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Stag life 12: The Initiation of Cynthia (1986)

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Stag Life 12: The Initiation of Cynthia (1985)

Título: The Initiation of Cynthia (1985)

Dirige: Stuart Allen

Título Región 4: La Iniciación de Cynthia.

Performancers:

Colleen Brennan

John Leslie

Amber Lynn

George Payne

Sharon Cain

Jerry Butler

Kathryn Moore

George Payne

Empleado del Mes:

Colleen Brennan.

Reseña:

Podría poner como pretexto para justificar la presente reseña que Colleen Brennan se lo merece. Podría descubrir el hilo negro y decir que el primero de diciembre que viene cumplirá ella sesenta años y que esta reseña hace las veces de un modestísimo y casi imperceptible homenaje. Podría argumentar que el simple hecho de que ella forme parte del XRCO Hall of Fame (algo así como el salón de la fama del porno) amerite que elija al azar una cinta de esta pelirroja incombustible y me ponga a hablar de ella (aunque en tal caso debería elegir "Star Angel", de 1986, que le valió premios como mejor actriz de reparto). Diré en cambio que mis razones son quizá más primitivas: Colleen Brennan me gusta mucho, su imagen afectó profundamente mi percepción de la sexualidad y encima esta película me altera el termostato. Así de caprichosos pueden ser los criterios para elegir qué película reseñar, y ello es lo de menos (estoy seguro que los destinos de países enteros a veces dependen de pendejadas como ésta, de que a un presidente o rey le guste alguien o lo ponga caliente, o que algo lo encabrone sin motivo).

Supongo que una vez en la vida le ha de tocar a uno jugar el rol de excitar, de provocar que alguien pierda el control de alguna manera. Esto no siempre es sexual, puede suceder en situaciones muy diversas. Mi momento de provocación sucedió hace algún tiempo, en ese entonces ocupaba yo un cargo muy importante en una organización, mi fama como persona implacable y medianamente despierta me hacía gozar de cierto prestigio. Si a ello agregamos que nunca pretendí darme aires de grandeza a punta de tiranías gratuitas, sino que compartía los pocos talentos que Dios me dio con mis subalternos, pues he aquí que yo era respetado. Por aquellos días tenía que contratar a un gerente, es decir, ofrecer un ascenso a un puesto bien pagado.

Varias personas se acercaron a mí y se restregaban en mis piernas como gatos que esperaban delicias rellenas de wishkas, anhelando verse favorecidas con la designación a punta de lambisconeadas (que me chocan). Yo opté por investigar la existencia de gente que ofreciera más talento y menos zalamerías. Ubiqué tres personas así, y de entre ellas elegí a una mujer de unos treinta años de personalidad muy dulce.

Era una chica buena, inteligente, bienintencionada, objetiva, capaz y aplicada a sus asuntos. Su físico era muy corpulento, que no gordo, lo cual hacía más notorias sus maneras exquisitas. Teniendo todo para ser luchadora profesional había elegido la ruta de la amabilidad. Tenía unos brazos inmensos, hombros amplios sostenidos por un torso grande. Su cabeza era de las más grandes que he visto en alguien sin hidrocefalia, rasgo que se acentuaba con unos lentes de hechura exquisita que no pudieron haberse elegido peor (cabeza enorme y lentes delgados y puntiagudos, mala combinación), sus caderas, en cambio, eran angostas, al igual que sus piernas. En fin, algo muy distante a la estampa clásica de la belleza. Si en lo físico era poco agraciada, en lo laboral lo era menos: era el tipo de chica que tiene la convicción o complejo de que los puestos altos sólo los ganan a una estampida de putillas sin más mérito que sonreír bonito. Cierto, podía hacer ejercicio y ser bonita a su manera, pero, ¿A qué hacerse pendeja? Su estructura ósea no encogería nunca y Dios la había hecho a ella grandota, amplia, como dije, corpulenta.

El caso es que la mandé llamar. Le pareció extraño que yo, el director general, le hablase a ella, tan insignificante (no es que lo fuera, sino que hay gente que se pasa de humilde y se sobaja con tal de que le reconozcan un poquito). Yo era en ese entonces poderoso e inclusive atractivo, y la chica, excitable.

La recibí en mi despacho. Estreché su mano con fuerza, cosa que acostumbro como la mayoría de la gente del norte de México, la miré afablemente y le invité a que se pusiera cómoda en una pequeña sala que tenía ahí dentro de mi oficina. Con la seguridad que da el saberse absolutamente dueño de la situación comencé a exponer concretamente mi punto. Le comenté que la calidad de su trabajo era de mi agrado, y comencé a describirle puntos que seguramente ella creía que nadie notaba; adicionalmente a esto, le expuse cómo estas cualidades me hacían tener una excelente opinión de su persona y cómo para mí sería un honor que aceptara trabajar conmigo.

