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Stag life 11: Inside Jennifer Welles (1977)

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Stag Life 11: Inside Jeniffer Welles (1977)

Título: Inside Jennifer Welles (1977)

Dirige: Jennifer Welles

Codirige: Es casi un mito que esta película la pudo "dirigir" Jennifer Welles con la ayuda del veterano realizador del género sexploitation Joseph W. Sarno.

Título Región 4: Conociendo a Jennifer Welles.

Performancers:

Jennifer Welles

Cheri Baines

Jennifer Welles

Marlene Willoughby

Bobby Niles

Carter Stevens

Dave Innis

David Ruby (En créditos aparece como Dave Ruby)

David Ching

David Dell

David Pierce (En créditos aparece como David Shaker)

Gilbert Palmitier (En créditos aparece como G.G. Palma)

James Chin

Joji Tani [En un rol no sexual]

Ken Anderson

Michael Gaunt

Michael Thorpe (En créditos aparece como Michael Maximen)

Mike DeMarco (En créditos aparece como Mike De Marco)

Moory Ang Park

Pepe

Peter Andrews

Philip Marlowe (En créditos aparece como Phil Marlow)

R. Bolla (En créditos aparece como Richard Bolla)

Teddy Ngai

Tom DeSimone [en un rol no sexual]

Empleado del mes:

Jennifer Welles.

Reseña:

Jennifer Welles es la verdadera, la auténtica, la original Esposa Desesperada (Desperate Housewife), pero esa es sólo una forma de decirle, pues podría conocérsele como la Catherine Denueve del porno dado su garbo y porte. Fácilmente puede pasar por dama aristocrática o hacer de esposa del embajador, y ni qué decir que luce más fina que muchas reinas (y no se diga primeras damas) que he visto. Su belleza es clásica, hogareña, quizá demasiado clásica, quizá demasiado hogareña.

"Inside Jennifer Welles (1977)" se apega al subgénero del Inside, donde todo gira alrededor de una estrella, se intenta acercar al público con sus costumbres, su carrera, o simplemente con quien se supone es realmente. Desde luego, las cintas de este corte rara vez cumplen su cometido de develar, aunque sea un poquito, la verdadera esencia de la actriz de turno. Un ejemplo de ello es la secuencia final de "Inside Desirée Cousteau (1979)", donde ella mira la cámara y te cuenta con timbre acartonado lo mucho que le gusta la verga y que, con suerte, hasta podría ser tuya (ella, no la verga), exhibiéndose como el personaje de sexualidad desaforada que se le instaló como segunda piel desde "Pretty Peaches (1978)".

En "Inside Jennifer Welles (1977)" se tiene la ventaja de que es la propia Jennifer la que dirige, y es, por mucho, su cinta más trepidante en cuanto a lo sexual, pues se le ve participando de manera muy explícita y activa en toda serie de prácticas y sacando adelante con mucha dignidad cuanta orgía y gang bang se le pone enfrente.

Pero volvamos al inicio. Expliquemos por qué ella es la verdadera, auténtica y original esposa desesperada. Una cinta que nos lleva a entender a la perfección esto es "Confessions of a Young American Housewife (1974)" donde ella es, y perdóneseme el pleonasmo de esta aclaración, la suegra de su yerno, quien a su vez es el esposo de su hija. Para ese año ella ya mostraba una apariencia de mujer madura, tan es así que su papel como la suegrita bien educada cuya sexualidad latente no puede ocultar la enorme cantidad de gigaelectrovoltios de energía potencial que encierra su furor intrauterino le queda que ni pintado.

Para quien no lo recuerde, la energía potencial es la capacidad que tienen los cuerpos para realizar un trabajo (coger), dependiendo de la configuración que tengan en un sistema de cuerpos que ejercen fuerzas entre sí (a ella le gusta el lechero y su yerno, y ella no les es indiferente ni a uno ni a otro). Puede pensarse como la energía almacenada en un sistema (cachondera irrefrenable), o como una medida del trabajo que un sistema puede entregar (fajes furtivos, jodiendas en la cocina, masturbaciones plenas en imaginación, el must del incesto). Más rigurosamente, la energía potencial es una magnitud escalar asociada a un campo de fuerzas o como en elasticidad un campo tensorial de tensiones (es decir, todo lo que pasa por la mente de Welles mientras se masturba). Cuando la energía potencial está asociada a un campo de fuerzas, la diferencia entre los valores del campo en dos puntos A y B es igual al trabajo realizado por la fuerza para cualquier recorrido entre B y A (entiéndase, broncas con la hija que terminan haciendo de ésta una cornuda que decide putear por venganza). Y sí, la energía potencial se mide en gigaelectrovoltios.

