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Arakarina (06: Arakarina)

en Grandes Series

ARAKARINA VI

ARAKARINA

 

 

ARAKARINA

No estoy segura de que mi corazón sea el centro del Universo.

Tampoco estoy segura de que no lo sea.

ARAKARINA EN SUEÑOS

Las posibilidades que germinan, encerradas están aquí

en mi pecho.

RITUAL GNÓSTICO TERCERO

I

Eran ya la una y media de la tarde y sin embargo Arakarina no se levantaba. Podría pensarse que le había tocado turno nocturno en su trabajo, pero no tenía tal. No se le conocía una pareja, ni amistades, los vecinos a lo mucho podían especular que era una muchacha muy extraña, otros en cambio estaban seguros de que era una mujer muy extraña.

Ella estaba envuelta de una inmensa boa de tela que se había hecho con gran cantidad de recortes, su cabello liso y negro era tremendamente corto, situación que dejaba en claro la perfección y belleza de esa bola que tenía por cabeza, pese a esto el fleco era largo, tanto como para que detrás de su cabello descansaran cerrados un par de ojos grandes, poblados de unas agresivas pestañas que se alzaban como anzuelos inofensivos. más allá se miraba el vasto desierto de su piel desnuda, uniforme. La boa parecía amar en verdad aquel cuerpo delgado.

Eran la una con cuarenta y cinco cuando aquellos ojos se abrieron, los anzuelos dejaron de ser inofensivos mostrándose mas bien aterradores. Aún recostada en su cama king size se quedó un rato encarando un espejo, mirándose a sí misma con sus enormes ojos verdes, gustándose tal y como se veía, con el delineador corrido formando una sombra nefasta sobre su blanca piel, su nariz fría y su boca tenuemente manchada de rojo. "Me duele todo el cuerpo" pensó. Se miró bien a los ojos y se tocó el pecho, había parido un hermano, y eso le dolía más que la espalda, que las piernas, que el cerebro. Sabía que no saldría bien librada de aquello. Pero ¿Acaso le importaba?. Se sonrío.

Sus temores eran quizá fundados. Desde siempre era ella la que estaba acostumbrada a hacer feliz a la gente, a detectar sus ansias, a satisfacer el alma, era hermana sin par, amante, sacerdotisa, y su espíritu siempre fue como una mina rica en virtudes, de la cual podría extraerse toda la felicidad y comprensión del mundo, era la anulación misma de las propias necesidades, de los propios deseos, y sin embargo esa entrega constituía de por sí el colmo de su propia satisfacción. Por vez primera estuvo cerca de que tales papeles fueran invertidos, y no se dio tiempo a descubrir si ese cambio de roles le sentaba bien o no.

Ya en el baño temió que la herida de su hombro fuera a dejar una marca permanente, aunque pensándolo detenidamente daba lo mismo.

II

- La hemos recogido cerca del arroyo- Dijo un enfermero del hospital municipal.

- Pobre, ha de haber pasado mucho frío... espere, no querrá decir que la trae para que nosotros nos hagamos cargo de ella-

- Así es, y me parece que esta vez no podrá negarse, El Candidato se ha tomado ya varias fotos con ella y ha prometido que será remitida a una institución especializada- , la directora de la casa de salud mental estaba con las manos atadas, pues sabía que en su hospital el espacio era ya insuficiente para la cantidad de internos que custodiaban, por otra parte "El Candidato" había ya prometido la tan anhelada contribución económica al lugar, lo que permitiría muchos adelantos para ella.

Claro que para ella, pues todo era en sí una gran farsa. Todo era corrupción, ya de hecho había pasado anteriores veces. El candidato a la gobernatura del Estado necesitaba llegar a los corazones sensibles de los votantes, siempre lo mismo, prometían ayuda a los hospitales y demás instituciones de beneficencia, las perreras, los manicomios, los comedores públicos, todo ello. Estos eran golpes certeros al electorado, el cual favorecía con su voto al eterno "candidato", y las ayudas llegaban, pero nunca a su destino, se asignaban partidas presupuestales previamente arregladas, pactándose cien y entregándose en realidad ochenta. Los cuales en ese instante se perdían, destinándose a los más diversos fines. La directora desde luego había llegado al grado en que se justifica el hurto en el razonamiento de que no hay peor tontería que seguir planes inservibles. De hecho se había forjado ya una idea de su papel en el manicomio.