Por la expresión de su rostro pude advertir que aquel momento era inesperado para ella, que ese día ella había acudido a trabajar sin la menor esperanza de que su esfuerzo fuese reconocido de ninguna manera, y menos aun por el director general, y sobre todo, no esperaba que yo le conociera tan bien a través de su trabajo, ni esperaba recibir elogios tan intransferiblemente suyos.

En toda ella había excitación, orgullo, fuerza. Era un buen día para ella. No soy especialista pero podría apostar que ese día ella era sumamente fértil, y si no lo era lo estaba siendo luego de tanto reconocimiento. Fue entonces que le pregunté qué pensaba al respecto, o lo que es lo mismo, le cuestioné si aceptaba trabajar como parte de mi círculo más cercano.

Tardó en empezar a hablar. Su cara temblaba justo como si estuviese teniendo un ataque, como si su cuerpo fuese una olla de presión y su cabeza la perilla de seguridad con claras señas de empezar a pitar. La voz era entrecortada y sus labios hacían una mueca involuntaria. Seguro ella querría decir con toda calma lo que iba a decir, pero no podía. ¡No Podía! Su cuerpo le traicionaba en el momento decisivo. Su sangre llenó de color rojo toda su faz, con su mano se acomodaba el cabello como Miss Universo, cruzó la pierna mostrándome unos hermosos zapatos de tacón que resultaban tan inadecuados como sus gafas, como queriendo irradiar un dominio de sí misma que desde luego no estaba teniendo. Había algo más fuerte que ella que no le permitía coordinar ese momento de su existencia.

Como pudo me explicó que si mi ofrecimiento hubiese llegado dos meses antes ella hubiera aceptado, pero que se había comprometido a llevar un doctorado en el extranjero que le mantendría alejada de la organización durante un año; explicó que le hubiera gustado mucho trabajar conmigo y aprender (así lo dijo, no es que ande yo de mamón), y aclaró que no había sitio para lamentaciones porque, aunque no le fuere posible aceptar mi propuesta, aquel momento le resultaba muy significativo para su amor propio como persona, la hacía revalorarse como profesionista, y le permitía llevarse una buena imagen de la organización (imagen, hasta ahora, de injusticia). Encima, me daba la impresión que decir todo esto le costaba mucho trabajo porque se estaba sincerando de corazón.

El punto es que todo parecía un experimento de excitación. Mi posición y la de ella estaban predispuestas para la excitación. Mi ofrecimiento, mi reconocimiento, su desempeño, su secreta necesidad de ser reconocida. Todo predisponía a la excitación, y cuando ésta llegó, se apoderó de su cuerpo haciéndolo ingobernable, impulsivo, visceral. Y aquí es donde todo lo dicho cobra sentido en esta reseña, si bien en esta anécdota no hablamos de una excitación sexual, queda claro que a veces no nos gobernamos a nosotros mismos. Si así de cruel es la vehemencia, cuanto más lo será en el terreno sexual donde está en juego todo lo que instintivamente somos.

Las estrellas porno tienen por lo regular un rasgo que las hace únicas. A veces es un atributo físico (John Holmes y su verga; Long Jeanne Silver y su pierna sin pie; Vanessa del Río y su megaclítoris supervitaminado, etc.), a veces es su forma de llevar a cabo alguna rutina sexual (mamada a dos manos de Jesie St. James; la forma de empinarse de Amber Lynn, la forma de gemir de Laurie Smith, etc.), o gestos que son muy personales.

Es en esta última categoría de gestos personales que Colleen Brennan destaca dentro de toda la galaxia de estrellas porno. Las torsiones de la boca de Colleen son tan inimitables que constituyen un género en sí mismo, rasgo que sólo en ella es creíble, pues las muecas de ese estilo en boca de cualquier otra actriz terminan siendo una payasada mal hecha. Es decir, si hay alguna actriz que da la impresión de estar ebria de calentura esa es Colleen Brennan. No hablamos aquí de una calentura que pueda controlarse, sino de una incontrolable, una calentura que llena de excitación a quien la padece (o disfruta) al grado que deja de ser el de siempre, se vuelve torpe, abandonado a sus instintos, a lo absolutamente contrario del dominio de sí, donde no cabe el escrúpulo de disimular ante la pareja que está uno en garras del deseo.

