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Stag Life 27: Pandora´s Mirror (1981)

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Stag  Life 27: Pandora´s Mirror (1981)

 

Título: Pandora´s Mirror (1981)

Dirige: Warren Evans

Título Región 4: El Espejo de Pandora.

 

Performancers:

Beth Sheridan, Kandi Barbour (aparece como Candy Barbour)

Diana May (aparece como Diane May), Celeste Bon (aparece como Esther Hass)

Hillary Summers (aparece como Heather Gordon), Marlene Willoughby,

Merle Michaels, Annie Sprinkle (aparece como Miss Annie Sprinkle)

Robin Sane, Sandra Hillman (aparece como Sandy Hillman)

Tiffany Clark, Veronica Hart, Ashley Moore (aparece como Ashly Moore)

Bill McKean (aparece como Bill Kidder), David Ruby (aparece como Dave Ruby)

Frederick Foster, George Payne, Jack Houston, Jamie Gillis

Jerry Butler, Marc Valentine (aparece como Marc Anthony), Rod Pierce

Ron Hudd, Ron Jeremy, Roy Stuart

Russ Carlson (es decir, Shaun Costello, es decir, el propio Warren Evans)

Gordon Duvall (as Sleepy La Beef), Carter Stevens (aparece como Steve Mitchell)

 

 

Cuadro de Honor:

 

 

Verónica Hart

 

Esta es la tercera y última entrega de esta serie dedicada a Veronica Hart. Para no repetir, atiéndanse las indicaciones de lectura en los dos anteriores fascículos. En esta entrega se revisará la película “Pandora´s Mirror (1981)” y con pretexto de ello se dará un vistazo a la vida de Jane Hamilton desde su salida del porno y hasta la actualidad. Comencemos.

 

Biografía

 

Luego de apartarse de la industria, Veronica Hart ha dirigido películas bajo su verdadero nombre: Jane Hamilton. Como directora ha estado detrás de cámaras para rodar las películas de regreso tanto de Marilyn Chambers como de Ginger Lynn. "Estoy muy abierta, muy explícita. No estoy con el coño en el suelo... Mi porno duro es muy duro. Yo no les pido a mis artistas que hagan nada que yo no quisiera hacer o a lo que no estuviera lista. Me gusta el sexo anal. Es uno de mis personal favorites. Nunca he tenido una DP [doble penetración, la alusión a esto se debe sin duda a que a sus ex colegas las pone a hacer estas DP con mucho vigor], pero espero organizar una algún día".

 

El comentario anterior merece dos observaciones. La primera, relativa a la amenaza de Veronica Hart de hacer algún día una doble penetración. La segunda, relacionada con el hecho de ser directora en el regreso al ruedo de amigas suyas como Ginger Lynn, o actrices que admira, como Marilyn Chambers.

Veronica Hart refiere al sexo anal como uno de sus personal favorites (no quise traducir esto tampoco porque no creo que haya una traducción exacta. Decir aficiones, sugiere que lo hace todo el tiempo, decir preferencias le resta ese toque personal). Diría que el sexo anal de Hart es por lo regular pasivo, literalmente, le “dan por el culo”, es decir, siempre hay un alguien que “le da”, y si bien la participación es innegable, su posición es más bien de colaboración que de conducción. Diría que ello obedece a la época, pero ahí están Vanessa del Río o Connie Peterson para romper cualquier excusa que se haga al respecto, ellas culean de manera muy entusiasta, resultando ser estas dos las precursoras vintage del porno anal que se hace en la actualidad.

Hay ejemplos intermedios, como la espectacular Selen, que a mi juicio es del tipo de Hart, ruda pero elegante, que desempeña extraordinarios anales tendientes también a lo pasivo, pero sorprendentes, y que sin embargo, por más que actúe no logra transmitir que las dobles penetraciones sean algo que realmente maneje bien. Creo que una doble penetración de Hart sería como la de Selen, pasiva, sintiendo a sus adentros, pero de escasa espectacularidad.

El comentario de Veronica en el sentido de que “espera organizar una algún día” me sabe a una fanfarronada de esas que uno hace frente a sus amigos, quienes saben que nunca lo hará pero igual le echan porras y se lo celebran por haberlo dicho. Se le perdona, claro está. En verdad, quien sabe si la haga, y en cualquier caso, no nos tocará verlo. En la cinta “Delicious (1981)” participa en un gang bang. Hay sexo anal, a cargo de Ron Jeremy, en el estilo limpio que ya he referido; un anal pulcro, pasivo. Tenía ella a su disposición a tres gañanes, pero la doble penetración no sucedió. Lo más cercano a ello fue que Jeremy la jodía de perrito y le metía los dedos en el ano, es decir, una doble penetración simulada.

 

Doble estimulación en “Delicious (1981)”

Ahora bien. Por lo que hace a su rol de directora. Ya en la entrega anterior se habló de sus experiencias con Marilyn Chambers. Más singular es el tema de Ginger Lynn, quien desde luego es amiga cercana de Hart.

Una muestra de que Veronica hace porno duro es “Torn (2001)”, con Ginger Lynn, dirigida por Jane Hamilton. En ella Ginger es colocada en muy distintos predicamentos. La escena en la que tres tipos le hacen un gang bang a Lynn es bastante cruda, y recuerda a los trabajos que como director hace, y hace muy bien, John Leslie. La escena la vi, por primera vez, en otra cinta de Jane Hamilton, titulada “Misty Beethoven: The Musical! (2004)”, que le valió a Jane una nominación de los AVN Awards en la categoría de mejor dirección. Como ya dije en la entrega pasada, en ella actúa –y muy bien- Chloe Nicole. En “Misty Beethoven: The Musical! (2004)” se supone que Randy Spears está educando a una chica inexperta a efecto de que mame y coja bien, y sobre todo, que deje atrás “tontas ideas de que el sexo ha de guardar un equilibrio de género”, es decir, ella cree que el sexo debe ser 50% hombre, 50% mujer.

 

Ginger Lynn en “Torn (2001)”, dirigida por

Jane Hamilton.

En la escena de Ginger Lynn, esto en “Torn (2001)”, es 75% hombre, 25% mujer, pero un 25% más cabrón y capaz de reducir a 0% a los demás. El que la escena sea reproducida dentro de otra película demuestra lo orgullosa que quedó Jane Hamilton con ella, además que le sirve de promoción (y vaya que sí, da inquietud saber en qué acaba la escena del gang bang dela Ginger madurita, pues en “Misty…” te muestran sólo un pedazo).

“Misty Beethoven: The Musical! (2004)” es otro ejemplo de lo que hace Jane Hamilton y, a diferencia de toneladas de cintas que se producen actualmente, está llena de cosas que comentar: El desempeño de Chloe Nicole (no sé cómo le hace pero transmite mucho haciendo aparentemente poco: ¿Qué tanto puede expresarse en una escena en la que se recibe un muy insistente beso negro y la participación sexual en esa escena se reduce a eso, a recibirlo? Chloe lo sabe); en la parte musical, el pito de Randy Spears canta, de hecho, su ojo del pene es una boca como aquellas que superponían en las escenas de la serie de Clutch Cargo; la escena de lección de mamadas con distintos dildos es fría/caliente; el uso de recuadros es llamativo; hace un cameo (aparece como viejo rabo verde) el director de la cinta “Openning of Misty Beethoven”, de los 70´s,  y la escena final a cargo de Chloe es la cereza de una cinta bien hecha. Si acaso el personaje del pervertidor se queda un poco corto, y más lo parece si se compara con el pervertidor de la cinta original, interpretado ni más ni menos que por el transparente y nada kinky Jaime Gillis.

 

En “Torn (2001)” se pone a trabajar en serio a Ginger Lynn. Es su amiga la que la pone a chambear.

 

Aparte de su trabajo como directora, Verónica ha aparecido en numerosos espectáculos, shows y películas mainstream, así como en unas 30 películas clasificación R. Uno de sus papeles más visibles fue el de “La Juez” en el filme de Paul Thomas Anderson (no confundir con Paul Thomas, el actor y ahora director de cintas porno para la productora Vivid) “Boggie Nights (1997)” que homenajea al porno de la década de 1970. A continuación, un fragmento de la entrevista de Rachel Arieff, donde se habla de esta cinta:

Rachel Arieff: Me gustaría que me hablaras un poco de “Boogie Nights”. ¿Es cierto que Paul Thomas Anderson basó en ti el personaje de Amber Waves que interpretaba Julianne Moore en la película?

Veronica Hart: “Creo que el personaje es un cruce entre Annette Haven y yo. Paul Thomas Anderson era fan mío, y lo que dijo, que fue maravilloso, fue que si me ofrecía otro papel en una de sus películas, no sería un papel de prostituta o de estrella porno. Porque considera que puedo interpretar, lo cual es genial”.

Rachel Arieff: En “Boogie Nights” hiciste el papel de jueza, en el juicio de Amber Waves, y estuviste fantástica.

Veronica Hart: “¡Gracias! También hice el papel de asistente de dentista en la película ‘Magnolia’. Will Macy mira hacia arriba, y puedes verme a mí y a otra chica. Creo que mi nombre en los créditos dura más tiempo que mi rostro en el film, pero fue maravilloso que alguien como P.T., que estaba haciendo una película mainstream, no tuviese miedo de sacarme en ella”.

Rachel Arieff: ¿Cómo contactó contigo?

Veronica Hart: “Fue a través de Ron Jeremy. Ron estaba trabajando con él desde hacía tiempo. Creo que Ron Jeremy se dedicó a salir con él durante un año y medio. Le llevaba a sitios, le presentaba a gente, hablaba con él… Todos esos tipos vinieron al set de uno de mis films: Wahlberg y algunos de los tipos que aparecerían en ‘Boogie Nights’, y pasaron el día allí, para saber cómo eran las cosas en un rodaje porno. Ellos tenían la idea de que, para nosotros, aquello era como estar todo el tiempo de fiesta. Y, bueno, aunque no hay nada de malo en divertirte mientras trabajas, lo cierto es que sigue siendo trabajo”.

Rachel Arieff: ¿Cuál es tu opinión de “Boogie Nights”?

Veronica Hart: “Aprecio que sea una película tan cool, y aprecio el hecho de que se molestasen en consultarnos. Habitualmente nadie nos consulta o se nos trata como víctimas. Hay mucho victimismo ahí (en el film), pero al mismo tiempo todo el mundo, absolutamente todo el mundo tomaba cocaína en aquellos años, no sólo la gente del porno. La gente de la música, del entertainment, abogados, doctores… toda la sociedad estaba tomando cocaína. Cuando ves esos programas de ‘Behind the Music’, por ejemplo, te cuentan que todas las bandas de aquella época estaban drogadas siempre. Todo el mundo tomaba cocaína”.

Rachel Arieff: Dices que en “Boogie Nights” predomina el victimismo, pero no creo que muestren víctimas del sexo en la película. Más bien son víctimas de las drogas. El sexo no se muestra de un modo negativo.

Veronica Hart: “Sí. Pero mucha gente de nuestro negocio se sintió ofendida con la película porque mostraba mucha violencia. Y nuestro negocio no es violento. Realmente no es violento”.

Rachel Arieff: ¿Piensas que se inspiraron demasiado en los asesinatos de Wonderland? (La famosa matanza en la que se vio envuelto John Holmes)

Veronica Hart: “Sí. Y por ejemplo cuando al tipo le dan una paliza en aquella limousine… Nuestro negocio nunca se ha basado en la violencia. No gira alrededor de eso. El cine para adultos mainstream no tiene nada que ver con la violencia. Además hay anacronismos en el film. Hay errores, como por ejemplo el hecho de que rodasen en L.A. Nadie rodaba porno en L.A. en esa época, porque iba en contra de la ley”.

Rachel Arieff: Eso es lo que Nina Hartley nos contó.

Veronica Hart: “Sí. Eso era antes de la Ley Friedman. Todavía se nos consideraba prostitutas en esa época”.

Rachel Arieff: ¿Cuál es la Ley Friedman?

Veronica Hart: “Es la ley que modificó la ley anterior. Hasta entonces, las actrices de cine adulto eran consideradas prostitutas. Aunque las dos partes que participaban recibían dinero a cambio, se consideraba prostitución. Hasta que no llegó la Ley Friedman, no se consideró algo artístico y pasó a ser una actividad legal. Antes de eso sólo podíamos rodar en San Francisco, Marin County y New York. Probablemente también iba contra la ley allí, pero pasaban demasiadas cosas y no había problema. A no ser que corrieses desnuda por ahí, nadie se metía en tus asuntos. Si rodabas en L.A., sin embargo, te arrestaban. Si rodabas en Connecticut, te arrestaban también. Por ejemplo, en los guiones en lugar de referirse a una escena sexual como ‘sex scene’, escribían ‘commercial scene’, para evitar problemas. O si alguien te preguntaba qué hacías, tú respondías que rodabas películas de bajo presupuesto, o rodabas ‘anuncios’. Posteriormente, lo habitual era decir que hacías ‘music videos’. Pero jamás decías que estabas rodando ‘adult’. Hoy en día, sin embargo, cuando pido un permiso para rodar y me preguntan qué tipo de proyecto es, yo respondo: ‘adult’. Siempre hay riders en nuestros proyectos, en donde se especifica que nada de lo que hacemos puede ser visible o audible para el público. Mientras rodamos, no podemos dejar que se escuchen gemidos fuera del set de rodaje, ni que se vea a nadie desnudo. Somos responsables y las autoridades nos adoran. Somos responsables de una quinta parte de las ganancias económicas que genera la industria cinematográfica en L.A.”.

Thomas sin duda es admirador de Veronica Hart, cosa que se nota luego de ver cómo los dos personajes principales de su cinta, el de la actriz porno Amber Waves, interpretado por Juliane Moore, y el de la actriz porno Brandy “Rollergirl” o “Patines”, interpretado por  Heather Graham, se basan indirectamente en Veronica.

Otra versión señala que Amber Waves se basa en la persona de Julia St. Vincent (novia de John Holmes), esto es, en la parte de los problemas de custodia y demás, pero que en el diseño del personaje (en su parte de actriz) guarda rasgos muy identificables de Hart, o de Anette Haven. Por otra parte, el personaje de Brandy “Rollergirl” tiene que ver con la época de la cinta “Roller Boogie (1979)”, donde salía Linda Blair, como parte de la promoción de un movimiento sobre ruedas (había movimientos, o intentos por crearlos, disco, vaqueros urbanos, pandillas, patinadores, lo que pudiera pegar culturalmente) que en su versión porno tuvo varios escarceos, el primero, en “Rollerbabies (1978)” con Terri Hall, donde hay rutinas de sexo en patines (cogiendo y rodando);  la cual no parece haber inspirado a Paul Thomas Anderson.

 

Veronica Hart, la original Rollergirl en

“Playgirl (1982)”

La inspiración tuvo que haberle venido más bien de “Playgirl (1982)” con Veronica Hart, quien inicia con una secuencia de apertura donde va con un short como el de Brandy “Rollergirl”. En dicha secuencia, Verónica muestra otro de sus muchos talentos, el del patinaje. Va por ahí con su pantalón corto de tela metalizada, esquivando transeúntes y provocándoles.

Para la trivia, este talento en el patinaje le sirve en otra película, esta vez de cine R, llamada “Bloodsucking Pharaohs in Pittsburgh (1991)”, donde es mesera en un restaurante en el que el puesto exige que se deba andar en patines. Así como en “Playgirl (1982)” Veronica tuvo que actuar que sabe patinar, pues a pesar de girar y moverse de aquí para allá se advierte cierto miedo a azotarse, en “Bloodsucking Pharaohs in Pittsburgh (1991)” el guión exigía que actuase como la peor patinadora. Desde luego, Veronica interpretando el tema de la mesera que en su vida había patinado y que en su primer día de trabajo le dicen “ponte estos patines” resulta hilarante.

 

Cayendo en patines en “Bloodsucking

Pharaohs in Pittsburgh (1991)”.

