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Arakarina (15: Geografía de una secta)

en Grandes Series

ARAKARINA XV

GEOGRAFÍA DE UNA SECTA Y DE SU MAESTRO

 

 

ENTRE EL CIELO Y EL SUELO

 

Ya lo dijo el Rabí de Galilea, serán perseguidos,

humillados, vituperados en mi nombre.

LA FRASE MÁS DICHA DENTRO DE LAS SECTAS

PARA JUSTIFICAR JUICIOS, ESFUERZOS O IDEAS

QUE ESCAPAN DE TODA RAZÓN.

JULIO

- El primer paso que debes dar es asistir a las conferencias, parece que no tiene relación, pero sólo así entenderás el método. Por otra parte lo que nos interesa es sanar ¿No crees?-

- Quisiera aclarar una cosa, no debo sanar de nada porque no considero que esté enfermo, sabes que es algo que controlo a voluntad, y que todo esto es una farsa para cumplir los caprichos de ese juececillo que le es muy fácil dictar años de prisión, multas millonarias, le encantaría seguramente poder mandar a alguien al cadalso. A mí en cambio me manda a que me reestablezca de mi "alto estado de drogadicción", puedo preguntar cuál es ese método que manejan... disculpa que esté muy nervioso, supongo los primeros días de desintoxicación siempre han de ser los peores-

- Te comprendo, pero ven, no juzgues, confía un poco en el sistema, verás que es fabuloso.

El sistema era a finadas cuentas el menos riguroso, la única condición es asistir regularmente a sus reuniones que son pláticas acerca de la meditación y el aprendizaje de una ideología más tendiente a lo frugal, a lo natural, por ende se supone que el consumo de drogas se eliminaría como una respuesta de un respeto que nacerá en mi interior.

Es la más flexible, todas las instituciones quieren que me pase unas buenas vacaciones encerrado.

Me han dado el domicilio, la hora también, y la indicación de que hoy será el inicio de ciclo de conferencias o reuniones.

Llego por la noche y doy con el lugar señalado, queda en una avenida importante, pero no se ve casa alguna, edificio, local, nada, dice Vasconcelos 3224, y ese número no corresponde a la fachada de un instituto, sino que es una puerta, sórdida además, es negra, de lámina, sin manija, sólo una entrada para una llave, sólo se abre por dentro. Voy a tocar, pero se oyen voces y risas, se tratará seguramente de un pasillo muy largo y ancho, el eco revela que son jóvenes quienes se acercan, "quería subir a la antesala", "bah!, pienso que es un anteidiota" sus comentarios tienen una connotación que no entiendo porque a ellos les da demasiada risa lo que dicen y a mí no me causa ni una sola sonrisa. Van a salir por esta puerta, mejor espero a que salgan, pero me da la impresión de que debo apurarles, porque escucho que ahora cuchichean secretos y están al otro lado de la puerta, pero no abren, alzo el brazo para oprimir el botón del timbre y en eso abren. Son gente muy diversa, uno es joven con unas ojeras tremendas, con una oportunidad y está aquí por la misma causa que yo, otro es bajito y moreno, lo más redondo que se puede ser sin estar gordo, otro está espigado y es seguramente rockero, pues se carga unas greñas espantosas, y con ellos va un señor de corte anguloso, magro hasta los huesos, parecido a un Carlos Gardel con SIDA, éste es más bien viejo. Me miran y se callan absortos, y pasan dos o tres segundos en que uno de los jóvenes agudiza su imaginación y me dice "¿Viene a las conferencias?" , ante mi afirmación me dice que pase hasta el fondo y que tome asiento.

Camino por el pasillo y resulta no sólo bastante ancho y largo, sino bastante desordenado también. Me pregunto si no tendré más problemas que soluciones al entrar aquí. Por el pasillo hay carretillas, tablones, dos trinchadores horriblemente viejos. Me sorprendo de ver que ahí, al final del pasillo empieza una especie de patio y al centro de éste se yergue una casa de tres plantas con una falta de diseño tremendo, pues está cuadrada. Pero hay que notar, esta casa no da a la calle, además está en el corazón de la cuadra, no tiene acera, está como amurallada por múltiples construcciones, todas ellas tiendas o fábricas, es decir, esta casa escapa de todo nexo con el exterior, fuera hay una avalancha de coches, tiendas, hormigueo de gente, no hay ni árboles, ni siquiera un perro, y aquí dentro, en pleno corazón del centro de la ciudad hay un casón que tiene hasta patio con pasto y flores, y el silencio es tal que nunca se adivinaría que a escasos cuarenta metros que han de tener los lotes que lo rodean pululan carros con sus escapes y sus cláxones.

Me adentro y me siento en una de esas sillas estibables con cubierta de vinilo negro, la que ocupo imita piel de cocodrilo, lo que resulta patético pues nadie creerá que esa piel es auténtica. No hay nadie ahí salvo un sujeto que tiene la pierna cruzada y lee un libro que lleva por título con letras rojas "¿Jesucristo vivió y murió en Cachemira? y una mujer que apenas y si alcanzo a ver, pues lleva una jarra muy bonita en la mano, llena esta de agua, y sube unas escaleras. Lo que alcanzo a ver es que lleva un vestido quizá demasiado conservador, en tela delgada y fresca, y sobre todo, que tiene un culo de lujo, redondo, grande y brioso. Sin embargo ya no la vuelvo a ver.

Me espero más tiempo en la salita y poco a poco se va poblando con gente muy diferente de mí y muy distinta entre sí, en su mayoría van cargando libros alarmantes o misteriosos o fanfarrones, unos sobre masonería, el diario de Krisnamurti, Sai Baba en acción etc. Los tipos de las risas van entrando luego uno por uno y se sientan en lugares separados como si ellos mismos fueran espectadores desconocidos. ¿Porqué diantre se hacen los incógnitos? La respuesta a casi todo es: Porque es necesario. ¿Porqué es necesario?

Supe que este ciclo de reuniones se anunciaba en el periódico, en el caso de que se deba dar una imagen de sobrepoblación entiendo todo.

Entra entonces un hombre de unos treinta y siete años. era un tipo verdaderamente apuesto y acorde a su edad, parecía a ese tipo de hombres que anuncia los tintes y soluciones para las canas. Supongo que las mujeres lo han de encontrar interesante, aunque ahora que lo recapacito no hay ninguna mujer en esta aula, y que yo sepa no hay limitación de sexo. La mirada de este hombre es muy extraña, pues tiene unas cejas bastante enérgicas y hacen una sombra sobre sus ojos sorprendentemente azules, a forma que se ven luminosos, su cara resulta mas bien trapezoide, con barba partida y todo, se parece a Tony Curtis. Es alto y sus brazos tienen un vello no muy tupido, pero negrísimo, que parece pasto sobre su piel tan blanca. Su voz es tranquila pero intensa, se ve que es gran orador.