Imagino a una chica que está gozando como loca pero se contrae y disimula estar gozando menos de lo que en realidad está disfrutando bajo el pensamiento medieval pentateuquizado de: "No debo mostrar mi calentura, qué va a pensar mi novio, que soy una perra en celo, o una puta de primera". Pues bien, este pensamiento parece no existir en Colleen, quien una vez que se pone caliente te demuestra que es una perra en celo y una puta de primera. Pero no te confundas, no creas que ella te hace creer que se trata de ti; es ella, se trata de ella que así disfruta, y no eres tú, ella podría gozar igual de intenso con cualquiera. Así de inasible es Colleen, que puedes tenerla atravesada con tu verga y sin embargo ella se sigue perteneciendo a sí misma, o cuando menos, a su deseo, a su cachondera. En el fondo es también gentil, pues puede darte a entender que eres tú quien la llena… por ahora.

En referencia al rock, donde los "solos" son ejecuciones solitarias que un instrumentista lleva a cabo para demostrar su habilidad con el instrumento de que se trate; en el porno se entiende como "solo" a las masturbaciones o auto fajes que se meten las actrices o los actores. Bueno, En esta película Colleen Brennan ejecuta un prolongado "solo" de excitación, un "solo" de muecas que nos hace imaginar que está totalmente animalizada por dentro, abandonada a su más perruna existencia. Expresa sus deseos frente a la cámara, pero sus labios tiemblan, sus fauces se expanden, sus pupilas brillan y el centro del ojo está expandido como si hubiera emergido de una nube de opio en un bosque de incubos. Si mascullar implica apretar los dientes de placer y seguir, sin embargo, hablando, pues he aquí que Brennan masculla de maravilla. Está loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, loquita, por la cogedera y la carnalidad.

Si creías haberlo visto todo en el tema de muecas con la boca porque viste un video de Billy Idol o de Nina Hagen, necesitas ver a Colleen Brennan. Pero vamos por partes. ¿Quién es Cynthia?

La cinta comienza con Paul (John Leslie) y Cynthia (Colleen Brennan) jodiendo en su lecho conyugal. Están tapados con una cobija de color café, ella con la cabeza hundida en una almohada de funda negra con flores, y él viénsode al espejo que está en la cabecera. Cynthia está muy caliente y Paul se esfuerza por sí mismo. Sin embargo, apenas Cynthia está tomando calor cuando Paul apura el paso para dar los signos inequívocos de su orgasmo. No lo vemos, porque está bajo la colcha, pero hemos de suponer que se corrió dentro de su mujer. Ella sigue respirando agitada aun, y cuando queda bien claro que su marido ya terminó, y que eso significa que se marchará importándole un comino si su esposa se viene o no, ella exhala un suspiro y Paul se va a bañar con carita de "esto estuvo buenísimo", pero es claro que habla por él mismo.

Colleen, que se quedó a medias, comienza a masturbarse para ver si puede tener ella también su final feliz. Si bien muchas revistas (incluida esa academia de putas que es Cosmopolitan) sostienen que la mujer es distinta del hombre, entre otras muchas cosas porque, a diferencia del macho (que siempre persigue como fin último del sexo la descarga de semen, es decir el orgasmo), la mujer no hace depender su placer del orgasmo porque tiene muchas formas disfrutar, incluso anaorgásmicamente, desde luego no es el caso de Brennan, quien al parecer exige como parte del ritual su propia muerte chiquita.

Se comienza a atender solita, a espaldas de su marido (quien se está bañando y no puede verla), pero ni siquiera eso le es permitido, ya que apenas está tomando calor cuando Paul le empieza a platicar toda serie de cosas que rompen la magia del momento. Ella pone cara de estar muy insatisfecha, y más que eso, de sentirse con derecho de venirse como Dios manda y de no estar de acuerdo con el tema de conformarse.

Paul le platica que se ausentará de la casa un par de días porque tiene que atender unos negocios, mismos que refiere como "some kind of secret project", o traducido como "una especie de proyecto secreto". Ninguna esposa terrestre aceptaría este tipo de justificaciones para ausentarse de casa, no al menos sin preguntar qué diablos es ese proyecto secreto (máxime que en ninguna parte se explica que Leslie sea militar o algo así). Así de noble es esta Cynthia, esposa de Paul, sujeto que intenta satisfacer a su mujer con frases edulcorantes tales como "aun no me he ido y ya te extraño" correspondido por un "yo también te extraño". Son muy dulces, se quieren mucho, pero el coño flamígero de Brennan siente que la vida le ha quedado a deber, clama venganza, y seguramente un coño así no es de los que se esperan a recibir dádivas, sino de aquellos que se aplican. Leslie se marcha. Allá él.

