miprimita.com

Arakarina (12: Gatos)

en Grandes Series

ARAKARINA XII

GATOS

 

XV

MI CASA ES TU CASA

La he mandado buscar por toda la ciudad y resulta que fue muy fácil encontrarla. Está viviendo con Virgilio. Sin aviso ni notificación he echado a la calle todos sus cuadros. Pero de qué me sirve hacer tal cosa, el infeliz ha donado esos cuadros a una institución de beneficencia a condición de que los vayan a recoger de mi banqueta. Más me tardo yo en decirlo que esos cuadros ya han sido subastados y comprados como pan caliente ¡Por mis clientes!, claro, los precios fueron ridículos.

Bien sabía yo que tendría problemas con este pintorcete. Pero he de acabar con su carrera artística, desacreditarlo de la peor manera, acabarlo.

Pero qué digo yo de acabarlo. El único acabado aquí soy yo. Siento el rumor de que mi arrebato de los cuadros en la banqueta ha dejado muy mala impresión en toda persona culta. Y eso me pasa por impulsivo, pues ahora todo mundo cuestionó la causa de mi desplante y resulta que es del dominio público que mi esposa me ha abandonado por el pintor.

Sé que socialmente no es tan trascendental. Acaso diez personas leen la sección cultural de los periódicos. No obstante me parece que cada persona que miro supiera de mi vergüenza. Todo mundo le ha creído a Helena, quien hasta eso, no se ha ensañado conmigo y sólo ha referido que todo se ha debido a diferencias personales, y si le cuestionan acerca de por qué precisamente tuvo que irse a vivir con el pintor, ella responde "Porque es el mejor amigo del mundo", y tal aseveración me acusa, pues yo siempre fui su amo y señor, pero nunca su amigo.

La verdad es que la aborrezco por su terquedad de hacer esto definitivo. Me hace franca falta, y lo peor es que no puedo comprobarlo.

Un cliente me dice que es normal que pase, pero que es inocente creer que hay culpas o fallas aquí, pues todo obedece a un orden que rebasa nuestro intelecto. Me dice que cómo pretendo establecer reglas, si éstas ya están establecidas. Me habló de unos términos sánscritos, Karma, Dharma, y me refirió que lo nuestro no es otra cosa que una ley cósmica que se denomina recurrencia. Según esa teoría nosotros reencarnamos, y tenemos relación con las mismas almas una y otra vez, lo que quiere decir que a lo largo de los siglos, Helena me ha venido haciendo lo mismo, y matarla no cambiaría nada, pues esta sería una situación que obedece a la recurrencia, y entonces la mataré por eones de tiempo. Dice que debo hacer algo para que ese destino no se repita nunca más.

Siento que son tonterías, pero debe haber una solución fuera de toda superstición que me ayude. Aunque de ser honestos hay que hacerse a la idea que Helena pertenece al pintor, o que pertenecería a cualquiera, siendo yo el único que no puede hacer concurso por su amor. Por alguna causa, en su juego, aquél que ha perdido alguna vez, no puede nunca más jugar.

 

 

 

XVI

CERCA DE SER MI HERMANA

Nunca dejo de maravillarme. Estos ojos míos me dan sorpresas, y me permiten ver cómo la gente existe. La aparición de Helena en mi casa la otra noche no puede ser catalogada de otra forma sino milagrosa. No sólo por el hecho de que esa noche, más que en ninguna otra, yo necesitaba de compañía. No podría haberle hecho el amor a nadie, ni me apetecía, y eso hubiera sido muy difícil de explicar a cualquier mujer que se sepa con esa calidad y por tanto sea objeto de deseo por el hombre que soy, es en realidad difícil que una mujer esté contigo a solas, en tu cuarto, y tu voraz, tu hambriento, requieras de ella sólo amor, pero no sexo, peor aún si se tiene una fama como la que tengo. Lo malo es que en estos casos decir "dame amor" aniquila al amor mismo, pues no lo estaría haciendo espontáneamente, es decir, se convertiría en otro tipo de servicio. De una mujer nunca me interesa lo que pueda hacer por mí si ello parte de algo que le pida, me gusta la sorpresa, el segundo que desconozco, el paso futuro, el vuelco de cabello inesperado, la mueca extraña, por tanto, al decir que se convertiría en otro tipo de servicio, este podría ser el de enfermería, podría ser.

Pese a ello, sucedió que, lo que deseaba en ese momento, estaba ahí, en ella, y cosa curiosa, pareciese ser que ella esa noche necesitaba precisamente un moribundo, para poder ver retratada su alma y poder amarla en cuerpo de otro, por lo que siento que ese espíritu inmenso que Helena tiene se identificó con mi vapuleado cuerpo, y en medio de esa embriaguez se dio a la tarea de rehabilitarlo con tanto amor, con una entrega tan absoluta que desde ese instante siento un lazo con ella, siento amistad. Es como si ella estuviera en espera de un espíritu fuerte que pasase por un momento de inutilidad, un rechazo, o el más mínimo gesto de autosuficiencia, la hubiera destruido. Sin embargo en eso entré yo, con mi alma tan incólume como siempre, pero sumamente frágil, dispuesto a decir sí a todo.

Tengo que decir que es distinto lo que siento por Fedra que lo que siento por Helena, sin que con esto quiera reflejar que una cosa es más valiosa que otra. Fedra es mía, es mi carne, mis ojos, mi copa, mi cáliz y sagrario. Y, aunque lejana, siempre forma parte de mí. Mientras en el caso de Helena, siento que nuestra relación tiene mucho que ver con la soledad, es decir, el principal ingrediente de nuestro nexo es la soledad, el cual es un sentimiento tan absoluto que al fincar en ella nuestra amistad, ésta es forzosamente profunda.

Doy gracias al cielo que las cosas hayan ocurrido así, pues planeado no podría haber sido.

¿Qué es lo que tengo ante mí? Una niña grande que se presenta ante mí entre la fraternidad y la inocencia, entre el juego pícaro y la risa diáfana. Me la paso genial cerca de ella. La tengo riendo todo el día, cosa que es verdaderamente inusual, pues por lo general mi presencia es una presencia grave, densa, una efigie que reviste de sobriedad las cosas y que sólo sale de este margen cuando me convierto en un animal en celo. Por esto, decir que estoy descubriendo una faceta chistosa de mí es algo extraordinario. Y lo mejor de todo, no es que me esté convirtiendo en un bromista, sino que le divierte toda esa clase de adjetivos que suelo emplear, o las situaciones inverosímiles en que me veo envuelto.

