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Arakarina (21: La balada de Samuel y Andrea)

en Grandes Series

ARAKARINA XXI

LA BALADA DE SAMUEL Y ANDREA

JOSUÉ

Realmente tengo una esposa que me encanta, no sólo porque tiene sus tetitas alzadas al viento y sus caderas de estalactita que me aseguran siempre unos revolcones marca gritarás, tampoco exclusivamente porque nunca se ha quejado de mi físico, ni que a su lado siempre me he sentido digno de ser amado mientras que frente al resto de las mujeres soy apenas un pendejo con macabras pero buenas intenciones. Tampoco se debe solamente a que sus ojos color cafés saben muy bien cómo mirarme e inflingirme seguridad cuando tiemblo, complicidad cuando planeo el mal, hermandad cuando llevo a cabo el bien, nostalgia cuando mi alma toca el violín por la causa que sea, que además son muy frecuentes, universo infinito cuando mis aspiraciones son eternas y apenas un rincón cuando quiero ser un ermitaño paranoide, ni porque sus pupilas sean una rueda de la fortuna en la cual casi siempre gano un premio, ni porque emita rayos crísticos cuando suspira y me dice que nunca lo entiende pero me ama, rayos X cuando le oculto cosas y rayos letales si sospecha traiciones de mi parte. Su risa es tal vez lo que me sujeta del cuello y me obliga a sentarme a su lado en un restaurante y recitar un pinche diálogo inexistente con el único fin de provocar histeria en el resto de comensales, el más famoso, lo recuerdo, fue cuando ella me reclamaba no haberle regalado cianuro para matarse, yo patético le decía que no era la mejor manera de morir y un comensal se paró a explicarnos que el suicidio era un pecado y otro se paró para lanzarle el más bello de los piropos que mi mujer pueda recibir - Oiga- me dijo- Su mujer está enteramente loca.

Y tenía razón. Pero en este puto mundo no hay razón alguna para estar cuerdo, por eso no veo mal que esté loca, siempre y cuando siga loca por mí, o al menos a mi favor. Yo no soy tan loco, dejo a la fantasía un tanto en el cajón mientras que ella y la fantasía son una misma cosa. Los doctores dirían que está histérica, que es una esquizofrénica, pero bueno, yo lo veo más bien como un don que aniquila el aburrimiento.

El otro día llegó muy alegre y envuelta en misterio me dijo - Adivina qué traigo,- se esforzaba por que no diera siquiera un vistazo a lo que ocultaba tras su espalda - te va a encantar.

Y yo, que podría adivinar el contenido de una caja cubierta con un terciopelo negro, me declaraba incompetente para adivinar que jodidos podía ella entender como algo que "me va a encantar", sencillamente porque me conoce mejor que yo y cualquier cosa que saque seguro que me encanta, y en dado caso de que no sea así yo deberé sonreír, que ya me cuesta un huevo hacerlo en cualquier circunstancia y fingir que me encanta sea lo que sea, pues como digo, ella me conoce tan bien que sabe qué cosas me encantan o me encantarán con el tiempo, y si el pronóstico falla, que es lo mejor que puede ocurrir, ella se encargará de volverlo encantador.

Desnudó la cajita como desnudé la primera mujer en mi vida y descubro que en su interior está un pequeño, muy pequeño candil, tiene forma de flor del paraíso pero invertida, y en su interior está un foco de colores. Ya voy imaginando como se verá la recámara con ese foco fundamentalmente naranja. Sonrío con una mueca muy dolorosa y le dije que era un detalle extravagante pero simpático. Y aunque me podrían poner un detector de mentiras y preguntarme "¿Dónde va ese candil?" y yo contestase, "en la recámara", y los examinadores dijeran, "Esta cabrón, dice la verdad", pregunte - ¿Dónde va ese candil?.

- En la recámara- "Eso era a fuerza" pensé.

- Lo pondré en la noche-

- Como quieras-

Ni siquiera pensé que esa fuera a ser la idea más tonta de la semana, pues me confundí creyendo que poner ese candil sería sencillo. Asocié candil con foco. Cabe agregar que soy el cabrón más inútil cuando se trata de reparar cualquier cosa, según recuerdo sólo en mi casa pasan idioteces, nunca me toca ver a los vecinos batallando con nada, a ellos no se les va la luz, el agua, a ellos no se les cierra la puerta atrancada desde adentro, mi peor pesadilla fue cuando a las tres de la mañana escuché como se regaba el tinaco y tuve que subir en medio de ensueños a repararlo, yo que no nací plomero, que no soy plomero ni deseo serlo. Llegó la noche y me trepé sobre un banquito alto, cuya superficie chueca y de madera apenas es de la longitud de mis pies. De noche lógicamente no hay luz, situación especialmente mala cuando descubres que tienes que quitar el soporte del foco para luego colocar el candil y fijarlo con unos tornillos cuyo hoyito de destino tienes que intuir porque el candil en su diseño no permite que se vean los tornillos y desde luego están ocultos y difíciles de colocar, pero volteo y miro la cara de Andrea llena de expectativa y alegría de ver como se ve el cuarto con su candil que no puedo aplazar la tarea para mañana, romper esa ilusión suya, tratándose de lo que sea, es el delito más castigado en mi cabeza, y aunque a veces pienso que esa actitud de cumplir sus deseos me va a llevar a la ruina, pienso que de todas formas la generalidad de los matrimonios están ya en la ruina, cansados, odiándose secretamente, sopesando cada noche para qué resulta útil ese que duerme a lado de uno, y eso no pasa conmigo, no puede pasar, todo es sentimiento puesto a cocer en una sartén de una estufa de fuego intermitente.

Desde el suelo Andrea ilumina el punto donde debe ir el candil, mal que bien quité el soporte del foco y até los cables, pero sigue lo difícil, colocar los tornillos. Los brazos comienzan a dolerme luego de tenerlos diez minutos alzados y sin atinarle a los agujeros, en ocasiones parece que ya entraron y resulta que están chuecos, no pueden girar, comienzo a sudar y a enfadarme. De rato esos tornillos ya se convierten en una afrenta personal, y así tenga que encender una fogata en el techo para que se vea bien donde voy a poner los tornillos, he de acabar en este día. Me estoy colerizando cuando entra un elemento más en la situación, no es precisamente algo desagradable. Siento la mano de Andrea bajando cada peldaño de mi bragueta y sacando mi pene dormido, el cual de cierto, despierta de inmediato.

Ahora la escena es distinta, todo mi cuerpo es de técnico electricista, excepto mi verga enloquecida que no es ni electricista ni vendedora de seguros como yo, sino que se dedica a lo que mejor sabe, a la profesión de verga parada que goza indeciblemente cada lengüetazo y bocado que Andrea le proporciona, y vaya que nadie, nadie en el mundo mama mejor que ella, que esa boca suya que entiende que se puede ser uno mismo de esa manera, mientras que ella, su cuerpo entero es el de la más diestra de las prostitutas, su boca es intensa y caliente, suave y elástica, mientras su brazo izquierdo me masajea las nalgas, y sus tetitas se aferran a mis piernas como si fuesen los tentáculos puntiagudos de una anémona, sin embargo ella también está parcializada, es decir, todo su cuerpo es de puta gratuita, excepto su brazo, que bajo una concentración que merece aplausos, seguía siendo el mejor brazo que pudiera tener un auxiliar de electricista.