En mi opinión, la comedia es uno de los géneros que más dificultades puede representar a un actor, pues todo el mundo puede hacerse el desgraciado, total, nadie juzga las formas en que la gente se siente mal, mientras que en la comedia no tienes la opción de no gustar, pues la falta de simpatía mata la risa y, si no haces reír, no haces comedia. Veronica Hart tiene talento para la comedia, en la línea de la comedia física que popularizara Lucille Ball, recordada por su serie “Yo amo a Lucy”. Siento que como actriz haría trabajos muy graciosos en alguna serie de comedia americana. En muchos de sus papeles la risa es inevitable, por ejemplo, en la cinta “Puss´n Boots (1982)” acude a una cantina donde se reúnen mujeres soldado. Ella, fuera de tono, está vestida de gambusino. Basta un pequeño roce con una de las parroquianas para que se arme la pelea campal. En esa pelea de cantina, Veronica se da gusto soltando botellazos en la cabeza de algunos asistentes. Si la bronca era innecesaria, los botellazos lo son aun más, y verla repartiéndolos, y recibiéndolos, tan anárquicamente es de risa loca.     

 

Veronica recibe un botellazo en

“Puss´n Boots (1982)”

Respecto a “Boogie Nights (1997)”, Jane dice “Yo estaba preparada para un retrato realmente brutal de todos nosotros, pero él (Thomas) puso ahí la humanidad en la que estábamos y lo que estábamos tratando de hacer. Tanto lo lindo como lo patético estaba ahí, fue realmente significativo. En un registro más amplio de las cosas [nuestras pretensiones] resultaba muy gracioso. La primera vez que leí el guión pensé ‘Esto es terrible. Todo lo que hacen es drogarse’. Luego pensé acerca de eso, ‘Lo que hicimos fue droga´”.

 

Veronica 1990

Más datos curiosos de “Boogie Nights (1997)”, cinta que todo pornófilo debe ver, aunque sea por cultura general:

El papel principal de la cinta le fue ofrecido originalmente a Vincent Gallo en vez de a Mark Wahlberg. Dado que el papel era la representación de John Holmes, el papel le hubiera quedado que ni pintado a Gallo. Holmes,  por donde se le vea, fue un hombre de una enorme complejidad (y otras cositas enormes), mientras que Vincent Gallo es también muy complejo. Además, basta ponerle unos caireles a Gallo para tener la imagen nítida de Holmes, se parecen en algo (no en la parte que quizá importa, según pudo verse en “The Brown Bunny”, película de cine comercial del 2003 que se vuelve unrated por la escena final en la que Chloe Sevigny le da una mamada explícita a Gallo, rutina que cuenta no sólo con una felación, sino con eyaculación en la boca y todo eso. Como Gallo es el guionista y director, me imagino su risilla diciéndole a Sevigny: “en esta parte el guión exige que me des una mamada hasta que yo, egoísta, me corro”).

El trabajo de Wahlberg fue muy bueno, pero que se hubiera reusado Gallo es lamentable: sólo Vincent Gallo pudo haber representado la trompita chiquirriqui que pone Holmes cuando está echando un palito, como si fuera él y no la chica de turno quien tuviera que preocuparse de su integridad física. Además, Vincent Gallo tiene facilidad para poner cara de que no se le para, y el guión tiene hartos pasajes de ese tipo, de cuando John Holmes no rendía lo suficiente a consecuencia del consumo de drogas.

Como coletazo de este trabajo con Paul Thomas Anderson, Jane Hamilton trabaja también en un pequeño papel dentro de una cinta de mayor presupuesto “Magnolia”, confirmando el dicho de Luke Ford de que “tiene grandes papeles en películas pequeñas, y pequeños papeles en películas grandes”.

A diferencia de otras ex estrellas porno, Verónica Hart nunca se ha volcado en contra de la industria. “Salí en un programa de televisión junto a Samantha Fox y ella me contaba  acerca del mucho dolor en que estaba y de lo horrible que había sido para ella, y me daban ganas de decirle ‘cariño, cuando yo me bajaba a comerte el coño, tú no parecías estar en ese gran dolor’, pero no quise descender a ese nivel”.

Según Verónica, el porno siempre ha sido un caso de explotación mutua. “Seguro, fui explotada, y yo los explotaba a ellos por dinero… todo era dinero. Supongo que cuando llegas a un negocio, estando tan verde como cualquiera, se cometen errores y la gente toma ventaja de ti, pero ¿En qué negocio no sucede eso? Este es uno de los pocos negocios en los que es mejor ser una mujer, por cómo va la paga. La gente me pregunta qué tipo de injerencia tiene la mujer dentro de este negocio: Mínima. Es de risa porque sin la mujer no estarían ahí… y siempre hay mujeres envueltas… y quiero decir que esto no es una onda de género. Sólo porque una mujer es mujer, ello no significa que no será misógina respecto de las demás mujeres. Conozco algunas mujeres que realmente maltratan su talento”.

 “Seamos realistas, hay víctimas en todos los caminos de la vida. Hay mujeres que son abusadas en todos los caminos de la vida. Si una persona elige ser una víctima y elige ser abusada, acabará así dentro de este negocio. Absolutamente. Acabará así en cualquier negocio. Acabarán como un ama de casa abusada o como una secretaria abusada. En qué negocio esté, eso es secundario. Este negocio es enorme. Hay de todo dentro de él. Todo lo que tú quieras encontrar, en estos días, ahí está. Te podrás encontrar gente muy espiritual o iluminada, o gente grandiosa con la cual pasar el rato, y también puedes encontrar escoria. Yo soy cristiana y, de hecho, soy una persona bellamente religiosa; no voy por ahí diciendo que todo fue horrible, que me alegro de haber salido de esto. La mayoría de mis amigos están en el negocio, y son las personas más lindas que pudieron haber bajado a la tierra… soy muy afortunada. La gente que he conocido es maravillosa, maravillosa, maravillosa. Yo no voy a voltearme para decir ‘oh, todo fue un error, denme un respiro’. Me gusta mucho el sexo. Pienso que es una cosa buena.”

 

A continuación, la parte que falta de la entrevista con Rachel Arieff.

Rachel Arieff: ¿Cómo ha sido este año para ti?

Veronica Hart: “Ha sido un año realmente extraño, pero al mismo tiempo ha sido muy bueno. Finalicé una larga relación el año pasado, y el modo en que terminó fue devastador. Estaba destrozada por cómo acabó todo. Pero mi marido regresó conmigo, a pesar de que nos habíamos separado. Él tenía cáncer terminal, y a causa de ello volvió a casa y eso nos permitió pasar juntos un tiempo que fue maravilloso y lleno de amor. Fue una bendición poder pasar tiempo con él, cuidarle, y llegar a un estado curativo de amor y comprensión. Dios, fue maravilloso. Pero murió en Junio, así que ha sido realmente duro. Ahora tengo una maravillosa relación, me siento afortunada. No sé si habrás oído hablar de él. Es un actor que se llama Timothy Bottoms”.

Rachel Arieff: Sí, sé quién es Timothy. (Timothy Bottoms co-protagonizó la legendaria película “The Last Picture Show”, y hace unos años hizo el papel principal de la brillante serie “That’s My Bush!”).

Veronica Hart: “Él no tiene actitud en plan Hollywood. Puede ser difícil a veces, pero no es un pendejo. Ya sabes que la mayoría de actores pueden ser insufribles, pero él no es un actor normal. Él es un hombre, tiene una familia. Él es ranchero, de hecho está en su rancho ahora. Él ha sufrido tanto como yo. Recientemente se ha divorciado de su esposa, y la familia a la que tanto ha querido está lejos de él ahora. Así que está tratando de encajar esa pérdida también”.

Rachel Arieff: ¿Cómo se conocieron?

Veronica Hart: “Yo produje un film de terror titulado ‘Parasomnia’. El director era Bill Malone. Él fue quien rodó el remake de ‘The House On Haunted Hill’. Trabajé con Timothy hace años. Él estaba casado… pero captó mi atención. Era un verdadero caballero. Me habló de su familia y demás, y yo pensé, ‘Qué tipo más agradable. Menudo caballero’. Y cuando vi la película terminada, pensé, ‘Vaya, es realmente bueno’. Porque gracias a él, la película es muy sólida. Es un excelente actor. Posteriormente, me enteré de que su matrimonio se había roto y estaba buscando una casa en L.A., y pensé: ‘Mmm…’ La siguiente vez que le vi, flirteé un poco con él, pero no se dio cuenta de que estaba flirteando. Nos vimos de nuevo en Screenfest y… Bueno, ya sabes, yo siempre soy Jane Hamilton, no llevo conmigo el personaje de Veronica Hart a menudo. Es una parte de mí, pero no la anuncio si no es apropiado, de modo que mucha gente con la que había trabajado en ese film no sabían que yo también soy Veronica. Soy Veronica y no me avergüenzo de ello. De hecho, estoy orgullosa de ello, pero si no es apropiado mostrar esa faceta mía, no lo hago”.    

Rachel Arieff: ¿Has tenido problemas alguna vez para separar ambas personalidades?, ¿hubo una época en que fue más difícil tratar con tus dos identidades?

Veronica Hart: “Probablemente necesité diez años después de que dejase de actuar en films para adultos, para darme cuenta de que yo soy Veronica. Ella es Jane. Jane es Veronica, y Veronica es Jane. Hay partes que desde luego son intercambiables entre las dos. Veronica es parte de mí, y una parte que quiero mucho. Quiero decir, siempre he sido muy abierta y muy sexual. Soy pacifista. Soy vegetariana desde hace 37 años. Y hay una parte de mí que realmente gira alrededor del amor y de amar. Cuando inicié este viaje hacia el cine para adultos, pensé, ‘Dios, espero que no termine siendo una de esas personas quemadas que odian el sexo’. Pero gracias a Dios no ha sucedido eso”.

 

Premios de Veronica Hart

Rachel Arieff: [Con relación a las Leyes que consideraban rodar el cine porno como pornografía. Tema iniciado al hablar de Boogie Nights] ¿Esa naturaleza underground de “outlaws” contribuyó a que existiese una mayor camaradería entre la gente del negocio en aquella época?

Veronica Hart: “Sí. Pero precisamente por eso nunca pudimos tener una unión que nos protegiese. Lo único que unió a la gente del negocio fue el miedo al SIDA. Fue la primera vez que en esta industria nos pusimos de acuerdo con respecto a algo. Por el hecho de ser ‘outlaws’ y de hacer cosas que la gente normal no hacía, era difícil que nos pusiésemos de acuerdo en nada. Hay pornografía que me parece aceptable, y hay pornografía que no me gusta nada”.

Rachel Arieff: Ya que mencionas eso, me gustaría conocer tu opinión sobre un pedazo de mierda como Max Hardcore (pornógrafo especializado en rodar videos en donde abusa brutalmente de chicas que, en muchos casos, creen que han sido contratadas para hacer porno mainstream, y terminan siendo prácticamente violadas ante las cámaras. Max Hardcore ha sido condenado recientemente a una pena carcelaria a causa de sus abusos).

Veronica Hart: (Larga pausa) “Bueno, lo primero que debo decirte es que estoy de acuerdo en que es un pedazo de mierda. Paul (Max Hardcore) es un tipo interesante, es muy intelectual y puede ser un gran conversador. Es una persona cool si no le conoces en el contexto de sus asquerosos videos. Paul probablemente era el típico sujeto que en la escuela quería salir con cheerleaders y quería ser popular, quería a la chica guapa de la escuela. O quizá fue un nerd que nunca tuvo ninguna oportunidad y fue humillado. Quizá alguna mujer le trató tan mal, que le dejó marcado de por vida, y desde entonces sólo puede pensar en humillar y destrozar a los demás. Han habido chicas que me han contado que cuando van a sus rodajes, lo primero que él les pregunta es: ‘¿Hay algo que no quieres que te haga?’, y luego eso es precisamente lo primero que les hace. Para mí eso es imperdonable. Aparte de Max, también está Rob Black, él es quien realmente me irrita. Bajo mi punto de vista, el sexo debería ser siempre algo participatorio. No es algo que se hace a alguien, es algo que una pareja comparte. Incluso en el S&M hay un acuerdo entre ambas partes. Y exceptuando el S&M, el sexo no debería basarse en torturar a una mujer o degradar a una mujer. Debería ser una celebración sexual. Soy una vieja hippy. Eso es lo que soy. Me gusta amar a todo el mundo. Y cuando Rob Black apareció con esta mierda de concepto de que todas las mujeres que hacen porno son putas psycho que no merecen respeto, me afectó mucho”.   

Rachel Arieff: Quizá él sea un puritano.

Veronica Hart: “Quizá”.

Rachel Arieff: ¿De dónde crees que viene esa necesidad de castigar a las mujeres?

Veronica Hart: “Chuck Zane es su tío. Así que se crió alrededor de sexo hardcore. Como consecuencia de ello, pasar al siguiente nivel y combinar violencia con sexo no fue un gran cambio para él. Cuando yo veo en un film a mujeres siendo golpeadas, inmediatamente deseo golpear a sus agresores”.

Rachel Arieff: A mí me sucede igual. Ese tipo de situaciones me provocan una fantasía Aileen Wournos. Me encanta la escena de “Boogie Nights” en la que rollergirl le da una paliza a aquel tipo.

Veronica Hart: “En una ocasión escribí lo siguiente, ‘Watching Rob Black’s videos makes me want to blow him… away’ (cambiando el sentido de felación por disparar contra él). Posteriormente, un día estaba en un stand de una feria de cine adulto, y una señora viene y me dice: ‘¿Eres Veronica Hart?’. ‘Sí, soy yo. ¿Quién es usted?’. Y dice: ‘Soy la madre de Rob Black. Si algo le pasa a mi hijo, será culpa tuya’. Lo que ella interpretó fue que yo estaba incitando a mis fans a que matasen a Rob Black, y esa no es mi intención. No quiero matar a Rob Black. ¡Soy pacifista! Tuvimos una conversación y al final me dijo: ‘No sé de dónde ha sacado eso Rob. Supongo que simplemente trata de captar la atención de la prensa. Es como un side-showman’. Hablamos un buen rato, y me dijo que al haber crecido con Chuck Zane, siempre estuvo rodeado de este tipo de cosas y creía que de ahí le venía todo. Y yo terminé la conversación diciéndole: ‘Bueno, estoy seguro de que la madre de Hitler también sentía cariño por su hijo’. Supongo que estuvo mal por mi parte decirle esto, pero lo hice”.

Rachel Arieff: Como la película de James Cagney en la que su madre dice: “No hay ningún chico realmente malo”, y seguidamentela Mafia acaba con él.

Veronica Hart: (Risas) “Sí”.

Rachel Arieff: Apareciste en la serie “Six Feet Under”. ¿Cómo conseguiste el papel y cómo fue la experiencia?

Veronica Hart: “¿Tú qué crees? Imagínate, pude trabajar con Kathy Bates y Alan Ball”.

Rachel Arieff: Adoro a Kathy Bates.

Veronica Hart: “Fue genial. Yo también la adoro. Contactaron conmigo porque yo estaba trabajando para VCA. Estaban interesados en contratar a alguien como Marilyn Chambers. Les pasé la información, pero les pregunté si podía acudir al casting y dijeron que desde luego que sí. Fui al casting, y allí estaban Kathy Bates y Alan Ball, lo cual fue extraño, muy pocas veces te encuentras en un casting a la gente que trabaja en la serie o en la película, lo habitual es que sólo esté el director de casting. Leí mis líneas para ellos y quince minutos después me llamaron y dijeron que el papel era mío. Fue maravilloso que me eligiesen. Lo mejor para mí, aparte de conseguir el trabajo y todo lo demás, fue el momento en el que entré en el estudio con Alan Ball y le dije: ‘OK, Alan, ¿quién murió?’. Porque habitualmente cuando alguien escribe tan bien, escribe sobre lo que conoce. Escribes sobre sentimientos que has tenido. Y me contó que cuando tenía 13 años o algo así, su familia tuvo un terrible accidente de coche. Su hermana estaba sentada junto a él, y ella murió y él se salvó. Así que ha pasado toda su vida tratando de superar eso. Es el sentimiento de culpa del superviviente, y ya sabes, se trata de ser un hombre, de ser fuerte”.    

Rachel Arieff:  Eso se puede ver reflejado en los dos hermanos en la serie. El estoicismo de esa familia.