Es preciosa, y más cuando se está riendo con esa sonrisa chillante. Desde luego el vínculo entre nosotros es fuerte, pues yo mismo estoy aprendiendo a reírme. Sólo me pregunto cuánto durará esto, pues aunque mi vida la disfruto en los momentos buenos o malos, éste, que es un momento de alegría, no sé cuanto durará.

Pasó entonces que una noche estábamos sentados en la sala, yo de vestir pero descalzo sobre el sillón individual, y ella en el otro con un diminuto corto y un top, ella insistía en llamarme hermano, mientras que yo me resistía, después de mucho cuestionarme le contesté por qué no le llamaba a su vez hermana. Le dije, y quise ser ante todo honesto, "por que siendo mi hermana no podrías vestirte así"

- ¿Por qué?- repuso sabiendo ese por qué, pero queriendo oírmelo decir.

- Te lo voy a decir francamente, y dicho sea de paso, te quiero demasiado, soy muy feliz contigo, quizá por eso no te lo digo tan agresivamente, después de todo siempre he sido muy directo para decir ese tipo de...-

- Dilo de una vez-

- Porque eres hermosa, y aunque nunca he tenido hermanos, supongo has sido educada con esa cultura fraternal

- No. Nunca he tenido hermanos tampoco. Eres el primero y te he dado a luz yo misma.

- Bueno. Podría ser que vestida así llegara a sentir deseo por ti. En dado caso sería yo un incestuoso, como te digo, soy ajeno a ese tipo de penalizaciones, pero es lo que toda la gente cree que sería suficiente motivo para que dos hermanos se odien, y temo odiarte, temo separarme de ti.

Se paró y comenzó a andar de puntitas. Caminó lentamente y pude apreciar su silueta deliciosa, con unas caderas fuertes y tersas, en cuya piel las velas fundaban un nuevo brillo. Sumió el estomago un poco y su pelvis me llamó seriamente la atención, encima su ombligo redondo y sus costillas vulnerables, y todavía más arriba unos pechos voluminosos y pesados. Yo estaba con la boca de mi alma abierta, pero mi cara ha de haber lucido muy seria. Pero ¿A quién quiero engañar? Mis ojos le dirían a Helena todo lo que quería saber.

Se sentó primero en el brazo del sillón y me miró fijamente a los ojos, leyéndolos. Luego se deslizó hasta el interior del sillón, es decir, sentó sus magníficas caderas sobre mi sexo que para esas alturas ya estaba cuan duro puede llegar a estar. Tomó una de mis manos y la hizo rodear su cintura, con la otra hizo lo mismo. Sin dejar de mirarme, y con una voz muy queda susurró:

- Me vas a llamar hermana porque lo soy, y sábete, que no me importa que seas lo incestuoso que desees. Tratándose de ti, ese pecado es más entrañable que horrible, y déjame sentenciarte, si soy tu hermana y algún día gustas cometer incesto conmigo, eso no sería motivo para huirte, sino por el contrario, seríamos más que hermanos, más sin embargo si no me abrazas en tus brazos de hermano, en ese caso es claro que no debo estar contigo, que debo dejarte, y eso que dices temer, la separación, sería el único lazo que nos una- Luego de decir eso su rostro cambió de dramático a alegre y pidió - Dilo-

- Eres mi hermana, mi hermana del alma, mi hermana de sangre.

En eso se abrió la puerta. Mi corazón sintió un hormigueo y además miedo. Entró la chica que vestía de hombre en la reyerta de la otra noche, cabe decir que ahora estaba vestida también con saco y pantalón un tanto casuales, camisa blanca y corbata, esta vez tenía su boca pintada y sus ojos maquillados de una manera sorprendente, casi excesiva. Parecía a ciencia cierta un ser andrógino, ni hombre ni mujer. Su presencia era una presencia fortísima, es decir, incisiva y determinante como la de un hombre que yo elegiría para alguna empresa criminal, mientras que su figura era exquisita y llena de gracia, más allá de la gallardía o la lindura, sencillamente bella. En su mano derecha traía mi abrigo.

Helena se alzó sin mucha prisa de mi cuerpo, y con una pierna todavía encima del sillón, me daba la espalda arqueada sin dejar de alzar sus nalgas, tal como si con éstas nos pusiera un puño en el pecho a mí y a la recién llegada, manteniéndonos quietos. Mientras, volteaba para preguntarme con los ojos quién era ese sujeto. Parecerá mentira que no le haya contado lo de la golpiza a Helena, pero mejor así, será más emocionante la plática ahora que otro de los participantes está aquí, aunque no sé si platicar es lo que le interesa a este ser.

Por otra parte debo hablar del sobresalto. Todo se desarrolló tan velozmente que este pequeño ángel indefinido bien pudo apreciar dónde estaba sentada Helena al momento en que entró, vio sin duda que las caderas de ella me quedaban muy cerca de los ojos, quizá y captó que mi nariz no podía evitar el inhalar ese olor a Helena, mientras mi mente no podría evitar imaginar el intenso calor de su entrepierna, o lo que es más, bastaba ver mi bragueta para identificar una estupenda erección. No obstante eso, también se daría cuenta de mi pavor momentáneo y mi desazón. Nunca había sentido un miedo así, pues pensé que al abrirse la puerta con tanta confianza, sintiéndose dueña de la casa, no podría tratarse sino de Fedra. De ahí mi extrañeza. Sentí temor que Fedra me encontrase con esta mujer sobre las piernas, y que escuchara mi voz diciéndole que es mi hermana del alma, de sangre, como si el entregarme a alguien distinto a ella fuera una traición, un fallo.

Nunca en mi vida había experimentado esa sensación en la cual mi cuerpo y alma fueran tan propiedad de otro como para no permitirse la entrega a los demás. Esa exclusividad. De pronto recapacite, todo en fracción de segundos, no me arrepentiría jamás de entregarme a quien quiero, ni le pediría a Helena que se marchara por que a Fedra le moleste su presencia, sólo quiero dejar en claro lo novedoso de ese miedo.

