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Arakarina (13: El cumpleaños)

en Grandes Series

ARAKARINA XIII

EL CUMPLEAÑOS

 

XVIII

ELLAS DOS

No se si fue lo indicado haberlas dejado solas. Mara me recuerda un tanto a Fedra, bueno, casi todo me recuerda a Fedra, pero esta mujer en especial me hace evocar su sentido del momento. Hay carteles cursis que dicen que vivas la vida como si se tratara del último día que la tuvieras, y otro más obsoleto que te sentencia diciendo, "en vida hermano, en vida", adornado además con retoques de religión de la que llaman carismática, sin embargo ninguno de ellos, por profundo que quiera parecer, refleja el verdadero sentido del momento. El momento es voraz, rapaz, no tiene contemplaciones. Y aunque el primer eslogan de vivir la vida como si se tratara de nuestro día postrero deja ver la naturaleza egoísta y efímera del momento, tal desesperación no es acorde con lo que yo entiendo como el momento, pues más bien debes de vivir como en realidad es, sin la amenaza de que este día sea el último ni imaginando que hay que hacer todo hoy porque nos acercamos a esa inmensa coladera que es la muerte. El hoy es el hoy, sin compromisos que huelan a legado, sin espíritu de compostura, vivimos en medida de la distancia que hayamos recorrido en la vida. Hay una canción que una vez escuché, que por cierto no gozó de fama por el hecho de que fue segundo lugar en un concurso, del cual tampoco el primer lugar tuvo fama, no obstante la canción me pareció genial porque en su línea final decía "Y si volviera a nacer, aquí estaría", más o menos me pasa eso a mí, no estoy donde debo ni donde quiero estar, sino que estoy donde estoy, manifestándome. Ya todo me parece un juego de palabras, lo cierto es que Fedra lo podría explicar mejor que yo.

Esta Mara me simpatiza de verdad. Seguro que es mucho menos despistada de lo que quiere aparentar. Sus ojos me reflejan un brillo muy oscuro que me gusta.

Me hace pensar en qué tan deseable puede resultar implicarse con los demás. De lo que le he escuchado, en su mundo figura gente de dos tipos, los salvadores, donde indefectiblemente se encuentra ella, y los salvados, entre los cuales se encuentran seguramente sus amigos. Es amante de los ritos, y eso puede ser un puente de entendimiento entre ella y yo. Por otro lado, y pese a que no es una niña, sus caderas, perfectamente herméticas y virginales no coinciden con esa mirada astuta que sólo poseen las mujeres que han probado ya el poder real de su cuerpo.

Regreso a casa y las encuentro plácidamente sentadas en los sillones. Mara muy formal, vestida aún con saco y cruzando una pierna sobre la otra, descansando la de encima y culminando con su pié puntiagudo, en una pose mucho, demasiado artística, casi un pié de ballet. Cruza uno de sus brazos, el izquierdo, por debajo de sus pechos, como si se tratara de un cinturón de seguridad de carne, mientras que su otro brazo, ceñida su muñeca en un brazalete muy exótico, se alzaba hasta su cara, la que cubría hasta la mitad con su palma. Muy simbólica su pose, muy elocuente. Podría haberse diseñado un nuevo tarot con toda la gama de figuras que adoptaba con su cuerpo. En eso se parece mucho a mí. Su expresión es muy gráfica, aunque mi gesto es más versátil por así decirlo que el de ella, eso sólo aplica al rostro, ya que mi cuerpo no comunica tanto como el de ella, que puede tomarse, según las personas ordinarias, como estrafalario.

Helena por su parte está sentada sobre sus nalgas. Aunque eso puede sentirse como algo obvio, hay que notar que está sobre sus nalgas pero no se recarga en el sillón, pues sus piernas están dobladas hacia arriba, juntas y rodillas al cielo, sujetándolas con sus dos brazos cruzados. Como si estuviera arrojándose un clavado con giro y en éste se hubiera quedado suspendida. Por otro lado, esa posición la encuentro un tanto agresiva, principalmente porque con las piernas así, las caderas se le ven más anchas, además por el corto con el que va vestida se le ve esa curva ligera y deliciosa en que las piernas dejan de serlo y pasan a ser nalgas, sugiriendo el calorcillo que ahí se encierra. Es agresiva porque una mujer con piernas abiertas es siempre una provocación. Yo parezco no ser el único en notar lo rico que sería dejar de platicar y darse a la tarea de comunicarnos de otra manera.

Sin embargo, y como parte del juego supongo, Helena me mira con su cara de la parte de niña que le queda, que además de ser muy convincente de su inocencia, estoy seguro no le abandonará jamás, pues es niña en su curiosidad y energía. Dice dos o tres cosas, pero no le escucho, estoy embelesado viendo su mirada que me encanta y absorbe completamente, ella se da cuenta de eso y le gusta mucho, por lo que sigue hablando en ese mismo acento, en ese mismo hechizo, y aunque ya es consciente y a propósito, no deja de ser tan válido.

- ¿Qué tienes pensado hacer para el cumpleaños de Helena?-

Helena frunció el entrecejo en señal de molestia por la inoportunidad de Mara, sin embargo, noté que le interesaba que se hablara del asunto. ¿Pero si ni sé cuándo celebra su nacimiento?

- No sé, en todo caso será sorpresa- Dije por esquivar el tema.

Los temas siguieron y nos sentimos muy a gusto. Mara es una excelente mediadora de pláticas, y ella misma es un río de charlas, las que no cesan. Me da la impresión de que en muchos de los casos miente, pero me da lo mismo.

La hora de acostarnos llegó, pues eran las cuatro con treinta de la mañana, y el sueño ya se dejaba sentir. Era una paradoja que Helena estuviera en cortos, pues hacía mas bien fresco en la sala. Era bastante tarde, por lo que era sumamente descortés que Mara se fuera a dormir a su casa, sobre todo por la flojera de trasladarse hasta dondequiera que ésta quede, pues de como la conocí sé que no le teme a la noche. Me da la impresión de que todos queríamos que no se fuese, es decir, Helena y yo, y que además ella no quería irse. Sin embargo, el dormir podría ser un problema, no por mí, sino por ellas.

De ordinario, y pese a que tengo una muy confortable cama tamaño King Size, Helena acostumbra dormir en el sillón de la sala, del cual ella dice "Es como estar en el vientre materno" por lo tibio y cómodo. Cuando lo dice me da por pensar que hace la referencia del vientre materno pensando en lo que éste debe ser, sin asociar dicho lugar con su propia madre, a la cual, sin que me lo haya dicho abiertamente, parece aborrecer, y el único resultado que tendríamos de meterla a ella de nuevo en el vientre materno sería que ella, como un alien voraz, destruyera las entrañas de su Mamá. El vientre materno.

El vientre materno

En una casa una mujer llora cada día porque lo que ella esperaba, lo que en sus sueños debería de ser su propia vida, no ocurrirá jamás. Cómo explicar que quiere con toda el alma a una personita que ni siquiera ha visto, a un niñito que encima viene ya no como producto del amor. Lo toca mucho, está dentro de su vientre, le habla y le dice que las cosas serán muy difíciles, pero que no se arrepiente de tenerlo. Que sin embargo está cansada de no sentir amor desde ninguna parte, mientras que el niño no comprende que él no puede todavía dar amor, que en su condición más bien ocupa que se lo brinden. Ella le canta, le dice que ya no tiene nada en esta vida, sino a él, y que pronto dejará de tenerlo. Esa mujer no cree ya en el estado de las cosas. Siempre apegada al orden, al rumbo marcado de por vida, en el citadino destino. "Eres un espíritu fuerte" dice su canción.

Mientras, espero el momento en que todo esto termine, en que podamos encontrarnos cara a cara, y mirarnos, estableciendo un pacto sin nombre, tal cual debe ser un pacto irrompible. Sin embargo el pacto no se celebra nunca, ni el niño pudo ver de su madre los ojos, pues él no tenía vista, ese él que soy"

No obstante que se acuesta en la sala, la cosa cambió esta vez. Primeramente, Mara confesó no haberse dormido nunca con nadie. No con el afán de evitar hacerlo ahora, sino para que le explicáramos como es que se duerme con otra gente. "La gente se comunica aun dormida" fue lo que balbuceó. Puse cara de erudito entrevistado para disminuir el impacto de lo que sea que dijera y expresé, así sonaría a bromista, comenté - No hay explicación para esto, sencillamente te duermes y ya, se supone que eso hacemos diariamente, y las explicaciones de cómo hacerlo solo vienen al caso si se pretende hacer el amor o acostarse juntos pero no dormir.