El tema de hoy y para darme una idea de lo que me esperaba fue "La reencarnación". Paco, que era el nombre del instructor, manejaba con maestría la plática, decía: ¿Se han preguntado alguna ocasión porque alguien nace rico y porque otro nace pobre? ¿Por qué, gracias a Dios ustedes han llegado hasta aquí, mientras miles nacen en países tan pobres en los cuales con suerte llegarán a cuatro años de hambre? Separemos una cosa muy evidente, uno es el cuerpo y otra es el alma. Se necesitan, es cierto, pero son distintos. El alma puede prescindir de los cuerpos, mientras que el cuerpo no puede prescindir del alma, pues moriría. Sin embargo, los cuerpos duran lo que deben durar, mientras que el alma es eterna. Ésta pasa de un cuerpo a otro mediante un proceso que es la reencarnación. Un alma puede dejar un cuerpo, pero si esta alma fue mala, la suerte mala le perseguirá. ¿Alguien ha oído algo más justo que eso? Por ejemplo, existía un señor feudal que obligaba a sus súbditos a postrarse de rodillas cuando él pasara frente a ellos, de lo contrario degollaría al insolente que no le obedeciera, además con su riqueza no perdía oportunidad de dañar. Una vez que murió, su alma renació, pero en un cuerpo de un hombre sin piernas, condenado así a postrarse ante todos, incluso ante el más miserable.

La primera vez que se estaba frente a aquel hombre se sentía una sensación extraña de paz, siempre tan seguro, tan difícil, con una captación que no podría llamarse de otra manera sino captación superior. ¿Qué podría pasarle a tu espíritu si él se encontraba cerca? Era lo más cercano a la encarnación del amor, y su lógica semejaba mucho a lo que esa voz interna nos señala como cosas buenas, era una especie de conciencia más tangible que la tan vejada y oculta conciencia propia. le hablaba a todos y cada uno de sus discípulos con un lenguaje que es obsoleto y cursi en este mundo violento, pero válido y radiante de actualidad en esa época futura en que los seres humanos por fin serán hermanos con todo y cuanto les rodea.

Su tacto era, para algunos de los asistentes, una droga que mitigaba cualquier dolor. Posaba sus manos de dedos largos sobre la nuca y hacía milagros con sus dedos, en una caricia tan reconfortante, ajena quizá al erotismo, pero no por eso menos intensa. las palabras al tocar eran secretas para los demás, aunque seguramente eran adulaciones, según se apreciaba de la sonrisa de los adeptos.

¿Quién será en realidad este Francisco, o Paco? Da la sensación de sentirse en el cuerpo de otro, de otro inferior debo decir.

LA CRISÁLIDA DE PACO

Es importante señalar aquí que existen personas intensas que bien pueden ser irresistibles al igual que peligrosos. Y si hablamos que el peligro amenaza el alma, nos quedaremos sentados discutiendo si alguien es capaz de dirimir cuando un castigo es malo si este es deseado por la víctima.

No cabe duda que Adreil era un sujeto intenso, tampoco era nuevo suponer que un tipo así podría resultar peligroso. Pero no siempre fue alado, místico, Adreil. De hecho ese título era muy reciente, pues apenas se había auto nombrado así hace dos años. En su vida anterior se llamaba Francisco Alatriste.

Francisco, o Paco según le llamaban sus muy escasas amistades, siempre había sido un muchacho extremadamente tímido y serio, y poco importaba que midiese casi dos metros, que su cabello fuera oscuro como una noche sin esperanza, ni que su complexión fuera viril en extremo, mientras que su boca se hallaba siempre cerrada entre su propia carne, y su nariz firme, muy firme que sostenía un par de ojos azules y profundos, enmarcados por unas ojeras genéticas que lo hacían lucir como un profesional del desvelo, en fin, de nada servía que fuese tan guapo, ni que su voz fuera dulce y grave a la vez, pues seguía siempre igual de impopular, y en ese entonces le importaba ser popular.

Le parecían vacías las vías comunes del entretenimiento. Todo se le presentaba a sus ojos tan burdo, todo estaba tan oscuramente pensado por alguien forzosamente siniestro, y todos debían obedecer las reglas tontas que le obligaban a la gente a reír de las tonterías, "en tal caso" pensaba "deberían cagarse de risa de ustedes mismos, pues son la cosa más estúpida que he visto", y de esta forma sentía aberración del mundo cotidiano, del fútbol y de cualquier deporte excepto el montañismo, de las películas de la risa en vacaciones, de la lluvia débil, de los cláxones sonando de los coches, los impuestos, los comerciales de aguas frescas, los periódicos que digan la palabra sangre, a los políticos, caer en jaque mate, el pan árabe, la leche, la ropa con grabados de marcas, con figuras de caricaturas, las calcomanías que dicen yo amo mi perro y todas aquellas que se les llegaran a parecer, las tarjetas de crédito, la voz de la señorita que suena en las bocinas de los supermercados hablando tullidas como si el gerente les tocara el cuerpo y lo hace aburridamente, la gripa, la tos, los puros, la nieve de fresa, las bolsas de plástico en colores estridentes, los perfumes florales que no surgieran de la flor misma, los colmillos que nunca muerden, la excusa idiota, la necesidad de esa excusa idiota, Bill Murray, el karate, las estaciones de radio pop, las espinillas, el olor que despiden los obreros en los camiones, la mueca de la puta que guarda las apariencias, la falta de dinero, el calor agobiante, el agua de horchata, los zapatos con suela de hule, las arañas todas a excepción de las papamoscas, los perrillos french, la cultura sana del espártame, el yoghurt, el tomate crudo, los taxistas, los hijos de los taxistas, los nietos de los taxistas, los gandules, los homosexuales, las cajas de cartón que rompen el encanto diciendo que son reciclables, las filas en los teléfonos públicos, las oficinas del gobierno, el té de canela, la policía, los militares, los presidentes, los vecinos amables, las personas saca pláticas, las charlas banales, orinar sobre rieles, las hojas que caen en el otoño, el empleado del restaurante de comida rápida que te sonríe hipócritamente, la escuela, las maestras putas, los maestros jotos, las canicas, la lástima, la música cumbia, tex mex, las frenéticas y efímeras cantantes de moda, la comida cara, los desfiles, los psiquiatras, los medicamentos que causan pereza, los idiotas que inician revoluciones por causas perdidas, la violencia masiva, las cucharas de plata, los crucifijos mal pintados, las señoras jóvenes y feas, los esposos, las feministas, los raperos, los gordos, el limón en la cerveza, las bebidas alcohólicas en general, las palomas de las plazas, las iglesias fastuosas, los programas de T.V., el teatro de comedía, el público del teatro de comedía, los coches, las aceras sin barrer, estar sentado más de dos horas, las serenatas, los cumpleaños, las formalidades, el falso pudor, los charcos, las ratas del drenaje, los videoclubes, las parejas que fornican en los miradores, la Coca Cola, las papas fritas, la niña ya muy bella, los borrachines, los graffiti, los que pintan graffiti, los tintes de color rojo, la loción Ted Lapidus para caballero, la compañía de luz, los voceadores, la gente de rasgos indígenas que se dedican a la venta de chicles o semillas, los espejos, enamorarse, depender, la muerte, etc. etc. etc.

