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Arakarina (14: Un rito para Arakarina)

en Grandes Series

ARAKARINA XIV

UN RITO PARA ARAKARINA

 

XIX

DESPERTAR AL OCASO

El día había sido bastante tedioso. Me levanté tarde como de costumbre y ya no encontré ni a Helena ni a Mara. Creo que no es precisamente mi especialidad el festejar los cumpleaños, pues siento que festejo de una u otra forma cada día que Helena vive. Sin embargo, el recibir algún tipo de detalle parecía ser importante, así que ya a media tarde me eché a la tarea de buscar qué regalarle, algo que no tenga que ver nada con lo que haya recibido hasta ahora, que supongo ha sido mucho, después de todo Julio tiene mucho dinero.

De rato me encontraba sumamente inhibido y caminando por la calle, ¿Quién pudiera venderme lo que yo quiero regalar?, las librerías, por ejemplo, están abarrotadas de libros, los hay para casi todos los gustos, hojas y más hojas que transmiten el obrar humano, sólo bajo esa idea los considero válidos, como cajas de obrar humano, cajas de Pandora que de una u otra forma cambian la perspectiva con que ves las cosas, alimentando esa sed de significados que todo mundo tiene, miro los escaparates y sé que no hay libro que transmita el gran afecto, o deliberado amor que siento por Helena, pues no quiero regalarle libros, sino una forma de pensar, una segunda opinión, etérea, oculta en su oreja.

Me gustaría de vez en vez ser de un tamaño muy pequeño y sentarme dentro de su oído como en una hamaca. Es una bella alegoría, aunque el gusto popular se refiere a dicha fantasía diciendo que es el Diablo quien se encoge hasta quedar diminuto, y se hospeda en el oído, presto a sugerir barbaridades, ideas locas, malos pensamientos, atrocidades. Habría que ver, un Diablo así nos tendría en una perpetua compañía, lo cual pudiera resultar intenso. De ser posible quisiera ser ese compañero, aunque infernal, de Helena, y contarle cosas en su oreja, sugiriendo, proponiendo, opinando, dejando que mis ideas se echen a nadar en su río sanguíneo y provoquen un ardor por la vida, una pasión, una devoción, quisiera regalarle esa flor de piel, la electricidad del magnetismo, el placer de unos poros vueltos hacia fuera. Más que ideas, quisiera regalarle la sensación abstracta de gozar con lo pensado, la conciencia de su propio raciocinio, y venderle la esclavitud de la razón frente al cuerpo, que es la casa del espíritu. El alma ha de ser corpórea, distintamente corpórea. No quiero darle libros, sino una forma nueva de pensar, no sustituyendo mis ideas por las suyas, sino sumándole ese gozo que siento yo al razonar, y eso no puede instruirse dentro de ningún libro.

Podría regalarle pinturas, muchas pinturas, más todo ello sería en vano porque estaría sembrando únicamente su admiración por mí, y lo que en verdad quiero es que aprenda a ver, quisiera regalarle nuevos colores, una perspectiva original, una nueva gravedad y un estridente juego de sombras desproporcionales y tangibles. Quisiera inventar unas gafas que le permitieran ver el mundo a través de los ojos de otro, ya ni siquiera yo, sino de otro cualquiera, y que ella pudiera ponérselos a voluntad y divertirse con las ópticas extrañas, así hoy miraría como abuela, como madre, como ama de casa, como lideresa de un movimiento feminista, como lesbiana, como prostituta, como trabajadora de limpia, como abogada, como un perro, como campeona de ajedrez, como estudiante de primaria, como monja, como un viejo rabo verde, como un ladrón, como un violador, como asesino, como poeta, como Mesías, como taxista, como un retrasado mental, como el ganador de la lotería, como actor porno, como político, como todo, inclusive como un pintor que hubiera aprendido a ver ya muy tarde y por tanto abraza los colores con vehemencia, eso si que me gustaría, que viese como yo, así se acercaría a un espejo y comenzaría a desnudarse sin duda alguna, y se perdería en el espejo mirándose a través de la mirada mía, y se descubriría hermosa, llena de maravillas, a través de mis lentes, y de mi mirada, por fin despertaría a esa belleza suya que va más allá de lo que ella es capaz de ver al espejo. Eso me gustaría, el no regalarle algo que ver, sino regalarle una nueva manera de mirar, una forma en que ella supiera que no es nunca más la misma, que es siempre una ella diferente, bella, entera, suya en cuerpo y en alma.

¿Podría regalarle música? Tal vez, pero igual quisiera regalarle una manera de escuchar, una manera de bailar, una manera de moverse, le regalaría mejor la gracia del movimiento, a manera que a dónde quiera que llegase la gente exclamara "ha llegado, gracias a Dios".

Si, me gustaría ser ese Diablo capaz de nutrir y enriquecer. Comencé entonces a hacer algo que era nuevo inclusive para mí, a escribir un poema que es precisamente lo que más trabajo me cuesta hacer.

Luego de hacerlo sentí que no era suficientemente bueno como poeta así que lo rompí. Intenté hacer una escultura, que tampoco es mi especialidad y al igual que el poema terminé por no soportarla y la tiré en el mismo cesto.

Salí de la casa y eran las tres de la tarde, lo suficientemente tarde para acabar sin nada qué regalarle que fuera capaz de expresarle mi cariño. Después recapacité en que nunca había yo ocupado de estar acreditando mi amor, el cual siempre era evidente.

Pasé por una florería y me encontré ni más ni más que a Julio Mendizábal, acompañado de un personaje un tanto extraño para estar junto a él, me daba la impresión de que se trataba de uno de esos tipos esotéricos que se sueltan diciendo una serie de sandeces que encima son creídas por una bola de tontos.

Me acerqué para escuchar todo lo que el individuo le decía, y resulta que le estaba vendiendo un sortilegio para el amor. Hundieron un paquete dentro del ramo, luego ordenaron el envío a la casa. ¡Habrase visto semejante tontería! No ser capaz de obtener el amor y pretender recuperarlo con artes mágicas, como si lo que se recuperara fuera amor y no una relación lastimera. Si no fuera tan incrédulo a ese respecto ya le habría tendido un altar a Fedra. Regresé a casa prácticamente para recibir al chico de la florería.

En cuanto llegó el ramo lo desvencijé y le saque el sortilegio sólo para ir y tirarlo el día de mañana en la galería. Es en verdad tonto Julio, que le hace pensar que ese ramo permanecería intacto si yo lo recibía. Ultrajé el ramo sobre la cama, un rechinido del colchón me dio una idea perfecta para regalarle a Helena.

Adquirí una cama de madera, y con una velocidad inusitada la pirograbé y le puse símbolos enteramente y todos y cada uno de los detalles le cantaban a Helena. La tarea me llevó muchas horas, incluso mis manos tenían ya un aroma penetrante a madera quemada, el olor no se me quitaría hasta dentro de varios días. Dieron las once de la noche sin que aparecieran Helena y Mara, por lo que decidí salir un par de horas.

Serían las doce con cuarenta cuando llegué a la casa, las velas estaban encendidas por lo que supuse que estarían Helena y Mara, ambas. Las manos me temblaron con un temor muy primitivo, sentí que las cosas han ocurrido en una lejanía tan abrumadora que no se hizo esperar la molesta sensación de estar haciendo las cosas acordé a la voluntad de las propias circunstancias y no conforme a mis deseos.