La escena fue linda, aunque tensa. Entre Helena y Mara existe una sutil complicidad que es tan fuerte y radical como lo es su rivalidad. Por esto cuando Mara dijo que sentía que ella cabía en la cama de la recámara, que en realidad no es tal porque en la casa casi ni hay muros y puede verse de la recámara a la sala y de la sala a la cocina, ya que es de hecho como un gran terreno rodeado de muros, techo y ventanas, y los escasos muros que separan una parte de otra no son de concreto, sino estructuras de forja que hacen accesible todos los lugares. Cuando dijo eso, Helena dio un brinco diciendo que ella se acostaría esta vez en mi cama también, y no sólo eso, se quitó el corto y quedó en un breve calzoncito de algodón blanco que dejaba a la vista la fortaleza de los músculos de sus caderas, se puso unas calcetas rojas y se las arremangó hasta los tobillos, y se puso un suéter color negro que estaba encima del buró, éste de mi propiedad y sucio, es decir, no sucio, sino impregnado de el aroma de mi loción e inclusive de mi propia persona. Éste acto me agradó en sobremanera tanto como me preocupó, pues por un lado mi suéter es como si yo mismo la cubriera del frío con mis brazos, sin embargo, qué necesidad de demostrar que se duerme en pantaletas; si lo hiciera siempre no me sentiría tan extrañado, pero nunca lo hace, y si lo hace justamente ahora, el motivo no soy yo, es Mara. No lo esperaba de ella. Nunca había cedido a esa costumbre suya de dormir en el sofá, y para hacerlo tenía sus propias pijamas, y aunque por no haber muros se entiende que difícilmente podemos cambiarnos de ropa sin vernos las prendas intimas, nunca se había visto que quisiera andar en ropa interior, además no se ponía mi ropa, y esta vez se enfundaba en mi suéter. Por otra parte Mara comenzaba a quitarse el saco y la corbata.

Tuve que avanzar rumbo al calentador para subirle al gas, pues intuí que ambas quedarían bastante desvestidas. Suponiendo que quisieran impresionarse entre ellas mismas, el único inocente era yo, pues no sólo platicaban cosas más intrépidas cada vez, sino se esforzaban por demostrar lo agradables que eran, y de vez en cuando se atendían la una a la otra, lo que convertía aquello en algo no sólo disfrutable, sino divertido y confortable.

Helena podía estar en calzones, después de todo era mi hermana, aunque afortunadamente no, pues con su imagen de colegiala precoz y con su cuerpazo, no pretendí ni de broma contener esa sana erección que se dio de manera silvestre. Mara mientras tanto fue desarrollando un velado striptease; después de la corbata y el saco cayeron la camisa y los pantalones, "también acostumbro dormir cómoda" dijo Mara al doblar con dedicación casi ritual sus pantalones y camisa. Su cuerpo era más modesto que el de Helena, aunque era perfecto por donde se le viese, sus piernas eran, al igual que el resto de su cuerpo, muy blancas, estilizadas por el ejercicio, las cuales venían a florecer en unas caderas breves pero bellas, con sus nalgas duras como las piernas, con su forma alzada, respingada, mientras que en la área de su sexo se miraba la ausencia de pancita, y la única protuberancia a distinguir era un cerrito que, debajo del calzón de encaje negro, formaba su selva de vello. Surgía desde luego un abdomen plano y remarcado, sus costillas cubiertas por la piel y carne suficientes para que no dieran un aspecto raquítico, mientras que sus pequeños pechos eran dos cúpulas de catedral sin caída que se hallaban fijas a su tórax, sus clavículas se veían más desnudas que desnudas, y el tirante de su sostén, también de encaje y negro, le cubría la cicatriz del hombro.

Me he de haber quedado mirándola muy fijamente para detectar todos estos detalles. No me resulta fatídico o sobrenatural si lo hice, pero me di cuenta de ello por el brillo de su mirada que delataba complicidad con semejante exposición, mientras que Helena miraba a ella, luego a mi, luego a ella. Supuse que se quitaría el suéter para sacar ventaja en aquello que superaba a Mara, pero, pese a que lo amenazó con los ojos, a fin de cuentas no lo hizo.

Me miraba entonces a mi mismo, recién rehabilitado de la golpiza, sintiéndome muy en forma y con este par de mujeres con las cuales había pasado una velada deliciosa, éstas a punto de encontrarse absolutamente desnudas, simpatizándose entre ellas, simpatizándome ellas a mí, y yo simpatizándole a las dos. ¿Qué nos detenía? No lo sé. Los tres temblábamos. Era el calentador.

Yo seguí con mi ropa, de hecho no me desvestí.

- ¿Que tal si nos tapas y nos cuentas un cuento?- Dijo Helena.

- Me parece ideal- completó Mara - y parece que aquí estamos ante la presencia de una mayoría de votos.

¿Que podría yo hacer?. Sintiendo dolor por el espectáculo que dejaría de ver fui por una colcha. Sin embargo comencé a sentir una sensación nueva hasta ahora. Me sentí momentáneamente como un árbol bueno y generoso, que con sus abundantes hojas cubre del sol a los chiquillos que juegan bajo suyo, trepándose en su tronco, colocando columpios en mis ramas. Pero lo más trascendente, ¡Me sentí Bueno!, yo que no distingo entre bien y mal, y que todo se me clasifica entre lo callado y lo revelado, lo amado, lo odiado, lo ignorado, lo nuestro y lo perdido. Rumbo por la colcha me sentí bueno, buena gente, no por amor, ni sexo, ni por un sentimiento paternal. Sino porque era bueno.

Reviro ya con la colcha en las manos y me encuentro con que están jugando a la gimnasia mientras acaban de sonar en el reloj las cinco. Están con las caderas en el aire, abriendo y cerrando sus piernas, como si fuesen dos gigantescas antenas dirigidas al espacio en busca de nuevas formas de vida inteligente, mientras, yo me consideraba una forma de vida inteligente y además pasional. Me vieron venir con la colcha y cesaron sus ejercicios fingiéndose automáticamente dormidas con una sonrisa en los labios. Llegué, las cubrí y me senté en un taburete que está cerca de la cama. Apagué la luz y sólo se veían sombras, el sueño llamaba a gritos, mientras bajo el cobertor estaban dos mujeres que sólo mostraban ahora su par de cabecillas con sus ojos abiertos y brillantes.

Les conté un cuento que en lo personal me gusta mucho, que es el del Principito y la Zorra, por la belleza de la narración y por el mensaje que en más de una vez me ha venido a resultar realidad.

Les narro con voz pausada, buscando los tonos que le den veracidad a mi cuento, les digo como se conocen el Principito y la Zorra, como ella le esquiva y le indica que para ser su amigo tiene que domesticarle, de como le explica que para domesticarle tiene que ser constante, de como aquello que domesticamos va siendo nuestro, cerrando el cuento les dije:

- De esta historia mucha gente ha querido ver que la moraleja es que las cosas más importantes no se ven con los ojos, sino con el corazón, cosa que vendría a refutar un ciego o alguien que lo fue. Sin embargo para mi lo importante es aquello que dice que nos volvemos responsables de aquellos a quienes amamos, sin que esta responsabilidad duela de ninguna manera, eso convertirá en únicos a nuestros amigos, y a nosotros frente a ellos. Y seremos uno mismo en muchos.-

Parece que estaban de acuerdo, pues aplaudieron bajito, y yo me paré del taburete dispuesto a ir a dormir al sillón, ya que dormir con ellas sería una tortura.

Ellas me pidieron un beso antes de dormir, por lo que me dirigí rumbo a lo que en la oscuridad reconocí como sus caras y besé a ambas en la boca, luego ellas se besaron, y todo fue muy dulce. A Helena nunca la había besado, aunque si abrazado la noche de la golpiza.

Me paré rumbo al sillón. Mara dijo, - ¿Porqué no te dejas domesticar?, eres la Zorra con menos convicción de huir que he visto en mi vida- y se hizo a un lado de la cama, Helena hacia el otro, sería inevitable ir a parar en medio de aquella belleza. Me acosté vestido en medio de esos cuerpos, sintiendo su calor, su perfume, su aparentemente inconsciente contacto. Entraron a roncar de inmediato, ambas tan dormidas, seguramente, que no se dieron cuenta que me abrazaron, que me pusieron las nalgas demasiado cerca, que sus caras dormidas le hablaban en aliento a mi boca, que sus piernas no encontraban inconveniente de amarrarse con las mías.