Quizá por esto era impopular. Demasiado radical para tener amistades fáciles. Y algo bien cierto es que las grandes amistades alguna vez tuvieron que haber sido casualidades y nexos ligeros. De aquí que Paco quisiera sembrar plantas sin raíces.

Y pese a que era una persona sumamente biliosa, hubo algunos aspectos que vinieron a influirle seriamente.

El primero fue la muerte, como siempre.

Dentro de sus amistades de juventud estaba Diana. Ella era una muchacha un tanto común y corriente, quizá con los mismos problemas que cualquiera, sin embargo era sumamente nerviosa. Ambos se entendían a la perfección, por una parte él odiaba todo excepto a ella, mientras que a Diana no le importaba nada, sino él. Ambas son una forma de no amar, pero en veces el desamor yergue relaciones más fuertes y nutridas que el rey de los sentimientos.

La tarde en que todo ocurrió fue soleada como todas las de julio, en el aire repiqueteaba la música de cumbia que tan mal le caía a Paco. Él, muchacho de altos vuelos, amante de sentir al menos por un segundo la compañía intensa de quien fuera, se entretenía con Diana sentado en una banca de un parque infantil con juegos y todo. Ella estaba muy alterada, ni siquiera a él le contaba lo que ocurría, sólo se limitaba a decir que el mundo estaba mal, y en eso Paco estaba más que de acuerdo. Ella entre la incoherencia número veinte le dio un beso no pedido, un beso silvestre, ni trabajado ni exigido, sino natural. Él le dijo que no se preocupara tanto, y sujetándole ambas manos con las suyas le esgrimió un juramento que decía que nunca dejaría de ayudarle, que siempre estaría cerca de ella para lo que se le ofreciese, que contra sus costumbres él se pondría a sus pies y amenazó con llegar a ser más entrañable que el tierno perrillo que nos sigue a todos lados. Ella entre lágrimas le dijo que lindo y sonrió para besarle de nuevo, luego le dijo que era excepcional. "Ya sabes, confía en mí. Llevo un amigo dentro". De rato ella le pidió estar un poco a solas, claro, ya me iba, contestó él, y vio como ella se subió a la resbaladilla más alta y empinada del parque, y ahí fue donde se despidieron. Él caminó unos cuantos pasos sobre su espalda para no quitarle la vista a ella, que lucía con su cabello chino más lindo que nunca. ¿Cuántos años tendría? 16, 15, nunca se lo había preguntado, aunque él tampoco le había dicho nunca que él tenía 17. sentada sobre el resbaladero se miraba como un títere dispuesto a despegar encima de un extraño artefacto de volar.

Paco caminó si acaso setenta metros cuando oyó la descarga de una pistola. Volteó azorado para ver que en un riachuelo de sangre se resbalaba Diana. Y mientras no se decidía de que forma gritar el cuerpo muerto y torpe se quedó atorado en la lámina carmesí del resbaladero. de un balazo en plena cabeza no se salva nadie.

Si la idea de Diana fue verse romántica, fracasó de manera rotunda, pues su cuerpo pesado no pudo resbalarse hasta abajo, sino que se quedó colgando por el impacto del plomazo en su sien derecha.

Siempre es impactante ver una muerte, pero en este caso Paco le había ofrecido su amistad, se había abierto de pecho como nunca, el frío, el calculador había decidido dar tregua a la vida y entregarse a aquella muchacha. ¿Y de qué sirvió si la mano tendida no fue capaz de hacer nada por ella? Tal situación la encontró como una clara y rotunda seña de desprecio, y le ubicaba dentro de aquella inmensa masa de gente que no importa a nadie, aquella por quienes no detendríamos nuestra ejecución.

Fue entonces que Paco se sintió ordinario por última vez. Además quedó convertido en una duda sin forma.

Se adentró en el estudio de las ciencias ocultas, entró a diversos grupos heréticos y de todos abjuró. Tal pareciera que el problema entre la muerte y él se había convertido en algo personal. Entonces llegó a la conjetura, esto a tres años de la muerte de Diana, que la muerte era muy diversa, que en vano sentía culpa e impotencia por aquel incidente, pues según su nueva filosofía, Diana estaba muerta desde antes y sólo se aplicó a formalizar su muerte en todos los sentidos.

Es entonces que descubrió que muerte no es sólo dejar de palpitar y respirar, sino que se puede estar literalmente muerto cuando uno deja de tener un sentido existencial de la propia vida. Estimó que los humanos, al tener raciocinio y alma, tenían que tener un adelanto espiritual que encima concordara con su naturaleza animal. La felicidad se convirtió ante sus ojos en el diamante cotidiano que incrustó en el corazón. De aquí se entiende que pensara que de nada sirve alguien que nunca ríe, habla, mira. Y su intolerancia llegó al grado en que definió que no siempre reír era estar vivo, pues reír de idioteces lo definió también como muerte, hablar de cosas que no nos interesan era muerte también, traicionar las propias ideas y los propios impulsos era muerte también. Entonces desarrollo una demencia tal que culminó en su delirio supremo de creerse conocedor de secretos que nos llevasen por rutas espirituales y experimentales que volvieran de nuevo a la vida a la gente muerta.

Primero fue un proyecto que el comunicaba en plazas, restaurantes, escuelas, en vía pública, y su parte tímida feneció, convirtiéndose en amo y señor de la palabra. Fue entonces que determinó que la humanidad necesitaba urgentemente ayuda, y que aún en contra de su voluntad, él le enseñaría a la gente a amar, a vivir más intensamente.

Vio que esto no distaba mucho de los planes del buen Dios, así que se hizo acompañar de éste, vio que los dogmas de corte religioso también coincidían con su forma de ser. A grandes rasgos ofrecía lo que cualquier religión pudiese ofrecer, con la diferencia de que las religiones tenían a sus héroes bajo tierra, o en el cielo, que para fines prácticos es lo mismo, y ahí veía él su ventaja, ese Dios que era él, o esa presencia de Dios que era, podía tocarte, hablarte al oído, mirarte de cierto hasta el fondo del alma, hacerte el amor, hacerte el dolor, podía sublimarte e inclusive equivocarse a tu lado. Después de todo, las cosas se reducían a una sola, que él entendía en gran medida la lógica con que operaban las cosas y las personas, le era fácil intuir al mundo, predecir su emoción, controlarla.

Llegado el momento rentó una casa, puso un desplegado en el periódico en dónde anunciaba una asociación. ¿Qué ofrecía? Lo ofrecía todo, evolución, bienestar, felicidad, identidad, furor, paz, conocimiento, magia. Inicialmente fueron seis los miembros, pero poco a poco la grey aumentó.