La tendencia es esa. Jennifer Welles no tiene el cuerpo de una jovencita, y ni falta hace. Es notorio cómo con los años las mujeres van perdiendo la cintura, lo cual es natural. No quiere decir que dejan de estar hermosas por esa pérdida, sencillamente su cuerpo cambia. Así, una dama de cuarenta puede ser la más atractiva del mundo, pero el que muestre una cintura de avispa sencillamente no es natural. Luego la cintura de Welles es ancha, y si se observa una silueta muy interesante se debe a sus enormes pechos y su cadera amplia.

Es esa amplitud la que hace que le quede muy bien el disfraz de ama de casa, y de hecho, atendiendo que el porno le da al público lo que pide, el clamor general es ver a Welles como la mujer con la que te hubiera gustado casarte. En esa lid, aparece en "Confessions of a Young American Housewife (1974)" vestida con ropa de Sears, colgando a su cuello un delantal, apostada en una cocina en la cual está preparando un delicioso panqueque. Es en la cocina donde la asaltan sus deseos más prohibidos.

Baste ver los títulos de algunas de sus películas para advertir que Welles es la ama de casa fetiche que el pueblo norteamericano quiere ver horneando galletas de jengibre: "Honey Pie (1975)", "Sweet cakes (1976)". De cierto, en algunas de estas cintas no aparece horneando pastelillos, pero los títulos así lo sugieren. Las razones de esto son más bien históricas.

Welles, pese a que sus trabajos más aguerridos los realizó en la década de 1970, no es una actriz setentera en estricto. Hay que recordar que no es sino hasta el año de 1970 que la pornografía pasó a ser legal en Estados Unidos en medio de una apertura que no inspiraba mucha confianza. Tan es así que trabajos como "Sexual Freedom in Denmark (1970)" se confeccionaron para poner a prueba esta apertura, ya que se supone que se trataba de un documental que, como no queriendo, intercalaba algunas escenas de sexo explícito que se justificaban como estrictamente necesarias para dotar de valor antropológico al documental. La prueba consistía en que si este trabajo "educativo" padecía los envites de la censura había que abstenerse de invertir en producir cine explícito. Pasó sin pena ni gloria; podía entonces invertirse. Nombres de cintas como "Mona, The Virgin Nymph (1970)" se inscribieron con fuego en la historia de la pornografía por el atrevimiento que supusieron en su momento, había nacido el porno legal.

Antes de eso el porno existente era ilegal, y el público debía conformarse con lo que ofrecía el género de sexploitation.

La estética de las primeras películas de Welles era la típica de aquellos años, claramente observable en cintas tan famosas como "Who´s Afraid Virginia Wolf (1966)", que con su estridencia conmocionó a las buenas conciencias norteamericanas en lo que la revista Mad (vaya referencia), en su parodia "Who in Heck is Virginia Woolf?!" resumió como, "cine de arte para que los censores tengan que aguantarse que se hable sucio". Y cualquiera que haya visto esta cinta, indigesta a morir, constatará que sí que habla sucio Taylor. El antecedente cultural parece ser ese.

No es que esté yo loco en asociar a Jennifer Welles con la Liz Taylor de "Who´s Afraid Virginia Wolf (1966)", sino que la referencia parece indicar que la controversial película, con estrellas como Elizabeth Taylor y Richard Burton, abrió una oportunidad comercial muy clara: vender películas que expusieran situaciones límite en interiores y no dentro del contexto de una persecución a campo traviesa (por ejemplo "Faster Pussycat Kill! Kill! (1965)" de Russ Meyer). Nadie quería, sin embargo, tener una vieja gritona en casa (aunque ésta fuese Elizabeth Taylor), y se hacía necesaria una sumisión sin límites, como la de Elizabeth Montgomery de la serie Bewitched ("Hechizada" en Latinoamérica, serie de TV muy popular que se exhibió entre 1964 a 1972) cuyo esposo es un pendejo integral, y aun así ella estaba ahí para lo que él ordenara, omitiéndose, claro está, la exhibición de esos caprichillos de alcoba que a más de uno interesaban pero nunca saldrían al aire. La energía universal sabe que mi mente, ordinaria a tope, basta y sobra para elaborar una larga lista de cosas que le pediría hacer a la protagonista de Hechizada, y también a la de Mi Bella Genio, y no me refiero a la elaboración de bocadillo alguno; ¿Si yo puedo en mi ordinariedad imaginar toda serie de atrocidades, por qué sería diferente para el público norteamericano de finales de la década de 1960?