Cualquier experto pronosticaría una erección que pareciera en longitud y movimiento a una caña de pescar que acaba de atrapar un pez espada, sin embargo no había tal; mi espíritu entendía la ternura, entendía el candor. De nueva cuenta besé a cada una de ellas, obviamente en la boca, pero esta vez los besos fueron mejores, ligeramente más inmortales, con mayor amor. En teoría no se dieron cuenta del beso a la otra. Lo cierto es que después de ese beso por fin durmieron y yo también. Supe entonces que ese beso se los debía desde siempre.

Siempre sucede que las mujeres reaccionan tan impredeciblemente que los hombres ya deberían tener un catálogo de reacciones impredecibles y convertirlas en lo contrario, en predecibles. No me extrañó despertar y no encontrar por ningún sitio a Mara. El desayuno estaba preparado aunque frío, unos hot cakes con leche, mantequilla y todo eso que se acostumbra en los domingos de cada hogar casi televisivo (por alguna causa siempre que almuerzan devoran hot cakes, nunca huevos, nunca fruta, sino sólo hot cakes) Pero lo tierno era que en medio de toda la comida había un florero con una rosa, y había unos mantelitos muy simpáticos que debió traerlos no se de dónde, pues yo no los guardé y ella no daba la impresión de haberlos tenido ocultos en ningún sitio. En ese momento despertó Helena y se sorprendió al igual que yo al ver el almuerzo. Sin platicarlo nos esperamos cerca de una hora por si Mara había salido cerca y nos acompañara a almorzar, y viendo que no regresaba nos dispusimos a comer.

Pasó una cosa bastante rara. Mara no regresó, y comenzaron a correr días y días sin que supiéramos nada de ella. Mientras en casa las cosas volvieron a ser como antes, Helena provocativa y bella pero sin dar claras pautas de deseo, nuevamente dormimos separados pero esta vez yo en el sillón.

Mara volvió justo a la semana. Es decir, se fue un jueves y regresó otro jueves. No dio detalles de a dónde había ido, se entendía que cada quién podía ir a donde le plazca y que en efecto no había por que dar explicaciones a nadie. Sin embargo, cuando alguien te hace muy feliz y de repente desaparece, sientes como si existiera un compromiso de recibir las razones, no de ausentarse, sino de no hacernos felices. No había pensado yo en ello, pese a que en múltiples veces amé como nadie a muchas mujeres para no verles jamás, y es algo similar, aunque no igual, pues en muchos de los casos sólo les hacía el amor, sin dar luces de interesarme a su más cercano instante futuro. He cambiado, es definitivo, antes no acostumbraba necesitar.

Llegó muy tarde y casi sólo anunció que regresaba para dormir con nosotros, advirtió que por ser mañana el día del cumpleaños de Helena me la arrebataría.

El cumpleaños

- Soy excelente actuando- Dijo Mara con una mirada muy intensa. Eran las cinco y media de la mañana cuando me lo dijo, Virgilio estaba profundamente dormido, y no era para menos, nos habíamos abocado a patearle toda la santa noche. Yo me levanté y ella me pidió que me levantara. Lo hice.

Imaginé que me abrazaría por ser mi cumpleaños, pero en cambio me otorgó un grupo de barajas muy extrañas, casi como un tarot nunca visto, raro, estilizado, penetrante e íntimo y me ordenó que lo barajara. Lo hice y luego ella lo tomó haciendo un abanico español, lo jugó como una bailaora y lo puso sobre su rostro dejando sus ojos por encima, mirando y seduciendo, lo extendió frente a mí y me dijo, - Elige con quien pasarás el día de hoy- me dio un tanto de ansiedad por ser tan temprano, por no recibir el abrazo, por hallarme a expensas de un tarot tan de mañana y dispuesta a sortearme el destino de este día. Elegí.

- Tu padre- dijo, y sonrió amable.

Entonces si procedió a abrazarme, y fue como si sus músculos se hubiesen tornado más fuertes, sus manos hubieran ganado en grosor, su aroma cambiado, incluso su mirada, su sonrisa. Me tomó con tal candor que por un momento me sentí amada, protegida, justo como me sentía en brazos del padre que aparecía en mis sueños míticos, y me dio tanta nostalgia que comencé a llorar, sé que no de alegría. Lloré de imaginar que aquello era real, que después de tanto buscarle le encontraba y éste me abrazaba así. El abrazo fue tal que sentí claramente que estaba asimilada a su cuerpo, sintiendo como si un miembro viril empezara a esparcir el semen caliente en la matriz y se hiciera contacto inmediato con el óvulo sagrado, y en ese toque mágico que es además incandescente y eléctrico, se casara el cosmos con la nada y juntos decidieran permitir la vida, y esa sensación que quemaba deliciosamente se hacía presente en cada parte en que ella tenía ese inocente contacto con mi cuerpo. Al separarnos sentí salud, como si le hubiera contado de mi vida, como si a ella sin importarle lo que yo fuera o sintiera me aceptara.

Se separó de mi y me miró. Me dio la indicación de que me bañara, rápido, que el día era muy pequeño. Me bañé pensando en la buena suerte que era haber empezado este cumpleaños tan temprano. Me emocioné sólo de pensar que ella, especialmente Mara me dedicara un sentimiento tan temprano, Mara especialmente.

Salí de la ducha y me vestí con una falda muy pequeña y una blusa con mangas largas y cuello de tortuga. Mis zapatos toscos, negros, agresivos. Ella tenía ya el desayuno, café, molletes, jugo de naranja, fruta, un poco de huevo con tocino y pan, jugo de uva también. Llevó los platos hasta la mesita enana de la sala y propuso comiéramos como los japoneses, sentados en el suelo. Almorzamos muy frescamente y ella hablaba del amanecer, y sé que al decir amanecer no se refería al romance que viven a diario sol y horizonte, sino a ese parto que debe entenderse que existe ahí, donde el mundo vuelve a nacer en flor.

Escribió una nota para Virgilio que dormía como las pirámides y nos dispusimos a salir, eran las seis quince. Le pregunté a donde íbamos y no me contestó, aunque me di cuenta que el chofer del taxi se dirigía al aeropuerto.

Abordamos el avión de las siete treinta rumbo a la ciudad de México, ella me dijo que me enseñaría a volar, y aunque yo ya había tomado aviones antes, sé que ella había aprovechado la situación para decir de todo corazón que me enseñaría sin que esto sonara presuntuoso, yo sin embargo comprendí que se refería a volar volar, y tal idea me agradaba. Parece sin importancia, pero es infinitamente distinto volar sola que con compañía, de una u otra forma sabes que si el avión se fuera a pique tendrías a quien abrazar y besar en la boca mientras exhalas diciendo "Dios mío". Ella, vestida de varón, y sin embargo tan grácil, llamaba demasiado la atención. Yo con mi falda también, hacíamos una pareja explosiva de mujeres. Mirábamos las nubes y ella me invitaba a imaginar que no íbamos encerradas en ese aparatejo de hojalata, sino que íbamos por el viento libres, sintiendo la fatiga y el gozo de los pájaros, visualizando nuestros brazos repletos de alas, con sus ténsiles músculos, dando aspavientos, dirigiendo el pico al cielo y la mirada al vacío que culmina con la tierra, y me invitó a pensar porqué en éste caso, como en tantos otros el fin de los sueños y el fin del juego era precisamente la tierra. Parece raro, pero hice un esfuerzo real por imaginarme todo.

La hora de vuelo me transcurrió veloz. Un tipo le coqueteó a Mara y esta le correspondió, eso me dio un poco de coraje por que si estábamos ahí, quería entender, se debía a mi cumpleaños. Al bajar el tipo quiso continuar su juego y se encontró con una dama distinta, se encontró ya no con Mara, sino con esa mujer que ese día era mi padre, por lo que el sujeto terminó viéndose a sí mismo ridículo.

Me llevó en taxi hasta un hotel viejo que quedaba en el centro de la ciudad, si es que esta ciudad tiene un centro y no muchos. Frente a la alameda central. El hotel era el Hotel Marqués, sobreviviente de los terremotos y el cual es en sí mismo una nostalgia, con mil detalles de elegancia y distinción tan obsoletos que dejan entrever que alguna vez fue un paraíso de hotel y que ahora es ese mismo hotel pero a destiempo, sus fachadas de madera, los botones mecánicos de su ascensor anti digital, los postigos de sus ventanas que son de todo menos de aluminio, el aroma de sus cuartos, sus recámaras antiecológicas, llamando ecología hotelera a la rara condición que parece obligar a que los cuartos deban ser pequeñísimos para poblar menos planeta, con cama ancha y elavadorista adulador. Hay que decir que no es lo mismo el clima en México que en Monterrey, pues acá si hacía frío, y mi falda se convertía en un deseo urgente de enseñar, es decir había que tener verdaderas ganas de enseñar para enfriarse así.

