miprimita.com

Amantes de la irrealidad (06)

en Grandes Series

Luego de varios meses de consumirnos sin tregua, encontré a Armida acongojada. Me explicó que sólo una cosa echaba de menos de la gnosis, y ese algo era su cuarzo. Nunca había citado una cosa así, que extrañaba su cuarzo. ¿Por qué lo citaba ahora, luego de tantos meses?, ¿Cómo fue que nunca escuché de semejante tesoro si era tan importante?, luego me explicó que ese cuarzo ella lo había consagrado y no sé que más cosas. Ella atribuía su tristeza a ese artículo, y sobre todo al hecho de que, si dicho objeto tan personal seguía en poder de Arturo Damián, seguro que ella estaría a su merced, pues podría hacerle una brujería. Todo me pareció tan intempestivo. Como siempre la comprendí, la apoyé.

Siempre la protegía, luego de nuestras sesiones del sexo más salvaje venían momentos de verdadera ternura, por ejemplo, luego de encularla como si fuese un gárgola nos recostabamos y le untaba humectantes a su ano lastimado. Si le daba de golpes se los curaba a besos, si había una penetración con el puño, con la misma mano le daba un masaje en su matriz, y así, después de la tormenta siempre venía la calma, y ella volvía a ser una muchachita dependiente y frágil, tierna, compasiva, y se me acurrucaba bajo mis brazos, sobre mi pecho, y sobre mí dormía mientras le acariciaba el cabello, o le preparaba un te, o le cubría el cuerpo con flores, o le hacía de comer. Siempre volvíamos a lo básico, pero siempre estaba latente aquello que ella había aprendido en la gnosis, entre los muros de Arturo Damián, y aunque no era necesario, ella seguía siempre desnuda dentro de la casa, como una flor fresca que levita como un fantasma, llenando de gracia y de aroma todo el espacio, pero siempre obediente, siempre sumisa, dominada pero dominante. Pensé que sería buena idea recoger ese cuarzo y tomar dicho acto como símbolo y pacto de la muerte de Arturo en su vida.

Bajo aquello que ella estaba acostumbrada yo debería ser adorado. Pero quería adorarla. Sé que no es posible competir contra nadie si la estrategia que sigues es la que ese alguien inventó. Así, si Arturo era el maestro de sumisión, de humillación, yo cometía un error queriendo ser más inventivo que él en esas lides, pues a él se le daba por placer y a mí por imaginación.

Es cuestión de estilo. Un imitador siempre querrá extremizar aquello que imita, pero nunca podrá imitar la autenticidad, y en ese rubro me sentía perder respecto del pasado de Armida. Cuando ella era feliz porque la amaba yo triunfaba. Arturo la quería porque ella lo adoraba. Yo no la quiero porque me adore, sino porque la quiero, sencillamente, por ella, no por mí.

Quise ir yo por ese cuarzo. Pero ella insistió que debía ser ella personalmente quien tendría que ir por él. En eso consistía precisamente el enfrentamiento del pasado, pensé, y no sin miedo, le autoricé que fuera.

Esa tarde fue de pesadilla. Yo previne que se tardaría un par de horas. Pero transcurrieron seis horas de aquí a que llegó. Estaba enfurecido cuando llegó. Disimulé mi enfado y le pregunté por el cuarzo. Ella me lo mostró pero yo ni siquiera lo vi. Eran las once de la noche. Pasaron veinte, treinta, cuarenta minutos, y ella seguía sin desnudarse. No se trataba que estuviera histérico por que no veía su cuerpo, pues lo veía todo el tiempo, aunque el hecho de que no se desvistiera me llenaba de desconfianza. Ella algo presintió porque se acurrucó conmigo abrazándome, y empezó a fingir mucho sueño, siendo que siempre nos dormimos como a las dos de la mañana, y frecuentemente ni eso dormimos. Intentó apagar algunas luces. Yo decidí terminar con esta farsa y le dije sin rodeos que se desnudara, que quería verle. Puso una cara muy triste, como si una ola se llevase un castillo que le había costado demasiado edificar. "No me pidas eso", me dijo, era la primera vez que desatendía una indicación mía. "Te lo ordeno" insistí. Empezó a llorar. Me sentía mal de estarla obligando, en una última instancia yo comprendía que su visita a Arturo no estaría exenta de riesgos, y los había asumido al dejarla ir sola. Lo que sea que ocurriera lo toleraba, pero lo que no podía admitir era que me ocultara lo ocurrido, pues esos secretos no estaban a la altura de la unión que teníamos.