Los ojos verdes de la chica miraron con resplandor el cuerpo de Helena, quien lejos de cohibirse hizo un movimiento que dejaba muy en claro la calidad de tetas que llevaba justo debajo de sus clavículas. Luego me miró a mí y extendiendo su brazo dejó derrumbar el abrigo sobre un pequeño taburete que estaba colocado en una esquina.

- He venido a regresar esto a su dueño- Dijo con una voz que me sonó mucho más grave que aquella vez que la escuche defenderse en el callejón, esta ocasión sonaba como una flauta grave y mágica, con una modulación deliciosa.

- ¿Cómo seguiste?- Dije yo para no centrar su visita a la mera entrega del abrigo. Eso sería lamentable.

El ángel sacó de su bolso un collar, según vi de cuentas de chakira y barro negro, el cual guardó en su puño. Yo no dejé de adoptar mi postura casi yóguica, mientras que Helena se había colocado en uno de los sillones laterales, quizá para no perder detalle de nuestras caras, de nuestras palabras, para no estar en medio y poder divisar algo que evidentemente le era fascinante. Ella me había visto tratar a muy diversa gente, pero siempre gente de la que llaman común, gente que se asombra ante figuras como yo que no hacen nada extraordinario más allá de ser como uno prefiere ser. Desde mi punto de vista el excepcional no debiera ser aquél que es feliz con lo que hace, aquél que se manifiesta, la excepción debiera ser el muerto vivo que hace las cosas por que sí, obedeciendo mandatos de otros, sin vivir su propia existencia. Bueno, el caso es que esta mujer era distinta a todos aquellos que Helena me había visto tratar, pues por sí misma era interesante, y un encuentro conmigo, a quien también considera interesante, debía ser un platillo delicioso a su experiencia.

- Seguí muy bien- dijo en medio de una sonrisa que dejaba al descubierto sus colmillos, miró en dirección a Helena y sin desprender sus ojos de los de ella continuó - No nos hemos presentado, yo soy Mara, Virgilio y yo peleamos contra un trío de desgraciados la otra noche, ambos salimos heridos, yo más que él, o bueno, al menos perdí más sangre, él me entregó su abrigo para que no muriese de frío.-

- Yo soy Helena, y soy su hermana-

La presentación que las dos se rindieron fue muy extraña, pues era como si hicieran tratos a mis espaldas y sin embargo estaban frente a mis narices. Se estrecharon las manos como si establecieran un pacto extraño. Las retinas de ambas, sus pestañas largas, sus manos tocadas en forma suave, tendían sobre mis ojos una cortina y alrededor de mi cuerpo establecían un biombo oscuro y cálido, tal como si estuviesen decidiendo mi suerte a cara o cruz, tal cual si ambas me consideraran suyo, ambas con confianza de apostarme y ganarme. Me causaba todo docilidad, por lo sutil, lo femenino del momento, mientras me percataba que mi erección aún no disminuía lo mas mínimo. Me gustó el dramatismo que Mara le infundía a su voz, el decir "el me entregó su abrigo para que no muriese de frío" me sonó encantador, no porque me estuviera halagando o me estuviese convirtiendo en el héroe que puedo ser a ojos de otros pero no ante los míos, probablemente porque no moriría de frío y sin embargo ella deseaba llevar las cosas a los extremos. Por otro lado me sorprendió que Helena se presentara como mi hermana.

Me pregunto si no estábamos fabricando un momento mágico, es decir, ella no venía a regresar el abrigo, venía a verme, esa noche no moriría, pero era mejor pensar que moriría y que alguien tuvo la gentileza de salvarle la vida, Helena no era mi hermana y sin embargo se presentó con tal etiqueta, lo que creó una atmósfera perversa, pues la rareza se completaba después de todo, una hermana que se sienta en la verga de su hermano, el cual acostumbra vagar por las calles invernales para desquitar su ira con malhechores y toparse con fulanas vestidas de caballero que luego han de aparecer en casa presentándose bajo el nombre de Mara, el cual, siguiendo mi instinto y su titubeo al pronunciarlo, probablemente no sea siquiera su nombre.

- ¿No le has contado?- preguntó al ver dudas en Helena

- No- contesté.

- Si no te molesta, me gustaría que tú me contaras, este fanfarrón siempre exagera.-

Eso último sonó como si de verdad fuera mi hermana, pero estuvo bien, ya que así conoceríamos a Mara.

XVII

MARA

Entró por la puerta una mujer vestida de varón. Su cabello era muy corto y lustroso, su piel blanca era de un matiz nacarado, y su rostro era tan discordante con su indumentaria que no pudo más que sorprenderme. Su ropa era parecida a la que usaba un pachuco, y supongo que sin maquillar parecerá un hombre de verdad, pero vuelvo a la cara, me parece inútil ir vestida de hombre cuando vas maquillada como una drag queen, no quiero decir que en este caso estuviera mal ir maquillada así, de hecho le sentaba bien parecer, al menos en su cara, una ramera de los ochentas, con sus ojos verdes repartiendo luz enmarcados en una gama de rubores que sólo puedo identificar como marinas, pasando de verdes a azules de una manera tan dedicada que estoy segura se tardó mínimo treinta minutos en arreglarse los puros ojos, mas otros siete minutos en el delineado perfecto de la boca, aunque creo, escogió mal el labial, pues tomó uno muy rojo, no me extrañaría tocar esos labios y darme cuenta que no estaban pintados, sino comprobar que les habían quitado el pellejito de encima, es decir lo rojo sería la carne viva. Mas bien me da la impresión de que nunca se maquilla, y que, hoy que lo hizo, le dio por maquillarse de acuerdo a lo que ella supone debe ser el maquillaje de una mujer, sin importarle que su arreglo pertenezca a la década pasada, además, los ojos al más puro estilo egipcio debieron quedar aún más allá, perdidos en alguna discoteca travoltera.