Mara sacó del bolso de su saco un bote de crema que me unté en las piernas y el frío desapareció.

Dijo que me esperara en la habitación, que ella regresaría en una hora o menos, que no me preocupara. Tardó lo que dijo y pareció quedar en claro no había salido a la calle sólo a traerme ese vestido hermoso que llevaba en su brazo izquierdo, el cual no imagino dónde pudo comprarlo, pues cualquier tienda que pudiera venderlo estaría a esa hora cerrada, como digo, pareciera que aparte del vestido había robado a alguien un itinerario para mi cumpleaños.

Salimos del hotel y no soporte la curiosidad y terminé preguntándole - ¿Cómo fue que conseguiste ese vestido? Las tiendas estarán cerradas de seguro.-

- Hija querida, regularmente las confesiones son enemigas del encanto. De manera que por esta vez voy a alimentar tu curiosidad relatándote algo que inicialmente hubiera deseado callar, desde luego la respuesta no es gratis, pues de una u otra manera ocuparé esta respuesta para ilustrarte acerca del por qué una confesión es casi siempre el Némesis del encanto, de la magia. Así cuando tenga un secreto mayor, te diré que no te responderé, que ya habíamos hablado de ello. La verdad es que lo compré a una mujer que iba saliendo llorando del hotel, por su cara con un golpe ligero en el ojo me dio la impresión de que odiaba en ese momento, no fue difícil que lo vendiera. ¿Es hermoso, verdad?-

Honestamente si era muy bello, corto pero no tan extremista como mi anterior minifalda, de mangas largas, cuello alto y muy ceñido al cuello, con un enorme número ocho acostado, casi como la caricatura de un antifaz, de color negro que lucía profundo como un hoyo negro en medio de ese espacio rojo intenso que era el resto de la prenda. Para mi mala suerte no pudo comprarle los zapatos y las medias, por lo que para ello si tuvimos que esperar todavía una hora y media. No lo hicimos sentadas, sino que fuimos al Zócalo, corriendo casi, para ver el izamiento de la bandera nacional.

Yo no soy precisamente nacionalista, ella tampoco, pero valió para que ella hablara de la poca fe que tiene en los países cuando se ponen en armas, dio pauta a que se extendiera quejándose del poder brutal que un simio puede llegar a tener por el simple detalle de portar un arma, supe que odia los policías, los judiciales, los federales, los militares, los agentes y cualquier persona que base su poder en una pistola, percibí que la única fuente de poder reconocida por ella era una extraña versión del alma.

- Es la hora- dijo jalándome hacia dentro de un edificio - observa como se va a detener toda la vida para dar paso al formalismo.- Efectivamente se formó una baya que paralizó todo el tránsito de peatones, el itinerario era sacar la bandera de su aposento o ara, subirla en una especie de camilla y caminar hasta el centro del Zócalo, donde está el asta que señala el centro de México, como si ahí estuviese el corazón y el asta fuera un alfiler. El procedimiento a seguir se vio interrumpido por un detalle violento. Como dije, primero se saca la bandera de un ara y se coloca en una especie de camilla que requiere de cuatro hombres para conducirla al asta, ello dado el tamaño y peso de la bandera. Donde a uno de los soldados que sostenía esa camilla se le resbala de las manos, cayendo en un tropiezo ridículo, dejando que la bandera se desagazapara como una mujer modorra que alza el tórax preguntando ¿Dónde estoy? y de lo dormida cayera estúpidamente al suelo, así la bandera resbaló sin gracia. Más tardó el soldado en comprender lo que ocurría, intentando imaginar la causa de la caída de la bandera cuando le cayó en plena cara el cachazo de un rifle que le reventó la nariz, haciendo que el soldado no sólo pasara a arrastrarse, sino que lo hizo emitir un sonido seco a pesar de tanta humedad de sangre en su nariz, interpreté claramente ese ruido como el llanto de un soldado que tiene prohibido hacerlo en la manera tradicional, con buues y con ayyss, con lágrimas y todo, y que como hombre de acero y seguridad tenía que hacer un ruido que significara lo mismo que llorar, pero sin llorar. Dos soldados lo llevaron de los brazos hasta el interior de un cuarto y siento que no precisamente con la intención de curarlo. La ceremonia se retrasó acaso treinta segundos, la bandera no tocó suelo más de tres segundos, y rápido iba de nuevo, toda elegante camino al asta.

Mara miraba todo aquello con extrañeza, una vez terminado todo aquello nos pidieron que saliéramos de ahí, era en cierto modo lógico, pues Mara había comenzado a juguetear con el charquillo de sangre, tiñendo la punta de su zapato como si lo metiese en un tintero y anotando en el suelo "Mara ama a Helena".

Sonrió al ver la curiosidad de mi mirada y comenzó a contestar mis dudas, aunque con trampa, dijo - En teoría debería reprobar categóricamente la violencia que acabamos de ver. Sin embargo cada quien marca sus propias reglas. Tal vez ese soldado sí mereciera todo lo que le hicieron o lo que en este momento le continúen haciendo. Su disciplina es esa, probable y cargar la bandera es lo único que hace en todo el día, razón por la que es imperdonable que lo haga mal, es decir, vive para cargar la bandera y encima no lo hace bien, mientras otros soldados arriesgan la vida localizando plantíos de droga, rescatando gente de mil tonterías en que quedan atrapados, etc. Esas medidas sean tal vez excesivas para ti o para mí, pero no para él que escogió regirse por esas reglas. Hija mía, aprende eso, siempre está uno en medio de reglas, reglas que uno mismo ha elegido, no es accidental nadie que nos rodea, no es accidental nuestra condición, siempre es una condición para algo. Si algún día quieres cambiar tu forma de vivir, empieza por cambiar tus propias reglas, empieza por ordenarte a ti misma cosas distintas, reglas del mundo en que desees habitar, ese mundo correrá a buscarte.-

Mi mirada seguía igual de incisiva, pues en cierto modo no me importaba lo que le fuera a ocurrir al soldado, después de todo no me lo iba yo a llevar a casa para salvarlo de las atrocidades e idioteces de los códigos de raciocinio de la armada y su ley castrense o castrante, como se llame, no, mis ojos no preguntaban por ese soldadito de plomo, sino por lo que había escrito con el zapato. No porque me asustara su amor, total y nada me ocurre si ella me ama, además de que hay mil formas de amor, puede no ser romántico, sin embargo, si ella me iba a amar, yo quería saber más al respecto, necesitaba en verdad de amor, de cualquier tipo, por esto su potencial bromita de escribir con sangre que me ama (si eso en alguna circunstancia puede tomarse a la ligera) no me hacía gracia como broma, mas sin embargo me era importante como un asunto serio. Había ya olvidado la última vez que tuve una amiga, y debo reconocer que en mis ideas actuales la amiga del pasado no lo sería ni de chiste, ¿En realidad que le contaba yo de mi vida? que odiaba a mi madre, vaya novedad, ¿Qué me daba ella a mí? nada, era la sexta o séptima de sus amigas, y aquí lo que importa es ser la primera, la mejor amiga.

- Sé a que te refieres y te voy a pedir una tregua. Pregúntamelo al final del día, lo comprenderás mejor.- Yo asentí.

Llegamos a la Catedral y la husmeamos por todas partes. Mara me decía que este edificio era en especial representativo de lo que se ha hecho de la religión. El templo lleno de andamios para que no se caiga, sostenido por no se qué causas ajenas a la fe, mientras que Dios aparece tras las rejas inaccesible a la gente que desea acercarse a él, y lo que es peor, la gente inaccesible a Dios, del otro lado de las rejas, inabrazables, inamparables, inprotegibles. "Difícil será que nos ame un Dios que no es libre de tocarnos, de dormir con nosotros y calentarse con nuestros cuerpos sanamente, de preocuparse con nosotros al reconocer la fuerza oculta de las necesidades. No consiste en que Él nunca pida, de hecho es justo que lo haga. Su grandeza estriba en que siempre da mas, siempre y cuando lo dejen." Dijo.