Al momento de filmar esta película Colleen Brennan tenía 36 años de edad. Da pena ver como Brennan se ha popularizado como la primera abuela del porno duro (véase el título de la recopilación "Colleen Brennan: Porns 1st Grandma" para ver de qué hablo), aunque de cierto su edad no era, ni de chiste, como para jubilarse (suponiendo que las jubiladas no jodieran también, que me han contado que sí). A sus 36 Colleen seguía teniendo esa piel de alabastro que tanto impacta, mientras que su cabello rojo seguía siendo vivaz.

Tocan a la puerta y Cynthia va a atender. Es un tipo que se hace pasar por amigo de Paul. El recién llegado (George Payne) pide el teléfono, que es un pretexto usual en el porno para que se le permita a uno la entrada a un hogar. Se puede observar tres cuartas partes del cuerpo de Colleen Brennan. No luce espectacular, sino ordinaria. Quizá ese es el espíritu de la película, crear la ficción de que lo que ves ahí es una esposa común y corriente. Sus pantalones son blancos, pero están nejos, como si tuvieran ya muchas lavadas. La talla es quizá un número más grande, no queda ajustado y, sobre todo, no favorece a la silueta de Colleen, pues la hace lucir desnalgada, plana, carente de curvas. Eso es doblemente cortocircuitante porque seguro que en tu vida has visto muchos pantalones así de antipasionales y no muestras interés en quienes los portan, y viene Colleen Brennan a demostrarte que una mujer puede verse horrible en unos pantalones pero de todas formas estar muy buena, o peor aún, que la chica puede estar desnalgada (porque esa es una realidad, Colleen está algo plana, y no por la edad, sino que ella es así; estaba igual cuando filmó el sexploitation "Sassy Sue (1973)", lo malo, que está plana, lo bueno, que a los 36 luce igual que cuando tenía 24, y esta pin up inmutable lucirá igual a los sesenta) pero tener un coño de lujo como el de Brennan.

Colleen ofrece café al intruso. Se ponen a platicar acerca de datos que pueden tener algún tipo de valor argumental porque van trazando un panorama hogareño que lógicamente se hará trizas conforme la esposa se vaya emputeciendo, porque se emputecerá, eso es seguro. El tipo lanza comentarios lascivos del tipo de "El buen Paul es muy afortunado de tener a una esposa tan atractiva como tú, que luces, y perdóname que lo diga, tan apetecible". Eso es lo bonito de la palabra "atractiva", que en teoría es respetuosa pero de manera subyacente dice "quiero ponerte en cuatro patas y cogerte durísimo". Y Colleen no es capaz de decirle que esas no son pláticas que se le hagan a una mujer casada y sola, a menos de que se le crea, además, puta. En cambio dice datos que sólo hacen más transgresor el escenario: "Gracias, amo tanto a Paul, nos casamos hace seis años y, ¿Sabes? Él fue mi primer amor, en la escuela él era el chico más apuesto y atractivo que pudieras tú ver. Todas las chicas estaban locas por él, y lo acosaban constantemente. Pero él me eligió a mí, me llena totalmente, soy muy afortunada".

Cuando el porno no encuentra salidas naturales para justificar un palo, recurre a lo sobrenatural. Payne saca de su bolsa del pantalón un medallón de plástico, de esos que tienen un holograma, y con esa baratija empieza a lanzar reflejos de luz sobre Cynthia, hipnotizándola. Le toma la muñeca y jalándola de ahí hace que la mano de Colleen quede sobre su verga. La tensión sexual que transmite Colleen es tan convincente que de verdad le hace a uno creer que está experimentando su "primera segunda verga".

Esta construcción de primera segunda verga es tan accidentada que hay que explicarla. No sé si considerar sobrevalorada la primera vez o no. Las personas suelen colocar esa primera experiencia en un nicho sagrado de su sexualidad, en el centro mismo del erotismo personal. La primera vez implica la trascendencia de un estado de ignorancia a uno de conciencia. El momento de la primera vez tiene, sobre todo en el hemisferio occidental, el plus de que está aceptado (más a güevo que de ganas) por los cánones morales. La religión desearía que no hubiera sexo, pero saben que ese objetivo es una causa perdida, así que condescienden y dicen "bueno, pero sólo una vez ¿eh?, y para procrear ¿eh?, bueno, si no te es posible usar el sexo sólo para lo que es, te damos permiso de disfrutar, pero sólo con tu esposo o esposa". La primera vez es aceptada social y culturalmente. Es "La Vez". Las subsecuentes ya se pierden en un mar de ignominia.