Llega diciendo que viene a regresar el abrigo, lo que considero un pretexto muy evidente para venir a encontrarse con Virgilio. ¿Porque habría de venir justo cuando estaba sentada sobre de ese bulto que Virgilio tenía en las piernas? No porque aquella indiscreta montaña fuese motivo de gran escándalo, sino porque encima de ella me sentía como el alpinista que trepa la violenta ladera para ascender a la cima y ya en ella saca una bandera, misma que coloca en la punta del pico más alto, proclamando suya la montaña. Desde luego es estúpido el ejemplo, pero me da por pensar que en sí las hazañas del alpinista son idiotas; es claro que la montaña no será del montañista por la simple ocurrencia de colocar una bandera en la cima, pues la montaña ya era desde antes que el alpinista pretendiera siquiera subirla, sin embargo, considero que si la montaña no lo desea, el alpinista no podrá treparla nunca, pues ésta vería la manera de echarle encima una avalancha, o escupir de su cuerpo el cincel del cual pende la correa de la cual a su vez pende la vida del escalador. Si el alpinista llega es porque la montaña lo quiso, la montaña lo aceptó, lo abrazó, ir a esa cima es poder ir a cualquier punto del risco. Por lo tanto me senté en el pequeño Everest que Virgilio tenía en los pantalones, más que en busca de sexo, con toda la intención de que no fuera esa nuestra barrera. En fin, si se ha de dar se dará. Aunque francamente deseo ser su hermanita preferida. Claro que la chica supuso toda serie de cosas de la hermana buena de su héroe.

¿Se tratará de otra chica de esas que lo visitan para acostarse con él?, ¿Será aquella por la que se tatuó el dedo anular?, No lo creo, ella misma estaría tatuada en su mano. Veo que me fisgonea con descaro pero con el mismo descaro alzo mis pechos y doblo mis caderas para demostrarle que nada tiene que yo le envidie, aunque después no sé que pensar porque percibo que ella no me esta envidiando nada, sino que me encuentra hermosa, posiblemente sea una pretenciosa al pensar que otra mujer va a pensar eso de mí, aunque en el caso de ésta eso no sería extraño, después de todo va vestida de hombre, posiblemente y sea lesbiana. Peor para ella si le dan ganas de acostarse conmigo, primero porque no siento deseo por las mujeres y segundo porque en este momento sólo hay una cosa que me alborota la entrepierna, que es ese hombre sobre el que estaba sentada cuando llegó a importunarme. Por otro lado, la comprendo. Si no estuviera aquí Virgilio, después de lo de Julio es como para hacerse lesbiana y comprarse un juguete erótico. Pero Virgilio existe, y eso me llena de esperanza, ya no sólo el corazón o las caderas, me llena de esperanza mi visión general del mundo en que vivo.

Me dice que su nombre es Mara, yo le digo el mío y encima me presento como hermana de Virgilio, cosa que desde luego cree, ya que le dio una risita malévola. Internamente me simpatizó de inmediato esta muchacha que tenía el valor suficiente de andar vestida y maquillada así en medio de estas calles tan prejuiciosas. La cosa estaba bastante rara, ya que ella llegó fingiendo que iba únicamente a dejar el abrigo, pero en realidad quería quedarse, yo por mi parte hubiera deseado que no se apareciera en el momento en que se apareció, pero en vista de que ya está aquí, y siendo que se trata de un tipo de persona distinta a la que he tratado toda mi vida y encima me ha caído bien, me gustaría que se quede... un rato. Virgilio se encuentra feliz, no creo que por tener de vuelta su abrigo, el cual a pesar de estar perfectamente lavado y planchado, tiene una mancha oscura en el interior.

Hacen referencia a una reyerta, seguro la del primer día en que estuve aquí. Virgilio no estaba en condiciones de contarme los pormenores de esa pelea, y después no sentí ganas de preguntarle lo ocurrido, pues estaba bastante a gusto escuchando cada cosa que me contaba, lo que hacía. Visto de esa manera, habría que reconocer que aunque vivía con Virgilio, me seguía siendo un perfecto desconocido. ¿Cuántos momentos como éste, cuántos amigos como éste, cuántos amores, cuántos sucesos no le habrán ocurrido que no me ha contado?

Por abrir plática, y considerando que los tres deseábamos éste encuentro, le inquirí a Mara que fuera ella quien me contase. Dijo que sí y acercó uno de los sillones para estar cerca todos. Parecía como si nos conociéramos desde hace mucho.

- He de decir cual fue el origen de toda esta situación. Digamos que tengo amigos muy cercanos, somos un grupo un tanto numeroso. Se preguntarán cómo es eso posible, es decir, que exista un grupo de verdaderos amigos, y encima numeroso, siendo que la gente no bien acepta la amistad. Digamos que parte de nuestra armonía no proviene precisamente de nuestras voluntades, cosa que vendría a echar todo a perder, sino de una fuerza de espíritu que nos sale desde adentro. Bueno, no entraré en detalles con esta cuestión. El caso es que una de éstas amigas estaba pasando por un momento económicamente difícil, muy difícil, y más en serio que en broma me dijo que estaba sintiendo disposición de vender su cuerpo, el más estrepitoso que yo haya visto, dicho sea de paso. Yo sentí por ella, al igual que por todos y cada uno de ellos, un infinito compromiso, le dije que nadie merecía tener su cuerpo por dinero, que yo le ayudaría, ella lanzó un suspiro de alivio y me dio las gracias, nuevamente volvía a salvarle, me comentó después que tenía ya comprados juegos de lencería, una falda de cuero, con todo y la blusa de tela imitación de leopardo, ¡de leopardo rojo!. Yo me sentí terrible de imaginar a mi amiga haciendo la calle, es decir, una cosa es prostituirte y otra ofrecerte en la vía pública, que es definitivamente lo más degradante, no por ese extraño que te hace merecedor de su gusto y su dinero, sino por aquellos que tal vez son más, mucho más bajos que tú, y sin embargo te miran como si tuvieran el derecho de despreciarte, de juzgarte, de echarte en cara que no eres una madre y a esas horas de la noche estés con tus hijos en el mejor de los casos, o tal vez prostituyéndote con tu propio marido que al casarse contigo lo único que hizo fue comprar carne a bajo precio. -