Vimos muchas obras de arte religioso, todas ellas encerradas en una atmósfera lúgubre, nocturna aun de día, vimos el oro de manera más simple, y un Cristo bañado en sangre.

Salimos de ahí y era media mañana. Fuimos a ver Templo Mayor, el cual nos aburrió. hay una maqueta que nos dice que debajo de esta ciudad colonial que pisamos, de catedral y edificios, de Zócalo y demás, yacen las ruinas de una ciudad antigua, forjada en templos majestuosos, enormes avenidas, edificios estilizados, y sin embargo ya resultan tan históricas las ruinas subterráneas que los edificios de encima, por lo que no pueden derribar estos últimos para rescatar los primeros, y así, se condena a aquella ciudad a permanecer como está, en ruinas, y dejar así que la vida siga caminando por sobre de ella.

Sin embargo Mara me llevó a un sitio que se conoce como el Antiguo Colegio de San Idelfonso, donde se exhibía una colección denominada "Dioses del México antiguo", antes de entrar comenzó a caer una llovizna muy molesta, razón de más para apresurar el paso a ese lugar. En mi vestido rojo las dispersas gotitas hacían las veces de haber salpicado con sangre mi ropa, dando la apariencia de un torero recién cornado. A plena lluvia y corriendo en pos de la puerta del lugar se detuvo en un bebedero para lavarse las manos, no le dije nada ya que sus razones tendría para hacer una tontería así.

Antes de entrar me detuvo de cara a un muro muy viejo, a un metro de él y entre el muro y yo estaba ella, con una mirada de zorra que no le había visto nunca. Alzó sus manos, y las dirigió hacia mi rostro. Quise hacerme para atrás pero un gesto de su cara me pidió que no me moviera. Me quedé entonces quieta y sentí sus manos en mi cara, sus dedos pulgares quedaron cubriendo mis ojos mientras que la palma de su mano cubría enteramente mis mejillas, tocándome con las puntas de sus dedos las orejas. Dijo dos o tres cosas en un idioma extraño y sentí su aliento resonando en mi paladar, supuse que me besaría pero mi idea era equívoca.

De su saco extrajo una pulsera muy bonita de coral negro que parecía una raíz petrificada, abrasiva, obsesiva, tan dura que me extrañó que fuera coral común y corriente, me la colocó en la muñeca mientras alzó su propia mano mostrando que ella misma portaba una pulsera similar, aunque más delgada y exquisita.

Puso su mano en la señal que siempre le dibujan a Cristo y con sus dedos Índice y anular recorrió el ocho acostado que estaba plasmado en el vestido y asentado sobre mi busto, el cual rozaba suavemente, con ternura diría yo, mientras decía "Este símbolo no es un ocho, es el emblema de las secuencias sin final, es en magia el símbolo de la eternidad, cuando me recuerdes hazlo pensando en este símbolo. con ello habrías ganado una amiga eterna." Puso luego su mirada paternal y me dijo "entra". Entramos a la exposición y permanecimos dentro del lugar cerca de tres horas, pues me sorprendió lo mucho que sabía Mara de las culturas antiguas, y me maravillaba la forma en que lo correlacionaba con la magia en general, me hablo del infierno, el cielo y los cuatro puntos cardinales, me contó el origen del hombre según las religiones anteriores a la conquista, alabó el fuego conmigo y me hizo una muy personal interpretación de lo que el sacrificio humano era, "recuerda la historia del zorro que Virgilio contó, eso es sacrificio, hay quien piensa que el sacrificio es pasar por un sin fin de padeceres por alguien que ni siquiera lo merece, es sentir el pellizco de la vida, es recibir el pelotazo por otro, pero no, el origen de la palabra es sacro oficio, sacrificio, y el sacro oficio es entregarse a la plenitud y a la vida por los demás, no dar la vida por otro, lo que presupone la muerte, sino dar la vida, vivir, hacerse responsable de la intensidad, que es lo mismo que amar. Si no lo sabría yo. Una vez me leyeron el tarot y mi número fue el doce, es decir, el apostolado, el sujeto invertido con la pierna haciendo su cruz, cuyo oficio es el sacrificio. Antes había soñado que alguien me encargaba una pecera y yo dejaba libres los peces, y los peces son también símbolo de apostolado, recuerdas "serán pescadores de hombres", lo dijo Jesús", por un momento la reconocí como si se tratara de una sacerdotisa que se dignaba llevarme por los senderos del misterio, y la gente que aparte de nosotros asistía a la exposición parecía no existir, sólo ella y yo, siendo ella la maestra y yo la discípula, no por obligación, sino por humildad y necesidad, por admiración y por respeto.

Internamente aplaudía su majestad, la vi bien, era un buen padre, procuraba la cercanía, ninguna pregunta era tonta, todo era fuente de conocimiento, todo era la mirada dulce de un padre, viendo el reflejo de su paso por el infinito, dejando la estela maravillosa de la estirpe. "Mira las serpientes, son temibles por que cambian de piel, pero nadie entiende que para ellas eso de dejar atrás lo que no sirve es mejorar. Los antiguos lo sabían, aunque mucho se ha dicho de la serpiente, Kundalini le llaman".

Así recorrimos todo, lo más tenebroso fue entrar a la sección dedicada a la muerte, donde se puso realmente nostálgica, llorando la muerte que no llega, la crueldad de saberse seguramente muerta en el futuro, "Debo hacer los más pactos posibles" masculló. Salimos de ahí y ya hacía hambre, muy buena hambre.

Me llevó en metro a la zona rosa, y nos sentamos en un lugar donde atendían unas camareras que pese a que estaban enfundadas en unos vestiditos holandeses que les cubrían hasta los tobillos resultaban muy atractivas a los hombres que frecuentaban ese lugar, ellas con sus pechos reventando fuera de los escotes, y ellos con sus miembros reventando fuera de sus braguetas. La comida era bastante buena y salvo la cara de madame de la gerente todo estaba bien.

Acabamos llenas a tope y nos quedamos ahí un rato, tomándonos un café, pues seguido de la lluvia se había venido un calorcillo sospechoso, luego de nuevo el frío, y nosotras en el área del exterior del restaurante. Fue entonces que me di cuenta que estaba realmente cansada de mis piernas, sin saber había estado andando como un Caín perdido en el Vaticano.

No obstante seguimos en la zona rosa, me compró un vestido negro hermoso y ella se compró pañoletas de seda y un traje de hombre que le sentaba muy bien. El dependiente de la tienda se deshacía de pena al tomarle medidas y reconocer lo bien que se le veía el traje. Acostumbrado a decir "caballero, se le ve muy bien" no sabía que hacer cuando una mujer se enfundaba en un traje y le decía "¿como me lucen los pantalones?", igual y vendió una buena suma. Mara es una despreocupada a la hora de gastar.

Nos íbamos ya de la zona rosa cuando vi una sex shop y me causó curiosidad, aunque intenté disimular mientras vi su fachada no pude escapar de la mirada de Mara que en el acto me metió de un jalón.

Dentro no había una sola mujer, es decir cliente, pues las que atienden son mujeres, aunque van vestidas con los pants más congelantes que yo haya visto, tan ceñidos y vistosos como las piernas de un elefante africano en su época senil, con blusas deportivas que mas parecía que atendían un restaurante de hamburguesas que artículos sexuales.

Todos nos miraban, por lo que nos hicimos las cosmopolitas y comenzamos a fisgonear los artículos que ahí vendían, mirábamos las vergas de plástico, unas de ellas de sorprendente realismo, aunque imagino que nunca se sentiría la tibieza de una real, y el semen artificial que éstas arrojan no sería nunca electrizante como el verdadero. Miraba las virtudes de un súper vibrador, fue un tipo y no yo quien agarró una caja y se dirigió directo a la caja a pagar, se miraba normal, no parecía invertido como muchos de los que estaban en ese lugar. Berreó un poco cuando la cajera le informó que no tenía bolsas, lo que en el caso de este tipo de negocios resulta casi una buena razón para no comprar. Hermoso se iba a mirar este sujeto tan formal caminando por la calle con una verga de plástico bajo el brazo. exigió una bolsa y la cajera de a rato le trajo una, el tipo ya estaba bastante impaciente, pues quien entra y quien sale siempre curiosea a quien esté pagando algo, a ser posible mirar que es lo que compra, sonreír si es una verga de hule, humillante si es macho, de complicidad si se es gay, de burla si se es heterosexual. El hombre había tomado la caja casi furtivamente, su ideal era pagar velozmente y marcharse, si fuera posible sin ser visto por nadie, pero no ocurrió así.