Al entrar me encuentro a Helena únicamente, en vano formulé mis suposiciones acerca de cómo darle la sorpresa de su cama, pues estaba justo sentada sobra de ella, con posición de yoga, enfundada en un vestido rojo con el símbolo de la infinitud en el pecho, y no dudo que la tenga ahí. El vestido no es propiamente una bata de dormir, muy al contrario, parece, o de hecho es, un vestido de noche, el cual tuvo que alzar y arrugar por encima de sus muslos para poder sentarse en posición de flor de loto. De esta maniobra con sus piernas no se puede impedir que en el arco que forman se cree un espacio abierto que permite ver sus interiores de encaje que guardan su selva salvaje. La miro a los ojos y estos se ven afiebrados, guarda aún una emoción que me parece excitante, por lo misterioso y callado, y por lo expuesto que está dentro de esa mirada que me está hechizando. Se da cuenta que mis ojos no pueden apartarse de ese triángulo de las bermudas que se extiende justo debajo de sus costillas, de su ombligo. Sin embargo su intención no es cubrirse. Quise comenzar a describir la cama, sus detalles, sus motivos, después de todo las mujeres no pueden resistir que les interpretes una obra que les has dedicado, siempre buscan qué significa, y se entregan al significado así las convierta en vírgenes o putas, en compañeras de un crimen o en un objeto inanimado de deleite. Pero Helena no me dejó explicar, pues me condujo hasta su lecho, sin voracidad, sin arrebato, pero con una certeza y un magnetismo mucho más fuertes que veinte jalones, diez cadenas y treinta sogas. Por esto era inevitable que acudiera a su cama como se acude al destino.

El choque eléctrico que me hizo sentir el colchón fue como una transfusión de datos, fue como un flechazo al alma, como una paloma encajándose en mi pecho con diez o más mensajes en su pata. Supe lo siguiente: Que éste momento ya venía tarde, que debimos habernos acostado desde el primer día, que eso no hubiera cambiado la admiración o desprecio o diplomacia o amor que Helena sentía por mí, aprendí que este encuentro era la firma de un pacto, no cómo el que celebré con Fedra, no será mi esposa, y eso no porque sea monógamo, pues por mí tendría cuantas esposas sintiera necesarias, sino que ella así lo decide, sin embargo siento que quiere decirme que cuento con ella para siempre, y ese es el punto en que este asunto se torna bello y sublime, pues este día ha sido pésimo y lo peor es que refleja un ceño que mi alma parece estar adoptando y que detesto, por lo tanto este contraste es hermoso, ella quiere anotar su presencia, decir que no habremos de separarnos mientras que yo siento lo mismo, con igual fervor, con el deseo de vida de alguien que se da cuenta que por error ha bebido un veneno ineludible. Ella quiere y yo quiero.

Comienzo a besarla y me doy cuenta que no ha tenido relaciones desde su separación, que fue ya hace mucho, casi tanto como el tiempo que yo llevo sin hacer el amor. Los cuerpos de a poco se revelan ajenos al recato y anuncian que no distinguen órdenes, formulas, costumbres, se dejan llevar, mis labios recorren todo el cuerpo de Helena, desde sus pies hasta el cabello que en esta ocasión parece gozar de una sensibilidad epidérmica, su boca me parece tan dulce, su nuca, su cuello, sus axilas, su columna entera, sus pezones llenos de filo, su vientre incandescente, le meto la lengua hasta la matriz y descubro que su sexo es abultado y generoso, suave, penetrante y penetrable, y su vulva parece dos manos juntas que encerraran en el centro un pájaro mágico hecho de amor. Su sexo parece también una bella hoja de árbol doblada, verde y húmeda, su sexo una extraña mezcla de pájaro y árbol. Ella de momento se come mi carne también con tal enajenación que no hay momento en que su boca se separe de mí. Por como hace las cosas sé que se moría de ganas de ser así de talentosa, y siento un cinismo por el pobre de Julio que tenía en casa a esta mujer que tanto buscó en las calles disfrazada de prostituta, la cual ni remotamente podría encontrar, ni a la mujer, ni a la prostituta siquiera. La pericia de Helena para comerme es sorprendente. Nos besamos largamente en la boca y nos tomamos litros de saliva, yo ni cuando la beso en la boca dejo de tocarle la nuca, la cara, los ojos, como si quisiera apoderarme de su cabeza y nada más, sin embargo esto se repite con cada parte de su hermoso cuerpo.

Me tiendo sobre de ella y la penetro a fondo de un sólo embiste y ella lanza un quejido de éxtasis, comenzando a mover de un lado a otro la cadera, en círculos, según le acomode para sentirse mejor, y mi miembro tenía meses de no ponerse tan rígido, tan imbatible. Vaya manera que tiene Helena de abrir sus piernas, me adentro hasta los testículos, su capacidad es asombrosa, me siento tan adentro, tan adentro, me siento repentinamente suyo y me figuro que la muerte ha de ser algo parecido, la ausencia de importancia de todo, soy parte de ella, "no nos separaremos", "estaremos juntos siempre", "me perteneces", parecemos afirmarnos cosas así en cada ocasión que empujo más hacia adentro, pereciera que a cada caderazo mi falo se alargara un centímetro más. Ella comienza a venirse con tal abandono que llora, pero se vuelve a correr, y mueve su cadera y vuelve a venirse y regresa a reír llorando. Yo no deseo moverla de posición, me importa un cuerno aquella teoría de que en esta posición y sin variantes es aburrido, pues sólo Helena sabe lo intenso que esto resulta ser. La empalo una y otra vez, con las manos mías bajo su cuerpo, sujetándole cada nalga en lo individual, luego suelto una de ellas para cerrar con mis dedos la orquilla que ella con los suyos ha formado alrededor de la penetración, así ella está sintiendo como se le mete al cuerpo mi falo y a la vez imagina la cartografía de mi sexo al sentir con su mano el recorrido. Me clavo como si el impulso viniera desde los omoplatos y comienzo a regar abundante semen caliente en su matriz, bañándola por dentro, consagrándola al sexo, mientras que el semen por si solo la excita al grado que comienza ella a mover su cadera, haciéndome venir de nuevo ya sin esperma pero con un sismo igual, ella tiene otro, el quinto orgasmo de esta noche. No dijimos palabra, pero la historia de esa noche se escribió de esa manera, sexo y sexo y sexo hasta hartarnos. Y una vez hartos reconocíamos que nunca era suficiente.

Por la mañana callamos cualquier conato de romance, no hay arrumacos, no hay te amo, te quiero, seguimos siendo tan buenos amigos como antes, ocupándonos cada quien de sus asuntos, ella haciendo lo suyo, con un negocio de ventas que nada tiene que ver con el arte, pero que sin embargo hace que varia gente trabaje por ella y ella viene a ganar dinero, algo extraño pero legal e inteligente. Yo pintando. Nos hacemos la vida más amable, ella contándome historias, yo contándole otras tantas. Helena tiene una imaginación y una vertiginosidad interna que ha sido bastante mal aprovechada, y ahora que parece liberarse cada día más, luce no sólo más hermosa, sino más integra, lo que viene a repercutir en su seguridad personal, en su manera de ser, en su forma de ser feliz. Sé que soy importante en su vida, pero he de admitir que no fui yo quien vino a detonar esa bomba que limitaba su espíritu. Se lo debe a Mara, Mara la despierta y yo y mi casa somos el sitio perfecto para que esta mujer nazca. Es como si Mara la convirtiera en cigoto y mi casa fuera una inmensa matriz.

Esa idea me gusta, soy una matriz. No soy el ser que nace, pero sí el que rodea, el que nutre, el que da calor y cobijo. Una matriz permite ser, no te exige nada que vaya en contra de tu voluntad, es el hogar perfecto para un alma en desarrollo. La miro y siento una gran dicha de ver que era como si le hubiesen robado el cuerpo y yo se lo hubiera devuelto, como si le hubiesen robado la confianza y la belleza, y hubiese sido yo quien se aventuró a buscarlas en su interior, encontrándoselas, poniéndoselas en la mano, a manera de huella dactilar, de línea de sino, sembrando un mañana a punta de besos, besos semilla en cada poro de su piel.