LA ANTESALA

Para poder expresar mejor el orden de las cosas es preciso referir como estaba constituido el edificio en que vivía Adreil, donde residía su culto, y sobre todo, conocer por qué Adreil.

En un principio, cuando sus ideas comenzaban a tener seguidores, él se llamaba sencillamente Francisco Alatriste, sin embargo reconoció que un nombre así no llamaba la atención, esto le daba un tanto risa planteárselo, pues su fin no era llamar la atención, aunque internamente maldecía un poco a su madre por no haberle puesto el nombre de Abigail o Sanagabril, que eran nombres que le parecían fascinantes. Después, conforme aprendió más cosas respiró tranquilo de saber que no se llamaba así, pues ambos son nombres de temibles demonios. Sin embargo, hay que decir que la locura nunca viene premeditada, pues entonces se convierte en broma, y en su caso, fue un sueño donde apareció por vez primera el vocablo Adreil.

Sus seguidores escucharon de su boca lo siguiente "Esta noche ha ocurrido un suceso sin precedentes, aunque todo tenga precedente. Me fue revelado mi verdadero nombre, mi nombre de enseñanza. Si hablo más como Francisco estarán escuchando a un simple mortal como ustedes, sin embargo Adreil, que es mi palabra secreta, lo será también de mi maestría, y quien lo pronuncie me estará besando el alma, y sentirá regocijo. Nunca las cosas dichas por Francisco serán similares, ni sombra de las de Adreil", de esta forma, cuando caía en trance poético y espiritual no era él, simple Francisco Alatriste, quien hablaba, sino Adreil. Por conducto de él la palabra sería dicha.

Ahora veamos el edificio. La superficie de construcción, hablando en términos más técnicos, era de treinta metros por treinta y cinco, pero eso no era todo, pues no todo era construcción, sino que había un gran patio, el terreno medía fácil sesenta por cincuenta metros, es decir, muy buen terreno para un patio, el cual de hecho existía, adornado con un vivero rico en plantas, con césped y toda la cosa. Nadie imaginaría algo así, considerando la ubicación del inmueble.

El edificio se componía de tres plantas, la primera que encerraba la cocina, hecha de acero en su mayoría, con adornos de madera, casi como cualquier cocina. tenía abundantes alacenas, un refrigerador, estufa, además de una mesa tipo puente medieval que se alzaba y echaba abajo a discreción, además había una especie de altar muy pequeño en el fondo, donde podrían consagrarse los alimentos. Estaba la sala, compuesta de siete sillones muy amplios que se reunían en círculos como monolitos. Los sillones eran exageradamente enanos, pues las patas si acaso tendrían quince centímetros, y en promedio uno acababa sentado a treinta y cinco centímetros del suelo, mientras que los respaldos eran ridículamente altos. Al centro estaba una mesa redonda con pirograbados hermosos de los doce signos del zodíaco, y en medio de la mesa había un espacio rectangular que guardaba dentro de una bolsita roja un tarot gigante.

El techo era negro y los muros celestes que se diseminaban del celeste del ras del suelo a casi blanco del techo para estrellarse con un color negrísimo. Lo paradójico es que del techo colgaba un abanico de color blanco, lo que distraía siempre que uno estuviera ahí.

Es como si la parte baja estuviera dividida a la mitad a todo lo largo, pues de un lado estaba la sala y la cocina y a la otra mitad le correspondía albergar las sillas y mesas en que se impartían conferencias y enseñanzas. A tal caso que podías estar en la sala y no darte cuenta de la enseñanza o curso.

Aquí citaremos también que el edificio no daba cara a la calle, es decir, en medio de los terrenos que daban a las aceras, estaba ese Pequeño paraíso, por lo que dentro se divisaba un excelente patio, y sin embargo el horizonte era algo imposible de ver desde el jardín, pues a donde se voltease se veían las espaldas de fábricas, roídas y macabras. Abajo las flores y arriba la cascada ya seca de óxido que teñía caprichosamente las paredes en una aurora boreal caricaturizada.

La casa se hallaba en pleno centro de la ciudad, y quien escuchara que estaba por la calle Juárez, casi esquina con Juan Ignacio Ramón, imaginaría el ruidal de los coches, el bullicio de los transeúntes y vendedores ambulantes, sin embargo hay que decir que todo el mundo se quedaba fuera. El único acceso era una puerta que daba a la calle Juárez, y llevaba el número 611. Tal capricho había sido idea del dueño de Bodegas Argentinas, S.A., que había sido un anciano que teniendo su bodega en pleno centro aborrecía trasladarse en coche, por eso había apartado parte de su terreno, el de en medio, de todo el resto de empresas, para hacer ese sitio que le era confortable. Este dato es importante porque es quizá la principal causa de que Adreil pudiera comprar semejante lujo. Durante veinte años el señor Victor Donizzetti había vivido en esa casa, arreglándola cada día de su estancia ahí, de hecho, si él no hubiese amado tanto a su querida Argentina, hubiese deseado morir ahí. Las razones eran muchas, luego del abrasador trabajo en la bodega, salía de ésta y sólo caminaba ligeramente y ya estaba en su paraíso, entre su pequeña Babilonia. La casa no tenía una vista agradable hacia afuera, pues como ya se dijo, el horizonte era el trasero de fábricas y bodegas, sin embargo a él no le nacía mirar al exterior, sólo su casa le interesaba, no quería investigar, ni vagar, sólo su casa, de ahí la importancia de tenerla hermosa.

No obstante en esos veinte años hubo de todo, el negocio marchaba en veces bien, en veces mal, y durante un muy estable período de diez años marchó de maravilla. Sin embargo de manera repentina se vino la declive, estalló una huelga en su compañía, debido en parte a que dos sindicatos políticamente enemigos establecieron una guerra por comprobar cuál de ellos era mejor opción para los trabajadores y, desgraciadamente, Bodegas Argentinas, S.A. fue la empresa que les gustó para establecer esa pelea. Poco importaron los derechos de Victor Donizzetti, quien además de ser tachado de patrón rico, era víctima de un extraño racismo, por lo que de poco le valió haber sido buen patrón por veinte años, pues veinte años no le habían bastado para borrar del todo su acento de Buenos Aires, los trabajadores igualmente comenzaron a lincharlo económicamente. Los abogados no lo quisieron defender, pues vieron que el asunto era más político que laboral, y Donizzetti se quedó sólo con el problema.

El siguiente acto de rapiña fue un embargo realizado por el sindicato. Entraron a la bodega y midieron las dimensiones de la misma. En el acta de embargo señalaban como embargada la bodega entera desde el fondo hasta el frente, y toda la maquinaria y camiones que hubiera dentro. Con esto acababan con una empresa de tradición.