Veronica Hart: “Además, estoy segura de que Alan está fuera del armario. Es gay y al tratar con su sexualidad durante tantos años, es capaz de escribir muy bien sobre ello. Tener ese momento de conexión con él fue lo mejor de esa experiencia. Él y Kathy Bates son gente maravillosa, y durante el rodaje no me trataron como a una ciudadana porno de segunda clase, sino como a una actriz”.    

La ingratitud me da fiaca. Sin que esto suene a paranoia, a menudo consulto nombres de personajes interesantes para saber qué ha sido de sus vidas. Tecleo en mi computadora Alejandro Jodorowsky, Veronica Hart, Christian Vander, y varios más; los populares no me preocupan, sé que cuando se muera Robert De Niro me voy a enterar lo quiera o no; mi zozobra es respecto de aquellos seres encantadores y marginales que, aunque mueran, nadie va a decir ni media palabra de ellos (el ejemplo claro es Jamie Gillis, que en mi opinión es una figura tan emblemática como John Holmes, y ninguna revista ni periódico dijo nada acerca de él). Busco, y si no veo malas noticias, siento alivio. Cuando realice el Stag Life dedicado a la cinta “Erotic Adventures of Candy (1978)” aludiré a esta manía otra vez.

Me entristezco, obviamente, de que muera el cuerpo de la gente, pero es algo natural, sin embargo, lo que realmente me apena es saber que alguien a quien le tengo aprecio muera y me de cuenta hasta mucho después. He de confesar que me interesé por la serie de Six Feet Under debido a esta costumbre aciaga. Escribí en el buscador de Internet “Veronica Hart” y apareció una imagen de ella en una plancha de embalsamamiento. Me sentí muy extraño de ver su cuerpo ahí tendido sobre la plancha de la morgue, preguntándome qué habría pasado con ella, cómo fue que murió, y bajo qué razón la imagen de su cuerpo muerto estaba siendo expuesta públicamente. Mi mente tuvo distintas comprensiones acerca de los misterios de la vida a la vez que me acordaba de las secretarias calientes y de ella mirando un espejo. Tardé algunos segundos en desentrañar que se trataba de una actuación: ella haciéndola de cadáver. Tomé un respiro, pero la sensación de lamento estuvo ahí. Me sentí sumamente ingenuo de creerla muerta y expuesta.

Una cosa llevó a la otra. Esta participación suya en una serie de televisión mainstream que se atrevía a mostrarla con el pecho desnudo era lo suficientemente anecdótico como para querer verlo en todo su contexto (me voy a lo anecdótico, pues lo no anecdótico como dar seguimiento a cada filme que rueda no es algo que vaya yo a hacer). Compré la primera temporada de la serie.

 

En el rodaje de Six Feet Under

Ella aparece en el episodio cuatro de la primera temporada. Hace el papel de Viveca St. Jones (un nombre inventado, parecido al de Jessie St. James), una ex actriz porno que vive ya fuera de ese mundo. La serie es muy particular, pues cada episodio comienza con la muerte de alguien. Es una fórmula de guión que es una maravilla para cualquier serie de televisión, pues dota a los personajes de una fuente inagotable de historias cortas que pueden servir de distractor para la presentación más gruesa de los personajes principales. Así, en la serie Nip Tuck, los personajes principales son dos cirujanos, y se les da seguimiento a sus vidas, pero en cada episodio aparece de manera efímera (con frecuencia hay personajes que sólo salen en un episodio y nada más) un personaje, en este caso, al que le tienen qué hacer cirugías. Se desarrollan sus razones y demás, y permite hacer y conocer a los cirujanos. Con Dr. House, igual, un paciente por capítulo. En la serie Huff, el psicoterapeuta atiende un caso por episodio, y lo mismo sucede con Bones, que resuelven un caso policíaco por vez, y Lie to Me, que desentraña una mentira por episodio.

En Six Feet Under el capítulo empieza, por lo general, con una muerte. Aparece un fondo blanco, el nombre legal del difunto, así como el paréntesis donde se encierran el año de nacimiento y el año de muerte. Las muertes son de todo tipo, desde un sujeto que se autoatropella con su camioneta, el mamón que se pega en la cabeza al echarse un clavado en una piscina, la anciana que recibe un pelotazo de golf en la cabeza, el señor que tiene todo planeado y maneja a la funeraria con instrucciones de cómo quiere que lo entierren y al estacionar el auto en la cochera apaga el coche y simplemente se muere, hasta la señora que se le para el corazón mientras está cagando.

Desde mi forma de ver, Six Feet Under es la mejor serie de televisión que he visto, y he visto muchas. Viveca St. Jones muere de manera estúpida. Se está dando un baño en la tina, como ese que Veronica se da en “Twilite Pink (1981)”, pero menos explícito. Hay un gato que le ronronea y le merodea la bañera. Ella le está llamando a una cita suya. El gato tumba un radio de transistores en la bañera y la descarga eléctrica le electrocuta. Ella se aparece con los pechos de fuera, y da pie a la escena del servicio funerario donde los conocidos se ponen sentimentales en el orden de “Cogía como nadie, la vamos a extrañar” (ocurrencia que luego plagiarían los copiones de Nip Tuck en el velorio de un personaje, ex sexaholic, con testimonios de sus compañeros de rehabilitación, en el orden de “daba las mejores mamadas, me masturbaré hoy en su memoria”; y digo copiones porque ese mismo personaje adicto al sexo es objeto de otra copia: este mismo personaje necesita que un ejército de albañiles termine una obra, y su manera de motivarlos es dándoles esas célebres mamadas en un cuartillo, al más puro plagio de “Chopstix (1978)”, donde para obtener dinero un grupo de amigas vende pastelillos con un combo que incluye café negro y mamada gratis).

La serie es altamente recomendable, pues mantiene su premisa de que la vida es ese paréntesis y no tienes más que lo que ocurre entre el extremo de inicio y el del final, un tramo finito, demasiado finito, tan efímero que ha de vivirse con urgencia. Al final de la primera temporada un personaje le dice a otro “¿Por qué existe la muerte?” y el otro le contesta “Para que todo esto [la vida] valga la pena”. Sin duda fue un verdadero honor trabajar en esa serie, le creo honestamente a Hart, quien sacó adelante el papel, muy bien (se puso implantes para salir en este episodio, y de plano se los dejó puestos).

Rachel Arieff: ¿Ha sido un estigma a lo largo de tu carrera el hecho de ser tratada por gente del negocio “legítimo” como si fueses menos que ellos?

Veronica Hart: “La gente tiene miedo de ello. Incluso en un film como ‘Parasomnia’, era difícil para el director enfrentarse a esa faceta de mi carrera. Me tiene mucho cariño, pero no quiere verse asociado con el rollo porno. Lo mismo me sucedió con un músico de rock con el que tenía relación. Alguien pensaría que quien está en el Rock’n’Roll no tendría problemas con esto, pero nunca pudo aceptar mi pasado. Es algo que afecta todas tus relaciones”.

Rachel Arieff: ¿Por qué dejaste de rodar películas para adultos?

Veronica Hart: “Mucha gente dice que lo dejé a causa del SIDA, pero no fue por eso. Dije en su día que haría películas para adultos mientras me divirtiese y lo disfrutase, y que cuando dejase de ser divertido, lo dejaría. Me enamoré y a partir de entonces ya no quise hacer el amor con nadie aparte de mi marido. Dejó de ser divertido para mí. Mi marido básicamente se casó con una loca. Yo estaba loca cuando se casó conmigo. Llegamos a un acuerdo: podía seguir en el negocio si limitaba mis actividades sexuales al trabajo. Bueno, pues un día vine a Los Angeles a ver a un productor mainstream que era amigo mío. Solíamos tomar coca juntos y hacíamos sexo. Le dije que a partir de ese momento no podríamos volver a hacer sexo. Pero tomamos coca y terminamos haciendo sexo. Luego se lo conté a mi novio Michael y él dijo, ‘OK, hemos acabado’. Esa misma noche decidí suicidarme. Escribí cartas de adiós para todo el mundo, y mientras bajaba el efecto de la cocaína me di cuenta de lo que iba a hacer y llamé a mi madre. Ella me pidió que no lo hiciera y me fui unos días a casa de mis padres en Las Vegas. Entonces hablé con Michael, que se enteró de lo sucedido, y le dije, ‘¿Qué vas a hacer este fin de semana?’, y él respondió, ‘Bueno, voy a ir a verte y me voy a casar contigo’. Fue entonces cuando dejé el negocio. Se suponía que iba a hacer diez películas con ese productor, había accedido a hacer varias entrevistas muy importantes y lo dejé todo cuando estaba en la cima”. 

 

Jane y Michael en un set.

Rachel Arieff: ¿Qué hiciste después de eso?, ¿Empezaste a dirigir?

Veronica Hart: “Sí, empecé a dirigir, y Michael trabajó en mis películas como director de fotografía. Incluso cuando nos separamos, seguimos trabajando juntos hasta que enfermó y dejó de trabajar. Él estaba trabajando en uno de mis films, ‘Love and Bullets’, cuando se puso muy enfermo. La gente del equipo le envió al hospital y fue entonces cuando me di cuenta de lo grave que estaba. Fue el principio de… (Jane rompe a llorar) No sabíamos lo enfermo que estaba hasta que necesitó un transplante de hígado. Por suerte, había dejado de beber en verano. Cuando sucedió todo eso, empecé a cuidarle o habría muerto (Vuelve a llorar). Le pusieron en una lista de transplantes de hígado y riñones. Tenía hepatitis C y sobrevivió al transplante, pero a causa de las drogas que le dieron, contrajo cáncer y murió. Luchó muy duro. Él es un héroe para mí. Fue todo muy duro y terminé terriblemente deprimida. Sabes, mis hijos ya han crecido y tienen sus vidas. Cuidé entonces cinco o seis años de Michael, y cuando murió… No tenía mucho sentido para mí seguir aquí”.

Rachel Arieff: Sentiste un vacío total.

Veronica Hart: “Sí, nada tenía sentido. Dirijo, produzco… pero tu vida se define por tus relaciones con otras personas. Por ello, conocer a Timothy ha sido tan importante para mí”.

Rachel Arieff: Cambiando de tema, quería preguntarte un poco sobre el negocio. ¿No crees que es difícil encontrar sensualidad en los films para adultos hoy en día? ¿No te parece que ahora el cine para adultos es totalmente comercial?

Veronica Hart: “Estoy totalmente de acuerdo. Lo que sucede ahora es que tal y como están las cosas con las descargas de Internet, es duro para los directores. Hay tanto porno gratis en Internet que es difícil sobrevivir para las productoras porno. La gente ya no compra como antes. Para el consumidor, la situación está bien, pueden decir: ‘OK, quiero una rubia bajita con tetas enormes cogiendo con un tipo negro con una verga gigantesca’, y encuentran justo eso. ‘Quiero un enano, y esto y lo otro’, y lo obtienen. Pero para cineastas interesados en hacer películas, los presupuestos son ahora muy limitados, y como consecuencia de ello ya no hay mucha gente haciendo cosas de calidad. Yo, por mi parte, ya he dicho todo lo que tenía que decir en el porno, y estoy interesada en el siguiente nivel. Me interesa el Artcore. Películas normales con algo de hardcore. Timmy y yo vamos a trabajar juntos en un proyecto. Será algo en la línea de ‘El Ultimo Tango en París’, pero no lo rodaremos en París, sino en High Sierras. Me interesa hacer films que tengan sexo, pero que no se basen por completo en sexo”·

Rachel Arieff: Para terminar, dime qué te parece el nuevo presidente Obama.

Veronica Hart:Obama es maravilloso. Estoy muy contenta. Da muchas esperanzas a América. Estoy contenta de que, por una vez, América no me haya decepcionado. Cuando Bush fue elegido, empecé a pensar, ‘España parece un buen país para vivir’. (Risas) Annie Sprinkle siempre que viaja dice que es canadiense”. 

Rachel Arieff: ¿Obama te parece excitante a nivel sexual?

Veronica Hart: “¿Si me pone cachonda? Vaya, nunca he pensado si me gustaría cogérmelo”.

Rachel Arieff: Yo tengo sueños húmedos con él.

Veronica Hart: “¿Sabes quién me pone cachonda? Mi novio Timothy. Él me pone jodidamente caliente”.

 

A Veronica se le puede ver (y así aparece en créditos, como Veronica Hart, no como Jane Hamilton) en “One Eyed Monster (2008)”, un bodriazazazo cuya trama lo dice todo: Un equipo de producción de una cinta porno se va a una cabaña aislada a filmar una cinta porno. Una fuerza alienígena posee a Ron Jeremy, en general, y a su verga en particular, al grado que ésta se independiza y vaga por la cabaña haciendo estragos.

 

Veronica Hart en “One Eyed Monster (2008)”

La película es malísima, y si tiene algún valor mirarla es para ver a Hart con un alaciado y meditar en el hecho de que esa que ves ahí tiene 52 años y está en excelente forma. ¿Qué la lleva a participar en cintas como esa? Ayudar a su camarada Jeremy, sin duda. En youtube puede verse un fragmento de una charla amistosa entre Jeremy y Hart, no platican de “One Eyed Monster (2008)”, tema que a nadie le interesa; platican de los años de la gloria del porno. Esto desde luego es trampa, pues hay quienes no comprarían la película pero sí los extras. Esta plática se ve tan espontánea, tan llena de simpatía. Son viejos amigos, eso sí, y la risa de los dos es refrescante, no se ve que les atormenten fantasmas del pasado, lucen incluso felices. La risa de Hart no es actuada, está muerta de risa, y contagia. Cuando esos dos la tuerzan, y la tuerzan Mitchell y Hartley, la memoria del porno habrá perdido su lado más elocuente, abriendo paso a una erosión inevitable. No importa que suenen repetitivos, que opinen, ahora que pueden, antes de estar six feet under.

 

Jane Hamilton es referencia obligada para conocer el porno de los ochenta, además de que tiene la cualidad de ser congruente con su pasado. Da gusto escuchar a gente con los huevos de afirmar que es feliz y que no se arrepiente, y que vea su pasado como una historia constructiva. En el documental “Hot and Bothered: Feminist Pornography (2003)”, dirigido por Becky Goldberg, se le puede ver en el set, filmando, opinando que no cree que exista algo que se denomine en estricto pornografía feminista, y así como se siente en la libertad de hablar abiertamente de eso, hace muchas otras cosas. Tres son las actrices que son referencia obligada en estos documentales, la más legendaria Sharon Mitchell, Veronica Hart, y  Nina Hartley, las tres, mujeres completas que no ven por ahí lamentándose de su vida, las tres en forma, en cierto modo activistas.

 

La directora, detrás los actores ganándose el sueldo

Imagen tomada de“Hot and Bothered: Feminist

Pornography (2003)”, dirigido

por Becky Goldberg .

En este documental de Becky Goldberg hay un letrero muy interesante que cuelga en la oficina de Sharon Mitchell. Se trata de un acróstico, que dice B.I.T.C.H. es decir Being In The Control Herself, o algo así como siendo en el control de sí misma. Puede que algún moralista les diga bitches a estas tres. Las tres se proclamarían gustosas como bitches, pero del tipo que dice el letrero, y quizá un poco en el otro sentido también.

Reseña:

Sabed que todos los estados de existencia –ya sean de bondad,

de pasión o de ignorancia- los manifiesta Mi poder de ilusión (Mâya). Yo no me

encuentro en él [Poder de Mâya], ni en los estados, pero ellos se encuentran en Mí.

Este poder de ilusión, manifiesto en las tres modalidades

de la naturaleza (Sattva, Rajas y Tamas), es difícil de superar. Pero aquellos que

se han entregado a Mí, pueden atravesarlo fácilmente.

 

Krishna

El Bhagavad Gitá, Canto VII, 12-14.

En mi historia personal, habré de haber visto esta cinta unas cuatro o cinco veces en cine, o más, si contamos que en más de una vez me quedé en la sala cinematográfica para verla de nuevo. Eran épocas de los programas dobles. Con suerte, las dos películas serían buenas y los cortos también, y la suerte podía ir empeorando, de dos películas buenas a una con cortos buenos, o dos películas malas con cortos buenos, y nunca me tocó, por suerte, que nada estuviese bueno. Había ocasiones en que las películas resultaban ser softcores infumables, pero entre una y otra ponían los cortos de “Carnal Highways (1979)”, que valían definitivamente la pena.