Hay sin embargo una segunda vez en la que la costumbre no quiere reparar. No la segunda vez con tu misma pareja, sino la primera vez con otra distinta. No importa si has jodido mil veces con la misma persona, la primera vez con otra supone una frontera nueva, una que no cuenta con el aval de la religión ni la sociedad, no abiertamente al menos. Supone gula, supone cambio, y sobre todo, supone comparación. ¿Qué no todos los coños eran de vello tan grueso? ¿Qué esta nueva verga es un tercio más grande que la anterior? ¿Qué este coño no para de manar miel? ¿Qué esta verga no se pone tan dura y que eso no está, en realidad, tan mal? ¿Que este coño sabe diferente? ¿Que la eyaculación de esta nueva verga es más violento? ¿Que este coño es suave y más caliente? La primera segunda vez es algo tierno y siempre perverso, y como en toda comparación, existe el riesgo de ganar o perder.

¿Qué hace un esposo si otro cabrón que se coge a su mujer la tiene más grande o más rica? ¿Qué hace una esposa si el coño de una mujer que se acuesta con su marido es más carnoso y caliente? La alternancia sexual no sería lo que es si no existiera el riesgo de no salir bien librado en el tema de las comparaciones. En México se dice que alguien (hombre o mujer) está enculado cuando no puede dejar de acostarse con alguien que notoriamente le hace daño. Colleen está enculada, pero sin destinatario.

Cuando Colleen tiene sus manos en la bragueta de Payne, y comienza a tocar la tela del pantalón, imaginando lo que hay dentro, sintiendo las dimensiones, la dureza, la temperatura, en realidad está descubriendo si todas las vergas son como la de Paul, y abre la puerta de su perdición, sabiendo que no se detendrá hasta comprobar el desempeño de esa verga en sus entrañas, en su boca, en su mano. Está tan asequible, tan al alcance, que no puede ni quiere evitarla. Está ebria. Perdida.

El cine gringo, incluso el porno, a veces recurre a convencionalismos para acrecentar la expectativa más que para respetar un orden moral. Me viene a la mente cuando fui a ver al cine la película "Hide and Seek (2005)", que en México se llamó "Mente Siniestra" y en España se llamó "El Escondite". (Si alguien no la ha visto y no quiere ver echado a perder el final, brínquese al siguiente párrafo) En dicha cinta Robert De Niro es el papá bipolar de Dakota Fleming, es psicólogo pero en las noches se convierte en un cabronazo asesino. Durante la cinta se sugiere que De Niro quedó muy tocado tras el suicidio de su mujer, pero poco a poco se va revelando que él la mató. En una secuencia se exhibe que la esposa tenía un amante, sugiriéndose que el despecho fue el móvil del crimen. El caso es que estando yo en la sala del cine no podía evitar escuchar la plática de dos novios parlanchines que tenía detrás de mí, los cuales siseaban como si cuchichearan, pero cuchicheando con un pinche altavoz que todo el cine escuchaba. Cuando pasan la escena de la esposa aventándose un faje con un hombre mucho más apuesto que De Niro, la chica de detrás escupió la siguiente frase de machismo sin límite: "¡Con razón!". Es tenebroso. En la mente de la chica le parecía razonable que la esposa fuese asesinada por adúltera, es decir, porque se lo merecía. Y ahí surge la polémica. La escena se inserta porque deben darle al público una razón, una justificación que lance el mensaje de que el mundo no es ojete y plagado de una maldad sin motivo. Robert De Niro matando a su mujer porque sí sería espeluznante, aunque en mi opinión lo es también que lo haga con razón, y más aún si la razón es una "falta" que ha demostrado ser, cuando menos, cotidiana.

En "Initiation of Cynthia" hacen algo parecido. Pudo haber seguido la escena de Colleen tocándole la verga a Payne, y luego mamándosela, y luego dejándose joder, pero eso no pasa así. En cambio, intercalan una secuencia en la que Paul llega con un amigo suyo (Jerry Butler). Desde un inicio quedan claras las cosas. Paul no iba de viaje, sino que se quedó en la ciudad para disfrutar, de la mano de esa especie de Virgilio que es Butler, del sub mundo sexual de la localidad. Butler se ríe de que Cynthia se haya tragado el cuento del "some kind of secret project". Se comienzan a enmariguanar, y esperan la llegada de un par de putas.

Las putas llegan, son Cathy (Kathryn Moore), quien va vestida de blanco, y Linda (Amber Lynn) quien va vestida en colores de tonalidad rosa. Ambos atuendos son inconcebibles de ver en la calle.