Estaba convencida que ninguno de los internos recuperaría la salud mental, eso lo sabía ella y también los familiares de los locos, y ambos fingían humanidad. Los segundos se liberaban del demente con el alivio de haber cumplido con la sangre, haciendo donativos, llamando de vez en vez, pero a qué hacerse tontos, los locos no entendían ni papa de lo que se les decía, y la labor educativa se circunscribía a vigilar que no se mataran. La doctora en un inicio tomó las riendas del instituto con verdadera vocación de servicio, creía en los derechos humanos, creía que todas y cada una de aquellas personas necesitaban del afecto y de la formación para seguir adelante, y su noble labor era para ella una gran oportunidad de demostrar su fe en la especie misma, era el gimnasio de su voluntad. Como en cada historia, se suceden puntos de partida, desde los cuales las cosas toman un matiz muy distinto, para el caso concreto, esto sucedió de obscena manera.

Durante una de las rondas de supervisión, mientras visitaban los cuartos de seguridad, la doctora se acercaba a las ventanillas de los aposentos, asomándose a ver el interior. Lo que regularmente encontraba era seres agazapados en alguna esquina, temblando de miedo a algo, parados y henchidos de poder, ofreciendo discursos a nadie, parados y haciendo muecas, en realidad cada uno de ellos era una gran pregunta, pues poco o nada sabía de sus ideas, y la locura se le figuraba una gran duda acerca si era la carencia de ideas o la desproporcionada cantidad de ellas las que hacían de las personas una caricatura.

Al asomar el rostro por una ventanilla sugirió que hacía falta más limpieza, el intendente le dijo que lo que en verdad hacía falta era cloro y sonrió, pasaron a la siguiente y la doctora dijo - ¿Porqué está abierto este postillo, no tiene canda...?- Su pregunta quedó inconclusa al momento en que una mano ancha salió del interior para pescarla de la blusa y por sorpresa, metiéndola al interior del cuarto, estrellándola en el muro del fondo.

Ella alzó la vista y vio que el loco colocaba un fierro en la puerta, ella gritó con todas sus fuerzas que la sacaran - !Aléjate, aléjate!- , ¿Pero, cuándo un loco entendió razones?. El individuo la miraba con unos ojos tan llenos de ardor que se vislumbraba un vació terrible, emulando la diferencia de aquél que cierra sus ojos totalmente y aquél que mira al mundo por una ranura del tamaño de una cabeza de alfiler, y en un sólo punto de destino. La boca babeaba, sonreía con una cara febril y animalesca, reía, y los gritos de la doctora pidiendo ayuda eran como un mutis, la risa demencial no permitía competencia.

El sujeto se arrancó los pantalones de un jirón, desenfundando una verga de acaso diez centímetros de largo incluyendo la cabeza, pero de un ancho excepcional, brillante, que aparecía como un roedor independiente del cuerpo de su amo, la cual se movía ondulantemente de arriba a abajo y en contorsiones, como un gusano.

La doctora abrió enormemente los ojos al ver semejante miembro, y sobre todo su comportamiento fenomenal. No se necesitaba ser sabio para intuir las intenciones del demente. ¿Parece gracioso todo esto?, ¿Acaso se pensaría por un momento que buena falta le hacía a ese par de briosas piernas de la doctora una enleñada que le despertara un poco el apetito?, ¿Podría considerarse como deseable el momento en que esa barra se abriera paso por el jugoso camino?. Pues he aquí que a los dos que la acompañaban, el de intendencia y el enfermero, les pareció gracioso, y contuvieron su ansia de soltar una risita.