Vendían alargadores de miembro (Le diré a Julio que se compre uno), tangas realmente simpáticas, vulvas y bocas, masturbadores para hombres e inclusive muñecas imitación Ginger Lynn (Le diré a Julio también).

En ese local los muros estaban llenos de películas, en un ambiente frío vendiendo cajas de calor, para lesbianas, para gays, para sadomasoquistas, para amantes de las orgías, para amantes de los fenómenos e inclusive variantes de lo más extrañas (Una que se llamaba Súper bizarre mostraba en la portada un sujeto con un pene de 18 pulgadas, vestido únicamente con una máscara para gases y explosiones nucleares, dispuesto a perforar a una mujer que era un alfiletero humano, con pelota en boca como si fuese un cerdo recién cocinado), además vendían látigos, y trajes de cuero ¡Hechos en León Guanajuato! seguramente a lado de una iglesia.

¿Y Mara? Por primera vez en el día era más cercana a mí, ya no siendo mi padre ni mi sacerdotisa, sino que era una muchacha nerviosa como cualquier otra, feliz de romper tabúes al estar mirando todo y cuanto vendían ahí. Claro que ahí ya no era mi padre, pues qué padre llevaría a su hija a un sitio de estos, una sacerdotisa menos.

Veíamos entrar y salir gente de un pasillo, así que investigamos. El procedimiento era el siguiente: Podías agarrar cualquier película de la tienda, la que más te llamara la atención, pagabas una cuota en la caja y ellos te asignaban un número de sala, eran salas sencillas, cabía apenas un sujeto, y una vez dentro oprimes el botón de iniciar y la película que elegiste comienza a correr.

Mara escogió una película "la actriz se parece a ti" fue todo lo que me dijo. Pasamos a verla. Supongo que en su mayoría son hombres los que acuden a ver pornografía, ya que los dueños del local no tienen empacho en colocar dentro de los cubículos una cajita de toallitas faciales, como sugiriendo una discreta masturbación, que dicho sea de paso, todos van a eso. Eso sí, no había botes de basura, por lo que intuyo que como una buena broma les obligan a guardar las toallitas usadas en las bolsas de los pantalones. Ya adentro no cabíamos muy bien, de hecho no se debe entrar de dos, nos acomodamos frente a frente, nuestros pechos se tocaban, nuestros vientres también.

Mara sonrió como una chiquilla al oprimir el botón de PLAY. Comenzó la cinta y yo ni siquiera había visto la cajita, aunque tuve que ser muy condescendiente para no enfadarme de veras ante la bromita. Pensé primeramente que era de mal gusto, aunque después le vi el lado amable. después de todo, si una actriz porno es idéntica a una en rostro y cuerpo es preferible saberlo, y por otro lado, es bueno saber que una puede ser la fantasía sexual de muchos hombres sin tener que dedicarte a eso. En este caso mi doble se llama Celeste, misma cara, mismas tetas y misma cadera. Lo malo es el morbo, es como si quedaras descubierta aunque seas distinta. Esta chica era voraz, experta comedora de carne masculina, todo parece una burla, como un juego de parentesco, pues el primero que la penetra es idéntico a Sergio Dalma y los que hacen la escena en que la tiran por delante y por detrás uno es casi Burt Reynolds mientras que el de por detrás es una mala imitación de Elvis Presley (Aunque dudo que Elvis tuviera un garrote tan incombustible como el que se cargaba este fulano), por último hay una escena en que parodian otra escena de otra película, en que la amiga Celeste va en su camarote privado en un tren de pasajeros, de esos que tienen ventanillas que se abren subiéndolas de arriba a abajo, la escena como que no es de la misma productora pues ésta es en 35mm. El cassete es un especial de Celeste, sólo para fanáticos de la mujer. Ese último corte es el mejor. Va en su camarote y entonces comienza a llover fuerte, ella se queda mirando hacia afuera, con una mirada dulce, enternecedora, con unos ojos que dejaban ver sentimientos, recuerdos, incluso nostalgias, el puro close up de su rostro, ella lleva un suéter color carmesí y una falda del mismo color, ambas prendas de lana, ella lleva una boina color crema, botas normales y altas, el mensaje es que hace relativamente frío, mientras en el pasillo hay un hombre apuesto que ora avanza y luego se retrae, hacen como un flashback en que ella tiene un contacto con él en la cafetería del tren, algo accidental que él quiere continuar, y ella también, pero no lo hacen, se miran a los ojos, se esquivan, y entre mensaje y mensaje, ella mirando la lluvia y él en el pasillo indeciso, luego flashback y así ya van seis minutos y medio, lo que en una película pornográfica suenan a aburrimiento pues siempre todo es pura folladera, pero a mí no me parece nada mala esta escena, es más, sólo por que sé que Kristof Kaylovski jamás filmaría pornografía no me atrevo a decir que él lo filmó, aunque debo pensar que es el homenaje que algún pornógrafo le quiso rendir. Maravilloso, y mejor aún, descubro que Celeste no solamente es la reina de las mamadas sino que actúa, verdaderamente actúa.

Paso siguiente ella siente el llamado de la lluvia e importándole poco que se moje su suéter carmesí abre la ventanilla y saca el torso por la ventana, quedando fuera del tren de cintura para afuera, arqueando su espalda como esas musas que adornaban las punteras de los barcos griegos, sus pechos ondean y su cara es de felicidad, de amor por la lluvia, sorprendentemente la escena es tomada desde afuera, perfecta fotografía, no es una producción barata como el resto del cassete en que filman en cualquier hotelucho con cámara de vídeo y gente atravesándose de vez en cuando si es que no aparece sobre los enamorados el micrófono que el asistente no es siquiera capaz de levantar lo suficiente para que no salga. No, Celeste va feliz a través de ese tren de 35mm. Mientras en el pasillo el hombre mira hacia adentro y ve las caderas que están bajo aquella falda. En un arrebato violento pasa al camarote y baja la ventanilla "prensando" de la cintura a Celeste, quien se zangolotea intentando escapar, mientras él escurre su mano hasta el sexo de ella, levanta la falda y la toca con vehemencia, pero sobre todo con adoración, la sujeta de la cintura sin dejar de tocarla, y ella en un jirón de cabeza, llena de lluvia, salvaje y libre no obstante, le reconoce, forcejea todavía un poco, él tan formal no se ha quitado ni el sombrero, serán los años treinta, lo dice el sombrero, la ropa y el tren, se inclina y le abre las piernas, y comienza a lamer su sexo, verdaderamente está bebiendo a Celeste, lo hace con maestría, ella no se resiste ya, pero tampoco desea meter su torso al tren, la lluvia le sienta bien así, el acercamiento a la boca de él y sexo de ella revela que no hay engaño, la besa con amor, el agua comienza ya a escurrir por las caderas de ella, el se pone detrás y desenfunda su miembro que no es descomunal, pero concuerda con el caballero que lo porta, y lo adentra en Celeste, lo clava de verdad, con fuerza, sin hacerse el supersexual, sin poner cara de estar montando una res, de estar jugando un vídeogame, sin cara de maraquero como los otros, no cerrando sus ojos y recargándose con abandono, sin amainar la fuerza de sus embistes, seguros, concisos, casi no la saca de ella, quiere estar muy adentro, de rato las nalgas de ella rebotan divinamente cada vez que el martillo de él le pega, es primitivo, pero es muy esencial, básico. Él ya extendió sus brazos hasta los pechos de ella, no se ven descubiertas, por fuera del tren se ve la mujer gozando con lluvia externa e interna, sólo se ve que le está magreando las tetas, no se ve, pero se intuye calidad en cómo se las agarra. ¡Estos cabrones lo están haciendo de verdad! Ella fuera de la ventanilla y mojándose no grita tonterías como "más", "adentro", "ábreme", "monstruo" sino que se dedica a sentir. Él se viene dentro, rugiendo, y ella con él. El hombre la saca y se marcha, furtivo como entró. La última escena es donde ella sube al café, con otro suéter, esta vez blanco, falda negra, esta vez se encuentran y comparten café, comparten charla, se termina cuando es muy de noche, no llueve ni nada, él la encamina al camarote, y ella como despedida abre la ventana y saca el torso, mirándole con el ardor que sólo muestran las mujeres enamoradas, luego se corta de fea manera la cinta con una secuencia de letritas y como fondo Celeste chupándosela a tres tipos. Durante los créditos suena idiota que anoten quien escribió el guión de cada corto que integró el vídeo, pues fue pura cojedera, es como si en un guión le instruccionáramos a un río que su agua corriera. Me sorprendió, la secuencia del tren la escribió la propia Celeste.