No se si se debe a que estoy tocando los cables algo pelones o la electricidad que me produce Andrea, lo cierto es que siento el recorrer de una avalancha de energía por todo mi organismo, mientras ella sigue comiéndome.

No cabe duda que el ser humano es capaz de cosas increíbles. El brazo de electricista de Andrea acaba de botar su trabajo en aras del placer, y así, a ciegas, gracias a mis facultades intuitivas, logré ensartar no sólo uno, sino los cinco tornillos con una rapidez que no podría sospecharse. Me aventé entonces sobre la cama desde la altura del banquillo y escuché como un resorte se acaba de romper, ese detalle aéreo me costará un colchón nuevo, pero no me importa. Andrea antes de acudir a mi lado, corre al apagador y enciende la luz, resulta que el candil al encenderlo gira, como si se tratara de pantallas de lámparas chinas y van decorando de naranja, verde, celeste, ámbar la habitación. Todo bañado de colores, como si tigres de distintas tonalidades corrieran en círculo a nuestro alrededor. Veo como se acerca Andrea a la cama y siento, a esos tres metros de distancia en que está, cada paso que da, remueve el aire, la energía del cuarto, todo el espacio es su presencia, camina con sutileza y rapidez quitándose sus ropajes y quedando sólo con el sostén, dejando a flor de piel sus caderas perfectas, veo como camina y sonrío de ver que sus piernas hacen un arco, un arco que yo he fabricado a base de tanto meterme en él, recuerdo el estrecho espacio que ella tenía entre las piernas cuando la conocí, le he ido modelando el cuerpo, a manera que en este momento su cuerpo es en cierto modo del tamaño y forma de mis manos, si trasplantasen mis manos a su cuerpo, se vería extraño, pero no cabría la menor duda de que se trata del mismo cuerpo. Se tiende a mi principio y continúa desvistiéndome y metiendo en su boca mi miembro. Yo extiendo mi mano y alcanzo su coño que se alza al instante como el de una gata ninfómana, empiezo a tocarle con toda mi sabiduría. Ella dice que ella no supo lo que era masturbación hasta que yo le metí los dedos, yo le expliqué que eso no era masturbación, que masturbación era producirse placer uno mismo, y ella me calló la boca aclarando que eso era precisamente lo que ella y yo éramos, uno mismo.

La tiendo en la cama y reconozco que nadie en este mundo abre sus piernas como ella, nadie delira tanto con una verga entre el coño como ella, nadie mueve sus caderas, aprieta, patalea, gime, toca, pellizca, muerde, inhala, pega, exhala, como ella. Su furor ella lo explica, ella me ha confesado que nadie mete la verga con tanta precisión como yo, que no soy la más descomunal de ellas, pero la tengo sabrosa, enorme, dura y justo a la forma que ella siempre soñó, cabezona y nutrida en venas, a nadie le pulsa como a ti, a nadie le desfallece tan rico como a ti, a nadie le escurre el jugo con tanta violencia como a ti, nadie toca como tu ni sabe como tu, nadie me toma de la nuca como tu ni pone tanto empeño, nadie ha invertido en mi más dientes que tú que no puedes amarme sin estrellarlos unos contra otros y rechinarlos como si escuchases un ciento de tizas de gis sobre cien pizarrones resecos, nadie aclama mi cuerpo con cada poro como tú, nadie es capaz de chuparme el coño como tú, antes y después de mis orgasmos, nadie me empuja hacia adentro de mí misma.

Es tal vez por eso que vale madre cualquier diferencia que pudiéramos tener, moriríamos sexualmente si se nos separa. Cuando ella o yo viajamos, que no podemos estar juntos, no es ofensa confesar que nos masturbamos, de todas formas yo la imagino a ella y ella a mí. Nada podrían robarnos.

El pinche candil lo aturde a uno de una manera descomunal, es como si follaras en medio de un remolino, embriaga, el cuerpo de ella me parece más ancho, luego más delgado, más alto, más bajo. Ella se ha venido cerca de cinco veces y ya llevamos casi dos horas de estar cogiendo, no puedo venirme, quizá por la luz, pero me estoy acomodando. Ella abre sus piernas como un compás de arquitecto y yo casi floto encima de ella, sólo para poner mi miembro en un ángulo en el que se tocan justo los botones que deseo, la aprieto entonces junto a mi y en el momento justo en que lo necesito, ella abre un vacío en su vientre y me jala el alma que se me va en medio de un efluvio que dura diez segundos o más, hasta que no hay más liquido que ofrendar y mi verga yace aturdida ahí dentro, como si acabase de sobrevivir a un choque en el cual todo mundo muere menos ella, sentada, sin saber que pensar o hacer, sabiendo que la muerte estuvo sentada a su lado, que fue su copiloto y sin embargo sobrevivió, reconoce entonces que no morir en una muerte segura es en cierto modo como nacer. Así nos quedamos toda la noche, nada puede ser más bello.

Después del candil, cuando quiero cojérmela sin el efecto apendejante de éste, la tengo que tomar en la sala o en la cocina, en el recibidor o en el comedor. Por eso pienso lo que pienso, sabía ella que con el tiempo el candil me iba a encantar, antes incluso de que yo lo supiera.

- ¿Te gustan los juegos?- Me dice un día.

- ¿Me preguntas o me afirmas?-

- Te pregunto pero te afirmo.

- Tienes razón. Como negar que me fascinó que me comenzaras a besar estando ocupado cambiando el candil. Al contrario, eso debería dar pie a estudios de comportamiento humano. Deberían en las fabricas contratar a un cuerpo de mamadoras profesionales que mamaran hasta el cansancio a los trabajadores, para que estos fueran más productivos y así ellos no quisieran otra cosa que estar en la fábrica.

- Sería un fracaso. Tendrían que contratar a puros tipos tan ricos como tú, lo que sería por demás difícil.

- Deja tú, tendrían que buscar a puras Andreas para desarrollar el puesto de motivadoras de personal, lo que estaría todavía más cabrón de conseguir.

- No lo creas, a tu lado cualquier mujer buscaría, intuiría, ser la mejor folladora del mundo.

- Y qué me dices de ti, eres prácticamente un instructivo de como cojer bien, eres casi una instructora de una ciencia en la que no cabe el error, el placer se da.

- Que tonterías, la verdad es que necesitan amar como te amo y viceversa.

Nos quedamos en silencio viendo los colores de nuestro candil. Ella pensando en no se qué y yo riéndome de recordar como se ve esta luz del candil desde la calle. La ventana que da a la calle es alta, como la de los baños, el cristal es cristal tratado para ser opaco, sin embargo al encender el candil, desde fuera se ve como si dentro tuviéramos un infierno privado.

- ¿Y a ti te gustan los juegos?- Le pregunté

- ¿A mi? Claro, todo el tiempo estoy jugando.

- ¿Y los vídeo juegos?.

- Explícate.

Doy un brinco de la cama y corro al closet. La saco del closet y la pongo en sus manos. Ella sorprendida me dice - ¿Quién te prestó esta cámara?, está muy mona.