Si bien es cierto, en aquel tiempo la doctora tenía sus buenos treinta y cinco años, ello era difícil de predecir, dado que parecía de veintinueve, con un culazo de certamen, unas piernas bien fuertes y torneadas, con una evasiva pancita que casi se requería de imaginación para ser vista, con una cintura aceptable y un par de pechos alzados y grandes que temblaban graciosamente cuando andaba. Todo el personal masculino del hospital tenía para ese entonces una fijación con ese cuerpo, lo que hacía regular que, principalmente los jóvenes, desearan sostener sexo con ella, pues aunado a semejante carne estaba su carácter temperamental que ya en varias ocasiones había demostrado al tomar decisiones y girar órdenes vanguardistas, lo que en cuestión laboral era una molestia, sería casi un sueño en la cama, por lo que era la fantasía sexual de todos los caballeros del lugar.

En un sentido figurativo y fantasioso, la doctora había ya tenido en su boca todas y cada una de las vergas de ese hospital, y las había exprimido hasta dejarlas sin una sola gota de semen, en un sentido objetivo eso no era realidad, sólo ocurría en las calenturientas pantallas mentales de los compañeros de trabajo, durante la orgía interior que ocurría en las masturbaciones del personal, en las que ella intervenía como alcahueta astral. Hubiera sido interesante que todos los varones se juntaran en una noche de cervezas y comentaran las formas en que se la habían cojido cada uno, mentalmente claro está, así enriquecerían su ambiente de trabajo.

Volviendo a la doctora real. El loco se frotaba su gordo pene para luego soltarlo y bailarlo un buen rato. Aquella verga bien pudo haber sido confundida, por su tamaño y movimiento, con una lengua de un toro enchilado. El intendente y el enfermero golpeaban la puerta y la estrujaban como si la quisieran romper, pero ninguno tenía la idea de sujetar ni la manivela ni nada, se reían a sus anchas por dentro. Por dentro ya se iban sacando la picha para disfrutar y aprovechar el show, externamente estaban locos por tumbar esa maldita puerta. El menso de la verga insurgente se acerco y tomó de las ropas a la doctora, "No me hagas daño", dijo ésta, el loco captó el chiste y soltó una carcajada a la vez que arrancó la blusa, dejando a la vista el sostén relleno de aquellos generosos pechos.

- Claro que te lo haré, ahora te disgusta, pero te encantará- Dijo el tipo moviendo vigorosamente la cabeza entera para luego hacer un movimiento tipo baile shamán, el cipote era como otro brazo de bailarina hawaiana, luego se le echó encima y la sujetó de la cintura alzándola como si fuera un cargador de costales de azúcar, le alzó la falda y la cadera que debía estar blanca estaba roja de ira. La doctora le daba toda serie de golpes en la espalda, lo arañaba arrancándole pedazos de piel, a su vez que les decía a los de la puerta que hicieran algo, y ellos decían "Ya casi, ya casi", pero por su pronunciación no se sabía si hablaban de la puerta o de sus orgasmos. El demente tenía el revés de la doctora en dirección de la puerta, le hizo a un lado la pantaleta, se chupó los dedos y los ensartó en el cuerpo que sostenía.

La doctora estaba más que convencida que sólo contaba consigo misma. Sentía los dedos resbalosos y desde luego sucios entrar y salir de su sexo, luego uno de ellos entró en su ano, acto seguido lanzó un grito agudo. - Sufre- Era la orden del verdugo. Ella le alcanzó a dar una patada en el estomago y él se arranó con una sonrisa. Luego se levantó y la volvió a pescar, y ella le volvió a pegar arañar y morder, notando que el muy cabrón lejos de amilanarse se estaba agitando vigorosamente el pene.

La doctora lo volvió a tirar.

- Está bien, tendrás lo que quieres. Te la voy a mamar como nunca en tu vida, no quiero que te separes nunca de mí, mi cariñito, mi amor, te amo, te amo, siempre te he deseado.-

El plan de la doctora funcionaba. Las cosas bien llevadas eran congelantes para aquel tipo.

- No!. Tú me odias, soy sucio!-

- Así te amo, mamá fue buena, eres un gran hijo-

- No. Perra, eres la más puta del mundo, quieres aprovecharte de mí.

- Ven con mamá, tienes un alma, y ésta ha sido perdonada-

- ¡Sal fuera de aquí!-

III

- ¿Déjame adivinar que hiciste llegando a tu casa?- Dijo el intendente.

- Lo mismo que seguramente hiciste tú cabrón.- contestó el enfermero.