Pasando al mundo real, no percibimos lo calientes que estábamos, que el cubículo que carece de ventilación se hallaba denso y el cristal del televisor estaba empañado ligeramente, mientras nuestros cuerpos, sin llegar a la caricia, estaban pegados y muy cómodos uno con el otro. Lo que ella dijo me sorprendió:

- ¿Duele mucho ser penetrada?-

¡Por Dios, era virgen! Le dije que de inicio se supone que duele y luego gusta, que en mi caso no fue muy de ensueño mi primera vez, que de no haber sido por el sexo anal que a Julio le fascinaba, yo hubiera dicho que desde el principio gusta. Salimos de ahí, no sin comprar la película.

Fuimos a librerías, compramos chácharas y luego fuimos al Hotel a darnos un baño en la tina, luego descansamos.

Yo me bañe antes que Mara, ella sin prejuicio se metió al cuarto de baño, volteó la tapa del retrete y puso una toalla encima, no me miraba con malicia, de hecho platicaba amablemente, me nutría con su charla, con sus bromas, con su palabra que tendía siempre un puente entre lo cotidiano y los sentimientos, lo cual para ella era una misma cosa junto a la magia y la complicidad.

Tenía todo para pensar que ella era lesbiana. Pero no aprovechaba este momento de la tina, no decía que me tallaba la espalda ni nada de eso, además era virgen, además le puso cachonda la película, que si viste de hombre.

Después ella se metió a la tina y fui yo quien la amenizó desde el asiento retrete. Me ofrecí a tallarle la espalda, su cuerpo me pareció hermoso y perfecto, sus huesos delicados y su piel tersa, disfrutaba mi tacto, en veces sus poros se volvían en sí, y ella le atribuía tal reacción a la entrada de alguna corriente de aire, pero no había tal.

Terminé por definirla ni lesbiana, ni rara, sino sensible. Nos tendimos a dormir, ordenamos a la gerencia del hotel que nos despertaran a las siete de la noche, teníamos tres horas para dormir, luego teníamos una hora para vestirnos y estar listas para ir a la ópera, que era el último detalle que ella tenía preparado para mí.

Las colchas abrazaban delicioso y las horas pasaron volando, y la ópera pese a que me hizo llorar en muchas ocasiones, no fue de mi agrado, aunque siempre es interesante entrar al palacio de Bellas Artes, ver la gente. Al salir hacía una niebla cegadora que nos envolvió en pasado.

Tomamos un taxi, fuimos al aeropuerto, llegaríamos a Monterrey justo al sonar las campanadas que marcaran mi fin de cumpleaños.

Durante el vuelo Mara se durmió, yo en cambio estaba muy ocupada en pensar en el excelente día que me había hecho pasar esta mujer. Sólo bastó tener voluntad y vino a darme un cumpleaños muy distinto a todos los que había tenido hasta ahora, no precisamente porque se haya gastado más que nadie en mi, de hecho el anillo que me regaló Julio el cumpleaños pasado vale dos veces lo que gastamos en este viaje, sin embargo el anillo no vale nada para mí, de hecho debo venderlo. Apenas nos hemos visto tres veces y ya hace esto por mí. Le quiero, muy a mi forma pero eso está clarísimo.

Bajamos del avión, abordamos un taxi, guardamos silencio, el taxista queriéndose hacer el chistoso intenta sacar platica con reveses estúpidos, se queda con las palabras en la boca.

Llegamos a casa y Virgilio no estaba, según recuerdo él no me felicitó como es debido. Sobre la mesa principal está un gigantesco ramo de rosas, de este pende una nota que identifico de inmediato como las tarjetas que un pintor amigo de Julio elabora y vende a precios muy por encima de lo que realmente valen, pues son horribles.

"Mi amor. Vuelve porque sin ti he perdido orientación. Te amo, total y absolutamente, Julio."

Desde luego no hago caso a semejante necedad, pues la dedicatoria está redactada a pincel, y la frase "total y absolutamente" es una expresión común del pintor, lo que quiere decir que ni siquiera se trata de un sentimiento honesto, que ni eso pudo hacer. Es decir, le encargó al pintor que "le pusiera sentimiento".

Nos sentamos y sonó el reloj, mi reloj, pues Virgilio no los acostumbra, mi cumpleaños terminaba. Cansada físicamente, más no así de animo, me dijo Mara, - Espero la hayas pasado tan bien como yo-

- De eso no tengas duda. Aunque esto no termina todavía, queda pendiente una cosa...-

- ¿Deveras?-

- Sí-

- El charco de sangre-

Ella alzó las cejas como si se sorprendiera de que se lo estuviera preguntando, y permaneció callada por un instante, se quitó el saco y comenzó a decir - Estoy imaginando que tú realmente ya comprendes el sentido de lo que escribí con la sangre del soldado, siento que no precisas de explicaciones, pero si me la pides es más que todo porque quieres oírmelo decir, quieres que hable de ti, que describa lo maravillosa que eres. Es un hecho que yo siento amor por ti. ¿Tú me amas a mí?. Por favor no me contestes, sería muy comprometido y como lo acabo yo de mencionar no vale como espontáneo, aunque comprendería. ¿Te has preguntado por qué estas aquí? precisamente en casa de este hombre, a solas y platicando conmigo que en teoría debo ser considerada como una extraña apenas reconocible. Cualquiera te intentaría engañar y decirte "Es que somos de la misma naturaleza, de la misma estirpe, no podemos escaparnos jamás, no podemos eludirnos entre nosotros mismos", yo te desengaño y he de decirte que más bien eres contraria a nosotros y no por eso eres nuestra enemiga, al contrario, estas condenada a ser nuestra amiga y hermana por excelencia. No comprendes por qué Virgilio y yo te procuramos con un cuidado un tanto asfixiante, ¿Por qué te adora él que puede tener a la mujer que desee? Te voy a contar. A nosotros el amor nos gusta más como causa que como efecto, hay quien pone a prueba el amor, lo pone a prueba al no dar el acceso inmediato, al dar al tiempo la importancia de presentador oficial, al esperar en medio de la cautela para valorar si alguien es digno de nuestro amor, es decir, primero te trato, luego te conozco, luego confío en ti, y posteriormente, sólo después de ese proceso, es factible amar, entonces sí, por esa persona que ha conquistado tu amor harías lo que fuese, esfuerzos, detalles, sentirías, hasta entonces, a esa persona como parte de ti. En este caso el amor fue un efecto del trato, el amor fue condicionado. En el caso mío te vi y supe que te amaba, supe también que te tardarías en comprenderlo, que buscarías razones al por qué de mi amor y no podrías justificarlo de ninguna manera, te resultaría soberbiamente incomprensible. Es ahí que primero te ame, luego todo lo que hice y haré por ti será por amor, es entonces el amor la causa de esta amistad, de esta hermandad, de esta camaradería, y he de subrayar que me alegra haber descubierto que puedo amarte muy profundamente. Si para ti el día de hoy fue un día hermoso para mí lo fue más, porque aparte de estar contigo confirmé todas mis sospechas, aquellas que al verte me dijeron que mucho tienes que ver conmigo. Te preguntarás porqué hablo en plural, ¿Qué tiene que ver Virgilio en todo esto? te estarás preguntando. No lo sé, aunque sé que es un puente, es una hoja de un árbol, es una gota de lluvia, y a él también le amo, desde que entró a defenderme en aquella pelea, reconocí en sus ojos un llamado, y me importa un comino que él grite que lo tiene todo, de poco le sirve ese todo si necesita de ti y de mi, dicho de otra forma, contigo y conmigo lo tiene todo.

- ¿Y Fedra?-

- Fedra, te darás cuenta, es un mal necesario. Además, nunca juzgues el corazón de tu hermano.-

Nos quedamos mirando una a la otra, sonriendo, forjando una reja deseada, soplando aliento a la otra. - No me lo tomes a mal, Mara, pero me gustaría que me dejaras besarte-

Ella me miró a los ojos, palideció un poco, no dijo que sí pero alzó los labios. adelanté mi boca y con los ojos cerrados le di un beso lleno de amor, el cual fue bebido cabalmente según sentí en mi propia boca. Separamos nuestros dientes y nos mirábamos, seguíamos siendo las mismas de antes, pero aladas. Ella se rió como una niña y pronunció mi nombre en medio de una sonrisa y un susurro tan brillantes que si no fuera tan incomprensible, me rebelaría a escuchar mi nombre de otra manera

- Me voy- dijo ella.