Llegada la noche Víctor Donizzetti se sentó a la orilla de la acera, sintiendo francas ganas de llorar, con un nudo en la garganta veía venir junto con su vejez, la derrota más avasalladora e injusta de su vida. No era ya el hombre brioso capaz de levantarse de cualquier caída, pues tenía ya 55 años y demasiada pereza para iniciar de nuevo.

Pareció suerte del destino que apareciera por esa calle Adreil, quien lucía siniestro como el mismo diablo envuelto en una gabardina negra. "Es el diablo, lo que me faltaba" pensó Victor, pero el extraño le dijo con voz profunda y abismal, - Luces abatido buen hombre, ¿Qué te aflige? - , y Víctor pensó "no cabe duda que este cretino es el Diablo", - Estoy acabado, ¿Te parece poco?, venga ya, cual es el pacto- , Adreil sonrió.

Esa noche hicieron trato, al día siguiente firmaron una donación del terreno y finca que estaba en medio de las fábricas, la casa entonces pasaba a manos de Adreil, mientras que Víctor logró hacer una buena venta, y mientras abordaba el avión rumbo a la Ciudad de México para luego largarse a vivir su vejez en Argentina, mascullaba una risa, después de todo no había perdido todo y pese a que no vendió su casa al mejor precio, le daba risa incontenible pensar a los fulanos del sindicato descubriendo que había mucho más terreno y semejante casa en sus narices y que estúpidamente se les fue de las manos, por haber medido ellos mismos el bien a embargar.

La bodega cerró y nadie ganó, los trabajadores se fregaron al quedar sin empleo y la bodega quedó en conflicto entre sindicatos por lo que nadie la pudo vender ni obtener provecho de ella.

El único que gano ahí fue Adreil.

La segunda planta tenía seis recámaras y en el recibidor principal había una especie de maceta enorme con agua rodeada de tres bebedores de agua para pájaros que habían sido achaparrados a fuerza de cincelazos, y servían para colocar carbón, y estaban cerca de una ventana que ofrecía la mejor ventilación de la casa.

El primero de los cuartos estaba habitado por una inmensa cama de herrería recubierta de sábanas blancas, mientras que del techo caían suspendidas cortinas anchas. Alrededor de la cama había sillones que la rodeaban. Éste se llamaba la cámara nupcial.

En otro cuarto estaba una especie de sube y baja, sólo que con espacio para ocho personas, es decir, casi era un pulpo de metal completamente abierto y en cada pata llevaba un asiento. El resto estaba tapizado con colchones suaves, era el cuarto de la meditación

En otro cuarto estaba una bañera del tamaño de cinco tinas de baño, rodeado de toalleros. Ideal para ciertos ritos y prácticas esotéricas, muy utilizado.

El cuarto del agua.

En la cuarta recámara sólo había tubos para colgar ropa, era en sí un gran closet. De acceso libre.

En la quinta recámara había instrumentos de castigo, látigos, chicotes, una pala de madera, pinzas, y una cama de madera, además de un barrote erguido con sogas, la cama también tenía sogas. El acceso a este era libre, pero nadie quería entrar.

La sexta y última recámara guardaba una biblioteca de un surtido impresionante, además de un pequeño laboratorio donde se hacían medicamentos diversos. A este cuarto le llamaban el cuarto del alquimista, y su acceso era sólo a base de mérito.

En el tercer piso estaba el templo, ahí no había recámara alguna, era una planta lisa, sin divisiones, enorme. Ahí estaba la cama de dormir de Adreil, tamaño gigante y siempre en colores blanco, negro y rojo. Confortable en extremo. En los muros había pinturas simbólicas. En la entrada, es decir, el acceso de la escalera, habían dos columnas, mientras que en el centro había un ara, y sobre esta, en el techo, había una cúpula que mas bien tenía forma piramidal, de casi dos metros por dos que se abría y cerraba a voluntad, a manera que si se quería comunicación con la lluvia éste podía abrirse y ésta entrar, al cabo el tercer piso, como todos los otros, tenían un escape para drenaje. En el fondo se erguía una cruz ancha, decorada con flores pintadas en su interior, un altar, un cáliz, varias espadas, una lanza, báculos diversos, incensarios, lociones, floreros, cortinas rojas, una estatua de un león, una estatua de bronce de Anubis, un arsenal de copas, de pilas, de mantos, de aceites, de maquillajes, libros en blanco, plumas de excelente calidad y al final la pintura de un rostro desconocido, con los ojos cerrados en infinita paz, boca dulcísima, nariz hermosa y pestañas hechizantes.

El lugar era deseado por los creyentes, y estar ahí se convertía en la mayor dicha. dado que reconocían estar solamente de paso en este mundo, se consideraba que aquel lugar era antesala del SITIO, y así era conocida, como la antesala.

LOS NUEVOS HERMANOS

Llegadas las seis de la tarde podía verse sobre la calle Juárez a un montón de gente que iniciaban la travesía de la calle, pero nunca la terminaban. Quien se descuidara un segundo no percibiría que la puerta se abría y cerraba tan furtivamente que ahora veías una pareja de señores caminando en la acera y luego desaparecían. En realidad era que se metían de manera veloz por la puerta marcada con el 611.

Nadie creería que alguien entrara por esa puerta, si sólo había fábricas. ¿A qué tanta gente entrando?, ¿A donde iban a parar?, sería un misterio para todo aquel que nunca entrara, pues la gente que franqueaba esa puerta era muy dispar, gente joven, gente grande, nunca gente vieja, mujeres guapas y feas, jóvenes o maduras, parejas, hombres de cabello largo, nunca niños.

A las ocho se iba a celebrar la iniciación de unos nuevos hermanos. No era fácil llegar hasta ahí. Como en todo, nunca se tiene acceso al núcleo de las cosas sino con el tiempo, y como en todo, las verdades riesgosas nunca son dichas de inicio, sino sólo cuando el aprendiz esté preparado para asimilarla.

Una vez que llegan ahí significa que han transcurrido procesos que han dejado bien en claro que existe capacidad de sacrificio y capacidad de silencio. Aquí la discreción es radical.

Llegaron todos y las mujeres tienen que pasar al templo primero que los varones, porque tienen que limpiarlo, además deben ver que exista suficiente vino que será necesario en la comunión, así también el pan, las copas, colocadas deben estar las flores para el momento oportuno. Deben subir ya vestidas con su túnica que es de seda y debajo no deben llevar prenda alguna, y para poder vestirse tuvieron que haber pasado por el cuarto del agua, donde debieron haberse bañado con agua perfumada con especias.

En el cuarto del agua todas son hermanas y la regla consiste en que nunca debe tallarse ninguna sus propias carnes, por lo que deben pedir auxilio a sus hermanas, de ahí que nunca se peleen, pues en una medida muy común, necesitarán de las otras para poder subir al templo, además no es permitido que se bañen y se tallen siempre las mismas, la rotación es muy constante. Una vez se bañan se secan mutuamente con una dulzura indecible, luego se pone cada quien su túnica de seda. Son frescas y limpias, los cuerpos sienten el contacto delicioso de la tela, las carnes resaltan a la vista y los pezones apuntan traviesos a quien sea.