- La empresa, dicen que es más barato registrar las imágenes de vídeo que las fotos, así en escasos dos minutos de grabación ya registraste hasta el motor de los coches accidentados. Yo creo que esto fracasará cuando estas cosas comiencen a desmadrarse, pero por lo pronto si queremos filmar nuestra propia película ya tenemos cámara de vídeo .

- Hoy ya hicimos lo que teníamos que hacer. ¿Que te parece si la estrenamos mañana?-

- Me parece genial.

Sabadito de asueto, mañana domingo. Poco importa si nos desvelamos toda la noche, podemos hacer lo que nos de la gana. Durante el baño me tardo mucho más de lo que me tardo de ordinario. Entré a las ocho de la noche al baño y dan casi las nueve y mi trabajo está casi terminado. Ella salió cuando yo entré al baño, no me dijo a donde iba, pero no quise preguntarle por si se trataba de una sorpresa. Después de todo, si yo llevaba ya el tiempo que llevaba dentro del baño esforzándome por rasurarme en forma de triángulo los vellos púbicos y en trazarme con un marcador un tatuaje de un pájaro y una serpiente, además de tatuarme de los brazos las venas y en los tobillos colocarme pulseras de cuero, todo para sorprenderla, lo más lógico es que ella, que rebasa mi imaginación por mucho, planearía algo similar.

Salgo del baño vestidito. Con pantalón formal, una camisa que me sienta muy bien, blanca de una tela muy cerrada que no deja ni siquiera imaginar los tatuajes, un saco, yo excelentemente rasurado de la cara, pues no me perdonaría estar chapándole el cuerpo y que mis barbas le picaran el coño como pequeñas espinitas de cactus y ella se levantara de la pura molestia y aprehensión. Eso no lo permitiría. Bien peinado. Como los actores, me delinee los ojos, me retoque las cejas, no me puse calzón para que se me viera el paquete en cuanto se parara. Me perfumé de cuerpo entero para sofocar el ya casi nulo aroma del marcador. Yo ya estaba listo.

Meto al horno la cena y saco el vino y las velas. Busco entre los discos compactos el "Canción Animal" de Soda Stereo, y sonrío de ver en la portada al león cojiéndose a la leona, rugiendo furioso. Esta portada fue censurada en muchos países. Incluso aquí en México la portada del disco compacto está forrada de una foto de ellos, sin gracia.

Suena primero el timbre del horno y luego el sonido de la llave. Ella, la estrella de nuestra película, acaba de llegar. Viene vestida de largo, de negro. Vestido negro, no tan ajustado, escotado, le da hasta los tobillos, bajo el cual emerge un par de tobillos envueltos en medías negras, los zapatos son de tacón y negros también, lleva guantes negros y largos, unos guantes inteligentes, diría yo, pues cubren casi todo el brazo y al llegar a la mano sólo surgen unas correas que sujetan los dedos y el dorso de la mano, es decir, la palma y dedos quedan desnudos, por eso inteligentes, yo no cambio el tacto de sus dedos y su palma por ninguna tela. Como detalle sugerente, el vestido es de papel.

Nos sentamos y cenamos casi sin hablar, el plan estaba hecho y todo nos decíamos con la sonrisa y la mirada, una que otra palabreja, pero nada más. Su boca está pintada por un artista, sus mejillas, sus ojos, fue a maquillarse para la película, el cabello también lo tiene peinado hacia arriba, con un chongo primoroso, como el de la heroína de la película pídele al tiempo que vuelva, todo hacia arriba, y como Andrea tiene rizos naturales, los caireles que resbalan sobre cada una de sus sienes se ven adorables.

Acaba la cena y aparto algunos muebles de la sala para que haya espacio para un bailecito. Saco la cámara del closet y la coloco donde creo que percibirá todo. La programo para que inicie a grabar en un minuto y le indico a ella que se tienda en un sillón, corro y pongo el CD que ya tenía preparado. Suena la música y comienzo a danzarle. La música es cachonda ya de por sí. Ese Gustavo Cerati canta como si vocalizara a escasos tres milímetros de un coño, el cual besa de vez en vez para afinar lo seductor de su voz.

"Hipnotismo de un flagelo, dulce tan dulce

Cuero piel y metal, carmín y charol

Cada lágrima de hambre, del más puro néctar

Ya no sirven las palabras, gemir es mejor

Cuando el cuerpo no espera lo que llaman amor

Canción animal"

Las líneas de la canción van mezclándose entre sí y yo las canto como mejor puedo con la garganta que tengo en la verga y me muevo bajo el ritmo de la promesa de amarla como ella desee, hasta el borde de la muerte, de nuevo, como cada vez. Su mirada ardiente me paga todo y cuanto haga. Si son ciertos los rumores que dicen, que el fuego con los años se muere, que todo por servir se acaba, entonces, si esa mirada se extinguiese yo creo que moriría, realmente moriría. Por eso no me preocupo y bailo, bailo como si de ello dependiera que ese fuego no se apagara, y todos creen que me dedico a la venta de seguros, pero mi principal oficio es encomendar mi alma a esa mujer que está en el sofá.

Acaba la canción con los gemidos de Cerati y ella me indica que me siente, va al aparato de sonido y pone un disco, también de Soda Stereo, el "Dynamo", pone la canción "En remolinos"

"Florecer mirándote a los ojos, perfección

Florecer mirándote a los ojos, florecer los dos, florecer"

De nuevo la casa entera vibra con cada movimiento que da. Es hermosa. No cabe duda de que soy un hombre afortunado. Conforme ella va rompiendo su vestido y su piel blanca se muestra salvaje, su poder va en aumento, es dueña de todo, principalmente de mi vida. Hace trizas el vestido con una cadencia extremadamente cuidadosa, va develando todos sus arcanos, hasta que se queda sólo en su sostén y sus ligueros que sostienen esas medías negras, y sus zapatos de tacón. Y cada vez que Cerati alude a florecer mirándote a los ojos ella me mira los míos, los traspasa, los toma en su corazón y los guarda como si fuesen canicas. Ella sabe, claro que escucho mis pensamientos, se roba el fuego de mis ojos y me anuncia que ella respeta el trato de no apagar los suyos jamás. La canción, aunque agresiva, no podría catalogarse más que romántica. Ese amor de balada no es real, son mentiras, está condicionado a un montón de chingaderas, y poco me importa si me doy a entender ante el mundo, sé que esto es real.

Se acerca y me besa en la boca, nos comemos la lengua largo rato y luego sonreímos. Sabemos que la filmación debe hacerse en la recámara, bajo la luz de nuestro candil.