Mara ha desaparecido, lo que no es raro, ya que parece ser su costumbre que viene, reparte felicidad a granel y luego desaparece, no se sabe a dónde va, qué hace, de dónde saca tanto dinero, no se sabe cuál es el resto de su existencia. Helena la hecha de menos, pero espera pacientemente su llegada. No suspende su vida, no deja de hacer sus labores cotidianas, pero uno de sus ojos, y en veces los dos, revelan un rezo al cielo en el que claman que Mara vuelva, que venga a compartir con nosotros su sonrisa, su plática, su mirada, su confianza, su misterio.

Me figuro que ella espera a Mara como yo espero a Fedra. ¿Por qué las cosas no serán más sencillas?. Como digo, Durante el día ella es la misma Helena de siempre, pero una vez oscurece y va a mi cama o yo voy a la suya y ofrece el ritual en que ella abre sus piernas de manera insólita ofreciéndoseme toda, saciándose en mi cuerpo y yo saciándome en el suyo, hasta que quedamos exhaustos, todos los días, muchas veces. Me duele el sexo de tanto follar, la lengua me duele en los músculos de abajo de tanto estirarla y emular con ella un pene o una serpiente lasciva, mis piernas son ya insensibles al dolor, mis manos cada vez aprenden mas de memoria cada rincón de su piel, mientras que ella cada día es más hábil para proporcionarme placer, camina cada vez más arqueada y su andar enloquece a los hombres que la miran caminar por la calle, pues se le nota que le encanta estar con hombres, en este caso conmigo, sus piernas lucen más firmes, más brillantes, su cabello más lustroso, y tanto a ella y a mí nos han surgido las ojeras de los recién casados, las que no me pudieron salir a mí en mi matrimonio y estoy seguro a ella tampoco le salieron en el suyo.

De día somos tan independientes, pero de noche no podemos existir sin entrelazarnos mínimo dos veces.

Pasan dos meses así, sólo se interrumpe la pasión durante ocho días en que le viene un sangrado muy molesto, tenía rato de no menstruar en medio de tanto juego de hormonas. Yo aprovecho para ir a Guadalajara a desarrollar una misión tonta. Voy y busco a la gitana que una vez me leyera no sólo la mano sino el cuerpo entero, y la encuentro muy acabada, cierto que muy joven, hermosa también, pero falta de aquel brillo que tenía. Le da mucho gusto verme. La localizo porque después de los años que han pasado ya no le sienta muy bien la imagen de la gitana callejera y casual que se topa contigo en la acera.

Le entrego mis manos y se asusta, casi llora. Me pregunto si me merezco pasar el trago de saliva que estoy tragando por el hecho de creer lo que me dice, por buscarla para conocer el futuro, que además dudo que exista forma de conocerlo.

Me presagia dolor, mucho dolor, y llora, yo le pregunto si tal dolor me matará y ella sonríe y me dice que sus lágrimas no son de tristeza, que he de sufrir y que ciertamente parte de mí va a morir, pero observa la bienaventuranza, observa un amanecer luminoso, luminoso como hace milenios no se había visto uno, me habla de nuevo de liberación, me llama maestro, me siento confundido. No se le ha quitado la manía de preocupar a las personas con sus profecías inentendibles, aunque lamentable o afortunadamente ciertas.

- ¿La mujer de que me hablaste,- le pregunto - mi mujer, la conozco?-

- Así es, ya habita en tu corazón. Pero no es sólo ella a quién tienes, veo que tienes más amigos que el usual de las personas, con uno de los tres, aunque cuatro, que tienes, bastaría para que un hombre se considerara afortunado, feliz, rico.

- Explícate-

- Sabes que yo no explico.

Terminada la sesión me puso al tanto que cuando lee las manos y el rostro no es ella quien habla, que es un transmisor de información que permanece escrita en el éter, y que esta historia es redactada por ángeles y éstos no saben de retórica ni de docencia, que siempre escriben con muchos símbolos, en una poesía incomprensible para los hombres.

- No falta mucho para que tu puedas leer esa poesía, y comenzar a escribir tu mismo en esas páginas celestes. No te alarmes, podrás hacerlo sin morir.

Le hice el amor con mucha energía, dejándola exhausta. Ella admitió que extrañaba mi manera de hacer el amor, incluso sugirió que la visitara más seguido, aunque fuera sólo para amar. Yo en cambio gocé con su cuerpo, pero internamente evocaba el cuerpo de Helena, en el cual el tamaño de mi pene no consistía amenaza ni motivo de cuidado, en donde el cansancio y la fatiga era del mismo tamaño. La gitana quedó feliz, y yo también aunque hubiera preferido cinco veces más tiempo.

Al final del sexo volvió a llorar, me miró con compasión, como si hubiese leído en mis manos mi muerte y eso le causara pena, siendo yo tan joven - Vas a sufrir-

- Cuando una llora de alegría, las lágrimas no son lágrimas, son perlas. Tu destino son las perlas-

- Supongo que sí-

- Una última cosa, aunque no me aparece muy claro te daré esta indicación, los amigos que tienes ahora serán los únicos que puedas tener durante un tiempo, cuida mucho de notar, el día que uno de tus cuadros comience a sangrar, ese día será el último en que los verás juntos a todos ellos, por lo tanto te recomiendo, no que llegado ese día hagas lo posible por amarles infinitamente, sino que les ames así desde ahora.-

- Dijiste varias "último" -

- Ya te digo. No fui yo quien lo dijo.

XX

DOS MESES

Arakarina volvió a aparecer justo a los dos meses y cinco días de mi cumpleaños. Cuando apareció en la puerta me abalancé sobre de ella dándole un abrazo muy ansiado, un abrazo moribundo, encima le besé las mejillas y le di dos o tres golpes que fueron tan suaves que su sentido simbólico quedó bien claro.

- No vuelvas a abandonarme así- le dije al oído, y ella me acomodó el rostro para tenerlo justo frente a sus ojos, y penetrándome con una furia dulce aclaró - Tuvo que ser, pero lo fue para bien.-

Y yo, que no encontraba teorema alguno con el cual justificar como bueno que me privara de su compañía me enfade un poco.

Decidí hacer a un lado mi sentido del abandono para disfrutar de mejor manera la presencia de Ara. Su charla era como si nunca hubiera salido de casa. Debo admitir que sentía gusto por que Virgilio estuviese ausente, que se haya ido a Guadalajara un par de días. Parece cosa hecha a propósito que hoy por la tarde se haya ido y en la noche llegara Ara. De hecho cuando se abrió la puerta, cuando oí el girar de la llave, y olvidando que Ara tenía una copia, pensé que se trataba de él, que había olvidado algo, pero vaya sorpresa.

- Te noto cambiada. ¿Has encontrado el amor, la pasión...en brazos de tu hermano?-

- Que aguda eres-

- No preciso agudeza, la plenitud es algo que se nota, que no se puede ocultar.

Pase a dejarla fría al virar el tema de mi conversación - ¿Qué has hecho este tiempo, quiero saber todo de ti, y contarte todo de mí, quiero que al mirarnos pueda apreciarse una misma historia, un mismo pasado-

Ella se quedó quieta y mirándome de forma extraña. Me dio pavor pensar que la incomodaría con esa pregunta al grado de que inventaría una excusa y me dejaría sin su voz e imagen por otros dos meses, pero ni manera de corregir nada, la pregunta estaba tendida sobre la mesita chaparra en que estábamos ambas. El silencio me tentó a que lo rompiera, haciendo creer con una pregunta mucho más vacía y torpe, que la pregunta formulada no era la que en realidad quería hacer, que en realidad se trataba de algo mucho más tonto, pero Arakarina alzó su mano en señal de que debía esperar, que no podía hablar hasta en tanto ella hubiera contestado. Estas actitudes en ella no hacen otra cosa que marcar que lo que se va a decir es en realidad importante, insuprimible. Su determinación de lo importante y lo intrascendente alcanza dimensiones de estrategia, y me hechiza descubrir que para ella sólo es importante aquello que alimenta la amistad, el amor, la relación, el amor, tengo que repetirlo, fundamentalmente el amor.