Eran épocas de tiempo sin valor, que podía uno desperdiciar de la manera más burda. Lo que determinaba las veces que vería la cinta eran mis compromisos externos pues, si por mí fuera, el aburrimiento no llegaría nunca y la podría ver una y otra vez. Dependiendo de la agenda, a veces la veía una vez. A veces la veía incompleta por tener que marcharme a la mitad. A veces la veía entera, veía la otra cinta, y veía “Pandora´s Mirror (1981)” al menos hasta la parte en que Veronica Hart se masturba en el baño y alucina que la joden los dos atletas de la azotea vecina, o completa otra vez.

Ir al cine era un juego de dados. ¿Con cuál cinta comenzaría la función? ¿Con la que esperas? ¿Con la otra? Las funciones empezaban a las cuatro de la tarde, de lunes a sábado; el domingo había matiné desde las diez de la mañana. Llegar a deshoras era una ruleta rusa. ¿Estaría comenzada la película? ¿Habría pasado ya lo mejor? ¿Qué misterio encierra el hecho de ver? Y sobre todo ¿Qué misterio encierra el hecho de volver a ver algo, de querer verlo más u otra vez?

Voy a hacer una revelación: “Pandora´s Mirror (1981)” es la única cinta porno que me ha hecho correr. Así es, correr. Hoy en día el acto de correr como medio de transporte es, por decirlo de alguna manera, denigrante. No sé por qué, si es delicioso correr. Corro hoy en día, pero con tenis, pantalón corto, he perdido la espontaneidad y voy corriendo muy producido, y le llaman running, y nadie me juzga porque ven en mí un deportista.

Sin embargo, cuando alguien corre por la calle vestido de civil uno siempre se pregunta qué es aquello tan grave que lo mueve a uno a correr. Uno no supone que simplemente quiera llegar más pronto a un sitio, sino que uno supone que el infeliz que corre es tan pobre que no puede pagar un pasaje de algún transporte. Recuerdo que hace algunos años me movía en transporte público. El autobús me bajaba en una avenida, y de ahí hasta mi trabajo había un trayecto de un kilómetro y medio, más o menos. Había que cruzar un enorme puente, de ahí cruzar una calle peligrosa, luego atravesar unos enormes estacionamientos para poder llegar a la oficina. Un tipo que trabajaba en una oficina vecina, guapo como George Clooney, pero con estatura de un metro sesenta, a menudo se bajaba en la misma avenida que yo, y si era tarde para la hora de entrada a trabajar, de plano corría. Era triste verlo tan guapo, con sus zapatos lustrados, a traje con pantalón y saco a juego, con corbata de moda y un muy digno cabello entrecano, corriendo como un miserable porque en su estúpido trabajo le pondrían falta si se retrasaba unos minutillos. Ver a alguien corriendo es imaginar que lo tienen esclavizado de alguna forma. Puede uno imaginar otras cosas, que es un ladrón que huye, o que se trata de una emergencia médica.

Lo que nunca puede imaginarse uno es que ese que va corriendo lo esté haciendo porque vio anunciado un programa doble de cintas pornográficas y que una de ellas ya la conoce bien, tanto como para saber que a eso del minuto ocho hay una escena en la que Verónica Hart, su actriz favorita, se masturba imaginando que la joden dos atletas de una azotea vecina y que en su mente terminará engullendo el semen de George Payne, y que con ese conocimiento del filme por parte del correlón éste puede premonizar que tardar unos cuantos minutos más puede significaría llegar después de esa escena y para poder verla tenga que dejar terminar esa cinta, ver la que sigue, y esperar pacientemente a que empiece “Pandora’s Mirror (1981)” de nuevo. Por ello, cada que vean por la calle un cabrón corriendo vestido de civil, imaginen que puede tratarse de necesidades absurdas las que lo mueven, no lo compadezcan, no lo vuelvan ladrón ni héroe, puede estar corriendo para llegar a tiempo a un cine porno.

 

Cine América de Monterrey, hoy centro de conciertos

de rock

Una vez que llegué al cine me felicité pues, en efecto, apenas se estaba comenzando a remojar en la regadera Veronica Hart. Mi corazón palpitaba violentamente, por la carrera, y tuve que ver la escena de pie al fondo del cine, y buscar asiento una vez que la escena había terminado. Sentado ya en la butaca, ciertamente pensé: “no hay ya dignidad, increíble lo que uno hace por calentura”. Me di pena, pero lo disfruté. El momento era contradictorio respecto de la mejor y más digna versión de mí mismo, y pensar esto sentado en el cine porno me sumió en una reflexión muy profunda que me guió a un acto de conciencia, de iluminación, de reconstrucción personal, un acto de conciencia que no de contrición: si quería ser congruente debía redefinir la mejor y más digna versión de mí mismo. Quizá debía simplemente reconocer que mi dignidad no era mucha. Es posible que  

Yo creo que fue esta película la que me hizo cruzar de simple calenturiento a sibarita, a la vez que me creó el gusto por la narrativa erótica, ya en letras o en imágenes. Fue como un inicio.

En el libro “El sexo en el Cine y el Cine de Sexo”, de Ramón Freixas y Joan Bassa, hacen un recuento de las obras más importantes de este periodo de 1976 a 1983, periodo en el que se está ya fuera de la esencia setentera y no comienza aún la debacle al formato de video filmación. Las cinco películas que señala como esenciales son “Neon Nights (1981)”; “Jack and Jill (1979)”, cuyo título español es señalado como “La rajita del vicio”; “Jack and Jill II (1984)”, con título español “Furia Sexual”; “Pandora´s Mirror (1981)”, con título español “Pandora y el Espejo del Vicio” (todo es vicio, al parecer); y “Bodies in Heat (1984)”. “Pandora´s Mirror (1981)” es una obra asequible, goza de cierta fama y no es para nada underground, tampoco cae en excentricidades argumentales. Es una película que se puede comprar sin problemas.

Para mi buena suerte, esta cinta formaba parte de la reserva de la casa del Cine América. Habían varias películas así, entre las que recuerdo: “Carnal Highways (1979)” con el suertudo John Seeman; “Oriental Hawaii (1982)”, con John Leslie; y “Pandora´s Mirror (1981)”, mismas que parecían ser propiedad del cine, no sujetas a que viajaran a otras salas, sino que estaban ahí para ponerlas cuando no había nada más qué poner. Esto provocó (bueno, lo que en realidad provocó todo esto era mi calentura adolescente, a qué echarle la culpa al cine) que esta cinta la viese en repetidas ocasiones. Una vez que la ponían era como una cita a la que yo debía ir.

  

La cinta es un montaje rodado por Warren Evans, es decir, Shaun Costello una vez exorcizado del demonio de los años setenta. Atrás quedaban las obras de este mismo realizador que con producción paupérrima nos regalaba piezas de alto voltaje como “Girl Scout Cookies (1977)” o “Daughters of Discipline (1977)”, y en cambio se incorporaba al mercado de producciones pretenciosas, mucho más costosas y elegantes, preso de la ilusión de los directores de esa era de dejarse seducir por la idea de que el porno podía ser mucho más que porno, que podía ser cine de verdad.

“Pandora´s Mirror (1981)” es una obra peculiar. Antes de seguir, y a riesgo de que muchos de ustedes abandonen aquí la lectura de esta reseña, debo hacer una aclaración: por dificultades tecnológicas no me es posible, como es costumbre en las entregas de Stag Life, reproducir los fotogramas a mi gusto. No siempre resalto las tomas más sexualmente aguerridas, pues por lo común estilo incluir fotogramas que revelen al personaje, al actor y a la persona detrás de ambos. Se verán, por tanto, las ristras de fotogramas que hay en todas partes. Es una lástima, pues en especial en esta cinta, hubiera valido la pena mostrar el fotograma del rostro de Veronica Hart iluminándose con el brillo del espejo. Ahora sí, continúo.

Creo que hay en el porno algunas películas seminales. No me refiero al semen, obviamente, sino a cintas que crearon tradición temática, que plantearon una situación particular y detonaron la aparición de distintas cintas que abordan más o menos el mismo tópico pero con artistas diferentes y dos o tres variantes. Para ilustrar esto pondré como ejemplo el subtema diabólico, cuya cinta seminal es, por supuesto, “The Devil in Miss Jones (1973)”, con la depresiva y suicida Georgina Spelvin. Surgen en esta venia muchas: “Devil in Miss Jones 2 (1982)”, secuela inevitable, y hay más; “The Defiance of Good (1976)”; “Devil inside her (1977), que presenta una granja donde todo es satánico y está infestado por negros diabólicos, y donde Terri Hall demuestra que poseída coge muy bien; “Through the Looking Glass (1976)”, con Jamie Gillis como el mismo Diablo; The Bride´s Iniciation (1983), cinta famosa porque en ella aparece Carol Connors siendo la ofrenda para el Príncipe de las Tinieblas, aunque nada le ocurre, ni siquiera por eso; “Devils Due (1973)”, con una jovensísima Darby Lloyd Rains como carne lista para el anatema; “Sexual Witchcraft (1973)” también con Georgina Spelvin, y la lista sigue. Hay más subtemas, destacando el que yo llamo Journey Film, donde una mujer se adentra en un mundo de perversiones. Este giro argumental nace como tema con “Behind the Green Door (1972)” que narra la corrupción de una muy joven Marilyn Chambers.

 “Pandora´s Mirror (1981)”, pese a que  narra el hundimiento de Veronica Hart en el fuego de su pasión, no encaja exactamente en un Journey Film.

La cinta es de un aspecto visual muy bello. Warren Evans utilizó cámaras que dieran el efecto difuminado a las imágenes. No hay límites nítidos en las cosas, todo se ve artificiosamente borroso, justo como si estuviese uno soñando. Hay películas que acuden a estas estratagemas, como “Lost Highway (2000) de David Lynch, cuyo difuminado sumerge al espectador en una sensación onírica. Así pasa con “Pandora´s Mirror (1981)”, todo es como un viaje mental, donde la alta definición brilla por su ausencia, y donde es precisamente la alta indefinición la que excita la imaginación y la parte lúdica. Las imágenes van directamente a la parte hipnótica del cerebro. Soy feliz de haberla visto en cine.

Es una cinta en extremo elegante. Desde que aparecen unas hojas de un árbol en azul todo comienza a disfrutarse. Va caminando Pandora (Veronica Hart) junto a su amiga Liz (Sandra Hillman). Son las calles de Nueva York. Se detienen junto a un teatro y Sandra le dice a Pandora que será tan amada como Olivia Newton John (no se si se debe a alguna demanda por parte de la cantante, pero en copias recientes el nombre de Olivia Newton John es sustituida con un pitido, como el que ponen para censurar palabrotas en la televisión abierta), y con la vista sigue las nalgas de un transeúnte. Pandora se irrita con la banalidad de la plática de Liz, a tal forma que, sólo por distracción, se adentra en una tienda de antigüedades.

Comienzan a revisar todo y nada. El propietario de la tienda (Frederick Foster) les observa. Pandora dice “No había visto este sitio antes. ¿Desde cuándo están aquí?”. Foster contesta con un acento inglés que sólo lo hace sonar más intrigante: “Siempre hemos estado aquí”. Pandora sigue husmeando y, como movida por el destino, comienza a quitar de en medio las chucherías que le impiden ver qué hay debajo de una sábana en el fondo del local. El dueño le dice que no se moleste en mover cosas, que nada hay de interesante por allá. Sus súplicas no hacen sino interesar más a Pandora en conocer lo que hay debajo de la tela. El dueño dice, “no es nada, sólo es un espejo muy antiguo, no le interesará”. Sin poder evitarlo, desnudan el espejo. Mal ha quedado a la vista, Pandora se mira en el espejo, pero lo que ve no es solo su reflejo, sino visiones de actos sexuales. La música es efectivísima, en una línea lisérgica y pinkfloydesca. “¿Qué ha pasado?” pregunta Pandora anonadada, nadie le contesta. El dueño sugiere que, si algo raro pasa, lo adecuado es que salgan a tomar aire fresco.

Las dos amigas se salen del local. Liz se marcha, Pandora titubea en regresar, pero el viejo de la tienda voltea un cartelón de la puerta anunciando que el sitio se encuentra cerrado por hoy. Pandora ya probó unas cuantas gotas del secreto del espejo, ya sabe que no es un espejo cualquiera, ya estableció para sí misma que quiere descubrir qué hay ahí debajo del cristal, sin saber que los espejos sólo reflejan lo que uno les pone enfrente.

Llega Pandora a su casa. Vive sola. Se asoma por a través de las persianas de su ventana y espía a un par de atletas que hacen ejercicio en una azotea vecina. Los atletas son George Payne y Jerry Butler. Las ropas que portan son muy reveladoras de su anatomía, sus cuerpos lucen sudorosos fruto de un trabajo intenso, Payne presume una piel llena de vello, mientras que Butler hace resaltar su musculatura. El deseo se apodera de Pandora, quien para mitigar el fuego decide darse una ducha. Una vez en la regadera, comienza a masturbarse. Su rostro es ensimismado, como quien cree que la masturbación es un consuelo más que el disfrute de sí mismo, su mueca es de soledad, y de rendición al placer. Mientras se toca, imagina que los dos atletas se la están cogiendo.

Sorprende y no que el protagónico sea de Hart, pues tiene una escena sexual realmente breve. Básicamente, lo más fuerte es esta masturbación y la representación de las imágenes de su excitación, en las que Butler le mete la verga en la vagina mientras Payne le da de mamar, culminando todo en sendas eyaculaciones, siendo la de Payne la más imborrable, ya que ocurre mientras Hart le come las pelotas y, cuando empieza a regarse, ella dispone su boca permitiendo, buscando, que el semen caiga en ella.

Aparece entonces la fachada de la tienda de antigüedades. El letrero dice que está cerrado. Pandora va encarrilada, casi corriendo vestida de civil, y se topa con la puerta atrancada. Comienza a tocar con desesperación. El dueño se asoma y le señala el letrero de “cerrado”, pero Pandora insiste, dice que sabe que es tarde pero que debe ver el espejo otra vez.

-Está cerrado.

-Lo sé. Lo sé. Pero es que debo ver el espejo.

-No le escucho.

-Ábrame, por favor. Quiero el espejo, ¿Puedo dejarle un depósito hoy y venir por él mañana?

-Está bien. Pasa.

-Quiero llevarme el espejo. ¿Acepta American Express, le doy un cheque?

-No está en venta.

-Pero Usted dijo hace un rato…

-No. Yo no dije nada. El espejo pertenece a mi familia desde hace muchos años. No se vende. Sabía que volverías, y que lo harías sola.

-¿Cómo?

-No te agrada tu amiga ¿Cierto? Mira el espejo si gustas. Míralo sólo un poco. Es peligroso. Pero sabía que regresarías. 

El rostro del viejo es tan apacible, como quien ha visto esta escena una y otra vez. Su actitud calma contrasta con el descontrol de Hart. Así lucen las personas que no se pertenecen más a sí mismas, que son movidas cual títeres por su pasión. Frente al espejo ya hay dispuesta una silla. El dueño retira la sábana y se observa un primer plano del hermoso rostro de Hart, el cual comienza a iluminarse como si del espejo emanara una luz. En apariencia lo que hay es el simple rostro de Pandora, pero éste muestra expresiones sutiles e inaprehensibles que retratan toda la excitación de que es presa. Si me he de quedar con una imagen de todo el porno universal, esa imagen sería el rostro de Veronica Hart iluminándose con avidez.

Dicen que una de las limitaciones del ojo es que no puede mirarse a sí mismo, y siempre me he preguntado si la imagen de Hart iluminándose frente al espejo no es una especie de espejo ante el cual yo mismo miro con avidez, desplegando mis propias expresiones sutiles e inaprehensibles, y me lleva a preguntarme si el espejo de Pandora no es en sí una alegoría del porno mismo, un espejo que no llama a todos por igual, pero que a quienes llama lo hace a profundidad, haciéndoles volver a por más, atraído por la sábana retirada, por el misterio expuesto.

