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Amantes de la irrealidad (04)

en Grandes Series

"El día que iba a suceder todo fue de una excitación total. Él me había recomendado que desde la primera hora de la mañana debería hacerme la lavativa con manzanilla, que debería permanecer en ayunas ese día, untarme la crema, y realizar una meditación que debía durar todo el día, durante el cual debía pensar en todos los excesos sexuales que iba a abandonar por el hecho de unirme a él en santo sexo gnóstico, rechazando para siempre la fornicación. Todo lo creí, y todo lo hice al pié de la letra."

"Ahora que lo veo más objetivamente, lo que él hizo no fue sino prepararse un banquete, mi dieta mejoraría mi aliento, mejoraría el sabor de mi ano, haciéndolo lo más higiénico posible, mi vagina sería más dulce a suerte de haber eliminado cualquier pequeña infección, a esas alturas mi cuerpo había asimilado tan naturalmente el aroma del aceite del sándalo que mi piel no sólo estaba tersa y lustrosa, sino que hasta mi sudor expelía una fragancia muy sutil y excitante. Tantas tareas para tener sexo lo hacían ver como una meta muy deseada, mientras que la meditación en las cosas que dejaría de hacer no hizo más que ponerme muy caliente, pues imaginé las mil formas en que podía ser poseída, con mil hombres distintos, en ocasiones con más de uno a la vez, imaginé haciéndome el amor con mujeres, durante ese día fui la mujer más perra del universo, y lo disfruté porque era capaz si así lo quisiera, me hizo reconocer que podía ser puta o santa, cualquier hombre de la calle se convirtió a mis ojos en una verga que podía utilizar a mi antojo, le dio poder a mi sexo, le dio dominación, mi día fue una orgía que se desarrolló dentro de mi cabeza, y todo a salud de la santidad. Cuando llegué a la asociación, yo era un verdadero regalo, como una zebra de nalgas redondas y briosas, me sentía de nuevo en el salón de baile, reconociendo que mi error era colocarme enfrente del gran felino bajo mi aspecto de mujer humana, que nunca le ha gustado muy bien, sin embargo ahora, presente como una zebra dura y silvestre, haciendo temblar mis carnes a cada paso que daba, tal cual si fuese a huir, era un platillo irresistible. Arturo sólo pasó su lengua por encima de sus colmillos."

"Ya que todos se fueron comenzó nuestro rito. El lumisal era un enorme cuarto que parecían cuatro, y contenía toda la parafernalia de un templo, la cruz, el altar, el cáliz, etc. A dicho lugar se entraba por una puerta de madera sólida que daba acceso a una pequeña escalera, pues quedaba en el sótano de la casa. Me hizo esperar un momento fuera del lumisal. Yo escuchaba que movía algunas cosas. Lo que ocurrió seguramente fue que, del armario que se encontraba al fondo del lumisal, sacó un colchón matrimonial algo ancho y duro, así como una sábana blanca con bordados de cruces."

"Cuando entré, la cama estaba dispuesta en medio del templo, todas las velas del lugar estaban encendidas, el selector de temperatura de la calefacción indicaba que Arturo había puesto el lugar a veintitrés grados centígrados. Recién entré, me hizo pararme frente a la cama y me especificó lo que él entendía como su manera de hacer las cosas."

"Por ahí se dice que nosotros no hacemos el amor, sino que el amor nos hace. Una Isis tiene la importante misión de imponer el reinado del amor por sobre todas las cosas. Ante el amor da amor. Ante la humillación da amor. Ante la bestialidad da amor. Ante la mentira da amor. Ante la injuria da amor. Ante la razón da amor. El placer es para la Isis una vocación porque es el principio que nos hace amar. Ese es el error de la fe, que nos guiña el ojo del dolor y por eso es siempre rechazada. El principio de atracción es muy sencillo, abrazamos aquello que nos hace sentir bien; así sea que aquello que nos hace sentir bien no sea comprendido, entendido, aceptado. El amor no tiene límites, y una Isis en consecuencia no debe tenerlos. Sólo serás aceptada como Isis si juras servirme sin límites. Mi placer es el tuyo, y mi fuente de evolución es la tuya también. ¿Qué cosas tendrás que hacer para excitarme siempre? No lo sé, ya te diré a su tiempo, lo cierto es que ese será tu único objetivo. Lo ideal es que vivieras aquí."