- Tal vez deba bastarte con saber que te amo mucho muy profundamente, que a nadie amo como a ti. No estoy, sin embargo, preparada para detallar mi pasado, pues éste no se mide en hechos, sino en mi posición ante ellos y lo que he hecho para que la gente que está cerca de mí viva de verdad, no sobre falacias. La felicidad es algo tan fácil de sembrar, y no obstante nadie la siembra. Yo no puedo con una responsabilidad tan fuerte como lo es la felicidad del mundo.

Extendí mi brazo sobre su hombro y le dije - Es justo que sepas, es justo que no pase un segundo más en que ignores que me ocurre lo mismo, te entraño, sé que ese verbo no existe, pero debo explicarte que es en tu presencia como me siento más a gusto, que desearía que fueras mi sombra, pues siempre tienes la virtud de originarme los pensamientos exactos, aquellos que me reportan un bien, que me hacen feliz, que me dan ventaja sobre el mal, que me revolucionan, que me generan. Sé que no a toda la gente le dicen lo que voy a decirte, muy probable es que yo nunca lo escuche, pero desde que te conocí mi vida ha sido distinta, más rica, has cimbrado mi existencia como si fueses una semilla germinada dentro de mi alma, en consecuencia no estoy sola nunca jamás, aunque no estés a mi lado lo estás, pese a que siendo franca prefiero cuando tu cuerpo esta cerca, expresándose. Supongo que es amor, y qué lastima que no seas hombre, o que ambas fuéramos un par de lesbianas sin gramo de duda.

Ella se sintió sumamente halagada con todo y cuanto le dije, y cuando ella expresó que nunca nadie la había hecho sentir tan bien en lo personal con algo que dijera, que nunca había escuchado nada semejante, yo me sentí profundamente encantada, satisfecha.

Salimos de esa charla en que ambas hablábamos de lo afortunado que fue este encuentro, y el tema ideal era aquel que había propiciado todo, Virgilio.

- ¿Cómo pasó todo?-

- Mi respuesta tiene que ser "irremediablemente". Verás. Habías hecho que mi día de cumpleaños fuera muy agradable, vimos guerra, vimos gente, paseamos entre dioses censurados y dioses libres. Mi espíritu tenía motivos para hacer fiesta, luego todo ese día de andanzas me llenó de alegrías, encima fuimos a esa tienda de artículos sexuales y vimos esa película que de verdad hizo que mojara mis pantaletas. Recordarás que yo no soy como tú, yo tuve un esposo y este se ocupaba, a su manera, de mi cuerpo, y por más que llegues a odiar a alguien, el cuerpo extraña la sensación, como te diré, no extrañas el miembro que se te mete adentro, las manos que te tocan, sino que echas de menos esa verga que todavía no has tenido dentro, esa mano nueva, esa lengua aún no sentida, echas de menos la posibilidad futura, comienzas a pensar en los hombres que te rodean y en un sentimiento quizá puteril, como si te importara poco que te la metiera cualquiera. El mundo sería muy distinto si los hombres se dejaran ser usados como ellos usan, que no se lo tomaran tan a pecho, que entendieran que una acostada puede ser no por amor sino por el puro gusto de acostarse. Paradójicamente eso pretenden todo el tiempo al tomar mujeres con la intención de no volver a verlas jamás, pero que se lo hagan a ellos es algo que no pueden ni aceptar ni asimilar, pues de inmediato se sienten generadores de amor verdadero. En fin, ese no era el punto, sino que el centro del asunto era que mi cuerpo sentía necesidad como ningún otro día, de hecho ya la noche me pereció totalmente sensual, y supongo que los hombres que me miraban dentro de la ópera lo sabían, pues todos pretendían sonreír, incluso me figuré que eras un hombre verdadero, ya no mi padre como hubieras deseado, o como hubiera deseado yo, más bien, sino como un acompañante. Luego nuestro viaje, nuestro beso, lindo de verdad, ahí fue cuando más dolor me dio que no fueras hombre, te hubiera hecho gozar como nunca has gozado. Disculpa por hablarte así, se me olvida que no tienes sexo con nadie, y tal vez haces bien, si supieras como puede llegar a dominarte el coño por sobre encima de todo, obligándote a hacer las cosas más insólitas con tal de apagar su fuego. Al llegar a casa, una vez te fuiste me sentí terriblemente desolada. Prendí el televisor y la cassetera y puse de nuevo la cinta, y comencé a masturbarme, tuve incluso un orgasmo, pero este no hizo sino avivar mi necesidad de un hombre. Definitivamente no tenía deseo de ir a la cama y soñar que los sujetos del teatro, que ubique en lo particular a cinco distintos que entre acto y acto acudían a desearme con completa fidelidad, me tomaran en una brutal orgía, o soñar que me engañabas y en realidad eras hombre ciertamente. No me hagas mucho caso, te repito, tu sexo te puede llegar a esclavizar y hacer de ti una caja de tonterías e imposibles. Luego veo en el rincón un ramo inmenso de rosas rojas, me decepcioné al ver que eran de Julio, noté sin embargo que le faltaban un puñado de ellas, eso se nota, pues los ramos podrán ser corrientes, cursis, baratos, de mal gusto, en fin, pero nunca pecan de asimétricos, y este lucía como un luchador manco. Me puse a prender todas las velas de la casa, ya ves que sólo habíamos prendido una, y veo que hay en el fondo un mueble nuevo, cubierto entre sábanas. Me dio una curiosidad tremenda, imagínate, era como un inmenso cubo arropado, y sin desvestirlo ya sabía que era para mi. Le quité de un jalón las sábanas y ven...-

Caminamos de la mesita en dirección de la cama. Ara llevaba una cara de inquietud y curiosidad que reflejaba tanta dicha que me hubiera gustado fotografiarla, era como si fuera ella la que estaba muy cachonda descubriendo sus regalos, con sus ojos bien abiertos, el pecho henchido de una duda que dice sí. Continué hablando.

- Me encontré con esta cama, siéntate, siente que colchón más delicioso. Te voy a decir como la vi. Fue excitante ver que era de madera sólida, que era una de esas camas inamovibles y firmes, cómodas, se sentía como la cama que tenía en casa de mi madre, que hasta eso, fuera de mi cuarto todo era aborrecible, pero dentro de él vivía como quería. Observa que no es una cama cualquiera, es casi de una sola pieza y meterla ha de haber sido todo un espectáculo, tiene un espejo en la cabecera, lo que siempre resulta erótico, pues puede una mirarse cuando está siendo tomada por un hombre. Además aquellos barrotes que en teoría no tienen ninguna utilidad en la cabecera son geniales ya que durante el sexo te puedes agarrar de ellos y estar bien firme, moviéndote verdaderamente a voluntad. En fin, lo interesante es el pirograbado, mira, toda está grabada, tiene pájaros y flores por todas partes, soles, estrellas, gatos, ojos, ramas con espinas, corazones, de todo. El barniz o poliuretano o laca que le puso aún olía un poco, puse incienso para disipar ese olor y me puse a husmear la cama como si se tratara de una carta de poemas y tras cada grabado encontraba un mensaje, un mensaje de amor. Mira, cada extremo trata una estación del año. Quedé fascinada, me hubiera gustado que Virgilio estuviera ahí para darle un abrazo y un beso. Supe entonces lo compatible que era Virgilio con mis deseos, no sólo me gusta, me procura, me cae bien, le quiero profundamente, sino que no sería la primera vez que me imaginaba abriéndomele de piernas. Lo esperé sentada sobre la propia cama que él me había regalado. No fue accidental el acomodo de las velas ni la manera de sentarme, ni como me vería al momento en que llegara. no me creerás pero moví el espejo del tocador y lo coloqué sobre unas sillas a manera de percibir como me vería una vez que el entrara por la puerta. Deberías de haber visto como lucía, las luces me convertían prácticamente en una diosa, y ves como me quedé una vez te fuiste, pues he aquí que me pinté los ojos y labios a la manera egipcia, a manera que resultaría irresistible. Eso independientemente que Virgilio nunca se distinguió por ser muy resistido.-