Esa mezcla de pelangochería sexual y vocación para hornear pastelillos pedía a gritos el surgimiento de una estrella que conjuntara los deseos de transgresión (Taylor) y estabilidad (Montgomery) requeridos para ser feliz, y resulta que Dios había creado ya a Jennifer Welles, que en aquel entonces se hacía llamar Liza Duran.

De porte clásico ostentó siempre la guerra fría en la mirada y la imagino viendo en el televisor la llegada del hombre a la luna al momento que moja con su lengua el filtro de su cigarrillo mientras toca la piel de sus botas. Tan representativa es de la normalidad y la belleza que resulta inquietante verla recorrer los caminos de una sexualidad oscura. Es la chica que nació en una sociedad represora. Le toca vivir los sesentas, pero ya está bastante crecidita para ser hippie, y entra a los setentas ya luciendo como una señora. No le tocó la suerte de ser adolescente en los setentas, no resultaba adecuada para interpretar la rutina de la virgen corrompida, era más bien como una mujer casada que se libera del bunker antibombas que le impuso la sociedad, y se encamina a redescubrir su maldad y su sexualidad. ¿Qué no era la virgen corruptible? No importa, ella interpretaría a la perfección a la señora corruptible, esa que enviuda, esa que está casada pero no tuvo la curiosidad de experimentar, esa que siente todavía un poco de culpa al masturbarse pero no puede evitarlo, esa que nos revela que la edad es la nada para el deseo.

Comienza su carrera con "Sex by Advertisement (1967)", seguida por una trilogía de obras del fino Henri Pachard: "Career Bed (1969)", "Submission (1969)", and "This Sporting House (1969)", de la que se destaca "Career Bed (1969)" que es la hilarante historia de una madre que tiene una hija casadera (Welles) a la que desea acomodar bien en la vida e incluso hacerla una estrella. Lógico, la meterá en un sinfín de situaciones comprometidas que arriesgan la pureza que ella trata como una mercancía que hay que vender bien.

Con la entrada del cine en color y la apertura al contenido explícito, Welles haría otro tipo de cine. En mi opinión Welles no termina de estar cómoda con el porno duro, pues lo suyo parece ser la provocación y no tanto el desempeño. A menudo luce pesada o falta de elasticidad, pero tales elementos no se esperan de ella, es una señora que, según la edición de marzo de 1969 de la revista Dapper Magazine Pictorial, tenía medidas de 36D-21-34 (en métrica gringa) y con el tiempo solamente aumentó, es decir, su belleza es la de las diosas primigenias representadas de antiguo grávidas.

La película "Inside Jennifer Welles (1977)" inicia con una cartulina que anuncia que la función va a empezar, nada de artilugios digitales, el coloreado es visiblemente a mano. Luego aparece un primer plano de un cursi ramo de flores, lo que deja ver desde el primer instante que lo loco no será la escenografía, sino la postura vital de la protagonista.

Ella está con los ojos cerrados y gimiendo. La primera impresión que da es que se está metiendo mano sola. Suena el teléfono y es alguien a quien ella llama "Darling", que puede ser su novio o incluso su marido. De sus líneas puede uno imaginar que su novio/esposo le está pidiendo que se reúna con él y le pregunta cómo está. Welles dice algo más o menos así: "Darling, estoy bien". Como el Darling ha de percibir su notoria hiperventilación le ha de preguntar si está haciendo su ejercicio matinal, a lo que ella contesta: "Sí, estoy haciendo mi ejercicio… no te preocupes… estaré lista… estaré lista… de hecho estoy lista ahora… estoy lista juuuuusto ahora…". El Darling necesita estar muy pendejo para no darse cuenta que lo que está listo es un orgasmo, pero en fin, es un porno.