Se desvistió y su cuerpo mostraba marcas de azotes en nalgas, espalda y tetas. Me puse furibundo, y antes de que yo preguntara cualquier cosa ella me dijo "Me cobró todas sus enseñanzas. Estoy aquí y estoy libre", lloraba copiosamente.

"Voy a matarlo" comenté mientras me perfilaba a la puerta. Ella comenzó a llorar más angustiosamente cuando dije que mataría al muy perro de Arturo Damián, por lo que rematé diciendo, "Seguro no te importará que mate a ese desgraciado, ¿Verdad?", Ella lejos de decir que no espetó, "No pude negarme". "Lo mato", concluí azotando la puerta a mis espaldas.

Durante el trayecto maldecía a ese sujeto con gran rabia. Imaginaba las múltiples formas en que podría arrancarle la vida y mi problema es que todas me gustaban. Las últimas palabras de Armida me habían dolido, pues "No pude negarme" me decía que de alguna forma, bajo el pretexto y la visión que fuere, había existido su consentimiento. Pensé en echar abajo mis intenciones y confiar en ella, aceptar que era libre, aplaudirle que su liberación la hubiera obtenido ella sola, sin ayuda. Pero ya estaba fuera de la casona, ya no podía echarme para atrás.

Brinqué la barda y me adentré a la mansión en que vivía Arturo Demián. Las luces estaban apagadas, excepto las de la sala. Me acerqué de puntillas, como un ladrón. No llevaba armas, por lo que al entrar reviraba la zona para identificar qué podría tomar en mis manos para reventarle la cabeza.

"Pase, le estoy esperando", dijo la voz del sacerdote gnóstico. Yo pasé ya sin esconderme. Al fondo, sobre un sillón color carmesí, estaba sentado Arturo, con un garbo que no demostraba miedo, ni desesperación, sino absoluta confianza sobre sí mismo, a diferencia de mi persona, que era todo descontrol, respiraciones cansadas, palpitar demencial. "A su derecha hay un recipiente que contiene algunas espadas. Recomiendo que tome la dorada, es la que más me gusta".

Yo voltee y me encaminé al recipiente, efectivamente la dorada era la más bonita, y la más pesada también. La tomé y enderecé mi camino hacia él, quien continuó diciendo, "Siempre quise morir en este sillón carmesí. La oportunidad se me presenta hoy, justo como ella prometió que usted lo haría."

"Ya cállese", le dije, pero no me hizo caso. Prosiguió hablando, y vaya que si habló. "Seguro que usted, mi amigo, le cree a esa mujer todo lo que le dice. Seguro que no se ha dado cuenta que ella lo domina, es más, le gusta que sea así. Pero no se perdonará ningún día de su vida el hecho de matarme sin haber escuchado lo que este maestro gnóstico tiene qué decirle. Si me mata me hace usted un favor, si me mata pronto se niega a usted mismo un favor. ¿Qué dice?, ¿Gusta una copa?".

No contesté, pero sentarme frente de él con la espada en mi regazo podía sugerir que si aceptaba esa copa.

"Créame amigo que nos hace usted mucho bien al resto de los hombres manteniendo a esta mujer en su casa, no lo culpo, es un ser extraordinario, aunque perverso; es un lujo que tal vez no puede darse un aspirante a ángel como soy yo, no, no es para quien quiera seguir la senda espiritual". Yo callaba, escuchaba.