- Una vez llegó entendió mi mensaje y comenzó a besarme y a desnudarme y, créeme, fue como si me desnudaran por vez primera, como si mi piel no hubiera sido besada nunca antes. Sólo conocía las caricias de Julio y creí que siempre era así, pero Virgilio vino a mostrarme que lo conocido hasta ahora era la nada, que la pasión tenía otro tipo de límites, y me besó el cuerpo entero, de pies a cabeza, quedando los mejores besos para mi sexo, unos besos firmes, prolongados, fuertes y profundos. Sólo una cosa dijo Julio que me hacía sentir realmente bien, decía "tienes un coño de lujo", y Virgilio a su manera me decía lo mismo, mucho más deliciosamente. Me moría de gozo. Quise entonces disfrutar del cuerpo de Virgilio al igual que él había degustado del mío, besándole como el me besó, mordiéndole las orejas y hombros, trazando con mi lengua el mapa de su sistema nervioso, comiéndome cada temblor de su cuerpo, hasta que, al igual que él, me centré a engullirlo completamente.-

Si estaba siendo explicita era por que a Ara parecía gustarle escuchar los detalles.

- Su cuerpo es poderoso, imaginé que en mi boca tenía uno de esos atlantes de acero. Por fin me penetró y fue la cosa más deliciosa. Supe que debíamos de habernos acostado hace mucho, y creo que él pensaba lo mismo, por eso di lo mejor de mí, siendo más mujer que nunca, queriendo figurar como la mejor folladora de ese gran número de mujeres con que él ha estado. Me hizo sentir muchos orgasmos, tan fuertes, tan llenos de abandono que nunca me percaté del abismo que puede llegar a ser el placer. de ahí en delante mis esfuerzos fueron para que él sintiera en esa misma medida, y casi le destrocé el pene con mis caderas, pero habrías de ver la forma en que desvaneció cuando eyaculó. Fue como si su alma entera se comprimiera para salir bajo enloquecida presión por esa breve fisura de su miembro y esto no sólo lo dejara exhausto y vacío, sino que después recuperaría su alma a través de mi boca que le ofrecía un beso...un beso...llamémosle devolutivo.

- Y así sigue la cosa hasta ahora. Nos tomamos el cuerpo cada noche.

- ¿Debo entender que son novios?-

- Ahí está lo fascinante, de día somos tan buenos hermanitos como siempre. incondicionales y propios el uno del otro, cordiales y simpáticos. Sólo que de noche entramos en la cama del otro como si fuéramos gatos nocturnos y hacemos de las nuestras con el otro cuerpo, y a los dos nos conviene.-

- Tu cuerpo verdaderamente se ve más fresco, más lindo, tus caderas se ven más... no quiero decir usadas porque no es la palabra apropiada... ¡mas vivas!, más arqueadas quizá, pero más felices, te ha mejorado inclusive el cutis.

Así nos pasamos hasta altas horas de la madrugada, platicando casi únicamente de mí, Ara de vez en vez contando algo suyo. Luego, después de un silencio extraño ella retomó el tema de su pasado diciéndome.

- Creo que estás destinada a mí. Creo firmemente que eres importante, más que todas aquellas personas importantes de que sé, no las que me han formado desde niña, las que han estado bautizándome desde siempre, sino que no me vienes a formar, yo ya me formo sola, cuando no que estoy terminada de formar, pero, repito, estas destinada a esa mujer que soy, a ese ser que soy, y poco a poco, te lo aseguro, te iré contando quien soy, porqué he llegado hasta donde estoy en el orden de las almas. Entenderás entonces mi amor-

Le invité entonces a dormir, y no vi mal que lo hiciéramos abrazadas.

 

XXI

UNA MINIFALDA QUE NO PUEDO IGNORAR

Resulta que me encabroné de verdad. Según yo ver a Helena me daba lo mismo, pues creí que luego de nuestro rompimiento la daba por muerta.

Sucede que la vi en un centro comercial, de principio pensé "mira en qué has caído, de vendedora, pudiendo haber tenido todo conmigo", pero después me di cuenta que era algo así como la gerente, y estaba únicamente organizando a las muchachas que sí eran simples vendedoras.

Me he de haber quedado de cuatro, pues repentinamente, y eso lo veo claramente después de los hechos, todo parece deberse a su ausencia. Se creería que estoy pasando por una micro ruina, y yo le echo la culpa a ella, aunque sé que los fracasos siempre son culpa de uno. El berrinche de los cuadros del pintorcete me valió el desprecio de los pintores, y ahora sólo me lamen las botas los pintorcillos sin talento que a fuerza quieren exponer, y yo paso a ser lameculos de los pintores más o menos buenos, los cuales ya no me hacen mucho caso dado lo poco popular que es exponer con un cabrón que en cualquier momento te tira tus obras a la calle. Encima me ha dado por probar la cocaína, sé que es malo pero mi cuerpo me dice que es bueno, tal vez y pase ahora si a fregarme porque mi ingreso es cada vez más normal mientras que mi consumo me exige que gane cada día más. Llegará el punto, lo sé, en que se cruce esa barrera en que gane menos de lo que pueda consumir y entonces si estaré muy jodido. No confió en ninguna mujer, y en consecuencia hasta cojer se me convierte en un gasto, pues no me resigno a cojerme a mis sirvientas, ni me habitúo a darles siempre por el coño "eso te va a salir caro" me dicen cuando les sugiero que me interesa explorar ese otro orificio de más arribita, y en algunos casos ni por dinero lo hacen, la rabia es que de rato noto que a algunas en verdad les encanta, y sin embargo esa situación me tiene que resultar molesta por razones de tarifa, a veces me sale más barato invitarles coca que pagarles lo que piden.

Me sorprende tanta gente que parecía sana y que una vez se supo que consumía, porque eso se sabe, o quizá se nota, todo mundo me vende. Me vale madre, pues tengo para pagar y me siento en realidad vigoroso, temperamental, le hallo gracia a esta vida sin gracia. ¿Puede todo eso deberse a la partida de Helena? Me parece que ciertamente esa fue una consecuencia de mi comportamiento, algo que pasaría de todas formas. Soy joven, no estoy definitivamente jodido y echado a perder.

En fin, esa tarde andaba bien puesto de coca, despierto hiperactivo, solamente había ido ahí a comprar un jodido tapete árabe, sólo quería poder cambiar el feo tapete de la sala por otro, pero no, el destino quiso que me la encontrara. Lo que vi fue pavoroso. era ella, mucho más bella, con brillo en su rostro, segura de sí misma, su propia risa era más hermosa, su cabello era más largo, su boca, sus pechos. Me quedé paralizado como cuando allá por los trece años me enamoré de una chiquilla y luego tocó en suerte que subiéramos ocho pisos solos en un ascensor, y yo quieto totalmente enamorado e inútil. Sentí locura de amor. ¿Porqué ahora? Si nunca me cortó el aliento, ahora la encuentro como el fin último. ¿Será acaso que ella era eso y yo intenté cambiarla en una mujer taimada, obseso de impedir que esta mujer que hoy veía floreciera, deseoso de cortarle las alas, los brazos, las piernas. era ella realmente, sin el lastre de mi persona, seguro ya ni me recuerda. Paso frente a ella, me saluda amablemente, pero no se asusta espanta oculta tiembla alegra padece nostalgia goza trauma, como yo hubiese querido que lo hiciera. Sólo me saluda, como a cualquier persona, ¿Qué cómo me va?, ¿Que le da gusto que así sea?, ¿Felicidades?. Me marcho. ¡Felicidades de qué! Soy totalmente incompetente de ser feliz, soy imposible de ser como tú y disfrutar, pienso las cosas de más y esto me las echa a perder. Soy yo quien se asusta, quien se espanta, quien se oculta detrás de un barrote y tiembla alegremente padeciendo una nostalgia que se debate entre el gozo y el trauma, en fin, siento todo lo que yo no pude ocasionarle, y es un hecho que todo esto se debe a que no he trascendido en lo mas mínimo en ella, mientras ella, como se ve, si lo ha hecho en mí.