En el espejo puede ver Pandora el origen del propio espejo. Oliver McKardle (interpretado también por Frederick Foster), un antepasado del dueño de la tienda lo está limpiando para regalárselo a Lydia McKardle (Tiffany Clark), su esposa. Es una finca colonial pero campestre; por su indumentaria, Lydia bien puede ser catalogada como una pastorcilla. Oliver le pide que se acerque. Le explica que le regalará el espejo para que ella pueda apreciar su belleza, además, aclara que se trata de un espejo singular al estar hecho de maderas provenientes de un bosque encantado. Lydia, aprovechando que su esposo está exaltando su belleza, le toca el pecho invitándole a que constate esta belleza, a lo que él se pone nervioso, alejándola, aclarándole: “Bien sabes que me da vergüenza”, marchándose al pueblo no sin antes pedirle a su mujer que se cuide, porque los tiempos son de guerra. Sorprende la dificultad de Tiffany Clark para decir sus brevísimas líneas.

Ella se queda sola y se comienza a desvestir frente al espejo. Por ahí van pasando unos soldados a caballo. Sus uniformes no corresponden a ejércitos de América, pero tampoco se aclara de qué país son. Son tres los soldados que, al ver a Lydia ya desnuda, no dudan en violarla. La escena es de abuso, un abuso soft que raya en casi un gusto de la violada, pero sin embargo este tema no se suaviza en forma alguna. El origen del espejo es, pues, trágico.

La visión termina. El dueño de la tienda invita a Pandora que se marche. Ella, que no ha contestado de inmediato, se disculpa: “Lo siento, es que estaba muy, muy lejos”. “Lo sé” dice el dueño. “¿No podría reconsiderar el venderme el espejo?”. “No está en venta, pero puedes venir a verlo más veces”.

Ya es el día siguiente y Pandora está sentada sola en una mesilla dispuesta en la banqueta, esto en un restaurante que queda enfrente de la tienda de antigüedades. Se entiende que es muy temprano por la mañana y que ella vigila el momento en el que se abra la tienda para ver el espejo de nuevo. Es gracioso que el mesero es Russ Carlson, es decir Warren Evans, o sea, el director del filme, que sale con pantalón de mezclilla y una camisa azul y tenis, tomándole la orden a Veronica Hart. Es todo un mesero, la verdad, le darías propina.

Pandora ve que aparece por la acera Liz, e intenta ocultarse detrás de un periódico, pero su amiga la aborda.

-¿Dónde te has metido Pandora?

-He estado por aquí.

-¿Pasa algo malo?

-¿Por qué supones eso?

-Vamos, no están las cosas muy bien entre tú y Peter…

-¿Qué tienes tú qué decir acerca de Peter y yo?

-Es que hablé con él por teléfono y dice que te nota distante, abstraída…

-Bueno, por lo visto tiene con quién platicar de sus problemas conmigo, siendo que a mí no me ha dicho nada…

-No te irrites. Yo sólo preguntaba. No te atontes Pandora, Peter es un buen partido, deberías cuidarlo más… Yo lo haría.

-¡Púdrete!

El dueño de la tienda aparece, y ya nada más existe para Pandora. Se siente atraída por el espejo y va de inmediato. El dueño se sorprende del hecho de que no ha terminado de abrir el local cuando Pandora ya estaba ahí. La postura corporal de Pandora es humilde, no le interesa ya guardar las apariencias de autocontrol. El señor la mira con compasión, como si conociera la naturaleza de Pandora y la del espejo, y entendiera la relación inevitable que se tejió entre ellos desde el primer momento, un primer momento que seguro ocurrió mucho antes de que ella diese el primer vistazo al espejo, un primer momento que ya venía en ella en forma de semilla, algo que era ya una inclinación irresistible.

Ella elije al espejo, pero el espejo la eligió a ella, mucho antes de conocerse. Aclarado el punto que ahí no había dignidad, el dueño no hace sino facilitarle a Pandora el acceso, mientras, ella se mueve ya con el alivio de sentirse libre de acudir o arrastrarse hasta el espejo sin sentirse miserable, o cuando menos, sentirse comprendida o incluso acompañada en su miseria. Es una escena hermosa que retrata la complicidad y la humanidad entre uno que tiene la talla humana para entender que la gente es presa de sus instintos y pese a ello puede amárseles y otro que ha quedado desnudo en su debilidad pero no es malo ni ingrato, e igual puede amar. Inútil intentar impedirle a Pandora que vea el espejo, es algo que tiene que experimentar. ¿Quién coño es el dueño del local para juzgar sus razones?

Aceptada, pandora se sienta de nuevo frente al espejo y mira. El dueño se siente en el deber de advertirle: “Exponerse demasiado al espejo puede ser peligroso, Pandora”. Nuevamente es el rostro de Hart, esta vez no refleja sed de ver, sino una curiosidad parecida a la de un soberano que sabe de la naturaleza humana y la observa.

Aclarado el tema de que le gusta ver, la obsesión pasa al segundo nivel. Se sienta a contemplar detenidamente el espectáculo.

Esta vez se trasladan a la década de los años veinte. Las escenas se ruedan en un caserón que tiene aspecto de palacio sureño. Una enorme casa que en la entrada tiene unas columnas enormes y en el patio trasero cuenta con una piscina muy grande. En esta cinta no hay desperdicio alguno, todo está captado con gran belleza y todo trabaja para la trama.

En la nueva imagen del espejo puede verse a Verónica Barret, una actriz famosa de Hollywood, interpretada extraordinariamente por Marlene Willoughby. Barret es una diva arpía y manipuladora acostumbrada a que todos se rindan a sus pies. Cada palabra que dice es irónica, despectiva, picaresca e ingeniosa. Este personaje es una especie de parodia de todas las divas del cine que, en la intimidad, llevan una vida desordenada y arrogante.

Frente a la gran casona, en uno de los pilares de la entrada, está Carlos (Jack Huston), quien en su calidad de sirviente tiene que soportar las insolencias de Veronica Barret. Ella dice que está aburrida y que cuando se aburre le dan ganas de que alguien se la coja. Carlos alega (sin entender yo todavía por qué reniega del palito solicitado por su jefa) que echarse el palito les hará retrasarse y que harán esperar al promotor de artistas Eli Rasp (interpretado también por Frederick Foster). Veronica Barret le aclara a Carlos que el trabajo de su manager es ese, esperarla. Carlos se coloca detrás de Willoughby y comienza a joderla por detrás empujándola contra el barrote de la casa.

Debo confesar que en esta cinta vine yo a descubrir a distintas actrices y me forjé la idea errónea de que sus carreras se centraban o iniciaban en esta cinta. A Veronica Hart la conocía ya al haber visto en pantalla grande “8 to 4 (1981)”, conocida en el mundillo de circuitos de cine porno regiomontanos como “Secretarias Calientes”. Para mí, ver de nuevo a las actrices en otras cintas era decirme a mí mismo “¡Ah, es la actriz que salió en Pandora´s Mirror!”. Así me ocurrió con Merle Michaels, Marlene Willoughby y Hillary Summers. Otras de plano ni siquiera las encontré llamativas, como fue el caso de la preciosa Kandy Barbour, que en esta cinta tiene un papel muy pequeño. Noté que era linda, pero no codifiqué que se tratara de una actriz en forma. De Merle Michaels me quedó la confusión de que ella era en la vida real como su papel en Pandora´s Mirror, y cada vez que la vi en el futuro me la imaginé siendo pervertida por alguien, tanto que sus papeles en los que la hace de mujer independiente me descolocan. De Hillary Summers también me quedó ese estigma de que era en la vida real tan inexperta como lo es en Pandora´s Mirror, e hice de su vida un casting. Pero ya hablaré de ella más adelante.

El caso de Marlene Willoughby es especial, pues al momento de filmar “Pandora´s Mirror (1981)” tenía 33 años, pero venía rodando cintas desde 1977, en su mayoría bajo la dirección de Shaun Costello (o sea, el propio Warren Evans). Al rodar esta cinta la actriz y el director eran buenos amigos, por decir lo menos, ya que trabajaban juntos desde hace tiempo, y con regularidad estilaban coger salvajemente en filmes de finales de los setentas. El papel de Marlene es menor en esta cinta, y deliberadamente chocante. Luce flaca y engreída. Se deja hacer junto al barrote y luego en la piscina, y no interviene activamente porque es una diva a la que los demás le tienen qué estar sirviendo. Por momentos me creí esto también, y sólo al cabo de los años pude descubrir que su rango de interpretación es mucho más vasto, y que en plan de activa es una extraordinaria felatriz y su sexo es aguerrido y para nada aburrido. Mi idea equívoca de que ella era una amante atenida perduró durante muchos años.

Marlene no es el prototipo de pornstar glamorosa, aunque puede serlo. Hay herencias raciales que luego terminan, guste o no, convirtiéndose en sub géneros del porno; por ejemplo, en la actualidad uno sabe más o menos a qué atenerse si le ofrecen un porno de “brasileñas” o de “checas”, o de líneas generalizantes que abrazan a todas las mujeres de raza oriental como “japonesas”. Actrices como Gloria Leonard o Anne Sprinkle se han referido a sí mismas como muchachas judías agradables. Pues bueno, he aquí que ninguna luce más judía que Willowghby, que en algunas cintas llega al extremo de colocarse un pañuelo en el cabello y parece sacada de la mismísima Lista de Schindler.

Esta judía delgada interpreta a la diva, quien junto a la piscina discute con su manager que romperá algunos contratos y que deberán rogarle. Todos han de seguirle la corriente a la estrella, que es como una versión farandulezca de la reina Roja de Alicia en el País de las Maravillas. Sobre el trampolín de la piscina está Lancelot (Dave Ruby), un tonto fornido que hace unas lagartijas sobre la tabla para mantener en forma lo único que tiene de entero.

Para que uno se haga una idea de la clase de tonto que es este Lancelot, se ve cómo Barret le dice que se entretenga en algo más constructivo, que se vaya a una librería en vez de estar haciendo puro ejercicio, y Lancelot contesta con cara de idiota “¿Qué es una librería?”.

Dave Ruby tiene un aspecto tan particular que siempre le terminan dando papeles muy estereotipados. Cuando bien le va, le dan papeles de obrero que recibe los favores de alguna ama de casa deseosa de probar el sabor del proletariado, y en otros casos simplemente se la dan de tonto. Sus ojos pequeños y muy cercanos entre sí le dan ese aire puñetón que reduce su rango actoral a nivel tres. Por citar ejemplos, en “Babylon Pink (1979)”, la hace de empleado de una frutería, y Vanessa del Río, que en dicha cinta la hace de esposa de Bobby Astyr, lo alucina en su cuarto; en “Afternoon Delights (1980)” sale de albañil, y también es invitado a su cama por una esposa con ganas de besar sudor y tierra (Merle Michaels); en “American Desire (1981)” es de nueva cuenta albañil, y es seducido por la fogosa esposa de Bolla, Veronica Hart. Sólo en contadísimas ocasiones lo ponen como alguien ligeramente refinado, como es el caso de “Inside Jeniffer Welles (1977)” donde lo visten con un smoking rentado y bebiendo champagne de utilería. Hay otras cintas como “Wicked Schoolgirls (1980)” dirigida por el bizarro Carter Stevens, donde una ninfa violenta lo trata como un perro, y Ruby resulta muy convincente en ese rol.

En un vehículo lujoso, conducido por un chofer (Bill McKean) es transportada Nancy Olson (Lacey Smith), que es una maquillista que los estudios de cine envían a Veronica Barret para que la maquille. En realidad es como si le regalaran una esclava para su disfrute sexual, aunque nadie habla de ello. Smith hace una caracterización brillante de chica sencilla que consigue un trabajo para maquillar a su estrella favorita y luce absolutamente fan y exhibe que proviene de una condición económica muy humilde.

Cuando Olson llega, es conducida por el chofer hasta donde está la estrella, quien no pierde tiempo en aceptar los elogios que le dispensa la chica y a la vez le coquetea como coquetean las divas: reconociéndole que es linda y que es un honor para ella (para la empleada) el poder servirle a ella (a la diva).

Todas las tomas son preciosas, la finura nunca decae, y todo adquiere dimensiones poéticas. Recostada sobre el trampolín yace Veronica Barret, quien se deja untar un ungüento que permite ver sus brillantes nalgas. Olson se muestra tímida ante todo lo que sucede, pero no puede desobedecer los deseos de su empleadora. La tensión sensual es alta, y el papel de Smith es tan pleno de pudor que su corrupción resulta transgresora por donde se le vea. El rostro de todos los involucrados, los diálogos, las muecas, son muy sutiles, y la interacción abarca muchos niveles. Son especialmente confusas las muecas de Bill McKean, quien va vestido de dandy, con un traje de solapa cruzada y un sombrero de época.

Una de las estampas más bellas de la película la ofrece Lacey Smith en el momento en el que está parada sobre el trampolín y se comienza a despojar de sus ropas. El personaje amerita ropa interior simple, de pobre, nada de oropel ni encaje. Sus pechos son puntiagudos, pequeños y filosos, tanto que casi le rasgan a uno las retinas. Se va desnudando y basta una instrucción de Willoughby para que Lancelot y el chofer comiencen a cogerse a Nancy sobre el trampolín. Cuando la cámara capta desde abajo como Ruby le da por detrás y McKean por la boca, una de las medias de plano tiene un agujero; así de pobre es. Y todo ocurre bajo la incitación de Barret, quien tiene para sus admiradores sólo eso, abuso. Todas estas bajezas acontecen ante la fija mirada del espejo. Las imágenes llegan a su clímax, y la luz se desvanece regresando el tiempo a la tienda de antigüedades, donde aparece el rostro de Pandora empapado en un brillo propio de la excitación. Aturdida, debe marcharse otra vez, llevándose únicamente la promesa, la esperanza, de volver a mirar dentro del espejo.

Una vez en casa, Pandora se pone a mirar por la ventana a los fisicoculturistas de la azotea vecina, quienes al parecer no tienen otro quehacer que estar levantando pesas todo el santo día. Suena el teléfono; es su novio Peter (Jamie Gillis). Él le llama para ver cómo está. Ella le pide que la comprenda, ya que ha estado distraída los últimos días. Peter, que está recostado sobre un diván en su casa, le pregunta a quemarropa qué ocurre, y sugiere que, si ella está viendo a otro se lo diga, para entender qué pasa. Ante tal sugerencia, Pandora se incomoda y le dice que no es así. Él insiste que es muy extraño que ella evite verle. Pandora le cuelga el teléfono luego de decirle un contundente “Pues si no te gusta búscate otra”, y deja a Peter con la palabra en la boca.

Él, al darse cuenta que la llamada terminó, busca dónde colgar el auricular. Una mano misteriosa le detiene esta parte del teléfono para colocarla en su sitio. La cámara va recorriendo la habitación, revelando la identidad de la solícita dueña de aquella mano misteriosa. Es Liz, la amiga de Pandora.

Esta transición está súper bien lograda. Capta la esencia del novio cuestionando a la novia siendo que él mismo está en pasos, si no malos, cuando menos cuestionables. Este incidente da pie a la escena más trepidante de la película. Para estas alturas uno ya se habrá dado cuenta de que en esta cinta ningún acto sexual es ordinario, que en todos y cada uno de ellos siempre hay un interés morboso, una esencia del mal que distorsiona lo bonito del amor y lo transforma en abuso, en lujuria o en perdición.  Aquí, la llamada coloca a Gillis en una posición de infortunio. Luego aparece hincada a su lado Liz, lo que lo coloca en fortunio, luego ella comienza a orquestar una posición de clara perfidia, metiéndole ideas en la cabeza a Peter, subrayando que ella es la mejor amiga de Pandora y que, conociéndola como la conoce, está segura de que ella está viendo a alguien más; luego de sembrar esta desconfianza, que Peter no se traga tan fácil, comienza a adularlo, cual serpiente del Edén, haciéndole ver que él es un buen partido y que es muy guapo, que si Pandora no lo sabe apreciar, debería dejarla, quizá, por otra chica que sí entienda que un hombre como él tiene necesidades. Y mientras sugiere con voz ronroneante cuáles pudieran ser esas necesidades, comienza a desatarle  la bata para darle una mamada.