Quise detenerla, pero vi que en verdad quería marcharse, así que no la detuve. Sin embargo, antes de que cruzara el umbral de la puerta le dije - Mara...- se irguió toda ella al escuchar su nombre - debo decirte que no soy hermana de Virgilio-

Ella esbozó una mueca de complacencia para luego abrir sus ojos en sol y aclarar -Yo en cambio debo decirte que mi nombre no es Mara, sino Arakarina, es difícil aprenderlo a los mortales, por eso mismo no se los enseño, pero a ti te será un nombre tan familiar que un día llegaras a pensar que es tu corazón quien se llama así-

-No te vayas.- Me traicioné.

-Debo irme.- Contestó

-Hazme feliz una vez más, cuéntame algo, un chiste, una anécdota, un cuento, quiero dormir pensando en lo que me cuentes.

Un cuento.

Había una vez un pájaro que lamentaba cada día el ser tan pequeño, miraba el cielo y este le abrumaba por lo inmenso, veía los árboles y le dolía en la piel su fragilidad. Le causaba pesar ser tan vulnerable. Cierto día, sobrevolaba los campos en forma divertida, esquivando ramas, escuchando el ruido de los demás animales. De repente, lo que escuchó le congeló la sangre, pues oía el ruido del silencio, la quietud, los insectos callaron, los conejos se ocultaron, los demás pájaros cerraron sus picos y dejaron de aletear para no emitir sonido alguno. Él sabía que pocas cosas eran capaces de provocar tal silencio, y una de ellas era el miedo.

En efecto, a pleno vuelo dejó de jugar y comenzó a voltear a todos lados. Al mirar atrás advirtió que el miedo había encarnado en un inmenso halcón que se dirigía justo en dirección suya.

Impotente chilló y emprendió un vuelo veloz en dirección de los árboles, más sin embargo sus pequeñas alas no eran competencia alguna para las enormes alas del halcón. Se sabía muerto. Sin fe se dirigió a un árbol dispuesto a estrellarse y evitar ser consciente de cómo le devoraban las entrañas.

Para su sorpresa, antes de chocar, el enorme árbol que había elegido de lápida extendió dos de sus ramas y con éstas se abrió el pecho, es decir su tronco, para luego cubrir el nicho recién formado con sus ramas.

El halcón sorprendido intentó hurgar al interior de la pequeña cueva, pero era imposible llegar hasta dónde estaba el pajarillo. El halcón se fue.

Dentro, el pajarillo yacía exhausto, respirando con dificultad, temblando de cansancio. "¿Por qué me salvaste?" preguntó, "¿Acaso no me como yo tus frutos?".

"No lo sabes" dijo el árbol "pero comiendo de mí tu me salvas a mí"

"¿Eso cómo puede ser?", inquirió el pajarillo, "si yo soy pequeño y frágil, mientras tu eres majestuoso y fuerte"

El árbol lo miró despacio y le indicó, "Debes saber que sólo somos diferentes, en veces yo cambiaría mi tamaño y mi savia por poder volar como tú, por tener movilidad, en veces veo la paz que eres capaz de sentir por el hecho de estar dentro de mi nicho, protegido, a salvo, en esos momentos desearía ser un pajarillo. Yo nunca estoy a salvo, siempre estoy expuesto, es casi como una obligación por ser fuerte, y no siempre quiero ser el fuerte"

"Entiendo" dijo el pajarillo, "ojalá hubiera una manera en que ambos pudiéramos sencillamente ser el bosque, y no sólo pájaro, y no sólo árbol. Yo puedo, si quieres, regresar una y otra vez a este nicho que amablemente me extiendes, y dejar de volar por un rato para contarte lo que me hubiera ocurrido durante el día, así yo me sentiré seguro, y tu vivirás más allá de ti mismo, justo a donde quiera que mis alas puedan llegar y mis ojos alcancen a ver"

El espíritu del bosque, que oía todo lo que se decía en aquel espacio, escuchaba con atención la charla que sostenían el pájaro y el árbol, y los encontró tan unidos que decidió darles un don, como premio al acto de amor que estaban realizando.

De esta manera, acudió el espíritu del bosque y les habló diciéndoles "veo con agrado que tu árbol aceptas el pájaro que llevas dentro, y tu pájaro abrazas el árbol que fluye en tu ser, y gracias a que han comprendido la unión del bosque, el amor del bosque, yo los premio para que sean más de lo que son, para que sean aquello de que sean capaces de comprometerse, por lo tanto, tu árbol, sentirás lo que el pajarillo siente, el viento en sus alas, la belleza interna que provoque su canto, verás lo que sus ojos vean, mientras que tú, tendrás tu corazón en un eterno nicho, y éste te hará invisible de tus enemigos, sentirás en los rayos de sol el alimento, echarás raíces en el alma."

Y así, ambos comprendieron lo hermoso que es ser más allá de uno mismo, ser en los otros, ser los otros, ser amor en los otros, por los otros, de los otros.

Mara, o Arakarina, quedó en silencio. Comprendí que el cuento narrado lo acababa de inventar ahí mismo. Le iba a decir algo, pero no lo hice en parte porque estaba atónita y además porque con su dedo índice sobre los labios me dijo - Shhhhhh- Comprendí un tesoro interior, y me dormí jugando a ser el pájaro y el árbol, a ser ella y ser yo, a ser la unidad del bosque, a ser amor.

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Arakarina (25: El tren de Sara)

Arakarina (26: Breve caleidoscopio)

Arakarina (24:Cuatro razones para cerrar los ojos)

Arakarina (23: La balada de Andrea)

Arakarina (22: La revolución de Samuel)

Arakarina (21: La balada de Samuel y Andrea)

Arakarina (20: El bar y Samuel)

Arakarina (18: Las bodas)

Arakarina (19: Los chicos de la secta)

Arakarina (16: Sara)

Arakarina (17: La mano de la novia)

Arakarina (15: Geografía de una secta)

Arakarina (14: Un rito para Arakarina)

Arakarina (11: Nueva piedad)

Arakarina (12: Gatos)

Arakarina (09: La entrevista)

Arakarina (10: El anillo tatuado)

Arakarina (08: El vientre cálido de un hogar)

Arakarina (07: El artefacto)

Arakarina (06: Arakarina)

Arakarina (05: La fundación de Atenas)

Arakarina (04: Un pintor a oscuras)

Medias negras para una ópera de reims

Arakarina (03: Ella se casa)

Arakarina (02: La búsqueda de un pintor)

Infieles (7: El final según Cornelio)

Arakarina (01: Una chica cualquiera)

Infieles (6: El final según sonia)

Infieles (5: El final según el inspector)

Infieles (4: El arte de ser atrapado)

Infieles (3)

Infieles (2)

Infieles (1)

Radicales y libres 1998 (4)

Radicales y libres 1998 (3)

Radicales y libres 1998 (2)

Radicales y libres 1998

El Ansia

La bruja Andrómeda (I)

El ombligo de Zuleika (II)

El ombligo de Zuleika (I)

La bruja Andrómeda (II)

Tres generaciones

Mírame y no me toques (VIII - Final: Red para dos)

Mírame y no me toques (VII:Trapecio para la novia)

Mírame y no me toques (VI: Nuevas Historias)

Mírame y no me toques (V: El Casting)

Mírame y no me toques (IV: Los ojos de Angélica)

Mirame y no me toques (II: Puentes oculares)

Mirame y no me toques (III: Un abismo)

Mirame y no me toques (I: Los ojos de Claudio)

La verdad sobre perros y gatas

Amantes de la irrealidad (07 - Final)

Amantes de la irrealidad (06)

Amantes de la irrealidad (05)

Amantes de la irrealidad (04)

Amantes de la irrealidad (03)

Amantes de la irrealidad (02)

Clowns

Expedientes secretos X (II)

Noche de brujas

Día de muertos

Amantes de la irrealidad (01)

Lady Frankenstein

Expedientes secretos X (I)

El Reparador de vírgenes

Medias negras para una ópera de reims

Una gota y un dintel (II: La versión de Amanda)

Una gota y un dintel (III: La versión de Pablo)

Los pies de Zuleika

Una gota y un dintel (I)

Amar el odio (I)

Amar el odio (II)

Amar el odio (III)