"Sé que no tiene por qué creerme, pero deje le narro mi versión, así sin muchos detalles para que sea rápido, y no está usted obligado a decirme si mi historia se parece a la suya, me basta con que usted lo sepa. Uno siempre sabe las cosas, pero uno gusta de hacerse tonto. Cuando ella llegó a mí su mirada fue como una trampa, como un arma que me disparaba a las pupilas. Fue una conferencia que ofrecí aquí mismo, en este salón, ella se sentó por allá, junto a ese candil, llevaba una falda muy pequeña, y se había sentado al fondo. Ningún asistente sabría como estaba ella sentada, pero créame, se sentó en la forma más reveladora posible, mostrándome con lascivia las piernas, esas que usted adora sin duda. Sus ojos me invitaban a morder esas piernas. Ella sabe hacer eso, y usted lo sabe. Al final de la conferencia ella me abordó pese a mis intentos por no cruzarme con ella porque me había puesto en verdad nervioso. Me dijo, "Creo que aprenderé muchas cosas con usted. Siento que he llegado a mi verdadera escuela. Usted es mi escuela.". Imagine lo que eso significa para un instructor gnóstico como yo, megalómano por regla general. No creerá que hay quienes les pone calientes que les digan que son una escuela, pero lo crea o no, conmigo funcionó. Me trajo en rastras durante semanas, y cuando yo pensaba en hacer una ofensiva ella se retraía en la imagen de niña que siempre ha tenido, y me hacía sentir como un padre incestuoso".

"Cada vez fue más participativa, quería huir de su casa, una buena casa a mi parecer. Una vez vino su madre a hablar conmigo, pues ésta creía que la chica me respetaba, lloró y toda la cosa, rogándome que por favor le ayudara a enderezar a su hija, que era mal educada, irascible, dominante. Subrayó la madre en eso, en lo dominante. Que era promiscua, que iba pésimo en sus estudios. Que recurría a mi dado que Armida mostraba dedicación respecto de mi grupo. La madre diciéndome que ella era promiscua fue como un demonio que pasó a corroerme el alma. Yo que con tiento, con calma, con inexperiencia de un adolescente a estas alturas de mi vida, manejándome con tacto con esa chiquilla, mientras que en su vida ordinaria era muy ligera. Mi bestia afloró y para ello usé toda la experiencia que he adquirido respecto del alma humana, es decir, vendí mi habilidad, mis dones, mi poder, apostándolos por una causa tan mezquina como fornicar con ella."

Un día nos quedamos solos ella y yo porque nadie aparte de nosotros había acudido a meditar. Estábamos solos en el lumisal, la parte más sagrada de esta casa, un sitio que había respetado desde siempre, y en vez de orar me dijo con la voz misma de la serpiente del éden: "Si quieres tener lo que deseas dime que quieres fornicarme". Era una herejía. Que le pidiera fornicación, en el lumisal. Su boca temblaba, puso una carita triste, como una niña a la que no le has comprado un dulce. Le dije, le dije que quería fornicarla. No aguantaba más. Y ahí, en el lumisal tomé una chiquilla que ya no era inocente, que ya sabía todo acerca de cómo complacer un hombre".