La interpretación de amiga traicionera es impecable. Sandra Hillman comienza a darle una mamada poderosa a Gillis. En apariencia esta es la única escena de sexo simple, o al menos, la única en la que están a solas un hombre y una mujer, y no más. Aunque esto es en apariencia. El recuerdo de Pandora está ahí como fantasma, como si ella estuviese atada en una silla junto del sillón donde su novio y su mejor amiga se entregan a la carne. Warren Evans nos ofrece en esta escena una reminiscencia de lo que hacía en sus filmes duros de los setenta; a diferencia del resto de escena donde parece urgente el cambiar de toma constantemente, en esta de Hillman y Gillis se toma su tiempo de captarlo todo. En efecto hay pequeños recortes que interrumpen la toma única de la mamada de Hillman, pero no son cortes que te manden a una situación distinta, sino que toma y vuelve a tomar la mamada audaz, y la subraya, y la subraya, y la vuelve a mostrar, en un acto de canibalismo en el que él exhibe una entrega golosa a las artes de Hillman, mientras que ésta también parece entregada a la gula propia. Y para demostrar que Liz sí entiende a Peter, se muestra cómo ella le da un aguerrido beso negro.  Ambos pareciera que están rebasando límites del placer, se hunden en un exceso, como si no perdieran de vista quiénes son y la relación que les une; él despidiendo de facto a su novia, ella derrotándola en una primitiva lucha por el macho.

La mamada es sólo el inicio. Gillis termina por empinar a Hillman para cogérsela muy fuerte, separándole las nalgas con rudeza, jugando con su ano, metiéndole la mano en la boca, mientras Hillman se entrega al dulce dolor, premio y castigo a su perfidia. Cuando su encuentro termina a uno le dan ganas de pararse y aplaudir, pues se ha presenciado un encuentro tórrido que detiene el pulso. La música le da un matiz de suspense que te recuerda en todo momento que cada gemido es en daño de Pandora, pues representa no sólo la traición de los dos, sino la estocada final, el acto tajante en el que Pandora pierde aquellas lianas de las que puede sujetarse para no caer en el abismo del espejo de su propia pasión, no tendrá ni novio ni amiga que le salve; con este acto de traición pierde toda posibilidad de que el bien gane, y la debacle de Pandora es ya inminente, sólo cuestión de tiempo.

En la languidez que sucede al sexo extenuante, Liz le pregunta entre mimos a Peter si ella es mejor que Pandora. Pero él no contesta, acaso sonríe como diciendo “Esfuérzate más, que hasta ahora lo has hecho muy bien”.   En definitiva, hay mucha química entre Gillis y Hillman, y este encuentro sexual es el mejor de los que muestra esta película.

Con esto termina la primera mitad de la película. En el cine en el que la veía, aquí se encendían las luces, para que uno pudiera pasar a la dulcería para comprar rosetas de maíz o algún refresco. Desde luego uno estaba impactado y no se paraba para nada. El baño siempre estaba peligrosamente infestado de gente, y comúnmente en los pequeños cubículos habían más de una persona. Se apagaban las luces y la función continuaba.

Aparecía Pandora caminando deprisa para ver el espejo. Al colgarle el teléfono a Peter se sintió libre. Entra a la tienda de antigüedades y el dueño le dice que la nota distinta. Ella aclara que el día de ayer se deshizo de un peso que traía encima. El dueño entiende que Pandora ya está a merced del espejo. Ella pide pasar hasta el objeto de su deseo y el dueño recorre la tela, como siempre. Pandora le pregunta “¿Ahora no me va a decir que tenga cuidado?”, “No hay ya nada qué cuidar para ti, Pandora”. Ella no entiende que no se trata de fortaleza, sino todo lo contrario.

Las imágenes surgen de nuevo, esta vez se ve las afueras de un teatro. Junto al muro hay una fila de personas en espera de ser admitidos en un casting para participar en una obra musical de Broadway. En la fila, sosteniendo un periódico, está Warren Evans, esperando su turno. O sea, de mesero pasó a buscar trabajo en el teatro. Parada ahí, como toda la gente, está una aspirante a actriz llamada Bonnie Lemay (Hillary Summers), y platica con una tal Roz (Mowena March). Dentro del teatro está el director de la obra (Fréderick Foster otra vez) quien habla con uno de los actores estelares de su obra Bob Randal (Ron Hudd). Randal le dice al director que está harto de estar cumpliendo los caprichitos de la productora, multimillonaria y exigente, Bárbara Mellon (Celeste Bon). El actor opina que la productora les quedará mal con el dinero para financiar la obra; el director opina que llegará y dependiendo de lo que tengan para mostrarle decidirá si les produce o no.

De nuevo a las afueras del teatro, en la fila, está Bonnie diciéndole a Roz que su sueño es participar en una obra de Broadway, y sobre todo, si es a lado del apuesto Bob Randal (cuando pronuncia Bob Randal mira hacia el cielo, llena de ilusión). Roz, sorprendida por la ingenuidad de Bonnie, y alegando tener mucha experiencia en castings en la que no la contratan; le advierte a Bonnie que hay que tener cuidado con Bárbara Mellon, la productora, ya que se rumora de ella que es abusiva y bizarra. Bonnie, inocente como es, se entusiasma en cuanto Roz pronuncia el nombre de la productora, para volver a repetir que le encantaría trabajar en Broadway, bajo la producción de Bárbara Mellon, y a lado del gran Bob Randal, aclarando que haría “lo que fuese” con tal de ganar el papel.

Un empleadillo del teatro toma nota de la chica que dijo estar dispuesta a “lo que fuese”, mientras que Roz le hacía ver que las palabras “lo que fuese” podrían significar algo muy duro de hacer. Pero cuando alguien no entiende razones, no entiende razones, y escucha sólo lo que quiere oír. Bonnie suspira ante lo bonito de hacer lo que sea por entrar, sin sospechar que sus palabras serán puestas a prueba muy pronto.

Los hilos argumentales están tensados, la red de abuso es ya inminente. Llega en una limusina Bárbara Mellon, acompañada de su secretaria particular, de nombre Maxine (Kandy Barbour). Los aspirantes observan a la empresaria como si estuviesen a las orillas de una alfombra roja. Bárbara llega con el director. Éste la saluda pero ella no corresponde. Ella exige ver en qué está trabajando su dinero, así que se sienta para ver las audiciones. Pasa al escenario Bonnie, a efecto de ser probada. El empleado que había escuchado a Bonnie decir que estaba dispuesta a “lo que fuese”, va y cuenta al oído del director de la disposición de la chica; y el director se lo cuenta a Bárbara Mellon, quien le hace un guiño que el otro entiende sin palabras. Mellos nonríe y masculla “¿Lo que fuese?”. El director ordena que se cierren las audiciones. Bonnie se entristece y se comienza a marchar, pero el director le aclara que la orden de retirarse es para los demás, no para ella.

El director le explica a Bonnie que necesitan una muestra de su talento. Fingen una escena ficticia en la que el novio de Bonnie le manda una carta y una caja. El director va narrando el supuesto contenido de la caja, en la que el novio dice que está lejos, que para que ella no la olvide, para que pueda tener un recuerdo físico de él, le manda un regalo. El regalo es, ni más ni menos, que una verga de plástico. Bonnie se atemoriza, pero ante las señales de que el director quiere seguir audicionándola con ese “reto actoral” de representar una masturbación, se queda.

Hay una toma en la que Bonnie se quita la ropa que la muestra en toda su hermosura. Sus carnes están redondísimas y al agacharse se le hacen unos pocitos muy lindos en las nalgas. El espejo lo mira todo. Ella comienza a jugar con el dildo. Lo hace muy bien, pero termina por rendirse porque la verga de plástico está inerte.

Ella es muy convincente en su papel de chica que intenta excitarse con una verga de plástico pero se deprime ante el hecho de que no sea una verga auténtica. Por lo demás, hay cintas de ella en las que se toma de manera más relajada el tema de “consolarse” con una verga de plástico. El secreto está, quizá, en este salto ontológico de llamarle a una verga de plástico consolador o dildo. Cuando en la mente de una chica lo que existe es un consolador, se da por entendido que suspira por una verga de verdad, anímicamente está rendida al género masculino, y sufre a la vez que goza metiéndose el artefacto; goza por la sensación de llenarse el cuerpo con algo, pero sufre al echar de menos una pareja o posible pareja ausente. Un dildo es diferente, con el dildo no se suspira por el hombre, sino que se le hace prescindible, no hay urgencia de estar con un hombre real, sino que es posible que sea más placentero estar a solas con las sensaciones que una misma puede provocarse.

 

Hillary Summers hace show de coche a coche

en “Flash (1980)”

En el caso de Hillary Summers, en “Pandora´s Mirror (1981)” ella está en el club de las que a una verga de plástico la llaman consolador. Pero en cintas como “Flash (1980)” ella está en el otro equipo, en el que se considera a las vergas de plástico como algo divertido, muy divertido. En “Flash (1980)” le dan el protagónico. Sin duda cualquier cinéfilo que se considere medianamente fan de la encantadora Summers debe ver esa cinta. En la escena de inicio ella va en un auto lujoso, es conducida por un chofer, y la hace de fotógrafa profesional. Su auto se detiene en un semáforo y ella saca un dildo de su bolso y comienza a darle una mamada en el coche. No se sabe si lo que quiere es gozar, o simplemente asustar a un sujeto del auto vecino. Sea que se trate de una cosa u otra, el tipo parece divertido de ver este acto de simulación, y se ríe de manera muy chistosa pese a que su mujer, una dama corpulenta y mal encarada, le da de golpes por hacerse el casual con la muchacha de al lado.

 

Regañado injustamente por culpa de

Summers en “Flash (1980)”

 

Aclarado el punto que para la estival Bonnie la verga de plástico era consolador, he aquí que eso no importa, pues al quite sube Bob Randal al escenario y ella comienza a darle una mamada que comienza tímida, pero va ganando fuerza a cada paso. En las butacas, Bárbara Mellon ya ha comenzado a tocar los pechos de Maxine, que tiene unos pezones apiñonados y enormes.

En una escena breve se muestra la corrupción de Bonnie. Aquí se vale decir que Hillary Summers tiene carita de chica pervertible y que ello marcó el sello de los papeles que le asignaron siempre. El aprovechar el parentesco de una actriz porno con celebridades mainstream no es algo nuevo. Una de las primeras actrices en ser objeto de este artificio de pornoclonación fue Marilyn Monroe. Una búsqueda no exhaustiva nos dará con el paradero de la supuesta “cinta porno de Marilyn Monroe”, que, como está en blanco y negro, hasta puede causar confusión. Obvio, no es, pero da la pauta a esta tendencia. Ya en color Marilyn volvería a ser pornoclonada por la actriz europea Olinka, cuyos títulos con frecuencia llevan, mañosamente, la palabra Marilyn.

En el cine actual se da mucho esto de la pornoclonación, con réplicas de actrices de relativa fama. Las producciones centradas en este tópico apuestan, con éxito, a las ganas del público de comprobar que las estrellas que adora también son putas, o que podrían serlo con facilidad. Por ejemplo, Jeniffer Aniston tiene una gemela, llamada Jeniffer Stone, francesa, y se le puede ver en cintas como “Russian Institute Lesson 8 (2007)”.

 

La pornoclón de Jeniffer Aniston, Jeniffer Stone, en

“Russian Institute Lesson 8 (2007)”

En “Rocco´s Obssesion with Teen Supersluts 3 (1999)”, de Rocco Siffredi aparece una tal Cameron, que es idéntica a Cameron Díaz, se maquilla igual, sonríe igual, y no sé si coge y mama igual. Si quieres ver a Cámeron Díaz con una tranca negra venuda y enorme hasta la garganta mientras un tipo le da por el culo al tiempo que pone carita de Loca por Mary, pues tienes qué ver esa cinta. Ya que estamos hablando de un neo ángel de Charlie (Díaz), digamos que Hillary Summers hubiera pasado con facilidad como doble de otro de estos neo ángeles: Drew Barrymore. Su cara es de un ovalado perfecto, con unos párpados enormes, con boquita pícara.

 

Una Cameron Díaz como siempre quisiste verla

en “Rocco´s Obssesion with Teen

Supersluts 3 (1999).

Ella hubiera estado ideal para este pornoclonaje de Drew Barrymore, sin embargo, el problema radica en que ella ya se parecía a Drew en 1974, año en que se registra su primera cinta erótica, que fue la fantástica “Flesh Gordon (1974)”, y Drew nació hasta 1975. En fin, una forma imaginativa de tener este clonaje consiste en auto tomarse el pelo y convencerse que ella es Drew, y listo.

Pregunta de trivia: ¿Cómo se llama el libro de autobiografía de Drew Barrymore? Una pista, se llama igual que una cinta porno. Respuesta: “Little Girl Lost”, homónima de “Little Girl Lost (1982)” con Veronica Hart.

Pandora regresa a la tienda de antigüedades, pero está visiblemente alterada y sudorosa.

-Por favor, véndame el espejo.

-No puedo, te he dicho.

-Lo necesito.

-Lo sé, lo sé. Pero no es posible que te lo venda. Debes entender Pandora que cada vez que miras el espejo el espejo te está mirando a ti. Es peligroso verlo mucho.

-Lo necesito…

-Saldré un par de días, y me apena que no pudieras verlo. No te lo puedo vender, pero puedo dejar que te lo lleves a tu casa y lo cuides, pero ten cuidado, no lo mires demasiado, mantenlo cubierto, siempre mantenlo cubierto.

Es insensato suponer que teniendo Pandora el espejo en su casa hará otra cosa que mirarlo. Llega a su apartamento, mira a través de la persiana y están ahí los atletas, que al parecer sólo a eso se dedican. La tensión es absoluta, y retrata una mezcla extraña de libertad y morbo, como si te dejaran a solas en tu casa con tus fantasías y la promesa de que sin duda ocurrirán ante ti. La Pandora que yace ahí es una Pandora diferente, una Pandora irrefrenable. Se ha arreglado para la ocasión y se ha puesto un vestido de suave rayón, es como si tuviera una cita con el destino y quisiera lucir linda para cuando éste sale a su encuentro. Se sienta en su cama y comienza a ver el espejo. Esta vez su cara, más que curiosidad, refleja seguridad de estar mirando algo que merece ver.

Aparece en su visión aparece un auto lujoso. Es Edgar Ralston (Frederick Foster), y lleva del brazo a su esposa Alice Ralston (Merle Michaels), la está llevando a un club swinger. Ella no está muy de acuerdo con asistir a ese lugar, pero él insiste en que, si de verdad lo quiere, debe ir a donde él le pide. Ella, sumisa, se deja guiar al interior del lugar. Recorren un pasillo lúgubre que conduce a una especie de infierno. Ella se cubre con un abrigo, como si éste fuese un escudo de pudor que la separa de la maldad que ahí se respira. Su marido le pide que deje el abrigo en el guardarropa. Ella se niega, pero él le ordena que lo haga.

Ella entrega el abrigo a una chica que atiende en el guardarropa (Diane May), que parece tener hipo, pues está parada y emite gritos entrecortados. No es hipo, sino que cada grito es en realidad un gemido que responde a los embistes de un enmascarado (Ron Jeremy) que le mete la verga mientras ella cumple con su trabajo.

Alice mira con timidez todo lo que ahí ocurre. Hay gente bailando pese a que la música no corresponde con aquellos ritmos que ellos bailan.

En un sillón está acostada la propia Diane May, que al parecer descuidó su puesto en el guardarropa, y le da una mamada a un bailarín vestido de cuero (Robin Sane). Alice pone un rostro como el de quien ve por vez primera sexo en vivo, constatando que es real, que hay una verga ahí y una boca que la come, y que no se inmutan por el hecho de que alguien les vea. Su marido la empuja a que participe. Alice se arrodilla y comienza a chuparle el coño a May. En ese momento se doblega su voluntad, y habrá de participar, le guste o no.