Su tono era enérgico, violento, pero pese a que sus palabras encerraban un reclamo muy profundo respecto al estado de las cosas, su voz, esa voz dulce y grave como el cianuro, daba el sentido preciso a cada cosa que expresaba, de ahí que lo que en voz de cualquiera sonaría a una simple fanfarronería, o un simple gesto de sonar rebelde, en ella tomaba el papel de alguien que en realidad se echara a cuestas la empresa de amar a sus semejantes, en servirles, y detrás de su mirada verde, egipcia y demencial, se lograba sentir una actitud tendiente a algo que la humanidad poco a poco se esmera en olvidar, el deseo de tener que ver con los demás. "Nos sale desde adentro", "Nuevamente volvía a salvarle", frases así cobraban sentido en su lengua. No me explico qué plan tendría ella para acabar con lo que estaba mal en el mundo, pero doy por sentado que en su caso, estar junto a la gente es algo serio. A Virgilio esta mujer parecía fascinarle, y no le culpo, yo misma estaba fascinada. Y además, si algo le fascinaba a Virgilio de ella era sin duda su charla, es decir, nada que ver con mis caderas.

- La situación ocurrió de la siguiente manera. Dos días después fui a casa de mi amiga, era tarde, acaso serían las once de la noche, que no es la hora regular de salir del resto de los mortales. A escasos cincuenta metros de su casa vi que ella emergía casi furtiva de su puerta, notoriamente más alta sobre unos tacones de aguja, con la minifalda de cuero y la ridícula blusa de leopardo rojo. Ella que tiene el cabello corto y castaño llevaba puesta una peluca rubia. Mi primer impulso fue gritarle, decirle que no se fuera por ahí, además hacía un frío espantoso, y ella con su minifalda. Después pensé que lo más adecuado sería seguirle, pues ¿De qué serviría si yo me le pegara como una lapa? A la primera ocasión de verse libre de mí, correría a hacer exactamente lo que su cuerpo le dicta. - Puso cara melancólica. De sus palabras dibujaba en mi mente cada escena.

- Por eso la vi caminar torpemente por unas cuadras, dando tropiezo tras tropiezo con esos zapatos criminales, luego abordó un taxi, yo abordé otro y, como en las películas, le ordené al conductor que la siguiera. Ella se bajó en una calle muy sórdida, casi a la vuelta de donde se llevó a cabo la pelea. Me paré a lo lejos en un poste y despedí al taxi en que iba. Saqué un cigarrillo para guardar las apariencias, después de todo no fumo, y ahí me quedé como un borracho más, mirando a lo lejos a mi amiga toreando automóviles, sintiéndome mal por cada carro que pasaba y le gritaba cosas. Pero lo peor de todo era sentir que de nada había servido mi apoyo, que dentro de un sueño creí poder evitar algo que ella ya tenía decidido, que aunque tuviera millones de pesos ella saldría a hacer la calle por puro gusto. No debí de haber sido tan imbécil de no captar que lo de su crisis económica era un pretexto piadoso para justificarse ante mí de lo que iba a hacer, de haber notado en su mirada fría sus intenciones cuando le presté todo mi dinero bajo el alivio que no me importaba perderlo absolutamente si con ello compraba su alma, pues la verdad ella estaba convencida de ser una puta, tal vez sea yo la prejuiciosa en suponer que todos creen que eso es lo peor, tal vez y de cierto muchas mujeres no lo piensan así, sobre todo las prostitutas. Mi única fe está depositada en cada corazón de la gente que amo, y mis batallas se ciernen ahí, y por lo visto en esa ocasión me tocaba caer en picada como Ícaro. Después de veinte minutos, se le acercó un sujeto, se dijeron algunas cosas y sus bocas sólo despedían vaho, y lo que hayan dicho desaparecía al igual que éste. El hombre sacó dinero y se lo entregó en la mano, y ella lo metió en el cintillo de su falda. Luego miré desde donde estaba, que sus siluetas se encaminaban dentro de un callejón, el que ya conoces. –dijo mirando a Virgilio- Avancé caminando repegándome a la pared, al pasar, demasiado rápido cabe decir, fingí no tener mucho interés en mirar dentro del callejón. Lo que vi era devastador para mí, pues en cuclillas estaba mi amiga, practicándole una felación al sujeto. Les vi un momento y ninguno reparó en mi presencia, el hombre alzaba la mirada al cielo mientras ella no tendría manera de voltear y seguir con lo suyo al mismo tiempo. Seguí mi camino para postrarme en otra esquina y ver que saliera sin problemas. Aunque los problemas los vi venir desde la otra acera, pues dos fortachones se acercaban de puntillas al callejón. Me pregunté ¿Por qué van de puntillas los muy torpes, si no están entrando a la alcoba matrimonial? Al momento me contesté. Seguro que sabían quién estaba en el callejón y haciendo qué, y ellos sin duda pretenderían unirse por el mismo precio. Fue entonces que se comenzaron a escuchar gritos, y fue entonces que corrí metiéndome en el callejón, gritando con toda la rabia que sentía dentro. Mi sorpresa fue ver la cara de la prostituta, que no era mi amiga, sino otra mujer. ¡Una desconocida! Entonces, ya no tenía opciones de echarme para atrás, ya al entrar le había dado un tubazo a uno de los tres hombres, es decir, era pelea personal. La prostituta gemía como un cerdito lechón muy asustado y yo en medio de la reyerta sin deber nada a nadie. Pero no me quedaba mas que pelear, pues en cuanto se dieran cuenta de que era mujer, les apetecería hacer conmigo lo que pensaban hacerle a la prostituta.-

- En eso llegaste tú, Virgilio- dijo su nombre con gran elegancia para sonreír y aclarar cómo sabía el nombre sin habérselo preguntado- en el saco venía un telegrama, sólo así pude localizarte. Bueno, llegaste repartiendo golpes y patadas mientras yo, sin saber que golpes tiraba, hacía padecer a uno de los tres. Luego me cayó uno y me enterró la daga en el hombro, y afortunadamente en el otro brazo tenía el tubo que había soltado al entrar. Aunque de poco me sirvió, pues me cayó un golpe que me dejó inconsciente, en ese segundo deposité toda mi fe en ti, que caías de espalda junto al de la manopla. Cuando desperté me encontré con tus ojos. Habrías de haberlos visto, preocupados como los de un padre. Me tenías en brazos. Yo entreabrí los ojos y, como dije, me encontré con tus ojos que afortunadamente miraban hacia la salida del callejón, con la mirada que han de tener los marineros cuando divisan tierra firme después de meses de navegar, aproveché para caer inconsciente unos minutos más, y me agazapé cuando mirabas mis pechos.-