- No me apena, como podría evitarlo, era imposible.

Ambos sostuvieron los lonches que les habían sido entregados en el comedor del hospital, los dejaron ahí esperando, nomás se acordaban. Qué nalgas, qué mujer. Los dos habían llegado a su casa directo a su colchón, de debajo sacaron la revista pornográfica más explícita que encontraron, ¿para qué las ocultaban si ambos vivían solos?, las llevaron cada quien a su respectivo baño, innecesariamente cerraron con seguro las puertas, como si el espíritu de su madre pudiese ir a boicotearles su placer, se sentaron sobre el retrete en forma invertida para quedar de cara al muro, colocando la revista sobre el contenedor de agua, fijando con la pasta de dientes la página que más les calentaba y se desenfundaron la salchicha humeante, apenas si la empuñaron en su mano y sintieron electricidad, protones en completa orgía, la sacudieron un rato, miraron las fotos, seguramente alguna felación inusual, algo enfermo, luego se convencieron que lo caliente no lo traían en sus revistas, cerraron sus ojos y vieron ante sí a la doctora, imaginaban su cara, pues sus nalgas claramente las vieron, y en su mente resonaba el eco, "Te la voy a mamar como nunca en tu vida, te la voy a mamar, te la voy a mamar como nunca en tu vida, oh, doctora puta, te la voy a mamar, te la voy a mamar, mamar, mamar, mamar...".

En cada casa se cimbró un terremoto de mil grados en la escala de Richter. Nunca habían tenido un orgasmo artificial tan avasallador.

Esbozaron una sonrisa cada uno con su lonche en la mano, se miraron y dijeron al unísono "Como nunca en tu vida", y soltaron una carcajada de camaradería. Casi mordieron su lonche al mismo tiempo. Casi al mismo tiempo rodaron al suelo.

- Pero qué torpes- Dijo la doctora - consumieron los lonches que estaban dopados para el interno del cuarto dos de seguridad-

- Es en vano doctora, les estalló el corazón-

- Dios mío !Que tragedia!, fue el propio Rubén quien los preparó, y ahora está muerto también-

Las formas en que una desgracia personal puede repercutir en el ecosistema suele resultar singular cuando la persona afectada por la desgracia tiene poder.

Fue al baño y se miró al espejo. No pudo sonreírse aunque quisiera. "¿Parezco una asesina?" se preguntó la directora, y se contestó que no, que nadie lo notaría. Y de ahí en adelante todo fue distinto. Con la amargura, sus caderas, pechos y rostro entraron en un atardecer constante, su alma se iba pudriendo, no fue lo suficientemente perversa como para sobrevivir a aquellos accidentes.

Entendió que nunca en su vida había sido feliz, pero sin embargo servía saber que no era infeliz. Ahora estaba segura de no ser feliz, y también estaba segura de que, así como en un tiempo su misión era abogar por los desesperados, por los marginados, por soñar un mundo mucho más perfecto que aquél que Dios había pensado al dar origen a los taimados y mensos, a los discapacitados y los locos, ahora estaba firme en su intención de hacer padecer a quién tuviera que padecer por naturaleza. No fue raro que de ese entonces, y hacia adelante, el manicomio tuviera una sala de exhibición, a la vista, con locos bañados y bajo un proceso formativo, pero más allá de la línea que separaba el patio sur del patio norte, estaba una serie de horrores que podían resumirse en dos palabras: apatía y medioevo.

Los locos ahora estaban envueltos en su mierda si no aprendían a ir al baño, desnutridos si no sabían comer solos, y eran castigados si se portaban mal. Tal era el hastío. Tal la monotonía. Sin embargo nada, nada de lo que ahí ocurría era capaz de volverle el corazón. De cambiarle esa mirada demencial de idealista dislocada.

El epicentro de la maldad se centró en el interno que la había arrastrado dentro de la celda. Cierto que aquella verga temblorina no se le metió nunca, lo más que sucedió fue el susto, y lo desagradable de los dedos. Acaso aquel individuo dentro de su brusquedad le haya inaugurado una almorrana efímera, acaso por sus manos cochinas le acarreara una infección, y si ello hubiere sucedido, ésta sanaría pronto. Sin embargo, la amargura que logró sembrar era atroz, y es bien sabido que poco importa la naturaleza de los hechos, sino lo que llegan a significar en nuestro interior.