Por doquier hay parejas practicando sexo. En una cama especial para sexo tumultuario está recostada la reina del lugar (Anne Sprinkle), a quien se la están cogiendo mientras chupa dos vergas.  Sprinkle ve a la pareja paseando y se alegra de ver caras nuevas, en este caso la de Alice, pues la de Edgar Ralston parece conocerla bien. Gentilmente se levanta de esta cama y coloca ahí a Alice. Se la empiezan a coger (Jeremy) y a darle de mamar (Sane y el célebre director Certer Stevens, en un rol de actor). Ron Jeremy, que es quien se la está cogiendo, demuestra tener una verga con mucha personalidad. Al final todos se riegan encima de Alice, y todo regresa a la habitación de Pandora.

En una secuencia surrealista, Pandora vuelve a mirar a través de las persianas. Esta vez los atletas se dan cuenta de ello. Pandora toca la superficie del espejo con sus dedos, luego aparece erguida, mirando hacia la cámara con profundidad, como presa de su propia sexualidad, con su inocencia rota. En su habitación están los dos atletas. Pandora se arrastra a gatas sobre su cama dejando que su vestido de rayón deje notar sus briosas nalgas. Se recuesta y comienza a tentar los pantalones cortos de los dos atletas. Con desesperación extrae las vergas de sus empaques y comienza a chuparlas viciosamente. Se la empiezan a joder. Es una secuencia brevísima. Los dos atletas no parecen tan atléticos a la hora de coger. Jerry Butler luce bastante agotado, mientras que Payne anda en su pedo.

Terminan regándose los dos. Butler en el vello púbico de Hart y Payne en su boca. Ella ha cruzado la línea de simple espectadora, ha degustado lo que hasta ese entonces era simple ficción. Las prevenciones estuvieron siempre y fueron muchas, pero desatendió todas. Los personajes que habitan el espejo comienzan a llamarla, Pandora, Pandora, ven con nosotros, y se intercalan sonidos de la voz del dueño de la tienda diciendo, ten cuidado, ten cuidado. Pandora intenta incorporarse de la cama, balbuceando “Debo cubrirlo debo cubrirlo”. Sucediendo entonces el desenlace de la cinta.

La película, en mi opinión, debe ser puesta junto a otras grandes obras de la erótica mundial, y no está de más que sea vista por todo público en edad de verla, aunque sea de carácter pornográfico. Es una alegoría majestuosa y está impecablemente filmada. En ella confluyen la obsesión y el recato, el bien y el mal, y la intensidad.

Permítaseme una disertación que quizá esté fuera de lugar, aunque pensándolo bien es muy adecuada:

 

En el Bhagavad Gitá, piedra angular de la filosofía hindú, Krishna, la encarnación de la divinidad, explica que la naturaleza, desde que es naturaleza, se rige por tres principios o Gunas: Sattva, Rajas y Tamas. Sattva es la naturaleza luminosa; Rajas la excitación; Tamas, lo tenebroso. Hay pasajes en los que Krishna se atribuye a sí mismo todo lo que hay de entrañable en el Universo; de las flores es el perfume, de los alimentos el sabor delicioso, de las aguas los océanos, de los hombres la virilidad, de las mujeres la belleza y la gracia. Bajo esa perspectiva, todo lo que hay de atractivo en este mundo no es sino un aspecto de Él que te hace reconocer la magnificencia de Su creación. ¿Que un par de tetas te hace babear? ¿Qué se te antoja una tranca bien dura? ¿Qué oportunidad tienes de que todo ello no te guste, si es todo sublime? Es apenas comprensible que te gusten cosas y sensaciones, pues en tanto que creación son perfectas, y en ellas y en ti reina Rajas; la naturaleza siempre excitante.

 

En el hinduismo krishnaíta el bien y el mal no son como en occidente, donde cada uno de estos dos rubros es tajante, y donde la mayoría de los impulsos instintivos, incluido el sexual, están inscritos en el libro del mal y parecieran habérsele colado a Dios por alguna rendija, invadiendo su perfecta creación con una suciedad ajena proveniente de no sé dónde.

 

En el hinduismo krishnaíta la gente no es ni buena ni mala, sino esencialmente afectada por su naturaleza, que puede identificarse con cualquiera de las tres Gunas. ¿Para qué juzgar lo que, en el peor de los casos, no es sino un simple títere de estas fuerzas poderosas? Hay personalidades sattvicas, rajásicas y tamásicas, y como tales son sus elecciones de vida. Los sáttvicos tienden al cultivo de lo espiritual; el rajásico a lo sensual, a la adrenalina y a la acción trepidante; y el tamásico a la ignorancia, a la pusilanimidad, a la inercia, a la hueva, al abuso, a imponer su voluntad pese a lo que sea. Por citar un ejemplo, un sáttvico comerá fruta, un rajásico una salsa picante, un tamásico carne seca. El sáttvico adorará al aspecto imperecedero de Dios, o Brahman; el rajásico adorará a dioses gozosos, disfrutadores o regentes de la acción y la prosperidad, como Shiva o Lakshmi; y si es rajásico en su modalidad cogelona, pajillera y comedor de bisteces, de plano adorará a Kali (ofrendándole todo buen palo a la Diosa, y es práctica espiritual); un tamásico adorará demonios, hará brujería, etc.

Luego de este breviario cultural que permitirá un mejor entendimiento de lo que sigue, afirmo: En esta cinta no hay sáttvico alguno; quizá el dueño de la tienda lo sea, pues no juzga el evidente impulso de Pandora; parece conocer la naturaleza humana y, se sobreentiende, ha vencido al espejo. Está más allá del mal o incluso de la pasión. Mira todo desde una posición neutra, pero no usa esa posición para arrogarse el derecho de comenzar a juzgar a todo el mundo, en especial a Pandora y su falta de fortaleza.

En la cinta hay tamásicos a granel. Los violadores que ultrajan a Tiffany Clark, su esposo, en tanto que le niega a su mujer el goce carnal también lo es, pues la sume en la ignorancia y él mismo es un ignorante del orden de las cosas. Marlene Willoughby, en su papel de arpía, es tamásica, en tanto que es una cabrona que gusta de abusar de los demás, y el manager lo es también, por alcahuete; la productora Bárbara Mellon, su secretaria Maxine, el director del casting, son todos tamásicos; Gillis y Hillman, en tanto que se regodean en ofender a Pandora son tamásicos los dos, más Hillman que Gillis; Edgar Ralston es, en tanto que pervertidor de su mujer, tamásico.

Rajásicos hay más. Todo aquel que simplemente está ahí gozando de su más bonito impulso sexual está siendo simplemente rajásico. En la cultura occidental todos los de la orgía del club se irían al infierno, pero en oriente son simples seres humanos arrastrados por el gusto de sus sentidos.

En la cosmogonía judeocristiana hay enormes paradojas. Los vicios no se entienden relacionados con Dios, y se atribuyen más bien al Diablo, a quién se le ubica, cosa imposible, fuera de Dios, o como su contraparte, pero sin reconocerle oficialmente su independencia (lo que lo colocaría a su mismo nivel, lo que no se puede aceptar; como tampoco se acepta que Dios le permita existir, o que, bueno como es, le de la oportunidad de hacer toda serie de travesuras con nosotros, es decir, que Dios le vea utilidad al diablo). En oriente no hay ese problema. Se reconocen las tres Gunas y se explica que todas provienen de Dios y que ésta es una ilusión puesta ahí para que la gente se abra paso entre la existencia y descubra su naturaleza divina. Incluso el puñetero que se la menea cien veces al día tiene cabida en el plan de Dios, y su afición a la masturbación no sería sino un goloseo en un aspecto que Dios (Rajas) mismo hizo atractivo para él y en el cual está “atorado”. Vaya, cuando en el Bhagavad Gitá Arjuna tiene la visión de la forma de Dios, ve a los dioses y a los diablos adorándole por igual, y todos se incluyen dentro de él. O así lo explican.

De inmediato se ve cuando un director está poseído por rajas. Sus cintas son sexuales en una dimensión especial y recalcitrante. Warren Evans es así. Baste verlo como actor en sus filmes de los setentas, en los cuales, más que maldad, se percibe una embriaguez absoluta por el sexo. Hay actores que están ebrios de rajas y que con facilidad descarrilan en tamas, como es el caso de Jamie Gillis, que puede pasar de simple goloso sexual a un cabrón tirano.

Todo este rollo sirve para hacerse la pregunta. ¿En qué Guna está el personaje de Pandora interpretado por Veronica Hart? Definitivamente está en un Rajas Evolutivo.

Lo siguiente lo leí en un libro escrito por B. A. Erickson, hija del genial Milton H. Erickson, personaje ante el cual cualquier reverencia es poca, padre de la hipnosis clínica moderna y referencia obligada de toda la psicoterapia breve.

“A lo largo de los años las personas frecuentemente me han preguntado cuál fue el aprendizaje más valioso que recibí de papá. Con los años, mi respuesta ha cambiado. En este momento, creo que es la creencia de que el único placer inmediatamente renovable, durante toda la vida, es el placer de aprender. Por lo tanto, cuando yo o cualquiera, comete un error o hace algo mal, tengo algo nuevo que aprender, y esto puede ser un enorme placer. Cualquier persona que machaca esa noción en su mente no puede ser víctima, porque cada uno de nosotros somos responsables de nuestro propio aprendizaje y podemos encontrar placer en todo aprendizaje. Digamos que para ser una víctima tú estás eligiendo no aprender. Sin duda él sabía de lo que estaba hablando; caminó con un bastón durante toda su vida adulta, estuvo paralizado y escuchó a su médico decirle a su madre que moriría antes del amanecer. Pasó muchos años de su vida en una silla de ruedas con la dependencia que esto implica, tuvo discapacidades de aprendizaje cuando joven, fue sordo al tono y daltónico toda su vida. Sin embargo, nunca fue una víctima.”

En esta cinta hay víctimas simples. Está Tiffany Clark, violada por los jinetes; Hillary Summers, abusada en el escenario;  Merle Michaels, corrompida por su esposo; Lacey Smith, manipulada por la diva arpía. Todas ellas están paradas en un perdido punto entre la frontera de tamas y rajas. Se van a tamas si hacen del victimismo su profesión y se estancan ahí, lo que es lo mismo que ignorancia; se van a rajas si sucumben, aunque de inicio fuesen involucradas contra su voluntad, ante el placer sensorial; e incluso serían sáttvicas si cruzaran estas experiencias, por malas que parezcan, con una mente neutral, comprendiendo que todo y cuanto ocurre es ilusión, y que lo que ocurra a sus cuerpos no le ocurre a su alma.

Se escucha fuerte porque hablamos de abusos, pero no es distinto de lo que ocurre con alguien, por ponerlo correcto, casado, que disfruta, legalmente y conforme a las tres leyes, del cuerpo de su pareja; quien al estar hundido en el goce de los sentidos sigue en rajas, y se elevaría a sattva si entiende que el disfrutador no es él, sino la divinidad misma: la divinidad el poseedor, la divinidad el deseo, la divinidad el cuerpo poseído, la divinidad la Guna donde todo ocurre, la divinidad la ofrenda del placer dado en sacrificio,  y se trepa en ese tren de mente ecuánime (sin por ello dejar de gozar de lo lindo). Hay una devota de la India de nombre Kanupatra, que se iluminó pese a que su oficio era el de prostituta. ¡Qué bonito!

En esta cinta, Pandora se deja seducir por rajas, y no lo hace a medias tintas. Si fuere víctima, sería, en todo caso, víctima de sí misma. Es una alegoría del alma dejándose seducir por las fuerzas de la naturaleza, sin caer nunca en la maldad, por intensa que sea la travesía, sin bajar la guardia acerca de todo lo que hay que aprender de los impulsos propios, sin negarlos, sin abandonarse a ellos hasta la aniquilación. A riesgo de contar el final, una interpretación corriente sugeriría que el espejo la devora; una toma alterna, la que yo prefiero, apunta a que se ilumina, que asciende al cielo con todo y cuerpo. Los anzuelos de Dios son muy sugerentes, su creación hermosa, los placeres por Él inventados perfectos. Se trata de no perder de vista que todo tiene su razón de ser y aprender.

Hasta aquí esta licencia literaria que, evidentemente, exagera cosas. Ya en plan más terrenal. En su vida real, Veronica Hart conoció el espejo desde adentro. Su realidad no podría parecer más deshonrosa; alquilándose por dinero, con consumo de drogas, etc. Eso no la ha vuelto una amargada, ni una víctima, más bien parece haber aprendido mucho. Es justo detenerse a pensar en ello, pues ahí tenemos una historia extraordinaria.

Un detalle no conté de aquella vez que iba corriendo por la calle para llegar a tiempo a la función. Conforme cruzaba la esquina del cine detuve mi paso, para parecerme al resto de transeúntes, es decir, los transeúntes no obsesivos. Aquieté mi respiración y mi paso. Me limpié el sudor con la camisa. Velozmente pasé a la taquilla y pagé mi boleto. Avancé hasta donde está el portero de la entrada.

-¿Qué edad tiene caballero?

-Dieciocho.

-Bien.

-No había visto este cine aquí antes. –dije-  ¿Desde cuándo están aquí?

-Hemos estado aquí desde siempre.

-Es extraño.

-Lo es. Pase gentilhombre, pero tenga cuidado, ver demasiadas funciones puede ser peligroso.   

El portero me acompañó hasta la entrada, recorrió una pesada cortina de terciopelo rojo que cubría el acceso a la sala principal. Di unos cuantos pasos. Mi rostro se iluminó por completo. En la pantalla, desnudándose, con su mirada en el espejo de su cuarto de baño, que atento a la dirección de sus ojos tuvo que verme visto reflejado a mí entrando a través de las cortinas, estaba Veronica Hart, dispuesta a mostrarme su experiencia en el tema de mirar espejos que reflejan distorsionada la realidad, pero igual sirven para descubrirse uno mismo.

Memorabilia:

Con excepción de la violación campirana, diría que la película es perfecta. No le quitaría yo nada y me es memorable toda. Si tuviera que quedarme con algo en particular, ya lo he dicho, me quedaría con la cara de Veronica Hart iluminándose con la luz rajásica del espejo mágico, y si de escenas sexuales se trata, me quedaría con la escena completa de Hillman y Gillis.

Calificación:

Cinco chiles.

Salpicaduras:

Con relación a que Veronica Hart amenaza con amenizar una doble penetración algún día, hay datos que deben saberse.

Toda doble penetración tiene, como entrenamiento indispensable o asignatura escalonada, el sexo anal. Habrá muchas mujeres que piensan que el sexo anal, aunque fuere esporádico, es algo no recomendado; habrá otras que no tengan problemas con el sexo anal, que si bien no lo hacen su práctica habitual, lo llevan a cabo allá cada vez y sin culpa; el que una mujer trascienda esta etapa de sentirse capaz de ejecutar un sexo anal satisfactorio no garantiza que la doble penetración le parezca buena idea. Aventurarse a una doble penetración sin una experiencia, llamémosla, anal simple, es insensato por donde se le vea.

En el porno actual se hace verdadera apología de las dobles penetraciones y los anales brutales, pero hubo un tiempo en el que esto no era muy común, o al menos no se le mostraba con tanta “normalidad”. En el cine vintage, los anales no son tan comunes, de hecho hay una predominancia abrumadora del sexo vaginal, como Dios manda. Durante el periodo de 1975 a 1983, que es donde ocurren la mayoría de trabajos interesantes, y donde ya se implanta la figura de starlet no hippie, sólo las audaces hacían anales, mientras que sólo las más lagartonas o las más notoriamente locas se metían en el vericueto de una doble penetración.

 

“Anal simple” a Vanessa Del Rio en

“That Lady from Rio (1977)” dirigida por

Shaun Costello (alias Warren Evans)

Cuerpos aguantadores como el de Vanessa del Rio o Leslie Buvée se atrevían a esta rutina con relativa comodidad, más la primera que la segunda. Uno de los directores más hard (uso el inglés porque duro no es la palabra exacta que describa un par de vergas resbalosas metiéndose en un solo sitio) era Shaun Costello, conocido también como Warren Evans, quien filmaba un cine de excesos y a veces de extremos, que no son lo mismo. Con él, Vanessa Del Río rodó dobles penetraciones a granel, y una escena característica de este director en su etapa setentera era la doble penetración concluida con eyaculaciones casi simultáneas por parte de las vergas de turno, donde a menudo la fuente de leche de uno de los actores se terminaba por estrellar en el muslo, testículos o inclusive en la propia tranca del otro, en una prehistórica “cum fiesta” donde la animalidad es tan absoluta que no podrían los actores tener escrúpulos acerca de que el otro les embadurne de leche la verga. Escenas como esa, o las otras en las que la actriz une a los actores ano contra ano para poder tragarse las dos vergas a la vez, eran sello de la casa de la familia Costello.