"A partir de ahí ya sabrá. Me tenía en sus garras. Usted sabe cómo puede uno enviciarse con ella. Me controló. Teníamos un secreto que sólo me perjudicaba a mí. Se burlaba de mí y me llamaba pusilánime, y siempre me reprendía diciéndome que reaccionara, y así pasó un tiempo hasta que reaccioné, y de qué manera. Por mi propia supervivencia tuve que ser cada vez más sádico con ella, sólo era feliz cuando la maltrataba. Le gustaba que la tirara al piso y le pisara el rostro, para ella lamer mis pies, le gustaba que le metiera los pies en el coño, le gustaba que la penetrara analmente, y nada la enloquecía más que beber semen recién emanado de los testículos de un hombre. Llegué a cometer toda serie de excesos con ella, y cada vez inventaba nuevos para satisfacerla. Sin embargo, toda mi vida he sido sacerdote gnóstico, no sólo porque me permite vivir bien, sino que tenía mis convicciones, y de rato la estancia con ella era una doble vida que no podía soportar. Antes de que se marchara ocurrieron dos cosas gravísimas. Dado que le fascinaba sentir su matriz llena de leche, un buen día quedó encinta. Yo estaba dispuesto a asumir la crianza de ese niño, después de todo no tengo descendencia y a ella la quería con todo y las locuras que me hacía cometer. Pero ella me dijo que abortaría, y yo me negué. Le negué mi permiso para abortar y también el apoyo económico para hacerlo. No es mucho, pero se lo negué."

"Esa tarde llegó distinta, diciendo que tenía ganas de ser ella quien me atara a una silla. Me amarró muy fuerte con unas sogas que me lastimaban en verdad, y en la boca me puso una cinta adhesiva. Después, y para mi sorpresa, trajo a la habitación a un par de señores, de unos cuarenta años cada uno, y ella me dijo que los caballeros estaban dispuestos a apoyarla económicamente para acabar con sus problemas. Dudo que los hombres supieran que el dinero era para financiarse un legrado, y que cuando ella decía que se liberaría del problema se refería al hijo de ambos, de ella y mío, al cual antes de matar iba a mancillar con el semen de aquellos hombres. Ella explicó a los caballeros que el adicional de tener atado a su esposo mientras ellos se la cojían no lo iba a cobrar, y empezó a mamarlos a ambos, se dejó penetrar por los dos, incluso por un tiempo estaban los dos metidos en su vagina, y ella no cesaba de mirarme mientras la poseían. Los hombres de vez en vez me decían cosas como "Mira como la follamos", "Cornudo de la mierda, si lo estás disfrutando", "Si te portas bien le seguimos contigo puto". Luego de acabar con ellos los despachó y se quedó a solas conmigo, y me dijo "Sólo eso faltaba para que cayeras más bajo. Que mandaras de puta a tu mujer teniendo a tu hijo en el vientre. Pero no será por mucho tiempo, mira, billetes", y se fue dejándome amarrado. Volvió al día siguiente y me desató. Ya no eran dos seres, sino sólo uno."

"Tenerla ahí era para mi una revelación del mundo contra el cual había luchado siempre. Por lo que no la eché, aunque decidí ya no seguirle el juego nunca más. Y heme aquí, hoy vino a rogarme que la azotara, diciéndome que tú no la azotas como se merece, que te falta convicción. Y puede que me hubiere negado si me hubiese pedido que la fornicara, pero a pegarle no me negaría. Soy libre de ella, la he herido todo lo que he deseado y no es mi ruta. Si me ayudas, me adentraré de nuevo al cosmos a elegir una nueva encarnación, para intentar de nuevo mi despertar"

"¿Por qué debo de creerle?"