El filme está capturado en formato de video, aunque con pretensiones de cine. Se les van algunos detalles y son tan malhechos que ni siquiera someten a edición la película. Por ahí del minuto 15 con 13 segundos se ve en pantalla un séptimo del cuerpo de un camarógrafo, la trompa de la cámara se mete de lleno en la escena y al fondo se ve una mujer sentada con la pierna cruzada, con zapatos conservadores. No sólo aparece a cuadro, sino que ondea el pie, llamando aún más la atención. Este fallo te hace ver, de manera involuntaria, una realidad vouyerista. Esos cuatro que están ahí van a tener la orgía a dos metros del camarógrafo y a metro y medio de la señora que está sentada ahí detrás. Se entiende que no pueda prescindirse del camarógrafo, pero me da la impresión de que la señora de la pierna cruzada está en el plató nomas de mirona.

Putas extrañas es lo que son Cathy y Linda, pues mal se quedan solas un momento se ponen a platicar como un par de muchachas casaderas, comentan acerca de quién le tocó a quién, que si Paul es Guapo, que si Butler también, fantasean con lo afortunadas que serían de estar casadas con uno u otro porque tienen buen empleo, etc. Pareciera que joderán muy bien para ver si el marido deja a la esposa para vivir con la puta. En fin, putas en espera de un héroe que las saque de la mala vida. Si contamos que esta orgía no es lo más extremo que harán en la cinta, sorprende el doble esta diatriba de ilusión acerca del matrimonio.

Moraleja, Paul es un cabrón y se merece que Cynthia le ponga el cuerno también. "¡Con razón!" diría la chica del cine, pero no, cuando Colleen estaba puteando con Payne, ignoraba que Paul le estaba jugando sucio. Sencillamente había sincronía. El director Stuart Allen es, sin duda, admirador del trabajo de Alex De Renzy, y si bien su película es chafa y de bajo perfil, sus tomas son muy brutalistas y explícitas, y muestra la crudeza del sexo de una manera que, aunque expuesta, no degrada en tomas clínicas.

Vuelve, ahora sí, la escena de Cynthia y Payne. Le empieza a dar una mamada voraz, y de ahí sigue lo demás. No hay drama en esta entrega, ella se abandona. A partir de ahí todo será acción, Colleen será arcilla moldeable en manos de ese alfarero que es Payne.

Enternece Brennan en su caracterización de esposa discípula, porque además parece tener muy buena disposición para el aprendizaje. Cuando Payne, termina de cogérsela, Cynthia le dice que quiere más. Esta hambre de más nos recuerda a la extinta Marylin Chambers y su papel en "Insatiable (1980)", parentesco que será más notorio al final, pues ambas cintas terminan con un monólogo febril de querer, de necesitar, más, mucho más. Por supuesto que tendrá más. Se lo aclara Payne.

Entre tanto. Paul y Butler se la pasan muy bien a lado de Cathy y Linda. Por alguna razón el director no coloca a Amber Lynn en posición de cuatro patas, que es su marca registrada. La orgía es una orgía mainstream donde cada quién jode con la suya, sin intercambio de parejas y sin siquiera cambiar de sillón. Esta orgía no termina, pues la cinta salta hasta donde están Payne y Colleen.

En el segundo escalón en el peldaño en la iniciación de Cynthia, Payne incita a Cynthia a que se afeite el coño, bajo el argumento de que la piel se le pondrá más sensible y disfrutará más. Se da paso a la escena del afeitado y luego a un cunnilinguis muy vehemente. El coño rasurado de Brennan en realidad luce flamante, hinchado, aunque desprotegido también. A cada lengüeteada de Payne uno recuerda la enseñanza: "Sentirás más". Y así parece ser. Es real que ante nuestros ojos se despojó Colleen de su vello púbico, es real que ha de sentir cuando menos más fresco, cuando no que la hipersensibilidad originada con el afeitado en realidad hace que la mamada que le da Payne sea doblemente enloquecedora.

Vuelve la trama a donde Paul, quien se riega en las tetas de Linda, para luego recibir una mamada post-eyaculación que nos recuerda al trabajo de De Renzy. Se escucha gente platicando, probablemente la señora de la pierna cruzada. Las tomas están tan bien hechas que la verga de John Leslie se ve imponente. El money shot de Jerry Butler es volcánico, y entre las voces de la gente que no entendió cuando el director dijo "Guarden silencio" se escucha un "¡Wow!". No es Linda la que dice "wow", de hecho es voz de hombre, y no es, desde luego, John Leslie quien grita "wow" viendo regarse a Butler. Fue alguien del staff.

Hasta parece homenaje a Ed Wood Jr., pero eso ya sería sobreestimar la dedicación que se tuvo a la filmación de esta película. Son errores simples. Paul se queja con Butler: "¡Qué mujer! Te envidio, has de tener este tipo de chicas todos los días, en cambio yo…" no lo termina, pero es obvio que él debe conformarse con su mojigata esposa.