La verdad siempre prevalece, en relaciones interpersonales la verdad siempre se ríe en un rincón del alma, donde se sienta en cuclillas y masculla "no te hagas pendejo, cada quien sabe qué siente, lo cual no siempre es lo más fácil". Me escondo y la miro, sintiendo una fiebre fría, si pudiera decirse, la encuentro divina, y me encuentro a mí en el infierno, necesito un Dios. Luego miro hacia atrás, veo que viene el pintorcete, a lo lejos se despide de un sujeto trajeado que luce bastante amanerado, no distingo sus rostros, sin embargo el pintor me resulta inconfundible. Deja al exquisito mirando revistas y se despide de él con un beso que aún a distancia me parece demasiado íntimo para que se lo den dos hombres en uso de razón. Sería el colmo que este Virgilito fuera encima un joto, lo que no me parece tan mal, así Helena estaría sana y salva, aunque para que me hago el idiota, en el peor de los casos y es bisexual y por ende un riesgo tremendo de contraer SIDA. Hago un movimiento obligado de traslación alrededor de mi órbita que resulta ser el perímetro del barrote, procurando que este haga un eclipse entre Virgilio y yo. No le daré el gusto de que me vea husmeando, no obstante no soporto la curiosidad de espiar, ver como se saludan, ver si la toma de la cintura, ver como la mira, y sobre todo, como lo mira ella.

Llega él y ella ni se para a recibirle, eso es bueno, y el beso que se dan es tan formal, tan amistoso que no me preocupa. Las vendedoras se esfuman y les dejan solos, se miran sin lujuria, pero lucen demasiado familiares, demasiado propios. van ahora rumbo a la revistería, probablemente a encontrarse con el tipo ambiguo, vuelvo a hacer el truco de la traslación con barrote de por medio, y una vez cruzaron pude verles mejor. No me había dado yo cuenta de lo corto de la falda que Helena llevaba puesto, lo cierto es que sus piernas están más ricas que nunca, duras y tersas, y sus corvas son una maravilla. Acepto que suspiré viéndole el culo, sólo hasta que algo llamó inevitablemente mi atención. Su caminar, rico, deseable, sus extremidades abiertas en su arco, con un túnel entre las piernas, y me comienzo a llenar de cólera pues sé que sólo hay una forma de que una mujer tenga esa manera tan despreocupada de caminar, ese andar que sólo se les ve a las putas. Me encabrono de imaginarme lo ocupada que debe estar coje y coje con el chingado greñudo, la visualizo con su verga en la boca, gimiéndole, pidiéndole más, y él dándole para dentro, y cada orgasmo burlándose de mí, siendo que es mía todavía, aún no se resuelve el divorcio, digo yo, aunque sé que ese asunto está jodido.

Quedo hipnotizado viéndole el boquete que hay en su pelvis, y he aquí que la droga por eso es droga que me abalanzo a la mala sobre Virgilio y de las greñas lo tumbo al suelo y le doy tres patadas en la espalda, se incorpora un poco y me distraigo para ver que el hombre finito voltea con sus gafas oscuras y quiere correr en nuestra dirección, y no quiero pelear con dos, sin embargo esta distracción no me prepara para recibir el suelazo que cayo sobre mi cara, caigo noqueado y pretendo imaginar lo que sucedió luego. Los guardias, que hay muchos, me sujetan, me llevan a un pequeño calabozo que tienen en el sótano, en camilla me llevan al hospital y al despertar me informan que estoy detenido por alteración del orden, daños a terceros y, esto es lo más dramático, por consumo de drogas.

Todo el procedimiento, una multa grande y la obligación de adherirme a un instituto de desintoxicación. Afortunadamente mi amigo Lauro conoce de un centro espiritual donde te enseñan quesque a meditar y te dan una constancia de desintoxicación. Cuentan con registro y todo como institución de salud, aunque han de ser puras mentiras. No debo pensar así. Lo positivo sería si me quitaran las drogas, es decir, que me hicieran ver si hay algo más, si es que lo hay.

XXII

ARAKARINA EN MI

Las cosas han marchado bastante bien, Virgilio y yo nos llevamos de maravilla encima Ara parece tener más tiempo para nosotros, es vida, no como la concebí de niña, sin embargo siento pertenecer a una familia. Mara ha dejado de existir, ahora es Arakarina para ambos. Me da por pensar que existen dos familias, la consanguínea y la espiritual. La consanguínea no la puedes evitar, naces y ya está ahí, y así tengas hermanos, tú estarás ahí como familia para ellos. Por ser una institución indivisible, hay casos en que las familias son infelices pero son familias. Sin embargo la otra, la espiritual, es aquella familia que una elige tener, aquellos cuyo nexo es tan poderoso como el sanguíneo. Esta familia no está obligada de estar contigo siempre, sin embargo ésta se convierte en una condición casi de sobrevivencia. En este caso nuestro ya somos hermanos de sangre, pues un día inventamos un rito en el que compartimos la sangre, haciéndonos uno solo.

Ara sólo nos deja solos los jueves y los sábados, en ocasiones también los domingos, y muy raramente las tardes del martes, pero es algo recurrente, sigo sin saber a dónde se dirige, sé que tiene una casa pero no se dónde queda ésta, sé que tiene mucho dinero, pero ignoro cuánto y su origen.

Hemos hecho un pacto morboso tal vez, pues ella se queda a dormir en ocasiones en la casa, y luego yo incito a Virgilio a ir a mi cama, y sé que su manera de pensar es tan ajena a los prejuicios, es decir, en ocasiones, que no puede decir que no cuando encuentra que mis piernas están abiertas, por lo que no interrumpimos nuestro record de sostener sexo, tan vital como la propia comida, sin embargo Ara y yo platicamos antes que ella por ningún motivo debía pararse sorpresivamente o dar señas de estar despierta, por lo tanto lo hacemos en la oscuridad mientras Ara "duerme" en la cama de Virgilio, en realidad al día siguiente comentamos lo que ocurre y prácticamente es como si nos follara a las dos, con la diferencia de que Ara conserva su virginidad, que dicho sea de paso, no sé para qué la guarda.

He de reconocer que cuando Ara no está es cuando mejor lo hacemos, porque el amar de Virgilio mucho tiene de salvaje, a manera que en ocasiones no sé si me está follando un hombre o un verdadero león, con gruñidos, rugidos y todo, incluso yo misma me siento con mayor libertad de decirle cosas a Virgilio durante el sexo, pedirle, excitarle, incluso tengo, en ausencia de Arakarina, la libertad de gritar como cualquier loba si se me pega la gana.

Pasó entonces un suceso abochornante. Sucedió en un centro comercial donde fui a organizar una campaña de ventas, y Ara y Virgilio pasaron para recogerme, pues de ahí nos íbamos a ir al cine. Mientras estaba trabajando con mi gente apareció Julio, tenía rato de no verlo, quizá por eso me sorprendió todavía más de lo normal su aspecto, con unas ojeras difíciles de disimular, considerablemente más flaco, su cabello un tanto desarreglado, cosa que no sería posible en las épocas en que estaba casado conmigo, a decir verdad lo único que sé es que a partir de nuestra ruptura la suerte le ha vuelto la espalda, tal vez por eso me miró con ojos de marinero perdido que divisa una isla, como un ser apaleado de verdad, y siento lástima pero guardo mi compostura, pues Julio es un hombre que no sabe asimilar el amor, ni los buenos gestos, en su cabeza todo tiene que ser por algo, y ese algo podría traducirse en una negociación de algos, y buscará siempre sacar ventaja en toda negociación, es imbatible, pero incorregible, lo que es peor cuando la imbatibilidad se constituye como un defecto. Le saludé escéptica, cierto que sin mayor interés que ser amable, y el verme feliz le causó un pesar que por más que quiso ocultar me resultó obvio, así se despidió, no hablamos de nada, de nada teníamos que hablar. Luego él, descubriendo que algo de inoportuno tenía su aparición, decidió retirarse.