Colocamos la cámara en una esquina y la ponemos. Me siento en el borde de la cama porque ella así me lo ha indicado con las manos. Casi siempre es ella la que lleva la batuta del inicio, y una vez a ritmo las cosas se hacen conforme lo dicta el ritmo violento de mi corazón. Me coloca en la orilla de la cama a manera que mi pene quede de cara a la cámara. Ella comienza a desabrochar mi camisa y se da cuenta del tatuaje, y así tuviera que haberme tardado diez horas en hacerlo, su mirada al encontrarlo vale cualquier esfuerzo, lo toca con sus manos, como si lo redibujara, luego me besa. El hecho de que la cámara esté registrándolo todo nos pone como que más estéticos, si de ordinario me recargo o me tiendo en la cama para recibir sus labios, ahora me encorvo a manera de verme guapo, ella igual, su peinado está pensado para que ningún cabello tape la visión de lo que su encantadora boquita sabe hacer, y así, mientras nos amamos sentimos, además del efecto del candil, la mirada fija de la cámara que escudriña cada uno de nuestros rincones, y ella parece estar dispuesta a que lo que se filme sea la más agresiva puta de la historia y yo el cabrón que la hace feliz. La cámara es un fisgón. Nuestro acto dura acaso una hora con todo y las mamadas. Es decir, relativamente poco, pues sabiendo como le gusta que le laman el coño, fácil aprovecho quince minutos de eso, y ella igual conmigo. Nos quedamos después dormidos, ya veremos la película en la mañana, pues la pila se termina poco después de filmar y tarda dos horas en cargarse. Sólo acordamos pasarlo a un vídeo VHS para conservarla.

En la mañana nos llevamos una decepción. Los bailes se ven con defectos de iluminación y muy lejanos, además no se escuchan bien las canciones. Como nuestra atención estaba en mirarnos, seguido le dábamos la espalda a la cámara, luego, en la recámara, la luz del candil estuvo inmejorable, pero la óptica fue desastrosa. Afortunadamente cuando me quitó la camisa ella estaba lo suficientemente de lado para captar hermosamente el detalle de su cara descubriendo el tatuaje, también estuvo correcto cuando me quita el pantalón y mi verga aparece tan oportuna como Robert De Niro en la entrega de los Oscares, parada, brillante y radiante, pero la mamada deliciosa de Andrea se redujo a un plano lateral. Ambos nos sorprendemos, - ¿A poco todo eso me cabe en la boca?- , - Boca y garganta- le aclaro. Se ve grotesco pero bello, se recibe el deseo, el placer, el gusto, pero visualmente no convence. Ella se cachondea de ver las escenas en que juego con su vulva, cuando estoy a punto de metérsela, ratos en los cuales si pareciera que la verga está demasiado grande, que resulta sorprendente que quepa entera dentro de su cuerpo engañoso, quien se la cojiera sabría que ese coño no es, por dentro, tan pequeño como luce por fuera. En las escenas en que yo le besé el coño casi se puede malinterpretar que es mi oreja la que la excita, pues tapa todo. Cuando estoy sobre de ella lo que más llama la atención es la planta de mi pié izquierdo, que parece habérsele pegado un papelillo, y además, los pies nunca lucen demasiado cachondos. Los míos como que aspiraban al placer con sus pulseras de cuero en los tobillos, pero los pies, al menos para nosotros, no calientan. La pose de perrito o sólo se veía su cara o sólo se veían nuestras nalgas. En general la cinta fue de tan baja factura que decidimos intentarlo de nuevo.

Las principales modificaciones serían que, por principio sacrificaríamos el punto de escuchar nuestras voces, el fondo musical lo editaríamos, al menos en las escenas de baile, acaso en las de sexo también valdría la pena doblarnos a nosotros mismos mediante la función de Karaooke de nuestro estéreo, además en las escenas de baile yo la filmaría a ella, girando en torno suyo o desde el punto que yo deseara, así el encanto sería nuevo, pues ella conocería que es lo que más me llamó la atención de su danza y al revez. Además colocaríamos espejos por doquier para tener una perspectiva más variada.

Y así se hizo. Repinté mi tatuaje y me vestí igual, pues lo que sea de cada quien, la escena en que ella descubrió mi tatuaje la guardaría no sólo en mi corazón, sino en vídeo, aunque luego no pudiéramos embonarla con el resto, la guardaría. Aunque por lo pronto, haríamos un esfuerzo por hacer un filme coherente. Ella llegó de nuevo con un vestido de papel idéntico, vestida igual, el peinado igual.

Las danzas fueron con las mismas canciones y estuvo estupendo, pues a través del lente se daba una dimensión distinta al baile, visualmente era más erótico, y ella como yo sentíamos un compromiso de seducirnos a través de la lente. Era excitante que el otro nos fisgoneara con tal descaro, tomando sólo la parte del cuerpo deseada. Ella hizo un poco más, comenzó a tocarse con tanta pasión que casi me vengo sólo de verla, y yo a mi vez, que esta ocasión fui el segundo número de la noche me desnudé un poco el sexo y lo presumí machistamente, lo que tuvo muy buen efecto.

Fuimos a la recámara y volvimos a cojer con la misma pasión e intensidad que la vez pasada, sólo que esta vez con más desvergüenza, conscientes de que si no salía bien ni modo. Me vine mucho más furiosamente que la vez anterior y toda mi piel se erizó como si la muerte hubiera posado su mano fría en mis vértebras, ella al sentir esto se corrió, un orgasmo más mental que físico.

Ahora que sí habíamos previsto lo de la pila vimos el video. Lo de la danza fue encantador, pero las escenas de cama fueron atroces. Ella no dijo nada, pero sintió urgencia por dormirse. Y con ello nos olvidaríamos de los videojuegos por un tiempo.

Yo de todas formas me di mi tiempo y casi al mes edité en VHS y con sonido estereofónico, al menos, las danzas. Quedaron preciosas, profesionales. Debería ser editor de películas calientes.

Pese a que mi actividad me permitiría cobrar cada que vendo, que es muy seguido, las políticas de la compañía establecen que todos los agentes cobremos igual que el resto de asalariados, los días 15 y 30, supongo que para tomar ventaja en casos de diferencias con la empresa o desavenencias. A mi no me afecta, hasta eso, sé tener éxito. Aunque a veces si es molesto, por ejemplo, tengo que surtir los víveres en día de quincena, que es cuando las tiendas de auto servicio están a reventar. Las que tienen mayor surtido y precios más bajos son también las que están más intransitables. En esta ocasión además llegamos un poco cerca del cierre, lo que hace que todo gire más deprisa. He de admitir que me da risa ir al súper en quincena, sólo para ver a las parejas. Las mujeres deseosas de comprar cosas inútiles y los pobres maridos con cara de amargura sin poder decirles que no. Además hay infinidad de mujeres en las tiendas, y de gran diversidad además, unas van hechas unas mamarrachas mientras que otras se engalanan con sus mejores trapos. Hay por ahí muchas muy buenas, con sus culos muy provocativos, buscándole problemas al mundo, mientras que otras van con el semblante que ya no calienta, las sobrinas van en pantalones cortos haciéndose las inocentes y parándole la verga a medio mundo, cuando no que por ahí se puede localizar a la veterana sexy que nunca falta o la divorciada que coquetea frente a la mismísima esposa frígida de los señores guapos. Todo es muy sexual aunque parezca que lo único que se va a hacer ahí es comprar. Me pongo a pensar. La mayoría de las señoras no sale nunca de sus casas, nunca enseñan al mundo esas ricas caderas que poseen y en muchos de los casos sus maridos ya no saben mirarlas con interés, aunque si se las cojen ya más por deber de la carne, han perdido esa manera de mirarlas y tocarse la bragueta al hacerlo. Es además muy arriesgado que las amas de casa salgan a cachondear a los vecinos, pues alguno de ellos podría tomárselo muy a pecho y querer algo más real que una simple "agachada inocente" que muestre un poco de tetas al barrer la acera. Entonces no tienen donde presumir lo que tienen. Ahí es donde se desemboca todo esto, tanto erotismo en los supermercados no habla sino de la represión que los coños mexicanos tienen para expresarse. Ya sé que las feministas gritarían ante mis pensamientos como si les echaran limón en una herida, pero casi juro que soy feminista, yo deseo lo mismo que ellas, que se liberen. Pero es entonces que ocurre todo, van a la tienda y del brazo de su marido van presumiendo el culo al mundo. Casualmente el único que no puede ver el culo de su mujer es el esposo, pues va justo a su lado y se vería mal si pegara su vista al culo de su mujer. Además, eso no evitaría que los demás viéramos el culo de su esposa.