Colleen no está en una orgía, sin embargo, su encuentro con Payne deriva en el despertar de todas sus inquietudes adormecidas. Payne se le viene en las tetas y luego deposita una perla de semen en su pezón izquierdo. A todas luces, Paul está cogiendo, pero Cynthia además está teniendo algún tipo de intimidad. Payne saca de la manga que la iniciará, así de simple.

De ahí, Colleen es llevada a un sitio que carece de cualquier decorado, es un fondo negro, está ahí un catre y en el catre está un tipo masturbándose. Payne sienta a Colleen en una silla de ratán y le pide que se desvista. Colleen se niega argumentando que no podría con toda esa gente ahí, como si la gente mereciera respeto. Esa frase es comedia involuntaria porque se supone que es una esposa normal que siente algo de rechazo respecto a la idea del desenfreno sexual y causar molestia en la gente, sin embargo, lo que ella llama "gente" es un cabrón jalándose la verga a dos manos encima de un catre. ¿Bajo qué contexto esto no es una circunstancia sexual? Exacto, como si fuese usual tener a un metro de distancia a un güey dándose de tirones en el pito y ello no fuese fuera de lo cotidiano. Al menos a mí no me ocurre eso con frecuencia.

Payne manda traer dos tipos más que salen de la nada y de rato está Colleen dándole de mamadas a los tres tipos. Es aquí donde la empiezan a bañar de semen.

De ahí pasan a otro sitio (no puedo llamarle habitación, pues es un fondo negro, no se sabe si están en el vacío, o en una casa, o dónde) en el que no hay más mueble que una cruz en forma de equis, en clara referencia a que ahí se atan personas. El ambiente, según esto, es iniciático, y se sobreentiende, todos los que están ahí ya pasaron iniciaciones similares para pertenecer a la fraternidad, cofradía, pandilla, grupo de autoayuda, club, o cualesquier tipo de asociación que se supone conforman todos los ahí presentes.

En un reciclaje fantástico de personajes resulta que ahí entre la bola están Linda y Cathy, que por mera casualidad eran también iniciadas en aquello que sea ese grupo. Payne ordena que, para entrar en calor, dos iniciadas, Cathy y otra (Sharon Cain, que a mí siempre me ha parecido el clon porno de Courtney Love), se entreguen a un acto lésbico.

Después de esto viene una orgía entre todos los feligreses. A Colleen le pellizcan las tetas con nula convicción sadista, y se supone que la están sometiendo a situaciones dolorosísimas, aunque suenan a broma. La escena es un remedo de iniciaciones más fuertes rodadas en los setentas.

La cosa termina cuando Payne echa al matadero a Cynthia, y la deja elegir qué vergas quiere comerse, qué vergas quiere que se le metan. ¿Habías pedido más? Hay toda la verga que quieras. Y Colleen elige uno y otro y otro más, en un de tin marin de do pingüe ninfómano. Todos se la cojen. Es ahí que Brennan está en su elemento.

De la nada aparecen, con cara de turistas, Paul y Butler. A pesar de que ya están grandecitos, sobre todo Paul (se ve ya veterano a John Leslie, mientras que Butler, que nació en 1956, igual que Brennan, luce como un jovencito estancado en casa de sus padres), se les ve un tanto ingenuos, sobre todo a Leslie, quien ahí la hace de novato que es guiado por un Jerry Butler experto. Butler le dice que es una lástima que hayan llegado tarde, porque, por lo visto, la iniciación de la puta de turno ya está bastante avanzada. De hecho, detrás de ellos hay una jauría de hombres haciendo puta a la iniciada del día, que es ni más ni menos que Cynthia, la esposa de Paul.

Butler le dice a Leslie que tal vez deberían esperar para la iniciación de mañana, así agarrarían una puta más fresquecita, pero Leslie dice que quiere acción ahora. Se supone que es una iniciación en una especie de cofradía, pero sin embargo Paul y Butler entran, al parecer, sin membresía, o quizá Butler si es miembro, pero no lo dice. En fin, no debe intentar encontrársele demasiado sentido a esta escena, posible solamente si uno disminuye voluntariamente el juicio crítico a un nivel de pobreza tal como para no advertir las innumerables incoherencias. Debe entenderse que Paul no conoce los gemidos y berridos de su mujer cuando está siendo empalada (o quizá no grita así nunca con él), mismos que sin duda llegan a sus oídos; por otra parte, así como Paul no reconoce los gemidos de Cynthia, ella no reconoce la voz de Paul que está platicando a un metro de donde le están haciendo un gang bang. Paul está plática y plática, y su esposa no lo escucha. Ella tiene dispensa, pues es posible que le estén dando por las orejas y no escuche nada.