Bueno, no había testigos de nada, el de intendencia y el camillero murieron sin hablar con nadie, sólo con ellos mismos, pues vivían solos y únicamente se tenían mutuamente. De hecho el idiota de la celda no recordaba lo que había hecho. Pero bastaba con que la doctora recordase. Desde entonces el loco fue a dar a una mazmorra que ya envidiaría un inquisidor medieval. Ahí fue amarrado, le fueron cortadas las cuerdas bucales, y diariamente recibía sus castigos, que iban desde quemaduras, arañazos con alambres, aplicación de químicos, golpes, opresiones. A la fecha le faltaban ya tres dedos en el pie derecho.

Aquel que haya tenido un perro joven, el cual por seguir sin poder evitarlo a una perra en celo y en su estampida quiebra algún objeto que se ame demasiado, y luego en castigo le dé un puntapié que le reviente la columna dejándole inservible, inapto para vivir, y ese alguien sintiese en el pecho una opresión de lástima, convencido que el perro no es del todo culpable, que de hecho la penitencia quintuplicaba la dimensión del pecado, ese alguien entendería lo que se sentía al ver aquel loco en la mazmorra, acurrucado como un perro lleno de roña al cual se le prolonga la vida, que es lo mismo que matarle muchas veces, inútil, inmóvil, que ya lloraba sólo de saber que alguien se acerca. No recordaba nada, por lo tanto la lección consistía en, recordarle primeramente lo que hizo, para luego castigarle.

La doctora, sin saberlo, o sabiéndolo y pasando por alto todos los principios, continuaba con ese castigo, más desdeñable y deplorable que si lo hiciera cualquiera de los mortales, pues todos somos violentos, pero ella tenía en sus manos la manera de atender a ese paciente, y no lo hacía, y al vejarlo lo único que hacía era vejar su propia alma, la cual, pese a que ella pareciera una profesional y jefa de hospital, por dentro era un alma acurrucada en una mazmorra igual de oscura que la de su víctima. Su mirada no recuperaba el brillo bajo ninguna circunstancia. Era doblemente culpable porque cuando juró ejercer su vocación, juró con el corazón, no con esa actitud cotorrezca con que juran los recién egresados, ella creía, y por tanto todo resultaba aún más lamentable.

Por eso, cuando le trajeron esa niña pensó en no aceptarla. Pero "El Candidato". Le dio un poco de pavor. La niña no le temía, eso era obvio. La miraba fijamente a los ojos. La niña se abalanzó en dirección de la doctora y le abrazó las piernas. Ésta quiso separarla pero luego le agradó la escena. No era posible, tendría acaso ocho años, la niña no podría mirar así. "Es muy niña" Pensaba.

- ¿Cómo se llama?

- No se sabe doctora, no nos lo ha dicho, de hecho no sabemos si es muda.

- ¿Cómo pueden luego saber si está loca?

- Yo sólo la traigo- dijo el oficial.

- ¿Cómo la llaman en el expediente?, ¿Con qué nombre la voy a recibir?

El Candidato dijo que "Laura"

- Arakarina- Ambos se sorprendieron al ver que la niña hablaba, y perfectamente.

- ¿Cómo has dicho?- Dijo la doctora.

- Arakarina- le susurro al oído.

El enfermero de la ambulancia le dijo - Bueno Anamarina, te dejo con tu tía la doctora Virginia-

- Laura- Dijo la niña.

- ¿Qué- reviró el enfermero.

- Que para ti es Laura. Que no seas igualado- Le dijo la doctora en medio de una mueca, la más parecida a una sonrisa que hubiera esgrimido desde años. El tipo hizo un manotazo en el aire y se alejó. La doctora se rió por unos segundos y pensó que tal vez esa niña le gustaría. La miró. Otra vez esa mirada. Otra vez el pavor. Ella era una idealista herida, y la mirada de la niña, pese a su edad, le hablaba de una herida idealista. Era casi lo mismo, pero "Es sólo una niña" pensó.