Me di cuenta después que no se retiró del lugar, sino que seguramente permaneció oculto para espiarme, pues ya que estábamos yéndonos Virgilio y yo, de repente Julio atacó por la espalda a Virgilio, incluso le llegó a dar dos o tres golpes, pero llenos de un salvajismo inusual. Claro que Virgilio ni es un niño ni está manco, y contestó el ataque con una patada muy efectiva.

No soy precisamente el tipo de mujer que se siente orgullosa por que dos hombres se batan a golpes por mí. Además me da por pensar que ni siquiera se pelean por mi causa, sino por un odio natural que parecen tenerse, muy profundo. Definitivamente repruebo la actitud de Julio, lo que viene a hundir más su ya de por si bastante patético concepto que tengo de él. Lo más lamentable es que al pobre se lo llevaron de inmediato los de la seguridad, y como todo mundo vio que Virgilio actuó en defensa propia, éste quedó impune del botazo que le plantó a Julio en la nariz. Encima encontraron que estaba drogado, lo que le generó una multa sorprendente y no sé qué tantos compromisos de hacer. En cuanto a mí, él está condenado a no acercárseme bajo ningún concepto.

Llegamos a la casa y de nueva cuenta tendría que llevar la deliciosa tarea de ser la "enfermera" de un Virgilio magullado, aunque en esta ocasión contaba con una asistente de lujo.

Lo cuidamos, y aunque los golpes fueron causa de unas moraduras espeluznantes en la espalda y costillas, ningún hueso pareció romperse. Cierto que tales golpes no ameritaban que lo desnudáramos para la curación. Quedó dormido como un bebé y juntas lo contemplamos. Ara pese a que es virgen no mostraba gran sorpresa de ver la desnudez de Virgilio que a mí en lo particular me hacía salivar como un vampiro, además tendido así, boca arriba sobre la mesa, como que si daban ganas de devorárselo.

Pasó así el día, la oscuridad reinó de repente, nos fuimos a la cama de Virgilio Ara y yo para dejarlo a él en la mía.

Pasada cerca de una hora, ya entrados todos en sueño, me paré como todas las noches y me tendí a hurtadillas en la cama en que Virgilio estaba acostado, y de inmediato pude medir su salud, encontrándola favorablemente tiesa y erguida. De rato estaba bajo él, con las piernas abiertas, disfrutando igual a cada arremetida. Esa ocasión resultaba pausada, aunque no por eso menos placentera. Tendríamos la piel cubierta de sudor, con un brillo anfibio, él en su espina dorsal y yo en mis pechos cuando en la escena irrumpieron las manos pequeñas de Arakarina, a quien no tuve oportunidad de ver que se levantara de la cama. Estaba desnuda y abrazando por la espalda a Virgilio mientras sus manos acababan por enraizarse en sus pechos, acompasando con él sus caderas como si ella misma fuera un hombre y estuviera sodomizando a Virgilio, o mejor aún, como si ella tuviera un pene tan largo capaz de atravesar a los dos, uniéndonos quizá de manera enfermiza, pero uniéndonos.

Virgilio pareció excitarse de tenerla pegada como una lapa, a forma que empezó a arremeter con una furia admirable. De inicio me dieron celos por reconocer que ese ímpetu no se había despertado hasta una vez que Ara entró en el juego. Sin embargo de inmediato me pareció tonto mi parecer y reconocí que se trataba de un muy involuntario gesto de supervivencia. En fin.

Corté la escena para decir a Virgilio que tenía que ser cauto y condescendiente, pues nuestra amiga era virgen. Él pareció sorprenderse y se detuvo toda acción, me sacó el miembro, y sobre este cayó la mano rapaz de Arakarina, que lo sujetó como un búho sujeta a un ratón, sólo que en este caso la garra del búho no alcanzaba para contener ese ratón, ni siquiera con las dos garras el búho pudo aprenderlo totalmente, estaba condenada a ver la cabeza redonda y galante del roedor.

Sin embargo, y pese al claro interés de Ara por el asunto, Virgilio la apartó a ella también.

- Inventemos un rito- decretó.

El rito

Trajo de su tocador un pequeño frasco con aceites de origen natural, sin especificar que tipo de aceite. Era, según me había contado hacía tiempo, un ungüento mágico que le habían regalado en Brasil, nunca lo encontraría uno en tiendas y su composición vegetal es tan misteriosa como placentera, lo que me tocó comprobar en una ocasión, pues, una vez sorprendí a Virgilio masturbándose y a lado de donde se hallaba recostado estaba el botecito. Sin pena me dijo esa vez que era ideal para ese tipo de cosas, aunque me aclaró que no derramara una sola gota. Cuando me tocó mi turno de estar sola y necesitar satisfacción sexual, lógico que esto ocurrió antes de que descubriéramos esa América sexual que somos juntos, me fue tan enloquecedor que me quedé dando estertores cerca de un minuto, presa de un estupor insólito. Y ahora lo trae en sus manos, ciertamente no me extrañaría que hubiesen descubierto una formula vegetal de fabricar semen, pues su textura era idéntica, y al sentir su contacto ocurría que se sentía que no era un aceite muerto, sino una plasma llena de vida microscópica, como si fueran pequeños amantes que comenzaran a follar en cada poro que más o menos les pareciera un coño, lo trajo en sus manos y me aclaró que era justo hacer un rito para nuestra amiga, que esa noche ella sería una vestal y yo una sacerdote y él el oficiante.

La orden fue tajante, así que recosté a Ara y le sonreí llena de dicha, y es que en realidad pensaba que no había sobre este mundo una persona más adecuada que Virgilio para llevar a cabo aquel bello ritual, ella me miraba aclarándome que su decisión era por amor y yo le miraba diciéndole que me alegraba profundamente ser su madrina.

Comencé a untar el aceite, sin recato ni economía. Lo esparcí generosamente por toda la piel, la cual se estaba poniendo muy roja de calor y que experimentaba un placer muy vívido y nada disimulado. La tocaba en sus pechos, sus hombros, sus piernas, sus pies, y de vez en vez nos mirábamos y sonreíamos. Sus pezones estaban ya bien duros. Llegó la parte en que le comencé a untar aceite en su sexo, y ella se retorcía de gozo. Yo toqué en el clítoris y en todo punto que reconocía como enajenante, ella sonreía pidiéndome más, abriéndose ante mí, pidiéndome un beso, el cual le di en la boca, procurando que fuera el beso más lascivo del mundo, luego, como respuesta a esos radiantes ojos inciertos, le comencé a besar su sexo. Inusual es cierto, pero si en alguna ocasión tenía que aprender lo que se sentía besarle el coño a una prójima, que mejor momento que el desvirgamiento de Ara, lo hice sin el mas mínimo complejo, pues eso lo prepararía un poco para la anchura que estaba a punto de entrar en ella. Ya estaban hinchadísimas sus partes cuando de la ducha, con unas pulseras en los tobillos, cabello suelto y un tatuaje provisional que formaba un círculo de espinas, salió Virgilio. Se me olvidaba decir el principal accesorio, un pene excitado a tope.

Me puso muy caliente verlo en esa faceta, pues me imaginaba historias de ninfomanía selvática, pensaba en lo hermoso que resultaría si existiera en medio de la selva una tribu de salvajes incivilizados que vistieran así, sólo con pulseras, probablemente por victorias en guerra, portando un magnífico palo entre las piernas. Imagino ser presa por esa tribu caníbal, que me tuvieran por banquete una veintena de este tipo de aborígenes y me comieran, no sin antes aprovecharse de mí. No se dirigió de inmediato rumbo de nosotras, tomó unas flores que había traído ya hace tiempo y las engarzó en los barrotes de las cuatro esquinas de la cama, además de que trajo alrededor a todas las velas de la casa, como si fuesen chiquillos perversos que quisieran ver todo a detalle.