"No debes de creerme. Debes de creerte. Siento que pierdes tu tiempo matándome. ¿Ves aquella pistola?, si yo la utilizara para suicidarme, ¿La culparías a ella?, obviamente que no. Amigo, su problema no es ella, ni yo. Ella y yo somos el reflejo de las dificultades que tienes que padecer para tu educación del alma. Si me mataras a mí, nada solucionarías porque yo no soy tu enemigo, sino esa parte de tu mujer que encontró algo en mí y lo llevó a la realidad y al extremo. Igualmente nada ganarías llegando a tu casa diciéndole que no quieres verla más, pues como yo vivirás suspirando por su piel, por su voz indicándote que la humilles, extrañando sus ojos que saben bien su labor de hechizar, pues una vez que la dejes encontrarás otra persona igual o peor que ella, pues el problema no está en aquellas cosas que te estimulan, sino en el segundo exacto en que estás frente al altar en rito de santo matrimonio y le dices a esas dificultades que las aceptas para siempre. Intenta vivir con lo que tienes, la fuerza, el ingenio, la elasticidad de tu espíritu, tus poderes, tus dones, son tuyos porque los mereces, porque la vida te pondrá frente a retos en que habrás de necesitarlos, frente a tus retos. Estoy aquí por lo que quieras hacer. Yo creo en la reencarnación, y creo en el regreso de los muertos. Pero hay algo que quiero creer. Quiero creer que no me matarás como en cada reencarnación en que volvemos. Siempre me matas, y siempre volvemos a lo mismo. Deja te digo que si me matas habrá una culpa que no expiarás y tu y ella se arrastrarán como cada vida que pasa. Si me perdonas, no por conveniencia, sino porque tu conciencia así te lo dicta, entonces me habrás trascendido, y no volverás a verme más, porque en los años que me restan trabajaría por mi espíritu y ya no habría necesidad de visitarles de nuevo, sobre todo contigo, ya no tendría que venir a que aprendas a perdonarme, a que aprendas cómo no matarme. Y en cambio, Armida y tú tendrían oportunidades que no sé si son positivas o no, pero al menos distintas al fracaso que hemos venido repitiendo por aeones."

Arturo comenzó a llorar. En teoría yo debería sentirme contento con su cobardía y miedo a la muerte. Pero no lloraba por eso, lloraba de alegría, algo estaba aprendiendo él de todo esto. Su llanto venía de una parte muy profunda de su ser. Mi alma empezó a reconocer cosas que habían estado ahí desde siempre, y empezó a decodficarlas, comprendiéndolas, dejándolas de distorsionar, encontrándolas claras. Y me eché a llorar yo también. Arturo y yo nos abrazamos. No éramos los mismos.

Se despidió de mí diciéndome. "La manera en que habrás de trascender tu destino no es evitándolo. En realidad de verdad te digo que Armida es tu alma gemela, y nunca escalarás si ella no escala, uno nunca gana cuando hace perder a otros, sólo ganas si haces ganar. Mírala en cuanto llegues y pregúntate: ¿Quisieras hacerla ganar?. Si tienes buen corazón contestarás que sí".

"Hasta luego" le dije.

Mas de Jilo

Stag Life 24: Je Suis Une Belle Salope (1976)

Stag Life 25: Roommates (1981)

Stag Life 26 Baby Face 2 (1986)

Stag Life 27: Pandora´s Mirror (1981)

Stag life 23 a scent of heather 1980

Stag life 21 casanova 1976

Stag life 22 neon nights 1981

Stag Life 20: Marathon Love (1985)

Stag Life 18: Educating Mandy (1985)

Stag Life 19: Jamie Gillis Ha Muerto

Stag Life 19: Jamie Gillis ha muerto

Stag Life 17: Here Comes The Bride (1978)

Stag Life 16: Bordell SS (1978)

Stag Life 15: Passion of Carol (1975)

Stag life 12: The Initiation of Cynthia (1986)

Stag life 13: Violation of Claudia (1977)

Stag life 14: Girl Scout Cookies (1977)

Stag life 11: Inside Jennifer Welles (1977)

Stag life 10: I Like to Watch (1982)

Stag life 7: The Final Sin (1977)

Stag life 6: Beyond Shame (1981)

Stag life 9: Blonde Fire (1978)

Stag life 8: New Wave Hookers (1985)

Stag life: Little girls blue (1977)

Stag life 5: Driller (1984)

Stag life: body love (1977)

Stag life: expensive tastes (1978)

Stag life: mad love (1988)

Vintage 1

Diez de mayo con mi tía (Final)

Diez de mayo con mi tia (10)

Diez de mayo con mi tia (11)

Diez de mayo con mi tia (9)

Diez de mayo con mi tia (8)

Diez de mayo con mi tia (7)

Diez de mayo con mi tia (6)

Diez de mayo con mi tia (5)

Diez de mayo con mi tia (4)

Diez de mayo con mi tia (3)