"No habrá problema por eso" le dije, había dejado la escuela hacía dos semanas y la casa de Mamá la dejaría a partir de ahora. "Bien", continuó "Si me amas poco tu labor no sirve. Si me excitas poco tu labor no sirve. Serás como mía, en cuerpo y alma lo serás. Me adorarás como si fuese tu Dios porque soy tu ruta hacia él, y te he elegido a ti para crecer yo mismo. Puede que Dios no sea inmenso como se cree, puede que sea del tamaño de un átomo, o incluso más pequeño, pero con la habilidad de posicionarse justo en ese punto que nosotros vemos, justo en ese punto en el que nos tocamos, puede que sea tan minúsculo pero se mueva tan vertiginosamente que nunca percibiremos que hace falta en ningún sitio. Así deberás mirarme a mí, ahí donde se pose tu vista me verás, aquello que toques será mi cuerpo, aquello que digas será forzosamente escuchado por mis oídos, lo que oigas será mi voz diciéndote lo hermosa que eres, los alimentos que comas tendrán a partir de ahora el sabor de mi piel, lo que huelas tendrá mi fragancia, lo que pienses será como un libro que escribes para mí, aunque poco pensarás en otra cosa que no sea mi persona, y todo eso lo harás porque yo, que debo ser un alma de luz, no puedo hacer menos que lo mismo que tu harás por mi. Debo adorar a Dios en tu cuerpo, ahí lo encontraré y ahí lo amaré, me deleitaré con la textura de su piel, con el olor de su nuca, con el sabor de sus besos y su sexo, sentiré su caricia por conducto de tu vulva, estará ahí en tus pechos para sobreponer su mano sobre la mía, por tanto me adorarás, y cuando seas poseída por mí estarás segura de estar haciendo lo correcto. No quiero enunciarte lo que harás por mí porque lo harás todo. ¿Aceptas?"

"Yo acepté. Sacó un frasco con aceites y lo puso cerca. Me desnudó con una lentitud embriagadora, y yo sentía que la mano que me desnudaba era parte de mi piel y la tela del ropaje que caía era su cuerpo también, la tela rozando mi cuerpo era parte de su mano. Conforme me tocaba ahí sentía que estaba Dios, tocándome, queriéndome poseer. Le creí todo y cuanto dijo. Si su dicho era cierto o no, en ese momento yo lo creí y lo disfruté como ninguna mujer pudo haber sentido el contacto de una fuerza amatoria. Era el ser amado, el ser amante, la fuente del amor, lo era todo. Mi cuerpo estaba humedeciéndose demasiado. Me tocaba lentamente, repasándome el cuerpo como si en él estuviese escrito en Sistema Braile la historia del universo y el arcano que devela todos los secretos. Mis pezones le decían el misterio del corazón de Dios, pues los repasó una y otra vez con sus dedos. Se pusieron duros y tensos, con un aguijón en la punta. Mis poros se erizaban a su recorrido. Él inspeccionó la Isis que tomaba, tocándome cada parte del cuerpo, las partes evidentes y aquellas que no lo eran tanto, como las axilas, entre los dedos de los pies, las plantas de éstos, mis nalgas, mi cintura, mi espalda, mi cabeza, palmo a palmo me tocó. Pero evadió mi sexo y mi ano. Después siguió el mismo procedimiento pero ahora besándome, probándome toda."

"Los besos son siempre una apuesta, siempre la expectativa es distinta de la realidad, y nunca sabes como besa alguien hasta que te besa. El beso de Arturo fue pleno, lleno de contacto, chupando en la medida exacta, dándome a probar su saliva y bebiendo la mía como si fuese miel. Su lengua tocaba con ternura, buscaba, encontraba, rondaba, abría. Sólo existimos sus labios y los míos. Mientras nos besábamos, siempre busqué la manera de que mi beso estuviera a la altura del suyo, y junté mi cuerpo al suyo, sobre todo mis caderas, que él parecía ignorar. Aunque no pasó mucho para que notara que no es que él quisiera evitar mi sexo, sino que lo estaba dejando para el último. Por fin puso su mano en mi sexo, el cual estaba lubricadísimo, y empezó a jugar con sus dedos mágicos, tocando en círculos, presionando a intervalos extraordinarios que me llevaban al éxtasis total. Yo movía mi pelvis para qué él se excitara, y lo lograba. Él movía más vigorosamente sus dedos mientras que mi cuerpo obedecía a cada indicación de su mano. Metió un dedo y luego dos, y eso fue la gloria. Estuvo metiéndome varios dedos durante largo rato, con fuerza, pero sin lastimarme, distendiendo mi anchura vaginal. Estaba lista para recibir su verga. Pero no fue tan sencillo. Mientras me metía los dedos, respiraba acompasadamente, como si en ese instante estuviera haciendo trabajo alkimico, y eso me hacía sentir muy satisfecha. Luego se pasó a mi ano, colocó aceite en su dedo central y empezó a distenderme el esfínter. Sentí una molestia al principio, y luego sentí un nerviosismo que no sé si definir como placer, pero lo cierto es que la respiración de Arturo se volvió tan profunda que su excitación fue la mía también, con el dedo avanzando lentamente dentro de mi culo me sentía inmovilizada, justo como un pez que se siente atrapado por el anzuelo y sabe que no debe moverse. Pese a este miedo, la tarea de Arturo fue, por así decirlo, muy profesional, pues de rato vencí el terror de ser abordada por esa entrada. Se las ingenió para meter su dedo de tal manera que masajeaba partes que yacían dentro de mi vulva, y eso me ponía muy cachonda. Me hizo permanecer parada y me ordenó que me inclinara hacia delante, es decir, con las piernas abiertas al compás, mi torso inclinado hacia delante y mis manos con sus palmas en el suelo. Mi coñito y mi ano estaban a flor de piel, y en esa posición se aplicó a ambos con sendas manos, metiendo varios dedos en el primero y uno en el segundo, los dilató como quiso. Mi placer fue total luego que dejó sus manos en paz, se desnudó y, poniéndose detrás de mí, se arrodilló quedando su cara en mis nalgas y comenzó a morderlas, me sentí tan bien, tanto por las mordidas como de sentir que con sus enormes manos velludas sujetaba mis nalgas y las apretaba con locura. Me metió la lengua en el culo y comenzó a meterla y sacarla vigorosamente, luego que la punta estaba, por decirlo así, dentro, la movía estirando la orilla del arillo hacia algún punto cardinal. Sentía un límite de cosquilla y ganas de que me reventara ese agujero, no porque fuese algo que yo deseara, sino por lo feliz que iba a ser él."