En las oficinas de la tienda hay un letrero que dice, "RED DE SEGURIDAD, ESTRICTAMENTE PROHIBIDA LA ENTRADA A TODA PERSONA AJENA A ESTE DEPARTAMENTO" , y claro, la prohibición ha de radicar a que ahí dentro están los monitores de las cámaras de seguridad de toda la tienda, y los vigilantes han de estar jalándosela todo el tiempo sólo de ver tal diversidad de caras, piernas, tetas y traseros. Me distraigo un poco de mi abstracción para echar en el carrito un bote de miel y mirar a una morena que es el vivo ejemplo de lo que estoy pensando, ella se da cuenta que la miro y parece no importarle, incluso se le cae una estúpida mandarina al suelo y ella se empina como para querer recogerla y se le ven las tetas a través de su blusa y además se le levanta la falda a tal nivel que casi huelo el perfume de su chocho. Es irónico. Esta morena es una abierta provocación, o que digo, es una abierta provocación abierta de piernas. Pero si analizo bien, no me gusta, no dejaría de mirar a Andrea por mirarla a ella, es más, no lo haría con ninguna. Bajo el estante hay como veinte mandarinas y me imagino que ese mismo número de veces ha ocurrido la escena de la empinada. La morena se reincorpora y me mira como diciéndome que soy un fisgón, pero abajo, su coño hace una mueca parecida a unos labios que sonríen y me mandan un besito. La morena casi corre con su marido y le abraza como abraza la adúltera en el momento en que siente vergüenza. El tipo es guapo, y además cumple con un requisito más de los auto mercados, esto es casi una regla universal aquí: "LA LONGITUD Y GROSOR DE LA VERGA DE LOS HOMBRES ES PROPORCIONAL A LO LLENO QUE VA SU CARRITO".

Es una verdad. Coincide con los principios más básicos de supervivencia y preservación de la especie. Hay canciones abominables de cumbia en que un pobre perdedor metido a cantante reza "El te da dinero pero yo te ofrezco un corazón sincero" lo que nos dice que la tipa de la canción fue lista al elegir a un sujeto que la podrá mantener mejor, que no matará de hambre a sus hijos, cosa que era seguro a lado del cumbianchero que, en el peor de los casos, acabaría por proponerle cocinar a los niños para comérselos en tortilla, que es lo único para lo que le alcanzaría el dinero. Pienso esto porque no es raro ver que las compradoras más buenotas son las que van a lado de sujetos de carritos llenos de mercancía, es decir, que la tienen grande y ancha como el carrito. Entonces los hombres se van paseándose con los carritos cuando en verdad es como si trajeran la verga de fuera, presumiendo lo parada, grande, ancha, cabezona, venuda, peluda, aromática, duradera y rinconera que pueden llegar a tenerla. En tal caso no hay más que compadecer a los pobres infelices que llevan sus raquíticos carritos llenos de ofertas, de papel sanitario que se deshace en las manos, de queso ya medio rancio, de cloros sin marca, de jabones chafones, shampoo de esos que, con lo que compras uno bueno, puedes adquirir hasta 5 litros del otro, esa es una pista, ningún shampoo bueno viene en presentaciones de litro o más. Las mujeres de estos sujetos son las más putas, las que coquetean más descaradamente, las que en un descuido y botan al marido por incompetente y se fugarían con alguien que la tuviera más grande, alguien de carrito más lleno, alguien que tendría mayores comodidades, mejor casa, mejor auto. ¿Que puede indicar que el que está jodido en la vida no sea además un frustrado sexual?.

¿Porque esta morena que es justamente una exageración de carne me coqueteó tan peladamente si su marido la tiene bastante grande, a juzgar por su carrito?, la razón es seguramente que, si él la tiene grande yo la tengo descomunal, a juzgar por mi carrito. Ahí viene Andrea con un bulto de cosas más a engrosar mi verga, y es curioso, después de estar pensando tanto en ello, ver lo buena que se ve con esos pantalones ajustados y su blusa. En fin, me da por pensar que las reglas del auto descuento no nos rigen a ella y a mí, ello un poco con el secreto deseo de no admitir que la putedad del súper no ha infectado a mi mujer, aunque y si tales reglas nos rigen, seguro estoy de saber que hacer para recuperarla y conquistarla a toda costa. Hay una razón muy sencilla para llevar ventaja sobre cualquier hombre. A cualquiera que le preguntaran si daba la vida por esta mujer pensaría aunque fuera un poco, mientras que yo sin titubeo alguno llevo ese pensamiento como una de mis principales convicciones. Y que la tienda haga lo que quiera, a ser posible que diseñaran un gas cachondeante que convirtiera a todos en unas bestias cojelonas y se acabaran las frustraciones, y que la tienda se convirtiera en una megaorgía que hiciera temblar el planeta, y de ser posible después vendieran los videos. Pero ese día del gas, no quisiera estar yo dentro con Andrea, porque tal vez no me importe que la vieran si se trata de una orgía, pero nadie excepto yo la podría tocar, eso aunque ella me haya dicho en broma pero en serio que si alguna vez tuviera una amante ella me lo perdonaría, no tengo amantes porque no quiero dar derechos sobre el más perdido de sus cabellos.

La llevo a mi lado y los hombres la ven, pero nada temo. La dejo a ella con el carrito para ir a traer, desde el otro lado de la tienda unas croquetas para el gato de la vecina que nos encargaron y no nos dejaron qué darle de comer, una semana estarán fuera, y casi se me olvidan. Cuando vuelvo veo a lo lejos a Andrea acompañada de otra mujer, conforme me acerco me doy cuenta que está bastante buena, y además es simpática, clásico en las amigas de mi mujer. Muy bien maquillada y peinada, me mira con un brillo extraño, casi con avidez y Andrea nos presenta:

- Ella es Lulú, una amiga. Lulú, el es Josué.

- Mucho gusto- , dijo al extenderme su mano para saludarme, la tomé con fuerza, justo como siempre saludo y ella hizo un gesto de dolor suave. Me voltee y Andrea seguía platicando con ella de unos productos de belleza, luego Andrea se esfumó y nos dejó solos un segundo.

- ¿Qué dicen los seguros? ¿Dónde van a guardar tantos videos de coches chocados?