El maquillaje no es permitido al entrar al templo, sin embargo si se maquillan con los cosméticos que están en el templo se entenderá que esa belleza está consagrada al Padre, es decir a la vitalidad. El labial no es usado ahí, sino frutas o flores que naturalmente proporcionen color. Y ahí se maquillan, predominando la moda egipcia, que resulta ser la más esotérica.

Por causas no explicadas los hombres se tienen que bañar de uno en uno en una regadera que queda en el baño del cuarto que sirve de closet, y una vez que se secan queda prohibido ponerse prenda alguna, salvo la túnica roja, también de seda.

Antes de subir por fin al templo todos deben purificarse caminando al lado de las macetas del recibidor de la segunda planta, que en sus carbones encendidos derriten copal y dejan libre su fragancia.

Ding Dong. Sonaba el timbre de la puerta. Eran los tres nuevos hermanos, dos hombres y una mujer. Les recibe una persona que no conocen. No hay vuelta atrás, aprendieron previamente unos pases mágicos, los aprendieron durante cuatro semanas sin aprender otra cosa. Y pese a que intuyen que la antesala es un sitio raro, y aunque el olor a copal les resulta nuevo, no se echan para atrás, ya están ahí y nada desean más que estar ya en la antesala. La mujer recuerda las palabras de Francisco, su instructor, "Nada tengo ya que enseñarte, es decir, para que puedas seguir aprendiendo necesitas pasar al siguiente grado, al lugar donde la magia deja de ser algo teórico, donde comienza la práctica, ¿Deseas entrar?" -Por supuesto-, fue la respuesta.

Los tres nuevos nunca han subido las escaleras de la Asociación. Antes de subir debes confiar, confiar absolutamente, les dicen.

Baja un hombre en túnica y los tres se le quedan mirando extrañados, pues notan que su ropa, aunque cae hasta los tobillos, no le oculta gran cosa, uno de los hombres y la mujer callan, pero un tercero indica que no se pondrá semejante ropa, que parece la indumentaria de un culto.

- Es un culto- le dicen

- No deseo participar- dice.

- Entonces vete, pero no vuelvas nunca más-

El error de bajar en túnica no fue accidental, es precisamente para ahuyentar a los cobardes, y el resultado es saber que la mujer y el hombre que quedan están ya a merced del culto, que no se irán, que están dispuestos a integrarse a la hermandad. No se fueron ahí, no se irán nunca.

Baja una mujer en bata y se lleva a la mujer, y el accidental de la túnica se lleva al hombre.

El hombre no encuentra inconveniente en meterse a la regadera, mientras que la mujer, que nunca ha estado desnuda frente a otra, siente azoro al sentir que le tocan sus carnes a la vez que le embriaga el aroma del agua de color marrón y fragante olor a especias. "esta mal pensar así" se dice, pero siente un gusto muy callado de que le estén vertiendo agua con una vasija de barro, pues suicida su pudor al abrir las alas a las caricias, así vengan de un chorro de agua perfumada, y se siente por primera vez libre en mucho tiempo. Es como si el hilillo de agua le regresara su cuerpo, aunque fuese para consagrarlo a un Dios ignorado. Su madrina la mira con ojos virginales ajenos a toda maldad y ella sonríe mientras va comprendiendo que esto puede resultar mejor de lo que esperaba, pues le da ilusiones a ella que creía ya no tener ninguna.

Por mientras al hombre le escurre, en la otra habitación, el agua helada de la regadera, lo que en el mes de julio es casi un decir, pues en Monterrey el calor del verano siempre es suficiente para calentar las tuberías por camufladas que estas estén. Él se pregunta cual es ese juego que comenzará a jugar, cierra sus ojos ante el chorro pero aprovecha para tejer conjeturas que se resumen en ver cuanto ha cambiado de un tiempo acá. El agua resulta más fría por placer, pues placer aquí es sinónimo de hacer un poco de esfuerzo por una causa, la que sea, siempre que no sea fácil, material, tangible.

Son arropados casi al mismo tiempo, él con su cabello remojado y dispar, ella es peinada con parsimonia, no lleva maquillaje, no debe llevarlo, sin embargo luce muy bien, su mirada tiene pestañas muy largas y ni por asomo sus ojos reflejan lo infeliz que es. Se marcan en los extremos unas pequeñas, casi imperceptibles arrugas, también en el cejo de su nariz larga, sin embargo su boca es carnosa y parece más bien una flor muy viva, en un color que no está mal para no usar labial, es casi un tono del interior de un piñón en su noche de mayor excitación. Definitivamente que ni sus labios ni su barbilla, ni siquiera su cuello delata que ya tiene cuarenta años. Además su cuerpo goza de una firmeza demasiado deslumbrante para no tener destinatario.

Él respira hondo y observa a la mujer, la están colocando en una silla junto de él. Comienza a pensar que es hermosa, en verdad hermosa, comienza incluso a ponerse romántico y esboza en su mente poemas que de una u otra forma le quieren decir a la dama que su belleza es innata y que los años no le harán daño a su lindura, luego en su cabeza bullen ideas un poco más lascivas, y reconoce que la mujer todavía soportaría unos buenos años de sexo salvaje, luego se espanta de recordar que está siendo sujeto a un proceso iniciático, que está ahí precisamente para someter sentimientos negativos que le han hecho daño desde siempre, siendo en todo caso el más buscado el de la lascivia, la lujuria. Y su interior trastabilla al admitir que cómo va a luchar contra ese sentimiento si la mujer lo pone verdaderamente cachondo así como está. Cosa rara, nunca le había llamado la atención, de hecho se veían cada jueves y cada martes que tocaba acudir a la asociación a recibir conferencias de esoterismo, y recuerda que el día en que ella llegó al aula, dos conferencias después de iniciado el ciclo de cursos, le pareció una tipa inoportuna, pues en plena plática del Karma, cuando explicaban que somos el efecto del pasado, que nuestra situación actual de dicha o desdicha no es otra cosa que el lógico resultado de nuestras acciones y nuestra labor interior, se decía que por eso el destino era tan cruel a veces, y junto a la frase destino cruel entró ella. Platicaban de vez en vez, incluso se simpatizaban, pero siempre quedó claro que él era el hombre joven a sus treinta y dos, mientras que ella era la señora a los casi cuarenta.