- Seguro sabes que tu hermano es un tierno, aunque lo veas con ese rostro de gruñón, con entrecejo enérgico. Pero ciertamente no fuimos amistosos esa vez. Él, contrario a lo que imagino que piensa, me quiso cuestionar mis porqués, que es lo único sagrado que tengo, por eso no nos comportamos amables, yo le evadí. Luego pensé que valía la pena un sujeto como éste que ves, y yo creo valer la pena también, así que decidí darle al destino una nueva oportunidad. Para eso estoy en parte aquí, para pedir disculpas.-

¿Qué le podías decir si no había falta en ella?, ¿Disculpas de qué?. - ¿Y tu amiga?- le pregunté para no perder el hilo de la historia.

Se rió inocentemente y dijo - Con ella tuve que aprender una lección acerca de la confianza. Ya ves que en la esquina me sentía pésima por haber fallado como amiga, pues he aquí que en su casa esa situación se repitió, ya que ella me recibió amorosamente como siempre y llena de alegría me dio las gracias por haberle salvado de una perdición inminente, que incluso había vendido su falda y su blusa, yo caí en cuenta que, lógicamente, si alguien le compraba su ropa, tenía que tener su mismo cuerpo, o parecido al menos. Luego la chica que salió de su casa era ni más ni menos que la tipa que le había comprado las prendas. Me vio con la venda y me empezó a preguntar qué me había ocurrido. Por cierto ¿Cómo te atendiste? estabas grave.- Dijo recorriendo con sus ojos el cuello de Virgilio en busca de una cicatriz, misma que fue fácil de encontrar.

- Eso pregúntaselo a mi hermana. Saben qué, mientras ella te cuenta de mi tratamiento yo iré a traer algunas bebidas y algo para cenar, ¿Les parece bien?- ambas dijimos que sí.

Una vez que Virgilio se fue, me di cuenta que estaba frente a una mujer como nunca había visto. En primer lugar me parecía interesante su manera de expresarse, manejando muy copiosamente términos que revelaban de una u otra manera la entrega que parecía marcar su diario vivir. Hablaba de salvamentos, en los cuales existían lógicamente los salvadores y los salvados, sin que uno tuviera más importancia que el otro. Imagino que en su mundo Jesús no sería nadie si sólo existieran virtuosos que no ocuparan de su mensaje.

La sensación de estar ahí, repentinamente a solas, con ella disfrazada de él, me era emocionante. Un rasgo de aquella muchacha era que sabía transmitir un júbilo existencial, y encima lo hacía parecer como lo más ordinario de este mundo. Por ejemplo, hablaba de su amiga, del compromiso, de la intercesión, de un círculo de amigos unidos por una fuerza superior a sus voluntades, y no ocupa explicar que esas cosas son posibles, es decir, da por hecho que en esta tierra las posibilidades se tienden al sol como semillas varias. No tiene que explicarse, no le interesa.

- ¿Cómo le curaste?- Preguntó, mientras me miraba con dulzura, ya no tan amenazante como cuando llegó. Seguro que notó que yo divagaba.

- Oh!. Llegó todo vapuleado, como nunca le había visto, con una herida sorprendente en el cuello, su sangre manchaba su ropa. Me asusté de verdad.

- Parte de esa sangre era mía, disculpa si tuviste que tallar algo de mi ser. ¿Cómo es que te causó tanta sorpresa, nunca lo viste sangrar de niño?

- Él siempre es un niño, y nunca sangra así- Le contesté.

- No te ofendas, y vuelvo a repetir, disculpa si tienes que lavar algo de mi ser, por ejemplo mi lengua imprudente-

Seguía como en el primer minuto, sin comprender en lo absoluto frente a quién estaba.

-Todo vapuleado...- Dijo entrecortándose, esperando que continuara con mi relato. No se porqué mi mente se puso en pie de guerra en cuanto no estuvo Virgilio entre nosotras, y me dio por jugar tal cual ella lo hacía. ¿Acaso no estaba ella jugando?, platicando cosas polémicas como lo es el momento en que una mujer decide vender su cuerpo, hablando de cosas graves como si fuera lo más cotidiano. ¿Pidió ella permiso para entrar con sus temas del alma?

- Si me gustaran los hombres, acabaría enamorándome de tu hermano, es un ser salvaje e indescubierto, es decir, lo que yo llamo un tierno- Dijo mirándome compulsivamente los ojos. ¡Que ser tan magnífico, pero tan peligroso! En mi interior sentía germinar un vegetal poderoso, con ramas indescifrables, con hojas sedientas y frescas, con innúmeras espinas camufladas de las maneras más caprichosas posibles, llena de flores que perecían tener mariposas integradas, del perfume más bello que pudiera y, imaginarme, brillante y sugerente, inmóvil pero viva, consciente de su hermosura. Esa sensación me hizo tragar saliva, pues hubiera preferido que no hubiese estado ella frente a mí, así hubiera podido caer de rodillas y colocarme la mano en la frente, suspirando de forma última, como después de un orgasmo muy esperado. Sin embargo, y pese a que sentía que brotaba esa planta en un florecimiento incesante directamente de mi corazón fértil en sentimientos, he de reconocer que si ella no estuviera aquí no lo percibiría tan claramente. Me dio el pavor de pensar que esa planta no era otra cosa que mi espíritu de mujer, lo que no me incomodaba tanto después de todo, pues la planta era bella e impresionante. Pero vuelvo a Mara. Yo apenas estaba viendo la manera de jugar cuando ella, presintiendo el nacimiento de mi estrategia lúdica, se anticipó aventando esa carta que tan bien acomodó al momento para echar abajo mi juego aun antes de haberlo comenzado. Además me miraba a los ojos con una frialdad criminal, mientras que su boca hacía una ligera mueca en seña de haber aceptado el reto de jugar. "Si me gustaran los hombres, me enamoraría de tu hermano", primero me acecha, dejando entrever un lesbianismo evidente, pero tan sutilmente a manera de que si se le echa en cara esa situación ella podría sonreír aún más y decir que tampoco había dicho que le atrajeran las mujeres. Luego se mete con Virgilio, sin descartar que podrían gustarse. A ser posible tomarse amor, tener sexo, añorarse.