- No lo se.- Le dije un poco inquieto de que me mirara sin empacho, y que además el olor de su saliva me resultaba agradable. No lo podría saber ella. Aparecí como un acedo. Se reintegró Andrea afortunadamente, se despidieron y me despedí, contra toda costumbre mía, de beso en la mejilla. Me puse colorado y Andrea me dijo - Eres un niño-

- Nunca me acostumbro- repliqué.

Ya camino a casa ella sacó el tema de los videos, al preguntarme - ¿Alguna vez terminaremos ese video como dios manda?.

- Dios mandaría que no lo hiciéramos. Pero dime, ¿Tú quieres hacerlo?

- ¿Tu cómo lo ves?

- Horrible. Aunque déjame aclarar una cosa. Hacerlo no nos costaría nada, de hecho hacemos el amor con tal frecuencia que no tendría nada de inusual que lo intentáramos las veces que fuera, yo por mi parte encantado. Pero, a todo esto...Si, claro que lo haremos de nuevo. Yo me tatuaré y tú te comprarás el vestido y te arreglarás, es casi un rito, un rito agradable diría yo.

- Bueno, todo lo dejaré a tu decisión.

- A ver.-

- No me dejarás mentir que la parte que filmamos cada uno por separado quedó mucho mejor que aquellas en que dejamos a la cámara fija encima de la silla. Tanto así que la edición salió soberbia.

Mi mirada seguramente se puso un poco más dura al escuchar aquello, pues veía venir la "solución", pero esperé a oírsela decir. Ella como atenuante me colocó su mano sobre el brazo y me dijo, - Tal vez lo ideal sería que alguien nos filmase.-

Yo guardé silencio para que ella misma diera la respuesta, tal vez retractándose, considerando, pues yo tenía todavía que pensarlo, era una cosa en la cual no había puesto mi atención, en que alguien nos viese. Ella abundó - Sería mujer, nadie me verá, alguna amiga de confianza, el riesgo es mío-

- ¿Cuál riesgo si se puede saber?-

- Cualquier riesgo-

- Me suena un tanto improcedente que alguien me conozca a tu lado, tanto tú como yo tuvimos otras parejas, pero eso no valida nada, entre tú y yo no necesitamos testigos.

- Pero quedaría muy bien-

- ¿Y no te importa que me vean?-

- No-

- ¿No?

- No, de hecho, ya te han visto.

Orillé el coche y le dije - Explícame eso, no estoy enfurecido pero tampoco confortable, explícame al grano, cual es el plan, que pasa o pasará, no puedo negarme a tus deseos, sólo quisiera que estos fueran buenos para ti, que no se conviertan después en rencores.

- ¿Y porque habría de haber rencores, si no pasará nada?-

- Porque no conoces a las mujeres. Después ya imagino que me digas, la miraste, le sonreíste, en fin.

- Por eso yo te doy mi palabra de respetar el riesgo

- Volvamos al punto ¿Cómo que me han visto?

- Recuerdas a Lulú.

- ¿Que si la recuerdo? Si me la acabas de presentar.

- Bueno, ella es la estilista que me ha maquillado y hecho el peinado para todas esas veces, además es ella quien sabe hacer los vestidos de papel. Como sabrás los vestidos de papel se tienen que confeccionar sobre el cuerpo directamente y sólo sirven para destrozarse. Ella, que es mi estilista de siempre tenía la confianza para preguntarme acerca de lo que planeaba con el vestido, así que por presumir tal vez, le conté, ella me dijo de inmediato que le prestara la cámara...

- De ahí que la tomaras el jueves ante pasado...

- Si. Ella no me cobró nada, nunca me cobra. Pero hicimos un trato, yo le prestaría el video que tomara y ella me prestaría el que filmó con su esposo.

- ¿Y el cabrón de su esposo te iba a ver a ti desnuda en el video?- Pregunté encolerizado.

- ¡Claro que no!, ¿La viste tú a ella?

- No.-

- !Por supuesto que no¡ Somos muy amigas, el pacto que hicimos lo respetamos. No me preguntes acerca del marido, quiero que entiendas que es algo sin malicia, que la idea no es ver al marido, sino ver a la otra haciendo de todo, es algo como fraternal. No hay lesbianismo ahí, simplemente es gracioso ver a alguien que estimas mucho haciendo el amor, es algo bello.

- Supongo, gracioso y bello. O sea que ella me conoce en la cama y yo estúpido diciéndole "Mucho gusto", siendo que ella ya vio mis muecas, mi culo, mi verga.

- ¿Te avergüenza?

- No lo sé. Tal vez sólo me da pena-

- ¿Lo pensarás?

- ¿Para qué?, Siempre tienes la razón, en ti encomiendo mi espíritu, aunque espero no pase nada que después tengamos que lamentar.

- No pasará nada, todo quedará muy bien.

- Prométeme que ese video no será mostrado jamás, que será algo mío y tuyo.

- Prometido.

Esa noche me tarde más en hacerme el tatuaje, pues lo hice sumamente distraído, además ya me había hecho a la idea que nada malo pasaría y que era tonto ponerme tan susceptible por el hecho de que alguien nos filmara follando. Para miles de gentes eso es normal, no rompo reglas nuevas. Sin embargo era extraño saber que quien nos iba a filmar estuviera maquillando a mi mujer con la perspectiva de que la verá follando.

Llegaron Andrea y Lulú. Andrea bellísima, igual que siempre, y su amiga un poco apenada y fajada en una falda de tela floja y una blusa de algodón bastante bonita por cierto. Su apariencia era normal, mientras su marido no tiene ni idea de lo que su mujer es capaz de hacer por sus amigas, o por su amiga, pues tengo entendido que Andrea es su mejor amiga.

- Déjame darte las gracias por arreglarla tan hermosa cada vez- Aunque mi voz mental era la de un viejo tembleque, la que salía de mi boca era viril y agradable, total, si ya iba a hacer lo que iba a hacer, haría quedar muy bien a Andrea, que no le quedara duda de que su esposo es un tipazo, reafirmando que me admira.

Ella sonrió, cenamos bien y luego pasamos a nuestro asunto. Estábamos todos un tanto cohibidos. Lulú rompió el hielo, - Sé que no es fácil, traje por eso estas pastillas, son afrodisíacos naturales, desinhiben casi al instante.

- Es el colmo que vendas artículos naturistas para esto Lulú- Dijo Andrea con cara de niña.

- Bueno, no son precisamente pastillas para adelgazar, me las trajeron de Colombia, allá muchas drogas son legales...

- ¿Es droga?-

- No lo sé. Me las trajeron en un bote sin etiqueta, las vendo muy caras, nadie ha muerto ni nada con ellas. Lo que sé es que no me las pueden enviar por correo y éstas son las últimas dos que me quedan, tómenlas como una cortesía de mí para ustedes, para ti Andrea, que has sido una súper amiga mía.