Los padrinos desaparecieron de repente y ellos estaban sentados uno a lado del otro, ya vestidos y casi a oscuras, escuchaban únicamente que subían las escaleras, pero ignoraban a dónde conducían éstas. Les hubiera gustado comentar lo que fuera, opinar de lo sospechoso que sonaba todo, indicar que las palabras secretas y las señas no se les fueran a olvidar, reflexionar acerca de por qué se sentían más unidos que nunca, quizá unidos en el mismo predicamento. Escucharon a lo lejos "Portal del templo sabed, que vengo en paz a cumplir mi misión...Jakin, Bohas, que entre ustedes caigan mis ropajes humanos, y el polvo que en la tierra he levantado"

Imaginaban a los padrinos en esa escalera cuando apareció la madrina, llevando en sus manos un par de cubre ojos para viajar, o para dormir la siesta, aunque en este caso sirvieron únicamente para dejarlos a ciegas, entonces sí, reinó una oscuridad desoladora. Oyeron que la madrina casi corrió por las escaleras para luego avanzar los últimos cinco peldaños con una parsimonia casi ceremonial. "Portal del templo sabed, que vengo en paz a cumplir mi misión...Jakin, Bohas, que entre ustedes caigan mis ropajes humanos, y el polvo que en la tierra he levantado", escucharon su voz y la imaginaban nítidamente, seguro frente a una puerta, dando los pases mágicos que habían aprendido, diciendo esa frase que habían repasado varias veces y descubriendo que dicha con pasión espiritual sonaba distinto a todo lo que habían escuchado hasta ahora. Era raro, todo muy extraño, pero ambos sentían un deseo muy profundo de estar ya ahí y ver de que se trataba todo. Se escuchaba la voz de Francisco, el instructor, pero no sonaba como en clases, sonaba más formal, más vehemente, más entregada, ajena, sublime, portentosa, y acá en la tierra a ambos les rugían las tripas, pues para esta ceremonia había que presentarse en ayunas del día de hoy y la cena de ayer. Voces en latín pronunciaban conjuros y plegarias desconocidas, luego a coro algunos mantrams o palabras sagradas. Se pusieron filosóficos e imaginaban por vez primera el significado del pase de entrada a la Antesala, había que dejar clarito que la presencia en ese lugar era en obediencia a una misión mucho más grande que nuestros deseos o afanes de ser razonables, era una misión del espíritu y por ende superior a lo físico, con quien éste parece tener pleito casado, asimismo se pronunciaba el nombre de las columnas del templo que los masones pretenden monopolizar y que significan la noche y el día, la luz y tinieblas, lo femenino y lo masculino, la dualidad eterna, pero sobre todo, veían que entre columna y columna habría uno de dejar su ropa humana así como el polvo levantado de la tierra. Era sencillo pensar que el decir polvo levantado de la tierra era algo alegórico, es decir, al entrar ahí era preciso dejar atrás las preocupaciones mundanas y obedecer a planos espirituales, había que sacudirse los malos pensamientos, las necedades, lo profano. Pero en cuanto a dejar la ropa humana, no tenían muy seguro si les iban a desnudar, pues eran capaces.

Se escucharon entonces pasos y ambos alzaron la cabeza como si fuesen perrillos de las praderas. Moviendo sus cráneos de un lado a otro, intentando suplir con el oído la ceguera de que eran prisioneros. Les sujetaron del brazo y tomándoles del cuello y nuca los condujeron a lo largo de la casona. "confía" les susurraron a cada uno. Subieron las escaleras con miedo y a sus narices llegaba el olor a sándalo que despedían las varillas de incienso, debía tratarse de varillas, pues sólo así se percibe el olor a ceniza.

Al llegar al final fueron colocados frente al umbral de las columnas, primero entró el hombre, dijo las palabras de pase e hizo los pases mágicos para entrar. Todo recordó, pero la voz le tembló. Ella lo hizo mejor, pese a que por una rendija de su cubre ojos miraba al exterior, los dedos desnudos de un pie y una irreconocible punta de una espada, "Hay guardianes" se dijo.

Y el ritual comenzó. Se escuchaban varias voces que intercambiaban palabras intensas.

Todo parecía una sentencia dislocada, "Señor del cielo y la dimensión etérea...Isis tiende su manto sobre sus hijos y estos reconocen en éste la noche, pero cuidado con dormir en semejante noche que fue hecha para trabajar, para crecer y para amar...el suelo no existe más, sólo hay abismos...Tomad las manos y descubran que todo es una hermosa ecuación inentendible para aquél que no desee llegar al fondo mismo de su naturaleza".

La voz del oficiante retumbaba como la de un ángel apocalíptico, violento en su manifestación, pero de palabras tan hechizantes que la violencia se hacía necesaria, después sublime, después profunda, bueno, siempre profunda.

Le preguntó a Él "¿Quién eres?", - Soy Julio Mendizábal- dijo él. "No pregunté como te llama el mundo, sino cómo eres conocido por ti mismo, quién eres en verdad si no existiese, como no existe, tu nombre. ¿Qué eres tú?"

- Soy un ser humano con muchos defectos que siente el deseo de avanzar en la ruta espiritual, pues a nada le encuentro sentido, reconozco que esto es así porque equivoqué mi vista en un mundo efímero-

 

"Y tú, ¿Quién eres?" Le preguntó a la mujer. - Me llaman Sara, pero soy una mujer que busca a Dios en el amor, y no encontrando vías he recorrido mucho por la senda de la curiosidad, y quiero llegar al camino de lo oculto, que nada es más oculto que la luz, que reniego del mundo decadente y deseo habitar el mundo nuevo-

"Ambos creen que la tierra es mala y el animal también, pues han de saber que no sé es hombre si no sé es animal, y que cada quién tiene una naturaleza animal y simbólica en el interior, por lo tanto es absurdo renegar de la naturaleza.

Transcurrió la ceremonia y luego el sacerdote dijo, "las huestes celestes danzan con júbilo de tenerles de nuevo en el camino, aunque lloran amargamente al recordar la fe muerta que nos ha dejado muertos aquí. ¡FIAT LUX!, y les quitaron las vendas.