"Después continuó con mi vulva. Lamió muy despacio los labios de mi sexo, reconociéndolos. Era como si un caracol de cristal líquido paseara por mi sensible coño, recorriéndolo. Luego provocaba mi clítoris hasta que se puso tan duro y enhiesto como un pequeño pene, o como la punta de uno de mis pezones. Con esa punta sensible él jugó deliciosamente, haciendo una especie de mordida que no invitaba a los dientes, cosa que me hubiera lastimado dado lo sensible que estaba, sino con el labio superior y la lengua. Luego lo giraba a su antojo, luego intercalaba una lamida profunda y hambrienta, ocasionalmente metía su dedos mientras me mamaba."

"Inclinada como estaba, tenía casi enfrente de mi cara su enorme verga azul, danzando de locura. Alcé una de mis manos del suelo para tomarle el miembro. Qué duro se sentía, qué caliente, qué vivo. Lo froté y él se enderezó de inmediato. Sentí un leve rechazo y un poco de culpa, pues pensé que se había levantado por culpa de lo mal que le agité el palo, pero no, sino que me dijo "No tomes la iniciativa en como hacer las cosas. Yo te diré." Sus lecciones eran muy ambiguas, pues empezaba diciéndome "Cuando tomes una verga deberás hacerlo así...", pues se suponía que yo sólo le daría placer a él, por eso cuando decía aquello me confundía al dar por hecho que andaría por ahí tomando vergas con mis manos, vergas distintas de la suya. Me indicó cómo apretar, dónde apretar, cómo pellizcar los testículos, como pasar rozando solamente la suave piel del pene sólo con la caricia de mis huellas dactilares, así sin presionar. Lo mismo hizo cuando me enseño a mamar, diciéndome, "Cuando mames una verga deberás hacer esto...", igual sugiriendo que mamaría muchas vergas en mi vida. Todo ello me hizo sentir como una puta, pero como una puta feliz, conforme con la vocación de chupar pitos. No podía yo quejarme después de haber recibido la mamada tan magistral que Arturo me había regalado, por eso cuando me tomó la mano y me pidió que extendiera mi dedo medio para proceder él a chuparlo y mostrarme cómo hacerlo, puse mucha atención. Llegado el momento, me hizo tragarme su miembro por completo, lo mamé como me había mostrado más una que otra travesura que se me daba bien improvisar; ya engulléndola hasta la garganta, ya recorriéndola por los lados, ya dándole pequeñas mordidas, mordiéndole los huevos, mordiéndole incisivamente la costurita de debajo de éstos y pasándome a su culo, metiéndole la lengua como me había instruido."