El gang bang termina y dejan a Colleen empinada ahí, en calidad de fiambre. Está en cuatro patas, con la cabeza gacha. Paul convence a Butler que, mínimo, deben joderse las sobras de aquella puta. Y así, por increíble que parezca, Paul se coloca en el culo de su esposa y se la empieza a coger ¡Pero sin reconocerla! Butler le retaca de verga la boca. A esas alturas del partido a Leslie no le tocó el coño fresco de su mujer, pero a cambio se le entrega el hinchado coño de su esposa.

Como buenos camaradas que son, están compartiendo la misma mujer, y están platicando. Paul está sumamente conforme con el excelente biscocho que les han dejado y se la pasa diciendo: "Dios, qué belleza de mujer, de dónde las sacan, es tan rica". Y si acaso Cynthia identifica a su marido, es lógico que se hace pendeja, porque no le dice: "Amor, soy yo, tu Cynthia".

Butler como que no quiere la cosa le echa un vistazo a la boca que se está tirando y reconoce a Cynthia. No se explica de dónde la conoce, pero el chiste es que la conoce. Entonces, toma la cabeza de Colleen con fuerza para que ésta no vaya a voltear y la reconozca su marido. La escena es cómica: Butler sabiendo que la puta iniciada es la esposa de su cuate, pero incapaz de sacársela de la boca, pero cuidando el honor de su amigo (o en complicidad de la esposa) le tapa la cara a Colleen para que su camarada no la reconozca.

Los dos se riegan encima de Cynthia, y se retiran, dejándola ahí en calidad de bulto. A Leslie le entra un ataque de gentileza y dice: "Quiero volver con la chica, ha sido buenísima y quiero darle las gracias". Butler lo impide pese a la mucha insistencia de Paul. "Bueno, ya será otro día" dice Paul.

La odisea no termina ahí. Está tendida Colleen bañada de esperma. Dice que quiere más. Se sienta y empieza el solo de gesticulaciones. Es un monólogo sobreactuado pero interesante de ver. Es la lujuria encarnada en una mujer necesitada. ¿Qué da un poco de pena? Eso es una realidad, a veces uno da pena a los demás.

Pasan de ahí a una escena en la que Paul llega de su viaje. Está Cynthia visiblemente más alegre (¿Esposa deprimida? Esta cinta propone una solución), prepara la cena o algo así, y le pregunta qué tal le fue en su reunión. "La vida es una puta" contesta Paul. "Más al rato te muestro algo" le adelanta Cynthia.

Vuelve ella al escenario negro, debo suponer que en su imaginación. El solo de excitación continúa.

La producción es, por decirlo de alguna manera, pedorra. La cinta misma está hecha al vapor, con elementos reciclados de otras cintas, sin que por ello pierda frescura. El reciclaje es tal que si se ve la película "She Loves That Four X Feeling (1986)", dirigida también por Stuart Allen, sufrirás un deja vú fulminante, o cuando menos experimentarás un accidente en la Matrix. Y es que el elenco es prácticamente el mismo, Colleen Brennan, John Leslie, Jerry Butler, Amber Lynn y Kathryn Moore (quien en esta otra cinta se hace llamar Cher Delight). En esta otra cinta el palo se lo echa Leslie con Moore en la misma cama conyugal de "The Initiation of Cynthia", y vaya que ni siquiera cambiaron las fundas floreadas, es la misma sábana, las mismas fundas, el mismo espejo en la cabecera y la misma lámpara esférica. A Colleen se la coge Leslie en el sillón tapizado con un peluche horrible (la palabra lo dice todo: "peluche"), junto a un mismo esquinero. El sillón es un sofá cama bordeado por un muro de ladrillo, que para hacer diferente la escena le quitan la cubierta de peluche rancio. En fin, mismo elenco, mismos sillones, misma cama, mismas fundas, pero historia diferente.

 

Memorabilia:

La escena memorable es cada vez que Colleen interpreta arrebatos de pasión. Son pequeñas estampas, y cada una de sus intervenciones son atesorables. Pese a esto, el palo que le da George Payne en la cama conyugal es especialmente convincente.

La escena chusca de Leslie y Butler jodiendo a Colleen, que se supone es la esposa del primero pero sólo lo sabe el segundo, es de risa loca. Ver a Leslie queriéndose regresar para dar las gracias es ya una cereza.

Calificación:

Tres Chiles.

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