Ella cuelga el teléfono y la cámara recorre su cuerpo y el espectador descubre que no sólo estaba en trance sexual, sino que está un tipo dándole una mamada. Ignoro si esta fue la primera vez que se realizó esta rutina que se convirtió en clásica (por no ir más lejos, me tocó ver una secuencia idéntica de una dama que atiende el teléfono a su pareja pero otro la está mamando, para el caso, la dama era Flower Tucci y la producción es de 2007), en cualquier caso aquí está filmada de manera soberbia.

La toma se centra en la mamada. El vello púbico de Welles corresponde a la descripción "pelos de elote". Son largos, apilados al centro justo encima de su vagina, son gruesos, como de alambre, de dudosa calidad rubia. No me detendría en este detalle si no fuesen tan extraordinariamente gruesos y, sobre todo, tan rollizos, tanto que una vez que se remojan (como es en el caso de que le estén dando una mamada muy mojativa) parecieran la estridente cabellera de un recién parido. Si hay algo contrario a un coño rasurado como los que abundan en el porno del siglo XXI, eso es el coño velludo de Welles.

Aparecen unas letras rojas que indican: Basado en las memorias de Jennifer Welles.

Acto seguido Jennifer ejecuta un movimiento muy suyo: darle de mamar a un fulano que yace acostado, manteniendo una pierna sobre la cama y otra en pie. Ya que el tipo funcionó como asiento con amenizador integrado, se dispone a disfrutar de las bondades de esta señorina. Ella lo prepara como una araña que envuelve a su víctima con su fino hilo. Le come la lengua y se la chupa como si fuese una verga. Luego ella se baja y mama al tipo, luego lo cabalga, éste se riega y listo. Un palito normal, mañanero.

Sale de su departamento y una voz le pregunta si quiere un taxi, pero ella dice que no, que un auto pasará a recogerla. Hace viento fuerte y ella va vestida de blanco, como símbolo de la pureza. Llega el auto con chofer que espera y ella lo aborda. Dentro del auto comienza a recordar una vez que viajó en taxi.

La cinta está plagada de soliloquios que el espectador escucha con una claridad radiofónica. Incluso, apostaría que se utilizaron filtros de alta calidad para que la voz de Welles se escuche súper sugerente mientras cuenta sus supuestas memorias.

Cuenta la vez que se subió a un taxi y el taxista era algo así como un roquero de cabello largo, pantalones ajustados de mezclilla, camisa oscura y un dije de metal colgando. El taxímetro marcaba dos dólares con cuarenta y cinco, y ella sólo traía un billete de cien. Orillada por las circunstancias lo invita a pasar a su departamento… para feriar el billete.

Por supuesto el taxista se la coge. Pese a que no hay novedad con este pequeño desenlace, da gusto ver cómo sucede todo. Welles lleva puesto un vestido color beige que deja al descubierto su espalda magnífica. Se le acerca al taxista, se le ofrece sin miedo, con la seguridad de estar muy rica. El taxista alega que siempre usa protección, y saca de la cartera un condón, lo manipula en sus dedos desenrollándolo (cualquiera que haya usado un condón sabrá que desenrollarlo y luego meterlo como si se tratara de un calcetín es mala idea, pero este taxista lo hacía así). Welles se le queda mirando a la mano que distiende el preservativo y le dedica una mueca como diciendo "no me vengas con mamadas", y le dice "Come On!". El taxista sonríe, arroja al suelo el condón, y se dispone a cogérsela a pelo.

 

La voz en off de Welles no deja de alabar a los hombres peludos, incluso recuerda a uno que parecía gorila, y define a su compañero taxista como una bestia fuera de su jaula. El taxista la sujeta colocando las corvas de Welles en la parte interna de sus codos, lo que abre sus piernas y alza el coño, en una posición que el Kamasutra denomina lanza profunda, y no es broma, en esta postura uno se mete hasta la cocina. Quizá Welles no es muy activa en cuanto a jodienda se refiere, pero te deja hacer. Y el taxista desde luego hace, y lo hace con entusiasmo.

Como se portó bien, Welles hasta le da propina al roquero.

Vuelve la escena al coche donde viaja Jennifer y el chofer le dice: "Mire Sra. Welles, en ese cine están proyectando una película suya". La memoria de Welles vuela a lo que ocurrió en ese cine.