Hágase la lux, versó el sacerdote en latín, y literalmente eso aconteció para ellos, pues durante las últimas dos horas habían pasado por un sin fin de lugares, la voz del oficiante les había llevado por infiernos que daban pavor sólo de escuchar su descripción, habían caminado sobre nubes blanquísimas y eran vistos por ángeles hermosos que nada tenían de afeminados, habían bebido de una copa que, como la ruleta rusa, proclamaba que una de las diez copas de la bandeja estaba envenenada, habían sido escupidos, habían sido vituperados hasta haber quedado catalogados como un par de miserables, habían tenido que confesar ante la grey su cobardía, habían tenido que caminar sobre una bandeja de lodo, habían tenido que beber ajenjo, se tuvieron que quedar inmóviles en medio de una cadena de oración incomprensible para ellos, habían tenido que arriesgarse a ser consagrados al demonio por repetir oraciones en lenguas sirias y latinas que desconocían, y por último habían tenido que jurar silencio por todo lo que ahí hubieran visto y escuchado, siendo que nada habían visto todavía, y celebraron un pacto sangriento en el cual revelar los secretos del culto repercutiría no sólo en actos de la más pura hechicería, sino en castigo divino y la incesante persecución de todos y cada uno de los miembros de la grey. Juraron amor al Dios Padre, como si para eso hubiese necesidad. FIAT LUX, estaban exhaustos cuando esas palabras fueron dichas, les arrebataron las vendas de los ojos y la luz de un ciento de velas que iluminaban el altar entero les hacían cerrar los ojos, y sonreían porque tal era la belleza de la luz, y el colorido del templo, sus abundantes flores, sus perfumes, el cáliz, las espadas, mientras que el instructor vestía una túnica roja con rebordes negros, más negra y más roja aún por el sudor que había generado a lo largo del ritual, en el que no escatimó energía, ya que alzó los brazos, la voz, masculló entre dientes, conjuró demonios, convocó divinidades y condenó al pecado, y con su fuerza visceral reivindicó la plena validez del espíritu, con su mirada atravesaba lo que mirase, y lo atravesaba con amor, su rostro cansado y su mirada complacida semejaba la cara de un Dios iracundo en su momento de amor y compasión. Era un ser hermoso, no cabía duda, y poco importaba si hubiese hablado de idioteces o de verdades incomprensibles (que a veces se confunden) pues las había dicho soberbiamente, creyendo de todo corazón cada una de sus palabras, era un niño del cosmos, entregado a su padre, transmisor de alegrías ocultas hasta ahora. La luz.

Todos se colocaron en círculo en derredor suyo, y cada miembro de la congregación viajaba en su mente a lo largo de sus palabras. Sujetaron cada uno las manos del otro formando el círculo, y a la seña indicada comenzaron a rezar en un idioma desconocido que evocaba en ellos el lenguaje de su propio organismo. Cada mano guardaba otra mano, y juntas hacían un pacto eléctrico en el cual se intercambiaban amor y buenas voluntades, ¿Con dirección o sin ella? Poco importa, el amor en sus manos era real, el trance en que se sentían hermanos del mundo también era más verdadero que muchos dogmas existentes. Los nuevos hermanos al centro bebían por vez primera otro tipo de leche, de otro tipo de pecho que también palpita.

Luego vinieron los rostros de los demás integrantes de la grey, que con regocijo sonreían ante la llegada de los nuevos hermanos. Se prosiguió con el ritual y se dio paso a la consagración del vino y el pan, el vino era jugo de uva y el pan de trigo, este debía recibirse en brazos abiertos, de rodillas, y luego de ser entregado el sacerdote les tocaba a cada uno la mollera, como si se tratase de sus pequeños hijos bebés, como si cada cual fuera un niño al que se le dan palmadas tiernas, y no había que beber ni comer hasta que una vez todos tuvieran en sus manos el vino y el pan. Llegado este momento el sacerdote decía "preparémonos para recibir el amor en su expresión más bella y difícil, el sacrificio, el sacro oficio" y acto seguido todos comenzaban a beber de la copa y a morder el pan, el cual era tratado con sumo respeto, una migaja que rodara al suelo debía ser levantada y consumida pues semejante tesoro no era para desperdiciarse, las copas eran vaciadas hasta la última gota, dejándola volteada sobre la boca por largo tiempo hasta que no cupiera duda de que había sido devorada enteramente.

Para Sara y Julio, que habían ayunado desde el día anterior, el sabor y aroma del vino y pan les resultó no sólo divino, sino necesario y abrasador, y apuraron el vino con pasión mientras que el pan lo comieron con parsimonia, creyéndose por primera vez que era sangre y cuerpo de Cristo.

Llegó el final del ritual y todos abandonaron el templo con un orden casi militar, todo ello después de que fuesen apagadas las últimas velas. Al salir fueron felicitados y abrazados por todos, recibidos con gran cariño, besados en las mejillas y en el cabello, algunas damas besaban en los ojos. Parecían monos tropicales, de esos que al nacer están condenados a pasar por los brazos de todos los miembros de la comunidad. Ya que se hubo acabado todo el instructor les llamó a ambos, les dijo dos o tres reglas inútiles como "no diréis malas palabras" pues eran sobreentendidas, les aclaró que no sería mas Francisco para ellos, que era hora de conocer su verdadero nombre: Adreil.

Aclaró Adreil su maestría y conocimiento, reconoció ser humano como ellos pero un humano especial, y que era el guía y maestro de todo el grupo "Lo mejor están por aprenderlo" les indicó, y luego les pidió que se marcharan.

Sudados y afiebrados se encaminaron Sara y Julio por el túnel que daba a la puerta señalada con el 611 de la calle Juárez, las luces se apagaban cada vez más y los dorsos de las fábricas que durante el día parecían ajenas auroras boreales, de noche simulaban la boca de la muerte, corría el viento y una vez salieron de la casa las luces se apagaron totalmente, sobreviviendo solamente una vela que avanzaba como un gusano nocturno, era Adreil. Ellos salieron por el túnel dando tumbos con un par de cajas que estaban atravesadas. No dijeron ni medía palabra hasta que estuvieron fuera.

Pese a que las enseñanzas aprendidas en la Antesala eran de aplicación estricta y perenne durante cada momento del día, siempre causaba un tiemblo salir de la puerta 611, cerrarla, estar de repente en el mundo cruel, estar de vuelta, de regreso a lo que siempre hemos sido y nunca nos ha tenido tan contentos, volver a ser anónimos. No se dieron cuenta pero ambos, hombre y mujer se quedaron quietos fuera de la puerta durante dos minutos, como perrillos extraviados. Tal como si fuesen Adán y Eva sintiéndose desnudos sin haber sido condenados por su Dios.

- Está bien- dijo él

- Me gusta- Dijo ella.

Y comenzaron a caminar, platicando de cosas superfluas, ¿Adónde vas?, caramba vivo en el otro extremo, sí, ya es tarde, que viento hace, permíteme traes un pétalo en el cabello, etc. pero nada se dijo de la ceremonia, nada acerca de que nunca se les dijo que aquello era una iglesia, ni discutieron acerca de si sería más honesto señalar tal situación al inicio de las conferencias, ni comentaron que, se suponía, los dos eran católicos y que ya ves, no, no comentaron nada de eso porque eso era algo muy íntimo, y pese a que el rito era masivo, era a la vez muy personal.

- Te llevo en mi coche- Dijo él.

- No te molestes- Ella.

Y así se separaron. Él viéndola de reojo por el retrovisor y pensando que esa mujer era más singular y simpática de lo que había percibido mientras ella miraba su reloj y deseaba que no fuesen las diez y media de la noche, pues parte de volver al mundo era volver a casa, y en casa estaba su marido, también afortunadamente su hija. Subió a un autobús y se sentó a tres filas del chofer, del lado de la ventana. Un borracho pasa de largo y le dice "mamacita" mientras ella no siente humor de tomarle en cuenta y le ignora, pensando "como va a saber un lerdo como ése que hoy he sido iniciada, que su maldad no me alcanzará", luego reía, pues nadie creería lo que ella hacía hace apenas una hora y media.

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