A pocos meses el cariño entre ambas era ya un nexo perfectamente emergido del subsuelo de ambas, como una planta, mostrándose bella al exterior, anunciando futuras flores y creciendo en raíces.

- Arakarina, tú serás el ángel de este lugar, traerás la felicidad de todos como has traído la mía.- La directora realmente lo creía. Ara, como le decía, era exactamente la hija que siempre deseó tener, la cual siempre dejó evidente aquélla que parecía ser su cualidad principal: tener a la mano la compañía, la palabra, la cercanía.

IV

Aquella noche, y años después, Arakarina había tenido un sueño, el cual había anotado en la libreta que estaba en la cabecera de su cama.

A la letra decía: "Ella era como un ave de alto vuelo, pero tenía sus patas dentro del fango. En sus ojos guardaba dos hombres, uno como un gato de cabellos largos, otro como un lobo con el dorso suave. Incluso se notaba un presagio, como la llegada incierta de un tercer hombre. Su canto era indudablemente triste, pues encerraba la posibilidad de permanecer para siempre en el fango, y no volver a volar jamás. La esperanza estaba, para ese entonces oculta, dentro del corazón de uno de aquellos hombres."

"No es posible que exista quién me sorprenda" pensó mientras jugaba con su vello del pubis "Aunque sería fantástico ser sorprendida en vez de sorprender, al menos una vez en la vida"

V

- ¿Si has pensado que se trata solamente de una chiquilla?, Es decir, una responsabilidad, según creo, muy formal- Dijo el doctor Marcos Sáenz.

Marcos Sáenz era el amante imposible oficial de Virginia, la perspectiva trunca, el deseo callado, el eterno admirador y nunca poseedor.

Virginia vivía sola, profundamente sola, y pese a su belleza había sufrido un sinnúmero de decepciones de sus pretendientes que sentían ante todo deseo por su cuerpo, pero un desinterés tan arraigado acerca de todo lo que pudiera encerrar el resto de su persona. Sólo Marcos se había aventurado a echar verdaderas raíces respecto de aquella mujer, y aquí se reafirma lo caprichoso del amor, cualquiera que hubiese tenido la voluntad de tender sus raíces hubiera penetrado en aquella tierra solitaria y formado un árbol magnífico, pero el único que no tendría éxito al intentarlo fue el único que lo intentó. Sin embargo esas raíces de a poco formaron una red tan cerrada que era más fácil, y sobre todo conveniente, no intentar escapar de ella, pues en ratos terribles es mejor asirse aunque sea de estas raíces, que caer sin poder sujetarse a nada.

En fin, si él hubiera propiciado a que esas líneas de su mano se juntaran de una buena vez. El estaba seguro de poder hacerla feliz en su cuerpo y espíritu, ella no hubiera tenido tantos desencantos, hubiera sido valorada en su justa medida, habría dejado de perder tanto tiempo. Amar a alguien tan profundamente y no ejercer ese amor, tener en las manos la luz de un destino y dejarlo a oscuras, el agua del sediento y no servirla en un vaso, la mirada colmada para una mirada ausente y cerrar los párpados, lo que sea y bajo la causa que sea, debería considerarse un crimen, pues poder hacer la felicidad de otro y no hacerlo es como matarle, es como tener cinismo en el corazón de ver sus tumbos y no hacer nada, peor aún cuando se es un hombre como Marcos, que dentro de su seriedad y prudencia guardaba la magia para fundar tormentas, para saciar cualquier carne, para extender las alas cuan largo se requiera volar, de pecho tan ardiente como para mitigar cualquier frío del alma, zorro estratega con la sabiduría para abatir problemas. De aquí que en vez de decir "Él es mi amigo" habría que decir "Él es mi asesino". Aunque luego se verá que la gente precisa de algo suyo, aunque se trate de un aniquilador personal. Por eso cuando Marcos lee anuncios como el de "en vida hermano, en vida" no puede más que rabiar.

- Sí, estoy consciente de que se trata de una niña- Dijo Virginia.