"Por fin me tendió en la cama. Me dio otra mamada pequeña para luego colocar su pene en la entrada de mi raja. La emoción que sentí de saber lo que vendría me hizo perderme. Le tomé de las nalgas y lo jalé para que me la metiera pronto. Ese momento era la meta de una espera que iniciaba desde que había nacido. Se metió lentamente primero, como para tentar la medida de mi himen, y una vez que dio con él jugó un poco, y sin previo aviso dio un embiste que lo hizo desaparecer para siempre. Había oído que duele, que irrita, que molesta la primera vez. Pues he de contarme entonces en las excepciones, pues no sentí dolor, ni culpa, ni ternura, la virginidad era una cuestión que no estaba dispuesta a velar porque estaba siendo desvirgada en la forma que quería y junto al hombre que quería. Todo fue puro gozar con esa verga abriéndome de piernas con tanto vigor que sentía que el día de mañana mis piernas amanecerían separadas de alguna forma. Sus manos me tomaban de las nalgas y me movían a su antojo, me besaba las tetas mientras me la metía. Me acomodó como quiso, y la última posición era conmigo encima, abrazados y de frente, besándonos. Empezamos a transmutar nuestra energía creativa. Estaba excitadísima, y él también. Esa jornada de mi primera vez duró más de cinco horas."

"Lamento decir que no siempre fue tan fino, ni tan dedicado. Su idea se cumplió, vivía con él, le lavaba la ropa, le planchaba, le hacía de comer, le daba masajes, lo bañaba, lo abrigaba, y el hilo de todo es que también le hacía el amor, casi en cualquier momento. Si tomaba un té, bajo la mesa estaba yo mamándolo, si leía, me tenía a mí montándolo y sirviéndole mi espalda de mesabanco, si orinaba yo le dirigía el chorro de orines, si defecaba estaba yo ahí para lavarlo, le lavaba los pies en una bandeja de agua caliente y lo mamaba, lo bañaba y lo masturbaba a la vez. Y todo lo hacía por amor. Estaba ciega. Nadie niega que el sexo es delicioso, pero tratándose de mí no sólo era delicioso, sino que lo era todo. Cuando no lo poseía, pensaba que lo estaba haciendo. Todo el tiempo jalando energía por mis canales, pero tropezando frecuentemente cada vez que tenía un orgasmo."

"Imagina que fuese cierto lo de las pociones de amor, que alguien te diera de beber un brebaje y le amaras ciegamente, ¿serías feliz, no lo crees?, aunque estuvieras dominado serías feliz, y así estaba yo, pero por pura adoración. La cosa fue degenerando, en parte porque Arturo comenzó a hacer cosas que contravenían la doctrina divina sobre la que había edificado mi fantasía. Cierta vez, me tenía dándole una mamada, exigiéndome que se la diera fuerte, y sin aviso, tomó de mi cabeza y no permitió que yo la moviera, y comenzó a correrse en mi boca, derramando su leche en mi lengua, en mi garganta. El acto me parecía deplorable dadas mis creencias, ni siquiera tuve la oportunidad de juzgar si era agradable o no, pues era la terrible fornicación. Arturo sin embargo tenía un rostro de dicha mientras se vaciaba en mí. Sin dejar que separara yo mi cabeza de su verga, me explicó "La fornicación se da cuando el semen tiene contacto con el aire, se oxida convirtiéndose en tantra negro. Pero si eres buena chica y no dejas que ninguna gota escape, entonces será la alianza de nuestra unión. Sexo y sangre unen igual, si bebes de mi semen y lo conservas, mi energía creativa podrá ser asimilada por ti", era una justificación. A partir de ahí comenzó a correrse cada vez, la mas de las veces en mi boca, casos en que tragaba toda la leche, otras veces se venía en mi vagina, casos en los cuales tenía que permanecer con las caderas al aire, para esperar que de una u otra forma el semen se absorbiera por mi matriz, evitando su derramamiento. Era cruel porque la responsabilidad de no fornicar nunca era de él, sino mía. Yo la que debía tragar el esperma, yo la que debía alzar las caderas. Se vino en mi boca muchas veces, pues, al ser la alkimia un proceso que opera con las células creativas, el condón era impensable, mientras que también era inaceptable cualquier medio anticonceptivo, pues la operación me aniquilaria la posibilidad de transmutar, el DIU era incluso satánico por considerarse microabortivo, y las pastillas hormonales tampoco porque inhibían la formación de mis células creativas; en consecuencia seguíamos el sistema del ritmo, que es muy riesgoso. En fechas fértiles siempre se corrió en mi garganta, en días seguros en mi matriz."

"Luego vino otra etapa. Si bien siempre me metía dedos al culo, nunca me había penetrado. Hasta que lo hizo. Me lastimó, y una vez que lo hacía ya prefería que lo hiciera bestialmente, pues en esos casos mi esfínter se adormecía y el dolor cesaba, o más bien, dejaba de sentirse. Poco a poco se fueron agregando elementos. De rato me ataba, me daba golpes, y finalmente empezó a meterme el puño en la vagina, con delicadeza eso sí, pero aun de esa forma era una agresión a mi cuerpo."

Mas de Jilo

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