Extendió la mano y nos dio dos pastillitas verdes, yo la olí y no olía a nada, aunque después pensé que eso era idiota, en mi vida he olido drogas, ¿Cómo saber luego si esa pastilla las contenía?, ¡Bah!, me la atragante. Esperé que Andrea consumiera la suya, pero esperó y dijo, - Pero Lulú, que detalle tan tierno. Sólo que te veo que tu eres la más nerviosa, comparte conmigo esta pastilla, al cabo nada malo pasará, sirve que te alegras un poco y dejas el nerviosismo, y necesitamos que la película quede súper.- Trozó la pastilla con los dientes y le dio la mitad.

La pastilla funcionaba de verdad, era como si se me hubiera metido el demonio de la lujuria en el pellejo, y aunado a la luz del candil aquello era dantesco. - ¿Yo que voy a hacer?- Preguntó Lulú.

- Enciende la cámara y ponte curiosa, imagínate que tienes que hacer un comercial de que el sexo es rico, y lo filmas, como si quisieras guardar para siempre este momento, eternizarlo. - Andrea había hablado.

Comenzó a desvestirme quitándome la camisa y besando cada línea del tatuaje, para luego chuparme las tetillas hasta causarme un dolor que bajo el efecto de la pastilla me supo delicioso. Yo entrecerraba los ojos, dejando espacio suficiente para ver lo que hacía Lulú. Tenía el ojo cerrado pero con el que tenía pegado a la cámara veía lo que le daba la gana. Andrea comenzó a quitarme el pantalón, dejándome en pura tanga, dejando ver que debajo de ésta se encerraba un enorme pene. Lulú se puso a nivel de mi sexo, muy cerca, tan cerca que una de sus piernas tocaba uno de mis tobillos, y esa pierna estaba caliente. Andrea desembarazó mi miembro de la tela y emergió una verga mucho más enorme que la que acostumbro tener, y con ella comenzó a golpearse los labios y las mejillas, mientras hacía esto le presumía a la cámara la verga que se iba a comer entera, la lamió en la cabeza y a todo lo largo, luego, lentamente la colocó en la entrada de su boca y deslizándose con maestría la empezó a engullir, hasta que lo hacía en forma y regularmente. Mamaba y miraba a los ojos a la cámara, sin perder de vista que detrás de la cámara estaba una mujer sola. Lulú caminaba alrededor nuestro y si no repliego mis brazos alcanzaría a tocarla. Andrea se bajó de la cama para mamármela en el suelo, ella de rodillas y yo tendido en la cama. Para tomarlo mejor, Lulú tuvo que subirse a la cama, la flexión que hacía para tomar el mejor ángulo hacía que la falda se le alzara un poco, entonces vi sus pantaletas completamente mojadas. Su respiración era no menos fuerte que la nuestra.

Me alcé y recosté en la cama a Andrea, de lado, y comencé a mamarle el coño con parsimonia, lo que se dice una buena mamada, luego el culo, luego otra vez la vulva, luego otra vez el culo. Tenía el diablo adentro. Le metí la lengua muy profundamente y ella se retorcía como una bandera. De rato me senté en la cama y comenzamos a jugar, ella amenazando que se sentaría en mi miembro y yo a que amenazaba entrar, cuando se deslizó hizo un grito dulcísimo, quedando envarada, y con todo el encanto del mundo acomodaba el culo como mejor se viera y Lulú aprovechaba ese empeño, luego la acosté y la tomé de diversas formas, con las piernas abiertas, con las piernas juntas, de lado sentados, luego a lo perro, Lulú con la cámara tomándolo todo, ya se había sacado sangre de los labios de tanto mordérselos. Cuando me vine tuve que hacer algo que iba en contra de mi voluntad, ya que nada me apasiona más que venirme en la matriz misma de Andrea, lo que tuve que hacer fue sacármela para que se viera el chorro, ¡Y vaya que chorro!

Sería la pastilla, pero el pene no flaqueó pese a que me había venido, cosa que nunca pasa. Duró demasiado, a voluntad, pero una vez que me vengo comienza a decrecer irremediablemente y nada se puede hacer contra ello. En este caso eso no ocurrió. Siguió parada como soldado en desfile.

Andrea aún no se levantaba de la cama, apenas me besaba en medio de la lasitud, cuando Lulú dijo turbada,- Me voy- Apagó la cámara y la dejó en un sillón y se dispuso a salir.

Andrea dio un salto alcanzándola en la puerta de la recámara, el semen le escurrió desde la espalda al suelo. - Espera, no te sientes mal ¿Verdad?.

- No- dijo con una voz temblorosa

- ¿En serio?.-

- No. En serio. -

- Gracias-

- No. Gracias a ustedes, son los dos muy lindos.- Dijo casi con un suspiro. Eso causó una reacción profunda en Andrea, a quien no puedes herirla de mejor manera que diciéndole que es una ingrata. Contra todo pronóstico que pudiera yo hacer, Andrea la besó en la boca, y Lulú que estaba en medio de un celo incontrolable no encontró inconveniente en que la besara una mujer, por lo que respondió al beso como si la besara Don Juan. Andrea, no muy convencida de besarla así la tomó de las nalgas y fue a depositarlas ni más ni menos que en la verga parada más cercana, que era la mía.

El bramido que expulsó Lulú fue espectacular. Andrea fue y tomó la cámara, pero Lulú le dijo con voz de cordero que no, y dicho esto, dejó la cámara abajo del sillón y ella se sentó en el a ver.

Lo que vio fue a su amiga totalmente empalada por mi, ella daba de sentones con una furia descomunal, mientras que mi miembro estaba insensible, pero bien tieso, a tal forma que Andrea me miró con desagrado, pero no por que me la estuviera cogiendo, sino porque no lo hacía como acostumbraba, me hizo una seña con las manos que me decían "mas duro". Yo obedecí.

Voltee a Lulú a lo perro y la arremetí con una fuerza avasalladora, mientras con mis manos le abría las nalgas para verle el culo y como mi miembro se metía en aquellas caderas tan distintas de las de Andrea, luego la giré para poseerla de lado, estaba medio gordita pero no importaba, sus tetas eran excelentes, y mientras la poseía se las tocaba. La tendí y la hice mía en todas las formas en que conocía. Se la saqué un rato y me la chupó bastante bien, luego la volví a penetrar y Andrea se acercó a poner su mano en la intersección de nuestros cuerpos, me besaba en la boca a mí y con su mano me guiaba a meterle a buen ritmo mi cosa a su amiga. Luego quise tocar su mano y descubrí que uno de sus dedos lo tenía metido en el ano de Lulú, y así nos controlaba a los dos.

Este detalle se me hizo por demás extraño, pues en alguna ocasión nos hallábamos viendo una película pornográfica europea donde precisamente una de las damas que participaban en ella se metía un par de dedos en el ano y ella hizo un ademán de asco doloroso, para luego expresar "¿Como se mete los dos dedos, ha de ser dolorosísimo?", esa vez me dejó una inquietud oscura, por un lado me llamaba la atención que su rostro expresara asco, imagino que por asociar el ano con la suciedad del excremento, sin embargo me quedó la duda, pues de cierto esas actrices europeas han de tener más limpio el ano que la boca, después de todo me figuro que la práctica de lavativas ha de ser para ellas como lavarse la cara. Por otra parte me llamaba la atención que se refiriera a que "los dos dedos ha de ser dolorosísimo" pues esa observación sólo podría hacerla alguien que ya hubiera intentado meterse en el culo primero un dedo y luego el otro, es decir, para quien no lo hubiera intentado nunca la opinión sólo se dividiría en dos, o no te metes nada y no tiene por que dolerte, o te metes medio dedo, un dedo o dos dedos y te duele. Me quedó entonces la sospecha de que ella se tocaba y se metería quizá algún dedo en el culo. Ella desde luego no tendría porque ocultármelo, su cuerpo me encantaría de todas maneras. Tal vez pensó que sugerirme que se metía dedos podría darme ideas de querer metérsela por ahí, lo que si podría ser un poco motivo de miedo, dadas las dimensiones de mi palo.