Robert Bolla es el cácaro del cine. Su patrón lo regaña diciéndole que no soportará ni una falla más. Se queda solo y a través de un cristal echa un vistazo a la cinta que está haciendo proyectar. Se escuchan jadeos y ha de ser algo muy caliente porque se la empieza a jalar. ¿Quién creen que entra a la sala de proyección donde sólo puede entrar personal autorizado? ¡Exacto! ¡Jennifer! No importa qué hace ahí, atrapa al cácaro masturbándose mientras ve una película de ella. Se acerca, lo sorprende, Bolla se vierte un bote de agua mineral en el pito para que se contraiga. Pero Welles tiene otra idea. Se acerca y comienza a tocarle el pecho. Cualquiera al que le hayan tocado el pecho suavemente, así como se toca un trofeo, se sentirá identificado con este recorrer de las manos de Welles por el cuerpo de Bolla. El amor es así a veces, pausado, paciente, dejando que los labios saliven el cuerpo que han de devorar.

Welles lleva un vestido blanco con un moño enorme en forma de rosa. Se pone en cuclillas y comienza a mamar a Bolla. Al principio pareciera que simplemente le ofrece un hueco húmedo dónde meterla, pero conforme la escena avanza le pone más energía a su mamada. La voz en off es delirante, pues empieza a alucinar con que la verga de Bolla está enorme como la de un caballo, y me disculpará Welles, pero Bolla no es Holmes, o Jeremy, o Siffredi: no la tiene enorme. Pero la mente lo es todo, y si para ella la verga de Bolla era de caballo, pues era de caballo, ni hablar. El caso es que la voz en off pega de gritos como si la estuviesen abriendo en canal colgada en un rastro, y se escucha también el relinchido salvaje de un caballo bipolar. La escena termina cuando Welles exprime a Bolla. Entra el patrón de éste porque algo pasó a la película y Bolla no la repara (pues está ocupado), pero luego ve a Welles en el suelo y lo entiende todo.

De ahí pasan a una escena en el consultorio del dentista de Welles. Todo normal, si acaso llama la atención la escena en la que Jennifer acosa a la enfermera del consultorio, ni siquiera están desnudas, pero se le acerca con tanto aplomo y energía sexual, que hace que uno se pregunte cómo sería que Welles te abordara con intenciones de que no te le escaparas vivo. Supongo que sería una tentación difícil de esquivar (suponiendo que quisieras esquivarla).

De ahí se brinca a una escena que es ya más típica de Jennifer. Está entrando a su departamento pero lleva una bolsa de mandado. De la bolsa sobresale un rollo de papel aluminio y otros menesteres muy de hogar. Como la bolsa es grande no puede abrir la bolsa. Un joven vecino, estudiante, vestido con suetercillo ortodoxo, y corbata, le ayuda con la bolsa. Ya que entró el chico a su departamento ella le invita un café. El muchacho dice que no puede porque le espera su compañero de cuarto para estudiar. Jennifer le pregunta si a él y a su amigo no les gusta el plátano con crema (Obvio, es un modismo; en el diccionario pornográfico se llama creampie al acto de venirse dentro de la mujer, ya sea en ano o vagina. Lo que Welles le ofrece al estudiante es un banana creampie, ¿Así o más sugerente?).

El muchacho va por su amigo. Welles los recibe ya en negligué. Los lleva escalera abajo a su habitación, que es un templo de amor con cama enorme con espejo en la cabecera y chimenea encendida, lo que acredita a Welles como una extraordinaria pirómana, pues el muchacho no tardó ni un par de minutos en regresar y ella ni siquiera tiene tizne en las manos.

Se la joden entre los dos, resultando sobresaliente la eyaculación del chico que la penetra por detrás usando la verga para la vagina y el dedo medio para el culo, acompañado de la perturbadora estampa de Welles mamando al otro chico, con el cabello desarreglado y rubio, con sus ojos sombreados en color ocre, con sus cejas negras, sus enormes pestañas nostálgicas y el labial rojo, pareciendo una bruja escapada de alguna cinta de Dario Argento: visceral y lujuriosa.