Bueno en teoría yo soy hermana de él y en consecuencia puedo sentir celos de cualquier parte de su alma, mas no así de su cuerpo. Pensé entonces que tal vez se merecía una provocación, ella, tan provocadora. Sonreí dispuesta a hacerle sentir lo que deseaba, es decir, una rara variante del morbo.

- Llegó duramente golpeado. Quiero que imagines su aspecto, cierra tus ojos...-

Ella sonrió sin mostrar sus dientes y puso cara de niña - ¿Qué pasa?- le pregunté, y respondió sin abrir sus ojos - Me encanta cerrar los ojos para imaginar, más aún cuando cuento con un guía de sueños. No será hoy, pero te pagaré un día esto con lo mismo, un día te guiaré a algún sitio que desconozcas, un sitio en el que yo sea la reina, donde puedas pasear segura-

- Llegó. En su cara se reflejaba una extraña alianza con la muerte, su mirada era oscura, indescifrable. En el pecho llevaba una marca de sangre, yo le miré sintiendo temor, no sabía si era suya la sangre. Lo creí fuerte, hasta que alzó sus brazos en dirección mía como si en ese entonces yo fuese su madre y él un bebé. Lo sostuve en brazos cuan largo es, y con mucha dificultad lo fui arrastrando hasta ese sillón en que estás acostada. Si aspiras su olor, probablemente aún percibas el aroma de su sangre, el aroma de su cuerpo. Cayó rendido y tuve que desnudarlo. Sobre su pecho se estampaba la huella seca de la sangre, de su cuello le escurría un hilito de sangre, el cual limpié con un algodón. La sangre todavía estaba viva, me puse un poco en los labios. ¿Qué podía hacer por mi hermano si no soy médico? Lo lavé enteramente y luego sentí una ternura tremenda de ver su cuerpo de piel tan blanca y mallugado por todas partes y herido sólo en algunas que comencé a besarle las heridas, a darle amor, a curarle si su alma estaba herida igual que su cuerpo. Luego me tendí sobre él, para cobijarle. Y mejoró.-

- ¿A él le excitó aquello?-

¡De manera que no se anda con rodeos a la hora de preguntar! pues aunque estaba tan muerto como para excitarse, decidí adentrarme en su interés malsano - Supongo que sí, pues su pene se puso tieso tieso, y su piel se erizaba en sus poros- Dije no sin malas intenciones.

- ¿Y se lo besaste?-

- No, sólo le besé alrededor, en la parte interior del muslo, donde llevaba una ligera herida, también en un glúteo. - Hipócritamente completé- No vayas a pensar mal de mí, sólo le bese a dos o tres centímetros de su sexo, además, como te digo, fue con tremenda ternura. ¿Te gustan las mujeres?-

- No me disgustan- Dijo sin abrir sus ojos- de hecho son muy simpáticas, muy hermosas- Abrió de súbito sus ojazos y me los dedicó plenamente diciendo - ¿Y yo te gusto?-

- ¿Qué quieres decir?-

- Lo que escuchaste-

¿Hasta dónde estábamos llegando?, No hacía ni veinte minutos que Virgilio nos había dejado solas, ¿Cuál era el sentido de todo esto?. Queda claro que no soy lesbiana, que no me gustan las mujeres como objeto de mi deseo carnal, pero su tono al responder cada cosa que le pregunté, no me revelaba nada, aunque había sido sugerido, no confesaba ser lesbiana, además su sonrisa iba muy encaminada a que no le diera una respuesta tonta, ya que al menos debía contestarle que la encontraba encantadora, pero que no la querría en mi cama. Es decir, sería injusto no reconocerle su gracia, pero tal manifestación no debería crear malos entendidos. Como Eva, me sentí desnuda, y poco o nada hacían por cubrirme mis pantalones cortos y mi top. No importaba que ella después de decir "lo que escuchaste" se hubiese refugiado nuevamente en sus párpados, pues de todas formas me veía, con algún tipo de visión me veía. Tampoco tenía miedo, lo más grave es que llegáramos a tener una diferencia, y como ni amigas somos, ello no trasciende en cuanto a lo que me diga o le diga.

- Tienes una mirada inquietante, eso me gusta, es decir, saber que detrás de esa mirada hay historias, hay misterio, hay vivencias, además eres muy despierta, En términos generales eres una mujer muy singular, casi simbólica, a mi parecer, de esa personalidad femenina que aún no despierta en muchas mujeres. Definitivamente si fuera hombre te consideraría seriamente como compañera. Pero no soy hombre, soy mujer, me gusta ser mujer.

- Pues yo voy vestida de hombre.- Dijo rudamente, para luego estallar en una carcajada y componer - No creas nada que diga en broma-

Lo malo es que no me precisaba qué decía en broma y qué en serio. Una cosa estaba clara. Ella estaba dentro de casa.

- ¿Cuál es tu signo zodiacal?- Preguntó divinamente.

- Sagitario- Respondí.

- ¡Vaya sorpresa! Somos del mismo signo, yo acabo de cumplir años el viernes pasado.

- Yo cumplo el viernes que viene, faltan tres, cuatro, siete días- Dije contando con los dedos.

¡Excelente!

Yo por mi parte no me mostraba tan entusiasta como Mara. Para empezar, a Virgilio no le había contado nada acerca de mi cumpleaños porque sería como obligarle a festejarme, y no quería darle compromisos indeseados, aunque tampoco verifiqué si en realidad esos compromisos pudieran ser deseados.

- En realidad no me gusta festejar mi cumpleaños.- dije con todo el convencimiento de que se es capaz cuando se dice eso.