Diez de mayo con mi tia (2)

Kitsch

Diez de mayo con mi tia

Las manos de Lorena

Opera de reims para unas medias negras

Cuentos de peep show (6)

Cuentos de peep show (5)

Cuentos de peep show (2)

Cuentos de peep show (3)

Cuentos de peep show (4)

Cuentos de peep show (1)

Destino sin tumultos

Nunca danzarás en el circo del sol (08)

Nunca danzarás en el circo del sol (09)

Nunca danzarás en el circo del sol (07)

Nunca danzarás en el circo del sol (05)

Nunca danzarás en el circo del sol (06)

Nunca danzarás en el circo del sol (04)

Nunca danzarás en el circo del sol (03)

Nunca danzarás en el circo del sol (02)

Nunca danzarás en el circo del sol (01)

Como pez en el alma

Un mundo raro

Motel para tres

¿Quieres problemas?

Sueños ajenos

Lienzo sagrado

Mexican Beauty (1)

Arakarina (27: Final)

Arakarina (26: Breve caleidoscopio)

Arakarina (25: El tren de Sara)

Arakarina (24:Cuatro razones para cerrar los ojos)

Arakarina (23: La balada de Andrea)

Arakarina (21: La balada de Samuel y Andrea)

Arakarina (22: La revolución de Samuel)

Arakarina (20: El bar y Samuel)

Arakarina (19: Los chicos de la secta)

Arakarina (18: Las bodas)

Arakarina (17: La mano de la novia)

Arakarina (16: Sara)

Arakarina (15: Geografía de una secta)

Arakarina (14: Un rito para Arakarina)

Arakarina (13: El cumpleaños)

Arakarina (12: Gatos)

Arakarina (11: Nueva piedad)

Arakarina (10: El anillo tatuado)

Arakarina (09: La entrevista)

Arakarina (08: El vientre cálido de un hogar)

Arakarina (07: El artefacto)

Arakarina (06: Arakarina)

Arakarina (05: La fundación de Atenas)

Arakarina (04: Un pintor a oscuras)

Medias negras para una ópera de reims

Arakarina (03: Ella se casa)

Arakarina (02: La búsqueda de un pintor)

Infieles (7: El final según Cornelio)

Arakarina (01: Una chica cualquiera)

Infieles (6: El final según sonia)

Infieles (5: El final según el inspector)

Infieles (4: El arte de ser atrapado)

Infieles (3)

Infieles (2)

Infieles (1)

Radicales y libres 1998 (4)

Radicales y libres 1998 (3)

Radicales y libres 1998 (2)

Radicales y libres 1998

El Ansia

La bruja Andrómeda (I)

El ombligo de Zuleika (I)

La bruja Andrómeda (II)

El ombligo de Zuleika (II)

Tres generaciones

Mírame y no me toques (VIII - Final: Red para dos)

Mírame y no me toques (VI: Nuevas Historias)

Mírame y no me toques (VII:Trapecio para la novia)

Mírame y no me toques (V: El Casting)

Mírame y no me toques (IV: Los ojos de Angélica)

Mirame y no me toques (II: Puentes oculares)

Mirame y no me toques (III: Un abismo)

Mirame y no me toques (I: Los ojos de Claudio)

La verdad sobre perros y gatas

Amantes de la irrealidad (07 - Final)

Amantes de la irrealidad (05)

Amantes de la irrealidad (04)

Amantes de la irrealidad (03)

Amantes de la irrealidad (02)

Amantes de la irrealidad (01)

Noche de brujas

Día de muertos

Clowns

Expedientes secretos X (II)

Lady Frankenstein

Expedientes secretos X (I)

El Reparador de vírgenes

Medias negras para una ópera de reims

Una gota y un dintel (II: La versión de Amanda)

Los pies de Zuleika

Una gota y un dintel (I)

Una gota y un dintel (III: La versión de Pablo)

Amar el odio (III)

Amar el odio (II)

Amar el odio (I)