Vuelve al auto con el chofer. Esta vez Welles divaga acerca de cómo a ella le gusta mirar todo tipo de gente. En un bar observa a Marlene Willoughby, vestida de hombre con indumentaria dandy. Van al espacio de Marlene y llevan a cabo un acto sáfico. Terminan y al parecer se vienen las dos, pero Jennifer manifiesta que ella necesita más. Marlene le trae un morenazo para que la joda. Es cómico porque Marlene los está presentando por su nombre siendo que él ya está a tres milímetros de metérsela.

El palo está mal filmado, quizá porque el actor no da muchas trazas de ser un profesional.

Luego hay una escena con un rotulista gordo. El hecho de que vayan dos principiantes al hilo te hace cuestionarte si la película tuvo mucho de improvisación. Welles es más bien pasiva. Sus mamadas son aguerridas, pero, a ser honestos, ya en plan jodienda ella es de las que se dejan hacer. De ahí que si el encargado de hacerle cosas es un pendejo, la escena resultará sin gracia, por mucho que esta diva del porno intervenga en ellas. Tan pusilánime resulta esta secuencia que culmina con Jennifer mamando la verga blandengue del gordo para luego decir "esto es mejor que una hamburguesa". Luego de esta frase, de por sí exterminadora de toda pasión, el gordo se incorpora impidiendo que Welles lo mame más y dice "recordé que quería ir a Burger King".

Por fin llega a su destino. Le espera su novio/esposo/lo que sea. La conduce a una salita donde la esperan seis tipos. Inicia el gang bang. Ningún caballero toma la batuta de las cosas. Se echa de menos la presencia de algún actor con un mínimo de personalidad, y ya en complacencias a la carta, hubiese sido fabuloso que hubiese aparecido por ahí un John Leslie o un Jamie Gillis para darle carácter a este gang bang, y ya con ganas de meter en aprietos a Welles, el grupo de siete caballeros estaría compuesto por los dos que ya dije, más John Holmes, más Eric Edwards, más John Seeman, más Ken Scudder, más Paul Thomas, por citar puros que estaban en activo en ese entonces y que no hubieran batallado con escenas sencillas como la penetración anal del gang bang (que el que la lleva a cabo se tiene qué estar ayudando con la mano).

Al finalizar están comiendo los recién exprimidos caballeros. Los cocineros son chinos. Welles, insatisfecha con el trabajo de los siete hombres, pide apoyo moral a los cuatro chinos. Se esfuerza, pero da un poco de pena que tampoco en este refill también haga falta un macho dominante que le baje los humos.

No deja de ser interesante el manejo de la música. Primero, cuando Jennifer se desnuda en una especie de striptease, suena una infumable canción de Big Band. Luego, ya que se la está mamando a todos, suena una pieza difícil de clasificar en parámetros actuales, pero que en estricto es una rara modalidad de funk, como la que interpretaba Parliament: galáctico y rico en riffs de guitarra sicodélica. Esa pieza de funk había sonado en algunas partes de la película, de hecho, en las más trepidantes. Cuando los caballeros se riegan encima de su cuerpo ya de plano empieza a sonar una polka que nada tiene qué ver con la excitación sexual. Al final, ya con los cuatro chinos, uno de los cuales tiene la verga con un pellejo que no es retráctil (su pene parece un enorme porro de marihuana y pide a gritos una conversión al judaísmo), suena música dizque oriental.

Lo dicho. Jennifer Welles es el tipo de mujer con la que te gustaría casarte. Está guapa y sabe hacer panecillos. Pero de ser el caso, resignación es lo que más te hará falta cuando decida recorrer el mundo. A ti, que eres su marido, te deja una nota en el espejo donde te explica que tiene sed de experiencias distintas, que no la busques. La nota en el espejo es la nota final de esta, su película más personal, y dice:

"En una fría noche de invierno cumplí mi más grande deseo y principal fantasía. Participar en una fiesta en la cual yo era la única mujer, en la que me tocó departir sexo con setenta y tres hombres. Todo lo que has visto es real, y corresponde a la realidad de mi experiencia actual. Jennifer Welles."

Memorabilia:

Son dos escenas las que se quedarán en tu subconsciente y por las que deberás ir a terapia para arrancártelas:

La primera, es la imagen de bruja de Jennifer Welles mientras le mama la verga a uno de sus vecinos.

La segunda es el aguerrido tournante oral que les practica a los distinguidos caballeros de la orgía final.

Calificación:

Tres Chiles.

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