- Tienes que analizar, no las consecuencias económicas pues sabemos que puedes con esta niña o con más, pero el método por una parte y por otra la formación-

- Es sencillo, primero, nadie recuerda la documentación de cuando ella llegó aquí, además, ese expediente yo lo tengo en mi poder desde el primer momento, el candidato a la gubernatura perdió, nadie repara en nada de lo que hizo en su campaña, y ese expediente hoy mismo lo quemaré. Luego vamos tú y yo a la Oficialía del Registro Civil y reconoces a la niña y a mí como su madre, por el certificado de nacido vivo no te preocupes, ya tengo uno, vamos, firmamos, y listo, queda convertida en mi hija legitima, ella no pasará vergüenzas jamás de sentirse adoptada, yo no tendré que rendir cuentas de cualquiera que sea mi comportamiento para tenerla, que hasta eso no es tan mal comportamiento, es más, ni siquiera tengo tiempo de portarme mal, y tú, bueno, con esto me habrás dado una hija, ¿no te parece hermoso?.

- Bien sabes que por ti haría lo que fuera. Mi única recomendación, y quizá advertencia, es que debes, en todo caso, velar por que el ser tu hija venga a ser una bendición para la niña, que sé que eres capaz de hacerla feliz, sólo recomiendo que esto ocurra siempre. A cambio de ello yo me comprometo a ser como un padre, lejano si tu quieres, pero un padre al fin, y aprender a tenerla en mi mente siempre, tal como te tengo a ti, amiga mía.-

- Trato hecho- Dijo Virginia para proceder a abrazarle en agradecimiento, repegando sus tibios pechos en el cuerpo de Marcos, quien como siempre fue sujeto de un abrazo, mas no lo dio.

Al día siguiente realizaron todos los movimientos ante el Registro Civil del Estado, al segundo día ya tenían una flamante acta de nacimiento que acreditaba la existencia de aquella niña de once años que desde ahora se llamaba Arakarina Sáenz Lara, hija de Marcos y Virginia, con abuelos finados y entre paréntesis, testigos y todo.

Pareció cosa hecha adrede que a escasos cinco meses de todo aquello sobrevino algo que no puede llamarse de otra manera que desgracia. Un fin de semana se quedó de guardia una enfermera que poco o nada le faltaba para ser una carnicera, pues era especialmente déspota con la última sección del hospital, aunque buena con el resto.

Pero fue en esa última sección en que se descuidó y entre varios locos la asesinaron, y eso no fue todo, el que le soltó una piedra en el cráneo sintió paranoia de lo que había hecho e intentó fugarse saltando la cerca. Cualquiera con uso de razón entendería que era imposible cruzar aquella valla de alambre de púas que estaba encima del muro de piedra, pues había sido realizado al más puro estilo nazi, sin embargo este individuo no tenía uso de razón, de manera que lo intentó, quedando atrapado como un cordero en medio de múltiples fauces de predadores, prisionero de una telaraña de metal con púas listo para morir colgado de los alambres como una bandera patética y macabra. Fue descubierto en tanto que cuerpo inerte por la comunidad. La policía fue al lugar y lo que encontró fue aterrador, parte del hospital era digno y limpio, pero al fondo era una porqueriza humana, y ahí tendida estaba la enfermera.

- Tiene mordidas en el cuello- Dijo un oficial a otro, mientras se escuchó un ruido estremecedor.

- Viene de aquella mazmorra- corrieron a ver que ocurría dentro

- ¡Dios mío!- Exclamó el más alto.

VI

La doctora Virginia y Arakarina regresaban de un paseo y a la puerta de su casa ya les esperaban un par de agentes de la policía. Detuvieron a la doctora mientras que Arakarina guardó silencio, siempre lista a estructurar un pequeño plan, sin dejarse llevar por el momento, esperó instrucciones.

- Quédate aquí cariño, Papá no ha de tardar-

Arakarina asintió con la cabeza, aunque ambas sabían que Papá no vivía en casa. Aunque no cabía duda que iría.

Las acusaciones fueron echas. El loco que terminó siendo apodado como "la mosca" había estado en aquel calabozo, siendo objeto de torturas y vejaciones por cerca de cinco años, de los cuales los últimos dos fueron de disfrute absoluto para el sadismo de la enfermera, pues la doctora Virginia ya no se ocupaba personalmente del loco, de hecho no lo veía desde ese entonces, pero era suya la orden de que el castigo no se levantara, además de que las responsabilidades recaían en ella, pues aquel acto de salvajismo ocurría ni más ni menos que en su hospital.