Virgilio se encargó de todo lo demás, de inventar la mística, de hablarle profundo y quedo, abriendo las puertas a lo que iría a ocurrir, besándola, estimulándola de una y mil formas. Yo eché de menos mi virginidad porque en ese momento me gustaría tener alguna para experimentar como ella un ritual tan lleno de cuidado, tan perfectamente amoroso. A Virgilio no se le escapaba ningún detalle y hacía que todo luciera como el fin último de las cosas. De verdad me entró un odio indecible por Julio, ya que él debió saber que este tipo de ritos eran posibles, porque fue egoísta.

Una vez que la presa estaba completamente hipnotizada le fue permitido tocar el falo del oficiante, lo tomó esta vez con respeto y deseo, tocándolo como si ella fuera un escultor que le fuera dando realidad con las manos. Él encaminó su miembro al sexo de Ara y lo colocó en el lugar preciso, dejando que ella lo moviera a voluntad, excitándose todavía más. Sus caderas estaban en poder de Virgilio y su torso y cabeza estaban bajo mi tutela. Yo le acariciaba para que se sintiera bien, jugaba con su cabello, y ella de vez en vez volteaba para sonreírme o bien para darme un beso. Me sentí como si fuera su madre, y como si esa madre estuviera loca de remate y ajena a las costumbres que indican a toda costa la preservación de la virginidad como el elemento determinante del valor de una mujer. Imaginaba que era la madre de ella, y que le conseguía a mi hijita un hombre que supiera que hacer con su himen, y en un gesto de amor indujera los hechos, y ser así partícipe en el nacimiento de una mujer. Ella me miraba agradecida como diciendo "Mira Mami lo que van a hacerme, seré mujer pronto" y yo de seguro que lucía como una alcahueta sin par.

Virgilio comenzó a meterse más y mas, hasta que estaba la mitad de su pene dentro. Ara no lloró ni sintió un dolor desgarrador, claro, nadie como Virgilio para esta encomienda. La ternura con que él la tomaba era encantadora, por su dulzura, por su cuidado, por su protección, por su virilidad. Ara terminó por sentir un orgasmo, seguido de un sueño terrible en el cual no podía apartar la sonrisa de su rostro. se quedó dormida y la tapamos. Entre los dos le tocábamos el cuerpo, esta vez ya no como madre alcahueta y asesino de niñas, sino como padre y madre amorosos que comprendieran el ciclo de la vida y sus procesos, con cara quizá de padres que saben que su hija está creciendo.

Fuimos a la otra cama. Virgilio me explicó que no se la metió entera para no lastimarla, que sería en partes. Pero como él no se vino me exigió mi cuerpo y lo tomó de una manera rapaz. Me sentí deliciosamente utilizada, no me pareció mal que me poseyera sólo para vaciar su esperma, pues segura estoy que en ningún sitio se vacía como dentro de mi matriz. Empujó y empujó, luego vertió toda la leche blanca y caliente, llenándome. Sólo se viene si está metido hasta el mismísimo fondo, metiendo inclusive sus testículos. Se me vino a la mente la escena de una vasija puesta en la estufa la cual comienza a derramar la leche hirviente. Me sentí esa olla. Y como semejante violencia me provocó un orgasmo, debo llamarle a este un orgasmo surrealista, o cuando menos "el orgasmo metafórico de la olla de leche hirviendo".

Las semanas siguientes fueron de puro continuar el rito, y he de decir que formábamos un bonito triángulo, nuestros cuerpos se conocieron y estimaron. Le enseñé a Ara la forma de hacer una felación electrizante, le enseñe trucos para sentir mejor. Aunque realmente no creo que necesite decirle mucho, su temperamento es también muy ardiente.

Una broma dio pie a nuevas sensaciones, pues yo dije que aquello parecía una de aquellas academias de amor que existían en Grecia o Creta. Virgilio consiguió, o mando hacer no sé, ropas a la más alta moda de la Creta antigua, y no salimos de casa en tres días, en los cuales todo fue aprender.

Ara preguntó por el sexo anal, por lo que hicimos Virgilio y yo lo que nunca, que me tirara por ahí. Sonará extraño, pero lo hice voluntariamente, supongo que de esta manera ya se siente distinto, aunque no hay que comparar el grosor y longitud de Julio con el de Virgilio. Me pregunto si pese a que siempre me negaba con Julio, mi cuerpo hubiera encontrado un gusto secreto por estas prácticas, que ahora con Virgilio me parecía una buena modalidad de poder. Aunque no lo elegiría muy seguido. A Ara no se lo recomendé.

Al tercer día Ara estaba preparada para sentir por vez primera el cálido efluvio de semen que con tanto cuidado venía almacenando Virgilio desde hacía esos mismos tres días, comiendo además muchas nueces, cacahuates y pescado, todo para estar a reventar.

Desde ayer Ara ya podía recibir el pene entero de Virgilio, pero de eso a soportar uno de sus orgasmos hay una diferencia que no es exquisita. Él comenzó hasta que yo vi venir el terremoto, me puse a espaldas suyas y coloqué en mis manos sus testículos que entraban y salían de la escena, hasta que por fin se sintieron los chorros y chorros de vitalidad hirviente. Ara exhausta reconoció estar destinada a sentir esa sensación.

Pasaron más días de desenfreno, todos limpios y amorosos.

Virgilio ha estado pintando muchas perlas, mientras que Ara es la mujer más feliz del mundo al estar con nosotros. es raro, pero me da la impresión en que poco acostumbrada está a que le den. Yo sigo enseñándole cosas de mujeres, las cuales procesa a su manera. Virgilio le enseña cosas, inclusive a pintar. Aunque hubo un incidente que incomodó a Virgilio, y aunque se disculpó con Ara por haberle puesto cara de energúmeno, se le pasó.

Resulta que Arakarina estaba pintando una perla, luego nos llamó para decir, "miren esta perla, va a llorar" no se con que efecto especial puso una bolsita de pintura al revés del lienzo, la aplanó y la perla dio la impresión de que comenzaba a sangrar. Virgilio quedó anonadado, le temblaron las manos, abrió los ojos de más, etc.

El enfado fue positivo, pues no nos dio tregua, hizo con nuestras caderas lo que quiso, nos entretuvo con charlas interesantes, nos repitió abundante, casi neciamente lo mucho que nos amaba, nos advertía que si algún día lo olvidábamos habríamos perdido una de las mejores cosas de esta vida. Así amaneció.

Pero el fin de ese episodio vino por telégrafo, dirigido a Virgilio.

"SR. ALEJANDRO NUNGARAY MUY GRAVE. URGE HABLAR CON SU HIJO"

Alejandro Nungaray era el padre de Virgilio.

Dijo que partiría para ver que era lo que ocurría, pero dejó demasiadas instrucciones, como si se fuese a largar para siempre. Nos legó su casa y sus cuadros, y sus cosas, y sus sillones, cama, y un par de lágrimas que nunca habíamos visto, ni esperábamos ver, en sus ojos.

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Mirame y no me toques (I: Los ojos de Claudio)

La verdad sobre perros y gatas

Amantes de la irrealidad (07 - Final)

Amantes de la irrealidad (06)

Amantes de la irrealidad (05)

Amantes de la irrealidad (04)

Amantes de la irrealidad (03)

Amantes de la irrealidad (02)

Clowns

Expedientes secretos X (II)

Noche de brujas

Día de muertos

Amantes de la irrealidad (01)

Lady Frankenstein

Expedientes secretos X (I)

El Reparador de vírgenes

Medias negras para una ópera de reims

Una gota y un dintel (II: La versión de Amanda)

Una gota y un dintel (III: La versión de Pablo)

Los pies de Zuleika

Una gota y un dintel (I)

Amar el odio (I)

Amar el odio (II)

Amar el odio (III)