cómo Don Julián estrujaba, besaba y lamía mientras me penetraba con sus gloriosos y asquerosos dedos regordetes.

Sólo con mi contacto la tranca de Don José creció otro centímetro, creo que tenía reprimido ese sueño desde hacía meses. Con la otra mano yo trataba de desabrochar los pantalones de Don Julián, pero me perdía entre su inmensidad. Finalmente Don Julián pareció saciarse de mis duros pechos y procedió a abrir la puerta y abrirse el cierre del pantalón. Entendí su idea y, con la falda arremangada procedí a tumbarme en los asientos de detrás boca arriba. Mientras Don José abrió la puerta contraria y encajó su tremenda herramienta en mi boca. Ahora Don Julián ya no se mostró delicado, no hacía falta porque yo ya estaba muy húmeda y me sabía participativa. Me empaló de un solo tiro y procedió a clavarme tremendas embestidas que hacían bambolear mis pechos. Don José aprovecho la ocasión para tomarlos entre sus manos y regodearse de aquel fruto tantas veces deseado en la intimidad de su despacho.

No duraron ni cinco minutos, sus descargas fueron abundantes y me llenaron completamente. Sin esperas, deseando más, sin preocuparse de mi placer, procedieron a subirse los pantalones y entrar en el coche. Yo, con la falda subida, semen entre mis muslos y cara, también me acomodé como pude y partimos hacia el club.