Marcos se encargó de todo, de abogados, de pensar un plan, la versión fue cambiada y se manejó que la de toda la responsabilidad era la enfermera, quien le venía ocultando sus actividades a la doctora Virginia, y que ella, mediante maquinaciones, le hacía creer que todo estaba bien, además, los contratos con la enfermera le hacían titular de la área C del hospital, por lo que todo era coherente. Pese a ello, La doctora fue condenada a cuatro años de prisión. En apariencia esto era una pérdida terrible, pero considerando que el interno murió días después de que lo sacaron de la mazmorra y que eso se convertía en un homicidio calificado, con toda la alevosía, maldad y ventaja, y por lo tanto no sólo merecía la revocación de su cédula de psicología y prohibición para ejercer, además de cuarenta años de prisión, en realidad hablamos de un triunfo de la habilidad del abogado, más no así de la justicia.

Arakarina fue entonces más extraña que antes. Marcos la llevaba diariamente a la visita conyugal de 6 a 7 de la tarde, la cual ella esperaba todo el tiempo. Incluso él dejó de rentar el apartamento en que vivía y se trasladó a la casa de Virginia, para así hacerse cargo de que Arakarina continuara sus estudios y no fuera asignada a cualquier otro tutor, después de todo él era su padre.

Sin embargo cuatro años eran demasiado.

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Arakarina (20: El bar y Samuel)

Arakarina (18: Las bodas)

Arakarina (19: Los chicos de la secta)

Arakarina (16: Sara)

Arakarina (17: La mano de la novia)

Arakarina (15: Geografía de una secta)

Arakarina (13: El cumpleaños)

Arakarina (14: Un rito para Arakarina)

Arakarina (11: Nueva piedad)

Arakarina (12: Gatos)

Arakarina (10: El anillo tatuado)

Arakarina (09: La entrevista)

Arakarina (08: El vientre cálido de un hogar)

Arakarina (07: El artefacto)

Arakarina (05: La fundación de Atenas)

Arakarina (04: Un pintor a oscuras)

Medias negras para una ópera de reims

Arakarina (03: Ella se casa)

Arakarina (02: La búsqueda de un pintor)

Infieles (7: El final según Cornelio)

Arakarina (01: Una chica cualquiera)

Infieles (6: El final según sonia)

Infieles (5: El final según el inspector)

Infieles (4: El arte de ser atrapado)

Infieles (3)

Infieles (2)

Infieles (1)

Radicales y libres 1998 (4)

Radicales y libres 1998 (3)

Radicales y libres 1998 (2)

Radicales y libres 1998

El Ansia

La bruja Andrómeda (I)

El ombligo de Zuleika (II)

El ombligo de Zuleika (I)

La bruja Andrómeda (II)

Tres generaciones

Mírame y no me toques (VIII - Final: Red para dos)

Mírame y no me toques (VII:Trapecio para la novia)

Mírame y no me toques (VI: Nuevas Historias)

Mírame y no me toques (V: El Casting)

Mírame y no me toques (IV: Los ojos de Angélica)

Mirame y no me toques (II: Puentes oculares)

Mirame y no me toques (III: Un abismo)

Mirame y no me toques (I: Los ojos de Claudio)

La verdad sobre perros y gatas

Amantes de la irrealidad (07 - Final)

Amantes de la irrealidad (06)

Amantes de la irrealidad (05)

Amantes de la irrealidad (04)

Amantes de la irrealidad (03)

Amantes de la irrealidad (02)

Clowns

Expedientes secretos X (II)

Noche de brujas

Día de muertos

Amantes de la irrealidad (01)

Lady Frankenstein

Expedientes secretos X (I)

El Reparador de vírgenes

Medias negras para una ópera de reims

Una gota y un dintel (II: La versión de Amanda)

Una gota y un dintel (III: La versión de Pablo)

Los pies de Zuleika

Una gota y un dintel (I)

Amar el odio (I)

Amar el odio (II)

Amar el odio (III)