 

Ordeña simultánea de vergas luego de

Penetrar a Vanessa Del Río en

“China Doll (1977)” de Shaun Costello.

Salvo esas raras excepciones, la doble penetración era una acrobacia rara, y repito, sólo las más experimentadas se atrevían. Algunas decían un NO rotundo a la doble penetración, entiéndase ano y vagina, pero encontraban razonable la doble penetración vaginal, como es el caso de Sharon Mitchell en “That Lady from Río (1977)” de Shaun Costello.

Me reservo mis comentarios acerca de la reina indiscutible de la doble penetración vintage, y me refiero a la rubia menudita pero muy capaz Connie Peterson, que sólo en contadísimas ocasiones sale cogiendo con un solo hombre, y cuya costumbre es tirarse a cuando menos dos a la vez (y a veces uno de ellos cuenta por más, como John Holmes), sin perder la oportunidad de que, si ya son dos o más, pues que le hagan una doble penetración. Ya abundaré en esto cuando dedique su fascículo de Stag Life a la película “Little French Maid (1981)”.

El tema es que Shaun Costello, es decir Warren Evans, el director de “Pandora´s Mirror (1981)” no era ningún neófito en eso de montar dobles penetraciones, reiterando que si Veronica Hart no participó en una fue porque no le dio la gana. Hoy en día las chicas más tiernas son sometidas a esta práctica, cada vez a manos de fulanos más rudos o más vergudos que antes, y al parecer esta acrobacia, por exigente que sea, ya no sorprende a nadie. La anestesia ante esta práctica no yace en el cuerpo de las actrices que la practican, para las que sigue siendo una especie de exceso, por mucho que la lleven a cabo, sino en una sensibilidad cada vez más atrofiada del espectador.

 

Sharon Mitchell al final de una doble

penetración vaginal. La verga de abajo es

la de Warren Evans, director

de “Pandora´s Mirror (1981)”.

 

Warren Evans era un director de mucho oficio. Hay que aceptarlo, si bien la expresión de la sexualidad humana es infinita, las posturas y acomodos son bastante limitados. Resulta entonces comprensible que las posturas se repitan una u otra vez dentro de las cintas porno, máxime si el director de turno tiene una óptica determinada.

 

Evans lleva esto al extremo, pues esta escena de la mujer que mira a través de la persiana a un par de hombres rudos que luego poseerá en su alcoba luego de una masturbación en la regadera es idéntica a una que nos presenta en “Afternoon Delights (1980)”.

 

Evans coloca, en esta otra cinta, a Merle Michaels en el mismo predicamento que a Hart. Ella también mira a través de la persiana, también se ve su mirada desde afuera, también se masturba en la regadera. Si bien en “Pandora´s Mirror (1981)” la fantasía encarna en dos fisicoculturistas sudados y rudos, en “Afternoon´s Delights (1980)” la fantasía se hace presente en la figura de dos obreros sudados y rudos. El colmo del paralelismo se da en tanto que Michaels es acomodada incluso en la misma postura sexual de Hart.

 

Es un deja vú. De hecho es la misma habitación, pues el pequeño cuadro que está encima de la cama es el mismo en “Afternoon´s Delights (1980)” y en “Pandora´s Mirror (1981)”. Podría pensarse que a Warren Evans se le habrían acabado las ideas, sin embargo, ambas escenas están tan bien logradas que terminan siendo convincentes cada una por su lado, y si hay que sacar una conclusión de esto, esta sería que en el cine porno las posturas sexuales a menudo son una coreografía compleja, pero ello no cambia que la individualidad de los participantes termina marcando la escena de manera esencial. Ni aún una misma actriz, repitiendo la misma escena, se podría repetir a sí misma. El cuerpo como tal, también es resultado de un sinfín de factores. Me ha quedado en la mente la teoría del cuerpo como acto, pero ello lo explicaré luego, si es que se acomoda el tema.

End Titles

Es apenas azaroso que estos créditos finales los coloque yo en la reseña de esta cinta que me resulta tan significativa. La imagen vívida de verme a mí mismo, adolescente a tope y corriendo para llegar a tiempo de ver una escena en el cine, más las disertaciones relativas al espejo, son irónicamente aleccionantes. Si me lo preguntan, el porno es para mí una manifestación extraña de la naturaleza, y como tal es llamativo, o como dirían los krihnaítas, es la seductora energía de rajas hipnotizando tus sentidos. Hay a quien esta manifestación de energía le pasa de largo, hay otros que simplemente no pueden evitarla, que de hecho parecen haber nacido para enfrentar cara a cara a esta fuerza misteriosa. Si lo pienso, la evolución y los cambios personales ocurren como en “Pandora´s Mirror (1981)”, donde la tentación está ahí y siempre ha estado ahí, y eres tú quien la elige o no la elige, eres tú quien nace para ello, o no nace para ello.

Ya hablando en serio, ni Hart ni Evans son gurús, y dejando de lado el lenguaje espectacular, idealizante y glitter con que deben escribirse este tipo de reseñas, les he de contar que el presente año ha sido de cambios en la vida de este autor.

Utilizando las metáforas que ofrece esta cinta y su fábula: yo y todas mis letras seríamos una especie de espejo que refleja aquello que los lectores quieren ver. Teniendo un mundo de espejos de letras para observar, algunos se detienen a mirar éste que yo ofrezco, y más que verme, se ven.

Al inicio de mis publicaciones eróticas en la red, que datan desde 1999, año en que publiqué el relato “Clowns” en marqueze.com (sitio que cada vez me gustó menos), tenía la idea ingenua de que podía enriquecerse la vida en general de las personas mediante lecturas que combinaran el gusto visceral por el hardcore con opiniones abiertamente existencialistas. Tenía treinta años. Las razones para escribir han variado con el tiempo, es probable que a veces escribiese por vanidad, a veces con un sentido humanitario, a veces –se me ha dicho aunque nunca lo he querido aceptar, aunque ha de ser cierto- por frustración y enojo, y a veces, las más dichosas, por un mero éxtasis creativo, inmerso en un viento lúdico en la que los personajes se escribieron solos, sorprendiéndome, sin afán ninguno, por mera diversión.

Repito las palabras de Shaun Costello, director de tantas y tan buenas películas porno, que retrata a la perfección lo que debe ser el pasado como recuerdo presente, y la conformidad con el proceso creativo, sea como haya sido éste:

Entrevistador: ¿Cómo se siente sobre el hecho de que su trabajo es tan bien recordado en estos días y parece estar experimentando un resurgimiento en los últimos tiempos?

Shaun Costello: Muy halagado. En los últimos cinco o seis años he visto algunas de las películas que hice en ese entonces (los setenta), y encontré que no son tan buenas como yo recordaba. La calidad fue mala, las historias eran frágiles y muy lentas, pero tenían sus momentos, y eso es realmente todo lo que estaba tratando de hacer de todos modos. Yo me estaba engañando a mí mismo al pensar que una película rodada en 16 mm, con un presupuesto de $18,000.00, daría una obra completa y distintiva, pero, repito, había momentos de fluidez, los suficientes como para que valiera la pena hacerlo. A veces escenas enteras quedaban logradas muy efectivamente de principio a fin, y eso era suficiente para justificar el haberlas hecho. Treinta años después, personas inteligentes están realmente viendo estas películas y hablan de ellas. Es muy halagador.

Así ha sido conmigo. Sé de la frialdad que pueden tener los medios cibernéticos, tan dados a lo “new”, donde no hay clásicos de ningún tipo, y mucho menos se adquirirá este estado sin habérselo propuesto seriamente. En todorelatos, que ha sido como la casa de mis letras, me he sentido muy cómodo siempre, y quizá aquí tenga alguna oportunidad de surgir aleatoriamente ya que suelen mostrar “el autor de la semana”, y con más de cien títulos alguna vez me tocará ser el elegido; pero ya me rebasarán, ya vendrán escritores más frescos a escribir más relatos que un servidor, quizá más breves, con estructuras no tan pretenciosas, haciendo de mis textos el vintage del futuro.

He insertado este texto de Costello no por el tema de una eventual inmortalidad, misma que no pretendo, sino por cómo me veo reflejado en el entusiasmo creativo que cita este director. He inventado toda serie de tramas, las he hecho al vuelo y ha sido divertido escribirlas. Es ingenuo creer que llegará un día en que todas estas letras sean reconocidas como literatura de verdad. Quizá con el tiempo me vuelva ridículo y kistch, o quizá ya lo sea, y ello le valga a mis letras y sean recordadas, ya que, a mí como autor, ni me va a ir ni venir. Hay mucha basura, eso es evidente, pero también ha habido obras plagadas de buenos momentos. En especial me enorgullece haber escrito “Nunca Danzarás en el Circo del Sol” y haber creado a Basil, su personaje principal.

En algún fascículo de Stag Life comenté que mi meta era escribir cien reseñas. Claramente no voy a cumplirlo, y no lo siento como un deber. Ahora encuentro que ello es innecesario, que lo que había qué decir de la industria lo he dicho ya, que el punto consistente en que el porno es “mucho más que el objeto de bisutería que parece ser” ha sido explicado, que el atravesar los escenarios ha sido para sus participantes una elección como las que tomamos tú o yo, en sentidos distintos. Que a veces como ves el porno ves la vida, que está basado en hechos reales, tan real como que lo ves.

Con esta reseña pienso dar por terminada la carrera de Jilo Deiss, quien quiera que éste sea. Quiero ocuparme de otros temas, de otras cosas. Tomo otros senderos, seguro de haber visto mucho, conforme con ello. Eso está bien para mí. Ha sido suficiente. Y como dice la tumba de Brian Jones “No me juzguen tan duramente”.

Cierro los párpados y sobre una pantalla oscura pasan lentamente toda serie de imágenes, comentarios, títulos, nombres, y en general los encargados de los efectos de luz y sonido que compusieron la obra que termina, y yo con la esperanza de que, al final, y sin faltar a la verdad, aparezca un letrero que diga:

En la realización de esta obra no se ha dañado persona alguna”.

Sé que no ha de ser así, pues aunque nunca ha habido intención de lastimar u ofender a nadie, hay espejos que aunque no se quiera dañan. El mío lo cubro con una manta, voluntariamente lo extravío. Me doy cuenta que no era mío, que creerlo así era una ilusión de él mismo. Estaba ahí cuando llegué, se queda ya que me voy.

Mas de Jilo

Stag Life 26 Baby Face 2 (1986)

Stag Life 25: Roommates (1981)

Stag Life 24: Je Suis Une Belle Salope (1976)

Stag life 22 neon nights 1981

Stag life 21 casanova 1976

Stag life 23 a scent of heather 1980

Stag Life 19: Jamie Gillis Ha Muerto

Stag Life 20: Marathon Love (1985)

Stag Life 18: Educating Mandy (1985)

Stag Life 19: Jamie Gillis ha muerto

Stag Life 17: Here Comes The Bride (1978)

Stag Life 16: Bordell SS (1978)

Stag Life 15: Passion of Carol (1975)

Stag life 14: Girl Scout Cookies (1977)

Stag life 13: Violation of Claudia (1977)

Stag life 12: The Initiation of Cynthia (1986)

Stag life 11: Inside Jennifer Welles (1977)

Stag life 10: I Like to Watch (1982)

Stag life 7: The Final Sin (1977)

Stag life 9: Blonde Fire (1978)

Stag life 8: New Wave Hookers (1985)

Stag life 6: Beyond Shame (1981)

Stag life: Little girls blue (1977)

Stag life 5: Driller (1984)

Stag life: body love (1977)

Stag life: expensive tastes (1978)

Stag life: mad love (1988)

Vintage 1

Diez de mayo con mi tía (Final)

Diez de mayo con mi tia (11)

Diez de mayo con mi tia (10)

Diez de mayo con mi tia (9)

Diez de mayo con mi tia (8)

Diez de mayo con mi tia (7)

Diez de mayo con mi tia (6)

Diez de mayo con mi tia (5)

Diez de mayo con mi tia (4)

Diez de mayo con mi tia (3)

Diez de mayo con mi tia (2)

Kitsch

Diez de mayo con mi tia

Las manos de Lorena

Opera de reims para unas medias negras

Cuentos de peep show (5)

Cuentos de peep show (6)

Cuentos de peep show (2)

Cuentos de peep show (3)

Cuentos de peep show (4)

Cuentos de peep show (1)

Destino sin tumultos

Nunca danzarás en el circo del sol (09)

Nunca danzarás en el circo del sol (08)

Nunca danzarás en el circo del sol (07)

Nunca danzarás en el circo del sol (06)

Nunca danzarás en el circo del sol (05)

Nunca danzarás en el circo del sol (04)

Nunca danzarás en el circo del sol (03)

Nunca danzarás en el circo del sol (02)

Nunca danzarás en el circo del sol (01)

Como pez en el alma

Un mundo raro

Motel para tres

¿Quieres problemas?

Sueños ajenos

Lienzo sagrado

Mexican Beauty (1)

Arakarina (27: Final)

Arakarina (26: Breve caleidoscopio)

Arakarina (25: El tren de Sara)

Arakarina (24:Cuatro razones para cerrar los ojos)

Arakarina (23: La balada de Andrea)

Arakarina (22: La revolución de Samuel)

Arakarina (21: La balada de Samuel y Andrea)

Arakarina (18: Las bodas)

Arakarina (19: Los chicos de la secta)

Arakarina (20: El bar y Samuel)

Arakarina (17: La mano de la novia)

Arakarina (16: Sara)

Arakarina (15: Geografía de una secta)

Arakarina (14: Un rito para Arakarina)

Arakarina (13: El cumpleaños)

Arakarina (12: Gatos)

Arakarina (11: Nueva piedad)

Arakarina (10: El anillo tatuado)

Arakarina (09: La entrevista)

Arakarina (08: El vientre cálido de un hogar)

Arakarina (07: El artefacto)

Arakarina (06: Arakarina)

Arakarina (05: La fundación de Atenas)

Medias negras para una ópera de reims

Arakarina (04: Un pintor a oscuras)

Arakarina (03: Ella se casa)

Arakarina (02: La búsqueda de un pintor)

Infieles (7: El final según Cornelio)

Arakarina (01: Una chica cualquiera)

Infieles (6: El final según sonia)

Infieles (5: El final según el inspector)

Infieles (4: El arte de ser atrapado)

Infieles (3)

Infieles (2)

Infieles (1)

Radicales y libres 1998 (4)

Radicales y libres 1998 (3)

Radicales y libres 1998 (2)

Radicales y libres 1998

El Ansia

La bruja Andrómeda (II)

El ombligo de Zuleika (I)

La bruja Andrómeda (I)

El ombligo de Zuleika (II)

Tres generaciones

Mírame y no me toques (VIII - Final: Red para dos)

Mírame y no me toques (VI: Nuevas Historias)

Mírame y no me toques (VII:Trapecio para la novia)

Mírame y no me toques (V: El Casting)

Mírame y no me toques (IV: Los ojos de Angélica)

Mirame y no me toques (III: Un abismo)

Mirame y no me toques (II: Puentes oculares)

Mirame y no me toques (I: Los ojos de Claudio)

La verdad sobre perros y gatas

Amantes de la irrealidad (07 - Final)

Amantes de la irrealidad (06)

Amantes de la irrealidad (05)

Amantes de la irrealidad (04)

Amantes de la irrealidad (03)

Amantes de la irrealidad (02)

Clowns

Expedientes secretos X (II)

Noche de brujas

Día de muertos

Amantes de la irrealidad (01)

Lady Frankenstein

Expedientes secretos X (I)

El Reparador de vírgenes

Medias negras para una ópera de reims

Una gota y un dintel (II: La versión de Amanda)

Una gota y un dintel (III: La versión de Pablo)

Los pies de Zuleika

Una gota y un dintel (I)

Amar el odio (I)

Amar el odio (II)

Amar el odio (III)