Recuerdo que después de ver aquélla película estábamos muy calientes y nos aventamos un sexo de antología. Durante el acto yo le metí en su culo hinchado sólo la punta de uno de mis dedos y su reacción fue un enardecimiento nada accidental que reventó en uno de esos orgasmos que la ha dejado temblando como un perro chihuahua en medio de una tromba de agua y hielo. Lógico que vi su talante de no aceptar que lo que le había encantado era sentir la amenaza en su ano. Por eso dicha práctica no se repitió. Por eso ahora que encuentro su dedo, no sólo la puntita, sino medio dedo metido en su amiguita, me sorprende, no había tal asco, no sé, pudiera tratarse que con ese dedo le dijera a su amiga que era una puta, que ella lo sabía, o bien quería causarle un dolor amable, un castigo amable por aprovechada, el pago, quizá de algún mínimo gasto de recuperación por utilizarme como su matón. Una cosa si es segura, esta amiga no utiliza tanto este aparatito sexual, lo tiene tan estrecho y novato que eso también me sorprende. Andrea me hizo retirarme de la vulva y jaló mi pene justo en medio de las tetas de Lulú. Fue algo inteligente, pues era algo que nunca haría frente a ella, pues Andrea no tiene las tetas como para hacer eso sin batallar, por eso ella lo propició, y mojaba con su boca mi falo y las tetas de Lulú, luego no soporté, luego de dos horas de haber empezado con Lulú mi falo volvió a sentir, y sacando semen de no sé dónde bañó las tetas con suave esperma, los tres exhalamos. Era la una y medía. Lulú se quedó a dormir, entre nosotros.

El video quedó bastante bien, pero no nuestra relación. Seguido volvía la escena de la injusticia, al grado de que discutimos fuertemente, no sé ni por qué si el trato había sido demasiado justo, claro, ella había asumido el resto, pero se sentía en cierto modo aventajada. Los cambios los sentía correr por toda mi espina, en cada vértebra habitaba un miedo pavoroso, cada día lo hacíamos más mecánico, y pese a ello creo que sucedía algo maravillosamente peligroso, ella me atraía más y yo le atraía más, pero aparentemente era imposible aprovechar adecuadamente ese nuevo deseo, pues un despecho nacía. Esto hubiera sido motivo para que yo me sintiera terminalmente triste, pero nada de eso. Sabiamente quizá me explicaba la situación y veía todo como una enorme presa que se llenaba cada vez más y más de agua, y su compuerta se encontrara cerrada, entonces era mentira que no había agua, sino que esta se vendría encima de los alrededores, pero a manera de inundación. Un juego de palabras llevó a un mal entendido, y el resultado echó por tierra toda esa sabiduría con que pretendía explicarme mi predicamento. Todo se resume en lo siguiente:

- ¿Qué es la confianza?- Dije.

- Dímelo Tú-

- Yo confío en ti, es lo único que acierto a decir-

- ¿A si?, A ver llama a un amigo tuyo a que nos filme.

- No digas tonterías-

- No son tonterías para mí-

- Para mí si lo son-

- Si no le llamas a un amigo tuyo de verdad será tu peor tontería.

- Pues le llamaré-

Agarré el teléfono. Tal vez esa muerte que tantas veces temí esté más cerca de lo que pienso. No me importa si ella decide que quiere carne distinta de la mía, tiene derecho a ser feliz, pero ese derecho y mi vida no son compatibles, sólo se puede ejercer matándome. De todas formas, siento que es una exageración. Si dejo que me chantajee así, de todos modos ya no será lo mismo. Marco un número y en sus ojos aun brilla el fuego. Aún.

- ¿Bueno?-

- Samuel, te he elegido para una empresa que sólo puedo dejar en tu confianza, sólo a ti te lo pediría.

- ¿Peligroso?

- No para ti.

- ¿Excitante?

- Supongo que si. Cállate y ven a mi casa.

NATALIA DE NUEVO EN EL DIVAN

"Doctor, vengo porque desde hace días no controlo lo que siento. Usted sabe, siempre soñé con ser grande, con tener mucho dinero y ser famosa.

También soñaba con un Hombre.

Nunca le veía el rostro en mis sueños pero si oía su voz, y esa voz la he buscado tanto. Es una voz característica, modulada, pausada pero firme, siempre juré que al conocer al hombre que la tuviera me iba a dejar llevar al éxtasis por él, y no me importaría que fuera ajeno o mayor, sólo por su voz me iba a enamorar.

Pero sabe, lo conocí hace días y le tuve miedo, ¡Le tuve miedo, doctor!, no a él, a mí, a esta fuerza interior que me invadió y no pude controlar.

No era guapo, bueno, no el modelo tradicional, no era un vaquero de Marlboro o algo así, tampoco era un atleta, pero eso sí, feo no era, y sabe, no era gordo (Punto a su favor), pero en realidad no era lo importante, lo verdaderamente importante era que tenía la voz que yo había soñado, y que yo tantas veces en sueños había escuchado y con la que tanto me había hecho ilusiones.

Además de tener una voz indescriptible, hablaba muy bien, quiero decir, no hablaba boberías, ¡Ay Doctor!, ¡Pero si me dijo lo que yo quería oír!, Pero claro, sin haberlo anticipado o planeado. Al verme y comenzar la conversación con el socorrido tema del clima, "¡Que calor!", "¡Si, está insoportable!", me miró fijamente y me dijo que yo me parecía a una artista, hizo mención de la tristeza que emana de mis ojos y yo me sentí desfallecer, me llegó tan profundamente que yo fui presa del miedo y no tuve otra escapatoria que mentirle. ¡Si! ¡Le mentí!, ¡Le mentí!. Cuando quedamos de vernos en una futura ocasión, yo no le di un teléfono, le di una dirección que no era la mía.

No sabe doctor lo que sufro al pensar que ahora, en este preciso instante podría estar hablando con él, de lo que fuera, podría estar oyendo su voz, pero fui tan cobarde que me dejé llevar por el miedo, por la confusión y sobre todo por la pasión.

No sabe doctor que yo me arrepiento de haberle mentido, pues sé que él todavía me ha de estar buscando."

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Amantes de la irrealidad (01)

Lady Frankenstein

Expedientes secretos X (I)

El Reparador de vírgenes

Medias negras para una ópera de reims

Una gota y un dintel (II: La versión de Amanda)

Una gota y un dintel (III: La versión de Pablo)

Los pies de Zuleika

Una gota y un dintel (I)

Amar el odio (I)

Amar el odio (II)

Amar el odio (III)