- Ya veo. Hace tiempo yo pensaba igual, y ¿Sabes qué era en realidad lo que me hacía aborrecer mi cumpleaños? que siempre esperaba mucho más de lo que recibía. Por dentro sentía júbilo de saber que un día como ese había venido yo al mundo, y eso me parece encantador. La idea de saberme viva, iniciando un camino largo por recorrer. En esa óptica, me sentía merecedora de mayores homenajes, de mayor dicha en celebración a mi existencia, la existencia de esta mujer que aquí y ahora y desde siempre sólo vive para hacer feliz a los demás, y al final de cuentas esos demás son tan pocos. Supongo que la vida es así, pero tuve que cambiar. Lo malo no era mi cumpleaños, lo fatal era la apatía. Sin embargo ahora siento que cada día es una celebración, cosa que está mejor.

- Puede que tengas razón.

Mas de Jilo

Stag Life 24: Je Suis Une Belle Salope (1976)

Stag Life 25: Roommates (1981)

Stag Life 26 Baby Face 2 (1986)

Stag Life 27: Pandora´s Mirror (1981)

Stag life 22 neon nights 1981

Stag life 21 casanova 1976

Stag life 23 a scent of heather 1980

Stag Life 19: Jamie Gillis Ha Muerto

Stag Life 20: Marathon Love (1985)

Stag Life 18: Educating Mandy (1985)

Stag Life 19: Jamie Gillis ha muerto

Stag Life 17: Here Comes The Bride (1978)

Stag Life 16: Bordell SS (1978)

Stag Life 15: Passion of Carol (1975)

Stag life 12: The Initiation of Cynthia (1986)

Stag life 13: Violation of Claudia (1977)

Stag life 14: Girl Scout Cookies (1977)

Stag life 11: Inside Jennifer Welles (1977)

Stag life 10: I Like to Watch (1982)

Stag life 8: New Wave Hookers (1985)

Stag life 9: Blonde Fire (1978)

Stag life 7: The Final Sin (1977)

Stag life 6: Beyond Shame (1981)

Stag life: Little girls blue (1977)

Stag life 5: Driller (1984)

Stag life: body love (1977)

Stag life: expensive tastes (1978)

Stag life: mad love (1988)

Vintage 1

Diez de mayo con mi tía (Final)

Diez de mayo con mi tia (11)

Diez de mayo con mi tia (10)

Diez de mayo con mi tia (9)

Diez de mayo con mi tia (8)

Diez de mayo con mi tia (7)

Diez de mayo con mi tia (6)

Diez de mayo con mi tia (5)

Diez de mayo con mi tia (4)

Diez de mayo con mi tia (3)

Diez de mayo con mi tia (2)

Kitsch

Diez de mayo con mi tia

Las manos de Lorena

Opera de reims para unas medias negras

Cuentos de peep show (5)

Cuentos de peep show (6)

Cuentos de peep show (2)

Cuentos de peep show (3)

Cuentos de peep show (4)

Cuentos de peep show (1)

Destino sin tumultos

Nunca danzarás en el circo del sol (09)

Nunca danzarás en el circo del sol (08)

Nunca danzarás en el circo del sol (07)

Nunca danzarás en el circo del sol (06)

Nunca danzarás en el circo del sol (05)

Nunca danzarás en el circo del sol (04)

Nunca danzarás en el circo del sol (03)

Nunca danzarás en el circo del sol (02)

Nunca danzarás en el circo del sol (01)

Como pez en el alma

Un mundo raro

Motel para tres

¿Quieres problemas?

Sueños ajenos

Lienzo sagrado

Mexican Beauty (1)

Arakarina (27: Final)

Arakarina (25: El tren de Sara)

Arakarina (26: Breve caleidoscopio)

Arakarina (24:Cuatro razones para cerrar los ojos)

Arakarina (23: La balada de Andrea)

Arakarina (22: La revolución de Samuel)

Arakarina (21: La balada de Samuel y Andrea)

Arakarina (18: Las bodas)

Arakarina (19: Los chicos de la secta)

Arakarina (20: El bar y Samuel)

Arakarina (17: La mano de la novia)

Arakarina (16: Sara)

Arakarina (15: Geografía de una secta)

Arakarina (13: El cumpleaños)

Arakarina (14: Un rito para Arakarina)

Arakarina (11: Nueva piedad)

Arakarina (10: El anillo tatuado)

Arakarina (09: La entrevista)

Arakarina (08: El vientre cálido de un hogar)

Arakarina (07: El artefacto)

Arakarina (06: Arakarina)

Arakarina (05: La fundación de Atenas)

Arakarina (04: Un pintor a oscuras)

Medias negras para una ópera de reims

Arakarina (03: Ella se casa)

Arakarina (02: La búsqueda de un pintor)

Arakarina (01: Una chica cualquiera)

Infieles (7: El final según Cornelio)

Infieles (6: El final según sonia)

Infieles (5: El final según el inspector)

Infieles (4: El arte de ser atrapado)

Infieles (3)

Infieles (2)

Infieles (1)

Radicales y libres 1998 (4)

Radicales y libres 1998 (3)

Radicales y libres 1998 (2)

Radicales y libres 1998

El Ansia

La bruja Andrómeda (II)

El ombligo de Zuleika (I)

La bruja Andrómeda (I)

El ombligo de Zuleika (II)

Tres generaciones

Mírame y no me toques (VIII - Final: Red para dos)

Mírame y no me toques (VI: Nuevas Historias)

Mírame y no me toques (VII:Trapecio para la novia)

Mírame y no me toques (V: El Casting)

Mírame y no me toques (IV: Los ojos de Angélica)

Mirame y no me toques (III: Un abismo)

Mirame y no me toques (II: Puentes oculares)

Mirame y no me toques (I: Los ojos de Claudio)

La verdad sobre perros y gatas

Amantes de la irrealidad (07 - Final)

Amantes de la irrealidad (06)

Amantes de la irrealidad (05)

Amantes de la irrealidad (04)

Amantes de la irrealidad (03)

Amantes de la irrealidad (02)

Clowns

Expedientes secretos X (II)

Noche de brujas

Día de muertos

Amantes de la irrealidad (01)

Lady Frankenstein

Expedientes secretos X (I)

El Reparador de vírgenes

Medias negras para una ópera de reims

Una gota y un dintel (II: La versión de Amanda)

Una gota y un dintel (III: La versión de Pablo)

Los pies de Zuleika

Una gota y un dintel (I)

Amar el odio (I)

Amar el odio (II)

Amar el odio (III)